miércoles, 28 de noviembre de 2012

Pasion Peligrosa Capitulo 10





Pero ¿había podido Bryson perdonarse a sí mismo? ¿O acaso el sentimiento de culpa lo había conducido a hacer cosas terribles, tal y como sostenían algunos habitantes de la ciudad? Demi trató de calmarse para que la imaginación no se apoderase de su raciocinio. No existía la menor relación entre David Bryson y la muerte de Bethany Petéis. Nada excepto una natural desconfianza hacia la figura de aquel hombre, y Demi sabía que formaba parte de un prejuicio. Ashley había sido su amiga.

Debía tener cuidado. Una perspectiva tan sesgada terminaría por probar el punto de vista de Joe y le daría la razón con respecto a que ella no tenía cabida en una investigación policial.
—No van a encontrar nada —murmuró Geoffrey Pierce con displicencia, con la mirada fija en la puerta del solario—. Esa chica estaba muerta antes de que la colgaran.
Demi había llegado a la misma conclusión, pero no fue admiración lo que sintió por la aguda observación de Geoffrey.
Anteriormente, cuando todos habían entrado corriendo en el solario, el resto de los miembros de la familia Pierce habían sufrido una fuerte conmoción ante la visión del cadáver. En especial Zachary, que había perdido el color cuando su padre sugirió que él y Drew buscaran una forma de bajar el cuerpo. La misma expresión de horror y compasión habían reflejado los ojos azules de todos los Pierce, excepto en el caso de Geoffrey.
Sus ojos solo se habían iluminado con una cierta curiosidad objetiva.
Demi no tuvo más remedio que interesarse por un hombre, ajeno a ese mundo, que podía guardar la calma de un modo tan estoico frente a semejante escena.
— ¿Por qué cree que Joe no encontrará ninguna prueba? —preguntó.
—Porque, quienquiera que hiciera algo así sabía lo que hacía.
— ¿Un hombre?
—Teniendo en cuenta su amplia experiencia en este campo, estoy seguro que sabrá tan bien como yo que esta clase de crímenes es perpetrado casi siempre por hombres de raza blanca. Aparentemente, los asesinos en serie son una desgracia que solo sufre nuestra raza y nuestro género —concluyó sin excesiva preocupación.
— ¿Un asesino en serie? —Demi fingió sorpresa—. ¿Quién ha hablado de un asesino en serie?
—No me diga que no ha pensado en eso mismo cuando ha descubierto el cuerpo —Geoffrey le dedico una enigmática sonrisa—. ¿No se ha fijado en cómo estaba expuesto el cadáver? ¿Qué otra cosa puede ser?
—Un acto salvaje —dijo Demi—. Un crimen pasional.
—Usted no cree eso —sacudió la cabeza—. Sabe tan bien como yo a lo que nos enfrentamos en esta ocasión.
Demi había estudiado casos similares en sus cursos de doctorado. Sabía perfectamente qué implicaba que un asesino firmara sus muertes. Pero no dejaba de preguntarse cómo lo sabía Geoffrey Pierce.
¿Acaso un nuevo cuerpo vendría a corroborar en las próximas horas su teoría?

La tormenta se había alejado hacia el mar hacía una hora, pero Demi todavía podía distinguir los destellos de los relámpagos desde el interior de su coche, aparcado un poco más abajo de la Funeraria Krauter. El aguacero había amainado y había dado paso a una persistente llovizna que brillaba sobre el adoquinado de la calle, semejando un cuadro impresionista.
Era muy tarde, pasadas las tres de la madrugada, y por un momento Demi sintió sobre su piel el sobrecogedor silencio, la paz sobrenatural que se había instalado en la noche tras el despertar de la espeluznante violencia.
Amparada por los sillones de su nuevo coche, apenas podía creer lo acontecido en las últimas horas. Pero era real. Una estudiante había sido asesinada y ella había descubierto el cadáver. Ningún seminario, ninguna clase y ningún título la habían preparado para una visión tan atroz.

Demi contempló con nerviosismo cómo el coche fúnebre que transportaba el féretro de Bethany Peters se deslizaba lentamente a su lado. Los cristales tintados eran tan oscuros que no pudo distinguir a ninguno de los ocupantes, pero sabía que detrás del conductor iba otra persona. Había estado presente en la mansión de los Pierce cuando los empleados de la funeraria se llevaron el cuerpo. Al día siguiente lo trasladarían a un hospital cercano donde se determinaría la causa de la muerte. Pero esa noche descansaría en una sala de Krauter.

Pasion Peligrosa Capitulo 9





—Hay una escalera apoyada en una de las paredes —dijo Demi.
— ¿Qué? —preguntó ceñudo.
—Has preguntado cómo habría subido el cuerpo hasta ahí arriba. Vi una escalera en el solario. El señor Pierce me dijo que la utilizaban para cortar las hojas muertas de las enredaderas y para cambiar los tubos de neón de las luces ultravioletas.
— ¿Te fijaste si alguien tocó la escalera?
—No. El señor Pierce sugirió a sus hijos que la utilizaran para bajar el cuerpo, pero yo se lo desaconsejé. Advertí que teníamos que dejar el cuerpo tal y como lo habíamos encontrado —añadió Demi.
Al menos, admitió para sí Joe, había hecho lo correcto.
—Examinaremos la escalera en busca de huellas —indicó sin prestar atención a la mirada expectante de Demi.
Estudió el área que quedaba justo debajo del cuerpo. El suelo estaba lleno de barro y pedazos de cerámica de las macetas rotas, esparcidos sobre las losas y junto a las puertaventanas. Joe reconoció la huella de una pisada sobre el lodo.
— ¿listaba todo esto así cuando tú entraste? —dijo y se agachó.
—El suelo estaba mojado —se mordió el labio—, pero yo choqué con las macetas al resbalar y las tiré al suelo.
— ¿Esta huella es tuya? —preguntó con seguridad.
—Sí, eso creo.
—Lo comprobaremos de todos modos. Necesitaré tus zapatos para la prueba.
—Desde luego.
Los dos guardaron silencio un momento y Demi tomó la palabra.
—Te has dado cuenta, ¿verdad?
— ¿A qué te refieres?
—No hay sangre en el cuerpo ni en el suelo. Y fíjate en el color de la piel. Parece que el cuerpo ha estado expuesto a una temperatura extrema, pero no hay signos de congelación —apuntó Demi.

Joe había observado esos mismos detalles, pero los había omitido. Hacía tiempo que había aprendido que no debía dar nada por supuesto.
—Yo diría que la mataron en otra parte y la trajeron hasta aquí —dijo Demi—. Quizá lleve muerta varios días. Puede que el asesino haya escondido el cuerpo en un congelador hasta hoy.
— ¿Y eso qué significa? —preguntó Joe con curiosidad.
Tanto si quería admitirlo como si no, había algo en la seguridad que mostraba Demi al exponer sus teorías que llamaba su atención.
—Quizá haya esperado el momento oportuno para que alguien encontrara el cuerpo —levantó la vista hacia el cuerpo de Bethany Peters—. Yo diría que quería exhibir a su víctima. Hay una razón para que eligiera este lugar. El asesino intenta decirnos algo.
Joe comprendió al instante lo que ella quería decir. Los asesinos pasionales tan solo tratarían de esconder el cuerpo o alejarlo lo más posible para despistar a la policía. Nunca se pavonearían. Y tampoco lo haría un asesino profesional. Tan solo existía un tipo de asesino que actuaría de ese modo.

Demi se volvió hacia Joe y su mirada reveló una intensa preocupación.
—Este es un asunto muy grave, Joe.
Levantó los ojos hacia el cuerpo inerte. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que se enfrenaban a un caso terrible.
Tan pronto como llegó el médico forense, Demi fue expulsada del solario.
—Sacaremos el cuerpo de aquí —dijo Joe con firmeza.
—Pero me gustaría ayudar…
—Si necesitamos tu ayuda, te llamaremos —gritó y, al instante, consciente de que había hablado con excesiva dureza, suavizó un poco su tono—. Te agradezco todo lo que has hecho hasta ahora, pero esto es una investigación policial. Tienes que esperar fuera con el resto de los testigos.
Al ver que ella se resistía, Joe la agarró del codo con más fuerza.
—Vamos, Demi. ¡Dame un respiro!
—Pero no puedes pensar en serio que soy sospechosa —protestó—. Si escucharas a tu cerebro en vez de hacer caso a tu ego, comprenderías que puedo serte muy útil.
Demi se estremeció. No había tenido intención de decir aquello. No había querido provocarlo pero, por alguna razón, siempre acababa metiendo la pata cuando Joe estaba cerca.
—Ya has hecho más que suficiente —dijo con frialdad.
—Si te refieres al hecho de que los Pierce entraran en el solario, no tenía ninguna autoridad para impedirles el paso —se defendió—. No soy agente de policía.
—En eso estamos de acuerdo —y Joe enarcó las cejas.
—Solo quiero que me dejes estar presente mientras el doctor Vogel examina el cuerpo. Me gustaría escuchar su dictamen acerca de la causa de la muerte.
—Sal de aquí.
— ¡Joe!
— ¡Sal de aquí!
Abrió la puerta del solario y dio un leve empujón a Demi hacia el pasillo. La puerta se cerró a continuación con cierta violencia. Los Pierce seguían en el pasillo y la miraron con cierta curiosidad.
—Deduzco que sus servicios ya no son requeridos —comentó Drew.
—Los policías pueden ser tan… irritantes —dijo mientras se despojaba de los guantes de látex con cierto estrépito.
—No acostumbran a tener más de una idea en la cabeza —corroboró William—. Pero en este caso tengo que estar de acuerdo con el detective Jonas. La escena de un crimen no es el lugar idóneo para una señorita.
—Yo enseño Criminología —protestó Demi—. Estoy familiarizada con los asesinatos.
—No creo que tengas más de veinte años. Eres casi una cría. Si Ashley todavía estuviera viva, no me gustaría que presenciara una escena tan espantosa.

El dolor se reflejó en los ojos azules de William. Todo el enojo que había sentido hacia él a causa de sus comentarios sobre su corta edad se desvaneció al instante. La muerte de Ashley había afectado a toda la comunidad, pero sobre todo a su familia. Era obvio que su padre todavía lloraba su pérdida. Esa era la razón por la que nunca había sido capaz de perdonar a David Bryson y nunca podría.

Pasion Peligrosa Capitulo 8





—Un pánico excesivo a los lugares cerrados —explicó.
—Ya sé lo que quiere decir —dijo Joe—, pero solo tú lo expondrías de ese modo.
— ¿De qué modo?
—Apuesto a que solo tú darías la definición exacta del diccionario, palabra por palabra.
— ¿Y qué tiene de malo hablar con propiedad? —preguntó con su orgullo herido.
—Nada —Joe pensaba que las personas con un elevado coeficiente intelectual vivían aisladas en su pequeño mundo y nunca atendían a razones—. Pero no tengo claustrofobia. Solo que no me gustan demasiado todas estas malditas plantas.
—Bueno, quizá le tengas pavor a las plantas.
—En todo caso no me sobra tiempo —zanjó con firmeza—.Tenemos mucho que hacer.
—Desde luego.
Demi le dirigió una mirada fría, se giró y se encaminó hacia el fondo del solario sin decir una sola palabra.
Joe confiaba en no haber herido sus sentimientos, pero a veces podía llegar a ser terriblemente irritante. Tenía tanta información inútil almacenada en su cabeza que resultaba agobiante. Siempre había sido mucho más lista y superior al resto en opinión de Joe. Y esa era una de las razones por la que había tenido tantos problemas en la escuela. Bastante malo era ser una lumbrera pero ¿qué necesidad había tenido de restregárselo a todo el mundo en las narices?

Era una lástima porque no era una chica desagradable. Joe pensó que habría gente que podría considerarla atractiva, desde un punto de vista afectuoso. Tenía un bonito pelo, unos bonitos ojos y era delgada.
Había madurado desde que él había abandonado la ciudad seis años atrás, pero seguía siendo muy joven. Lo había pasado mal pensando en ella como en una mocosa indefensa a la que había procurado defender frente a las burlas de los matones del colegio. Y aún no comprendía por qué se había molestado. Ella había dejado muy claro desde el principio que no necesitaba ayuda de tipos como él.

Supuso que aquello era lo justo. No solo era muy inteligente, también era enormemente rica. Provenía de la parte adinerada de la ciudad, mientras que él había crecido en los muelles. Los padres de Demi eran científicos. Sin embargo, su padre había sido un borracho. Nunca se habían movido en los mismos círculos sociales.
Demi se detuvo nuevamente frente a él y levantó la vista hacia el cielo. Joe miró hacia el techo. El cuerpo colgaba de una viga de hierro, a unos tres metros de altura, y se mecía suavemente de lado a lado. Joe notó cómo se le helaba la sangre al descubrir el cuerpo, pese a que había tenido tiempo más que suficiente para prepararse. Pero, a pesar de su predisposición y de su experiencia, el asesinato siempre lo sobrecogía.
Sobre todo cuando la víctima era muy joven.

No podía tener más de dieciocho o diecinueve años. Sería la hija de alguien, la hermana de alguien. Y un asesino de sangre fría había extinguido su llama y colgado su cuerpo inerte igual que un pedazo de carne en la cámara frigorífica de un carnicero.
—No se trata de un suicidio —murmuró Demi.
Joe pensó que, efectivamente, no se trataba de un suicidio.
—Desde aquí no se aprecia ninguna herida —añadió Demi—. Pero estoy segura de que la mataron antes de colgarla. En caso contrario, habría… signos visibles.
Joe pensó que la víctima tendría la lengua fuera.
— ¿Cómo demonios ha podido subirla hasta ahí arriba? —murmuró Joe.
Advirtió, con el rabillo del ojo, que Demi estaba temblando. Había sido la alumna aventajada del profesor en Heathrow, pero estaba dispuesto a apostar a que no había más de uno o dos años de diferencia entre ellos. Muy a su pesar, Joe sintió cómo se despertaba su instinto de protección. Ella no debería estar allí. No tendría que haber permitido que volviese a entrar.
—Esto no nos llevará mucho tiempo —dijo Joe—. Necesito hacerte algunas preguntas sobre el descubrimiento del cadáver. Quiero que me indiques la posición exacta de los Pierce cuando entraron aquí. Cuéntame cómo reaccionaron, qué fue lo que dijeron, cualquier cosa que recuerdes. Después puedes esperar fuera con el resto.
Se volvió hacia él y lo miró con gesto serio.
—La verdad es que me gustaría quedarme hasta que el doctor Vogel examine el cuerpo —señaló Demi.
—Eso es imposible —negó Joe.
— ¿Por qué?
—¿Acaso no resulta evidente? Tú has encontrado el cuerpo.
— ¿Y eso qué importa…? —Se calló y abrió los ojos de par en par—. ¿Insinúas que soy sospechosa de asesinato?
—Todo el mundo es sospechoso —confirmó Joe—. No voy a descartar a nadie de momento.
—Pero… —y su voz se quebró de nuevo—. Naturalmente. Lo entiendo. Tienes que establecer las pautas. Pero creo, sinceramente, que puedo ayudarte. Tengo experiencia en la investigación científica. Soy una profesional, igual que tú.
—No eres como yo. Tú no llevas una placa —dijo abruptamente—. Si quieres ayudar, limítate a contestar a mis preguntas. Es todo lo que necesito de ti.

Parecía que fuera a protestar, pero no lo hizo. Frunció los labios y le dio la espalda. Seguramente había herido sus sentimientos, pero no había marcha atrás. A pesar de su doctorado, Joe no estaba dispuesto a involucrar a un civil en la investigación. En primer lugar no estaba bien visto recurrir a la ayuda externa. Eso podía herir la sensibilidad de más de uno y, en segundo lugar, no estaba convencido de que Demi fuera muy competente.

Era, sin duda, una mujer muy inteligente. Pero Joe había comprobado que, por mucho conocimiento teórico y por muchos libros que hubiese leído, nada podía sustituir el olfato adquirido patrullando las calles. Y pese a sus muchos títulos y a su exquisita educación, Joe dudaba de que alguna vez se hubiera visto en la tesitura de poner en práctica sus conocimientos. Una vez que hubiera contestado a sus preguntas, la mandaría a su casa.

Pasion Peligrosa Capitulo 7




— ¿Por qué no?
—Ya he dicho antes que me escapé de la fiesta para estar a solas unos minutos. No quería que nadie me viera.
— ¿Tenías miedo de que alguien pudiera seguirte hasta el solario? —preguntó Joe.
—No —Demi sabía que eso era una utopía—. Pensé que alguien podría ver la luz y sentir curiosidad. Además, era mejor observar la tormenta en la oscuridad.
—Entiendo. ¿Viste el cuerpo cuando te volviste para cerrar la puerta?
—Me resbalé y caí al suelo —asintió—. Por alguna razón miré al techo y descubrí su cuerpo colgando de una de las vigas de hierro.
Demi notó cómo se le quebraba la voz y empezó a temblar a su pesar.
La muerte no le era desconocida. En sus cursos de Investigación Criminal en Heathrow había enseñado a sus alumnos a analizar la escena del crimen y a observar a las víctimas de asesinato con objetividad. Después de graduarse había trabajado como interina en el Departamento de Policía de Worcester para completar su investigación y la tesis doctoral. Y apenas unos meses atrás había asistido a una serie de seminarios dirigidos por un investigador del FBI. Estaba acostumbrada al crimen. Vivía de cara al asesinato.
Pero cuando la víctima era conocida… alguien tan joven…
—Necesitaré tomarles declaración a todos —dijo Joe dirigiéndose a los Pierce, que permanecían apiñados detrás de Demi.
—Por ahora, prefiero que todos ustedes salgan de aquí —indicó Joe—. Necesitamos preservar la escena de crimen en el mejor estado posible.
—Me temo… —Demi hizo una mueca de disgusto— que ya hemos puesto en peligro el solario.
— ¿Alguien más ha entrado aparte de ti? —preguntó Joe.
—Entramos sin pensar en las consecuencias cuando Demi nos contó lo que había visto —explicó Drew—. Ella trató de mantenernos al margen, pero teníamos que asegurarnos de que la chica estaba muerta. Creímos que podríamos ayudarla.
— ¿Cuántos entraron? —preguntó Joe a Demi.
—Todos —admitió con pesadumbre.
—En ese caso, tendremos que comprobar las huellas dactilares de todos —y sacudió la cabeza con evidente frustración— También necesitaré la lista completa de invitados.
Se volvió hacia uno de los agentes uniformados que tenía a su espalda.
Asegúrate de que todas las salidas están cubiertas. No quiero que entre ni salga nadie sin mi permiso. Y no haré ninguna excepción —añadió mirando a los Pierce—. No me importan las excusas que puedan esgrimir.
—No esperará que todo el mundo espere aquí indefinidamente —apuntó Geoffrey Pierce, tío de Drew, con impaciencia—.Tengo cosas qué hacer.
— ¿A estas horas? —Demi le dirigió una mirada sospechosa—. ¿Qué clase de cosas?
Geoffrey no contestó y se limitó a permanecer de pie con aire de fastidio. Era un hombre alto, delgado, de pelo rubio y lacio. Pero no había llegado a la madurez en tan buen estado como su hermano mayor, William. Y no parecía tan compasivo como él. Era un hombre atractivo, al igual que todos los miembros de la saga, pero había algo en su expresión, una cierta crueldad en la forma de sus labios, que lo convertían en alguien siniestro y débil a un tiempo. Drew apoyó la mano en el brazo de su tío.
—El detective Jonas tiene razón, tío Geoffrey. Lo hemos fastidiado todo. Será mejor que no empeoremos las cosas —y se volvió hacia Joe—. Haremos todo lo que esté en nuestras manos para colaborar.
—Cuento con ello —afirmó.
Joe sacó unos guantes de látex del bolsillo de su abrigo y se los puso. Entregó otro par a Demi.
—Enséñame el cuerpo, Demi.
Lo primero que llamó la atención de Joe al entrar en el solario fue la temperatura. La habitación seguía helada pese a que Demi había asegurado que había cerrado la puerta exterior. Podía sentir cómo el frío traspasaba su abrigo, pero recordó que todavía tenía la prenda mojada a causa de la lluvia.
Mientras caminaba detrás de Demi y avanzaban hacia el fondo del solario, se preguntó si habría podido evitar la tragedia de haber aceptado el puesto de guarda de seguridad en la mansión de los Pierce. Probablemente, no. Hasta el momento, parecía que el presunto asesino había sido capaz de deslizarse hasta allí y desaparecer sin ser visto ni por los guardas de seguridad ni por los invitados. Eso sugería a Joe que el sospechoso era alguien que estaba familiarizado con la finca de los Pierce. Alguien que había accedido a la fiesta en calidad de invitado o que se había colado por la puerta trasera con ayuda de un compinche.
Pero eso no limitaba mucho el campo de acción. Habían acudido invitados desde todos los puntos del Estado. Y tan solo en Moriah's Landing la mitad de la población había recibido una invitación o había sido contratada esa noche para cubrir algún puesto específico. La verdad era que el asesino podía ser cualquiera. Joe, algo abrumado ante esa idea, se aflojó el cuello del suéter con un dedo.
El solario estaba repleto de plantas. Algunos helechos habían crecido hasta lo alto de la cúpula mientras que un laberinto de parras nervudas se había enrollado en las vigas del techo y caían hacía el suelo, alejándose muy lentamente de los rayos del sol. Había macetas colgantes que derramaban las hojas como una fronda perezosa y chocaban contra los hombros de Joe, que no dejaba de pensar en arañas. El ambiente dentro del solario era sofocante. Era como si las plantas estuvieran aspirando todo el oxígeno de la habitación.
Demi se había parado frente a él y lo miraba con cierta curiosidad.
— ¿Estás bien?
—Perfectamente —admitió de un modo sucinto.
—Esto está muy cerrado, todo rodeado de plantas —dijo y señaló a su alrededor con la cabeza—. ¿No serás claustrofóbico, verdad?
— ¿Claustrofóbico? —la miró con recelo.

Caperucita y El Lobo Capitulo 31





En algún lugar en el fondo del bosque, un ciervo raspaba sus cuernos árbol tras árbol esperando la llegada de la siguiente estación. El corazón de Demi se aceleró, sus músculos muy inquietos, ansiosos por la caza. Si ella los perseguía, huirían. Probablemente no los cogería, pero no importaba. Ellos huirían.
El pensamiento entró en su mente y su cuerpo obedeció. Se deslizó a través del bosque con gracia y una rapidez que desafiaba la razón, desafiaba la gravedad.
Ella sabía cosas, dónde el tronco que no podía ver cruzaba su camino más adelante, qué tan bajo las partes espinosas de una rama colgaban en la oscuridad, qué piedras golpear a través de la corriente para no caer en el agua.
Sabía cuándo girar a la izquierda, a la derecha o cuándo cambiar de dirección para ahorrar tiempo en la larga carrera. El boque le hablaba, le contaba secretos, le daba la bienvenida a su seno. La naturaleza, el bosque, las plantas y los animales, eran partes de un todo y ella también lo era.
Los ciervos fueron más allá de un matorral a quinientos metros de distancia, pastoreando en el escaso pasto del suelo del bosque. No la habían olido acercarse en dirección del viento u oído correr con sigilo, manteniendo blandas la tierra y las plantas. Aminoró, perfumando el viento, localizando su posición exacta sin siquiera verlos. Sí. Ellos estaban ahí, un novillo y dos más viejos. Dos estaban al final de su ciclo, el tercero estaba listo para el apareamiento. Todo esto vino a Demi con el aire, pero había algo más, algo familiar pero fuera de lugar.
Tarta de manzana con nuez y arándano. Ella había llevado tres a la Abuela ayer.
La esencia era única, pero diluida por la distancia. La abuela debe tener las tartas cerca de la pantalla en la ventana. Demi quería ver a la Abuela así que volteo lejos del ciervo y fue a verla. Así de simple. Sin complicaciones. Su instinto de lobo tomaba las decisiones fácil pero algo en el fondo de su mente se quejaba que fácil no era lo mismo que mejor.

Era muy difícil pensar ahora. Demi estaba perdida en la rápida demanda de sensaciones, flotando a través del bosque, los músculos de sus piernas bombeando como los pistones de un motor bien afinado. Una con el bosque, ella esquivó y saltó, giró a la izquierda, giró hacia la derecha, moviéndose sin problemas a través de la oscuridad del bosque. No era nada como lo que conocía y no quería que terminara. Pero cuando rompió la línea del bosque en el patio trasero del asilo de ancianos Green Acres, todo cambió.

Cabeza abajo, ella corrió a lo largo de las sombras, abriéndose camino hasta el borde del edificio. Las puertas de vidrio a lo largo de la pared trasera estaban todas cerradas, pero las luces de la esquina interior arrojaban un resplandor miel suave y encendieron la sala de recreación lo suficiente para que Demi pudiera ver al grupo de personas reunidas en torno a la televisión. Se deslizó fuera de la esquina, la luz interior y la oscuridad de la noche la hacían prácticamente invisible.
Demi buscó una cara familiar, preocupada de que su cerebro de lobo no reconociera a su abuela cuando la viera. Ella miró a los hombres de avanzada edad dormir en camas reclinables y se detuvo sólo un minuto para estudiar las características de la mujer entre ellos tejiendo. Había una mujer en la silla mecedora leyendo bajo una de las lámparas de la esquina y otra sentada en un asiento de amor mano a mano con una oferta hacia el futuro hacia un hombre de edad avanzada. Esos dos eran los únicos que parecían estar viendo la exuberante televisión evangelista. Pero Demi no los reconocía. No reconocía a nadie de ellos.
Abuela, ¿dónde estás? El cerebro de Demi estaba confuso, lleno con embriagadores aromas y sonidos, con los instintos de su mitad lobuna. Había demasiado, demasiadas distracciones. Pero ella sabía cómo lucía Abuela ¿no? Sí.
Ella la recordaba la manera en que hacía sentir a Demi, lo que significaba para ella.
Ninguna de esas personas era la Abuela. Demi se volvió y corrió a lo largo del edificio, evitando el derrame de luz emitida por las ventanas. Siguió el borde alrededor de las esquinas, hacia las alcobas y luego fuera de nuevo. Finalmente, llegó a la parte trasera del edificio donde cuatro ventanas estaban de manera uniforme a lo largo de la fachada. La primera pasaba por alto el patio trasero, por el borde del bosque cerca de las últimas tres. La suite de la Abuela. La luz de la habitación de la Abuela lanzaba una estela de luz en el bosque, iluminando a tono un rectángulo de follaje.
Demi circuló fuera del borde de la luz, con cuidado de no ser vi esta.

Las cortinas de encaje de la Abuela eran elaboradas, pero las pesadas cortinas estaban retiradas a los lados, exponiendo la habitación a cualquiera que se atreviera a mirar.
Abuelita. Demi la reconoció al instante. La anciana se sentó con estilo en su cama de hospital, con la parte superior de su cuerpo en ángulo para que pudiera ver la televisión. Con un control remoto en una mano, se colocó un tenedor en la otra, suspendido sobre una tarta de arándanos agrios con manzana y nuez esperando en una bandeja sobre la mesa que estaba en la cama. Sus pies se movieron a un ritmo feliz bajo la manta, acurrucando en su boca una media sonrisa, aún trabajando en su último bocado. Estaba feliz y los músculos de Demi se relajaron, liberando una tensión que no había visto antes. La abuela estaba segura y cuidada para la transformación en caso de que no pudiera revertirse. Demi  se estremeció ante la idea.
Ella no estaría atrapada como ella, ¿verdad? Las viejas historias siempre habían tenido un pobre desgraciado que sabía que había sido mordido y qué podía hacer para regresar a su forma humana. La recuperación de su vida era una lucha, pero siempre lo intentaban, siempre se revolcaban en la negación.
Por supuesto, en la mayoría de los casos, no tuvo éxito y se terminó transformando en el peor momento posible. Los aldeanos se atormentaban pensando que podían atacar a los niños, y eso les daba una buena razón para darles una muerte brutal. Demi se estremeció una vez más e hizo una nota mental sobre dejar de ver tantas películas de terror. Estaría bien. Esto no podría ser un estado mpermanente y los aldeanos casi nunca irrumpirían en estos días. La abuelita dio otro bocado a la exquisita tarta, su sonrisa se hizo más amplia y la masa salió de sus labios. Inclinó la cabeza hacia atrás, bailando el tenedor en el aire como un conductor. Demi nunca se había dado cuenta de lo largo y hermoso que era el cabello de su abuela. Como un manto de nieve blanca y fina, que parecía una hoja brillante que abarcaba desde la espalda hasta su trasero. Blancos rizos se agrupaban alrededor de sus caderas, provocando pequeñas cosquillas en sus mejillas.

Dios, ¿qué era lo que el mundo trataba de decirle a Demi? ¿Por qué no le dio un último abrazo, un beso en el pasado? Quería escuchar la voz de la abuelita, sentir su mano suave en su mejilla, diciéndole que la vida era más que la pérdida y el dolor. Ella quería ir a ella ahora. Demi dio un paso, sus pies y la cabeza fueron  bañados por la luz de la habitación de la Abuelita. Se detuvo, su instinto humano le dictaba que se detuviera. No podía. El miedo era demasiado grande. Su mirada de lobo no estaba dispuesta a confiar en los seres humanos, incluso en los que amaba.
Al retroceder, volvió a las sombras de nuevo. Otra vez. Si ella se quedaba de esta manera, Demi seguiría tratando de superar el grito de sus instintos de lobo. Pero, por ahora, incluso si ocurría que siguiera siendo un lobo tierno siempre, los aldeanos creían que era vandalismo, lo importante es que Demi sabía que la abuela estaba a salvo. Llamaron a la puerta de la Abuela y atrajeron la atención de Demi.
—Ven —dijo la abuela, las palabras más cantadas de lo indicado. La puerta se abrió y un hombre de cabello oscuro asomó la cabeza por la grieta—. Hola, mamá. ¿Estabas durmiendo?
—¿Patrick? —La mano de la Abuela se redujo a la cama, dejando el tenedor a distancia y al MTV olvidado—. No... no estoy dormida. ¿Eres tú, Patrick?
El cerebro de lobo de Demi tenía problemas con las palabras. ¿Papá? Demi se enfiló hacia adelante, la luz tocaba sus pies y su hocico. El hombre sonrió, entró y cerró la puerta detrás de él.
—¿Cómo está mi chica? —Guapo, sofisticado con su traje a medida, el hombre le era familiar, pero Demi no sabía por qué. Él estaba densamente construido, como un luchador alto, con hombros anchos, una mandíbula cuadrada y una nariz prominentemente románica. Había canas en sus sienes, el color apagado era aún más notable en contra de la oscuridad absoluta de su pelo bien recortado.
Él mantuvo su mano derecha escondida detrás de él cuando entró en la habitación de la abuelita. Cuando llegó a su cama, se inclinó y la besó en la frente y luego le ofreció el ramo de rosas blancas que escondía.
Demi resopló. Eran hermosas, pero no eran las favoritas de la abuelita. Las violetas. La abuela haría cualquier cosa por un puñado de violetas. Los pensamientos de Demi fueron probados por la expresión de la abuelita.

—¡Oh, uhmm, querido! Son... uhmm. ¿Podrías ponerlas en agua por mí? Hay un florero por ahí, uhmm. —La abuela sacudió el tenedor hacia la puerta del baño.
—Claro, mamá. —Ese hombre no era Patrick Lovato. El padre de Demi nunca hubiera traído a su madre las flores equivocadas. Una vibración extraña tarareó en su pecho, un gruñido llenó sus oídos. Le tomó un segundo darse cuenta que el gruñido venía de su interior, la ira se manifestaba en su forma de lobo de nuevo.

Le gustaba. En el momento en que el extraño impostor salió de la habitación, la abuela busco a tientas en su pecho. Encontró su relicario y trabajó duro para abrirlo. Una amplia sonrisa sentimental llenó su rostro, una tristeza pellizcaba la esquina de sus ojos
mientras miraba las imágenes en su interior.
—Yo, ah, traje los papeles que nosotros uhmm sobre lo que tú sabes — dijo el hombre en el baño.
La abuela se apresuró a cerrar el relicario, dentro del puño en su mano antes de que él caminara hacia la habitación, con un jarrón rebosante de rosas. Hizo una pausa por un momento, con la mirada estudiaba su rostro y luego descendió sus manos a su pecho. Su expresión era oscura, y su sonrisa de repente más rígida, forzada.
—¿Qué pasa, mamá?
—Nada. —Pero la atención del Patrick falso fue remachada. Dejó el vaso sobre la mesita de noche de la abuela y llegó a sus manos.
El gruñido vibrando a través de Demi se hizo más fuerte. Dio otro paso audaz
hacia la luz. La abuela se rió. Dejando abrir sus manos.
—El medallón. La imagen es tan vieja. Difícilmente se parece a ti mismo. Y mira a Demi. Tenía apenas cinco años de edad. — El hombre estudió las imágenes, las negras cejas gruesas se arrugaron estrictamente sobre sus ojos oscuros. Pero luego sonrió, cerró el medallón y se lo puso suavemente en el pecho—. Esa fotografía es de hace unos años. Miré a una persona diferente entonces. —La abuela asintió con la cabeza, con su sonrisa brillante—. Todavía eres hermoso, sin embargo.
—Gracias, mamá. —El hombre puso una mano en el bolsillo de su saco y sacó una delgada pila de largos papeles doblados. Los puso en la bandeja junto a la tarta de la abuela, colocando una pluma de lujo junto a ellos.
—¿Extrañas tener veinte? —Él asintió con la cabeza hacia el televisor.
—Dieciséis. Siéntate, siéntate, aunque ya estoy un poco vieja —dijo la abuela.
—Vieja. —Él se burló—. Tú te ves como todos nosotros. —Sacó el banco, alrededor de la cama y lo arrastró a una de las sillas de respaldo alto, más cerca. Se dejó caer en ella con una ligereza impropia de su ropa sofisticada y apoyó el cuero costoso de sus zapatos en el banco.
¿De qué papeles hablaban, y qué claramente había dejado en la bandeja de la Abuela? ¿Y quién diablos era él de todos modos? Había algo familiar en él, pero su cerebro de lobo no encontraba la conexión. No importaba. Todo dentro de Demi le dijo que necesitaba alejarlo de la abuela. Incluso su mitad lobo estuvo de acuerdo.

Ella retrocedió en las sombras de nuevo, corriendo hacia el final de la construcción. Tal vez podría encontrar una puerta entreabierta o deslizarse por detrás de alguien más. Tenía que llegar a la abuelita, protegerla, a pesar de su miedo instintivo hacia los seres humanos. Ella caminó a lo largo de la construcción, bordeando los espacios con luz lo mejor que pudo. Volvió a dar una última curva donde estaba el bosque. Los dedos de sus pies se encontraron en el borde de la gran extensión de asfalto. Frente a ella, el estacionamiento del Asilo Acres se extendió entre ella y la puerta principal.
El bosque cercaba a Green Acres en tres lados, dejando a la fachada principal y el estacionamiento descubiertos. El lote estaba iluminado como la luz del día por tres luces enormes colocadas justo para mantener a raya las sombras. Más allá del aparcamiento, justo enfrente de la residencia de ancianos, los automóviles pasaban como una bala en dos carriles ocupados, y en el otro lado se evaporaba el resplandor de la humanidad. Un restaurante, un supermercado, una estación de gas y más cerca del borde de la civilización, rodeada por un lado, acres y acres de bosque detrás de ella. Demi quería dar marcha atrás y le dolían los músculos de la moderación.

La abuelita. Ella la necesitaba y Demi dio un paso provisional. El fondo negro era cálido en su almohadilla, todavía con el calor de un día soleado. Ella se trasladó más lejos, con la mirada fija en la puerta de vidrio. Dentro de ella podía ver la recepción y una cara familiar sentada detrás de él. ¿Cuál era su nombre?
No importaba. Ella no reconocería a Demi así de todos modos. Demi mantenía un movimiento lento y constante. Ella se quedó cerca del suelo, en cuclillas, tratando de ser más pequeña, menos perceptible. Era inútil, lo sabía, estaba totalmente expuesta. Una puerta se estrelló y a Demi se le congeló el corazón palpitante. Su mirada se precipitó sobre el estacionamiento, cinco coches. Sus orejas se crisparon, olfateó. Nada. Con los músculos tensos, con ganas de correr, pero no se movió.
—¿Demi?
Ella conocía la voz, profunda y rica, suave como...
—Soy... uhmm Joseph. Fácil, ¿no?
¿Joseph? Demi siguió la voz con los ojos. Lo encontró junto a un coche largo y negro aparcado en el bosque en el otro lado. Ella lo observó, con las manos bajas, fuera de su cuerpo como si tratara de parecer menos amenazante. Sus instintos no se lo creyeron. Ella volvió a olfatear y recogió sólo un indicio de su olor cuando el viento cambió a su alrededor, rebotando en el edificio. Mmmm...
Conocía el olor de la tierra, y las plantas, el bosque, pero había más. Un toque de dulzura, colonia humana. La mitad lobo de Demi se opuso al olor, retrocediendo hacia atrás.
—No. Espera. —Dejó de moverse—. Yo te ayudo. Déjame estar contigo. —Demi sabía las palabras, pero no pudo envolver su cerebro de lobo en torno a su significado. Él era humano. Ella no podía confiar en los seres humanos. Se trasladó otro paso atrás—. ¡Jesús! Eres un hermoso animal. Sé que estás asustada con lo que estoy diciendo, pero no puedes seguir sola.
Demi dio otro paso atrás. ¿Por qué estaba aún a la intemperie con él? ¿Adónde iba? Ella no podía recordarlo. No importaba. Tenía que huir. Tenía que correr, su instinto lo exigía y era demasiado difícil de ignorar. El pesado cuerpo de Joseph, chocó con ella, no pudo cambiar la velocidad y dirección mejor que ella. El impacto golpeó el aire de sus pulmones, ambos cayeron al asfalto en la hierba suave. Demi encontró su centro y se detuvo en su giro, justo a tiempo para sacar la nariz fuera del camino de la minivan rodando por el camino. Se torció duro, echando la cabeza y el cuello, Demi tuvo los pies en ella. La adrenalina subió por su cuerpo, dándole un alto vértigo mientras desconcertada pensaba qué hacer a continuación. ¿Dónde estaba el hombre? No importaba nada más.

Un gruñido dio la vuelta, el sonido tan visceral que vibraba a través de su carne y hueso, el tartamudeo del latido de su corazón. Miró hacia el bosque, tratando de localizar el sonido. La oscuridad era completa, incluso para su vista de lobo mejorado. Con esfuerzo, se las arregló para tomar un sutil cambio de movimiento detrás de un grupo de árboles y centró la mirada cuando el suave brillo de los ojos azul pálido rompió la cortina de color negro.
La piel plateada de Joseph salió a la luz. La persecución había comenzado.


Caperucita Y El Lobo Capitulo 30





Su cuerpo estaba tratando de volverse al revés… a través de su ombligo.
Demi se acurrucó en el sofá haciéndose bola, tirando de la manta debajo de la barbilla. La casa estaba llena de sombras, el sol casi se había ocultado. La temperatura en el termómetro de colibrí aspirara en la ventana una lectura de ochenta y dos grados, pero Demi estaba temblando tanto, que sus dientes rechinaban.
Esto era peor que la vez que había cogido la gripe y tuvo que ser hospitalizada durante un día y medio, mientras que lo peor pasaba. Había tenido miedo porque se podía morir. ¿Qué dice eso acerca de las posibilidades que tienes ahora?
Otro fragmento de dolor atravesó su vientre, como una sierra cortando desde su ombligo hasta el cuello. Ella gritó, pero el sonido era ronco, la última media hora había arruinado su voz. Ella debería de haber llamado a Joseph .
¿Pero qué podría haber hecho más que observar? Ella ya había arrojado todo hasta que ya no quedaba nada dentro de ella. Nadie necesitaba ver eso.

Su cuerpo convulsionaba, sus músculos contrayéndose y luego estirándose. La manta voló a través del salón, cayendo detrás de la silla en la esquina. Querido Dios, se estaba congelando, incluso mientras el sudor caía por su nariz y barbilla.
Ella no podía evitar temblar y cuando otra ola de dolor atravesó su cuerpo se encontró retorciéndose en el suelo.
Su cabello estaba empapado, largas líneas aferrándose a su cara, pegados a su cuello y goteando pequeños charcos en el suelo. Ella se levantó, bloqueando sus codos, luego descansó ahí un segundo tratando de encontrar un momento de paz. Su cuerpo no lo tendría.
—Oh Dios mío, Oh Dios mío. Algo está pasando. —Ella colapsó.
Si era posible sobrevivir a cada hueso siendo roto de manera simultánea y luego reacomodado, tendones rasgándose de sus músculos, órganos cambiando, cartílagos creciendo, estirando su piel, si era posible sobrevivir a su autopsia, Demi ahora sabía cómo se sentiría.
Su boca abierta en un grito mudo mientras veía sus dedos encogerse, los huesos de su brazo tirando hacia atrás, reorganizándose. Ella podía sentir cada grueso pelo metiéndose a través de su piel como gordas agujas abriéndose paso a través de sus pequeños folículos.
Ella gritó otra vez cuando el cartílago de su nariz se desmoronó y reorganizó, extendiendo su carne, su mandíbula saliendo, dientes afilándose, rasgando sus encías mientras crecían. Pero el sonido no era el suyo, o al menos ninguno que se hubiera escuchado antes. Era un loco, agudo chirrido ahuecado hacia el final.

Su columna vertebral arqueada de una manera y luego de otra, huesos fracturándose a lo largo de su espalda, empujando por debajo de la sensible piel por encima de su trasero.
—No. Por favor… una cola. —Las lágrimas manchaban su cara, pero no podía sentir la humedad a través de su piel. Sus piernas transformándose justo como sus brazos lo habían hecho, el dolor igual de intenso.
Y luego… Finalmente se detuvo.
Demi yacía inmóvil en el suelo junto al sofá de la sala. Sus ojos cerrados, jadeando, tratando de recuperar el aliento. El dolor había durado toda una vida.
Le tomó varios minutos confiar en que no volvería. Ella se humedeció los labios, excepto que no tenía ningunos. Dientes, largos y afilados, rasparon a lo largo de su lengua. Se lamio de nuevo y casi toca el puente superior de su nariz. La piel era áspera contra su lengua, salada por el sudor y las lagrimas.
Ella abrió sus ojos, casi los cruzó tratando de ver el largo hocico donde su nariz había estado.
Algo corrió a lo largo de la fundación de la casa. Ella escuchó y sintió sus orejas girar. Sacudió la cabeza a la extraña sensación y se puso de pie, débil al principio, el centro de balance muy diferente de dos piernas a cuatro. Sus shorts arrugados alrededor de la parte trasera de sus pies, y lo que quedaba de su camisa aun colgaba alrededor de su cuello.
Ella hizo todo lo posible para tocar con la pata el tejido roto y se las arreglo para atrapar su garra en el cuello y extraerlo el resto del camino. Hizo una nota mental para estar desnuda la próxima vez que esto pasara. El pensamiento la detuvo por un segundo. Ella sabía que habría una próxima vez.
Libre, se sacudió. Qué asco. Era demasiado extraño. Su grueso y pesado pelaje deslizó su piel ida y vuelta en su cuello. Un estremecimiento viajó a través de sus hombros, sobre su espalda y por su cola.
La cola. Ella casi lo olvida. Demi giró, tratando de ver su trasero, pero cuando volteo, su parte trasera la siguió. Dio vueltas de nuevo, pero solo consiguió ver un atisbo de piel rojiza y tal vez una pisca de fresa-rubio en la punta. Ella no podía estar segura. Si tan solo pudiera tener una mejor visión.
Rápido, ¿cómo se maneja una cola? Ella trato de moverla mientras daba vueltas alrededor pero eso tomo más coordinación de la que había dominado en ese momento. Ella siguió tratando de ver a través, dando vueltas y torciéndose, torciéndose y dando vueltas, pero no pudo cogerla… Oh dios, estoy persiguiendo mi cola.
Se detuvo, agradecida que nadie la hubiera visto. Soy un ser humano inteligente.
Puedo resolver esto. Ahora, si quiero verme a mí misma yo...
Había algo en las flores fuera del solario. Demi levanto la cabeza y resopló.
Ciervo. Y estaba contra viento. Podría cogerlo si yo…
No. Espera. Ella estaba pensando en otra cosa hace un minuto. ¿Qué era? Su culo se golpeó contra el sofá y luego otra vez. Pero ella no había movido su culo. Ella giro su cuello hacia su grupa y vio un destello de pelaje fresa-rubio balanceándose fuera en la punta de su cola. Estoy moviendo mi cola. Genial.
¿Cómo?
Sin embargo en el instante que pensó en eso, su cola se detuvo. De inmediato.
Ella sólo había conseguido un rápido vistazo. Quería ver más. ¡Eso es! Ella había estado pensando en la manera en que podría verse a sí misma sin tener que correr en círculos. Un espejo.
Joder. ¿Cuál es el problema con ella? ¿Por qué no podía mantener un pensamiento en orden en su cabeza? Demi dio vuelta y se dirigió a las escaleras, sorprendida de cuán rápido y fácil se movió ahora que tenía cuatro pies para subir en vez de dos.
Había tantos olores, tantos sonidos, incluso las cosas cotidianas capturaban su curiosidad. Era todo lo que podía hacer para no oler la basura cuando fue al baño. Ella empujo la puerta con su nariz para que pudiera verse a sí misma en el espejo de cuerpo entero detrás de ella
Pero cuando su reflejo mostró un alto, robusto lobo marrón, ella entró en pánico. Los pelos bajo su espalda hasta sus piernas se erizaron, un gruñido vibró en su quijada, enseñó los dientes. El lobo color rojizo gruñó en respuesta, imitando su posición agazapada, mostrando los dientes.
Ella podía luchar o huir. Esa era su guarida. No iba a huir a ninguna parte.
Demi saltó al lobo y el lobo saltó a ella. Ellos chocaron duro, rompiéndose una grieta como telaraña donde se encontraron sus cabezas. Demi se tambaleó atrás, sacudió la cabeza y vio al robusto lobo marrón hacer lo mismo. Ella resopló, y lo mismo hizo su reflejo.
Ugh. ¿Qué estaba pensando? No. El problema era que no estaba pensando. Ella estaba actuando por instinto, instinto de lobo. Era más fuerte que cualquier cosa que ella había sentido como humana y sorprendentemente difícil de ignorar. Ella tendría que tener eso en mente lo mejor que pudiera.
Demi tomó un mejor vistazo de sí misma. Ella era un gran lobo, probablemente normal para hombres lobo, pero espantosamente grande para un lobo natural.
Su pelaje tenía un color más oscuro que el normal de su cabello excepto por el fresa-rubio en las puntas de sus orejas y su cola, los cuales podía ver ahora si se inclinaba en el ángulo correcto.
Sus ojos eran del mismo verde que siempre habían sido, pero su forma era diferente, más almendrados, más largos. Quizá por eso su visión era más clara.
Santo cielo, hacía calor. Su boca colgaba abierta mientras ella veía, su lengua cayendo fuera a un lado. Ella jadeó, se detuvo, y luego lo hizo de todos modos.
La enfriaba y era mejor que tomar agua del inodoro, lo cual era otro terrible impulso que estaba golpeando a través de su cerebro. Tenía que salir de la casa antes que hiciera algo completamente asqueroso.
Demi empujó la puerta con su nariz y bajó corriendo las escaleras. Su corazón latía más rápido con sólo el pensamiento de aire libre, espacio libre para correr, un bosque para explorar. Ella atravesó la sala hacia el solárium y luego salió por la puerta trasera. La pantalla de la puerta golpeó contra el marco de madera detrás de ella, dándole un comienzo, pero ella siguió moviéndose.

El sol estaba por debajo del horizonte, su suave brillo desvaneciéndose rápidamente. Más allá del umbral de la selva, era tan bueno como la noche entera, y Demi podía ver perfectamente. No es de extrañar que no hubiera podido escapar de la familia de Joseph la noche anterior. Había estado corriendo a ciegas mientras ellos jugaban con ella. Idiotas.
Ella empujó el pensamiento lejos, permitiéndole a la noche robar su atención. El bosque estaba vivo ante ella, no solo lleno de billones de latidos sino con colores, olores y sonidos. Muchas cosas eran infinitamente fascinantes, el ejército de hormigas viajando en líneas de transmisión llevando corteza, hojas y carcasas de bichos.

El penetrante olor de una mofeta que había pasado horas antes la llevó por un camino antes de que la cola de una marmota joven le hiciera dar vuelta.
Un búho llamó a su compañero por lo alto y un murciélago arremetió tan bajo que ella trató de saltar y cogerlo. Una cosecha de madera violeta perfumaba el aire en un lugar y un parche de bayas tenía su estomago gruñendo en otro. Ella en realidad podía sentir el dulce sabor de la savia en su hocico y el amargo sabor del aerosol del zorro por accidente.