lunes, 6 de agosto de 2012

La Inocente Novia Del Jeque Cap 36




Demi tuvo que hacer un gran esfuerzo para no llamar a la guardia y hacerla echar de palacio por semejante osadía, pero había aprendido de Joe que había que mantener la calma con los inferiores.
-Ya he oído bastante -contestó Demi-. Vuelve a Inglaterra. Pensaré en lo que me has dicho, pero no te prometo nada.

Y, sin más, Demi se giró y salió de la sala de audiencias. Mientras volvía a sus habitaciones, lo único en lo que podía pensar era en lo convencida que estaba Selena de que Joe estaba enamorado de ella.
Ahora comenzaba a entender por qué Joe se había mostrado tan frío con ella. Obviamente, al darse cuenta de su error al creerla una ladrona, había quedado anonadado y devastado. Joe era un hombre que se ponía el listón muy alto a sí mismo y Demi ya se había percatado de que era muy duro juzgándose.

De repente, oyó la voz de Joe y se preguntó con quién estaría hablando.
-Lo he estropeado todo -estaba diciendo su marido-. Lo he estropeado todo con Demi. ¿Cómo le voy a decir ahora que, en el fondo, me importaba un bledo que fuera una ladrona o no? Ya ni siquiera pensaba en ello. No me va a creer, pero te aseguro que es verdad.
Su confesor suspiró cuando Joe le acarició las orejas y se tumbó a sus pies, presto a dormir junto a su amo.
-Todo eso deberías decírmelo a mí y no a Squeak -dijo Demi.
Joe se giró sorprendido y se ruborizó.
-No sabía que fueras a tardar tan poco.
-No me apetecía mucho quedarme en compañía de Selena -contestó Demi nerviosa-. He decidido que no quiero denunciarlas, ni a ella ni a Morag. Supongo que a Morag la habrás despedido, ¿no?
-Por supuesto.

-Me parece suficiente. Lo que quiero ahora es olvidarnos para siempre de este tema.
-No me puedo creer que vayas a dejar que Selena salga impune después de lo que te ha hecho.
-Yo fui la víctima, pero tú fuiste la causa. La verdad es que no me extraña que la pobre fuera capaz de llegar hasta donde llegó por ti -contestó Demi observando divertida cómo Joe se sorprendía-. Se dejó llevar por un arrebato de rabia propio de una chiquilla que teme que le quiten al chico que le gusta.
-No imaginaba que fueras a tomártelo tan bien.

Joe, quiero saber una cosa. ¿Estuviste alguna vez con ella?
-No, pero admito que ella me había dejado muy claro que quería algo conmigo y que en un par de ocasiones se me pasó por la cabeza -confesó Joe apretando los dientes-. Sin embargo, siempre mantuve la distancia y, últimamente, su franqueza me incomodaba.
-Agradezco tu sinceridad -murmuró Demi sinceramente-. Ahora entiendo por qué Selena creía que tenía algo que hacer contigo y que yo se lo podía estropear.
-No deberías dejar que eso te influenciara, no deberías olvidar lo que te hizo.
-Tú no eres una mujer, Joe. Tú no entiendes.

Era cierto que, probablemente, joe no lo entendiera, pero también era cierto que se estaba mostrando increíblemente sincero.
-Quiero pedirte perdón desde lo más profundo de mi corazón por haber dudado de tu palabra cuando te acusaron de robo. Yo...
-Ya está... todo está en orden -lo interrumpió Demi-. Selena es una mujer muy lista y lo planeó todo para hacerme parecer culpable.
-Por favor, déjame terminar -insistió Joe.
Demi suspiró frustrada pues a ella le hubiera gustado hablar de algo mucho más importante.
-Me avergüenzo de que tú vinieras a buscarme para pedirme ayuda y de que yo no te creyera. Te dejé tirada. Te aseguro que esa culpa me acompañará hasta el día de mi muerte.
-Lo sé -murmuró Demi deseando que su marido no se tornara todo tan a pecho-. Joe, tú también eres humano.

Joe la miró los ojos.
-Te fuiste de casa sin dinero y sin ayuda. Te aseguro que los siete meses que tardé en encontrarte lo pasé muy mal, estaba realmente preocupado por tu bienestar.
Demi sonrió pensativa.
-¿Incluso antes de que te enteraras de que estaba embarazada?
-Sí... ahora comprendo que, al enterarme de que estabas embarazada, debería haber recapacitado. Eso me hace sentir todavía peor por no haber confiado en ti desde el principio -se avergonzó Joe.
Demi lo miró con decisión.
-Te perdono.
Joe  frunció el ceño.
-Pero no puedes...
-¡Si yo digo que te perdono, te perdono!
-Sí, pero...
-¿Acaso no puedo decidir a quién perdono y a quién, no? -exclamó Demi, exasperada.
Joe palideció y apretó los dientes.
-Por supuesto que sí -contestó.

-Entonces, vas a tener que vivir con la idea de que te he perdonado -insistió Demi haciendo un esfuerzo para no sonreír-. No nos conocíamos bien cuando concebimos a nuestro hijo y ése fue el verdadero problema. Había entre nosotros una atracción física fortísima, pero no nos conocíamos de nada.
Joe se quedó pensativo.

-No se me había ocurrido verlo desde esa perspectiva. Tienes razón. Hace falta tiempo para confiar en otra persona. Desde que te vi, un deseo muy fuerte se apoderó de mí, era como un fuego que quemaba mi sentido común y mi control. Te veía y estaba perdido. Intenté luchar contra él, pero el fuego me atrapó y dio al traste con mis buenas intenciones.

-Yo tampoco te ayudé cuando te mentí y te dije que no era virgen. Por favor, deja de actuar como si solamente uno de nosotros fuera responsable de lo que sucedió.
Joe asintió y Demi decidió que había llegado el momento de cambiar de tema y hablar del asunto que realmente tenía en la cabeza desde hacía un buen rato.
-El día de nuestra boda, me dijiste que no estabas enamorado de Camila...
Joe la miró sorprendido.
-Así es.
-Sí, pero yo no te creí. En aquel momento, pensé que lo decías para hacerme feliz.
-Yo jamás te engañaría -le aseguró Joe con candor.
¡Así que era cierto, así que era verdad que no estaba enamorado de Camila!
-A lo mejor, no soné muy convincente cuando te hablé de ella, pero me daba mucha vergüenza no haber estado nunca enamorado a mi edad y...
-¿Nunca? -exclamó Demi sorprendida.

-Hasta que te conocí. Cuando te conocí, me di cuenta de que las emociones que tú despertabas en mí eran mucho más fuertes de lo que yo jamás había sentido por ella. Entonces, me di cuenta de que me había equivocado, de que había tomado la admiración por amor.
Demi lo agarró de las manos y se las apretó con fuerza.
-¿Eso qué quiere decir?

Joe = la miró intensamente a los ojos.
-Quiere decir que creo que soñaba con Camila para no tener que enfrentarme a la realidad de que no quería casarme.
-Eso ya da igual, lo importante es que cuando me leíste en el desierto todos aquellos poemas maravillosos estabas siendo romántico.
-Por supuesto.
-Estabas siendo romántico porque querías ser romántico y no porque creyeras que era lo que tenías que hacer durante nuestra luna de miel.
Joe la miró confundido.



La Inocente Novia Del Jeque Cap 35



LOS delicados dedos de Demi acariciaban las teclas del piano, arrancándole unas notas preciosas que invadían el salón y salían al pasillo, donde el personal de servicio escuchaba extasiado.
-Si no te hubieras casado con Joe y te hubieras convertido en una esposa y madre devota, podrías haber sido una gran concertista -observó Daniel arrellanándose en su butaca mientras se tomaba una limonada.
Demi sonrió.
Habían abierto las puertas correderas de cristal y entraba en el salón el sol y el aroma del jardín. Levantándose del piano, fue a ver qué tal estaba Squeak, que dormitaba tranquilo, y se sentó junto al carrito de Tazeem.
-No toco tan bien.
-Claro que sí, pero has decidido que preferías convertirte en princesa, tener varios palacios, legiones de criados y un estupendo piano de cola -bromeó su hermano.
-Todos los bienes materiales me dan igual, lo único importante es que soy feliz -sonrió Demi.  Daniel sonrió también y se despidió de su hermana para volver a Londres. Era el tercer fin de semana que iba a visitarlos en dos meses, desde que Joe le había entregado un billete abierto que podía utilizar siempre que quisiera.

Desde que habían vuelto del desierto, Demi se había hecho muy amiga de Jahan y lo cierto era que toda la familia de Joe la había recibido con los brazos abiertos.
A veces, se le hacía increíble pensar que ya llevaba dos meses viviendo en Dhemen. Las primeras semanas, aquellas que habían pasado en Zurak sin separarse ni un solo momento, habían sido pura gloria, semanas en las que la pasión desenfrenada había convertido los días en noches y las noches en días.

Nadie hubiera creído jamás que Joe no estaba enamorado de su mujer porque era el centro de su vida... y no solamente en la cama. Joe la había llevado al desierto a ver atardecer y allí le había leído maravillosos poemas de Kahlil Gibran.
Era raro el día en el que llegaba a casa sin un regalo para ella o para el niño. A veces, sólo era una sencilla flor, un libro o un juguete y otras una joya, pero lo cierto era que Joe era increíblemente generoso con ella.
Joe le había hablado de la férrea disciplina que le habían impuesto en la escuela militar en la que había estudiado y de cómo le había sorprendido la libertad total de la que había disfrutado en Harvard. Demi entendía mejor ahora las fuerzas que habían influido en forjar su carácter reservado.

Durante una visita a un campamento beduino, lo había visto participar en un baile con espadas y en una carrera de camellos y le había encantado ver aquel lado salvaje de su temperamento volátil, que normalmente mantenía bajo control.
En aquella ocasión, habían pasado la noche en una tienda cuyo suelo estaba cubierto por alfombras antiguas y Joe le había hecho el amor de manera apasionada sobre ellas. Al día siguiente, lo había acompañado a hacer volar a su halcón, que volaba muy alto, y Joe le había dicho que así era como ella lo hacía sentir cuando hacían el amor.
Demi estaba completamente enamorada de su marido e intentaba no pensar demasiado a menudo en ello porque se entristecía al pensar que él no estaba enamorado de ella. Intentaba no recordar lo que le había dicho el día de su boda sobre que ya no estaba enamorado de Camila.
Suponía que jamás le habría confesado su amor a su hermana de leche y, aunque era feliz a su lado, lo cierto era que una pequeña parte de su corazón se sentía profundamente herido.

Por eso, intentaba estar siempre perfecta, comportarse constantemente como la mujer ideal, se tomaba muchas molestias para que su apariencia fuera perfecta y había puesto mucho esmero en ser una buena compañera de cama.
A juzgar por cómo Joe tomaba un avión desde Londres para estar con ella apenas un par de horas antes de volver a tenerse que ir por motivos de trabajo, en ese aspecto no tenía queja.
-¿Demi...? -la llamó Joe desde la puerta.
Demi levantó la mirada ansiosa, lo miró y salió corriendo a recibirlo. Al llegar junto a él, Joe la tomó en brazos, como solía hacer, pero no la besó como de costumbre sino que la dejó en el suelo y la miró muy serio.
-¿Qué ocurre? -quiso saber Demi.
-Selena Anstruther está aquí –contestó Joe-. Quiere hablar contigo para pedirte perdón.
-¿Lady Selena? -se sorprendió Demi-. ¿Pedirme perdón a mí? ¿Y eso?
-Morag Stevens confesó ayer que Selena la sobornó para que pusiera el colgante de diamantes en tu taquilla y luego dijera que te había visto ponerlo a ti -le explicó Joe-. Temiendo que su falso testigo cediera ante la presión de mis investigaciones, Selena cometió el error de amenazar a Morag, que sintiéndose acorralada entró en pánico y confesó todo.
-Entonces, ¿mi nombre ha quedado limpio?
-Por supuesto.
Demi sonrió encantada.
-¿Y para qué quiere verme?
-La voy a llevar a juicio. Sabe que conmigo no tiene nada que hacer porque no me inspira la más mínima compasión, así que ha decidido hablar contigo por si tiene más suerte. Supongo que querrá despertar tu compasión. Recuerda que ella no tuvo ninguna contigo.

-No sé...
-Si no quieres recibirla, no tienes obligación.
-Sí, sí quiero verla, quiero que me cuente en persona por qué lo hizo, pero no quiero que entre en nuestro hogar -contestó Demi.
-No será necesario.

Joe la acompañó al edificio en el que estaban situadas las oficinas de palacio y la hizo pasar a una pequeña sala de audiencias. Una vez allí, Demi le indicó que prefería entrevistarse con Selena a solas.
-Como quieras... -contestó Joe.
Su formalidad ofendió a Demi. Estaba encantada porque, por fin, su reputación había quedado impoluta y su inocencia demostrada y, sin embargo, su marido se mostraba como si hubiera muerto alguien.
Llevaron a Selena ante ella. La aristócrata estaba visiblemente cansada y con toda la ropa arrugada por el viaje, nada que ver con Demi, que lucía fresca y espléndida un precioso conjunto en tonos turquesas y rosas con pendientes y collar de perlas.
-Alteza... -la saludó Selena arrodillándose ante ella sin dudar-. Gracias por recibirme.
-Sólo quiero saber por qué lo hiciste.
Selena la miró con incredulidad.
-Obviamente, porque el príncipe Joe estaba enamorado de ti. ¿Por qué iba a ser?
Demi se quedó de piedra.
-¿Perdón?

-Yo también estaba perdidamente enamorada de él y no podía soportar que tú te pusieras en medio.
-¿Estabas celosa?
-Vi al príncipe contigo en dos ocasiones, en la limusina aquel día que te recogimos y te llevamos a tu casa y el día que lo invité a tomar el té conmigo. Por cómo te miraba, me di cuenta rápidamente de que estaba enamorado de ti y tú ni siquiera te percatabas.
-Si no me podías ni ver, ¿por qué me pediste que te ayudara con los preparativos de la fiesta?
Selena suspiró.
-Porque lo tenía todo planeado desde el principio. Quería que te acusaran de robo. Quería que dejaras de trabajar en el castillo y que te alejaras de Joe, pero te aseguro que no era nada personal.

-¿Ah, no? -la interrumpió Demi con sequedad.
-Claro que no -insistió Selena-. Me dije que el fin justificaba los medios y que yo no tenía nada que hacer con el príncipe mientras tú siguieras por allí. Ahora me doy cuenta de que no tenía nada que hacer de todas maneras, de que el príncipe estaba completamente loco por ti, como demuestra que se haya casado finalmente contigo. Estoy metida en un buen lío. Tendré que vender mi propiedad del valle e irme porque todos se han enterado de lo que he hecho y me dan la espalda.
-No es culpa mía.

-No, pero, ¿de verdad crees que merezco ir a juicio? Después de todo, es obvio que el príncipe Joe se habría casado contigo aunque hubieras estado acusada de asesinato -observó Selena con acidez-. Te pido perdón por haberme metido entre vosotros, te pido perdón por haberte acusado de algo que no habías hecho y por haber propiciado que perdieras el trabajo, pero también me siento en la obligación de hacerte notar que es obvio que nada de eso arruinó tus posibilidades sociales.

Unas Locas Vacaciones Cap 3



-Hotel Mirador -le dijo al taxista.
El hombre esbozó una sonrisa y arrancó. Miley, sintiéndose llena de emoción, quería mirar a todos los sitios a la vez. La bahía de Campeche tenía un delicioso color azul, y a lo lejos se divisaban las palmeras y la arena dorada de la: playa. Veracruz había sido fundada a principios del siglo XVI y su aspecto era el de la mayoría de las ciudades de aquel período. Su arquitectura oscilaba entre los días de la piratería y la era espacial. A Miley  le habría encantado internarse por sus calles, pero todavía se sentía incómoda con aquel terrible calor, y sabía que antes tenía que aclimatarse a aquel nuevo medio' ambiente.

Por fin el coche se detuvo delante de un edificio blanco de dos pisos que estaba adornado con gran cantidad de flores. Sólo habían tardado unos minutos en llegar, pero sin embargo, el taxista le pidió veinte dólares. Miley pensó que tal vez era lo que acostumbraban a cobrar por aquel trayecto y pagó sin rechistar.

Después entró al hotel y le dio al recepcionista su nombre. Esperó, con la respiración entrecortada, a que encontrara su reserva. Cuando finalmente vio que sí tenía habitación, lanzó un suspiro de alivio. .

La habitación era bonita. Desde la ventana se veía la ciudad, aunque desgraciadamente no podía verse la bahía. Pero tampoco había esperado maravillas teniendo en cuenta lo barato que le salían el viaje y la estancia. Se quitó el jersey, pensando en lo extraño que resultaba que en Estados Unidos, en donde todavía era primavera, no le molestase en absoluto llevado. Allí, sin embargo, hacía un calor sofocante, incluso con el aire acondicionado puesto.

Se asomó a la ventana. Méjico. Era como un sueño que se hubiese hecho realidad. Había estado ahorrando durante dos años para poder permitirse aquel viaje. Y a pesar de eso, había tenido que ir durante la temporada baja, que era la de más trabajo en la tienda. Había dejado a su amiga Demi Gaynor a cargo de la librería. «Vamos», la había animado Demi, «vive un poco».

Se miró al espejo e hizo una mueca de disgusto. ¡Vive un poco, ja, ja! Qué lástima que no tuviese el aspecto de la azafata del avión. Quizá entonces aquel gigante rubio la habría mirado con una expresión distinta, no con la compasión que había visto en sus ojos oscuros.

Se apartó del espejo y empezó a deshacer el equipaje.'No tenía sentido engañarse, si. Nick la había ayudado, había sido sencillamente para poder salir. Apenas podía dar un paso con todos sus libros tirados por el pasillo.
 Por la tarde Miley se sintió ya. Con ganas. De hacer una pequeña exploración' y se paseó por las calles del casco antiguo, sintiéndose tan emocionada como un chiquillo. Se habían puesto unos vaqueros, una blusa holgada y ligera y unas sandalias, pareciendo así tan turista como los demás extranjeros del puerto. Todavía no se había acostumbrado del todo al calor, pero la blusa era sencillamente una necesidad. Le era imposible llevar una
Camiseta ajustada en público. Su amplio busto llamaría demasiado la atención.

Los puestos ambulantes del muelle le resultaron especialmente fascinantes, y se entretuvo un buen rato hasta que se decidió a comprar una cruz de plata adornada con incrustaciones de nácar. Consiguió defenderse con su español macarrónico, ya que la mayoría de los vendedores hablaban un poco de inglés.

Todo allí rebosaba de color: ponchos, sombreros, capazos, animales, conchas... Y la arquitectura de los edificios que daban al puerto la tenía maravillada. Se quedó mirando la bahía y soñó despierta .con los días de la piratería. De pronto se le vino a la cabeza la imagen de Nick. Sí, habría quedado bien como pirata. ¿Cómo llamaban alas piratas en holandés... filibusteros? Hasta se lo podía imaginar con un machete.
Sonrió para sí y se volvió a mirar al muelle, donde unos hombres estaban descargando un barco. Casi no estaba acostumbrada a ver barcos. Greenville era una 'ciudad de tierra adentro, muy alejada del océano. Las montañas y las colinas onduladas le resultaban mucho más familiares que los barcos. Pero le gustaba observarlos. Absorta en sus fantasías, no se dio cuenta del tiempo que llevaba allí parada, mirando. O de que su interés podía parecer más que casual.

Uno de los hombres del muelle se la quedó mirando. Con una sensación de malestar, Miley se apartó de allí y se perdió entre la multitud de turistas. No quería meterse en dificultades, y una mujer sola podía verse en una situación muy delicada.

El crepúsculo empezaba a envolver la ciudad y el hombre seguía sin perderla de vista. Por el rabillo del ojo podía ver cómo se le acercaba. Dios mío, pensó angustiándose, ¿qué hago ahora? No veía a ningún policía, y la mayoría de los turistas que había a su alrededor eran gente mayor que no querrían verse envueltos en problemas ajenos. Miley gimió para sus adentros, sujetó firmemente el bolso y apresuró el paso. Fue dejando atrás a la multitud hasta que se encontró sola, oyendo únicamente los pasos del hombre a su espalda. El corazón empezó a latirle aceleradamente. ¿Y si quería robarla? Cielo santo, ¿y si pensaba que estaba buscando un hombre?
Dobló una esquina a toda prisa y casi se chocó con Nick.
-Oh -murmuró débilmente.

Unas Locas Vacaciones Cap 2




-Es más probable que tengan al piloto atado al asiento y no quieran que lo sepamos.        Sonrió y, al hacerlo, le cambió la cara. Con los cosméticos adecuados y un buen corte de pelo, podría no estar mal.
-¿Ha leído todos esos libros?
-Le confieso que sí -respondió ella, suspirando-. Supongo que de vez en cuando uno necesita soñar para mantener a raya a la realidad.
-Es mejor la realidad.        .
-Pues yo prefiero mis ilusiones  replicó la muchacha.
Él la observó abiertamente. Boca de labios gruesos, nariz  recta, ojos grises, bastante separados, cara en forma de corazón...
-¿Cómo te llamas?
-Miley. Miley St.Clair. Tengo una librería en Greenville Carolina del Sur.
Sí, eso se ajustaba perfectamente a su imagen.
-A mí me llaman Nicholas,. Pero me dicen Nick van Meer.
-¿Eres holandés?
-Mis padres sí.
-Debe ser estupendo tener padres--dijo ella en tono melancólico--. Yo era muy pequeña cuando perdí a los míos. Ni siquiera tengo primos.
-Espero que nos den de comer -replicó él, cambiando bruscamente de tema-. No he comido nada desde anoche.
-¡Debes estar muerto de hambre! -exclamó la chica, empezando a rebuscar en el bolso--: Tengo por aquí un trozo de pastel. ¿Te apetece? -añadió, sacando un pedazo de pastel de coco.
-No, esperaré --dijo él, sonriendo--. Pero gracias.
-La verdad es que no me lo voy a comer. Estoy intentando adelgazar.
Nick la recorrió con los ojos. Le sobraban algunos kilos.
No es que estuviese gruesa, sólo rellenita. Estuvo a punto de decírselo. Pero entonces se acordó de lo traicioneras que eran las mujeres y se tragó sus palabras. Tenía bastantes cosas de las que preocuparse como para perder el tiempo con solteronas. Se arrellanó en el asiento y cerró los ojos.
El vuelo transcurrió sin incidentes, pero, si Nick había esperado bajarse del avión en Veracruz y olvidarse de su compañera de asiento, sus esperanzas iban a verse defraudadas. Cuando el avión quedó por fin inmóvil, Miley salió al pasillo y entonces se le rompió la bolsa en que llevaba los libros y éstos cayeron al suelo con gran estrépito.
-¡Oh, Dios mío! -gimió ella.
Al ver la cara de horror  que ponía, Nick tuvo que hace un esfuerzo para no echarse a reír mientras le ayudaba a recoger los libros.
-La mayoría de la gente que sale de viaje lleva una bolsa de repuesto en la maleta.
Ella se quedó mirando con aire desvalido, y durante un instante Nick se olvidó de lo que estaba diciendo. Tenía un cutis extremadamente delicado, pensó. Habría jurado que apenas usaba crema de belleza.
-¿Una bolsa de repuesto? ¡Claro!
-¿y bien? -preguntó él pacientemente.
Miley señaló el estante para equipaje que había sobre sus cabezas. .
-;-Esperemos. A que haya salido todo el mundo -¡-dijo Nick-. Mi maleta está ahí arriba también. Tranquila, lo solucionemos en un momento.
-iCon lo ordenada que soy en casa! -murmuró ella-. Todo está en su sitio. Pero, en' cuanto me sacan de Greenville, ya no sé ni utilizar un tenedor sin ayuda.
Nick no pudo evitar echarse a reír.
-¿En qué hotel te hospedas?
-En el hotel Mirador.
Era el destino, pensó él resignadamente
-Ahí es donde estoy también yo.
A Miley se le iluminó la expresión. Se le quedó mirando con una mezcla de confianza ciega y de expectación.
-¿Conoces ese hotel? Quiero decir que si te has quedado en él más veces.   '
-Varias veces -contestó Nick Suelo venir aquí una o dos veces al año, cuando tengo necesidad de cambiar de aires.
-'vamos -añadió, echando un vistazo a su alrededor.
La ayudó a bajar la maleta y sonrió irónicamente cuando vio los camisones y la ropa interior, de algodón que había dentro. Ella se sonrojó y desvió la mirada, ocupándose de meter los libros en la bolsa.
Luego le siguió por el pasillo con cara de gratitud. Le dieron ganas de darle un beso por no haberse reído de' ella, por haberla ayudado: ¡Un hombre como aquél haciendo algo por ella!, pensó.
-Siento haberte causado tantos problemas -le dijo, casi corriendo para mantenerse a su paso, cuando se dirigían a la aduana.
Miley estaba buscando desesperadamente su pasaporte, así que no vio la sonrisa que esbozó él al ver su agitación.
-No te preocupes, no ha sido nada. ¿Encuentras el pasaporte?
-Gracias a Dios, he hecho algo a derechas -contestó ella, enseñándole el pasaporte con aire triunfal--. Hasta ahora no lo había usado nunca.
-¿Es la primera vez que sales de Estados Unidos? -le preguntó Nick mientras esperaban' cola.
-La verdad es que es la primera vez que salgo de Greenville. Acabo de cumplir  veintiséis años y he pensado que debía hacer algo aventurado rápidamente, antes de que me faltase tiempo. .
-¡Pero si a los veintiséis años no se es viejo!
-No -replicó ella-, pero tampoco se es tremendamente joven.
Al decir aquello no le miró. Su expresión se tornó triste y melancólica. Pensaba en lo largo que se le habían hecho todos aquellos años de soledad.
-'¿Se trata de algún hombre? -"-preguntó Nick sin saber exactamente por qué.
Ella se echó a reír 'con un cinismo que .le sorprendió, y su mirada pareció de pronto la de alguien mucho más mayor.
-No me hago ilusiones sobre mí misma -'-dijo, avanzando hacia el mostrador de la aduana.
Nick se la quedó mirando con aire confuso. ¿Por qué tenía que importarle a él que estuviese sola? Meneó la cabeza para romper el hechizo. Se trataba de algo que no le incumbía en absoluto.
Minutos después, Miley pasó la aduana. Estuvo a punto de esperar a Nick, pero luego' pensó que ya le había causado demasiados, problemas. La agencia de viajes le .proporcionaba transporte del aeropuerto al hotel, pero le pareció mucho más cómodo coger un taxi.
-Hotel Mirador -le dijo al taxista.

viernes, 3 de agosto de 2012

La Inocente Novia Del Jeque Cap 34


En un patio en el que había una fuente en el centro, Joe la tomó entre sus brazos y la besó lentamente, hasta hacerla sentir mareada y excitada.
Agarrados de la mano, subieron por una escalera de mármol blanco y, al llegar ante una enorme puerta, Joe tomó a Demi en brazos.

-Estás preciosa con ese vestido... pareces recién salida de un cuento de hadas -le dijo entrando en la habitación y depositándola en una cama con dosel.
Al tumbarse y mirar hacia arriba, Demi vio que el techo estaba pintado con todas las estrellas del universo.
-Qué bonito -suspiró.

-Sí, desde esa cama se ve el mundo entero -contestó Joe desprendiéndose de la casaca militar-. Sin embargo, me temo que tú no vas a tener tiempo de fijarte mucho en el mapa de las estrellas hasta mañana por la mañana -sonrió volviéndola a besar.
-¿Es una promesa? -dijo Demi completamente excitada.
-Ven aquí...

Demi se levantó de la cama y fue hacia él, que le quitó delicadamente la tiara de perlas, le bajó la cremallera del vestido, que cayó al suelo, y la abrazó por detrás.
-Es usted perfecta, alteza -suspiró acariciándole los pezones y haciéndola estremecerse de placer.

Demi dejó caer la cabeza hacia atrás y la apoyó en su hombro, momento que Joe aprovechó para besarla en el cuello.
-¿Alteza? -repitió Demi algo confusa.
-Princesa, mi princesa, mi preciosa princesa -contestó Joe-. El título es regalo de mi padre.
Joe le estaba quitando la camisola de seda, que al deslizarse por su piel iba dejando un reguero de pasión sin límites y Demi sintió una punzada de deseo en la entrepierna que la hizo estremecerse pues nunca había sentido nada tan fuerte.
-No me lo esperaba.

-Te lo mereces, tú te lo mereces todo eso y mucho más -contestó Joe con voz ronca-. Has pasado mucho desde que yo entré en tu vida, aziz.
-No todo ha sido malo -admitió Demi.
-Todo debería haber sido bueno -dijo Joe
 quitándose la camisa.
Demi no se podía concentrar en la conversación porque Joe la había vuelto a depositar en la cama y la estaba acariciando con tanto cariño, como si fuera una diosa, que la cota de placer era increíble.
-Esta noche es para ti, para que disfrutes -dijo Joe lamiéndole los pechos-. Estoy a tu servicio.

Demi sintió que se derretía y, al mirarlo a los ojos, el corazón comenzó a latirle aceleradamente. Le vibraba todo el cuerpo y, cuando Joe volvió a apoderarse de su boca y comenzó a recorrer toda su anatomía con absoluta devoción, Demi comprendió lo que era hacer el amor de verdad.
Joe deslizó su lengua por su abdomen  y sus caderas, le separó las piernas y se concentró en el centro de su feminidad, haciendo que Demi disfrutara más allá de lo que jamás habría imaginado posible.
-Ahora... -le dijo tomándola de las caderas e introduciéndose en su cuerpo-. Jamás había sentido algo tan intenso...

-Oh, Joe... -murmuró Demi con la respiración entrecortada.
Sorprendiéndola, Joe le dio la vuelta, la colocó de rodillas y volvió a penetrarla por detrás. Aquello desconcertó a Demi, que, sin embargo, pronto se dejó llevar por la maravillosa sensación de sentirlo dentro y se dedicó a gozar.
Juntos alcanzaron un climax explosivo y, cuando Demi abrió los ojos, se encontró entre los brazos de Joe, que la abrazaba con fuerza.

-No quiero separarme nunca de ti. Qué suerte hemos tenido de encontrarnos, aziz-
Saciada y encantada, llena de amor y de gozo, sin embargo Demi estaba perpleja ante un hecho que había tenido lugar mientras hacían el amor.
-¿Te has puesto preservativo? -le preguntó a Joe.
-Sí, no quiero volver a dejarte embarazada.
-¿Y eso? Yo creía que aquí os gustaba tener muchos hijos.
-No podría volver a soportar verte dar a luz. Me da mucho miedo que te ocurra algo -confesó Joe.

Demi sonrió encantada, pues durante semanas había creído que Joe la valoraba, sobre todo, por su capacidad de darle hijos y ahora le acababa de demostrar que no era así.
-¿Eso es por lo que le ocurrió a tu madre? Jahan me lo ha contado.
-Sí, yo no te quise contar nada mientras estabas embarazada porque me pareció de mal gusto.
A pesar de que lo estaba pasando fatal, había conseguido guardarse sus miedos para él, no los había descargado sobre ella.

Aquella prudencia y aquel tacto emocionaron sinceramente a Demi, que ahora que había comprendido que Joe se había preocupado seriamente por su salud había decidido que quería tener, por lo menos, dos hijos más.
-Ésta es nuestra noche de bodas y la conversación se está poniendo demasiado seria, ¿no? -dijo Joe besándola de nuevo.
-Tú siempre eres serio -contestó Demi.

-Durante estas semanas que vamos a estar juntos, te darás cuenta de que hay otros aspectos de mi personalidad que no conoces.
-¿Semanas? ¿Vamos a estar juntos unas cuantas semanas?
-Sí, seis para ser exactos -sonrió Joe.
-¿Y eso? -preguntó Demi encantada.

-Bueno, me parece obvio que tienes que aprender muchas cosas de protocolo y de historia de mi país y, ¿qué mejor profesor que yo? Tampoco estaría mal que aprendieras un poco más de árabe, ¿no? También te puedo enseñar a bailar y a montar a caballo...

-Y yo seré una alumna ejemplar...
-¡Pues todavía queda lo mejor! Por las noches, me enseñarás tú a mí lo que te gusta y yo te enseñaré lo que me gusta a mí -añadió Joe acariciándole de manera inequívoca la cadera.
-No sé si con todas esas actividades que me tienes preparadas voy a tener fuerzas... -bromeó Demi.
-¡Ya sacaremos tiempo, aziz¡ Aunque nos tengamos que quedar aquí para siempre

La Inocente Novia Del Jeque Cap 33


-Me alegro de que te haya gustado la sorpresa -sonrió Joe-. Demi, te tengo que dejar, mi padre me está esperando -se despidió.
Demi colgó el teléfono.
Joe no se había vuelto a acostar con una mujer desde que había compartido con ella aquella maravillosa pasión. Aquello la hizo sentirse increíblemente especial y, por primera vez, tuvo la sensación de que aquel hombre era suyo.
Después de comer, se echó una pequeña siesta y, cuando se despertó, se organizó en torno a ella un revuelo de actividad increíble.

Volvieron a lavarle el pelo hasta que el agua salió completamente limpia, la sumergieron en un baño de esencias florales y le masajearon el cuerpo entero con aceites maravillosos.

Mientras la peinaban, le hicieron la manicura y le hicieron en los pies y en las manos dibujos de henna que simbolizaban felicidad y salud. Para terminar, una maquilladora profesional se hizo cargo de su rostro.

A continuación, le entregaron unas medias de encaje y una combinación de seda de tacto sensual. Fue la única ropa interior que le dieron. Cuando se la hubo puesto detrás de un biombo, ante las risas de las presentes por su exceso de pudor, le mostraron unos impresionantes zapatos ornamentados con piedras y, por fin, le ayudaron a ponerse un fabuloso vestido de pedrería en tonos azules.

-Estás impresionante -le dijo Jahan sinceramente mientras las demás mujeres allí reunidas hacían comentarios igual de positivos y aplaudían encantadas.
Demi se miró al espejo y realmente le gustó lo que vio porque había adquirido una apariencia muy exótica.
-Ha llegado el momento de que la novia reciba sus regalos -le anunció Jahan cuando llegaron varias cajas.
-No tenía ni idea de que me iban a hacer regalos. Yo no le he comprado nada a nadie -se lamentó Demi.

-Tú le has dado al príncipe lo más preciado que le podías dar: un hijo -comentó una mujer mayor-. Le has proporcionado un príncipe heredero en el primer año de casados. Eso es toda una bendición.
Demi observó anonadada cómo de la primera caja sacaban una corona de oro y su cuñada se la colocaba con gran ceremonia.

-Esto es regalo directo de mi padre. Perteneció a Bisma, su primera mujer, de la que él estaba profundamente enamorado y que murió al dar a luz a Joe.
También le regalaron un collar de esmeraldas con pulsera y pendientes a juego.
-Éste es el regalo de mi hermano -le aclaró Jahan-. Lo han diseñado especialmente para ti. Es obvio que mi hermano te adora.
Demi bajó la mirada y, en ese momento, otra mujer se acercó a Jahan y le dijo algo al oído.
-Camila dice que ha llegado el momento -anunció Jahan.
Demi sólo oyó «Camila dice». Inmediatamente, sus ojos verdes se fijaron en la atractiva mujer que tenía ante sí. Desde luego, era increíblemente bonita. Tenía ojos almendrados, piel del color de la miel y una preciosa melena de rizos oscuros.
-Te has quedado lívida... no te pongas nerviosa -le dijo su cuñada malinterpretando su malestar.

Demi se apresuró a decirse que seguramente Camila era un nombre común en aquel lugar y que aquella mujer no tenía por qué ser la Camila de la que Joe estaba enamorado.
El vestíbulo central del palacio estaba lleno de gente esperándola. Mientras pasaba entre la multitud, Demi vio a su hermano, que sonrió satisfecho y, al final, vio a Joe, ataviado con un espectacular uniforme militar negro y escarlata, con una espada que le colgaba a un lado.
Estaba magnífico.
Cuando llegó a su lado, Joe la tomó de la mano y el responsable religioso pasó a celebrar la boda en árabe y en inglés.
-Ahora vas a conocer a mi padre -anunció Joe al terminar la ceremonia.
Efectivamente, a continuación condujo a su esposa a una sala privada donde los esperaba el rey Hafiz, que resultó ser un hombre alto y corpulento, de rostro muy serio.

A través de Joe, porque el rey no hablaba inglés, el monarca le dijo a Demi lo contento que estaba de que su hijo la hubiera elegido como esposa porque bastaba con mirarla a los ojos para darse cuenta de que era una mujer de gran corazón y le dio las gracias por haber dado a luz a Tazeem, que habría de ser la alegría de su vejez.
Demi aceptó el cumplido encantada y, a continuación, se dirigió con Joe al enorme salón donde iba a tener lugar la cena. Hubo danzas populares, se leyeron poemas y los novios bebieron miel con agua de rosas.
Antes de empezar a cenar, Joe le indicó a Demi que podía cambiarse de ropa y la condujeron a una habitación donde le esperaba un precioso y mucho más cómodo vestido blanco y una tiara de perlas.
Cuando volvió a entrar en el salón, Joe no podía apartar los ojos de ella.
-Estás preciosa -le confesó.

Después de la cena, compuesta por todo tipo de platos delicados y exóticos, le presentaron a Demi a un montón de dignatarios y personas notables del país y, en un momento dado, Demi advirtió a una pareja que se estaba peleando al fondo del salón y reconoció a la joven que había visto unas horas antes.
-¿Quién es aquella pareja de allí? -le preguntó a su marido.
Joe siguió la dirección de su mirada y se tensó.
-Son mi hermana de leche y su marido -contestó.
-¿Qué es una hermana de leche?
-Cuando mi madre murió, la madre de Camila me amamantó.
Demi palideció.

Así que era ella, era la Camila de la que Joe estaba enamorado. Demi sintió que se le formaba un horrible nudo en la garganta y que los ojos le picaban.
Al percibir su zozobra, Joe la tomó de la mano y la condujo a la pista de baile.
-Sé lo que estás pensando y, obviamente, tenemos que hablar de este asunto, pero no es éste el momento -le dijo comenzando a bailar-. Te prometo que nos iremos pronto y hablaremos.
Mientras bailaban, Demi no pudo evitar mirar a Camila en un par de ocasiones y se preguntó si Joe se estaría dando cuenta de lo mal que lo estaba pasando.
Al salir del palacio para subirse a una limusina que los estaba esperando, los invitados los despidieron con pétalos de rosa y arroz.
-¿Adónde vamos? -quiso saber Demi.

-A Zurak, al palacio de mi abuelo -contestó Joe-. Tazeem llegará mañana, no te preocupes. Ahora que estamos solos, quiero hablar contigo.
Demi sabía perfectamente de lo que iba a hablar y bajó la mirada. A Joe no le apetecía nada tener aquella conversación, pero sabía que era necesaria, así que tomó aire y se lanzó.
-Hace un tiempo te dije que estaba enamorado de otra mujer.
Demi se encogió de hombros.
-¿Y? -contestó sonriendo y diciendo adiós a la gente congregada para despedirlos.
-Tal y como ahora sabes, me refería a Camila.
Demi se tensó.

-No te lo tendría que haber dicho.
-No pasa nada, es imposible que supieras entonces que te ibas a casar con una mujer con memoria de elefante -intentó bromear Demi al borde de las lágrimas.
-No debería habértelo dicho porque me he dado cuenta de que jamás la amé -añadió Joe-. No estoy enamorado de ella y nunca lo he estado. He pensado mucho en este asunto y he llegado a la conclusión de que simplemente estaba encaprichado.
-¿De verdad?
¿Pero por quién la tomaba? ¿Cómo se le ocurría decirle algo así? ¿Se creía que era tonta o qué?

Demi intentó ponerse en el pellejo de Joe y comprendió que estuviera intentando no darle importancia al asunto contándole una mentirijilla para no tener que admitir la cruel realidad, así que decidió fingir y seguirle la corriente.
-No tienes necesidad de volver a pensar en este asunto. Jamás -concluyó Joe.
-No lo haré -prometió Demi.

Un helicóptero los llevó al palacio de Zurak, situado en un oasis de palmeras en medio del desierto que parecía un espejismo.
-Cuando mis antepasados eran nómadas, pasaban aquí el verano. Mi abuelo conoció aquí a mi abuela cuando ella le llevó agua del pozo. Se enamoraron inmediatamente. Mi bisabuelo pidió la mano de mi abuela a su padre y se casaron -rió Joe agarrándola de la mano-. La vida entonces era mucho más sencilla que ahora.