martes, 7 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 6



Jed fue el primero en romper el silencio.
—Gracias, señorita —dijo, a la vez que se llevaba una mano al sombrero.
—Whiskers, tú y Ryan tenéis que lavaros con el zumo de tomate —Demi tosió varias veces más y apoyó la espalda contra el tronco del árbol—. El olor desaparecerá de vuestra piel, pero me temo que tendréis que quemar vuestras ropas.

Lo último que quería Joe era sentir admiración por aquella mujer pero, después de lavar a Ryan con el zumo de tomate, no le quedó más remedio que hacerlo. En medio de un montón de hombres curtidos por la vida y el trabajo duro, ella había sido la única capaz de superar el repugnante olor. Tras vestir al niño con las ropas que le había llevado Whiskers, se acercó a llevarle un sándwich y una lata de refresco.
—Toma. Te lo has ganado.
Demi aceptó el refresco, pero no quiso el sándwich.
—Gracias, pero ahora mismo no tengo apetito.
Joe se sentó junto a ella. Después de lo que acababa de hacer por Ryan y sus hombres, se merecía algún elogio, pero las palabras parecían negarse a salir de su boca.
—Yo… te agradezco lo que has hecho —logró decir finalmente—. Y antes, en el pasillo… supongo que he sido un poco… brusco —se aclaró la garganta—. Desde que mi ex esposa murió y obtuve la custodia del niño, tengo una actitud demasiado protectora con él.
Demi lo miró con suspicacia. Además de haber empezado a tutearla, Joe parecía dispuesto a establecer una especie de tregua.
—No te preocupes —dijo—. Yo siempre he sido así con mi hermano Cooper, y eso que es mayor que yo.
Joe la miró pensativamente.
— ¿Cooper Lovato es tu hermano? —Al ver que Demi asentía, añadió—: Es uno de los mejores montadores de toros que he visto. Le vi alcanzar una puntuación de noventa y cuatro en un rodeo en Mesquite, y de noventa en Amarillo. ¿No llegó a las finales nacionales hace un par de años?
Demi volvió a asentir.
—Ganó el segundo puesto, y el cuarto en la puntuación global.
Ryan abrió los ojos como platos y se sentó entre ellos.
— ¡Guau! ¡Debe ser realmente valiente!
Al recordar a otro especialista en montar toros y las dos mil libras de carne que acabaron con su vida, un estremecimiento recorrió la espalda de Demi. Miró a lo lejos. La imagen, grabada a fuego en su memoria, la perseguiría hasta su muerte.

—Los toros pueden ser muy peligrosos —murmuró.
—Papá no me deja ir a los corrales de los toros—. Ryan miró a su padre con cara de pocos amigos—. No me deja acercarme a ningún animal si no me acompaña alguien mayor.
—Supongo que le dará miedo que te hagas daño —dijo Demi, agradecida por la distracción.
—No mi papá. Él no tiene miedo de nada —Ryan miró a su padre con una admiración sin límites.
Demi sonrió. Ella solía pensar lo mismo de su padre. Alzó una mano y revolvió cariñosamente el pelo del niño.
—Estoy segura de ello.
Ryan se puso en pie de un salto y se volvió hacia ellos, emocionado.
—Yo quiero montar toros cuando sea mayor.
Joe sonrió.
—La semana pasada querías ser un caballero Jedi. Y la anterior ibas a tocar la guitarra y a cambiar tu nombre por el de Garth.
—También puedo hacer eso. Pero quiero montar toros y competir en todos los rodeos.
Demi se puso en pie.
—Voy a limpiar la cocina mientras los hombres terminan de comer —dijo.
Joe negó con la cabeza.
—No. Nosotros…
— ¿Hay algún voluntario para la patrulla de limpieza? —preguntó Demi a los hombres reunidos en torno a la mesa. Las miradas volaron hacia el horizonte y hubo un movimiento generalizado de pies bajo la mesa, pero todos permanecieron en silencio—. De acuerdo, no insistiré —dijo, y se encaminó hacia la casa.
¿A qué estaba jugando?, se preguntó Joe. Si creía que mostrándose servicial iba a disculpar su engaño respecto al contrato, estaba muy equivocada.
Se palmeó mentalmente la espalda por una lección bien aprendida. Ahora que sabía cómo funcionaba aquella mujer, no iba a dejarse engañar por ella.
Demi salió al porche a contemplar la puesta de sol. En la distancia se oyó el solitario aullido de un coyote.
A pesar de que no hacía frío, se rodeó con los brazos para reprimir un escalofrío. Aquella hora del atardecer siempre le recordaba su soledad.
Se suponía que las cosas no deberían haber salido así, pensó con tristeza. La vida debería ser compartida.
—Bonita noche, ¿no?
Sorprendida, Demi se volvió y vio a Joe apoyado contra una de las columnas del porche.
—Creía que estaba sola.
—Lo siento. No pretendía asustarte.
Avergonzada por el hecho de que Joe hubiera sido testigo de su meditabundo humor, Demi dejó caer los brazos a los lados y se volvió de nuevo para contemplar el horizonte.
Pasaron varios minutos antes de que Joe volviera a hablar.
—El olor ha desaparecido de la cocina. Gracias.
Ella se encogió de hombros.
—Afortunadamente, la mofeta no soltó una dosis completa, y el jugo de tomate y el amoníaco se han hecho cargo de eliminar el olor.
— ¿Cómo sabías lo que había que hacer?
Demi fue hasta el asiento de balancín y se sentó.
—Cuando has viajado tanto como yo, aprendes cosas sin recordar cómo ni dónde.
—Quería preguntarte algo respecto a eso —dijo Joe con un matiz de suspicacia—. Lo normal es que el caballo acuda al entrenador, no al revés.
Demi puso el balancín en marcha con un empujón de los pies.
—He comprobado que los caballos se encuentran más relajados en un entorno familiar, y es mucho más fácil conseguir su confianza. Una vez conseguido eso, puedo enseñarles casi cualquier cosa.
Joe se apartó de la columna y fue a sentarse en la barandilla frente a ella.
— ¿Llevas mucho tiempo viajando?
—Toda mi vida. Mi padre solía seguir el circuito de rodeos. Mi hogar siempre ha sido un saco de dormir en la parte trasera de una furgoneta.
Joe frunció el ceño.
—Supongo que permanecerías en algún lugar el suficiente tiempo como para ir a la escuela.
—Mamá se ocupó de enseñarnos una temporada —Demi tragó con esfuerzo. No quería recordar ciertos acontecimientos de su infancia. Eran demasiado dolorosos—. Después, Cooper y yo seguimos estudiando por correspondencia —de pronto se hizo de noche y, alterada por los desagradables recuerdos, se puso en pie—. Será mejor que me vaya a dormir. Me gustaría empezar a trabajar con Satin a primera hora de la mañana.
— ¿Necesitas algo especial?
—No. He visto que ya lleva dogal, así que supongo que está adiestrado para ser guiado, ¿no?
Joe asintió.
Demi abrió la puerta para regresar al interior de la casa, pero se volvió repentinamente y al hacerlo chocó contra el ancho pecho de Joe. Él la sujetó por los hombros con sus encallecidas manos y el estómago de Demi dio un vuelco al ver su atractivo rostro tan cerca. Joe la miró un largo momento. Ella vio cómo se entreabrían sus labios y notó que su respiración se volvía más agitada. Cuando la atrajo hacia sí, los latidos de su corazón se aceleraron al percibir el deseo que iluminó la mirada de Flint y al aspirar el aroma limpio y masculino de su piel.

Alzó las manos para empujarlo y liberarse, pero la sensación de su musculoso pecho bajo las palmas hizo que las rodillas se le volvieran de goma. ¿Cómo podía provocarle aquella reacción un hombre al que apenas conocía? Y sobre todo, ¿por qué estaba permitiendo que sucediera?
En algún lugar del fondo de su mente, una vocecita le advirtió que estaba coqueteando con el desastre. Pero cuando los labios de Joe se acercaron a los de ella para marcarla con su beso, la advertencia quedó en el olvido.

Joe alzó las manos de sus hombros para acariciarle el pelo y Demi sintió que cada célula de su cuerpo revivía. Un repentino y ardiente deseo se acumuló entre sus piernas. Trató de presionar los muslos para contenerlo, pero la musculosa y cálida pierna que Joe había colocado entre las suyas se lo impidió. Un ronco gemido escapó de la garganta de este a la vez que apoyaba una mano en su trasero y la presionaba contra la áspera tela vaquera que cubría su muslo.
El repentino sonido de una puerta cerrándose hizo volver a Demi a la realidad.
—Por favor… —dijo, y empujó a Joe con ambas manos.
Él la soltó, metió las manos en sus bolsillos y fue a apoyarse de nuevo contra la columna, de espaldas a ella. Respiró profundamente.
— ¿Necesitas algo más, Demi?
Su repentina retirada y el desapasionado tono con que había hablado apagaron por completo el deseo de Demi.
—No.
Furiosa consigo misma por haberse dejado llevar, permitió que el enfado ocupara el lugar del deseo.
—Y tampoco necesitaba «eso».
—No he notado que protestaras.
—Tampoco lo he pedido.
Joe se volvió hacia ella y sonrió significativamente.
—Vamos, cariño. Ya somos bastante mayorcitos como para andarnos con tonterías. ¿Por qué si no te has arrojado entre mis brazos?
—Me he vuelto para pedirte que mantuvieras a los hombres alejados del corral mientras trabajo con Satin —replicó Demi, indignada—. Nada más —tras volver a abrir la puerta para entrar en la casa, añadió—: Quiero que quede bien claro que eres tú el que me ha sujetado a mí, no al revés. Y si no estuvieras tan pagado de ti mismo, lo admitirías, Jonas.

Joe recibió las palabras de Demi como una auténtica bofetada mientras observaba en silencio cómo se cerraba la puerta a sus espaldas. Era cierto que él la había sujetado, pero solo para evitar que cayera. Lo que no entendía era por qué había permitido que las cosas fueran más allá. Tal vez se había debido al modo en que lo había mirado con aquellos grandes ojos grises… unos ojos que no solo prometían el éxtasis, sino que también reflejaban una soledad tan grande como la suya.
Masculló una maldición. Fuera cual fuese el motivo, cuando había sentido la suavidad del cuerpo de Demi bajo sus manos, había actuado con la delicadeza de una apisonadora.
Salió del porche y se encaminó hacia el pasto oeste. Tenía que olvidar la sensación de Demi presionada contra su cuerpo, el sabor de sus labios…

Movió la cabeza. Seguía siendo un misterio por qué había permitido que se metiera bajo su piel. Pero, pasara lo que pasase en el futuro, no iba a permitir que sucediera de nuevo. Hacía tiempo que había aprendido que más allá del verde de su dinero no era más que un vaquero cubierto de polvo con muy poco que ofrecer a una mujer. Era una lección que había aprendido por el camino difícil, y mantenía el collar de diamantes que compró para su ex esposa en una urna de cristal en su despacho para asegurarse de no olvidarla.
Lo único que sucedía era que llevaba demasiado tiempo sin una mujer. Todo hombre necesitaba una liberación física de vez en cuando. Y ya hacía tiempo que había vencido su plazo.
Demi permaneció despierta largo rato después de dejar a Joe. Había tenido tiempo para reflexionar sobre el incidente, y la rabia que sentía se había vuelto hacia sí misma. Era posible que él hubiera iniciado lo sucedido, pero ella podía haberlo concluido en cualquier momento.

¿Por qué no lo había hecho? ¿Qué tenía aquel hombre que la afectaba tanto?
La habían besado muchas veces antes, pero nunca se había sentido como esa noche. En cuanto Joe la había tomado entre sus brazos, el sentido común la había abandonado.
Ni siquiera los besos de Dan le habían provocado un estado tan febril. Y ella lo había amado.
Una mezcla de culpabilidad y tristeza la envolvieron cuando pensó en el hombre con el que había prometido casarse. A esas alturas ya estarían a punto de celebrar su sexto aniversario. Pero la vida le había enseñado que los planes cambiaban, y que no había ninguna garantía para la felicidad. Dan murió en la arena del rodeo el mismo día que le pidió que se casara con él, y ella había tenido que aprender a seguir adelante con su vida.

Frotó con impaciencia una lágrima de su mejilla y se volvió de costado para tratar de relajarse. Ya había perdido demasiado tiempo sintiendo lástima de sí misma. Tenía un nuevo caballo con el que trabajar y debía descansar para poder hacerlo adecuadamente. Además, tratar de comprender sus reacciones ante Joe Jonas era como tratar de resolver una adivinanza sin ninguna pista.
Estaba a punto de dormirse cuando el sonido de unos disparos la despejó al instante. Giró en la cama rápidamente y aterrizó en el suelo de madera con un golpe seco. Su mano golpeó la mesilla de noche y algo afilado desgarró su palma, pero, tras un grito de sorpresa, ignoró el dolor y se arrastró lentamente hacia la puerta.

Tal vez debería reconsiderar su insistencia en que Joe cumpliera con el contrato, pensó, sintiendo los fuertes latidos de su corazón contra las costillas. Si iba a tener que dedicarse a esquivar disparos, prefería irse.
Cuando la puerta se abrió de repente, apenas tuvo tiempo de cubrirse la cabeza con las manos antes de que un gran cuerpo se abalanzara sobre ella.


Errores Del Ayer Cap 5



Demi terminó de guardar su ropa en el armario y se volvió a contemplar su habitación. Unas cortinas indias a juego con la colcha de la cama enmarcaban las altas y antiguas ventanas. Sobre la cabecera había un «atrapa sueños» adornado con tiras de cuero y plumas de halcón para asegurar un plácido sueño al ocupante de la cama.

Sonrió. No era en absoluto una habitación femenina, pero el contraste de los brillantes colores con las paredes blancas le daban un ambiente amistoso y agradable.
—Justo lo opuesto a su dueño —murmuró mientras se encaminaba hacia las escaleras.
Siguiendo un delicioso aroma, acabó en la espaciosa cocina de la casa.
—Algo huele maravillosamente.
Whiskers se volvió para dedicarle una sonrisa carente de dientes.
—Espero que te guste el guiso de hija de… —sus arrugadas mejillas se tiñeron de rubor por encima de su barba blanca—… de ternera, quiero decir.
Demi rio y le palmeó el brazo.

—Lo llames como lo llames, estoy segura de que estará delicioso.
Whiskers sacó una bandeja de galletas del horno.
— ¿Qué te parece tu cuarto? Hace tiempo que no tenemos una dama por aquí, y puede que no sea todo lo elegante que debería.
Demi  tragó saliva. ¿Cuánto tiempo hacía que a nadie le preocupaba si le gustaba su dormitorio, o si tenía uno?
—Es perfecto —dijo—. Gracias.
Un niño de unos cinco años abrió la puerta de la cocina y entró corriendo con una caja en las manos.
— ¡Mira lo que he encontrado, Whiskers! —al ver a Demi  se detuvo en seco—. ¿Quién eres tú?
—Cuida tus modales, Ryan Jonas —dijo Whiskers en tono severo—. Ni siquiera has saludado a la señorita.
—Lo siento —dijo el niño, y sonrió amistosamente—. Hola, ¿quién eres?
Demi  rio cuando Whiskers suspiró, exasperado.
—Soy Demi Lovato.
— ¿Quieres ver lo que he encontrado, Demi? —el niño levantó la tapa de la caja para que lo viera—. Es un gatito.
Demi  y Whiskers se quedaron petrificados en el sitio.
El niño los miró, desconcertado.
— ¿Qué sucede? Ya sé que huele un poco, pero puedes tocarlo.
— ¡Eso es una mofeta! —exclamó Whiskers.
Como a cámara lenta, Ryan dejó la caja en el suelo y los tres observaron al animalito mientras salía. Negro, con dos rayas blancas a lo largo de la espalda, recorrió la cocina husmeando su nuevo territorio.
—Que nadie se mueva —susurró Whiskers. Cuando el animal se acercó a la puerta, tomó el escobón y utilizó el mango para abrirla—. Saca a Ryan de aquí mientras yo me ocupo de esta alimaña.
— ¡Quiero mi gatito! —protestó el niño.

Temiendo que Ryan asustara a la mofeta, Demi apoyó una mano sobre su boca y salió de la cocina caminando de espaldas. Pero apenas había dado unos pasos cuando se topó con un objeto inmóvil plantado en medio del pasillo.
Flint se puso tenso al sentir la calidez de aquel trasero femenino contra sus muslos. Alzó las manos para sujetarla. Se dijo que solo trataba de evitar que cayera. Pero cuando ella se volvió a mirarlo por encima del hombro, su cuerpo rozó la parte más vulnerable de la anatomía de Joe, que se sintió como si acabara de rozar una valla electrificada.
Apretó los dientes y trató de ignorar la reacción de su cuerpo. Debía centrarse en el modo en que había visto salir a Demi de la cocina con el niño. Sintió una mezcla de enfado y suspicacia. ¿Acaso estaba tratando de secuestrar a su hijo?

— ¿Qué diablos haces? —preguntó, y su poderosa voz resonó por toda la casa.
Un olor agrio invadió de pronto el aire, seguido de una vehemente maldición de Whiskers.
—Mofeta —dijo Demi, y se tapó la nariz con una mano.
Flint entró en la cocina. Tosió varias veces, se tapó la nariz y miró a Whiskers con el ceño fruncido.
— ¿Cómo ha llegado aquí?
—Vas a tener que sentarte a enseñar a ese hijo tuyo a qué animales no debe acercarse —contestó Whiskers, enfadado—. Creía que el maldito bicho era un gato —fue cojeando a apagar el fuego, acentuando cada paso con una retahíla de maldiciones—. Ahora nos hemos quedado sin cena y tendremos que comer fuera durante un mes. Y todo por culpa tuya. Si no hubieras hablado tan alto, la habría echado de la cocina antes de que decidiera marcarla con su hedor.
—Quiero mi gatito, papá —gimió Ryan desde el pasillo.
— ¿Cuándo fue la última vez que tomaste un baño, Whiskers? —preguntó Brad, que acababa de asomarse por la puerta trasera. Los demás vaqueros se amontonaron tras él.
Tom Davison agitó su sombrero.
— ¡Guau! Huele a una mezcla de cabra vieja y los pies de Jed.
—Whiskers, ¿has muerto y alguien ha olvidado decírtelo? —bromeó Jim Kent.
—Fuera —dijo Joe, corriendo hacia la puerta. Permaneció unos momentos en el patio aspirando profundas bocanadas de aire. Cuando Whiskers se acercó a él, se puso en contra del viento—. ¿Te importa apartarte un poco?
—No ha sido culpa mía que el niño atrapara una mofeta —protestó Whiskers mientras Ryan y Demi se reunían con el grupo—. No entiendo cómo no lo ha mordido al atraparla. Esos bichos pueden tener hidrofobia.
Preocupado, Joe se arrodillo frente a su hijo y buscó indicios de alguna herida.
— ¿Te ha mordido o arañado, Ryan? —preguntó.
El niño negó con la cabeza.
—No. ¿Qué es hidro… hidrografía?
—Hidrofobia. Es otro nombre de la rabia —explicó Joe con delicadeza—. Es una enfermedad peligrosa que tienen algunos animales. Por eso no quiero que vuelvas a tratar de atrapar ninguno sin avisarme antes, ¿de acuerdo?
Ryan asintió. El viento cambió en ese momento de dirección y el niño arrugó la nariz.
—Apestas, Whiskers.
Claramente exasperado, el viejo cocinero abrió y cerró la boca varias veces en busca de epítetos adecuados para los oídos de una dama y de un niño.
—Tú tampoco hueles precisamente como una rosa, muchacho.
— ¿Y qué vamos a hacer con la cena? —preguntó Jed, que estaba hambriento.
— ¿Cómo puedes pensar en comer en medio de este olor? —preguntó Jim, asqueado—. Yo voy a ayunar una semana.
—No puedo evitarlo —protestó Jed—. Tengo tanta hambre que sería capaz de comerme la maldita mofeta.
Whiskers se cruzó de brazos.
—Pues yo no pienso volver a la cocina hasta que esté aireada.
Jed señaló a Demi.
— ¿Qué hace?

Joe se volvió a tiempo de ver a Demi inspirando profundamente antes de entrar en la cocina. Unos minutos después, con lágrimas corriendo por su rostro, salió cargada de comida y la dejó en la mesa de picnic que había en un lateral de la casa. Tras toser varias veces, regresó decididamente al interior.
Cuando salió con varias latas de cerveza, algunos refrescos y un bote de zumo de tomate, Whiskers dio con el codo a Joe en el costado.
— ¿No supera eso todo lo que has visto? Demi se frotó los ojos con la manga de la camisa y se dejó caer bajo la sombra de un roble. Joe y sus hombres la miraron, maravillados.

Errores Del Ayer Cap 4




— ¿Te has vuelto loco? Ese no es lugar para una dama.
Joe frunció el ceño mientras Whiskers se encaminaba hacia las escaleras.
—No tengo intención de alojarla con los hombres. Por eso te he dicho que prepararas una de las habitaciones.

—Pues no te quedes ahí parado con esa cara de mal genio. Sal a ayudar a la chica a traer sus cosas —dijo el viejo cocinero mientras subía los primeros escalones—. Tienes peores modales que una mula.
Contrariado por toda la situación, Joe salió a buscar a Demi y la encontró frente a los barracones, sacando una baqueteada maleta del asiento de una vieja furgoneta. Le habría gustado poder ignorar su típica amabilidad texana, pero le resultó imposible y se acercó a tomar la maleta.
—Va a alojarse en la casa principal.

—Eso no será necesario, señor McCray. Estaré perfectamente cómoda en…
—No es su comodidad lo que me preocupa —interrumpió Joe a la vez que cerraba de un portazo la furgoneta—. Tengo que dirigir el rancho, y no pienso quedarme quieto mirando cómo convierte a mis hombres en unos inútiles Casanovas. Ha venido aquí para adiestrar a Black Satin, no para ocupar sus tardes de los sábados con encuentros románticos. Y hará bien en recordarlo.

—Un momento, vaquero —Demi golpeó con la punta del dedo índice el pecho de Joe—. No tengo ninguna intención de relacionarme con sus hombres, pero si decidiera hacerlo no sería asunto suyo. Lo que haga en mi tiempo libre es solo cosa mía —tomó la maleta de su mano y la retiró con energía—. Y no vuelva a cerrar así la puerta de Daisy, o hará que se caiga la herrumbre que la mantiene de una pieza —a continuación se encaminó hacia la casa, pero se volvió enseguida para lanzarle una mirada iracunda—. No sé cuál es su problema, pero su actitud hacia mí apesta. Mientras haga mi trabajo, no tiene de qué quejarse. Y hará bien en recordarlo.

Joe la miró mientras se alejaba hacia la casa. No debería importarle lo que hiciera mientras adiestrara bien al caballo. Pero la visión de su bonito trasero y de sus largas piernas hacía que se le secara la boca. Aquellas piernas subían hasta…

Asqueado consigo mismo, movió la cabeza. ¿Cómo iba a esperar que sus hombres se mostraran inmunes a ella si él no podía? Más que ningún otro, él debería ser inmune a Demi Lovato y sus encantos después de cómo lo había engañado para que la contratara.
No debía acercarse a ella más de lo que se acercaría a una serpiente cascabel. Demi se iría en cuanto acabara su trabajo con Black Satin.
Y eso era precisamente lo que él quería

Errores Del Ayer Cap 3



—No me apetece bailar esta tarde, señor Jonas, así que déjese de dar vueltas y hable claro. El motivo por el que no quiere que me ocupe de su caballo no tiene nada que ver con mi supuesta falta de experiencia o fuerza, sino con el hecho de que soy una mujer.
Joe sintió que empezaba a perder el control de la situación.
—Usted ha tergiversado las cosas —dijo, agitando el contrato ante ella—. No pienso tratar con alguien dispuesto a utilizar engaños para conseguir un trabajo.
—Si echa un vistazo al contrato, verá que no ha habido ningún tipo de engaño. Mis honorarios y lo que puede esperar de mí están claramente expresados.
— ¿Incluye parte de su trabajo dejarse matar? La «proeza» que ha realizado en el corral ha sido una de las más descabelladas que he visto en mi vida.
—Admito que mis métodos no son muy ortodoxos, pero le aseguro que funcionan —dijo Demi, y se encogió de hombros—. Satin y yo nos estábamos entendiendo a la perfección hasta que usted y sus hombres han llegado.
Veía que Jonas estaba cada vez más enfadado, pero no le iba a quedar más remedio que acostumbrarse al hecho de que el mejor hombre para aquel trabajo era una mujer. Además, ella no podía permitirse empezar a cancelar contratos si pretendía alcanzar su meta. Y estaba cerca de alcanzarla. Muy cerca.
—No quiero que se ocupe de mi caballo —dijo Joe, tenso—. A Satin le espera un gran futuro, pero, después de conocerla, creo que su influencia no sería buena para mi caballo.

Demi sintió que la rabia se iba acumulando en su interior. Si sabía hacer algo era transformar un animal brioso y díscolo como Satin en un magnífico caballo para la competición. A fin de cuentas, hacía más de seis años que era entrenadora profesional de caballos y llevaba toda su vida junto a ellos.
—El año pasado, un caballo entrenado por mí ganó la segunda plaza en la National Reining Horse, otros dos ganaron el primer premio en competiciones similares y tres de los principales competidores de este año también han sido entrenados por mí.

—Está muy bien recomendada por Cal, señorita Lovato, pero…
—Pero nada —Demi se levantó, apoyó las manos en el escritorio y se inclinó hacia delante—. Si tiene una razón válida para querer cancelar el contrato, yo seré la primera en romperlo. Pero no la tiene. El hecho de que sea una mujer es intranscendente. Cuando entro en un corral carezco de género. No soy ni hombre ni mujer. Adiestro caballos y punto. Eso es todo lo que debería importarle.
Joe se levantó y adoptó una postura similar a la de ella, de manera que sus narices estuvieron a punto de tocarse.
—Voy a cancelar el contrato, señorita Lovato.

—Me llamo Demi, y no puede cancelarlo. Es un contrato blindado, a menos que ambas partes estén de acuerdo en anularlo. Y le aseguro que las gallinas empezarán a dar leche antes de que yo me eche atrás —se encaminó hacia la puerta y se volvió para sonreír a su rabioso patrón—. Hable con su abogado y él le aclarará las cosas. O me paga por adiestrar a su caballo, o me paga por no hacer nada. Punto. Usted elige. Pero deje que le recuerde que la lista de espera de mis clientes incluye a sus principales competidores. Sólo acepté adiestrar a su caballo y ponerle a usted por delante por hacerle un favor a Cal. De lo contrario, habría tenido que esperar por lo menos un año.

A continuación salió del despacho y cerró la puerta suavemente a sus espaldas, pero apenas logró caminar unos pasos antes de tener que detenerse para apoyar la espalda contra la pared. Todo el cuerpo le temblaba, y las rodillas se le habían vuelto de gelatina.

Hacía tiempo que había aprendido a enfrentarse a cierta animosidad por parte de los criadores de caballos de mentes más estrechas. Pero Jonas se había excedido criticando su habilidad profesional y su experiencia. Si le hubiera dicho desde el principio que prefería no tratar con ella, o que se sentía incómodo con la situación, se habría planteado la posibilidad de liberarlo del contrato. Pero ya no estaba dispuesta a hacerlo. Quería demostrarle lo que valía.

Sonrió para sí. Aquello era una primicia para ella. Además de adiestrar un caballo para la competición, se le había presentado una oportunidad de oro para dar una o dos lecciones a un asno.
Su sonrisa dio paso a una risita cuando una maldición, seguida del sonido de un teléfono al ser colgado con violencia, llegó desde el despacho de Joe. Al parecer, su abogado acababa de darle las buenas noticias. J.J. Adams adiestraría a su caballo y, a menos que quisiera pagarle por no trabajar, no iba a poder hacer nada al respecto.
Sonriendo, Demi se apartó de la pared. Había llegado el momento de recoger sus cosas de Daisy y buscar un lugar en el que alojarse en los barracones.
Joe se pasó la mano por la frente, tensa.

—Hilliard dice que recuerda que el contrato es uno de los más claros que ha visto en su vida. No hay nada que hacer. O D.D. Lovato  hace su trabajo, o le pago por no hacerlo y me busco otro entrenador.
—Debería haber buscado algún otro —dijo Brad con expresión sombría—. Cal no me dijo que D.D. Lovato era una mujer.
—No os culpo ni a ti ni a Cal —Joe lanzó una mirada iracunda hacia la puerta—. Es evidente que la señorita Lovato ya ha practicado este pequeño engaño antes con sus iniciales y le ha salido bien. Tuvo oportunidad de sobra de identificarse cuando hablasteis sobre el contrato. Además, yo debería haber hecho que investigaran su nombre antes de firmarlo —volvió la mirada hacia la urna de cristal—. Y puede que no sea mala idea hacerlo ahora.
Brad se levantó para irse.

—Haz lo que mejor te parezca. Ya que una de las condiciones del contrato es que el adiestrador tenga una habitación en los barracones, será mejor que me ocupe de eso antes de la cena.
—No. La señorita Lovato va a ser la única mujer de menos de sesenta años viviendo en un radio de treinta y cinco millas, y no quiero problemas entre los hombres —Joe siguió a Brad al vestíbulo—. Puede ocupar una de las habitaciones de arriba.
—le lo diré.
Joe negó con la cabeza.
—De ahora en adelante, yo me ocupare de Demi Lovato. Ya veremos cuánto le gusta tratar con alguien inmune a la distracción de su bonito rostro.
Brad se encogió de hombros antes de salir.
—Tú eres el jefe.
Joe fue a la cocina.
—Whiskers, necesito que prepares una de las habitaciones de invitados.
El viejo cocinero removió el contenido de una gran perola que tenía en el fuego y luego miró una bola de masa que se hallaba sobre la encimera.
— ¿No tengo bastante que hacer como para que vengas a pedirme que haga otra cosa?
—Pareces un poco agitado. ¿Te ha dado mucho la lata Ryan? —preguntó Joe a la vez que deslizaba un dedo por encima de una tarta de chocolate.
Whiskers tomó una cuchara de madera y golpeó con ella el dorso de la mano de Joe.
—Mantente alejado de esa tarta. Es para la cena —agitó la cuchara ante él—. Controlar a ese hijo tuyo es como tratar de retener al viento en una jaula. Es imposible.
Joe sonrió.

—Sospecho que vas a tener que echarte una siesta antes de la cena.
—Muchacho, sabes muy bien que apenas hago algo más que cerrar unos momentos los ojos durante el día.
Flint reprimió una risa. Los ronquidos de Whiskers mientras «cerraba unos momentos los ojos», podrían causar una estampida.
— ¿Dónde está Ryan? —preguntó, mirando a su alrededor.
—Supongo que fuera, buscando algún modo de crear problemas —Whiskers volvió a remover el contenido de la perola—. Hace unos momentos he oído un revuelo procedente de tu despacho. ¿Qué es lo que te ha irritado tanto?
Flint se puso repentinamente serio.
—La mujer que va a adiestrar a Satin.
Whiskers se quedó boquiabierto.
— ¿Mujer? ¿Has dicho mujer? ¿La que he visto cruzar el patio en dirección a los barracones?
—Sí.

Unas Locas Vacaciones Cap 7



-¿Qué?
-Que me excita -respondió él con toda franqueza. -¿Sólo con mirarte? -preguntó ella, mirándole con cara de profundo asombro.
-Tal vez sea por mi edad -repuso Nick, encogiéndose de hombros-. Tienes unos ojos muy expresivos, ¿sabes? Ellos me dicen todo lo que estás pensando.

-¿De veras? -dijo Miley, sonriendo-. ¿Y en qué estoy pensando ahora?
Él frunció los labios y luego sonrió.
-En que te gustaría cenar conmigo. ¿Qué te parece? -Sí. Me gustaría. Si no intentas seducirme.
Nick dejó escapar un suspiro.

-Me encantaría -confesó-. Pero tendré que tomarme las cosas con calma. Una virgen es toda una rareza para mí. La mayoría de mis conquistas de una noche han sido justo lo contrario de vírgenes.
Ella trató de no sonrojarse, pero sus mejillas la traicionaron.
-No quería ofenderte -dijo Nick rápidamente-. Además, contigo sería hacer el amor, no sólo sexo.

Miley sintió que se derretía por dentro al. Ver algo parecido a la ternura en su mirada.
-Lo siento.
-¿Por qué?
-Porque creo que... me habrías gustado como... amante. -Tú también a mí, pero no nos hemos encontrado en el momento indicado. Tendríamos que habernos conocido hace diez años. .

-No te habría gustado a los dieciséis años -replicó ella-.
La verdad es que me sobraban unos cuantos kilos.
-y yo estaba en una época muy difícil de mi vida. Qué  _ci_. .
Le cogió la mano y le dio un beso. En la palma, observando su gesto de placer.

-¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?
-Cuatro días -respondió ella tristemente.
--Comparte  algunos recuerdos conmigo -murmuró Nick.
-Eso sólo empeoraría las cosas.
-Dejémoslo así -dijo él-.. No te seduciré.
-Mañana seguramente acabaré pidiéndote que lo hagas
-replicó Miley desalentadamente-. Junto a ti me siento terriblemente vulnerable.

-Yo también soy vulnerable --dijo él, recorriéndola con los ojos.
Miley  tuvo que hacer un esfuerzo para no apartar los ojos de su cara. Nick sonrió con malicia, sabiendo exactamente qué era lo que ella estaba pensando.
-No te preocupes -la tranquilizó-. Cuidaré de ti. -Eres tan guapo -murmuró ella.
-y tú eres despampanante. ¡Dinamita. Pura!
-Gracias.,
-Tan 'ingenua -continuó Nick-. I.D. se moriría de risa si me viera ahora.
-¿I.D.? -preguntó ella.

Un viejo amigo -contestó él, sonriendo--. Ahora cierra los ojos y vamos a tomar un poco de sol. Luego te llevaré a dar una vuelta por la ciudad.
Cerró los ojos, pero enseguida volvió a abrirlos y añadió: -Pero no iremos a los muelles.

De vez en cuando ocurrían milagros, pensó Miley ilusionadamente. Aquellos cuatro días iban a ser los más maravillosos de toda su vida.  

Unas Locas Vacaciones Cap 6



-¿De qué te ríes?
-¿De veras quieres saberlo?
Ella se puso también boca abajo y se apoyó en los codos. Se sentía atraída hacia aquel hombre, y no podía entender por qué le parecía tan natural estar tumbada junto a él, observándole.
 Nick tenía la vista fija en su generoso busto, y cuando ella hizo ademán de moverse, la detuvo.

_No vas a quedarte embarazada porque te mire -murmuro. ,
-Eres un hombre horrible -replicó Miley altivamente.
-Sí, pero soy mucho menos peligroso que cualquiera de los hombres que viven aquí. Digamos que soy un mal menor. , No voy a seducirte.
-Como si algún hombre tuviera esa intención -dijo ella, echándose a reír.
-Si lo estuviéramos en un lugar; público, te daría un curso intensivo de seducción. Acaba de pasarme algo que me ha traspasado hasta la médula, y tú tienes la culpa.

Miley se le quedó mirando con los ojos muy abiertos, tratando de convencerse de que no había oído aquella última frase.
-Ya veo que me has, entendido -dijo él, sonriendo perezosamente-. ¿Qué pasa, tan protegida has vivido siempre?
-Sí contestó Miley-. Tú no, ¿verdad?
-Efectivamente. Podría hacer que te saliesen canas si te contase la historia de mi vida. Sobre todo -añadió sin parpadear-, la parte que se refiere a las mujeres.

-No eres nada... romántico.
-No. De vez en cuando tengo necesidad de una mujer para calmar mi instinto sexual. Pero es lo único que es: sexo, sin ilusiones.
-Tiene que haber una razón -dijo Miley suavemente. Él asintió.
-Yo tenía veinticuatro años y ella veintiocho. Era una mujer muy experimentada y bella como un"'a diosa. Me sedujo en la cubierta de un yate, y, a partir de entonces, habría sido capaz de morir por ella. Pero era cara, y yo estaba enloqueciendo... Al final vendí todo lo que tenía para Comprar su fidelidad.
Hizo una pausa y continuó:

-Yo había ayudado a mis, padres a comprar una casa con el dinero que ganaba... -titubeó un instante sin llegar a explicar cómo ganaba aquel dinero--.Y llegué hasta hipotecarla. El banco ejecutó, la hipoteca. Mi padre, que había puesto los ahorros de toda su vida para contribuir al pago de la casa, murió de, un ataque al corazón poco después. Mi madre me echó la culpa de ello, ya que le había arrebatado algo por lo que él había trabajado durante toda su vida. Mi madre murió seis meses más tarde.
Cogió un puñado de arena y la dejó que se escurriera lentamente entre los dedos.
-¿Y aquella mujer?
-Encontró otro idiota -:¡-repuso él, sombríamente-. Uno con más dinero.     . .
-Lo siento. Comprendo que estés desengañilado, pero...
-Pero no todas las mujeres son insensibles y mentirosas –la interrumpió él-, ¿no es eso?
-El único novio que he tenido me engañó con otra chica -replicó Miley.
_Qué tórrida historia debió ser -dijo él con sorna.
_ Y o le quería, pero a él le interesaba más la satisfacción física que un amor para toda la vida.      .
_Eso le pasa a muchos hombres.
_Supongo que sí -dijo ella, dándose la vuelta y tumbándose  boca arriba-. De todos modos, he decidido que me gusta estar sola. 'Es mucho más seguro.
-Me desconciertas -admitió Nick.
-¿Por qué? ¿Porque no tengo experiencia?
Él asintió.
-En mi mundo no hay sitio para la experiencia. Para mí eres un ser curioso.
-Sí. Lo mismo que tú para mí.

Nick le apartó el pelo de la cara con sus manos fuertes y callosas, que parecían habituadas al trabajo duro. A Miley le gustó sentir aquella aspereza en la piel. Él le miró el escote del traje de baño y observó su reacción. La tela era muy fina y las puntas de los pezones se hicieron tan evidentes como su respiración agitada.
Miley hizo ademán de cubrirse con los brazos, pero él la disuadió con la mirada.
-Es algo tan natural como respirar -le dijo con un tono de voz que apenas se destacaba por encima del rumor de las olas-. Es muy halagador. No te dé vergüenza.
-Me crió una tía solterona -le explicó ella-. Me enseñó        que...,
Nick le puso un dedo sobre los labios.
-Ya me imagino lo que te enseñó -replicó, mirándole la boca-. Me gusta tu boca, Miley. Me gustaría besarte.

La idea era emocionante.. Ella se fijó en sus labios. El de arriba era fino y el inferior grueso y sensual.
-¿Te han besado mucho? -le preguntó Nick.
-Una o dos veces -repuso ella, intentando bromear. -¿En la boca?
Miley tuvo la 'impresión de que el corazón iba a salírsele del pecho. Y todavía fue peor cuando sintió el  roce de sus dedos deslizarse por su cuello, su clavícula, y llegar hasta sus pechos.
-Es impresionante, ¿eh? -murmuró él-. No hay nadie cerca, nadie puede vemos -añadió en tono tranquilizador.

Sonrió maliciosamente mientras deslizaba los dedos por debajo de la tela del bañador. El cuerpo de Miley reaccionó violentamente ante aquella provocación. Y Nick tenía demasiada experiencia como para no saber exactamente qué era lo que ella sentía.

-Una piel como la seda -musitó él Miley quería más. Quería que le acariciase los pezones; quería ver cómo lo hacía, ver cómo la poseía con aquellas manos encallecidas y expertas.
-Si sigues mirándome así, me voy a olvidar por completo de si hay espectadores o no.

Miley se sintió temeraria y vulnerable. Cuatro días en los que atesoraría recuerdos para toda una vida, pensó amargamente. Todas sus amigas estaban casadas, todas tenían un poco de felicidad. Todas menos Miley. Ella no la había tenido nunca. Y ahora aquel hombre que podía haber conseguido a cualquier mujer de la playa estaba jugando con ella, divirtiéndose al verla tan indefensa... y ella le dejaba.
Sus ojos se ensombrecieron y, al notario, Nick murmuró: -No. No estoy jugando.
Ella se mordió el labio inferior para contener las lágrimas.
-Sí, sí que juegas. Tú...      ,

Los labios de Nick se apoderaron de los suyos, impidiéndole continuar.
-Calla -murmuró, besándole los párpados-. Nadie puede vernos.'  .
Sus manos 'se deslizaban por debajo de la tela del bañador más y más adentro.
-Nichola -dijo ella, aferrándose a sus hombros.
Nick dudó un instante. La miró a los ojos y preguntó: -¿Es la primera vez?
-¿No resulta evidente? -contestó ella.
Nick le cogió la cara entre las manos y la 'besó con una ternura que no sentía desde que era un niño.
-Gracias, gracias.
No pudo soportado. La gratitud de Miley le hacía daño.
 -Hablas como si tuviera que hacer un esfuerzo para acariciar te -le dijo-. Si supieras más de los hombres, te darías cuenta de que tú me excitas mucho más a mí que yo a ti.
-¿Yo? -repitió ella con los ojos brillantes.
-Sí, tú.

Miley esbozó una sonrisa, y él se quedó maravillado al verla repentina belleza que cobraba su cara.
Se apoyó en un brazo y con el otro le acarició el pelo con  aire ausente.
-Me gustan tus piernas -dijo por fin.
-¿De verdad? Y ó creo que soy muy desgarbada.
.-Eres muy sincera, ¿verdad? -replicó Nick por segunda vez en aquel día-. Quizá yo también debiera serlo y decirte que en principio no me importa que me mires, pero que...

Unas Locas Vacaciones Cap 5




Miley apartó la cabeza. Prefería no verle. Era un hombre muy sensual, demasiado para una mujer que casi no sabía nada del sexo opuesto. Tenía que darse cuenta de su ingenuidad, y seguramente era algo que le divertía; pensó amargamente.

Al ver su expresión, Nick hizo un gesto de disgusto. ¿Por qué tenía que mirarle siempre con aquella cara de niña desvalida? Le molestaba. Se había cortado el pelo, ¿no? Estaba favorecida, pero ¿por qué demonios estaba envuelta en aquel chal? Todavía no había conseguido verla sin algo 'que no la cubriese desde el cuello hasta los pies. Frunció el ceño. Seguro que tenía el pecho plano y no quería que nadie se fijase. ¿Por qué no se daba  cuenta de que con sus intentos de disimularlo, sólo conseguía atraer más la atención sobre ello?

Se la quedó mirando con los ojos entrecerrados. Bonitas piernas y bonitas caderas también. Cintura de avispa. Y el chal. Había dicho que le hacía falta adelgazar, pero Nick no conseguía saber de dónde. A él le parecía perfecta.
Era sólo una mujer, pensó. Únicamente una aventura más. ¿Es que no iba a aprender nunca? ¿Acaso no había pagado ya por un gran amor? Un gran amor, pensó amargamente. Un capricho que le había costado todo lo que le importaba en la vida. Su casa, su porvenir, los ahorros que sus padres habían sacrificado para darle...

Apartó los ojos y contempló el mar. 'Después se volvió de nuevo a mirarla, esbozando una sonrisa. Aquella era una clase de mujer que no le resultaba familiar. Se dio cuenta de que le inspiraba curiosidad.

Avanzó hacia ella y Miley le vio por el rabillo del ojo. Sintió que el pulso le estallaba. No, rogó mentalmente, cerrando los ojos. «Vete, por favor. No me des esperanzas. No te acerques a mí. Me haces sentirme vulnerable, yeso es justamente lo que no quiero ser».
 -No te va a dar mucho el sol con eso puesto --':'le dijo Nick, tumbándose a su lado.
-No quiero quemarme -repuso ella con voz ahogada.
-¿Sigues enfadada par lo que te dije anoche? -preguntó él con una sonrisa.
-Un poco.  , Nick le quitó las gafas de sol para poder apreciar la expresión de sus ojos. Era un hombre muy seguro de sí yeso se veía. Precisamente por esa razón Miley le tenía miedo.

-No pretendía burlarme de ti -dijo bruscamente-. No estoy acostumbrado a las mujeres. He vivido mucho' tiempo sin ellas.
-y no te caen bien -replicó Miley.
-De vez en cuando. En la cama -le espetó él. Soltó una risita al verla sonrojarse.
-¿No me digas que te da vergüenza lo que te digo? -continuó en tono' irónico--. Estoy seguro de que el tipo de libros que has traído cuentan los detalles con toda crudeza.
-No es lo que estás pensando -protestó ella.
Tenía una vulnerabilidad a la' que Nick no estaba acostumbrado. Pero debajo había acero. Le daba la impresión de que bajo aquella timidez escondía un carácter tan decidido como el suyo.
-¿Te doy miedo?
-Sí... No he tenido mucho trato con hombres. No soy una mujer muy experimentada.
-¿Efes siempre tan sincera?
-no me gusta que me mientan, así que trato de no decirle mentiras a nadie. '

-¿Es tu regla de oro? -preguntó Nick, acariciándole suavemente el' pelo.
Se dio cuenta de que brillaba como Una piel de visón.
-Me gusta tu corte de pelo -añadió.

-Me daba mucho calor llevarlo largo -balbuceó ella.
No estaba acostumbrada a que la acariciasen, y aquel hombre tenía algo magnético. Le resultaba tremendamente inquietante tenerle tan cerca. La hacía experimentar sensaciones que no sentía desde la adolescencia, una ansiedad mezclada con miedo y con deseo.
-¿Por qué te has puesto eso? -preguntó él, señalando el chal.
Miley tragó saliva.

,.-Yo... no... Pero... -tartamudeó.
-Anda, quítatelo -dijo Nick-. Quiero ver cómo eres.
Había un pasaje parecido en la última novela de su autora preferida. Se había quedado sin aliento al leerlo. Pero esto era real, y el brillo de aquellos ojos negros la hizo estremecerse. Olvidó, por qué se había puesto el chal y dejó que Nick se lo quitara.

-Dios mío -exclamó, él al descubrir qué era" lo que ocultaba. Miley volvió a sonrojarse, sintiéndose como una adolescente azorada.
-¿Pero por qué? -preguntó Nick.
Ella se movió nerviosamente.
-Es que... los hombres se me quedan mirando...
-¡No me extraña! ¡Eres maravillosa!
Nadie la había dicho nunca una cosa así. Le miró fijamente a los ojos, pero no vio ninguna burla en ellos.
-¿Por eso llevas siempre esas blusas tan holgadas?
Ella asintió con un suspiro.

-Los hombres parecen creer que las mujeres que están... bien dotadas tienen todas unas costumbres muy relajadas. Me da vergüenza que se me queden mirando. .
-y yo que 'pensaba que tenías el pecho plano -dijo Nick, sonriendo.
-Pues ya ves que no.
-No hace falta que te cubras otra vez -le dijo él, tumbándose:--. Yo me encargo de alejar a tus admiradores.
Miley se sintió halagada. Y asustada. ¿Esperaría algún privilegio por aquella protección?
-Sin condiciones -murmuró él con los ojos cerrados-.
Quiero descansar, no tener un apasionado idilio.
-Lo mismo que yo -replicó Miley con aire apesadumbrado--. No sabría cómo tenerlo.
-¿Eres virgen?
-Sí.
-Cosa rara en estos días
-Es que creo en el príncipe azul. .

-No lo dudo, teniendo en cuenta lo que lees –repuso Nick, estirándose.
Miley se quedó extasiada al ver cómo se le marcaban todos los músculos.
Nick abrió los ojos y se sintió extrañamente conmovido al ver su expresión de arrobamiento.' Apostaría el sueldo de todo un año a que nadie la había acariciado ni siquiera del modo más inocente, pensó. Se preguntó cómo sería cuando la dominase la pasión, si los ojos le brillarían, si se relajaría y confiaría en él. Frunció el ceño ligeramente. Sólo una vez le había dedicado tiempo a una mujer, pero aquellos días ya los había olvidado. Sin embargo, sintió de pronto un ansia de acariciar a aquella criatura que estaba a su lado y enseñarle cómo se hacía el amor. Cómo se acariciaba.

Aquel pensamiento hizo que su cuerpo sufriera una súbita reacción.
Se dio la vuelta y. se apoyó sobre el estómago; asombrado por aquella inesperada ansiedad. ¿Sería una bruja? ¿Sabría lo que le estaba ocurriendo? No, decidió. De haberlo sabido, sus mejillas virginales lo habrían hecho bien patente. Seguro que no tenía ni idea de lo que les sucedía a los hombres. Sonrió para sí al pensarlo.