martes, 2 de octubre de 2012

The Duff Capitulo 41 Jemi



selena aceleró el motor mientras me subía a la vieja camioneta de su madre. La señorita Waller, antes Señora Blithe; volvió a utilizar su apellido de soltera después de su divorcio, podía tener un vehículo mucho más bonito. Cuando estaba casada con el padre de Selena, tenían un montón de dinero. El señor Blithe le había ofrecido comprarle un Lexus pero ella lo rechazó. A ella le encantaba el viejo y desvencijado Chevy, que adquirió durante el primer año de bachillerato. Su hija, por otro lado, lo odiaba. Especialmente desde el momento en que ese vehículo se convirtió en el único que podía conducir. Definitivamente, Selena nunca hubiera rechazado el Lexus de su padre. 

Desafortunadamente el señor Blithe había perdido todo lo que generosamente había poseído cuando concluyó el divorcio. Ella estaba mirando a través del parabrisas hacia el caserón mientras me ponía el cinturón de seguridad. Tenía un pijama rosado decorado con ranas verdes debajo de su chaqueta, y su corto cabello sobresalía en todas direcciones. A diferencia de mí, Selena podía hacer que con aspecto desaliñado se viera linda y sexy. Y ni siquiera tenía que intentarlo. —Hola —le dije. Me miró. Sus ojos repasaron mi cara en seguida, buscando algún signo revelador de problemas, y su frente se arrugó. Después de una corta pelea de miradas fijas, se giró y puso la camioneta en marcha, luchando un poco con la palanca de cambios. —Está bien—dijo mientras nos salíamos del camino de entrada—. 

¿Qué está pasando? Y no me digas que las cosas están bien porque levanté mi trasero a las siete de la mañana y muy bien podría retorcerte el cuello si no me das una respuesta sincera. —Oh sí, porque las amenazas siempre son un buen recurso para animarme a hablar. —No me vengas con esa mierda. —Gruñó Selena— Solo estás evadiendo el tema, como siempre haces. Eso tal vez funcione con Miley, pero deberías saber muy bien que no funcionará conmigo. Ahora explícate. Empieza por contarme ¿por qué te estoy recogiendo en casa de Joseph? —Porque me quedé durante la noche. —Claro, eso ya me lo había imaginado por mi cuenta. Me mordí el labio, insegura de por que estaba ocultando la verdad. O sea, no era como si pudiera ocultarle la verdad a ella durante más tiempo.

Ella podría averiguarlo todo pronto, así que ¿por qué no escupirlo ahora? Ahora que, de todas formas, Joseph y yo habíamos terminado. ¿Estaba mintiendo, o realmente lo estaba ocultando a propósito ahora? ¿Después de todas estas semanas de secretos había desarrollado un hábito? ¿Y si lo hice, no era hora de dejarlo ya? Ella suspiró y disminuyó la velocidad de la camioneta un poco. —Dime la verdad, Demi, porque estoy muy confundida ahora. Confundida y molesta. Se supone que tú odiabas a Joseph Jonas, y lo odiabas mucho. —Lo odiaba —dije. 

— Y todavía lo hago… o algo así. —¿Algo así? Jesús, deja de darle vueltas al asunto. Mira, las últimas semanas nos has abandonado a mí y a Miley. Apenas te vemos por que ya no haces ni una mierda con nosotras. Miley no lo dirá, pero ella piensa que ya no te gusta estar con nosotras. Está molesta, y yo también, por que nos has abandonado por completo. Siempre estas distraída y abstraída. ¡Y tú siempre le das la vuelta a nuestras malditas preguntas! Diablos, Demi, dame algunas respuestas… por favor. 

—La ira en su voz se rompió con una pequeña suplica de desesperación. Bajó la voz—. Por favor, dime qué está pasando contigo. Mi corazón me dolió cuando la culpa apretó mi pecho como una boa constrictor. Dejé salir un largo suspiro, sabiendo que no podía mentir más. Al menos, no acerca de esto. —Hemos estado durmiendo juntos. — ¿Quién? ¿Tú y Joseph? —Si. — ¿Desde cuándo? —Finales de enero. Selena se quedó quieta durante un largo momento. Entonces, después de que lo comprendió, pregunto. — Si tú lo odias, ¿por qué has estado con él? —Por que… me hace sentir mejor. Con todo el drama de mis padres y también todo lo de Sterling… yo sólo necesitaba distraerme. Quería escapar de todo eso… ya sabes, de una forma que no fuera suicida. Dormir con Joseph parecía una buena idea en su momento.

 —Me quedé mirando a través de la ventanilla, sin querer mirar la expresión de su cara. Estaba segura que estaría decepcionada. O, de alguna manera retorcida, tal vez estaría orgullosa de mí. —Así que… ¿ahí es donde has estado el último mes? —preguntó. — ¿Has estado con Joseph? —Si. —Murmuré. — Cada vez que las cosas parecían ser demasiado, él simplemente estaba ahí. Podía aliviar el estrés sin volveros locas a ti y a Miley. Parecía una buena idea. Y de repente era una adicta… pero todo me atrapó, y ahora todo apesta más que antes.

—OH, DIOS MÍO, ¿estás embarazada? Apreté los dientes y me giré para mirarla de frente. —No, Selena, no estoy jodidamente embarazada. — ¿Hablaba en serio? — ¡Dios! Soy lo suficientemente inteligente para usar un condón y he estado en control de natalidad durante tres malditos años, ¿vale? —Está bien, está bien. —dijo Selena. — No estás embarazada… gracias a Dios. Pero si ese no es el problema, ¿por qué las cosas apestan más que nunca? —Bueno, por ejemplo, por que tú estás enfadada conmigo… y me gusta Joseph. —Bueno, chica, te estás acostando con él. 

—No, lo que quiero decir… —Sacudí mi cabeza y me giré para mirar a través de la ventanilla otra vez. Las pequeñas casas suburbanas de Hamilton pasaron por delante de nosotras, simples y limpias. Rodeadas por sus inocentes cercas. Yo mataría por ser simple y limpia como esas pequeñas casas. En cambio, me sentía complicada, y sucia y manchada. —No me gusta él. —Le expliqué. 

— Me molesta como el infierno el noventa y seis por ciento del tiempo, y a veces no hay nada que me gustaría más que ahorcarlo hasta la muerte. Pero al mismo tiempo yo… yo quiero que él esté feliz. Pienso en él mucho más de lo que debería y yo… —Tú lo amas. — ¡No! -Grité girando para encararla. — No, no, ¡no! Yo no lo amo, ¿vale? El amor es raro y difícil de encontrar y toma años y años para que suceda. Los adolescentes no se enamoran. Yo no amo a Joseph. —Bien. —Dijo Selena.- Pero tú sientes algo por él ¿verdad? ¬—Si. Ella me miró antes de volver al camino, medio sonriendo.

 —Lo sabía, o sea… todos esos chistes que hice sólo eran para tomarte el pelo, pero sabía que algo pasaba después de que lo besaras. —Cállate. -Murmuré. — Esto apesta. — ¿Por qué? — ¿Por qué qué? — ¿Por qué eso es algo malo? Y que si sientes algo por él. ¿No se supone que eso debería ser grandioso y emocionante y hacerte sentir mariposas en el estómago o lo que sea? —No —dije. No es grandioso ni emocionante. Es terrible. Es insoportable.—Pero, ¿por qué? —Por que yo nunca le voy a gustar a él. —Dios, ¿es que no era obvio? ¿No podía sumar dos más dos? — Nunca se interesará por mí de esa manera, Selena. Estoy perdiendo mi tiempo por pensar en que eso pueda pasar. — ¿Por qué no le ibas a gustar a él? —preguntó ella. ¿Acaso tenía un millón de preguntas o qué? —Detente. —No, estoy hablando en serio, D.

—presionó Selena. — Estoy muy segura de que no puedes leer mentes o ver el futuro, así que no veo cómo sabes que nunca le gustarás. ¿Por qué no le gustarías? —No me estás gustando mucho ahora mismo. —apunté. —Lo superaré. —dijo. — Bueno, tarde o temprano. Pero, en serio ¿qué es lo que impide que le gustes a Joseph? —Yo soy la DUFF —Perdón, ¿La qué? —DUFF — ¿Eso es solo un mote? —Las siglas de ugly fat friend, (la designada amiga fea y gorda) —suspiré—. La chica fea del grupo. Esa soy yo. —Eso es estúpido. — ¿Lo es? —Dije con voz rota—

 ¿Es realmente estúpido, Selena? Mírate, mira a Miley. Vosotras parecéis como si hubierais salido de un anuncio de Teen Vogue. No puedo competir con eso. Así que sí, yo soy la maldita DUFF. —No lo eres. ¿Quién te dijo eso? —Joseph. — ¡Me estas jodiendo! —No. — ¿Antes o después de acostarte con él?—Antes —Bueno, entonces, él no lo dijo en serio. —Dijo Selena— Él ha estado acostándose contigo ¿cierto? Así que debe encontrarte atractiva. Yo bufé. — Mira de quien estás hablando, Selena.

lunes, 1 de octubre de 2012

The Duff Capitulo 40 Jemi




Supe que algo no andaba bien en el instante en que abrí los ojos la mañana siguiente. El cielo se veía frío y aburrido afuera de la ventana de Joseph, pero yo me sentía cálida. Muy cálida. El brazo de Joseph me cubría, sosteniéndome contra su pecho, y su respiración suave y rítmica calentaba mi nuca. Todo era tan pacífico. Tan perfecto. Me sentía segura y contenta. Y ese era el problema. Por mi visión pasó la imagen de un sweater rosado que yacía olvidado en la esquina de la habitación. Había estado allí por semanas. Propiedad de alguna chica sin nombre. Una de las muchas que Joseph había traído a su habitación.

 Viéndolo, recordé repentinamente en la cama de quién me encontraba. Quién estaba abrazándome. No debería haberme sentido segura o contenta. No aquí. No con Joseph. Estaba mal. Yo debería estar disgustada. Debería estar asqueada. No debería desear nada más que empujarlo lejos de mí. ¿Qué demonios estaba sucediéndome? ¿Qué estaba mal conmigo? Y justo cuando me hice esas preguntas, las respuestas me golpearon como un tsunami. Un tsunami helado que me dejó con los ojos como platos y en shock. Estaba celosa de las otras chicas a las que les hablaba. Estaba deseando hacer cualquier cosa para que él sonriera. Me sentía segura y contenta en sus brazos. Oh, por Dios, pensé, en parte aterrada. Estoy enamorada de él. Tenía que sacudirme a mí misma entonces. No, no, no. No era amor. Amor era una palabra grande. 

Demasiado grande. El amor requería años y años para desarrollarse... ¿cierto? Yo no estaba enamorada de Joseph Jonas. Pero sentía algo por él. Sentía algo más que odio y disgusto. Era más como si estuviera abrumada. Más de lo que había sentido por Sterling Gaither todos esos años. Era real. Era poderoso. Y era aterrador. Tenía que salir de allí. No podía quedarme. No podía permitirme a mí misma caer en su trampa. No importaba cómo me sentía sobre Joseph, él nunca sentiría lo mismo.

Porque él era Joseph Jonas. Y yo era la Duff. No iba a torturarme de esa forma. Había aprendido mi lección con Sterling. Acercarse demasiado a alguien sólo llevaba a lastimarse, y Joseph definitivamente podía lastimarme. Anoche lo había dejado verme en mi estado más débil. Me había abierto con él. Y si no me iba ahora, pagaría el precio. No importa dónde vas o qué haces para distraerte, la realidad siempre te encuentra eventualmente. Mamá lo había dicho sobre su relación con papá. Una sonrisa amarga se expandió en mi rostro mientras me separaba de los brazos de Joseph a regañadientes. Mamá había tenido razón. Joseph era mi distracción. Se suponía que él era mi escape de las emociones. De todo el drama. Y ahí estaba yo... sin sentir nada más que emociones. 

Me deslicé alrededor de la habitación, tratando de vestirme sin hacer ningún ruido. Después de haber entrado en un tirón en mi sweater y mis vaqueros, agarré mi celular y salí hacia el balcón. Antes de poder decirme a mí misma que no lo hiciera, o convencerme de que ella no contestaría, marqué el número de Selena. Sabía que ella aún estaba molesta conmigo, pero no podía pensar en ninguna otra opción. No importaba cuán loca estuviera ella, sabía que Selena me ayudaría. Ella ayudaba a todo el mundo. Simplemente era parte de su forma de ser. — ¿Hola? — gruñó somnolienta, después de dos toques. Maldición, murmuró una voz en mi cabeza. Después de todo ese tiempo, no podía creer que así era como Selena se enteraría de mi secreto. Pero sabía que era por mi bien. Sabía que si no me iba entonces, nunca lo haría. Lo sabía, pero no quería irme. No quería sentir lo que sentía. Y realmente no quería que Selena -ni nadie, para el caso- lo supiera.

 — ¿Hola? ¿Demi? — Muy mal, yo nunca tenía lo que quería. —Oye, Selena, lamento despertarte, pero... ¿puedes hacerme un gran favor? Por favor— —D, ¿estás bien? — Preguntó, su somnolencia desvaneciéndose poco a poco — ¿Qué pasa? ¿Sucede algo malo? —  ¿Puedes conseguir las llaves de tu madre y venir a buscarme? Realmente necesito ir a casa— — ¿A casa? — ella sonaba confundida. Nada bueno cuando estaba combinado con miedo. Dios, un día le iban a dar úlceras a la pobre chica. — ¿Quieres decir que no estás en tu casa? ¿No dormiste en tu casa anoche? — —Cálmate, Selena. Estoy bien— dije. —Y una mierda, no me digas que me calme, Demi— su voz se quebró. —Has estado actuando extraño por semanas e ignorándome cada vez que trataba de hablarte. 

Ahora estás llamándome temprano en la mañana y pidiéndome que te pase a buscar, así que, ¿debo calmarme? Dios, ¿dónde rayos estás? — Esa era la parte que había estado temiendo, así que inspiré hondo antes de responder su pregunta. —Estoy en casa de Joseph... Tú sabes, la casa gigante en— Sí— dijo Selena — ¿La casa de Joseph Jonas? Sé dónde queda— sentía curiosidad, pero trataba de esconderla tras su enojo. Sus habilidades de actriz no eran mejores que las mías. —Bien, estaré allí en diez minutos—. 

Y colgó. Cerré el teléfono y lo metí dentro de mi bolsillo trasero. Diez minutos. Sólo diez cortos minutos. Suspiré y me incliné contra la barandilla del balcón. Desde ahí, el aburrido Hamilton lucía como un horripilante pueblo fantasma. Las calles estaban vacías en la mañana (nunca estaban demasiado llenas, para ser honesta), y las pequeñas tiendas de techos grises estaban cerradas. El cielo nublado, sin sol, no ayudaba a la imagen general, y dejaba todo bajo una capa de penumbra. Penumbra sin sol, imagínate. —Tal vez no seas consciente de esto, pero los humanos tienden a dormir los Sábados—. Volteé y encontré a Joseph parado en la entrada del balcón, frotándose los ojos soñolientamente con una pequeña sonrisa en su rostro. Aún con el viento helado, él no vestía nada más que sus boxers negros. Maldición, tenía un cuerpo sorprendente... pero no podía pensar en eso. Tenía que terminarlo todo. 

—Tenemos que hablar— traté de encontrar algo a lo que mirar además de su sexy cuerpo medio desnudo. Mis pies parecieron ser la mejor opción. —Hmm—, reflexionó Joseph, pasando una mano a través de sus rulos desordenados. — Sabes, mi padre dice que esas son las tres palabras más aterradoras que una mujer puede decir. Él cree que nunca viene nada bueno después de un “tenemos que hablar”. Estás preocupándome un poco, Duffy— —Deberíamos entrar—.Eso no es nada prometedor— Lo seguí dentro de su habitación, retorciendo mis manos incontrolablemente. (Las palmas sudorosas son tan atractivas.) Él se dejó caer en la cama y esperó que yo hiciera lo mismo, pero me mantuve de pie. No podía ponerme demasiado cómoda. Selena estaría ahí para buscarme en unos 8 minutos y medio -estaba contando- así que debía hacer esto breve y dulce. O quizás sólo breve. Nada de eso se sentía dulce para mí.

 Ansiosamente, alcé mi mano y me rasqué la nuca. —Escucha— dije —Eres un gran chico, y aprecio todo lo que has hecho por mí— ¿Por qué tenía que sonar tanto como una ruptura? ¿Acaso no tenías que salir con alguien para botarlo después? — ¿De verdad? — Preguntó Joseph — ¿Desde cuándo? Nunca te has referido a mí mejor que como escoria. Sabía que cambiarías de parecer eventualmente... pero algo me dice que debo mantenerme alerta— —Pero—, seguí, ignorándolo lo mejor que pude. —"No puedo seguir haciendo esto. Creo que deberíamos dejar de, ehm, dormir juntos— Sí. Definitivamente parecía una ruptura. Todo lo que necesitaba hacer era lanzar un: “No eres tú, soy yo” y sería perfecto. — ¿Por qué? — él no sonaba lastimado. Sólo sorprendido. Me lastimó el hecho de que él no sonara lastimado. —Porque ya no funciona para mí— dije, apegándome a las tradicionales líneas que había oído en las películas. 

Eran clásicos por una razón, después de todo. —Simplemente no creo que esto -hice un gesto entre nosotros dos- esté en mis, ehm, en nuestros mejores intereses— Joseph entrecerró los ojos, y me miró. —Demi ¿tiene esto algo que ver con lo que pasó anoche? — preguntó seriamente. —Si es así, quiero que sepas que no hay nada de lo que tengas que preocuparte—. —No es eso—. — ¿Qué es, entonces? Lo que dices no tiene sentido—.

 Miré a mis zapatos. La goma de los bordes estaba empezando a pelarse, pero el rojo brillante de fábrica de las Converse aún no se había desvanecido del todo. Rojo brillante. —Soy como Hester— suspiré, más para mí que para Joseph. — ¿Qué? — Lo miré, sorprendida de que me hubiera escuchado. —Soy como... — Sacudí la cabeza. —Nada. Terminamos. Terminé—. Demi—Yo... tengo que irme— Estaba tan enfocada en salir de esa maldita casa que no oí las palabras que Joseph gritó tras de mi. Su voz simplemente desapareció en la distancia, donde yo esperaba dejarlo para siempre. 

sábado, 29 de septiembre de 2012

The Duff Capitulo 39 Jemi



— ¡Mira! — Gritó papá. —Los chicos no se quedan con las putas, Demi. Las dejan. Y yo no voy a dejar que te conviertas en una puta. No mi hija. Esto es por tu propio bien.

Alcé la vista al ver una mano hacia mi brazo. Cerré los ojos a la espera de sentir sus dedos alrededor de mi antebrazo. Pero nunca lo sentí. Oí un ruido sordo, y papá gruñó de dolor. Mis ojos se abrieron de golpe. Joseph se trasladó lejos de mi padre que se masajeaba la mandíbula con una mirada de asombro en su rostro.

— ¿Pero qué gilipollas? — dijo
— ¿Estás bien? — Preguntó Joseph, delante de mí.
—¿Acabas de golpear a mi padre?
No podía dejar de preguntarme si estaba delirando. ¿Realmente había pasado? Era extraño.
—Sí —Admitió Jopseh.
— ¿Cómo te atreves a tocarme? —Dijo mi padre, teniendo problemas de equilibrio.
— ¿Cómo te atreves a acostarte con mi hija y después golpearme? ¡Hijo de puta!
Nunca había oído a mi padre insultar a nadie antes.
—Vamos —Dijo Joseph, ayudándome —Vámonos de aquí. Te vienes conmigo—.Me puso el brazo sobre los hombros y me estrecho contra su cuerpo caliente y me llevó hasta la puerta.

Demi— gritó papá detrás de nosotros. —Será mejor que no entres en ese maldito coche y no se te ocurra dejar esta casa. ¿Me oyes, hijo de puta?
El trayecto hasta casa de Joseph fue en silencio. Varias veces lo vi abrir la boca como si quisiera hablar, pero siempre la volvía a cerrar. Yo estaba en estado de shock, no podía decir nada. Mi cabeza me dolía mucho. No podía entender todo lo que papá había hecho. Pero lo peor era la vergüenza. ¿Por qué? ¿Por qué Joseph tuvo que ver eso? ¿Qué pensaría de mí ahora? ¿Qué pensaría de papá?

—Esto nunca ha pasado antes —Le dije rompiendo el silencio cuando llegamos al camino de entrada a la casi mansión. Joseph apagó el motor y me miró.
—Mi padre nunca me había hecho esto, ni siquiera me había gritado así.
—Bien.
—Sólo quiero que sepas que no es normal para nosotros —Le expliqué—. Yo no soy una chica maltratada. No quiero que pienses que mi padre es una especie de psicópata.

—Tenía la impresión de que no te importaba lo que pensara la gente—.Dijo.
—Acerca de mí. No me importa lo que piensan de mí. —No sabía que era mentira hasta que las palabras habían salido de mi boca. —Pero de mi familia y de mis amigos es diferente. Mi papá no es un psicópata. Solo ha tenido un mal momento. —Pude sentir el bulto crecer en mí garganta, y trate de tragar. Necesitaba explicarme. Contarle lo que necesitaba saber. —Mi mamá acaba de presentar una demanda de divorcio y sólo sé que no puede manejarlo.

El nudo no se iba. Cada vez era mayor. Todas mis preocupaciones y temores se habían estado dirigiendo a ese momento, y no podía luchar más. No podía mantenerlos embotellados. Las lágrimas empezaron a salir a borbotones por mis mejillas, antes de darme cuenta que estaba sollozando. ¿Cómo había sucedido esto? Se sentía como un mal sueño. Mi padre era el hombre más dulce que yo conocía. Él era ingenuo y frágil. Este no era él. Sentí que mi mundo estaba girando fuera de control. Y esta vez, no podía negarlo. No lo podía ignorar. Y definitivamente no podía escapar de ello.

Joseph no dijo nada. Se quedó sentado conmigo en silencio. Ni siquiera me di cuenta de que me había cogido la mano hasta después de que hubiera dejado de llorar. Una vez que respiré con normalidad y limpie las gotas saladas de mis ojos, él abrió la puerta y me ayudó a salir del coche, no es que yo lo necesitaba, pero aún así era agradable y me llevó hasta la entrada de su brazo, de la misma la forma en que me había sacado de mi casa, manteniéndome cerca. Como si tuviera miedo de que pudiera escapar en la oscuridad entre su coche y la puerta.

Una vez que estuvimos dentro, Joseph me ofreció una bebida. Negué con la cabeza, y fuimos al piso de arriba como siempre hacíamos. Me senté en la cama y se sentó a mi lado. No sé qué pensaba, no podía dejar de preguntármelo y no podía preguntárselo.
— ¿Estás bien? — Preguntó, poniéndose enfrente de mí finalmente. — ¿Necesitas una bolsa de hielo o algo?

—No—dije. Mi garganta estaba dolorida por llorar, y mis palabras salieron roncas. —No me duele—. Él se acercó y apartó el pelo lejos de mi rostro, sus dedos apenas me tocaron.
—Bueno-dijo en voz baja. —Por lo menos ahora lo sé.
— ¿Sabes qué?
—De lo que estas tratando de escapar.
No respondí.´
— ¿Por qué no me dijiste que tu padre tiene un problema con la bebida? —Preguntó.
—Porque no creí que fuera una buena idea—. Le dije.
— ¿Y qué va a pasar? Tienes dificultades en este momento.
—Él no ha bebido en dieciocho años. Sólo desde que recibió los papeles del divorcio. Va a mejorar.
—Tienes que hablar con él. Cuando este sobrio, tienes que decirle que tiene un problema.
—Sí— me burlé. —Y ahora pensará que estoy en su contra también. Mi madre le envió los papeles del divorcio.
—No estás en contra de él, Demi.

—Dime Joseph, ¿por qué no te hablas con tus padres? —Le pregunté. — Estas siendo un maldito hipócrita, ¿no? ¿Por qué no lo dices que te sientes solo? Que deseas que vuelvan a casa. Es porque no quieren que les molestes, ¿verdad? No quieres que sepan cómo te sientes. Si le digo a mi padre que tiene un problema, él pensará que lo odio. ¿Cómo puedo hacerle más daño? Él acaba de perderlo todo.
Joseph negó con la cabeza.

—No todo. A ti no —Dijo—Por lo menos deberías hablar con él e intentar que la relación mejore, porque luego será peor.
—Tal vez.
Los dedos de Joseph masajearon mi sien. —No te estaré haciendo daño, ¿verdad?
—No, en absoluto—. En realidad, la forma en que me masajeaba estaba bastante bien.
—Me hizo más daño las cosas que dijo— Murmuré. Me mordí el labio inferior. —Tú sabes, nunca me han llamado prostituta en mi vida, ni a dos de mis mejores amigas. Lo curioso es que estoy muy segura de que tiene razón.
—Eso no es gracioso —Murmuró Joseph. —Tú no eres una prostituta, Demi.

—Entonces, ¿qué soy yo? —Exigí repentinamente enfadada. Retire su mano de mi cabeza y me levante. — ¿Qué soy? Estoy enrollada con un tipo que no es mi novio y miento sobre ello a mis amigos. Yo ni siquiera sé que pensar, no sé si esto es correcto o incorrecto. Soy una puta. Tu abuela y mi padre lo creen y tienen razón.

Joseph se levantó, su rostro reflejaba que estaba enfadado. Me agarró por los hombros y me sostuvo con firmeza, me obligo a mirarlo.
—Escúchame—Dijo. —No eres una puta. ¿Me estás escuchando, Demi? Lo que si eres es inteligente, atrevida y sarcástica, cínica, neurótica, leal, compasiva. Eso es lo que eres, ¿de acuerdo? Tú no eres una puta ni algo remotamente similar. Sólo porque tienes algunos secretos y problemas, no estás más confundida que el resto de nosotros.

Lo miré, atónita. ¿Estaba siendo sincero? ¿El resto del mundo estaba tan perdido como yo estaba? ¿Todos tenían sus secretos y sus problemas? Joseph si, por lo que seguramente el resto del mundo tenía sus imperfecciones, también.

Demi, puta es sólo una palabra que la gente utiliza para hacer daño—Dijo con su voz más suave. —Los hace sentir mejor acerca de sus propios errores. Usar ese tipo de palabras es más fácil que buscar la solución a la situación. Te lo prometo, no eres una puta.

Yo miraba, sus ojos grises cálidos y de pronto comprendí lo que estaba tratando de decirme. Había un mensaje oculto debajo de las palabras.

No estás sola. Puesto que lo conocía. Comprendía cómo se sentía estar abandonado. Comprendía los insultos. Me entendía. Me puse de puntillas y le di un beso, realmente le di un beso. Era más que un precursor del sexo. No había guerra entre nuestras bocas. Mis caderas descansaban ligeramente sobre él. Nuestros labios se movían en armonía, suavemente, con perfección entre sí. Esta vez quería decir algo. Lo que fuera, yo lo comprendería con el tiempo, pero sabía que había una verdadera conexión entre

nosotros. Sus manos acariciaban suavemente mi pelo, su pulgar toco mi mejilla, todavía húmedas por el llanto .Y no me sentí enferma o sometida a algo antinatural. En realidad, me sentía como la mayoría .Lo más natural en el mundo.

Me quité la camisa, y le saqué la suya por encima de mi cabeza. Luego me acosté en la cama. No hay prisa. Esta vez las cosas eran lentas y serias. Esta vez no estaba buscando una vía de escape. Esta vez se trataba de él y de mí. Acerca de la honestidad y la compasión y todo lo que nunca había esperado encontrar en Joseph Jonas.
Esta vez, nuestros cuerpos estaban conectados, no me sentía sucia o mal. Me sentía terriblemente bien. 

The Duff Capitulo 38 Jemi




Joseph saltó de repente. Había oído la puerta de un coche al igual que yo. Eso significaba que mi padre estaba en casa.
Me puse mi ropa interior y mis vaqueros a toda prisa, pero me llevó un minuto encontrar mi sujetador. Una vez que conseguí vestirme, me peiné y miré a Joseph atrapado en mi caja de galletas.
— ¿Me voy? —Preguntó.

—No—dije sin aliento. Iba a decirle que no quería que volviera a su vacía mansión.
—Quédate un rato. Está bien. A mi padre no le importa. Simplemente no podemos hacer eso....

— ¿Qué más se puede hacer? —Así que, como perdedores completos, jugamos al Scrabble las próximas cuatro horas y media. No había espacio apenas suficiente en el suelo de mi pequeño cuarto para alguien tan alto como Joseph para estirarse sobre su estómago, pero se las arregló para sentarse enfrente con el tablero entre los dos con las palabras escritas de quijotesca y hegemonía. No es exactamente la noche del viernes más emocionante, pero lo disfruté mucho más que si hubiera ido al the Nest o de fiesta al Oak Hill.

Alrededor de las nueve, después de haberle ganado tres veces, al fin le ganaba en algo, Joseph se puso de pie.
—Creo que debería volver a casa —Suspiró.

—Está bien—.Me levanté- Te voy acompañar hasta la puerta.
Estaba de tan buen humor que había logrado olvidarme de papá, hasta que lo encontré en la sala de estar. Olí el whisky antes de ver la botella en la mesa de café, y mis mejillas se pusieron rojas de vergüenza. Por favor, que no se dé cuenta, pensé mientras caminaba hacia la puerta principal con Joseph. Supongo que debería haber comenzado a preocuparme cuando no había subido para ver de quien era el Porsche que estaba en la entrada. Es decir, no todos los días te encuentras delante de tu casa un coche como ese, por lo menos no delante de la mía.

Tal vez Joseph no había pensado en eso tampoco. Era viernes por la noche, después de todo. Los padres pueden beber whisky los fines de semana, bueno los que no fueran alcohólicos en recuperación, pero Joseph no sabía esa parte de la historia. Mientras mi padre actuara de forma normal, podría parecer como si no pasara nada.

Pero, por supuesto, nunca he tenido ese tipo de buena suerte.
— ¡Abejorro! —Dijo mi padre. Se tambaleó sobre sus pies y miró la puerta principal, donde estaba yo con Joseph. —No sabía que estabas en casa. ¿Qué es esto? —Entornó los ojos hacia Joseph. — ¿Un chico?
—Umm, papá, es Joseph Jonas —Le dije, tratando de mantener la calma. —Es un amigo mío.

—Un “amigo”... apuesto—. Él agarró la botella de whisky antes de caminar inestablemente hacia nosotros, con los ojos entrecerrados mirando a Joseph. — ¿Te divertiste con mi pequeña niña en el dormitorio?
—Claro que sí—. Dijo Joseph, claramente tratando de sonar inocente. — Estuvimos jugado al Scrabble. Su hija es muy buena con las palabras, señor.
— ¿Scrabble? No soy idiota. Eso debe ser un código nuevo, para el sexo oral —Gruño Papá.

Debí ponerme de color escarlata. ¿Cómo lo hizo? ¿Podía leer mi mente? No, por supuesto que no podía. No era más que un borracho haciendo acusaciones, y buscando culpables que sólo empeorarían las cosas. Así que me eche a reír como si fuera ridículo. Como si se
tratara de una broma. Wesley, siguió mi ejemplo.

—Claro, papá —Le dije. —Y la relación sexual es Yahtzee, ¿verdad?
— ¡No estoy de broma! —Gritó papá, moviendo la botella de whisky y derramando parte del contenido sobre la alfombra. Maravilloso. Yo tendría que limpiar aquello.
— Sé lo que pasa. He visto como se visten tus amigas Demi. Eso influye en ti. — no pude mantener la sonrisa por más tiempo.
—Mis amigas no son putas —Le susurré. —Estás borracho, y no sabes lo que estás diciendo. —Con un aumento de valentía, me adelante y le arrebaté la botella de su mano. —No puedes beber más—.

Por un instante, me sentí bien. Eso era lo que debería haber hecho desde el principio. Había cogido el toro por los cuernos. Sentí que podía arreglar las cosas.
—Tengo que irme —Dijo Joseph detrás de mí.

Empecé a darme la vuelta para despedirme, pero las palabras nunca salieron de mi boca. Sentí la botella cuando me cayó de la mano y escuche como se rompía en el suelo, a mi lado. Miré al suelo, por un segundo ya que no entendía lo que había sucedido. Entonces el dolor en mi sien me sorprendió. Era como si me hubiera golpeado con algo, algo duro, algo contundente, algo así como la palma de la mano de mi padre. Estire la mano y frote mi cabeza en estado de shock, apenas sintiendo el dolor. 

The Duff Capitulo 37 Jemi



Diez minutos más tarde, el Porsche llego a la entrada de mi casa. Agarré mis cosas y alcancé la manilla de la puerta.
—Gracias por el viaje. —Le miré por encima del hombro viendo que Joseph seguía enfurruñado.
—Bueno, maldita sea ¿Por qué no? Puedes entrar si quieres. Mi padre no ha llegado a casa todavía. —.
Joseph me sonrió mientras apagaba el motor.
—Eres una niña sucia de mente, Duffy. Parece que estás tratando de corromperme.
—Tú eras más que corrupto —Le aseguré.
Nos bajamos del coche y caminamos hasta la puerta. Saqué las llaves de mi bolso y abrí la puerta de entrada, dejé pasar a Joseph delante de mí. Observó la habitación.

Debe de haber estado comparándola con su casi mansión. Obviamente no hay comparación. Yo ni siquiera vivo en un adosado como Miley.
—Me gusta —Dijo Joseph. Volvió a mirarme —Es muy acogedor.
—Eso está bien ya que es pequeño, ¿no?
—No. Lo digo en serio. Es cómodo. Mi casa es demasiado grande, incluso para cuatro personas, ya que soy el único la mayoría del tiempo, me gusta más la tuya. Acogedora, como he dicho.

—Gracias—. Me sentí halagada. No es que me importara lo que pensara.
— ¿Dónde está tu habitación? — Preguntó, guiñándome un ojo.
—Sabía que lo ibas a preguntar. Ahora, ¿quién esta corrompiendo a quien? Le cogí por el codo y lo llevé por las escaleras.
—Aquí mismo—.Dije haciendo un gesto a la primera puerta. —Te advierto, es del tamaño de una caja de Cracker Jack*.
Abrió la puerta y observó el interior. Entonces me miró con esa familiar sonrisa.
—Vamos a tener suficiente espacio.
—¿Espacio suficiente para qué?

Antes de que supiera lo que estaba sucediendo, Joseph me agarró por las caderas y me empujó hacia mi dormitorio. Con el pie cerró la puerta detrás de nosotros, me hizo girar y me apoyó contra la pared, donde comenzó a besarme con tanta fuerza que pensé que mi cabeza podía estallar. Me sorprendió que no me importara nada, le abracé y le devolví el beso.

Él apretó con más fuerza mi cintura y bajó mis vaqueros tan bajo como pudo sin desabrocharlos. Luego deslizó sus manos debajo de mi ropa interior y frotó los dedos a lo largo de mi calor, hormigueo en la piel. Después de unos minutos, dejo de besarme.
Demi, ¿te puedo preguntar algo?
—No—le dije rápidamente. —No voy a hacerte una mamada. Sólo pensarlo me parece repugnante y degradante y... Nunca.
—A pesar de que es un poco decepcionante—Dijo Joseph —No era en lo que estaba pensando.
—Oh—. Eso fue un poco embarazoso. —Bueno, ¿entonces qué?
Soltó mi pantalón y puso mis manos suavemente en mis hombros.
— ¿Qué va a pasar a partir de ahora?
— ¿Perdona?

—Sé que tu ex-novio salió de la ciudad hace unas semanas —Dijo. —Pero hay todavía algo que te molesta. Me gustaría creer que sólo soy yo, no puedes conseguir suficiente de mí. ¿De qué estás huyendo, Demi?
—De nada.
—No mientas.
—Es asunto mío, ¿de acuerdo?
Me aparté y coloqué mis vaqueros.
Automáticamente, me arrodillé junto a la pila de ropa limpia, a los pies de mi cama y comencé a doblarla.
—Vamos simplemente a hablar de otra cosa.
Joseph se sentó en el suelo a mi lado.
—Bien —Dijo. Me di cuenta de que estaba poniendo la pose de ser paciente hasta que yo le contara.

Me habló como se habla a los niños pequeños. Demasiado malo para él. No iba a suceder. Él era mi juguete sexual, después de todo, no mi psiquiatra.
Hablamos de las clases mientras yo seguía con la ropa. Cuando estaba el montón ordenado, me levante y me senté en mi cama.
— ¿No vas a guardarla? —Preguntó Joseph.
—No—Dije.

—Entonces, ¿por qué la doblas?
Suspiré y me tumbe dejando mis Converse fuera de la cama.
—No sé—Admití, con la cabeza sobre la almohada y mirando al techo. —Creo que es un hábito o lo que sea. Doblar la ropa todas las noches, me hace sentir mejor. Es relajante y me despeja la cabeza. Luego a la mañana siguiente, me gusta buscar en el montón lo que voy a ponerme. Es como algo cíclico—.
Mi cama crujió cuando Joseph se subió encima de mí, se puso entre mis rodillas.
—Sabes —Dijo, mirándome— Eso es muy extraño. Pareces una Neurótica, la verdad.
— ¿Yo? — Me reí. —Tú eres el que está tratando de conseguir mis pantalones de nuevo, al igual que hace diez segundos después de un intento fallido .Yo diría que los dos estamos algo locos.
—Cierto.

Empezamos a besarnos de nuevo. Esta vez sus manos se movieron hasta la camisa y desabrochó mi sujetador. No había mucho espacio en mi pequeña cama individual, pero Joseph se las arregló para conseguir sacar mi sujetador y desabrochar mis vaqueros. Empecé a deshacerme de sus pantalones, también, pero me detuvo.
—No—Dijo, moviendo la mano. —No estarás de acuerdo con las mamadas, pero ten seguro de que voy a disfrutar de ello.

Abrí la boca para discutir, pero la cerré rápidamente cuando comenzó a besar mí estómago. Sus manos comenzaron a quitarme los vaqueros y la ropa .Los bajó hacia las rodillas, hizo una pausa breve para entretenerse en el lugar delicado de encima de mi cadera, haciendo que me saliera una risa idiota. Sus labios se movían más abajo me sorprendió la rapidez con la que se encaminaba a su destino final. 
Yo había oído a Vikki hablar de ello e incluso a Selena sobre como se lo habían hecho sus novios y lo bien que se sentía. Yo había oído hablar, pero no me lo creía. Sterling y yo nunca lo habíamos hecho y yo siempre asumí que era extraño.

Fue un poco raro al principio.
Era extraño, pero bueno. Sucio, malo, increíble. Mis dedos agarraron las sabanas con fuerza y mis rodillas temblaron. Sentía cosas que nunca había sentido antes. —Ah, oh... — Jadee por el placer y la sorpresa —Oh, mierda.