jueves, 15 de agosto de 2013

Camino a la Fama Capitulo 24


— ¿En qué piensas?—Su voz la catapultó lejos de sus recuerdos, lo miró un segundo y apartó el rostro rápidamente, al notar que él también la miraba.

—No, en nada—Aunque pasara cinco años o cinco milenios a su lado, aun continuaría sonrojándose cada vez que él fijara la vista en sus ojos. Pues, era un ser humano después de todo y Joseph era Joseph.

A pesar que en esos momentos estuviesen en los términos más amistosos del mundo, a pesar de que él le dijera que mañana mismo se casaría con alguna mujer, a pesar que él le confesara que era homosexual (cosa que dudaba mucho), ella seguiría viéndolo con ojos soñadores.

 Porque, número uno era su escritor favorito, numero dos estaba de muerte, número tres… ¿Acaso necesitan un punto tres? El uno y el dos son justificaciones más que suficientes.

Suspiró casi con pesar, de tanto en tanto la atacaban esas infantiles fantasías del príncipe azul con su lindo corcel. Pero no podía evitarlo del todo, las fantasías son gratis.

 Es como la tontería de esperar encontrarse a George Clooney en el elevador, Demi sabía que las posibilidades eran remotas, cuando no imposibles. Pero aun así las esperanzas prevalecían y siempre que tenía la chance se tomaba cualquier elevador, ya saben por si acaso. 

Si bien las posibilidades de que algo ocurriesen con Joseph, eran tan improbables como que ocurriera lo de Clooney, ella seguía pensando que tal vez…algún día…Bueno sí ¡Que va! Honestamente esa idea ya la había achacado, a lo más profundo de su pervertido subconsciente. 

El hombre era su compañero de trabajo, un tanto atrevido cuando lo deseaba, pero compañero de trabajo al fin. Además ¿Quién no ha tenido alguna vez una idea poco apropiada para hacer con el hombre guapo de lo oficina? Como atraparlo en la sala del café, o acorralarlo junto a la maquina copiadora y obsequiarle una copia autografiada de tu trasero. 

Pero eso era lo gracioso del asunto, todo quedaba en eso, proyectos, teorías y planeaciones que nunca se concretaban.

 Era divertido echarse una que otra fantasía con Joseph, porque al final de cuentas nada pasaría en realidad. Él no la veía de ese modo, no estaba segura como la veía pero de ese modo no.

Habían hablado de tantas cosas en las pasadas semanas, que Joseph tal vez la conocía mejor que su propia madre. Bueno el “tal vez” esta demás, él la conocía mejor que su madre y punto, incluso el carnicero la conocía mejor que su progenitora. Su madre ni siquiera recordaba su fecha de cumpleaños, eso debería decirlo todo acerca de la relación entre ambas.
Aun no podía recordar cómo habían empezado a hablar de ese asunto y por más que repitiera la conversación una y otra vez en su cabeza, no podía hacerse una idea de porque le contó todo aquello a su compañero escritor. 

No esperaba su compasión o su apoyo emocional, tan solo confió como pocas veces lo hacía y para ser honesta consigo misma, la respuesta de Joseph la había puesto triste y feliz al mismo tiempo. Y todo por una inocente que pregunta que nada tenía que ver, al menos a primera vista: ¿En quién te inspiraste para hacer a Charlotte?

En un principio ella le había echado una evasiva, como “es una mezcla de muchas personas” Pero él continuó examinándola como típico médico forense, metiendo la mano en los lugares más incómodos y sin esperar quejas por su parte.

— ¿Para qué quieres saber?—Le había recriminado, en un intento de apaciguar su trabajo detectivesco.

—Tenemos que saber todo de los personajes, eso hace más sencillo manejarlos…si sé su procedencia…—No terminó la frase, pero ella se dio una idea bastante clara de para donde quería ir.

—Es…—vaciló, siempre vacilaba cuando le tocaba hablar de sí misma. Porque Charlotte no era ella, claro está, pero era una parte de su vida. La parte más molesta, la parte que más detestaba, la parte que muchas veces deseó borrar de un pincelazo—Está inspirada en mi madre.

La frase quedó suspendida en el aire, cualquiera que hubiese leído uno de sus libros sabría que Charlotte no era precisamente una mujer virtuosa. 

Lo que hacía de sus historias algo tan controversial, era la personalidad y modo de vida poco ortodoxas de la protagonista. Muchos odiaban a Charlotte porque en sí, hacia todo lo que las buenas personas no deberían hacer. 

Era detestable y en su fuero interno, Demi también la odiaba de algún modo.

—Ya veo—susurró él después de un incómodo minuto de silencio. Ella le sonrió sin ánimos de mostrarse afectada. 

—Puedes preguntarme—Lo apremió, sabiendo que Joseph sentía curiosidad. Lo veía en sus ojos, aquella chispa danzante de descubrir algo más de su monótona existencia.

Demi se cuidaba mucho al momento de dar a conocer información sobre su persona, Ann le había aconsejado que era mejor no cargar con historias de vida complicadas. 

Por alguna razón pensaban que le daría una mala imagen, por eso ella no usaba su apellido legal y utilizaba el que nunca había podido heredar de su padre. No es que su madre fuese una asesina en serie o ladrona de alto renombre, solo era…especial.

Joseph se había quedado en silencio, revisando los papeles que tenía en la mano como si fuesen de gran importancia. Ella tomó los que debía leer y se dispuso a fingir que aquello no había ocurrido, que no habían hablado de nada, que él no sabía que su madre era una puta sin paga. Porque 

¿Para que engañarse? Básicamente eso era Charlotte, una mujer molesta con la vida, molesta con el destino. Alguien que al encontrarse sola en el mundo, optó por la salida fácil. Optó por irrespetarse e irrespetar a los demás, tal como lo había hecho su madre tras la muerte de su padre.

—Siempre me pregunté ¿Por qué carga las cenizas de su esposo de un lado a otro?—Prorrumpió él repentinamente, Demi lo miró y soltó una breve carcajada.

—Eso es un simbolismo…como un recordatorio— Joseph enarcó una ceja no muy seguro de comprenderla.

— ¿Recordatorio de qué? — Demi se dejó caer a su lado en el sofá y cruzó las piernas como los indios.


—De que los hombres, siempre terminan en un polvo—Él se limitó a sacudir la cabeza en respuesta y ella escondió un suspiro de alivio, al menos no lo había atosigado con preguntas. Al menos parecía no juzgarla por lo que le había contado, al mirarlo de soslayo supo que a Joseph no le importaba como fuese su madre y eso le infundio coraje. 

viernes, 9 de agosto de 2013

Camino A La Fama Capitulo 23



Bueno claro, no había nacido de un repollo…pero, ese hombre de barba chistosa y sonrisa amigable no podía ser su pariente. 

No encajaba en la imagen que ella se había hecho, porque sí, se había hecho una imagen de los padres de él.

—Oh ¿Con que tú eres la famosa Demi?—El hombre le tomó una mano y le plantó un beso en el dorso, ella rió por ese teatral gesto y él le devolvió la sonrisa—Es un placer conocerte, he oído mucho de ti.

— ¿Ah sí?—No se lo creía ¿Por qué Joseph le hablaría de ella a su padre?

—Por supuesto—Y cobrando más confianza se inclinó para hablarle al oído—Aquí entrenos, eres más bonita de lo que mi hijo presumió.

Demi echó una rápida miradita en dirección a Joseph, éste enarcó una ceja como preguntando que tanto se secreteaban y ella solo se sonrojó sin quererlo realmente.

—Es difícil hacerlo decir la verdad—Comentó en un susurro, logrando que Darius se incorporara soltando una risa medio ronca pero muy contagiosa.

—Ponte a trabajar hombre—Lo reprendió Joseph aun con el ceño fruncido.

—Tranquilo muchacho, solo vine a conocer a tu amiga…a ti no te molesta ¿verdad Demi?—Ambos fijaron la vista en ella, Joseph pidiéndole que no le diera razón, Darius instigándola a seguir con el juego.

—No, por mí no hay problema.
Y eso fue estimulo suficiente, para que el hombre tomara un lugar en su mesa y compartiera la cena con ellos. 

Darius se dedicó a contarle un poco de todo, como había iniciado en el negocio de la gastronomía, también que tenía restaurantes en los hoteles más caros de Londres e incluso que recientemente, se había extendido a Paris por la buena calidad y variedad en su cartilla de vinos.

 Le dijo que Joseph era un excelente catador y que cuando era más joven, se dedicaba a pasearlo por Italia para que escogiera de las mejores cosechas.

A todo esto él solo respondió con un encogimiento de hombros y pasó de decir algo cuando Darius, le preguntó cómo iba el libro.

Demi no entendía porque, después de todo el libro iba de maravilla, a decir verdad no podía ir mejor. 

Ella aun no caía en cuenta de cómo las cosas fueron encajando en su lugar por si solas. No es que ahora fuesen los mejores amigos, tampoco había que exagerar. Pero ya no se peleaban por cualquier tontería, tras la noche del helado ambos parecieron pactar algo sin necesidad de dejarlo explícito en palabras.

Iban a trabajar juntos, y entre los dos sacarían lo mejor de esa historia. Teóricamente era la despedida de James y Charlotte, ambos personajes merecían que ellos se dejaran de chiquilinadas y se pusieran serios.

Estaba claro que ninguno iba a desistir y como el viejo, y tan conocido refrán dice: cuando no puedes con ellos, úneteles. Y así lo habían hecho, se habían unido.

No, no en los términos que están pensando, pervertidos.
Su unión era estrictamente profesional, sí bromeaban y a veces jugaban de mano pero algo era diferente entre ellos. 

Quizás solo eran imaginaciones de Demi, aunque lo dudaba. Después de todo, Joseph ya no se le acercaba tanto como antes, ahora guardaba una respetuosa distancia. 

Como si de alguna forma, temiera romper el fino hilo de confianza que ambos habían tejido. Pues claro, ella también temía que de momento a otro, uno enseñara las garras y ¡puf! fin de la sociedad. Por eso se iba con pasos de ceda, pensaba bastante bien las cosas que le decía, más cuando eran referidas a su modo de escribir.

Joseph, como cualquier hombre nacido bajo la estrella de Sirio (por supuesto que ella creía en la astrología), era un tanto melindroso. 

No le gustaban las críticas, no le gustaba que le dijeran que hacia algo mal, no le gustaba equivocarse y ¡oh Dios! Cuando tenía que darle la razón a alguien, parecía que lo enfrentaban a un regimiento entero con una gomera como única arma de defensa. 

Y sí, no se puede pedir que fuese perfecto. Tenía cerebro, buen físico y unos ojos que mataban, pero ¡venga! Seamos realistas, un defectito debía tener. Y este era ni más ni menos, que su fantástico (sarcasmo) carácter.

Pero ya se había acostumbrado a él, cinco semanas de trabajo juntos la habían hecho tolerable a Joseph y a la lactosa. Demostrando así que los milagros podían ocurrir. 

Camino A La Fama Capitulo 22


¿No has encontrado nada más que meter aquí?
—Traje lo imprescindible—respondió tranquilamente.

— ¿Si? ¿También trajiste a tu conserje?

—Nunca se sabe cuándo pueda serme necesario—Se encogió de hombros sonriendo, para luego adelantarlo y abrirle la puerta.

Media hora después se encontraban camino a Bristol, había sido algo difícil dejar atrás el ajetreo de Londres, pero eso no preocupo a su compañera de viaje en lo más mínimo. 

Al momento en que posicionó su trasero en el asiento de cuero y colocó la frente en la ventanilla, comenzó a roncar como si se le fuese la vida en ello. 

Joseph puso algo de música relajante para tapar el concierto personal de Demi y se dispuso a conducir en silencio, su bella durmiente no dio señales de vida hasta un cuarto de hora más tarde, cuando al parecer la naturaleza la reclamó.
—Detente.

Él se volvió hacia su derecha, sorprendido de oír su voz después de tanto tiempo de monotonía.

— ¿Qué? —Ella lo miró con los ojos muy abiertos.

— ¡Detente!—repitió, Joseph observó los alrededores, no había más que campo y alguna que otra vaca adornando los páramos.
— ¿Aquí?—inquirió extrañado.

—Por el amor a Dios Joseph, detente o tendrás un nuevo decorado en tu tapicería—No necesito oír más, aparcó el auto en la calzada y destrabó las puertas en un santiamén. 

Demi brincó del interior a la carrera y él la siguió con la mirada, hasta que su silueta se confundió con los árboles que decoraban los laterales.

En un instante, vio a una vaca escapar en dirección contraria y se escucharon los gritos de Demi diciendo « ¡Fuera! Largo de aquí o te hago barbacoa» A lo que la vaca respondió con un ofendido ¡Mu!


Cinco minutos después, ella regresaba caminando con la misma dignidad que la reina mostraba al recorrer el palacio, arreglándose la falda metódicamente y alisando las invisibles arrugas de su blusa. Mientras a sus espaldas las vacas volvían a sus antiguas posiciones, observando fijamente a la mujer que había alterado su paz amenazándolas con echarlas a la parrilla.

— ¿Todo en orden?—Preguntó cuándo ella hubo cerrado la puerta del auto. Demi lo miro y asintió con una sonrisa.

—Perfectamente—respondió cruzando las manos sobre su regazo, mostrándose lista para continuar con el viaje.

Joseph sacudió la cabeza ahogando las ganas de reír, esa mujer era increíble.

Demi lo miró de soslayo mientras le daba arranque al automóvil, una música como de pianos y violines inundo el ambiente. No recordaba haberla oído antes, seguramente él había puesto el Cd mientras ella dormía. 

En verdad la música invitaba a más de uno a pegar las pestañas, pero Joseph parecía muy enfocado en la carretera, con el rostro fresco y completamente despierto. 

Comparado con ella, él parecía salido del salón de belleza…peor, si alguien los detenía en ese instante él estaría listo para salir en la portada de una revista. Y ella… ella estaría lista para ser desechada en el próximo vertedero.

Lo malo es que Joseph ni se esforzaba en lucir bien, estaba vestido con ropas que en cualquier hombre lucirían insulsas, pero no en él. Las camisas que usaba Joseph, parecían hechas a medida, incluso Demi aventuraba que las mandaba a confeccionar y todo ese royo de los hombres ricos.

Porque Joseph tenía dinero, no que ella fuese pobre, pero él tenía más dinero que ella. Lo había descubierto de una forma muy chistosa, cuando una tarde después de todo un día de trabajo, ambos salieron a comprar comida. Ella quería algo rápido, como un McDonald o una salchicha en algún puesto callejero. 

Pero él no, Joseph quería comer en verdad y la arrastró a un restaurant que expedía finura por cada esquina perfectamente amueblada.

Demi se había sentido una intrusa, casi como una mendiga en busca de unas migajas. En tanto que su compañero, saludaba al cantinero y al gerente como si tuvieran años de trato de por medio. 

Ella le había preguntado si acostumbraba ese sitio y él todo sarcasmo, le respondió que ese sitio era suyo. Por supuesto que no le creyó, hasta que le trajeron la carta, una carpetita de cuero en la que se encontraban grabadas dos letras. DR.

— ¿Joseph Rhone?—inquirió jugando con él. Porque no podía ser cierto ¿Qué? ¿Era escritor y camarero a medio tiempo?

—Darius Rhone—La corrigió y fue como si con esa simple frase despertara al gigante dormido, un hombre de contextura robusta y barba blanca se volvió automáticamente para mirarlos. Fueron dos segundos, los

que tardo en atravesar las cortas distancias que los separaban para luego plantarse a su lado y sonreírle afablemente.

— ¿Me llamabas?—Preguntó a Joseph, aunque no apartaba sus destellantes ojos azules de ella.

Demi, Darius…—hizo una pausa, observando ceñudo al hombre mayor. Este pareció notar su firme mirada, pues tras otro segundo de escrutarla sin reparos, le devolvió la atención—Papá ella es Demi — ¿Papá? ¿Ese era su papá? ¡Momento! ¿ Joseph tenia familia? 

Camino A La Fama Capitulo 21

Así lo hacen los adultos.

Demi estiró una mano para detener la alarma de su despertador, el sonido poco melodioso de la voz del locutor de radio, se coló hasta en lo más profundo de su cerebro.

 No era la clase de mujeres muy dada a despertar temprano, por eso procuraba que sus días comenzaran a las diez de la mañana. 

Cada cita la programaba para esa hora en adelante, cada compra, cada reunión, cada maldita visita al médico, cada maldita visita a su madre.

Pero no esa vez, esa vez era distinto pues ella no había planeado nada. Por eso se encontraba refunfuñando por cada esquina de su departamento, por eso maldecía a su reflejo en el espejo, por eso se duchó con agua helada, porque sabía que debía seguir los designios de alguien más. 

Y allí estaba, despierta a las siete de la mañana, guardando un calcetín en el bolso y revolviendo su café con una lapicera, por eso…o mejor dicho por él.

Salió a las corridas con la blusa a medio abotonar y un zapato en la mano, no se molestó en arreglarse en demasía, nadie podía exigirle mucho a esas horas.

 Pero maldición, iba tarde. ¿Cómo podía ir tarde si se había despertado dos horas antes? ¿Cómo? ¿¡Cómo!? Bien, era ridículo cuestionarse sobre eso. 

Ella no se despertaba fácilmente, cuando término de revolver su café notó que ya eran las ocho treinta, y debía llegar a las nueve. ¿Con qué desperdició tanto tiempo? No lo sabía.

Al alcanzar el ascensor del estudio de Joseph, tenía los pulmones en la garganta y la falda se le apretaba incómodamente en el abdomen. Aquellos pastelillos de chocolate de la noche anterior eran los culpables, esa falda siempre le había ido como un guante y ahora, ahora se sentía como una morcilla apretada por uno de los extremos.

 En cualquier momento los hilos cederían bajo la presión de sus carnes constreñidas y sus calzones de cintura alta saldrían a dar los buenos días. 

No debió ponerse eso, debió usar pantalones. Pero las faldas son más serias decía su madre, las faldas son más femeninas, sí claro como si ella supiese algo de la seriedad. 

Demi tenía una mejor definición: las faldas son unas putas prendas que te limitan en cada paso y son las responsables, de que las mujeres fuesen el sexo débil. 

Después de todo ¿Quién podría tirar una patada decente con faldas? Es más ella podría haber subido las escaleras corriendo, pero no, no usando ese tubo ajustado a sus caderas.

Las rueditas de su valija de viaje, se atoraron con un lateral de la alfombra, sacándola entonces de sus cavilaciones sobre faldas y el feminismo.

—Mierda, mierda, mierda—repitió cabreada, mientras jalaba de la manija con ambas manos, montando una encarnizada lucha con la alfombra—Puta suerte.

Y tras soltar esas hermosas palabras, la valija cedió ¿Quién dijo que la violencia no sirve para nada? 

Demi se estiró la blusa con una mano, mientras que con la otra intentaba golpear la puerta. No fue necesario, ésta se abrió al segundo que ella logró controlar su respiración.
—Llegas tarde.

—Lo siento— Joseph no la escuchó, se limitó a meterse en el apartamento para luego emerger con su bolso negro colgado al hombro.

Demi, teníamos que salir a las nueve ¿Sabes cómo estará el trafico ahora?
—Perdón.

—Pedir perdón no acelera las cosas, mueve los pies—Ella presionó la mandíbula, no tenía sentido sentirse ofendida. 

Después de todo era su culpa, había aguardado hasta esa mañana para terminar de hacer el equipaje. 

Tendría que haberlo hecho la noche anterior, pero se dijo que tenía tiempo, que el tiempo era el que siempre sobraba. Se equivocó.
—Tan solo son…—Miró el reloj—Mierda—murmuró al notar la hora.
—Exactamente.


Joseph le quitó la maleta al ver que ella jadeaba para avanzar, puso los ojos en blanco. ¡Tenía rueditas! ¿Cómo diantres la cansaba tirar algo con rueditas? La respuesta la obtuvo rápidamente, la mujer cargaba con toda su casa allí dentro. 

Camino A La Fama Capitulo 20


¿Huir? Se pregunta por ínfimo instante ¿Por qué? Le responde aquella misma voz, por hoy solo por hoy, esos labios le pertenecen.
Un roce, dos…casi una coqueta insinuación.

No lo resiste, la excita, lo quiere todo o no quiere nada. Lo amarra por el cuello de la camisa, anclando esos juguetones labios a los propios, él se deja hacer. 

Se prueban, se degustan cual catadores en su primer sorbo de vino. Sé pelean uno con el otro, se abrazan y se sueltan. Él quiere marcar el ritmo, ella quiere que le obedezca.

Él la presiona posesivamente contra su cuerpo, ella lo acepta con un gemido de derrota. 

Y tras un periodo de paz, terminan descubriendo su lenguaje. Allí se encuentran ambos luchadores, rendidos a los embistes de la lengua del otro.

 Una danza, un ballet, un juego de amantes, un idioma que solo ellos logran hablar sin palabras” — Demi perdió el sentido común, por un largo momento no pudo articular una frase.

Joseph acababa de redactar al paso un beso que la descoloco por completo. Finalmente el escritor que ella tanto admiraba, mostraba su rostro.

 Estando tanto tiempo relegado a la oscuridad, Demi había temido que ni siquiera existiera, que tan solo fuese producto de su imaginación. 

Pero no, él era real. Joseph realmente sabía crear momentos y trasportar a cualquiera al lugar que él lo desease.

— ¿Y la otra?—inquirió con un hilo de voz. Joseph le enseñó su sonrisa más tentadora, parecía esconder un sinfín de significados.
—La otra es la metafórica, la otra no dice nada y a la vez lo dice todo.

—Enséñame— Joseph la liberó, como si recién se percatara de lo cerca que estaban uno del otro. Pero no se apartó, ella esperaba que diera un paso atrás, pero por primera vez se alegró de que no fuese un hombre predecible.

—Bien…te enseñare como piensa James, la mejor forma es haciéndolo en primera persona—Ella asintió intranquila, en realidad entusiasmada y no le importó mostrarse de ese modo. 

Joseph clavó sus ojos azules en ella, quizás pensando cómo dar inicio y sin previo aviso comenzó a relatar—“No sé cómo llegamos a ésta situación, de pie uno frente al otro, casi tocándonos pero sin llegar a romper la barrera de las distancias. 

Tus ojos transmiten un solo mensaje, el mismo que mis labios contienen firmemente dentro de mi garganta. Bésame, tócame, quiéreme, aíslate conmigo en esta intima soledad. Dos es mejor que uno, dos significa juntos.

Distancia trémula, ínfima, me atrevo a doblegarte.

No me temas, no te alejes, deja que mis manos te consuelen, deja que mis labios te quiten esa indecisión. Mujer demoniaca, mujer que me roba el sentido comparte conmigo esos pecados tan bien callados, ábrete a mi inquisición.

Suave, suave suspiro de aceptación, eres mía por ahora.

Manos soy esclavo de sus acciones, hoy no me pertenecen, hoy yo les pertenezco.

Labios, beban y succionen, no se priven pues a través de ustedes vivo este momento.

Piel absorbe su calor, guárdalo todo para cuando ella se marche.
Y ojos no se atrevan a desplegarse, porque entonces sentiré que esto no ha sido más que un sueño.

Pero no, estas y estamos; y al apartarme de tu lado veo tus parpados fuertemente apretados. Me permito saborear la idea, de que al igual que yo también temes despertar…”

Demi abrió los ojos al mismo instante en que él terminaba su descripción. ¿Qué podía decirle? Jamás lo había leído en primera persona, era una sensación completamente nueva.

 Y más teniendo en cuenta que lo había oído de sus propios labios. Era oficial, ella nunca podría escribir de ese modo.
—Estoy bien jodida.

—Oh vamos—Le cruzó un brazo por los hombros, amigablemente—Tenemos toda la noche para practicar—Ella lo observó asustada y ¿Por qué no? También algo, curiosa—Hablo de la escritura, pervertida.

—Yo no dije lo contrario.

—No necesitas hablar, el deseo se refleja en la mirada.
—Pues será el tuyo que resplandece como cartel de neón, porque mío no es—Él rió, sacudiendo la cabeza en una negación.

—Digamos que por hoy, te creo— Demi frunció el ceño molesta por su condescendencia.

—Digamos que por hoy, te creo…—Lo remedó haciendo un intento de imitar su voz burlonamente, él volvió a soltar una musical carcajada—Estúpido.

—Bien, practicaremos escritura por unas horas y luego seré tu esclavo sexual. ¿Podrás esperar hasta entonces?—Ella se liberó de su brazo y lo empujó a un lado ¿Es qué no se podía hablar seriamente ni un segundo con él?
—Me voy a dormir.
—Son las diez.
— ¿Y qué?

—Que pensé que ya habíamos dejado de lado estas niñerías—Soltó un bufido y pateó el piso con la punta de sus tenis.

—Bien—Aceptó de mala gana—Pero si haces alguno de esos comentarios nuevamente, te pateo el trasero hasta dejarlo en compota.
—Extraño concepto, pero…entiendo.
—Camina.


—Voy detrás de ti—Le respondió en tanto que se detenía un segundo, para castigar a su mirada con el suave vaivén de ese culito de pasarela. ¡Dios! Esa noche iba a terminar muy distinta a la anterior, de eso no le cabía duda.