martes, 31 de julio de 2012

Cuatro Noches De Pasión Cap 30



No puedes obligarme a estar aquí.
-O te quedas aquí o vuelves a ingresar en el hospital. Tú verás.
-Eres un tirano.
-Me han llamado cosas peores.
-Necesito ir a darle de comer a mi gato -dijo al tiempo que alzaba una mano y de inmediato hizo una mueca de dolor-. ¡Maldición!
-Yo iré a dar de comer a tu gato.
-Es una gata -replicó.
-Vaya.
Él recogió las llaves, fue hacia la puerta y Miley lo siguió.
Cuando llegaron al edificio ella le dirigió una dura mirada.
-No hace falta que subas.
Sin replicar, Nick la siguió hasta los
ascensores.

Un maullido los recibió cuando Miley abrió la puerta. Luego el animal golpeteó la cabeza contra sus piernas en señal de bienvenida.
«Muérdelo», pensó Miley cuando Nick se inclinó a acariciar a la gata. Pero el animal la ignoró y maulló a modo de respuesta afectuosa.
Miley tardó apenas unos minutos en ponerle comida y agua fresca. Luego miró a Nick.

-De veras que me encuentro bien. Estoy segura de que tienes algún compromiso social esta noche y no quisiera que cancelaras tu... tu cita por mi culpa.
-¿Has terminado?
-No quiero estar contigo.
-¿Tienes miedo, Miley?
Deseó gritar que sí, pero no de él, sino de sí misma. «Porque todas las decisiones de alejarme de ti se desintegran cuando estás cerca. Y no puedo, no me dejaré destrozar por ti», pensó.
«Demasiado tarde. Ya eres un naufragio emocional», dijo en su mente una voz silenciosa.
-Yo...
-¿De ti... o de mí? -inquirió Nick.
-De ambos.
Él esbozó una sonrisa.

-Ah, sinceridad. Si no necesitas hacer nada más aquí, nos vamos.
Ella separó los labios para protestar, pero Nick apoyó un dedo en su boca.
-Sin discusiones, ¿quieres?

Minutos después de haber regresado a casa de Nick, este se excusó diciendo que tenía que trabajar y entró en el estudio.
Miley hizo unas cuantas llamadas y luego se entretuvo leyendo unas revistas. A la hora de la comida, tomaron pollo y una ensalada ligera. Más tarde, vio una película en el vídeo.

Mientras Nick continuaba en el estudio, ella salió al bonito jardín con sus arriates de coloridos capullos en flor y árboles, como un Jacaranda florecido cuyos pétalos caídos formaban un tapiz sobre el césped.
Miley se acercó a la piscina y se sentó en una cómoda tumbona bajo una sombrilla. El agua rielaba bajo la luz del sol.

Todo el entorno estaba rodeado de matices del azul. La piscina, el puerto, el cielo.
Reinaba la paz en la magnífica vista circundante. La ciudad, con sus altos edificios de concreto y cristal, las nítidas líneas de la Casa de la Ópera, el puente en el puerto.
Una magnífica casa situada en un hermoso lugar
¿Y el dueño de la mansión?
Miley cerró los ojos al recordar su poderosa imagen. Cuatro semanas antes era un hombre al que evitaba con cortesía.

Y en ese momento no quería pensar en el presente. Demonios, ¿qué podía hacer?
Amar a alguien no siempre tenía un final feliz. Y ella no era el tipo de mujer al que le gustara cambiar de pareja constantemente.

Al día siguiente regresaría a su apartamento y a su vida cotidiana. Cada vez que volviera a encontrarse con Nick en alguna reunión social lo saludaría amablemente y se alejaría. Como lo había hecho el año anterior. Pero, ¿cómo podría tratar sólo con cortesía al hombre con el que había compartido tanta intimidad?
El hombre del que se había enamorado.
Tal vez debería tomarse unas vacaciones y hacer un viaje a alguna parte. Lugares nuevos, caras nuevas.

Miley debió de haberse dormido, porque de pronto despertó al sentir su nombre y un toque en el hombro.

-Te quedaste dormida -dijo Nick, sin añadir que había estado observándola durante una hora sin desear despertarla hasta que refrescó demasiado.
Estaba cerca, demasiado cerca. Podía sentir la fragancia de su perfume varonil. Por un instante deseó atraer su cabeza hacia su boca y besarlo.

Sólo que eso conduciría a algo que dudaba poder manejar y luego poder alejarse.
Los ojos de Nick se ensombrecieron como si pudiera leerle el pensamiento. Luego delineó la boca de la joven con un dedo.
-Hay carne con ensalada. Si quieres te vas a cambiar y luego cenamos, ¿qué te parece?
Diez minutos después, se sentaba frente a él y saboreaba el exquisito filete.
-Sabes cocinar -dijo a modo de cumplido.
-¿Esa es una ventaja?
-Definitivamente sí para un hombre –afirmó ella.
-¿Por qué en esta era en que las mujeres se desenvuelve profesionalmente igual que los hombres?
-¿Los hombres piensan del mismo modo que las mujeres respecto a la casa como hogar, a los alimentos como nutrición?

-El hombre trabaja para proveer mientras que la misión de la mujer es nutrir, ¿no es así? ¿Eso quieres decir? ¿Una delimitación que define los sexos? -preguntó al tiempo que bebía un sorbo de vino.

-Creo que sólo hay igualdad en el lugar de trabajo -respondió ella con un matiz de humor-, Pero fuera del trabajo los hombres y las mujeres provienen de dos planetas diferentes.
-¿Destinados a no poder cohabitar?
-Solo físicamente. El aspecto emocional es otra cosa.
-Viva la diferencia, ¿verdad?
Fue una cena tranquila y más tarde vieron una película en el vídeo. Cuando acabó, ella se levantó del sofá y le deseó buenas noches.
No, no dormiría en la cama que habían compartido la noche anterior, decidió cuando subía la escalera.
Después de recoger su bolso y los artículos de aseo, entró en otra habitación.
Tras hacer la cama, Miley se acostó y estaba a punto de apagar la luz cuando Nick entró.
-¿Qué haces aquí? -preguntó ella.
-Creo que esa pregunta me corresponde hacerla a mí.
-No voy a dormir en tu cama. No quiero pagar con sexo tus labores de enfermero -Miley se arrepintió de sus palabras en el momento en que se escaparon de sus labios.
-¿Te importaría volver a repetírmelo? -preguntó con una frialdad que Miley le produjo un escalofrío.
-Realmente no.

Sin decir una palabra, Nick dio media vuelta y abandonó la habitación cerrando la puerta con deliberada suavidad.
Maldición ¿qué le pasaba?
En el fondo de sí conocía la respuesta. Miedo. Fundamentalmente a perder algo que nunca había poseído... el amor de Nick Jonas.

Miley yacía en la habitación suavemente iluminada contemplando las paredes que la rodeaban, y tuvo que reconocer que la vida sin él no sería vida en absoluto.
Los ojos se le llenaron de lágrimas y se maldijo por permitirse liberar sus emociones.
Más tarde cayó en un sueño muy inquieto y de pronto despertó bruscamente.

Tras unos largos minutos fue al cuarto de baño. Allí llenó un vaso de agua y cuando se lo llevaba a los labios se le escapó de las manos y se hizo añicos en las baldosas.
Miley maldijo las estúpidas lágrimas que le empañaban los ojos mientras recogía los trozos de cristal más grandes.
Luego sacó pañuelos de papel de una caja y, sin dejar de llorar, empezó a reunir el resto de los trozos.
-¿Qué pasa?
Miley estaba tan ensimismada en la tarea que no sintió entrar a Nick.
-Se me cayó un vaso.
Al verla tan frágil, él se quedó sin aliento..
-No te muevas. Volveré en un minuto -dijo.
Sólo tardó tres minutos en volver con un cepillo y un recogedor. Miley se quedó mirándolo mientras barría rápidamente los cristales-. Utiliza otro cuarto de baño por si acaso ha quedado algún pequeño trozo en el suelo.

-Gracias. Siento que el ruido te haya despertado.
¿Tenía idea del atractivo que su aspecto ejercía sobre él con las piernas desnudas, la camiseta de algodón y el cabello desordenado?
La verdad era que ninguna mujer lo había impactado tanto como ella.
-¿Te encuentras bien?
-Sí, estoy bien -respondió automáticamente.
Nick se marchó con el recogedor y el cepillo.

Miley  pensó que debería meterse en la cama, apagar la luz e intentar dormir. Pero, en cambio, se sentó al borde del lecho con la cara entre las manos y dejó correr libremente las lágrimas con el deseo de calmar el dolor de su corazón.
Anhelaba aquello que tenía antes de que Nick Jonas destruyera su equilibrio.
Maldición, ¿por qué el amor tenía que doler tanto?

Miley  se pasó las manos por las mejillas, se alisó el pelo y entonces se percató de la alta figura de Nick en el marco de la puerta.
Nick reconoció que si había algo que perturbaba a un hombre eran las lágrimas de una mujer. Y él había visto muchas. Algunas habían expresado sincero dolor y otras habían sido simple manipulación.
Pero ninguna lágrima le había afectado tanto como las de esa mujer que evidenciaban un profundo pesar.

Sin decir una palabra, cruzó la habitación, la tomó en brazos y la llevó a su dormitorio silenciando su protesta con una mano sobre la boca.
Nick le quitó la camiseta y luego hizo lo propio con sus vaqueros.
-Este es el único lugar donde lo nuestro tiene sentido -dijo inclinándose hacia sus labios.

Ella sintió su cálido aliento un segundo antes de que su boca se posesionara de la suya en un beso que le derritió los huesos.
Ya en la cama, Nick recorrió suavemente con los labios la línea que le había dejado la punta del cuchillo del atracador.

Con todo cuidado acarició cada contusión como si quisiera borrar con sus labios la brutalidad del delincuente.

Bajo sus caricias, el pulso de Miley se aceleró y lo que sucedió a continuación fue un acto de amor tan increíblemente tierno que no pudo impedir el torrente de lágrimas que se deslizaron por sus mejillas. Cuando finalmente él penetró en su cuerpo, ella enlazó las piernas en torno a la cintura masculina urgiéndole cada vez más hasta que juntos alcanzaron el ritmo de dos amantes en perfecta armonía, un ritmo que los llevó a la cúspide del éxtasis

Cuatro Noches De Pasion Cap 29



Miley empezó a despertar lentamente y, por la tenue luz de la habitación, se dio cuenta de que la noche había dado paso al amanecer.
Muy pronto sintió el dolor de las numerosas contusiones y se convenció de que cualquier movimiento brusco no iba a ser una buena idea.
La cama, la habitación... no eran las suyas. Entonces recordó y deseó no haberlo hecho.

Lentamente giró la cabeza y se encontró con la mirada oscura de Nick. Estaba recostado de lado y la miraba. «Mejor que anoche», pensó al tiempo que le despejaba un mechón de la mejilla.
Sus ojos se entornaron al ver la delgada
línea en la base del cuello. Muy pronto la herida cerraría y después de un tiempo la cicatriz desaparecería.
-¿Quieres hablar de lo ocurrido?
-Los hechos están en el informe oficial -Miley intentó decir con ligereza, pero no lo logró.
Él ya había leído y asimilado ese informe.
-No obedeciste las reglas de la empresa.
Nick todavía se moría al pensar en lo que pudo haber sucedido.
-¿Te preocupas por mi bienestar. Nick?
-¿Y eso te sorprende?
Era un germen de esperanza.

-Con respecto a atracos, los bancarios, comerciantes de gemas y joyeros son profesionales de alto riesgo.
Era cierto. Pero a los empleados se les adiestraba para responder pasivamente y no atacar o actuar agresivamente en situaciones de robos.
-Me has dado un tremendo susto -dijo al tiempo que le delineaba la boca con un dedo-. La próxima vez no actúes como una heroína, ¿de acuerdo? -dijo con suavidad.
-¿Qué habrías hecho en una situación similar?

Los ojos de Nick se entornaron. En su adolescencia había conocido las calles, había vivido en ellas durante un tiempo y las había trabajado. Había corrido riesgos que lo habían llevado muy cerca de conflictos con la ley, pero nunca los suficientes como para que lo atraparan. Había llevado un cuchillo, pero nunca una pistola. Había estudiado y practicado técnicas orientales de combate y defensa propia. Técnicas que podrían matar a un hombre tras un golpe bien dado con la mano o el pie.
Como respuesta a la pregunta de Miley, habría examinado las ventajas y habría corrido un riesgo calculado. Como ella lo había hecho.
-Verás...
-Si vas a decirme que está bien para un hombre pero no para una mujer, tendré que pegarte –dijo ella con tranquila vehemencia.
-Podría ser interesante -replicó, divertido.

Bajo la superficie había mucho más de lo que él dejaba ver. Nadie, ni siquiera los periodistas más diligentes habían podido descubrir mucho de su pasado.
Ella se preguntó si esas sombras ocultaban algo inconfesable. Tal vez eso lo había convertido en la persona que era en la actualidad.
-¿Tienes hambre?
-Primero una ducha y después el desayuno -dijo ella antes de levantarse y dirigirse al cuarto de baño.
Miley entró al cubículo de mármol y cristal reservado a la ducha y empezó a lavarse el pelo.
Tenía necesidad de limpiar la piel de su cuerpo del contacto de las manos del agresor. Odiaba el recuerdo de sus manos, su expresión casi maníaca y el sonido de su voz. Pudo haber sido peor, mucho peor, y temblaba al pensarlo.
-Déjame ayudarte.
Miley contuvo el aliento.
-Puedo hacerlo sola.

-No lo dudo -replicó Nick mientras masajeaba su cabeza con movimientos lentos y circulares.
Entonces miró las contusiones en el tórax y los moretones de los brazos. Habría querido besar cada una de esas marcas, pero no era el momento.
«Cielo santo», pensó Miley. Quedarse así era una bendición, algo mágico. Cerró los ojos y dejó que los dedos relajaran la tensión de la cabeza, del cuello y de los hombros.

Luego empezó a enjabonarla. Él tenía la habilidad de dejar su cuerpo sin fuerzas, blando, como si careciera de huesos.
Cuando hubo terminado, la abrazó suavemente y acarició la curva del cuello.
Nick la sintió temblar en sus brazos y la besó tan suavemente que ella sintió deseos de llorar.

¿Habría visto sus ojos empañados?, se preguntó ella, con el deseo de rodearle el cuello con los brazos. La tentación fue tan grande que tuvo que hacer un gran esfuerzo para no responder intensamente al beso de Nick.
Muy a desgana separó la boca de los labios masculinos y apoyó la mejilla contra su pecho.
Era tan agradable estar así con él y aceptar el alivio que le ofrecía.
-Y ahora vamos a comer algo, ¿verdad? –dijo mientras la envolvía en una toalla.
Luego ella fue al dormitorio, sacó del bolso unos vaqueros y una camisa suelta, se vistió y se cepilló la melena.
Nick entró cuando terminaba de sujetarse el pelo y su mirada se desvió hacia la imagen reflejada en el espejo. Entonces contempló hipnotizada la atlética figura vestida con vaqueros y un polo.

Sus miradas se encontraron. Durante un instante todo se oscureció, sólo quedó el hombre y una intensa tensión eléctrica en la habitación.
Miley  sentía como si su espíritu se hubiera unido al de él formando un todo primitivo, incandescente.
Casi sin respirar, se quedó inmóvil, como una imagen congelada en el tiempo.
Más tarde, el hechizo se rompió y ella fue hacia la puerta con las manos en los bolsillos del pantalón.

¿Habría sentido Nick el hechizo también? ¿O eran fantasías suyas?
Café. Necesitaba un café caliente, fuerte y dulce.
Miley bajó las escaleras y fue a la cocina, consciente de que Nick la seguía.
-Ve a la terraza. Yo prepararé el desayuno.
Muy pronto el aroma del café impregnó el aire. Minutos más tarde Nick puso dos platos en la mesa.
El sol prometía una mañana cálida. No había brisa y la vista desde la piscina hasta el puerto era tranquilizadora.
Para su propia sorpresa, Miley comió con apetito.
-¿Más café? -dijo Nick al tiempo que volvía a llenar ambas tazas.
Ella se sentía en paz, tranquila después de las emociones del día anterior.
-Llamaré un taxi.
La expresión de Nick permaneció inalterable, pero bajo la superficie se adivinaba algo peligroso.
-¿Dónde quieres ir? -preguntó en un tono demasiado suave.
-A mi apartamento. ¿A qué otra parte podría ir?
-No -dijo colocando la taza en el platillo.
-¿Qué significa esa negativa?
-Es una palabra muy simple y fácil de comprender.
Ella lo miró atentamente.
-No quiero discutir contigo.
-Una elección muy sabía.
-Pero...
-¿Es que tiene que haber un pero?
Era tiempo de respirar a fondo, pero como le dolían las costillas se contentó con una leve aspiración de aire.
-Gracias por... cuidarme. Fue muy amable de tu parte.
Él se mantuvo en silencio durante unos segundos.        
-¿Has terminado?
-Sí. Por ahora.
-Me alivia escucharlo.

Miley se levantó y puso los platos en una bandeja, pero Nick se la quitó de las manos.
Sin decir nada, ella se dirigió a la planta superior.
No le llevó mucho tiempo poner sus pertenencias en el neceser de viaje y más tarde empezó a arcar el número de una empresa de taxis.
En ese mismo instante Nick entró en el dormitorio y cortó la comunicación.
-¿Cómo te atreves? -preguntó, indignada.
-Fácilmente.
-No tienes derecho.

-Escúchame. Ayer te diste de alta en contra de la opinión de los médicos. Tu hermano está en Melboume y, a menos que me equivoque, no sabe nada de tu escapada del hospital. Vives sola –dijo con la mirada oscurecida por el enfado-. ¿Quieres que continúe?
-No necesito un guardián.
-Lo quieras o no, tienes uno... por lo menos durante otras veinticuatro horas.

lunes, 30 de julio de 2012

Cuatro Noches De Pasion Cap 28



Pasadas las seis de la tarde, Miley llegó a su apartamento en un taxi.
El gato la saludó con un maullido de protesta. Miley le dio de comer y luego se preparó una taza de té.
Sentía mucho dolor, así que tomó dos calmantes.
Luego se instaló cómodamente en un sofá frente al televisor con el gato en su regazo. Eligió una comedia de media hora de duración y se preparó para relajarse.
La insistente llamada del teléfono interno fue como una intrusión indeseable.
A través de la pantalla del aparato vio que era Nick.
-Estoy bien y a punto de acostarme.
-Abre la puerta.

-Estoy demasiada cansada para recibir visitas.
-Miley.
-Déjame sola, por favor -dijo y cortó la comunicación.
Minutos más tarde, sonó el timbre de la puerta. ¿La vecina?
Era el administrador del edificio acompañado de Nick.
Ella abrió la puerta.
-Su... amigo estaba preocupado por su salud -explicó, con expresión contrita.
-Como puede ver, me encuentro bien.
Nick  se volvió al hombre.
-Yo me quedaré con ella.
El administrador la miró confundido.
-¿Miley?
-Está bien.
Segundos más tarde, tras cerrar la puerta, se volvió al hombre que había trastornado su vida.
-¿Qué crees que estás haciendo?
-¿Quieres que te prepare el neceser o lo haces tú? -preguntó en un tono muy controlado.
-¿Qué has dicho?

-Lo que has oído. O vienes conmigo o me quedo a dormir aquí -dijo en un tono suave como la seda, pero con una mirada inmisericorde-. Tú verás.
-No quiero verte aquí.

La mirada de Nick se oscureció y sin decir palabra se dirigió al dormitorio.
-¡No puedes hacer esto! -exclamó Miley al ver que abría los cajones de la cómoda y empezaba a meter ropa en un bolso. Luego fue al armario y sacó unos vestidos que también colocó en el bolso. Más tarde añadió algunos artículos de aseo que encontró en el baño.
- De acuerdo, nos vamos.
-No iré a ninguna parte contigo.
-Sí que lo harás. Por tus propios pies o tendré que llevarte en brazos.
Miley quería golpearlo.

-¿Quién demonios te crees que eres?
-Necesitas descansar y recuperarte. Y necesito ver que lo haces.
-Puedo cuidar de mí misma
-Seguro que sí -replicó al tiempo que cerraba la cremallera del bolso-. La próxima semana. Hasta ese momento yo me encargaré de ti –añadió con una mirada desafiante.

No había duda de que estaba decidido a hacer lo que decía, así que lo siguió hasta el vestíbulo donde tomaron el ascensor.
El Aston Martín estaba estacionado a la entrada del edificio y Miley se acomodó en el asiento del acompañante.
Minutos más tarde se sumaron al tráfico y recorrieron la corta distancia hasta llegar a la casa de Nick en Point Piper.

Miley apenas lograba controlarse. Era el hombre más imposible que había tenido la desgracia de conocer.
Nick estacionó el coche en el garaje.
-¿Cuánto tiempo piensas estar de mal humor?
-No estoy de mal humor. Simplemente no tengo nada que decirte.
Mientras ella no tenía nada que decir, él tenía muchas cosas que decirle acerca de los riesgos que había corrido y de jugar a la heroína. Maldición, ¿tenía idea de lo que pudo haberle ocurrido?

-Eres una testaruda -dijo al tiempo que la tomaba en brazos, se inclinaba para recoger el bolso y con una cadera cerraba la puerta del vehículo.
-Te odio -dijo Miley con fiereza.
-Una emoción muy saludable.
-Bájame, puedo caminar.
Una vez en la casa, Nick cruzó la galería y por fin la dejó sobre el suelo del dormitorio principal. Luego echó la ropa de cama hacia atrás y acomodó las almohadas.
-Métete en la cama. Traeré una taza de té.
-No necesito un enfermero.

Nick se aflojó la corbata y se quitó la chaqueta.
-O es aquí o en el hospital. Y si no estás acostada cuando vuelva, yo te meteré en la cama.
Con el cuerpo muy dolorido ella entró en el cuarto de baño.
Minutos más tarde volvió a la habitación y se metió en la cama. Sería tan fácil cerrar los ojos y quedarse dormida.

Nick entró en la habitación y cerró la puerta con cuidado. El té y el bocadillo podían esperar.

Contemplar su cabeza apoyada en las almohadas y su rostro en reposo fue suficiente para dejarlo sin aliento, con el corazón latiendo atropelladamente.

Nick se sentó junto a la cama, alerta al menor movimiento, a la menor queja de dolor. Durante la noche le administró otros dos analgésicos con un vaso de agua.                   
Era allí, en ese lugar, donde ella pertenecía. Donde él quería que permaneciera.

Cuatro Noches De Pasion Cap 27


Automáticamente se apoyó en el salpicadero y escuchó su risa demencial mientras hacia virajes entre los coches que corrían por la calzada. Luego hizo un violento giro a la izquierda y dejó escapar un grito de rabia al ver que la calle estaba bloqueada.
Entonces giró en redondo, pero fue inútil porque otra vez encontró la calle bloqueada. El coche rebotó contra otro vehículo con un golpe sordo de metales aplastados antes de salirse de la calzada e ir a dar a un costado de la calle en medio de los frenazos y cláxones de los otros vehículos.

segundos antes, Miley vio el desastre inminente y al dictado de un impulso abrió su puerta y se lanzó antes de que el coche se estrellara.
Cuando su cuerpo cayó en el asfalto, por unos segundos sintió un agudo dolor, luego intentó moverse y luego... nada.

Miley estaba soñando. Sentía una extraña levedad corporal. En ciertos momentos parecía que emergía hacia la conciencia y luego volvía a caer en un sopor más reconfortante.
Había voces, al principio lejanas y confusas y luego muy claras a medida que empezaba a despertar totalmente.
Paredes blancas, movimientos, un leve olor antiséptico y una enfermera con uniforme que examinaba sus signos vitales.
Un hospital.

Miley observó el gotero, las vendas en un brazo y sintió un dolor generalizado, especialmente en la cabeza, en una cadera y en un hombro.
-Muy bien. Ya está despierta -dijo la enfermera con una mirada minuciosa-. Contusiones múltiples, rozaduras, heridas superficiales producidas por arma blanca y conmoción. Le hemos administrado analgésicos. Pronto vendrá el médico. Ah, tiene visita.

Alguien que había llegado minutos después que la hospitalizaran, que insistió en que la atendieran los mejores médicos y que la pusieran en una habitación individual.
-¿Una visita?
-Si no se siente en condiciones de recibirlo puedo hacer que espere.
Seguramente se trataba de un agente de la policía para tomarle declaración.-No, déjelo entrar.
Apenas había salido la enfermera, entró Nick y su presencia pareció llenar la habitación.

La expresión sorprendida de Miley hizo aflorar una sonrisa a sus labios aunque sus ojos se mantuvieron serios mientras se acercaba a la cama.
-¿Ni siquiera un «hola»?
Miley sintió que se le aceleraba el pulso.
-Me he quedado sin habla.

-¿Debido a mi visita? -dijo en tono ligero mientras se preguntaba si ella podría imaginarse por lo que había tenido que pasar unas horas antes. Rabia... no, rabia cuando le informaron sobre lo sucedido. Y miedo. Auténtico miedo al pensar que pudo haberla perdido. Todavía luchaba contra esas dos emociones y las controlaba por pura fuerza de voluntad. El delincuente pagaría caro el hecho de haber puesto en peligro la vida de esa mujer-. Nadie me iba a impedir que entrara a verte. ¿Cómo estás, cariño?

-Tan bien como se puede esperar.
Nick le acarició suavemente el mentón con los dedos.
-¿Necesitas algo?
«Tú», pensó al instante.
-¿Cuándo podré salir de aquí?
-En uno o dos días -dijo al tiempo que le acariciaba el labio inferior.
-¿Y el secuestrador?
El rostro de Nick se convirtió en una dura máscara.
-Detenido y en la cárcel.
En ese momento entró la enfermera.
-Debo pedirle que se marche. La paciente necesita descansar.
Durante un instante Miley pensó que se iba a negar, en cambio se acercó a ella, la besó en los labios y se retiró.

Por la tarde Miley recibió dos ramos de flores. Uno de parte del personal del taller y tres docenas de rosas rojas, con una tarjeta en la que se leía una sola palabra escrita en tinta negra: Nick.
Miley comió poco, mantuvo una breve conversación con la policía en la que narró los sucesos ocurridos antes y después del atraco.
Más tarde se quedó dormida, ajena a la presencia de Nick que observaba su rostro en reposo.

Tan delicada. Con una piel de porcelana y una boca que era una pura tentación.
Deseaba llevarla a su casa, abrazarla y protegerla mientras dormía.
 Y asegurarle que nunca nadie volvería a hacerle daño, a ella, cuyos hermosos ojos azules lo habían cautivado desde que la conoció. Sin mayor esfuerzo se había apoderado de él, robándole el corazón.

¿Sería consciente del sentimiento que despertaba en él?
La pregunta de fondo era saber qué intentaría hacer él al respecto.                  

Miley se despertó temprano. Después de ducharse ayudada por una enfermera, le dijeron que le quitarían el gotero intravenoso y ella declaró que quería marcharse a casa.
El especialista se mostró menos entusiasta.
-Preferiría que se quedara bajo observación otras veinticuatro horas.
-Preferiría, aunque no es absolutamente necesario, ¿verdad?
-¿Vive sola?
-No exactamente.

El gato no contaba, pero tenía teléfono, teléfono móvil y una buena vecina.
El médico examinó los signos vitales, y el historial médico.
-Vamos a hacer un trato. Esta tarde la volveré a examinar con vistas a una posible alta. ¿Tiene alguien que la venga a buscar y la lleve a casa

domingo, 29 de julio de 2012

La Inocente Novia Del Jeque Cap 26



-¿Y no habría sido más sencillo tomar precauciones y evitar que esto ocurriera?
-Sí, pero no ha sucedido así -contestó Joe apretando la mandíbula-. Te aseguro que jamás antes me había pasado nada parecido.
-¿Y no se te ha pasado por la cabeza en este tiempo que me podía haber quedado embarazada?

Joe se sonrojó levemente.
-Para cuando se me pasó por la cabeza que no habíamos usado métodos anticonceptivos, ya era demasiado tarde y confieso que después ni me lo he planteado. Aunque te pedí que siguieras en contacto conmigo, al no hacerlo, nunca se me pasó por la cabeza que te hubieras quedado embarazada.
-¿Y ahora que lo sabes cómo te sientes? ¿Furioso? ¿Nervioso? -le preguntó demi  ansiosa por tener una respuesta.

-Creo que éste es nuestro destino y que debemos aceptarlo con alegría -contestó joe.
Demi no se podía creer lo que estaba oyendo. Estaba segura de que joe tenía que haberse sentido frustrado y confuso aunque no estuviera dispuesto a admitirlo.
-¿Qué es eso que has comentado antes de que el niño o la niña heredará el trono de no sé qué país?
-Yo soy el príncipe heredero de mi país. Mi padre, Hafiz, es el actual rey de Dhemen -le explicó joe-. ¿Acaso no lo sabías?

Lo cierto era que demi sabía que joe era príncipe, por supuesto, pero no se había planteado que fuera el hijo de un rey reinante, ella creía que sería un familiar lejano, un príncipe más de tantos. Desde luego, no se le había pasado por la cabeza que fuera el siguiente en la línea de sucesión.
-Vamos a cenar... -le indicó joe.
Sólo entonces demi se dio cuenta de que alguien había abierto una puerta que llevaba a un comedor en el que había preparada una mesa sencilla y elegante para dos comensales.

Después de sentarse a la mesa, joe le sirvió agua y demi se bebió el vaso entero.
-Entonces, demi, ¿estás dispuesta a olvidar tu hostilidad hacia mí y a convertirte en mi esposa? -insistió joe.
-No me puedo creer que te quieras casar con una ladrona -comentó demi con malicia.

Joe la miró a los ojos con intensidad.
-La vida está llena de sorpresas -le dijo.
Demi  lo miró apenada porque, en secreto, había albergado la esperanza de que joe hubiera cambiado de opinión sobre ella.
-Yo no robé aquella joya, no soy una ladrona -le aseguró de nuevo.
Joe no contestó.

Demi  sabía lo que quería decir su silencio y tuvo que hacer un gran esfuerzo para que no se le saltaran las lágrimas de rabia. Le hubiera gustado hablar de aquel asunto con joe, pero era consciente de que no tenía energías para hacerlo y de que, además, lo único que le importaba en aquellos momentos al príncipe era el hijo que iban a tener.

Joe  quería casarse con ella para que su hijo fuera legítimo y, para ser sincera, demi estaba impresionada por el grado de compromiso hacia el bebé que Joe había demostrado y lo poco que había tardado en hacerse cargo de su futuro.

Por supuesto, ella le importaba muy poco, tal y como demostraba que ni se hubiera inmutado cuando le había dicho que lo odiaba, pero, ¿qué esperaba?
Si Joe era capaz de pasar por encima de ciertos sentimientos y de no hacer caso de situaciones desagradables por el bien del niño, ¿acaso no debería hacer ella lo mismo?

Por desgracia, era evidente que a ella le iba a costar mucho más porque estaba completamente enamorada de Joe bin Harith al Assad, un hombre que le había hecho un daño terrible, y le bastaba con levantar la mirada y ver sus maravillosos ojos para darse cuenta de que se estaba arriesgándose a sufrir de nuevo.
Sin embargo, se sentía terriblemente avergonzada porque Joe fuera capaz de considerar única y exclusivamente el bien del bebé y ella, no.
-¿Te vas a casar conmigo? -insistió Joe.

-Sí -contestó Demi encogiéndose de hombros, como dando a entender que le daba exactamente igual.
Joe pensó que Demi se había educado en un ambiente en el que tener hijos fuera del matrimonio estaba muy mal visto y, obviamente, le quería ahorrar a su bebé el sufrimiento de tener que vivir con aquel estigma.

-Te prometo que jamás te daré motivos para que te arrepientas de esta decisión. Voy a preparar inmediatamente la boda -sonrió Joe alargando el brazo y acariciándole la mano.
Sorprendida, Demi se apresuró a retirarla.
-No hace falta que finjamos -murmuró dejando a un lado el plato de sopa que apenas había probado-. Los dos sabemos que nuestro matrimonio no es de verdad, así que no hace falta que disimulemos cuando estemos solos.

Joe tuvo que hacer un gran ejercicio de disciplina y autocontrol para no contestar porque, aunque dentro de su familia tenía fama de ser el más diplomático de todos, cuando estaba con Demi se sentía como un elefante en una cacharrería.
Una vez a solas, tendría que meditar detalladamente sobre por qué cuando estaba con ella no era capaz de ser discreto y juicioso.
De momento, prefirió callar.

La Inocente Novia Del Jeque Cap 25



Joe tomó aire lentamente y se dijo que Demi había cambiado mucho físicamente. Seguía siendo increíblemente guapa, pero estaba pálida, tenía ojeras y estaba horriblemente delgada.
Parecía enferma.

Demi le puso la cena a Squeak dándose cuenta de que no había marcha atrás, decidida a contarle a Joe que iba a ser padre, y no lo iba a hacer porque le pareciera lo conecto o porque fuera una tontería sentirse humillada por un embarazo del que él era responsable.
No, le iba a decir que estaba embarazada para fastidiarle el día. Sí, era una venganza infantil y rabiosa, pero así era como se sentía.

De repente, se encontró preguntándose con cuántas mujeres habría estado en los últimos siete meses. Seguramente, habría salido con mujeres de su condición social y no con doncellas de la limpieza que solamente servían para practicar sexo.

Aquel pensamiento no hizo ningún bien a su ya de por sí vapuleada autoestima.
Demi estaba convencida de que, mientras ella hacía grandes esfuerzos por sobrevivir, Joe debía de haber estado pasándoselo en grande. Aunque la gente decía que siempre que iba a Strathcraig llevaba una vida muy sencilla y que no hacía más que trabajar y dedicarse a obras de beneficencia.

Sin embargo, ella estaba convencida de que escondía algo más porque tenía casas por todo el mundo en las que podía hacer lo que le diera la gana sin que nadie lo supiera y a ella le había propuesto ser su amante, ¿no?

No había tardado mucho en llevársela a la cama, lo que significaba obviamente que tenía experiencia. Cualquier hombre que tuviera amantes era un coleccionista de mujeres. A lo mejor, Joe era un donjuán discreto, pero un donjuán al fin y al cabo.
¡Ahora que había recuperado el odio que sentía por él había llegado el momento de que Joe se enterara de todo, de que supiera lo que pensaba de él!

Squeak tenía artritis, así que Demi tuvo que llevarlo en brazos hasta la limusina, donde el perro se acomodó en un rincón y se quedó dormido.
Demi se sentó frente a Joe y cerró los ojos brevemente, repasando mentalmente lo que le iba a decir. Sin embargo, estaba tan cansada, que no pudo evitar quedarse ella también dormida.
La despertó un sonido al que no estaba acostumbrada: Squeak gruñendo.
-Desde luego, es un buen perro de defensa -comentó Joe-. Estaba intentando despertarte y no le ha hecho ninguna gracia. Ya hemos llegado a mi hotel -añadió.
-Vaya, me he quedado dormida -dijo Demi pasándose los dedos por el pelo-. ¿Dónde estamos?

-En el aparcamiento del hotel. ¿Te crees que te iba a secuestrar o algo así?
-No digas tonterías -rió Demi saliendo del coche y dirigiéndose al ascensor.
Mientras caminaban, Squeak se le cruzó en el camino y Demi se tropezó con la correa, lo que la hizo tropezar. Menos mal que Joe estaba cerca para agarrarla.
-Ten cuidado...
Sin darse cuenta de lo cerca que estaban, Demi se dio la vuelta nerviosa hacia Joe con la mala fortuna de que su barriga se metió por medio y golpeó a Joe en la cadera. Al darse cuenta, Demi bajó la mirada e intentó cerrarse el abrigo, que se había abierto ligeramente.

Joe siguió la dirección de su mirada y de pronto lo comprendió todo, su aspecto enfermizo, sus andares torpes y lentos. Sin pensarlo dos veces, desabrochó los dos botones del abrigo de Demi y separó la tela.
-Vas a tener un hijo -exclamó asombrado-. Y pronto. ¿De quién es?
Demi se metió las manos en los bolsillos y volvió a cerrarse el abrigo, consciente de que se había puesto roja como la grana.
-¿Tú de quién crees que es? -le espetó.
-Entonces, no te quedan más que unas pocas semanas...
-Ya veo que sabes contar -comentó Demi con acidez.
Joe no sabía qué decir.

Si sus cálculos eran correctos, en menos de dos meses iba a ser padre. Estaba completamente conmocionado. Así que el hijo que iba a tener Demi era suyo... Por eso estaba tan cansada.
Joe apenas sabía nada de embarazos ni de mujeres embarazadas, pero lo poco que sabía, que su madre había muerto al darle a él a luz, hizo que un escalofrío de terror le recorriera la espalda.
Una persona de servicio les había abierto la puerta principal de la vivienda y estaban en el salón.
-Quiero que sepas que te odio por haberme puesto en esta situación -le dio Demi con vehemencia-. ¡Te odio!

Joe pensó que era normal que estuviera enfadada. Obviamente, no debía de haberlo pasado muy bien los últimos meses y era evidente que estaba cansada, pero ahora que él había llegado para hacerse cargo de ella todo iba a cambiar.
La situación iba a mejorar para ella.
Joe sintió unos tremendos deseos de tomarla entre sus brazos y de correr con ella hacia el aeropuerto, pero era consciente de que no podía llevarla a su país y cuidarla hasta que no fuera su esposa.
-¿Me has oído? –gritó Demi.
-Sí. Soy consciente de que no hemos tenido una relación convencional...
-No hemos tenido ninguna relación, ni convencional ni no convencional... ¡Simplemente te acostaste conmigo!

-No creo que recordar el pasado desde un punto de vista emocional sirva de nada. Estás embarazada, vas a tener un hijo mío y eso es lo único que importa ahora mismo. Lo que tenemos que hacer es casarnos cuanto antes -declaró Joe muy seguro de sí mismo-. ¿Por qué? Porque nuestro hijo o hija será el heredero o heredera del trono de Dhemen, pero solamente si nace dentro del matrimonio y es declarado legítimo o legítima.

Demi se quedó mirándolo furiosa.
-No has dicho nada sobre lo que yo te he dicho.
-No pienso comentar lo que has dicho porque tengo muy claro que lo único que importa ahora mismo es el hijo que vas a tener.
-¿Sigues queriendo casarte conmigo? -le preguntó Demi estupefacta.
No se podía creer que la vida le volviera a poner delante a Joe, que de nuevo tuviera la oportunidad de casarse con él. El orgullo y un fuerte sentido de la justicia le habían hecho negarse aquella posibilidad siete meses antes porque entonces no necesitaba una alianza para compensar la pérdida de su virginidad y, aunque ya estaba enamorada de él entonces, no había querido aceptar aquellas condiciones tan humillantes.
-Por supuesto -contestó Joe.