domingo, 12 de agosto de 2012

Unas Locas Vacaciones Cap 17




Nick  se sintió raro. Ella no lo había dicho con aire de autocompasión. Era la simple constatación de un hecho. No le importaba a nadie. Y él sabía cómo se sentía porque, aparte del grupo, tampoco tenía a nadie que se preocupase por él. Excepto a Dani. Y él también se preocupaba por ella. Se dio cuenta de pronto de que se sentía vulnerable a causa de ella.
-Podría hacerlo yo solo --;-dijo él.
-No tengo miedo -replicó Miley-. Bueno, sí que lo tengo, pero haré lo que me digas.
Así que Gabby no era única después de todo, se dijo Nick, alegrándose de ver que Miley se parecía mucho a la mujer de su mejor amigo. Esta palomita tenía dientes, tal y como él había supuesto.

-Vale, .tigresa,-dijo él, sonriendo--. Esto es lo que quiero que hagas...,.
Miley lo dio vueltas una y otra vez. Tenía que acertar la primera vez, ya que la pobre azafata no tendría una segunda oportunidad. Si ellos fallaban, la azafata moriría.
De pronto el capitán les comunicó que estaban llegando a Miami. Les, pidió que permanecieran tranquilos y que no se movieran de sus asientos hasta que el avión no hubiese terminado

El aterrizaje. Su voz sonaba muy tensa. Aquella granada de mano era la 'parte más terrorífica de todo, y Miley se preguntaba cómo iba a evitar Nick que el otro hombre la lanzara.
Esta vez aterrizaron un tanto bruscamente. En cuanto el avión se detuvo, Nick le tocó el brazo.
El hombre de la jeringa había vuelto a salir de la carlinga.
También parecía tenso y nervioso. La azafata daba la impresión de haber abandonado toda esperanza de vivir y haberse resignado al horror del ácido. Sus ojos carecían de expresión. -Eh, señor... -dijo Miley, asomándose al pasillo.

El. Hombre dio un respingo al oírla y apretó más el brazo con que sujetaba a la azafata.
. -¿Qué quiere? -gruñó.
-Yo... oh, por favor -suplicó Miley-. Tengo que ir... al lavabo, por favor.       .
El hombre lanzó una maldición. Gritó algo en otro idioma al hombre que estaba en la carlinga. Éste se asomó con cara de malhumor.
-¡Tengo que ir! -rogó Miley.

El hombre alto murmuró algo y el otro se echó a reír.
-Está bien -le dijo a Miley-. Vaya. Mientras Miley pasaba por delante de Nick para salir, él se metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta.
Miley se dirigió al lavabo, que estaba al otro lado del hombre de la jeringa. Unos pasos más, se dijo, sintiendo que el Corazón le latía aceleradamente. Mantuvo los ojos bajos por si acaso el hombre veía su mirada de terror y reaccionaba demasiado rápida. Un paso más. «Por favor no me falles)), le dijo mentalmente a Nick. Esto es una locura, sólo tengo veintiséis años.
¡No quiero morir, acabo de casarme!

Un paso más. Se detuvo, tambaleándose y se llevó una mano a la frente.
-¡Me encuentro tan mal!

Y casi era verdad. Se dejó caer hacia el hombre. Fue suficiente. El hombre se adelantó instintivamente a sujetarla y en ese instante
Nick lanzó la navaja. La jeringa cayó al suelo mientras el hombre se llevaba las manos a la cintura. Nick se levantó de su asiento en un abrir y cerrar de ojos. Era otra vez como Vietnam, Angola, Rhodesia. Sin hacer caso de Miley, que le miraba con ojos desorbitados, ayudó a la azafata a sentarse y dio una patada a la jeringa para quitarla de en medio. Luego entró a toda prisa en la carlinga.  -¡La lanzaré! --: le dijo al verle el hombre alto, cogiendo la anilla. ,
-Adelante -replicó Nick sin detenerse.
Con dos movimientos, de sus manos, tan rápidos que el piloto ni siquiera los vio, hizo caer al suelo al hombre que seguía sujetando la granada en la mano.
-¡Ha-quitado la anilla! -gritó el copiloto.
-¿Pero de qué tiene miedo? --dijo Nick, cogiendo la granada-, ¿de un trozo de plástico? y le lanzó la barata imitación al piloto, que, al ver de qué se trataba en realidad, se echó a reír.
-Ahora me doy cuenta de por qué estaba tan nervioso ese tipo -dijo, volviéndose hacia Nick.
-¡Es falsa! -exclamó el copiloto, todavía  sin, acabar de creérselo.
-Quédatela como recuerdo -le dijo el piloto, dándosela, por cierto, ¿cómo está Lainle? -añadió.
-Si se refiere a la azafata, se encuentra bien –repuso Nick-. Pero su asaltante no. Será mejor llamar a un médico.
-Ahora mismo. Eh, gracias -dijo el piloto, sonriendo.
-Es por puro egoísmo --'replicó Nick, encogiéndose de hombros-. Por culpa de ese hombre no nos han servido el café.
-Le invitaré a una taza en cuanto salgamos de aquí –le dijo el capitán.
-Le tomo la palabra --'replicó Nick

Luego salió de la carlinga y les explicó a los pasajeros: -Se trataba de una granada falsa. Todo ha terminado, tranquilícense y sigan en sus asientos. ".Miley estaba arrodillada en el suelo mirando, horrorizada, al hombre que yacía en el suelo con la navaja clavada en el vientre. Miró al desconocido con quien se había casado sin siquiera reconocerle. ¿Quién era aquel hombre?
Nick lamentaba que ella hubiera tenido que ver aquello, pero no había otro modo de hacerla. -Se agachó y la ayudó a levantarse.      .       .
-Se pondrá bien -le dijo--. No te preocupes.
Dos' ayudantes de vuelo salieron del fondo del avión y abrazaron a la azafata, disculpándose por no haber podido ayudarla.
-No, os preocupéis -le dijo la 'muchacha-. Estoy bien.
 Se volvió a Nick y añadió, mirándole, con expresión de profunda gratitud: Gracias! ¡Gracias a los dos!

-No tiene importancia -replicó él-. ¿Y qué tal si abrimos la puerta? -añadió-. Ese hombre necesita un médico.
Los lamentos del  hombre atrajeron su atención. Uno de los ayudantes de vuelo se inclinó sobre él, mientras el copiloto hacía caminar delante de él al otro hombre, que llevaba las manos atadas a la espalda con un cinturón.        .
-Espere, le acompañaré a la comisaría -le dijo a Nick el capitán-. Tendremos que hablar con la policía, estoy seguro,
-De acuerdo -repuso Nick, ayudando a bajar las escaleras a Miley, que seguía muy impresionada.
 -Ah -añadió, volviéndose a uno de los ayudantes de vuelo--. ¿Haría el favor de coger el bolso de mano y la bolsa de los libros de la señora y llevarlos a la comisaría del aeropuerto?'
-Con mucho gusto, señor.

Miley seguía aturdida, pero se dio perfecta cuenta de lo que Nick acababa de decir. En medio de aquel maremágnum, ¡él se había acordado de sus libros! Le miró sin comprender, con los ojos aún llenos de terror.
-Tenía que hacerla -dijo él, entendiendo su mirada-. Si
no, no podría haber alcanzado aquel hombre a tiempo.

-Sí, me... me doy cuenta. Sólo que yo nunca había visto a nadie... asÍ.
-Estuviste maravillosa. Sólo conozco a otra mujer que hubiera sabido mantener la serenidad así de bien.
Ella se preguntó a quién se referiría, pero inmediatamente hubo más preguntas. .
-Pero lo que... lo que has hecho -balbuceó Miley-. Dijiste que eras soldado. .
-y lo soy, pero no de la clase que tú imaginas. Me gano la vida como un soldado profesional. Me alquilo al mejor postor.
Miley le miró con cara de terror.
-Un mercenario --dijo con un hilo de voz.
-Sí -replicó él en tono desafiante.

Unas Locas Vacaciones Cap 16




Alguien que estaba sentado delante de ellos llamó a la azafata. Miley decidió dormir un poco, ya que aquél iba a ser un viaje muy largo. Habían acordado ir a Greenville unos días y luego decidir quién se cambiaba de casa de los dos. Nick quería ver el sitio donde ella vivía, conocer a su amiga Demi y echarle un vistazo a la librería. A Miley le había halagado su interés.
De pronto oyó gritar a alguien. Abrió los ojos y vio que un hombre de aspecto extranjero tenía sujeta a la azafata y sostenía junto a su cuello una jeringa. Otro hombre, que había estado sentado junto a él, se dirigió a la cabina del piloto.

-. Se oyó un grito y salió el copiloto. Al ver lo que sucedía, palideció.
-Sí; por lo que veo, dice la verdad -gritó por la puerta de la cabina.
De pronto oyeron por el altavoz que hablaba el capitán del  avión.
"'-Señoras y señores, les habla el capitán Hall -les dijo en un tono engañosamente tranquilo--: El avión va a desviarse a Cuba: Por favor, permanezcan tranquilos y hagan exactamente lo que se les diga. Gracias.
El hombre que había entrado en la cabina, salió otra vez al pasillo y dijo por el micrófono:
 -No queremos hacer daño a nadie. La jeringa que mi amigo tiene en la mano está llena de ácido Clorhídrico. .

Se oyeron murmullos de inquietud entre los pasajeros, sobre todo cuando el hombre que sujetaba a la azafata dejó caer una gota de la jeringa en un asiento. En el sitio donde había caído la tela pareció arder.
-Así que, por el bien de esta señorita: -continuó el hombre-, por favor, permanezcan tranquilos. Nadie sufrirá daño alguno a menos que sea necesario.
Volvió a colocar el micrófono en su sitio y entró en la cabina. El hombre de la jeringa se llevó a la azafata con él. Los pasajeros hablaban entre ellos, llenos de inquietud. -Son profesionales -dijo Nick-. Deben necesitar salir del país a toda prisa.
-¿y quiénes serán? -preguntó Miley.
-Ni idea.
-Pero no se atreverán a utilizar el ácido, ¿verdad?
-¡Por supuesto que sí!
Miley palideció. Volvió la cabeza y vio que la azafata seguía en manos de aquel hombre.
-¿y no puede hacer algo el capitán?
-Claro -repuso Nick, arrellanándose en el asiento y cerrando los ojos-. Puede hacer exactamente lo que le digan esos hombres hasta que se bajen del avión. Lo único que quieren es un viaje gratis. En cuanto lo hayan conseguido, se marcharán.
-¿No estás preocupado?
-La jeringa no está junto a mi cuello.
Su indiferencia la tenía perpleja.. Ella estaba horrorizada de pensar en lo que podía sucederle a la azafata. ¿Pero con qué clase de hombre se había casado?.
Nick sentía dejarla tan desconcertada, pero necesitaba tiempo para pensar; y no podía hacerlo si estaba hablando. Tenía que' trazar un plan. Aquellos hombres no harían daño a la azafata si veían cumplidas sus exigencias. Pero a veces surgían imprevistos. Y, si por casualidad surgía uno, tenía que idear una forma de salir del paso. Eran dos hombres, pero sólo uno iba armado.

 Y desde luego no habrían podido pasar algo metálico por los detectores del aeropuerto. Eso estaba bien. Podía ser que tuviesen uno o dos cuchillos de plástico, o una navaja como la que llevaba él... una navaja que tenía usos muy especiales. La suya era excelente para lanzarla. Y había pocos que le igualaban en el manejo del cuchillo. Sonrió para sí.  .
Miley le miró con una mezcla de curiosidad e irritación.

¡Cómo podía dormir! ¡Dormirse en medio, del secuestro de un avión! Suspiró resignadamente. Bueno, ¿pero qué esperaba que hiciera? ¿Que se levantara de un salto del asiento, como los héroes dé las novelas que ella leía, y que les librara a todos de los terroristas? ¡Ni soñarlo!
Se preguntó cómo se sentiría la pobre azafata. La chica estaba haciendo todo lo que podía por permanecer tranquila, pero tenía que resultarle muy difícil. Sabiendo lo que contenía la jeringa y el efecto tan fulminante que tendría si se lo inyectaban...

Miley, se estremeció sólo de pensarlo. Nunca hubiera imaginado que una gente tan diabólica viviera en el mismo mundo que ella. Nick abrió los ojos y los volvió a cerrar. Miley le lanzó una mirada de exasperación. El más alto de los dos hombres tenía en la mano algo que se parecía terriblemente a una granada, y mientras el avión se iba acercando más y más a Cuba, él iba y venía nerviosamente por el pasillo.

El otro hombre, el calvo que sujetaba a la azafata, obligó a la chica a ir hasta los asientos delanteros, justo los que estaban delante de Nick y Miley, y se sentó junto a ella sin dejar de sostener la jeringa junto a su cuello.
Estaba cansado, pensó Nick. Y el otro se estaba empezando a poner nervioso. Nick estaba casi seguro de que la granada era de plástico. ¿Cómo iban' a haber pasado, si no, los controles de seguridad del aeropuerto?

Una de las revistas sobre misiones secretas traía anuncios sobre aquellas imitaciones, que eran lo bastante perfectas como para engañar a un civil. Pero Nick no era un civil.
Esperaría a que el avión aterrizara en Cuba. Si les concedían asilo político, bien. Si no tendría que intervenir él y desbaratar sus planes. Le debía aquello a Miley. Ella aún creía en los  héroes, aunque a saber qué pensaría de, él ahora.
Cuando el avión aterrizó en La Habana, el más bajo se quedó junto a la azafata y el otro entró en la cabina. Volvió a salir a los pocos minutos, maldiciendo airadamente.

-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? -le preguntó el otro.
-¡Que no nos dejan bajar del avión! ¡Que no nos conceden asilo político!
Miró a su alrededor rabiosamente apretando la granada en la mano Y sin hacer caso de los gritos y miradas de horror de los pasajeros. ,
-¿Qué vamos a hacer? -continuó--. Nos dan combustible,
Pero no asilo. ¿Qué vamos a hacer? ¡No podemos volver a Méjico!
-¡Cuidado! -le advirtió el otro hombre-. iremos a Miami. Después buscaremos asilo al otro lado del océano. Diles que pongan rumbo a Miami.
Aquello se estaba poniendo interesante, pensó Nick. Tenía la corazonada de que aquellos dos hombres eran de América central. Pero estaba claro que no tenían ninguna gana de que se les relacionase con ningún país centroamericano.

El hombre más alto salió de la cabina y dijo: -Ya está, vamos hacia Miami.
-Vale -repuso el otro-. Vamos -añadió, obligando ala azafata a ponerse de pie y seguirle-. Tenemos que explicarle al piloto qué es lo que queremos conseguir del gobierno' estadounidense. .
-¿Cuánto valor tiene, señora van Meer? -susurró Nick sin volver la cabeza hacia ella.
Ella se puso tensa. ¿Qué quería decir con aquello?
-No soy una cobarde -dijo por fin. "

-Lo que se me ha ocurrido podría hacer que te mataran. . -¡La azafata!
-Eso depende de ti -repuso Nick fríamente-. Cuando nos aproximemos al aeropuerto quiero que distraigas al hombre de la jeringa. Sólo distraerle. Oblígale a apartar esa jeringa únicamente una fracción de segundo.
-¿Y por. Qué hacer algo? -preguntó ella-. Dijiste que se marcharían...
-Porque ahora están desesperados. Y no me cabe duda de que-entre sus exigencias estará la de que les proporcionen armas. Una vez que las tengan, habremos perdido nuestra 'oportunidad de escapar.

-Las autoridades no les darán armas -replicó Miley. -Una vez que hayan utilizado el ácido con un par de personas, lo harán.

Ella volvió a estremecerse. Estaba muy asustada, pero sin embargo Miley parecía extrañamente confiado. Daba la impresión de saber muy bien lo que estaba haciendo. Le miró a los ojos y se dijo que le había juzgado mal. En todo aquel rato que llevaba callado había estado pensando. Miley sintió que renacía su confianza en él.
-Podrían matarte -repitió él, odiando aquellas palabras-. Hay un riesgo, no quiero engañarte.
-Nadie me vas a' echar de menos -replicó" ella-, excepto quizá Demi y tú.

Unas Locas Vacaciones Cap 15



-Sí -repuso Nick, mirándola con ojos brillantes Miley le tendió los brazos, sintiendo que la sangre corría por sus venas, como un río desbordado. Nick titubeó 'un segundo y se tumbó junto a ella.

Los días transcurrieron velozmente. Nick" y Miley lo hicieron todo juntos. Nadaron, hablaron aunque siempre de temas generales más que de cosas personales; bailaron y probaron platos nuevos y deliciosos. Y por la noche él le hacía el amor. A veces al amanecer. Una" vez en el suelo del baño, porque la intensidad de su deseo no les dejó tiempo para llegar hasta la cama. De vez en cuando Nick se acordaba de las precauciones, pero la mayoría de las veces no. Caminaban envueltos en una bruma de sensualidad que impedía que Miley viese el futuro. Pero por fin llegó el día en que tuvieron que marcharse de Veracruz. Llegó  súbitamente, y demasiado pronto.

 El último día de su estancia no fue en absoluto bienvenido y Miley hizo el equipaje con una cara muy triste. Había cambiado sus planes para poder estar con Nick todas sus vacaciones, pero, al acabar aquella semana, él le había dicho que tenía un trabajo esperando y que no podía perder más tiempo. Miley le observó mientras él recogía su ropa, preguntándose hasta qué punto sería peligroso su trabajo. Un soldado, había dicho, ¿Significaría eso que estaba en la reserva? Seguramente, se dijo. Por eso era por lo que no le importaba irse á vivir a Greenville.

Ella había pensado mucho en eso, en dejado todo e irse a vivir a Chicago. No le importaba, aunque echaría de menos .a Demi y a sus amigas de la librería. Le habría seguido a cualquier sitio. Cuando se dio cuenta del poco tiempo que habían pasado juntos, casi no pudo creer que tantas cosas hubieran sucedido y tan rápidamente. Parecía que había transcurrido toda una vida desde que aquel gigante rubio se había sentado junto a ella en el avión. Y ahora era su marido. Un marido del que sabía muy poco.
-¿Estás lista? -le preguntó él.

-Sí -contestó Miley, llevando sus dos bolsas de viaje junto a la puerta, donde ya estaban las de Nick.
-Tú y tus libros --dijo él, riendo, al ver la bolsa pequeña-. Bueno, al menos ya conoces a fondo el tema del que tratan.
Ella se sonrojó al recordar sus noches apasionadas.
-En efecto, señor van Meer.
-¿No te arrepientes, Miley?
-Ni aunque éste fuera el último día de mi vida-repuso ella-. ¿Y tú?
-Lo único que lamento es que no nos hayamos conocido antes. Me alegro de que nos hayamos encontrado.
Consultó el reloj y añadió:
-Será mejor que nos demos prisa o vamos a perder el avión.
Nick había hecho las reservas para los dos y había pedido asientos contiguos. Miley se sentó a su lado, mirándole con adoración. Era tan guapo... y suyo. Demi no iba a creérselo.

Nick la miró, sintiéndose todavía asombrado de tener una esposa. J. D y Gabby se iban a quedar boquiabiertos, pensó. Y Apollo y First, Semson, Draga y Laremos. Nick, casado. Era increíble hasta para él. Pero se sentía bien.     .
Seguramente era el influjo de Gabby, reconoció. Había oído hablar tanto de ella a J.D, incluso antes de conocerla, que algunos de sus viejos prejuicios contra las mujeres habían perdido virulencia. No mucho, pero algo sí. Gabby había atravesado una selva infestada de comandos por J.D., e incluso había arriesgado su vida por salvarle de una bala. ¿Haría Miley algo' así por él? ¿Realmente poseía el carácter decidido que él percibía bajo

Aquel aire de timidez? ¿Cómo reaccionaría cuando supiese la verdad sobre él? Eso no le había preocupado durante los últimos días, pero ahora sí. Y mucho, Miró la bolsa de novelas que Miley llevaba bajo el asiento y sus labios se fruncieron en una sonrisa despectiva. Pensó en lo cercanas a la ficción que podían parecerle algunas de sus misiones.
-Bueno, no todos podemos conseguir el Amazonas -murmuró Miley al advertir cómo miraba los libros.
-¿Qué? -preguntó él, sonriendo.

,-Estabas mirando mis novelas con aire despectivo. Y, si te crees que son sólo tonterías, puedes llevarte una sorpresa.
Cogió una de las novelas, en cuya portada aparecía un hombre con un arma automática. A su lado había una mujer y al fondo se veía la selva.
Nick parpadeó. Cogió el libro y leyó la contraportada. La novela trataba de un fotógrafo de prensa que se veía atrapado en un país de América Central durante una revolución.

-¿A que no era lo que te esperabas? -No.
Miley le quitó el libro y lo volvió  a guardar en la bolsa.
-La mayoría de las personas somos unos aventureros en el fondo, ya sabes. Y las mujeres lo mismo que los hombres. Te quedarías asombrado si supieras cuántos de mis clientes sueñan con verse atrapados en una revolución.
-¿Has visto morir a alguien alguna vez, Miley? -le preguntó él secamente.
-Claro que no -repuso ella, extrañada por la frialdad de su tono.
-Entonces no tengas tantas ganas de meter la nariz en los golpes de estado de otros países. No es nada divertido.

Metió la mano en el bolsillo para coger un cigarro y entonces se fijó en que la luz de no fumar continuaba encendida. Recordó, además, que había elegido un asiento en la sección de no fumadores para estar junto a Miley, que no fumaba. Masculló algo para sus adentros.
-¿Y tú? -preguntó ella-. ¿Has metido la nariz en un golpe de estado de otro país?
-Eso es algo que no debe preocuparte -replicó Nick, suavizando sus palabras con una sonrisa.

Miley se volvió a mirar por la ventana sin...decir nada.-Se sentía inquieta, pero trató de tranquilizarse. Nick era ahora su marido. Tenía que aprender a no disgustarle. Se arrellanó en el asiento y cerró los ojos. Se esforzó por convencerse de que se estaba preocupando sin necesidad. Seguro que, no había nada turbio en el pasado de Nick.

Unas Locas Vacaciones Cap 14




Se casaron en una capilla pequeña, rodeados de gente que hablaba mí poco de inglés. El pastor les miró, complacido, cuando acabó invitando al nuevo marido a besar a la novia.

Nick la besó suavemente y sonrió para sus adentros. Bueno, ya estaba hecho. No iba a ser tan malo, se dijo, contemplando la cara radiante' de Miley. Ella podía esperarle en casa. Y se verían las veces que él pudiera ir. Podría estar bien así. Así no se aburriría con la rutina. Ella podría continuar con su vida, y no habría ataduras. Frunció el ceño al recordar lo que había pasado aquella mañana, pero descartó la posibilidad de que tuviera consecuencias desagradables. Seguro que no la había dejado embarazada. Lo único que debía hacer era tener cuidado en lo sucesivo. La idea de un hijo le espantaba, ya que crearía un vínculo imposible de romper.

Miley se inquietó al vede fruncir el ceño. Se preguntó por' qué se había casado con ella, ya que parecía el tipo de hombre que es autosuficiente y que no necesita de nadie.
-¿Te arrepientes? -le preguntó por fin cuando volvían andando hacia el hotel.
-¿Qué?
-¿Que si te arrepientes de haberte casado conmigo? -continuó ella, mirándole nerviosamente-. Has estado muy callado. Ya sé que yo no valgo mucho, y que no nos conocemos el uno al otro en absoluto. Yo... siempre podemos divorciamos -concluyó tristemente.
-Estoy callado porque tengo un problema que resolver, no porque me arrepienta de que nos hayamos casado. Cuando me conozcas mejor, comprenderás que nunca hago las cosas a menos que quiera hacerlas. No se me puede obligar ni presionar.         Entrelazó los dedos con los suyos y añadió:
_Me gusta estar contigo. Así y en la cama. Ya somos lo bastante mayores como para querer que alguien esté con nosotros.
-Sí -confesó ella con los ojos llenos de lágrimas-. Nunca creí que esto me ocurriese a mí, pensé que iba a estar sola toda

_Yo también -replicó él, acariciándole la mano-. ¿Tocas algún instrumento? -preguntó inesperadamente. -El piano, pero mal -respondió Miley, echándose a reír. -Me gusta el piano. Yo también sé tocado un poco. Al ver la alianza de matrimonio que ella llevaba en el dedo,
Se sintió extrañamente posesivo y añadió: El anillo de casada te favorece. ¿Estás más tranquila ahora por lo que hicimos anoche?
-Soy una anticuada.
-No tienes que disculparte de eso conmigo. Me gusta haber sido el primero.
Ella sonrió, le apretó los dedos y se le quedó mirando a los ojos tanto- tiempo que se sonrojó.
-Esta mañana ha sido también para mí la primera vez -continuó Nick-. Nunca creí que fuera capaz de ternura. Contigo me he sentido como nunca antes con ninguna mujer. He confiado en ti.
-Yo también confié en ti. Una de mis amigas se casó' hace dos años. Me contó que su marido la asustó tanto la primera noche que la dejó sin habla, y luego se burló de ella...
-Creo que el que un hombre te trate así tiene que hacer que muera algo en ti.
Miley se quedó sorprendida al ver cómo lo comprendía. -Sí. Así es. No me gusta que se rían de mí.
Su expresión fue más elocuente que sus palabras. No le importaba que él viera su mirada de adoración. Nick era todo su mundo.
A él le molesto aquella mirada.,
-No intentes nunca' levantar un muro a mi alrededor -le dijo, soltándole la mano-. Me quedaré a tu lado sólo mientras las puertas permanezcan abiertas.
-Lo supe desde la primera vez que te ve., Que no habría ataduras ni condiciones. No quiero intentar poseerte,
Echaron a andar otra vez. Nick se preguntó qué diría ella cuando supiera la verdad sobre él. Era tan confiada... Seguro que creía que estaba en la reserva del ejército o algo así. Casi se echó a reír. Bueno, tendría que acostumbrarse a ello, porque él no sabía cómo cambiarlo.      

Después de registrarse de nuevo en el hotel y llevado todo a la habitación de Nick, bajaron a comer. Mientras comía, Miley pensó en el cambio que había experimentado Nick. Tenía algo en mente, pero no lo conocía lo bastante como para preguntarle qué era. Bueno, no podía sacárselo, pero podía ayudarle a olvidado.
-Eh! -le dijo.
Él la miró, sorprendido.
-Tengo una gran idea para postre --continuó Miley. -¿Sí?
-Puedo untarme de nata por todo el cuerpo...
-La miel sabe mejor.
Miley se sonrojó y él se echó a reír.
-¿Me deseas? --preguntó Nick, cogiéndole las manos y besándoselas.
-Sí.
-Pues, entonces, dilo. No tienes que hacer juegos conmigo. Se levantó y pagó la cuenta. Cuando estuvieron en la habitación, aprisionó a Miley contra la puerta y le dijo:
-Puedes tenerme cuando quieras. Lo único que tienes que hacer es decírmelo. Eso es lo que debe ser el matrimonio, y no un juego de poder.
-No te entiendo.
-Una negociación con el sexo cómo premio.
-Yo nunca haría eso -replicó ella, asombrada de que aquel hombre tan guapo se hubiera casado con ella-. Es que estabas preocupado por algo. Yo quería... darte paz.
Nick se puso tenso.
-Me paso el día malinterpretándote, ¿verdad?
Le acarició la mejilla y añadió:
-¿Me deseas?
-Te desearé hasta en mi lecho de muerte.
-Te estoy muy agradecido por el ofrecimiento tan dulce que me has hecho, pero no creo que puedas estar conmigo otra vez hoy, no sin sentir molestias.
_Bueno, yo...
_ ¿Puedes?
_No _murmuró ella.
Nick sonrió y la estrechó entre sus brazos.
Por eso es por lo que estuve tan tierno esta mañana. Oh  murmuró ella. Esto, no es como en las novelas.
En ellas las mujeres siempre pueden, no tienen nunca molestias y...
_La vida es muy diferente. Esperaremos un día o dos hasta que te recuperes. Entonces te enseñaré algunas formas más sutiles de tortura sensual.
_ ¿Sí?
_No he conocido, a nadie como tú dijo él, respirando profundamente. ¿Sientes lo que está ocurriendo?

_Sí. J.
-Será mejor que nos calmemos, si no te importa. No soporto las duchas frías.
_Eres terrible dijo ella, suspirando.
_y tú también. Ponte un bañador y vámonos a nadar. Eres mi marido.
-Sí, me preguntaba si te acordarías.
Mientras Miley se desvestía, Nick la observaba con expresión soñadora. Cuando ella empezó a ponerse el traje de baño, la detuvo.
_Todavía no.
Ella le miró con ansia.
-¿Cómo es para una mujer? -añadió él. ¿Qué sientes cuando me deseas así?
_Da un poco de miedo. Me siento débil y temblorosa y no  puedo dominarme:
Nick se inclinó sobre ella y la besó. A los dos segundos Miley perdió la noción de lo que ocurría. Apenas se dio cuenta. De que la tumbaba en la cama.
-Me encanta. Mirar tu cuerpo -le dijo él_. Acariciarlo.
Besarlo. No he visto nunca nada tan maravilloso.

Miley estaba segura de que Nick sentía la misma ansia que ella. Le hizo Una pregunta con los ojos, pero él negó con la cabeza.
-No quiero hacerte eso _dijo Nick-. No quiero sentir placer si tú no lo sientes también.
Ella apretó los dientes para contener las lágrimas.
-y no es por piedad -continuó él-. Yo no hago nada por compasión, y mucho menos casarme contigo, así que ya puedes dejar de mirarme de ese modo. Te deseo y me pone de mal humor no poder tenerte ahora. Así que supón que te pones el traje de baño y nos vamos a la playa de una maldita vez.

Nick se levantó y empezó a desvestirse para ponerse el traje de baño. Cuando se quitó la última prenda, Miley vio la urgencia de su deseo.
-Me dijiste que... había otras formas dijo ella.

viernes, 10 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 9



—Como iba diciendo, Demi es bonita, pero también tiene mucho corazón. No se asusta cuando hay un trabajo que hacer. Sí, señor. Cuando es necesario, seguro que lo da todo hasta que ya no le queda nada dentro… como un auténtico Mustang —la voz de Whiskers adquirió un matiz de desagrado cuando siguió hablando—. Sin embargo, Nicole era una auténtica pura sangre. También era una auténtica belleza, sin duda, pero veleidosa y temperamental como el diablo. La más mínima cosa podía alterarla.
—Olvidas algo —dijo Joe.
Whiskers se rascó la cabeza.
—¿Qué?
—Que no necesito ninguna mujer. Soy feliz con mi vida tal como es. Tengo a Ryan y el rancho…
— ¡Para el carro! A Ryan y a ti os sobra sitio en esta casa. Una casa de este tamaño necesita un montón de niños. Y necesitas una pequeña como Demi a la que arrimarte para conseguirlos.
Joe miró al viejo cocinero con expresión horrorizada.
— ¿Es que has perdido la cabeza, Whiskers? Apenas hace veinticuatro horas que la conozco.
—Y la temperatura te ha subido considerablemente desde entonces.
Joe apretó los dientes y luego mintió entre ellos.

—Eso no es cierto. Por lo que a mí se refiere, Demi Lovato es una empleada más… como Brad y los otros.
Whiskers se puso en pie moviendo la cabeza.
—Nunca creí que llegaría el día en que podría llamar mentiroso a Joe Jonas.
Sin decir nada, Joe dejó su taza en la mesa, se levantó y salió de la casa. Se detuvo en medio del patio con los puños apretados. Respiró profundamente para calmarse.

Pero lo cierto era que lo que lo había enfadado no era que Whiskers lo hubiera llamado mentiroso, sino la verdad que había en sus palabras. Las observaciones del viejo habían dado en el clavo. Estaba hecho un manojo de nervios desde que Demi había llegado, y no le gustaba en lo más mínimo que fuera tan obvio.
Demi acortó la cuerda hasta que Satin se hizo más manejable. Le hizo girar a su alrededor unos minutos más y luego lo ató a un poste para cepillarlo. Reconocía los indicios de una mente activa y de un exceso de energía. Pero, a diferencia de otros caballos que había adiestrado, Satin no era rebelde ni difícil.
Tendía a volverse agresivo y a atacar cuando estaba excitado o asustado, pero eso se debía a que era un semental criado libremente en los pastos, no a que odiara a los humanos. Cuando aprendiera que no había nada que temer, lo convertiría en todo un campeón.
—Hola —saludó al ver a Joe junto a la valla.
— ¿Cómo han ido las cosas esta mañana? —preguntó él después de que Demi dejara al caballo en el pequeño pasto que había tras el corral.
—Bastante bien. Es un animal con mucho potencial.
—Parece haberse adaptado bien.

—Suele suceder con estos caballos si consigues que no se aburran. Por eso prefiero un programa variado para caballos como Satin. Su temperamento no puede soportar la monotonía de constantes ejercicios de repetición.
— ¿Qué tienes planeado para esta tarde?
—Nada —contestó Demi mientras salía—. Ya ha tenido suficiente por hoy. Mañana repetiré lo que ha aprendido hoy e introduciré un par de actividades nuevas —se encogió de hombros—. Mañana no trabajaré con él mucho más de media hora.
Joe frunció el ceño.
— ¿No será una pérdida de tiempo?
—No —Demi se encaminó hacia la casa—. Es una precaución.
Joe la sujetó por el brazo.
—Ya que soy yo quien paga, ¿te importaría explicar eso con más detalle?
Demi sintió un inmediato cosquilleo donde Joe la estaba tocando. ¿Por qué no le dejaba hacer su trabajo en paz?

Lo miró un momento a los ojos antes de liberarse de un tirón de su mano y seguir caminando.
—No me has contestado. Quiero saber por qué vas a malgastar la tarde.
Demi necesitaba escapar de su inquietante presencia para recuperar el equilibrio. Pero Joe no parecía dispuesto a cooperar.
Se volvió de nuevo hacia él.
—Satin tiene una gran energía, tanto física como mental —dijo, tensa—. Eso hay que tenerlo en cuenta a la hora de planear su entrenamiento —al ver que Flint fruncía el ceño, expelió el aliento con exasperación—. ¿No dirías que eres una persona con mucho empuje?
—Sí, pero…
— ¿Te gustaría tener un trabajo en el que tuvieras que hacer la misma tarea repetitiva día tras día?
—Lo dejaría.
—Exacto. Te frustraría la falta de reto mental —Demi señaló el pasto—. Satin es así. Hay que mantenerlo interesado para que se concentre en lo que debe hacer.
Joe rio.
— ¿Quieres decir que ejerces de psicóloga con los caballos?
Demi sintió ganas de darle una bofetada.
—Si yo estuviera en tu lugar no lo encontraría tan divertido, Jonas. Por lo que he visto hasta ahora, no puede decirse que tus hombres y tú hayáis hecho precisamente un buen trabajo con él.
Joe dejó de sonreír al instante.
— ¿Qué se supone que quiere decir eso?
Demi sonrió con dulzura.

—Has tenido que recurrir a mí, ¿recuerdas? Evidentemente, llegaste a la conclusión de que adiestrar a Satin es una tarea que supera tu limitada experiencia —se encaminó hacia la casa—. Deja que me ocupe a mi manera de su adiestramiento y tendrás un campeón. Interfiere y tendrás un caballo normal y corriente.
Joe se quedó clavado en el sitio. Vio cómo se alejaba Demi hacia la puerta trasera de la casa, pero no se atrevió a moverse por temor a explotar. Prácticamente había sido criado en una silla de montar y aquella mujer se había atrevido a calificarlo de novato y pardillo.
Giró sobre sus talones y se encaminó al establo. Ensilló uno de sus caballos favoritos y luego cargó en las alforjas las herramientas necesarias para arreglar la valla.
Cuando salía del establo se encontró con Brad.
— ¿A dónde vas? —preguntó el capataz, extrañado—. Es la hora de comer.
—Al diablo con la comida —gruñó Joe, y puso el caballo al galope.

Revisaría el vallado del rancho y trataría de encontrar alguna pista de los cuatreros. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de olvidar que había oído hablar alguna vez de Demi Lovato.
Llegó al rancho cuando ya había anochecido. Agotado, desmontó y condujo al caballo al establo.
Había recorrido todo el rancho y, aparte de arreglar el vallado donde hacía falta, no había encontrado el más mínimo rastro de los cuatreros. Había logrado liberarse de su rabia, pero no había conseguido olvidar a Demi y lo que le hacía sentir. Aquella mujer tenía la increíble habilidad de enfurecerlo hasta el punto de hacerle desear ahogarla a la vez que lo ponía duro como el granito.

Pero, en el fondo, sabía que no estaba tan enfadado con ella como consigo mismo. Por alguna razón incomprensible, encontraba increíblemente sexy y excitante que se enfrentara a él y lograra mantener su punto de vista.
Lo trataba como a un igual y utilizaba la lógica y el razonamiento para imponer sus opiniones. Y eso era lo que lo desequilibraba. No estaba acostumbrado a encontrar aquellas cualidades en una mujer. Su ex esposa nunca las poseyó. Nicole solía recurrir a las lágrimas y las pataletas para conseguir lo que quería.
Brad entró en ese momento en el establo.
—Tenemos que hablar, Joe.
Joe observó la expresión tensa de su capataz. Fuera lo que fuese lo que tuviera que decirle, sería mejor oírlo con una copa en la mano.
—Deja que primero me lave. Me reuniré contigo dentro de un rato en el estudio.
—Yo iré sirviendo el whisky —dijo Brad, y salió del establo.
Unos minutos después, Joe estaba sentado tras su escritorio, con un vaso en la mano.
— ¿Robaron más ganado anoche?
Brad asintió, serio.

—En el pasto este. Odio decirlo, pero me temo que hay alguien implicado en el rancho.
El humor de Joe se ensombreció.
—No hay otra explicación. Quien sea que esté robando el ganado debe tener alguien dentro que le pasa información. Hasta ayer por la tarde no decidí llevar ese rebaño al pasto este.
Después de un momento Brad continuó.
—Lo que no sé es de quién pueda tratarse. Todos los muchachos llevan bastante tiempo con nosotros, y hasta ahora no he oído quejas respecto al trabajo ni al salario. Si alguno de ellos se trajera algo raro entre manos, ya me habría enterado.
—Sea cual sea la razón, lo que está claro es que alguien pretende destruir el Rocking M —dijo Joe desapasionadamente—. Y de paso, a mí.

Errores Del Ayer Cap 8


Demi  arqueó una ceja.
—Entonces, ¿dónde están las cabezas que te han robado? No pueden haberse desvanecido así como así en el aire.
—El sheriff encontró algunas pieles con nuestra marca en una zona remota a unas setenta y cinco millas de aquí. Al parecer, los cuatreros están descuartizando el ganado en la parte trasera de un tráiler refrigerador y se llevan la carne ya despellejada.
— ¿Y los inspectores? Deberían haber localizado alguna partida de carne ilegal en el mercado.
Joe se encogió de hombros.

— ¿Quién sabe? Puede que haya algún inspector implicado, o alguna empresa de productos cárnicos —se levantó de la silla—. En cualquier caso, no supone una gran diferencia. Después de lo sucedido la pasada noche, yo diría que se están impacientando. Sólo es cuestión de tiempo que metan la pata —su tono se volvió frío y su sonrisa mortal—. Y cuando lo hagan, estaré allí para dar su merecido a esos bastardos.
Demi sintió un escalofrío mientras se levantaba. No le gustaría estar en la piel de los cuatreros cuando Joe los atrapara. Solo hacía falta mirar aquellos intensos ojos marrones para saber que podía ser un adversario muy peligroso.

Sintió su mirada clavada en la espalda mientras subía las escaleras. Sabía que, a sus ojos, nadie estaba libre de sospechas. Ni siquiera ella.
Pero eso no importaba. Joe podía pensar lo que quisiera. Pero si hubiera sabido que tenía aquella clase de problema en el rancho, tal vez no habría insistido en que cumpliera con su contrato.
Movió la cabeza y enseguida apartó aquel pensamiento. Huir de los problemas era el camino de los cobardes.

Y nadie había sido capaz de decir nunca que Demi Lovato fuera una cobarde.
—Te aseguro que creía que el furgón estaba bien, Jed, o de lo contrario no te lo habría prestado —dijo Whiskers mientras pasaba un trapo por la encimera—. Si Joe no me hubiera dicho que la explosión del tubo de escape asustó a Demi, no te habría creído.
—Pues te aseguro que la oí —dijo ella, entrando en ese momento en la cocina.
—Buenos días, señorita Lovato —Jed señaló su mano herida—. Después de lo que sucedió anoche, seguro que está deseando salir corriendo de aquí.

Demi negó con la cabeza y se sentó ante un plato lleno de galletas de aspecto delicioso.
—Hace falta algo más que una astilla para que renuncie a adiestrar a un potencial campeón.
—Joe ha dicho que resultaste herida —dijo Whiskers, preocupado—. Tal vez será mejor que no intentes trabajar con Satin esta mañana.
Conmovida por su preocupación, Demi sonrió y le mostró su mano vendada.
—Estaré perfectamente. He trabajado con heridas mucho peores que ésta.
—No me gusta la idea de que una pequeña como tú se meta en el corral con ese diablo negro —dijo Whiskers, a la vez que tomaba el plato de Jed para vaciarlo de los restos.
—Aún no he terminado —protestó el vaquero.
Whiskers dejó el plato en el fregadero.
—Sí has terminado.
Jed fue a protestar, pero se interrumpió cuando un nudoso dedo lo señaló.
—El resto de los hombres ha terminado de comer hace un cuarto de hora —dijo Whiskers—. Y ahora, levanta tu trasero de ahí para que pueda seguir trabajando.
Jed se puso en pie.

—Si sigues hablando así a la gente, alguien te va a arrancar un día la cabeza y va a cerrar el agujero.
— ¿Y quién alimentaría entonces tu despreciable cuerpo? —preguntó Whiskers.
—Eso es lo único que me contiene, viejo —Jed tomó su sombrero y salió de la cocina.
Afectada por el evidente enfado del vaquero, Demi perdió el apetito.
—No tengo mucha hambre, Whiskers —se levantó de la mesa—. Pero gracias de todos modos.
—No puedes haber acabado —al ver que Demi asentía, el cocinero alzó las manos—. No es de extrañar que seas tan chiquita.

—Tiene que ser fibrosa y rápida para trabajar con caballos como Satin —dijo Joe, que había entrado en ese momento en la cocina.
Demi bajó la cabeza para ocultar su asombro. Aquel no era el argumento que Joe había utilizado el día anterior para tratar de romper su contrato. La había acusado de no tener fuerza suficiente para trabajar con su caballo, ¿Qué le había hecho cambiar de opinión?
Decidió ignorar el comentario. Debía concentrarse por completo en Satin y su adiestramiento. Se ajustó las perneras.

—Hablando de Satin, será mejor que me ponga en marcha.
Joe sintió que se le secaba la boca al fijarse en cómo ceñía y enmarcaba el cuero el trasero de Demi. Tragó con esfuerzo. No lograba olvidar lo que había sucedido la noche anterior en el porche y en el pasillo. El recuerdo de Demi semidesnuda y entre sus brazos ya lo había obligado a tomar una ducha fría esa mañana.

—El almuerzo es a las doce —dijo Whiskers tras ella. Luego miró a Joe con ojos brillantes y sonrió traviesamente—. A menos que el gran lobo malo se la coma a ella primero.
Joe tuvo que hacer un esfuerzo increíble para no ruborizarse. Debería haber supuesto que Whiskers notaría su incomodidad. El viejo tenía la vista de un halcón.
—Me alegra ver que te interesas por esa pequeña —dijo el cocinero, sonriente—. Me gusta mucho más que la otra con la que solías estar.
—No sé de qué estás hablando —mintió Joe—. La señorita Lovato solo me interesa como adiestradora de Black Satin.
— ¿Y por eso da la impresión de que vas a convertirla en tu próxima comida?
Joe frunció el ceño.

—Maldita sea, Whiskers. Yo no…
—Ahórrate el aliento, muchacho. He tenido el horno encendido esta mañana y ya hay suficiente aire caliente en la cocina. Si tuviera cuarenta años menos, yo mismo le echaría el lazo. Acuérdate de mis palabras: esa jovencita es un magnífico partido.
El ceño de Joe se marcó aún más.
—No me interesa ella ni ninguna otra mujer. Si aún te queda algo de memoria, recordarás que ya lo intenté y resultó un desastre.

Whiskers agitó una cuchara ante Joe.
—Si uno juega con un gato salvaje corre el riesgo de que lo arañe. Te advertí sobre esa mujer antes de que te liaras con ella. Ella es la responsable de que ahora estés asustado.
—No estoy asustado —protestó Joe—. Simplemente no quiero volver a cometer el mismo error.
—Eso sería imposible con Demi.

— ¿Desde cuándo te has convertido en un experto en mujeres?
Whiskers dejó en el fregadero los platos que había recogido de la mesa y sirvió dos tazas de café. Tras hacer un gesto para indicar a Joe que se sentara, ocupó una silla frente a él.
—Sabes distinguir un Mustang de una pura sangre, ¿no?
Joe sabía que lo mejor que podía hacer era dejar el tema pero, en lugar de irse, se sentó.
— ¿Qué tienen que ver los caballos con las mujeres?
Whiskers sonrió.
—Demi es como un Mustang…
Joe rio.
—Estoy seguro de que le halagaría la comparación.
—¿Vas a callarte y a escucharme?
—De acuerdo. Sigue.

Errores Del Ayer Cap 7



— ¿Se puede saber qué haces en el suelo? —bramó Joe mientras se agachaba junto a ella.
La luz de la luna a través de la ventana iluminó la figura de Demi y la delgada línea de sangre que corría por un lado de su rostro. El corazón de Flint se detuvo un instante. No sabía cuál era el alcance de sus heridas, pero la tomó entre sus brazos.
—Te lo advierto, Jonas… —Demi respiró profundamente—… si esto sigue así, voy a exigir un pago por peligrosidad laboral además de mis honorarios habituales.
— ¿Has visto u oído a alguien? —preguntó él, estrechándola contra su pecho desnudo.
—No.
Un incontenible cosquilleo de placer recorrió el cuerpo de Joe al sentir el cálido aliento de Demi sobre su piel. Parecía hecha para sus manos… Se aclaró la garganta y trató de hablar con naturalidad.
—Entonces, ¿por qué has gritado?

—Tiendo a hacerlo cuando alguien me dispara.
— ¿Cuando alguien te dispara? —repitió Joe, perplejo. De pronto, rompió a reír—. Eso no eran disparos. Era el tubo de escape de la furgoneta de Whiskers —recordó la sangre y dejó de reír al instante—. ¿Dónde te has herido?
—En la mano. He golpeado algo cuando he girado en la cama.
Joe tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en las palabras de Demi.
Era una sensación maravillosa sostener su pequeño cuerpo, apenas cubierto de ropa, y la intensidad de su reacción hacia ella lo tenía anonadado. Estaba abrumadora, completa e innegablemente excitado. Y su reacción había sido casi instantánea.
Distraído por sus pensamientos, necesitó unos momentos para darse cuenta de que Demi lo estaba empujando. Se puso en pie y tiró de ella.
—Veamos tu mano.

Salió al pasillo con ella, encendió la luz y reprimió un gruñido cuando sus ojos se adaptaron. Allí estaba, más duro que el peñón de Gibraltar, mirando a la mujer semidesnuda responsable de su estado. Habría tenido que estar ciego para ignorar las posibilidades de la situación.
Maldijo entre dientes y trató de ignorar el contorno de los pechos de Demi contra su camiseta. Esta apenas cubría sus braguitas y mostraba la suficiente cantidad de piernas como para hacer que la tensión arterial le subiera cincuenta puntos.

Haciendo un esfuerzo supremo, se apartó de ella.
—Espera aquí —dijo, con más aspereza de la que pretendía.
Demi observó a Joe mientras se alejaba por el pasillo hacia su habitación. Cuando había encendido la luz, había necesitado hacer acopio de todas sus fuerzas para no quedarse mirando su pecho, perfectamente esculpido, y su estómago, duro como una tabla de lavar. Una fina capa de pelo marrón oscuro cubría músculos trabajados a lo largo de muchos años y, por el moreno de su piel, era evidente que solía trabajar sin camisa.
Tragó saliva al recordar la oscura línea de pelo que se iba cerrando desde debajo de su ombligo hasta la cintura de sus gastados vaqueros.
Estaba a punto de tener que abanicarse con la mano cuando Joe regresó al pasillo y avanzó hacia ella mientras se metía la camisa por los pantalones.
—Ponte esto —dijo en tono imperativo a la vez que le entregaba una bata.
La tela se enganchó en una larga astilla que sobresalía de la palma de la mano de Demi, que no pudo evitar contraerse.
—Lo siento —murmuró él—. Vamos a ver tu mano.
— ¿Y Ryan? —preguntó Demi.

Joe la tomó por el codo y la condujo hacia las escaleras.
—Su cuarto está al otro lado de la casa. Había ido a ver cómo estaba cuando te he oído gritar. Suele estar tan activo durante el día que haría falta un cañón para despertarlo de noche.
En el despacho, Demi se sentó ante el escritorio y extendió la mano para que Flint la inspeccionara.
—Es sólo una astilla —dijo.
Joe soltó un silbido.
—Pues parece un tronco —dijo, y sacó el botiquín de primeros auxilios del escritorio—. ¿Te han puesto recientemente la inyección del tétanos?
—Por mi trabajo, me conviene llevar al día todas mis vacunaciones —contestó Demi mientras Joe trataba de sacarle la astilla—. ¡Uf! ¿Qué pretendes, Jonas? ¿Buscar petróleo?
Joe le limpió la herida con agua oxigenada, le puso un antiséptico y luego le vendó la mano con una gasa.
—Creo que lo he sacado todo, pero la herida te molestará unos días.

Demi alzó la mirada al ver que Joe no le soltaba la mano. Sus ojos se encontraron y la carga de excitación que había entre ellos la dejó sin aliento. Cuando él tomó una gasa para quitarle la sangre del rostro, se preguntó si volvería a respirar alguna vez. Más afectada de lo que le habría gustado por la sensación de la mano de Joe sosteniendo la suya y la delicadeza con que le estaba limpiando la sangre, tiró de la suya para liberarla.
— ¿Por qué tengo la impresión de que no te habría extrañado que alguien nos hubiera disparado? —Preguntó, decidida a obtener una explicación—. Más vale que me digas qué está pasando. Tengo derecho a saberlo.
—No es asunto tuyo.
Demi señaló la puerta con el pulgar de su mano derecha.
—Lo que ha pasado arriba ha hecho que sea asunto mío. Me has preguntado si había visto a alguien. Si voy a tener que dedicarme a mirar por encima del hombro mientras estoy aquí, me gustaría saber por qué.
Joe ocupó su asiento tras el escritorio y se pasó una mano por el rostro. Si él hubiera estado en la situación de Demi, también habría pedido una explicación. Pero su calmada actitud lo inquietaba, y la suspicacia empezó a nublarle la mente. ¿Existía la posibilidad de que ya estuviera al tanto de la situación? ¿Estaría implicada de algún modo en el robo del ganado? ¿Por qué no se había puesto histérica si creía que alguien había disparado contra ella? Nicole se habría puesto histérica. Pero lo cierto era que su ex mujer podía poner el grito en el cielo por la menor tontería.

—Hemos tenido algunos problemas con unos cuatreros —contestó, atento a su reacción.
—Los ranchos del tamaño del Rocking M siempre serán objetivos de los ladrones de ganado —dijo Demi—. Pero, normalmente, los cuatreros nunca se acercan a la zona habitada del rancho. Además, una cosa es robar ganado y otra merodear en torno a una casa. Y eso es exactamente lo que tú creías que había pasado.
—Hace solo un par de días que las cosas han empezado a ponerse feas —Joe buscó algún indicio de que Demi pudiera estar al tanto de la situación. Al no encontrar ninguno, siguió hablando—. La noche pasada castraron un toro de veinticinco mil dólares.

Demi se echó hacia delante en el asiento con los ojos abiertos como platos.
— ¿Por qué no estaba cerca de la casa un animal tan valioso?
—Lo estaba. De algún modo logró atravesar dos verjas cerradas y recorrer un pasto de seiscientos acres.
—Evidentemente, tuvo ayuda. ¿Han tenido problemas similares otros rancheros de la zona?
—Todavía no.
—Esto es algo más que un simple caso de robo de ganado —dijo Demi—. Parece que alguien busca venganza.
—Tal vez, pero no se me ocurre quién ni por qué puede estar haciéndolo —Joe no estaba acostumbrado a hablar con una mujer sobre los problemas del rancho. Nicole nunca se interesó por ellos. Lo único que le preocupaba era que el dinero siguiera fluyendo.
— ¿Te has puesto en contacto con los inspectores estatales de marcas? —Preguntó Demi—. Ellos deberían estar al tanto de quién lleva el ganado a los corrales.

Joe pensó que Demi sabía lo suficiente sobre la industria del ganado como para estar implicada en el asunto, pero eso le sucedía a mucha gente. O era una magnífica actriz, o no tenía nada que ver con el asunto. De un modo u otro, se enteraría cuando el investigador que había contratado le entregara el informe sobre su pasado.
—Claro que lo he notificado a las autoridades —contestó—. Pero el único ganado con la marca del Rocking M que ha llegado a los corrales es el que he enviado yo.