miércoles, 8 de agosto de 2012

Unas Locas Vacaciones Cap 13




Miley estaba soñando. Le daba la sensación de que su cuer­po desnudo y saciado flotaba a la deriva. Se desperezó, sonriendo, y la voz de Nick la despertó del todo.
-No forcejees, cariño, o te me caerás -le dijo él, sonriendo. Abrió los 'ojos y vio que Nick la llevaba en brazos hasta el cuarto de baño, donde la esperaba una bañera llena de agua ca­liente y espumosa.
. -¿No quieres tomar un baño?

-Sí -repuso ella con voz somnolienta-. Tenía planeado despertarme antes de meterme en el agua, pero mi almohada em­pezó a moverse...       .
Nick se echó a reír, advirtiendo de pronto que se había reí­do más en los dos últimos días que en los diez años anteriores.

Miró el cuerpo desnudo de Miley, que se apretaba contra su pe­cho. Era vulnerable con él, pensó. Sin embargo, estaba seguro de que se parecía mucho a él en su carácter decidido e Independiente.
-Despierta o te ahogarás.
-Pensé que ya me había ahogado y había ido al cielo -replico Miley con una sonrisa.
 No estaba en absoluto sorprendida de estar con él. Le parecía que había estado soñando con él toda la noche.
-Tenemos que casamos -dijo él.
-Así que vas a hacer de mí una mujer honrada, ¿eh?
-Tú ya eres una mujer honrada. La primera que he cono­cido. Sujétate.

 La dejó caer suavemente en el agua y luego se metió él también en la bañera. Se enjabonaron el uno al otro perezosamente, disfrutando de las diferentes texturas de sus cuerpos, explorán­dolos abiertamente.
     -Me siento como un niño jugando a los médicos -le dijo él, mirándola maliciosamente.
-Supongo que para ti ya no es ninguna novedad –replicó  Miley, acariciándole el pecho-, pero yo nunca he tocado así a ningún hombre. Me resulta algo totalmente nuevo.
Nick le llevó las manos hacia abajo, pero al ver su sonrojo y la expresión de pánico con que le miraba, se detuvo.

-Vale -dijo-. Todavía sigues siendo vergonzosa conmi­go. No insistiré.
-Las solteronas tenemos muchos complejos.
-Nos desharemos de los tuyos antes de que acabe esta se­mana -prometió él-. ¿Quieres más jabón?
Le dejó que le enjabonara la espalda. Había algo que le daba vueltas en la cabeza. Le miró con aire preocupado mientras la  aclaraba.
-¿Qué pasa? -preguntó Nick.
-Es algo que dijiste anoche. Sobre... sobre tomar precauciones. .
-Pierde cuidado. Me pasaré por una farmacia. Y, cuando volvamos a Estados Unidos, si prefieres no tomar la píldora, hay una intervención quirúrgica de poca importancia que se hace a los hombres.
La mirada de horror que le lanzó Miley le hizo detenerse a mitad de la frase.
. -No quieres tener hijos nunca, ¿verdad? -le dijo ella.
-¡Maldita sea! -,-exclamó Nick.
¿Por qué habría sacado el tema? Vio que Miley salía de la bañera Y empezaba a secarse con una toalla.
-Ni siquiera nos hemos  casado todavía, y ya estás suspi­rando por tener una familia -añadió él malhumoradamente
¿Para qué demonios queremos niños? Son un vínculo permanen­te. Una atadura.
-¿Y no lo es también el matrimonio? –preguntó Miley sombríamente. 
-Desde luego -repuso Nick, cogiendo una toalla-, pero no como los hijos.
-Contéstame -insistió ella-. No quieres tenerlos nunca, ¿verdad?
-No -respondió Nick, maldiciendo los recuerdos que le traía aquella discusión-. Nunca.
Miley volvió a entrar en el dormitorio. No le conocía en absoluto. Lo primero que iba a hacer era volver a su habitación y
Olvidarse de él. ¿Cómo iba a vivir toda la vida sin hijos? ¿Qué clase de hombre era aquél?
Las lágrimas le nublaron la vista. Se sentó en el borde de la cama, sintiéndose vacía y sola. Siempre había soñado con tener hijos. Desde los dieciocho años se había sentido fascinada por las tiendas de artículos para niños, había acariciado las ropitas de ganchillo, imaginando que tenía a su hijo en brazos. Las lá­grimas rodaron por sus mejillas.

Nick las vio y algo doloroso estalló en su interior. Le esta­ba haciendo reproches, pensó agriamente. Soltó una maldición y, tirando la toalla a un lado, se acercó a la cama.
Cogió a Miley por las muñecas y la obligó a tumbarse.
-¡Nick! -exclamó ella.
Pero Nick le tapó la boca con la suya, aunque sin la violencia que ella esperaba. Sus labios jugaron con los suyos tan suavemente que apenas los sintió.' Luego le quitó la toalla.
-Levanta las piernas -le dijo.
La ayudó a colocarse, de modo que sus rodillas estuvieron contra las suyas, su pecho contra su pecho, sus caderas contra sus caderas.
Miley le miraba como hechizada por la expresión que veía en sus ojos.
-Abre la boca y bésame como te enseñé anoche -añadió
él, cogiéndomela cara entre las manos.

Miley le obedeció, disfrutando de la intimidadle aquel largo beso. Sintió las manos de Nick en sus muslos y abrió la boca porque le parecía que le faltaba el aire, pero él aprovechó para hacer el beso aún más profundo. Y aquel contacto la debilitaba, le robaba la voluntad. Se estremeció cuando Nick exploró su cuerpo, intensificando el ansia que sentía.
-Ahora, es cuando de verdad estamos haciendo el amor por primera vez -dijo Nick, moviéndose muy despacio.

Miley al principio no le entendió. Y entonces todo empezó a tener sentido. Él era tan cariñoso, tan exquisitamente delicado, que con cada movimiento despertaba una nueva sensación de placer en Miley. Ella se aferró a el, queriendo devolverle toda la satisfacción que le estaba dando. Cuando el clímax se fue acercando, se preguntó si sobreviviría
-¿Nick? -gimió.  -Lieveling -murmuró él con voz ronca-. Mijn lieveling, mijnvrouw.
Siguió susurrándole cosas en holandés, palabras que ella no entendía, pero que le resultaron tremendamente cariñosas. Le besó en las mejillas, en la boca, en la barbilla. .
-Sí  dijo Nick; levantando un instante la cabeza-. Sí, así.
Cerró los  ojos y dejó que le  besara, disfrutando" al notar la suavidad de su-boca en los párpados, la nariz los labios.
“Volvió a abrir: los ojos y leyó en los de Miley la intensidad del deseo que la dominaba.

-Sí -musitó él-. Ahora va a ser. Ahora... Su tono de voz no cambió, pero sí su respiración. Se quedó mirando a Miley y empezó a moverse más despacio, más profundamente, de manera que, aunque la ternura permanecía, la urgencia iba aumentando más y más. '

A Miley le estaba sucediendo algo que no acababa de entender. Una ardiente marea le atravesaba la piel como un millar de agujas diminutas. La tensión era ya insoportable. Lo mismo que el placer que la embargaba.  '
-Creo... que... -consiguió decir, aferrada a la  espalda de Nick.
 --Shhh -dijo él-. Sí, siéntelo. No 'es nada de lo que haya  que 'asustarse, lieveling. No, no apartes la cara, déjame verte...

Miley  sintió suaves explosiones en su interior y, por un instante, su corazón pareció dejar de latir. Y entonces se echó a llorar porque todo había sido tan hermoso, tan breve_...
Notó cómo el cuerpo de Nick se ponía rígido, le oyó pronunciar  su nombre..;,      '
Ninguno de los dos se movió durante un buen rato. Miley estaba sorprendida de lo que había ocurrido. Nick había dicho que-no volverían a hacer el amor hasta que no estuviesen casados, ¿entonces por qué había hecho aquello? ¿Y por qué de aquel, modo? Tan delicadamente, con tanta ternura...

. Le acarició la espalda y Nick levantó la cabeza y se la quedó mirando.
-En mi vida había hecho el amor con tanta ternura –dijo el acariciándole la cara-. No sabía que los hombres y las mujeres eran capaces de algo así. ¿Te he hecho daño? -añadió, borrándole con el dedo la huella de las lágrimas.
-No. Ha sido todo tan... hermoso.
-Sí. Para mí también.
Se separó de ella con todo cuidado. Al cabo de un minuto, volvió al baño y le dijo:
-Será mejor que nos- vistamos.
Miley se levantó de la cama, todavía un tanto temblorosa y desconcertada por el extraño comportamiento de Nick. Él había querido consolada, de eso estaba segura. Pero el consuelo se le había ido de las manos. Y su manera de hacer el amor...

Mientras se vestía, se preguntó si estaba haciendo bien casándose con un completo desconocido. Entonces Nick salió del cuarto de baño y la miró con una sonrisa en los labios. Se había peinado cuidadosamente y sólo llevaba puestos los pantalones. Al verle, Miley se dijo que se moría de ganas por llevar su anillo, con niños o sin ellos.

Unas Locas Vacaciones Cap 11



La habitación de Nick no era como la de Miley. Desde ella se veía la bahía, y su elegancia era muy superior. Mientras él cerraba la puerta con llave, Miley 'salió al balcón y se quedó mirando un barco iluminado que había en el puerto. Se sentía como un viajero que está a punto de descubrir algo nuevo.
-Es bonito ese barco, ¿verdad? --dijo Nick.
-:-Sí. No sé mucho de barcos, pero me gusta contemplarlos. -Yo solía navegar.
Ella se volvió a mirar al desconocido que en menos de veinticuatro horas, iba a convertirse en su marido.

-Me fui a vivir a Chicago hace unos ocho años -continuó él-. Tengo un apartamento junto al Iago, y tuve un velero. Has­ta que una noche me emborraché y se volcó. Lo dejé hundirse.
Miley le miró con inquietud y él le devolvió la mirada sin parpadear.
-No soy un alcohólico -le explicó-. Seguramente te he' parecido que sí al oír estas veladas alusiones del pasado. No sue­lo beber a menudo, pero hay veces en que estoy de pésimo hu­mor. Pero contigo no volveré a beber. Nunca más.

Daba la impresión de que estaba dispuesto a comprometerse a cualquier cosa, y Miley sintió que algo suave y cálido flore­cía en su interior. Se acercó a él y le miró con expresión confiada.
-Yo también quiero comprometerme a algo -le dijo-. Vi­viré donde tú quieras.
-A mí no me importa adaptarme.
-La segunda es que no soy un superhombre. Inevitablemente llega un momento en que pierdo por completo el dominio' de mí. Por fortuna puedo llevarte hasta ese punto antes de llegar yo.
-Todo eso suena muy misterioso.

-Por la mañana ya no te parecerá así -replicó él, recorrién­dola con la mirada-. Vida mía -añadió; cogiéndola en brazos.
La llevó hasta la cama y la posó en ella con mucha delica­deza. Miley supuso que empezaría a desabrocharse la camisa o a quitarle la ropa a ella, y se quedó inmóvil, sintiéndose un poco asustada.
Pero Nick  se sentó a su lado y se echó a reír al ver su expresión.
-¿Qué esperas? ¿Que te desnude y te haga mía sin más preámbulos?.
-Lo siento.
-Piensa en cómo resultó en la playa, cuando te tumbé en la arena y te besé. Y tú gemiste y me suplicaste.
Miley recordó con toda claridad las sensaciones que Nick había despertado en ella.     .
-Así es como va a ser ahora -continuó él, acercando la cara a la suya-. Excepto que esta vez no te voy a dejar marchar, Nick le abrió la boca con la suya con experta naturalidad! mientras le acariciaba la espalda muy despacio. Miley sintió que todas sus inhibiciones se esfumaban.

Segundos después empezó a -quitarle el vestido, siguiendo con los labios el movimiento de la tela. Pero ella no pudo protestar. El fuego la abrasaba de nuevo, y lanzó un gemido cuando Nick le mordisqueó suavemente los pechos. La boca de Nick siguió avanzando por su piel una vez que el vestido y las! diminutas braguitas que llevaba cayeron al suelo. Sintió el roce de sus labios en los muslos y todo su cuerpo se estremeció. Increíble, pensó, envuelta en la espesa niebla del deseo, increíble que la gente pueda sobrevivir a tanto placer!

Ya ni siquiera-se daba cuenta de lo que hacía Nick, era toda ella sensación, toda ansia. Tenía los ojos cerrados. Mientras Nick le iba besando las caderas, el vientre. Al mismo tiempo
Él se iba quitando la ropa, haciéndolo de tal manera que parecía formar parte de la seducción. Por fin se tumbó junto a ella y Miley sintió su piel desnuda.
Abrió los ojos  y le miró, dándose cuenta entonces de lo que estaba haciendo. Pero ya era demasiado tarde; no pudo, apartar los ojos. Era un cuerpo .maravilloso, todo bronceado, sin la me­nor franja de piel blanca, como si toda la vida hubiera tomado el sol desnudo.

Mientras tanto la acariciaba de un modo aún más íntimo. A los pocos segundos, los dos temblaban y gemían a la vez. Nick la hizo incorporarse y apoyarse en la cabecera de la cama. Luego la hizo sentarse encima de él. Miley lanzó una exclama­ción al sentir el contacto y se aferró a sus hombros.

-Hazlo --dijo él con voz ronca-. Así podrás dominar más
Miley iba a protestar, pero comprendió que aquello empeza­ba a hacerse insoportable para él. Así que se tragó el miedo, cerró los ojos y empezó a moverse. Contuvo el aliento y, mordiéndome los labios, volvió a intentarlo.
Ayúdame Nick -suplicó, guiándole las manos hasta sus caderas-. ¡Por favor... oh!
-Duele, ¿verdad? -murmuró él-. Perdona, perdona...
Su cuerpo estaba luchando contra su mente. El deseo esta­llaba en su interior. Empezó a temblar.
    -¡Miley...! -exclamó.

. Ella abrió los ojos y la expresión que vio en su cara le hizo olvidar el dolor. Se le quedó mirando, como hechizada. A Nick  le cambió la cara, su respiración se hizo más agitada y el ritmo de sus movimientos se intensificó. Se arqueó con expresión crispada, se quedó inmóvil un instante y por último  se estremeció.
Luego abrió los ojos y se la quedó mirando mientras le acariciaba suavemente las caderas.
-Creí que te estabas muriendo -susurró ella.
-Así es como me sentía -replicó Nick con voz temblorosa-. Tenías los ojos fijos en mí. ¿Te he asustado? ,-Sí -confesó ella.
-,-¿Ha estado mal?
-Sí. Hasta que te miré.
Nick la estrechó contra sí y le hizo apoyar la cabeza en su pecho sudoroso.        .
-Yo creo que eso ha sido lo que me hizo perder el dominio de mí mismo -murmuró-. Te vi mirándome fijamente y perdí la cabeza. Parecía que te estaban torturando.
-Es que es un placer demasiado intenso. Cuando haya descansado un momento verás lo que te pasa a ti.
-¿Tú crees?
-Claro. Lo único que necesitas son unos pocos segundos más. Ahora sí podré dártelos, porque la segunda vez un hombre siempre tarda más tiempo.
-Ahora eres mi amante -dijo ella.
-Sí -repuso él, apretándola aún más contra sí.
De pronto ocurrió algo que Miley, a pesar de su inexperiencia, comprendió inmediatamente.

-Sí, ya sabes lo que va a ocurrir, ¿verdad? dijo Nick, sonriendo.
La hizo tumbarse en la cama y se echó sobre ella.
-Ahora observa lo que voy a hacerte"-añadió-. ¡Mira!
Miley le miró con los ojos muy abiertos. Pero la sensación le resultó inesperada y lanzó un grito, irguiéndose hacia Nick, como si reconociera en él a su dueño.

-Shhh -susurró él-. Sí, ahora voy a hacerte experimen­tar lo que yo senti antes. i 1, am, SI, SI....

Ella se estremeció. Se agitó, 'se retorció y trató de zafarse de él; lloró, suplicó, gimió y finalmente echó la-cabeza hacia atrás y lanzó un profundo suspiro. Luego todo fue languidez, blandu­ra, somnolencia. Cuando volvió a abrir los ojos estaba exhausta. Nick esta­ba sentado a su lado y le secaba el sudor con una toalla.
-¿Siempre es así para los hombres? -preguntó ella.
-No. Para mí no ha sido así con nadie. La segunda vez ha sido todavía más intensa
-Gracias --dijo ella con lágrimas en los ojos.
-Por favor, no me des las gracias  replicó Nick, inclinándose a besarla.
    Posó la toalla en la cama y estrechó a Miley entre sus bra­zos. A ella le encantó sentir su piel tibia contra la suya.
    -Has gritado -le dijo Nick al oído-. Tuve que taparte la boca con la mía para que no te oyera nadie.
-Ni en sueños se me ocurrió nunca que" esto fuese así.
-Me alegro de que haya sido conmigo. Gracias por es­perarme.
-Yo también me alegro de haber esperado.

-No he utilizado nada -le dijo él-. ¿Quieres ir mañana al médico o prefieres que yo me ocupe de ello hasta que volva­mos a Estados Unidos? Me puedo encargar de una esposa, pero no de una criatura. Al menos todavía no.
-Entonces, ¿podrías...? Prefiero ir a mi médico.
-De acuerdo.
-¿Quieres tener hijos? -le preguntó ella.
-Quizás algún día.
-¿Te parece demasiado pronto?
-Acostumbrarme a una esposa es suficiente por ahora. Tie­nes un cuerpo precioso -añadió, recorriéndola con los ojos.
-y tú también. Será mejor que durmamos un poco dijo Nick, cogien­do la toalla e incorporándose Y quiero decir dormir. No estoy preparado para nada más hasta mañana. A no ser que... hay otras maneras si realmente “te apetece...

Ella se ruborizó y cambió -de tema.
-¿En dónde nos vamos a casar?
-En una capilla que hay calle. Abajo -contestó él, sonriendo:-. Abren a las diez de la mañana. Estaremos esperando en la puerta.
. -¿Estás arrepentido? -le preguntó ella.
Nick negó con la cabeza.
-¿Y tú?
-No.
Él se echó a reír y entró en el baño. Minutos después, Miley estaba acurrucada entre sus brazos;,      "
-Puedes poner te una de mis camisetas si quieres -le dijo Nick.
-Prefiero dormir así, no quiero molestarte.
-Yo también lo prefiero-dijo él, estrechándola contra sí-. Puede que me muera de un ataque al corazón por dejarme llevar una tercera vez, pero lo prefiero así buenas noches, lieveling.
-'-Buenas noches, Nick.


Unas Locas Vacaciones Cap 10


Mañana tendremos tal ansiedad que no habrá nada que pueda apartamos al uno del otro. Yo no he sentido nada tan in­tenso desde que tenía quince años. Y estoy completamente se­guro de que tú es la primera vez que experimentas algo así. -Sí, ya lo sé, pero somos dos desconocidos -protestó ella,
Tratando de pensar sensatamente.
-Pero no vamos a seguir siendo desconocidos durante mu­cho tiempo. ¡Dios mío, te deseo! Si no quieres casarte conmigo, me iré de este maldito hotel y cogeré el primer avión que salga de Veracruz, porque no puedo soportar estar a tu lado y no te­nerte. Y no te tendré si no nos casamos.     
-Pero...

-¿Tan poco atrayente te parezco? -exclamó él-. ¡Pues ha habido mujeres que me lo han pedido a mí! No soy feo, me gustan los animales y pago las facturas a su debido tiempo: Tengo una salud bastante buena. Tengo amigos... ¿por qué demonios . No quieres casarte conmigo?'

-Pero es que se .trata únicamente de deseo -empezó a decir Miley.     '
 -Deja de intentar ser lógica. Yo no puedo seda cuando siento un ansia como ésta. Y tú me deseas. ¡Por favor, no me martirices!-¿Nos... Nos divorciaríamos si... después nosotros... si tú...?  -balbuceó ella.   
 
-Me estoy haciendo viejo -la interrumpió Nick-. Viajo mucho, a eso es  a algo a lo que tendrás que acostumbrarte. Has­ta ahora no he tenido a nadie a quien llamar mío. Me gusta estar contigo. Y creo que en la cama nos va ir de maravilla. Eso es mucho más de lo que consigue mucha gente. Por lo menos ya no somos niños que creen en cuentos de hadas. Prefiero una mu­jer que no me aburra, que un capricho pasajero'
-¿y si luego te enamoras de otra?
-Nunca. Me volveré a enamorar, pero si tú lo haces, te de­jaré marchar.      , .
La cogió las manos entre las suyas e insistió: -¿Sí o no? No quiero preguntártelo más veces.
-Sí -repuso ella sin titubear., Demi se desmayaría. Nadie iba a poder creer que hubiera encontrado un hombre como aquél que la quisiera.
Él se inclinó y la besó con ternura. .
-Mi nombre completo es Nichola van Meer. Nací en los Países Bajos en un sitio llamado Utrecht. Viví allí hasta que me alisté en el ejército. De lo demás ya sabes un poco.
Algún día te lo contaré todo. Cuando llegue el momento.
-Eso no augura nada bueno.

Es algo que no tiene nada que ver con nosotros ahora re­plicó Nick-. ¿Quieres seguir siendo virgen hasta mañana por la mañana?        '.
Por supuesto, pensó ella. Estuvo a punto de decido, pero no pudo.
-Te deseo tanto --dijo con voz temblorosa.
-No más que yo a ti.

Cuando llegaron al vestíbulo del hotel, Nick la cogió la cara entre las manos y mirándola fijamente le dijo Me educaron como católico, y; en mi religión lo que voy a hacer contigo es un pecado. Probablemente en tu religión tam­bién lo es. Pero, a los ojos de Dios, te tomo por esposa para toda la vida, aquí y ahora. Y mañana, ante los ojos de los hombres, legalizaremos nuestra situación.

-y yo te tomo a ti por esposo, en lo bueno y en lo malo, hasta que la muerte nos separe -murmuró ella con los ojos lle­nos de lágrimas.
-En holandés, mujer casada se dice Mevrouw -dijo Nick,  besándola suavemente.
-.Mevrouw -repitió ella,
-y cariño -añadió él, sonriendo, es lieveling.  -Lieveling -volvió a repetir Miley.
-Vamos arriba --dijo Nick-. Te voy a enseñar unas cuantas palabras más. Pero no podrás repetidas en público.
Se echó a reír al ver su expresión.


-Sí, pero tu trabajo está en Chicago; supongo, o, si no, no vivirías allí.
-Mi trabajo es internacional -repuso Nick, frunciendo el ceño-. No trabajo en Chicago. Vivo allí porque tengo amigos allí.
-¿Amigos o amigas?
Él sonrió y la atrajo hacia sí.
-Tú vas a ser la primera mujer con la que estoy este año murmuró con una sonrisa burlona-. ¿Contesta eso a tu pregunta?
-¿No... No necesitas...? -preguntó ella, mirándole con perplejidad, sin acertar a encontrar una manera delicada de decirlo. .
-Creí que había superado eso totalmente hasta que apareciste tú -admitió Nick-. Ya ni me acuerdo de la última vez que sentía algo así por una mujer.
-¿Estás seguro de que quieres casarte conmigo?'
-No te preocupes -repuso él, besándola en la frente-.
Quiero casarme contigo, y mañana por la mañana seguiré queriendo hacerla. No era ninguna mentira para llevarte a la cama.
Miley casi había creído que había sido así. Bajó los ojos y no Contestó.
-¿Qué te pasa? -le preguntó él. -Que tengo miedo.
-Sí, ya me lo imagino. La primera vez también a mí me re­sultó difícil. Estaba nerviosismo.

-No te imagino estando nervioso.
-Eso ya pasó, aunque nunca lo he olvidado. Iré despacio -Se inclinó y la besó en los labios con mucha suavidad-. Quie­ro que recuerdes dos cosas. La primera es que en esto no hay reglas establecidas, todo depende de lo que les apetezca a las per­sonas involucradas. ¿Intentarás recordarlo?
-Sí -respondió ella tragando saliva

Unas Locas Vacaciones Cap 9



Mientras cenaban, hablaron de temas generales. Él parecía estar muy informado sobre conflictos internacionales, por lo que Miley imaginó que debía leer muchas publicaciones militares. De aquello pasaron al tipo de armas que se utilizaban, y él parecía entender mucho de aquello también.
-Al marido de mi mejor amiga le gusta  leer cosas sobre armas -comentó Miley-. Tiene un montón de libros sobre cosas tan curiosas como... oh, como es, ese fusil pequeño de nueve milímetros... .

-El «Uzi». Puede disparar treinta veces seguidas, y lo mismo disparo tras disparo que a ráfagas. Es un arma tremenda.
-Yo sé disparar una escopeta corriente -dijo ella, sonriendo-,-.. Hasta ahí llega mi conocimiento de las armas. -Yo sé más de cuchillos que de armas de fuego, aunque he usado las dos.
Sacó del bolsillo una navaja enorme y la puso encima de la mesa.
Miley se le quedó mirando, maravillada. Estaba hecha de metal plateado y tenía un mango de hueso tallado. Cuando Nick sacó la cuchilla, vio que tenía una forma muy rara, muy siniestra.
-No es una navaja, ¿verdad?
Nick negó con la cabeza.
-No, aunque en las aduanas siempre pasa por serio.
-¿Dónde encontraste algo tan peculiar?
-La hice yo -respondió Nick, volviendo a guardársela en el bolsillo.
-¿La hiciste tú?
-Pues claro que sí -dijo él, sonriendo al ver su cara de perplejidad-. ¿De dónde crees que salen las navajas? Alguien tiene que hacerlas.
d -Desde luego, pero no creí que... Tiene un aspecto verdaderamente impresionante, no la llevo de adorno. ¿Quieres algo de postre? -,No, gracias. No me gustan mucho las cosas dulces, gracias a Dios.

-A mí tampoco. Vamos a dar un paseo por la playa. -¡Estupendo!
Esperó hasta que él pagó la cuenta y luego le siguió hasta la salida. La noche era tibia. Miley se quitó las sandalias y se puso a bailar juguetonamente por donde rompían las olas. Nick la observó, sonriendo.
-¿Qué edad dijiste que tenías? -le preguntó cuando volvió junto a él con las sandalias en la mano.
-Unos diez años -repuso ella, echándose a reír.
-Haces que me sienta raro -le dijo Nick, acariciándola la mejilla y los labios.
Había más gente en la playa, pero nadie lo bastante cerca como para ser algo más que una sombra oscura.
-¿Cuántos años tienes tú? -le preguntó Miley.
-Treinta y seis.
Le quitó las sandalias y las dejó caer en la arena.
-Me excitas -continuó, atrayéndola hacia sí-. ¿Sabes cómo reacciona el cuerpo de un hombre cuando éste se excita?
. Le cogió la cara entre las manos y le besó la frente. Miley contuvo el aliento al notar el roce de sus labios, sentía un calor sofocante. Nick la cogió por las caderas y la estrechó contra sí. Miley empezó a respirar entrecortadamente. Estaba aprendiendo cosas fascinantes sobre las sutiles diferencias que estaba causando en su cuerpo.
-¿No protestas? -añadió Nick.
-Tengo... curiosidad -murmuró ella-. Como ya has visto, sé muy poco de estas cosas.    .
-No te doy miedo.
-No, ahora no.
¿Ni siquiera ahora? -preguntó él, apretándola más contra sí.
Miley notó que la flaqueaban las piernas. Una nueva sensación le recorría todo el cuerpo, llenándola de un placer desconocido. Se aferró a la chaqueta de Nick porque no confiaba en que las piernas la siguieran sosteniendo durante mucho tiempo.
-Quiero estar a solas contigo -murmuró él-. Y, de momento, esto es lo más peligroso que puedo hacer.
-Me deseas -susurró Miley, dándose cuenta de ello con una extraña sensación de triunfo.
-Sí -repuso él, acariciándole los pechos, que estaban desnudos bajo el vestido.
Se puso tensa al notar el roce de los pulgares. Su reacción física fue inmediata.
_Tú también me deseas, ¿verdad?
Miley se movió un poco y dejó escapar un gemido. Él apretó la cara contra su mejilla.
Gracias a Dios que no tenemos público -murmuró con voz ronca-. Quédate muy quieta, Miley.
Le empezó a bajar la tela del vestido. Ella sintió cómo la fresca brisa nocturna acariciaba la piel de los pechos cuando Nick deslizó la tela hasta la cintura.
Ella volvió a gemir, y su gemido fue como un narcótico para Nick, que sabía instintivamente que Miley no había permitido nunca que ningún hombre llegara tan lejos.
-Ojalá pudiera verte los ojos.
Él observó su cara en la oscuridad.
-Tienes una piel suave como la seda añadió, acariciándola la cara y el cuello. Levanta los brazos y deja que tenga tus senos entre mis manos.
Miley se puso de puntillas y hundió las manos en el' espeso pelo de Nick. Él empezó a acariciarle los duros pezones.

-Quiero besarte -murmuró Nick-. Todo esto es algo  natural, así que no te asustes si notas mis dientes, ¿de acuerdo? -Gente -gimió ella.
-Sólo es una pareja de gente mayor, y están lejos -replicó
Miley-. Ahora acaban de entrar al hotel. ¡Oh, Miley, de .todos mis juegos eróticos con las mujeres, éste es el más excitante!  Miley arqueó el cuerpo contra él, ciega y sorda a todo lo que no fuese lo que estaba sintiendo en aquel momento. «Mañana, pensó, mañana me preocuparé por todo esto».
-Quieres mi boca, ¿verdad que sí, cariño? -le preguntó él, y, casi con reverencia, empezó a besarle el  cuello--. Te voy a de­vorar -añadió, y entonces ella sintió sus dientes en la piel y se quejó.
-¡Nichola!

-No es nada -:-susurró él-. No quisiera hacerte daño por nada del mundo. Relájate, cariño, tranquila. Sí, así, Miley. Túm­bate para que pueda echarme sobre ti... Ella se alegró de tener algo donde apoyarse, ya que el mundo giraba sin cesar a su alrededor. Se aferró a él, devolviéndole los besos con una pasión ingenua, pero ardiente. Nick. Se echó a reír. Miley ya era suya.
-Nichola -dijo ella con voz temblorosa.
-¿Qué quieres? -preguntó Nick, besándole los párpados. Ella le tiró de la camisa.
-¿Quieres sentirme?
-Sí -repuso ella, sonrojándose.
-Desabróchame los botones.
Nick pesaba bastante, pero a ella le encantaba su peso. Por encima de sus cabezas brillaban cientos de estrellas.
Acarició la piel desnuda de Nick con las manos temblán­dole de emoción. No había tocado nunca el cuerpo de un hombre.
-Aparta las manos -le dijo él, segundos después.
Miley obedeció y entonces Nick movió su cuerpo contra el suyo, asombrándola por el intenso deseo que aquel roce desper­taba en ella.
-¿Te gusta? -preguntó Nick.
-Nunca me imaginé... -empezó ella con voz temblorosa-.
Oh, te deseo -le confesó con un sollozo--. ¡Te deseo, te deseo!
-Yo también te deseo, pequeña -murmuró él, besándola suavemente-. Pero no puedo tratarte como a una conquista de una noche. Tengo mis principios.
Miley sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas. Él le lamió las lágrimas de las pestañas y entonces Dani se dio cuenta de que hacía ya un rato que no llevaba puestas las gafas.
-Mis... gafas -balbuceó.                           
     -Las tienes arriba de la cabeza -dijo él, cogiéndola de las muñecas y ayudándola a levantarse.
     -Oh, es usted otra persona, señorita Sto Clair -añadió, besándole los pezones.
-Yo... nosotros... deberíamos... -tartamudeó Miley. -No te preocupes, mañana por la mañana nos casaremos. -¿Casamos?
-Sí -dijo él con firmeza, dándole las gafas.
-Pero...

Unas Locas Vacaciones Cap 8



Miley  se alegró de haberse acercado a la tienda de ropa que había en la planta sótano del hotel. Se había comprado un vestido mexicano de color blanco, con escote fruncido y muchos volantes. Cuando se 10 puso, vio que le, daba un aire ligeramente misterioso, a la vez que hacía resaltar su pelo castaño y sus ojos grises. Tenía que reconocer que las gafas de montura metálica que llevaba no eran ninguna maravilla, para al menos hacían que sus ojos parecieran más grandes de lo que eran en realidad. Y lo cierto era que no estaba gorda, se dijo, sonriendo al mirarse al espejo. Era únicamente su parte superior, cosa que el vestido disimulaba bastante. Cogió el bolso y bajó al vestíbulo, en donde había quedado con Nick.

Él llevaba pantalones y camisa blanca y chaqueta azul. Estaba sentado en un sofá y, al ver aparecer a Miley, dejó el periódico que estaba leyendo y se' acercó a ella -Bueno dijo, cogiéndola del brazo--. ¿Qué te apetece?
¿Comida mejicana, china, italiana o una chuleta?
'-Me encantan las chuletas -repuso ella.
-Ya mi.
La guió hasta un lujoso restaurante que estaba al lado del hotel. Había camareros con chaquetas y guantes blancos por todas partes. Miley miró a Nick aprensivamente.
-¿Qué te pasa? -le dijo él mientras seguían al maître.
-Que es demasiado caro.
-¿Te importa fregar platos después? -preguntó Nick en tono burlón.
-Sí tú los secas, no –con esto ella, sonriendo.
-Eres una buena chica -dijo Nick, cogiéndola por la cintura y dándole un apretoncito.
-Soy justo la clase de chica contra la que tu madre te habría prevenido, así que ten cuidado. 
   .
-No. A mi madre le habrías gustado. Os parecéis mucho.
Miley sonrió tímidamente, advirtiendo las envidiosas miradas que les lanzaban. Nick era tan guapo, pensó. Musculoso, estilizado, y con la cara de una estatua griega. A un pintor le habría encantado tenerle como modelo.
El maître los llevó a una mesa que había junto a la ventana.
Nick observó que Miley tenía el ceño fruncido.

-¿En qué estás pensando con aire tan solemne? –le preguntó.
-En que harías las delicias de un pintor. Eres muy elegante.
-Señora, creo que. Es usted perjudicial para mi ego.
-Seguro que te miras al espejo de vez en cuando –replicó ella,-. Y ó al menos no puedo evitarlo.
-Sí, yo tengo el mismo problema -dijo Nick con los ojos clavados en ella.
 Miley se alegró de no haber cedido a la tentación de bajarse el escote del vestido hasta los hombros. Ya era bastante' difícil soportar aquella mirada penetrante tal y como estaba.
-¿Qué quieres comer? -le preguntó Nick después de leer el menú.
-Una chuleta con ensalada y café para beber.
Nick se la quedó mirando con una sonrisa en los labios Y luego pidió lo mismo para los dos.

-Sí -le dijo-, a mí también me gusta el café.
_Parece que has viajado mucho -comentó ella, desdoblando la servilleta.
-Bastante,.-repuso. Nick_. Y tú no has salido nunca de los Estados Unidos. .
-Hasta ahora no he salido de ningún sitio -replicó ella-.
No he hecho otra cosa que trabajar, Pensé en un cambio, pero no tuve valor.
-Hace falta valor para escapar de la rutina, dijo, Nick, encendiendo un cigarro-. Espero que no te moleste, pero lo voy a hacer de todos modos. Es un vicio que no tengo la intención de dejar.
-De algo hay que morir.

-Pues fumar es lo menos peligroso que hago.
-¿Y qué es lo que haces? -preguntó Miley, mirándole con curiosidad.  
Él se quedó callado un momento, como si estuviera pensando qué diría Miley si le contase la verdad. Seguro que se levantaría a toda prisa de la silla y desaparecería de su vida... Frunció el ceño. No le gustaba aquella idea.
-Estoy en el ejército -repuso por fin-. En cierto sentido.
 -Oh, ¿en activo? -continuó ella, pensando que debía andarse con pies de plomo ya que Nick parecía reacio a dar explicaciones.
-No. Por el momento, inactivo
-¿Es peligroso lo que haces?
-Sí.
-Tal vez eres un agente doble -aventuró ella. Un espía.
. -Soy demasiado alto. Se supone que los agentes deben medir menos que yo, para así poder esconderse entre la maleza.
Miley se le quedó mirando fijamente hasta que se dio cuenta de que estaba bromeando, entonces se echó a reír.
-Los ojos te brillan cuando te ríes -le dijo él con aire ausente-. ¿Siempre estás tan risueña?
-Casi siempre -contestó Miley, ajustándose las gafas, que amenazaban con deslizársele por la nariz-. También tengo mis días malos, como todo el mundo, pero intento dejados en casa.
-Podrías ponerte lentilla s -comentó Nick al ver los esfuerzos que hacía para que las gafas no se le deslizaran por la nariz.
-Soy demasiado nerviosa como para andar poniéndomelas y quitándomelas y luego limpiadas. Me he acostumbrado a las gafas.

-Pero deben estorbarte cuando besas a un hombre -murmuró él.
-¿Qué? -repitió Miley, un poco cohibida por su franqueza-. Te aseguro que mi vida no está repleta de hombres cariñosos.
-Supongo que podremos hacer algo por solucionar ese problema.
Miley contuvo la respiración al advertir la velada promesa que había en sus ojos.
-Qué cara de terror -dijo él con ironía-. No creí que fuese tan espantoso.
-No es eso -replicó ella, bajando los ojos.
-Miley, seducirte es algo que no entra en mis planes, pero, si ocurre algo, me casaré contigo. Te lo prometo, y yo no doy mi palabra a la ligera.
-Eso sería un precio muy alto por un error.
-¿Sí? Hace años que no pienso en el matrimonio. Me pregunto cómo sería tener a alguien con quien regresar.

Qué manera tan rara de expresado, pensó ella. Seguramente quería decir alguien con quien volver a casa. Pero entonces se acordó de que aquello eran sólo palabras, cosas que se dicen por decir. Nick sólo estaba divirtiéndose. Eran dos desconocidos y seguirían siéndolo. No podía permitir que su vida se complicara por una aventura de vacaciones. Porque no era más. Que eso. Una pequeña diversión. No debía olvidado.

martes, 7 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 6



Jed fue el primero en romper el silencio.
—Gracias, señorita —dijo, a la vez que se llevaba una mano al sombrero.
—Whiskers, tú y Ryan tenéis que lavaros con el zumo de tomate —Demi tosió varias veces más y apoyó la espalda contra el tronco del árbol—. El olor desaparecerá de vuestra piel, pero me temo que tendréis que quemar vuestras ropas.

Lo último que quería Joe era sentir admiración por aquella mujer pero, después de lavar a Ryan con el zumo de tomate, no le quedó más remedio que hacerlo. En medio de un montón de hombres curtidos por la vida y el trabajo duro, ella había sido la única capaz de superar el repugnante olor. Tras vestir al niño con las ropas que le había llevado Whiskers, se acercó a llevarle un sándwich y una lata de refresco.
—Toma. Te lo has ganado.
Demi aceptó el refresco, pero no quiso el sándwich.
—Gracias, pero ahora mismo no tengo apetito.
Joe se sentó junto a ella. Después de lo que acababa de hacer por Ryan y sus hombres, se merecía algún elogio, pero las palabras parecían negarse a salir de su boca.
—Yo… te agradezco lo que has hecho —logró decir finalmente—. Y antes, en el pasillo… supongo que he sido un poco… brusco —se aclaró la garganta—. Desde que mi ex esposa murió y obtuve la custodia del niño, tengo una actitud demasiado protectora con él.
Demi lo miró con suspicacia. Además de haber empezado a tutearla, Joe parecía dispuesto a establecer una especie de tregua.
—No te preocupes —dijo—. Yo siempre he sido así con mi hermano Cooper, y eso que es mayor que yo.
Joe la miró pensativamente.
— ¿Cooper Lovato es tu hermano? —Al ver que Demi asentía, añadió—: Es uno de los mejores montadores de toros que he visto. Le vi alcanzar una puntuación de noventa y cuatro en un rodeo en Mesquite, y de noventa en Amarillo. ¿No llegó a las finales nacionales hace un par de años?
Demi volvió a asentir.
—Ganó el segundo puesto, y el cuarto en la puntuación global.
Ryan abrió los ojos como platos y se sentó entre ellos.
— ¡Guau! ¡Debe ser realmente valiente!
Al recordar a otro especialista en montar toros y las dos mil libras de carne que acabaron con su vida, un estremecimiento recorrió la espalda de Demi. Miró a lo lejos. La imagen, grabada a fuego en su memoria, la perseguiría hasta su muerte.

—Los toros pueden ser muy peligrosos —murmuró.
—Papá no me deja ir a los corrales de los toros—. Ryan miró a su padre con cara de pocos amigos—. No me deja acercarme a ningún animal si no me acompaña alguien mayor.
—Supongo que le dará miedo que te hagas daño —dijo Demi, agradecida por la distracción.
—No mi papá. Él no tiene miedo de nada —Ryan miró a su padre con una admiración sin límites.
Demi sonrió. Ella solía pensar lo mismo de su padre. Alzó una mano y revolvió cariñosamente el pelo del niño.
—Estoy segura de ello.
Ryan se puso en pie de un salto y se volvió hacia ellos, emocionado.
—Yo quiero montar toros cuando sea mayor.
Joe sonrió.
—La semana pasada querías ser un caballero Jedi. Y la anterior ibas a tocar la guitarra y a cambiar tu nombre por el de Garth.
—También puedo hacer eso. Pero quiero montar toros y competir en todos los rodeos.
Demi se puso en pie.
—Voy a limpiar la cocina mientras los hombres terminan de comer —dijo.
Joe negó con la cabeza.
—No. Nosotros…
— ¿Hay algún voluntario para la patrulla de limpieza? —preguntó Demi a los hombres reunidos en torno a la mesa. Las miradas volaron hacia el horizonte y hubo un movimiento generalizado de pies bajo la mesa, pero todos permanecieron en silencio—. De acuerdo, no insistiré —dijo, y se encaminó hacia la casa.
¿A qué estaba jugando?, se preguntó Joe. Si creía que mostrándose servicial iba a disculpar su engaño respecto al contrato, estaba muy equivocada.
Se palmeó mentalmente la espalda por una lección bien aprendida. Ahora que sabía cómo funcionaba aquella mujer, no iba a dejarse engañar por ella.
Demi salió al porche a contemplar la puesta de sol. En la distancia se oyó el solitario aullido de un coyote.
A pesar de que no hacía frío, se rodeó con los brazos para reprimir un escalofrío. Aquella hora del atardecer siempre le recordaba su soledad.
Se suponía que las cosas no deberían haber salido así, pensó con tristeza. La vida debería ser compartida.
—Bonita noche, ¿no?
Sorprendida, Demi se volvió y vio a Joe apoyado contra una de las columnas del porche.
—Creía que estaba sola.
—Lo siento. No pretendía asustarte.
Avergonzada por el hecho de que Joe hubiera sido testigo de su meditabundo humor, Demi dejó caer los brazos a los lados y se volvió de nuevo para contemplar el horizonte.
Pasaron varios minutos antes de que Joe volviera a hablar.
—El olor ha desaparecido de la cocina. Gracias.
Ella se encogió de hombros.
—Afortunadamente, la mofeta no soltó una dosis completa, y el jugo de tomate y el amoníaco se han hecho cargo de eliminar el olor.
— ¿Cómo sabías lo que había que hacer?
Demi fue hasta el asiento de balancín y se sentó.
—Cuando has viajado tanto como yo, aprendes cosas sin recordar cómo ni dónde.
—Quería preguntarte algo respecto a eso —dijo Joe con un matiz de suspicacia—. Lo normal es que el caballo acuda al entrenador, no al revés.
Demi puso el balancín en marcha con un empujón de los pies.
—He comprobado que los caballos se encuentran más relajados en un entorno familiar, y es mucho más fácil conseguir su confianza. Una vez conseguido eso, puedo enseñarles casi cualquier cosa.
Joe se apartó de la columna y fue a sentarse en la barandilla frente a ella.
— ¿Llevas mucho tiempo viajando?
—Toda mi vida. Mi padre solía seguir el circuito de rodeos. Mi hogar siempre ha sido un saco de dormir en la parte trasera de una furgoneta.
Joe frunció el ceño.
—Supongo que permanecerías en algún lugar el suficiente tiempo como para ir a la escuela.
—Mamá se ocupó de enseñarnos una temporada —Demi tragó con esfuerzo. No quería recordar ciertos acontecimientos de su infancia. Eran demasiado dolorosos—. Después, Cooper y yo seguimos estudiando por correspondencia —de pronto se hizo de noche y, alterada por los desagradables recuerdos, se puso en pie—. Será mejor que me vaya a dormir. Me gustaría empezar a trabajar con Satin a primera hora de la mañana.
— ¿Necesitas algo especial?
—No. He visto que ya lleva dogal, así que supongo que está adiestrado para ser guiado, ¿no?
Joe asintió.
Demi abrió la puerta para regresar al interior de la casa, pero se volvió repentinamente y al hacerlo chocó contra el ancho pecho de Joe. Él la sujetó por los hombros con sus encallecidas manos y el estómago de Demi dio un vuelco al ver su atractivo rostro tan cerca. Joe la miró un largo momento. Ella vio cómo se entreabrían sus labios y notó que su respiración se volvía más agitada. Cuando la atrajo hacia sí, los latidos de su corazón se aceleraron al percibir el deseo que iluminó la mirada de Flint y al aspirar el aroma limpio y masculino de su piel.

Alzó las manos para empujarlo y liberarse, pero la sensación de su musculoso pecho bajo las palmas hizo que las rodillas se le volvieran de goma. ¿Cómo podía provocarle aquella reacción un hombre al que apenas conocía? Y sobre todo, ¿por qué estaba permitiendo que sucediera?
En algún lugar del fondo de su mente, una vocecita le advirtió que estaba coqueteando con el desastre. Pero cuando los labios de Joe se acercaron a los de ella para marcarla con su beso, la advertencia quedó en el olvido.

Joe alzó las manos de sus hombros para acariciarle el pelo y Demi sintió que cada célula de su cuerpo revivía. Un repentino y ardiente deseo se acumuló entre sus piernas. Trató de presionar los muslos para contenerlo, pero la musculosa y cálida pierna que Joe había colocado entre las suyas se lo impidió. Un ronco gemido escapó de la garganta de este a la vez que apoyaba una mano en su trasero y la presionaba contra la áspera tela vaquera que cubría su muslo.
El repentino sonido de una puerta cerrándose hizo volver a Demi a la realidad.
—Por favor… —dijo, y empujó a Joe con ambas manos.
Él la soltó, metió las manos en sus bolsillos y fue a apoyarse de nuevo contra la columna, de espaldas a ella. Respiró profundamente.
— ¿Necesitas algo más, Demi?
Su repentina retirada y el desapasionado tono con que había hablado apagaron por completo el deseo de Demi.
—No.
Furiosa consigo misma por haberse dejado llevar, permitió que el enfado ocupara el lugar del deseo.
—Y tampoco necesitaba «eso».
—No he notado que protestaras.
—Tampoco lo he pedido.
Joe se volvió hacia ella y sonrió significativamente.
—Vamos, cariño. Ya somos bastante mayorcitos como para andarnos con tonterías. ¿Por qué si no te has arrojado entre mis brazos?
—Me he vuelto para pedirte que mantuvieras a los hombres alejados del corral mientras trabajo con Satin —replicó Demi, indignada—. Nada más —tras volver a abrir la puerta para entrar en la casa, añadió—: Quiero que quede bien claro que eres tú el que me ha sujetado a mí, no al revés. Y si no estuvieras tan pagado de ti mismo, lo admitirías, Jonas.

Joe recibió las palabras de Demi como una auténtica bofetada mientras observaba en silencio cómo se cerraba la puerta a sus espaldas. Era cierto que él la había sujetado, pero solo para evitar que cayera. Lo que no entendía era por qué había permitido que las cosas fueran más allá. Tal vez se había debido al modo en que lo había mirado con aquellos grandes ojos grises… unos ojos que no solo prometían el éxtasis, sino que también reflejaban una soledad tan grande como la suya.
Masculló una maldición. Fuera cual fuese el motivo, cuando había sentido la suavidad del cuerpo de Demi bajo sus manos, había actuado con la delicadeza de una apisonadora.
Salió del porche y se encaminó hacia el pasto oeste. Tenía que olvidar la sensación de Demi presionada contra su cuerpo, el sabor de sus labios…

Movió la cabeza. Seguía siendo un misterio por qué había permitido que se metiera bajo su piel. Pero, pasara lo que pasase en el futuro, no iba a permitir que sucediera de nuevo. Hacía tiempo que había aprendido que más allá del verde de su dinero no era más que un vaquero cubierto de polvo con muy poco que ofrecer a una mujer. Era una lección que había aprendido por el camino difícil, y mantenía el collar de diamantes que compró para su ex esposa en una urna de cristal en su despacho para asegurarse de no olvidarla.
Lo único que sucedía era que llevaba demasiado tiempo sin una mujer. Todo hombre necesitaba una liberación física de vez en cuando. Y ya hacía tiempo que había vencido su plazo.
Demi permaneció despierta largo rato después de dejar a Joe. Había tenido tiempo para reflexionar sobre el incidente, y la rabia que sentía se había vuelto hacia sí misma. Era posible que él hubiera iniciado lo sucedido, pero ella podía haberlo concluido en cualquier momento.

¿Por qué no lo había hecho? ¿Qué tenía aquel hombre que la afectaba tanto?
La habían besado muchas veces antes, pero nunca se había sentido como esa noche. En cuanto Joe la había tomado entre sus brazos, el sentido común la había abandonado.
Ni siquiera los besos de Dan le habían provocado un estado tan febril. Y ella lo había amado.
Una mezcla de culpabilidad y tristeza la envolvieron cuando pensó en el hombre con el que había prometido casarse. A esas alturas ya estarían a punto de celebrar su sexto aniversario. Pero la vida le había enseñado que los planes cambiaban, y que no había ninguna garantía para la felicidad. Dan murió en la arena del rodeo el mismo día que le pidió que se casara con él, y ella había tenido que aprender a seguir adelante con su vida.

Frotó con impaciencia una lágrima de su mejilla y se volvió de costado para tratar de relajarse. Ya había perdido demasiado tiempo sintiendo lástima de sí misma. Tenía un nuevo caballo con el que trabajar y debía descansar para poder hacerlo adecuadamente. Además, tratar de comprender sus reacciones ante Joe Jonas era como tratar de resolver una adivinanza sin ninguna pista.
Estaba a punto de dormirse cuando el sonido de unos disparos la despejó al instante. Giró en la cama rápidamente y aterrizó en el suelo de madera con un golpe seco. Su mano golpeó la mesilla de noche y algo afilado desgarró su palma, pero, tras un grito de sorpresa, ignoró el dolor y se arrastró lentamente hacia la puerta.

Tal vez debería reconsiderar su insistencia en que Joe cumpliera con el contrato, pensó, sintiendo los fuertes latidos de su corazón contra las costillas. Si iba a tener que dedicarse a esquivar disparos, prefería irse.
Cuando la puerta se abrió de repente, apenas tuvo tiempo de cubrirse la cabeza con las manos antes de que un gran cuerpo se abalanzara sobre ella.


Errores Del Ayer Cap 5



Demi terminó de guardar su ropa en el armario y se volvió a contemplar su habitación. Unas cortinas indias a juego con la colcha de la cama enmarcaban las altas y antiguas ventanas. Sobre la cabecera había un «atrapa sueños» adornado con tiras de cuero y plumas de halcón para asegurar un plácido sueño al ocupante de la cama.

Sonrió. No era en absoluto una habitación femenina, pero el contraste de los brillantes colores con las paredes blancas le daban un ambiente amistoso y agradable.
—Justo lo opuesto a su dueño —murmuró mientras se encaminaba hacia las escaleras.
Siguiendo un delicioso aroma, acabó en la espaciosa cocina de la casa.
—Algo huele maravillosamente.
Whiskers se volvió para dedicarle una sonrisa carente de dientes.
—Espero que te guste el guiso de hija de… —sus arrugadas mejillas se tiñeron de rubor por encima de su barba blanca—… de ternera, quiero decir.
Demi rio y le palmeó el brazo.

—Lo llames como lo llames, estoy segura de que estará delicioso.
Whiskers sacó una bandeja de galletas del horno.
— ¿Qué te parece tu cuarto? Hace tiempo que no tenemos una dama por aquí, y puede que no sea todo lo elegante que debería.
Demi  tragó saliva. ¿Cuánto tiempo hacía que a nadie le preocupaba si le gustaba su dormitorio, o si tenía uno?
—Es perfecto —dijo—. Gracias.
Un niño de unos cinco años abrió la puerta de la cocina y entró corriendo con una caja en las manos.
— ¡Mira lo que he encontrado, Whiskers! —al ver a Demi  se detuvo en seco—. ¿Quién eres tú?
—Cuida tus modales, Ryan Jonas —dijo Whiskers en tono severo—. Ni siquiera has saludado a la señorita.
—Lo siento —dijo el niño, y sonrió amistosamente—. Hola, ¿quién eres?
Demi  rio cuando Whiskers suspiró, exasperado.
—Soy Demi Lovato.
— ¿Quieres ver lo que he encontrado, Demi? —el niño levantó la tapa de la caja para que lo viera—. Es un gatito.
Demi  y Whiskers se quedaron petrificados en el sitio.
El niño los miró, desconcertado.
— ¿Qué sucede? Ya sé que huele un poco, pero puedes tocarlo.
— ¡Eso es una mofeta! —exclamó Whiskers.
Como a cámara lenta, Ryan dejó la caja en el suelo y los tres observaron al animalito mientras salía. Negro, con dos rayas blancas a lo largo de la espalda, recorrió la cocina husmeando su nuevo territorio.
—Que nadie se mueva —susurró Whiskers. Cuando el animal se acercó a la puerta, tomó el escobón y utilizó el mango para abrirla—. Saca a Ryan de aquí mientras yo me ocupo de esta alimaña.
— ¡Quiero mi gatito! —protestó el niño.

Temiendo que Ryan asustara a la mofeta, Demi apoyó una mano sobre su boca y salió de la cocina caminando de espaldas. Pero apenas había dado unos pasos cuando se topó con un objeto inmóvil plantado en medio del pasillo.
Flint se puso tenso al sentir la calidez de aquel trasero femenino contra sus muslos. Alzó las manos para sujetarla. Se dijo que solo trataba de evitar que cayera. Pero cuando ella se volvió a mirarlo por encima del hombro, su cuerpo rozó la parte más vulnerable de la anatomía de Joe, que se sintió como si acabara de rozar una valla electrificada.
Apretó los dientes y trató de ignorar la reacción de su cuerpo. Debía centrarse en el modo en que había visto salir a Demi de la cocina con el niño. Sintió una mezcla de enfado y suspicacia. ¿Acaso estaba tratando de secuestrar a su hijo?

— ¿Qué diablos haces? —preguntó, y su poderosa voz resonó por toda la casa.
Un olor agrio invadió de pronto el aire, seguido de una vehemente maldición de Whiskers.
—Mofeta —dijo Demi, y se tapó la nariz con una mano.
Flint entró en la cocina. Tosió varias veces, se tapó la nariz y miró a Whiskers con el ceño fruncido.
— ¿Cómo ha llegado aquí?
—Vas a tener que sentarte a enseñar a ese hijo tuyo a qué animales no debe acercarse —contestó Whiskers, enfadado—. Creía que el maldito bicho era un gato —fue cojeando a apagar el fuego, acentuando cada paso con una retahíla de maldiciones—. Ahora nos hemos quedado sin cena y tendremos que comer fuera durante un mes. Y todo por culpa tuya. Si no hubieras hablado tan alto, la habría echado de la cocina antes de que decidiera marcarla con su hedor.
—Quiero mi gatito, papá —gimió Ryan desde el pasillo.
— ¿Cuándo fue la última vez que tomaste un baño, Whiskers? —preguntó Brad, que acababa de asomarse por la puerta trasera. Los demás vaqueros se amontonaron tras él.
Tom Davison agitó su sombrero.
— ¡Guau! Huele a una mezcla de cabra vieja y los pies de Jed.
—Whiskers, ¿has muerto y alguien ha olvidado decírtelo? —bromeó Jim Kent.
—Fuera —dijo Joe, corriendo hacia la puerta. Permaneció unos momentos en el patio aspirando profundas bocanadas de aire. Cuando Whiskers se acercó a él, se puso en contra del viento—. ¿Te importa apartarte un poco?
—No ha sido culpa mía que el niño atrapara una mofeta —protestó Whiskers mientras Ryan y Demi se reunían con el grupo—. No entiendo cómo no lo ha mordido al atraparla. Esos bichos pueden tener hidrofobia.
Preocupado, Joe se arrodillo frente a su hijo y buscó indicios de alguna herida.
— ¿Te ha mordido o arañado, Ryan? —preguntó.
El niño negó con la cabeza.
—No. ¿Qué es hidro… hidrografía?
—Hidrofobia. Es otro nombre de la rabia —explicó Joe con delicadeza—. Es una enfermedad peligrosa que tienen algunos animales. Por eso no quiero que vuelvas a tratar de atrapar ninguno sin avisarme antes, ¿de acuerdo?
Ryan asintió. El viento cambió en ese momento de dirección y el niño arrugó la nariz.
—Apestas, Whiskers.
Claramente exasperado, el viejo cocinero abrió y cerró la boca varias veces en busca de epítetos adecuados para los oídos de una dama y de un niño.
—Tú tampoco hueles precisamente como una rosa, muchacho.
— ¿Y qué vamos a hacer con la cena? —preguntó Jed, que estaba hambriento.
— ¿Cómo puedes pensar en comer en medio de este olor? —preguntó Jim, asqueado—. Yo voy a ayunar una semana.
—No puedo evitarlo —protestó Jed—. Tengo tanta hambre que sería capaz de comerme la maldita mofeta.
Whiskers se cruzó de brazos.
—Pues yo no pienso volver a la cocina hasta que esté aireada.
Jed señaló a Demi.
— ¿Qué hace?

Joe se volvió a tiempo de ver a Demi inspirando profundamente antes de entrar en la cocina. Unos minutos después, con lágrimas corriendo por su rostro, salió cargada de comida y la dejó en la mesa de picnic que había en un lateral de la casa. Tras toser varias veces, regresó decididamente al interior.
Cuando salió con varias latas de cerveza, algunos refrescos y un bote de zumo de tomate, Whiskers dio con el codo a Joe en el costado.
— ¿No supera eso todo lo que has visto? Demi se frotó los ojos con la manga de la camisa y se dejó caer bajo la sombra de un roble. Joe y sus hombres la miraron, maravillados.