Demi
Convencí a Sierra,
Doug, Colin, Shane y Darlene para ir esta noche al Club Mystique, el local que
me recomendó Megan. Está en Highland Grove, en la playa. A Colin no le gusta
mucho bailar, así que acabé bailando con el resto de la pandilla, incluso con
ese chico llamado Troy, que baila genial. Creo que he aprendido algunos pasos
que podremos introducir en las coreografías de las animadoras.
Ahora estamos en
casa de Sierra, en la playa que hay detrás de su casa. Mi madre sabe que me
quedo a dormir aquí esta noche, de modo que no tengo que preocuparme del toque
de queda. Mientras Sierra y yo colocamos unas mantas sobre la arena, Darlene se
ha quedado rezagada con los chicos, que están sacando las botellas de vino y las
cervezas que llevábamos en el maletero del coche de Colin.
- Doug y yo nos
acostamos el fin de semana pasado -espeta Sierra.
- ¿En serio?
- Sí. Ya sé que
quería esperar hasta que estuviéramos en la universidad, pero pasó sin más. Sus
padres estaban en la ciudad, fui a su casa, una cosa llevó a la otra y lo
hicimos.
- Vaya, ¿y cómo
fue?
- No lo sé. Si te
soy sincera, fue un poco extraño. Aunque él estuvo muy cariñoso después,
preguntándome una y otra vez si estaba bien. Y por la noche vino a mi casa y me
trajo tres docenas de rosas rojas. Tuve que mentir a mis padres y decirles que
era por nuestro aniversario. No podía decirles que las flores eran para
celebrar que había perdido la virginidad con él. ¿Qué hay de ti y Colin?
- Colin quiere que
nos acostemos -le suelto.
- Todos los chicos
de más de catorce años desean tener relaciones sexuales -explica-. Es su
obligación querer hacerlo.
- Pero es que... yo
no quiero. Por lo menos, no ahora.
- Entonces tu
obligación es decir que no -añade, como si fuera tan fácil. Sierra ya no es
virgen porque ha dicho que sí. ¿Por qué me cuesta tanto a mí dar ese paso?
- ¿Cuándo sabré que
ha llegado el momento?
- Te aseguro que no
vas a venir a preguntármelo. Supongo que cuando estés completamente preparada,
querrás hacerlo, sin reservas ni preguntas. Nosotras sabemos que ellos quieren
tener relaciones. Depende de ti hacer que eso ocurra. O no. Verás, mi primera
vez no ha sido divertida ni fácil. Fue un poco chapucera y la mayor parte del
tiempo me sentía como una estúpida. Cuando estás con la persona a la que
quieres, es más fácil abrirte y asumir que puedes cometer errores y no temer
mostrarte vulnerable, y eso es lo que hace que sea hermoso y especial.
¿Será esa la razón
por la que no quiero hacerlo con Colin? Quizás en el fondo, no lo quiera tanto como suponía. ¿Soy capaz de
querer tanto a alguien como para abrirme y no temer mostrarme vulnerable? La
verdad es que no estoy segura.
- Tyler ha roto hoy
con Darlene -susurra Sierra-. Ha empezado a salir con una chica de su
residencia.
Si antes no me
compadecía por Darlene, ahora sí lo hago. Sobre todo porque sabe atraer la
atención de los chicos, como si actuar así alimentara su autoestima. No me
extraña que haya estado encima de Shane toda la noche.
Veo aparecer a
Darlene y al resto del grupo, que se ponen a colocar las mantas sobre la arena.
Darlene agarra a Shane por la camiseta y tira de él.
- Vayamos a darnos
el lote -le dice. Shane está más que dispuesto a aceptar la propuesta.
Yo me la llevo
aparte, me acerco a ella y le susurro para que nadie pueda oírnos:
- No juegues con
Shane.
- ¿Por qué no?
- Porque no te
gusta tanto. No lo utilices. Ni dejes que te utilice a ti.
Darlene me aparta
de un empujón.
- En serio, Demz,
tienes una perspectiva distorsionada de la realidad. O quizás quieras señalar
las imperfecciones de todos para poder seguir luciendo la corona de Reina de
las Perfectas.
Eso no es justo. Mi
intención no es subrayar sus defectos, pero si la veo avanzar por un camino
peligroso, ¿acaso no es mi deber como amiga detenerla?
Tal vez no. Somos
amigas, pero no súper amigas. La única a la que permito acercarse lo suficiente
es a Sierra. ¿Cómo me atrevo a darle consejos a Darlene cuando nunca le dejaría
actuar del mismo modo conmigo?
Sierra, Doug,
Colin y yo nos sentamos en las mantas y hablamos sobre el último partido de
fútbol delante de una fogata que hemos hecho a base de ramitas y viejos trozos
de madera.
Reímos, recordando
las jugadas fallidas e imitando al entrenador del equipo cuando increpaba a los
jugadores desde el banquillo. Cuando se enfada, se pone muy rojo, no deja de
chillar y de escupir, y los jugadores tienen que apartarse para que no les
salpique en la cara. Doug imita genial.
Estoy a gusto aquí,
sentada junto a mis amigos y a Colín, y durante un momento me olvido de mi
compañero de química que, últimamente, ocupa todos mis pensamientos.
Un rato después,
Sierra y Doug se van a dar un paseo y yo me tumbo sobre Colín, frente a la
hoguera, que ilumina la arena que nos rodea con un brillante resplandor. A
pesar de mis consejos, Darlene y Shane han estado comiéndose a besos todo el
tiempo, y aún no han regresado.
Cojo la botella
de Chardonnay que han comprado los chicos. Ellos han estado bebiendo cerveza, y
las chicas vino, porque Sierra no soporta la cerveza. Me llevo la botella a los
labios y la vacío. Empiezo a sentirme mareada, pero haría falta que me bebiera
otra entera para sentirme desinhibida del todo.
- ¿Me has echado de
menos este verano? -le pregunto. Me acurruco contra él mientras me acaricia el
pelo, el cual, por cierto, debe de estar hecho un desastre. Ojalá estuviera lo
suficientemente bebida como para que no me importara.
Colín me coge una
mano y se la lleva a la bragueta. Deja escapar un gemido lento.
- Sí -susurra
contra mi cuello-. Un montón.
Cuando aparto la
mano, me rodea el cuerpo con los brazos. Me apretuja las tetas como si fueran
balones de agua. Nunca me habían molestado las caricias de Colin, pero el
recorrido que hace con las manos me está cabreando y dando asco, todo al mismo
tiempo.
Me aparto de su
lado.
- ¿Qué pasa, Demz?
- No lo sé -le
digo. Es verdad, no lo sé. Las cosas con Colín parecen tensas desde que empezó
el curso. No puedo dejar de pensar en Joe, lo cual me molesta más que Cualquier
otra cosa. Alargo la mano y cojo una cerveza-. Es demasiado forzado -le digo a
mi novio mientras abro la lata y doy un sorbo de cerveza-. ¿No podemos quedarnos
aquí sentados sin hacer nada? -Y Colin deja escapar un resoplido fuerte y
exagerado.
- Demz, yo quiero
hacerlo. -Intento vaciar la cerveza de un trago, aunque acabo derramando un
poco.
- ¿Quieres hacerlo
ahora? -le pregunto.
¿Aquí, donde
nuestros amigos pueden vernos si se dan la vuelta?
- ¿Por qué no? Ya
hemos esperado mucho.
- No sé, Colin
-digo, verdaderamente asustada por estar teniendo aquella conversación pese a
saber que llegaría el momento.
- Supongo...
supongo que imaginaba que sucedería de un modo natural.
- ¿Qué puede ser
más natural que hacerlo al aire libre, sobre la arena?
- ¿Y los condones?
- Me quitaré a
tiempo.
Eso no suena nada
romántico. Me volveré loca hasta que me baje el periodo por miedo a haberme
quedado embarazada. No es así como quiero que sea la primera vez.
- Hacer el amor
significa mucho para mí.
- Y para mí
también. Así que hagámoslo ya.
El corazón me da un
vuelco.
- ¿Crees que
preferiría acostarme con Joe antes que contigo? -pregunto con los ojos llenos
de lágrimas. No sé si es el alcohol el culpable de que me sienta tan sensible o
si sus palabras han dado en el blanco. No puedo dejar de pensar en mi compañero
de laboratorio. Me odio a mí misma por tener esos pensamientos, y ahora mismo
odio a Colín por habérmelo recordado.
- ¿Y Darlene?
-replico, Echo un vistazo a mi alrededor para asegurarme de que Darlene no
puede escucharnos-. Parece que hay muy buen rollo entre vosotros cuando estáis
en clase de química.
- Déjalo ya, Demz.
Hay muchas chicas que se fijan en mí en clase. Obviamente tú no lo haces porque
estás demasiado ocupada discutiendo con Jonas. Todos saben que estáis
tonteando.
- Eso no es justo,
Colin,
- ¿Qué pasa?
-pregunta Sierra, que aparece con Doug desde detrás de una enorme roca.
- Nada -respondo,
antes de ponerme en pie con las sandalias en la mano-. Me voy a casa.
- Voy contigo -dice
Sierra cogiendo su monedero.
- No -le contesto.
Por fin me siento completamente mareada. Es como si hubiera abandonado mi
cuerpo, pudiera observarlo todo y quisiera enfrentarme sola a la situación-. No
quiero ni necesito a nadie. Iré caminando.
- Está borracha
-añade Doug, mirando la botella vacía y la lata de cerveza donde había estado
sentada.
- No lo estoy.
-Cojo otra cerveza y la abro antes de acercarme a la orilla. Sola. Por mi
misma. Como debe ser.
- No quiero que
vayas sola por ahí -dice Sierra.
- Ahora quiero
estar sola. Necesito pensar en ciertas cosas.
- Demz, vuelve aquí
-espeta Colin, pero sin moverse de donde está.
Le ignoro.
- No vayas más allá
del cuarto muelle. N
o es seguro -me advierte Sierra.
¿Que no es seguro?
Qué más me da. ¿Qué pasará si me sucede algo? A Colin no le importará. Ni a mis
padres tampoco.
Cierro los ojos.
Siento que los dedos de los pies se me hunden en la arena y me lleno los pulmones
con la fresca y perfumada brisa del Lago Michigan que me acaricia la cara.
Y sigo bebiendo
cerveza. Me olvido de todo excepto de la arena y la cerveza, continúo
caminando, deteniéndome solo para observar la oscura superficie del lago. La
luz de la luna brilla sobre ella y dibuja una línea que parece cortarla en dos.
He pasado dos
muelles. O tal vez sean tres. De todas formas, no queda mucho para llegar a
casa. Menos de un kilómetro y medio. Cuando llegue a la siguiente playa, subiré
la calle y me dirigiré a casa. No es la primera vez que hago algo así.
Pero me gusta tanto
sentir la arena bajo los pies, es como una de esas almohadas rellenas de
bolitas que se adaptan a la forma. Y más adelante oigo música. Me encanta la
música. Cierro los ojos y muevo el cuerpo al ritmo de una canción desconocida.
No me he percatado
de la distancia que he recorrido y sigo bailando hasta que el bullicio de risas
y voces me deja paralizada. Frente a mí veo a un grupo de gente con bandanas
rojas y negras. Está claro que hace mucho que he dejado atrás el cuarto muelle.
- Eh, mirad, es Demi
Lovato, la animadora más sexy de todo el instituto Fairfield -anuncia un tipo-.
Ven aquí, guapa. Baila conmigo.
Miro desesperada a
la multitud, esperando encontrar una cara amiga, familiar. Joe.
Está aquí. Y Carmen
Sánchez está sentada sobre su regazo.
Una imagen que da
que pensar.
Otro de los chicos
avanza hacia mí.
- ¿No sabes que
esta zona de la playa es solo para chicanos? -me pregunta, acercándose más-. O
quizás has venido atraída por el olor de la carne oscura. ¿Sabes lo que dicen,
nena? Que la carne oscura es la más jugosa.
- Déjame en paz
-mascullo como puedo.
- ¿Crees que eres
demasiado buena para un tipo como yo? -insiste el desconocido que ya me ha
alcanzado y me acecha con unos ojos llenos de rabia. La música deja de sonar.
Me tambaleo hacia
atrás. No estoy lo suficientemente borracha como para no darme cuenta de lo
peligrosa que se ha vuelto la situación.
- Javier, déjala
-interviene Joe en voz baja. Es una orden.
Joe le está
acariciando el hombro a Carmen, y sus labios están a escasos centímetros de su
piel. Me tambaleo. Esta es una pesadilla de la que necesito escapar, y rápido.
Empiezo a correr,
las carcajadas de los miembros de la banda resuenan en mis oídos. No puedo huir
lo suficientemente rápido, tengo la impresión de estar en un sueño en donde mis
pies se mueven pero no consigo avanzar.
- ¡Demi, espera!
-llama una voz desde detrás de mí.
Me doy la vuelta y
me encuentro cara a cara con el chico que me persigue en mis sueños... tanto en
los que estoy despierta como en los que estoy dormida.
Joe.
El chico que odio.
El chico que no
consigo apartar de mis pensamientos, no importa lo borracha que esté.
- No hagas caso a
Javier. A veces se deja llevar e intenta dárselas de gamberro -dice Joe. Me
quedo atónita cuando le veo acercarse para enjugar una lágrima de mi mejilla-. No llores. Nunca permitiría
que te hicieran daño.
¿Debería decirle
que no temo que me hagan daño? Me gusta no ser capaz de controlar lo que digo.
Aunque no he
corrido mucho, ha sido lo suficiente para alejarme de los amigos de Joe.
No pueden verme, ni
tampoco oírme.
- ¿Por qué te gusta
Carmen? -le pregunto antes de que todo empiece a darme vueltas. Me desplomo
sobre la arena-. Es mala.
Sé ofrece para
ayudarme a ponerme en pie, pero me asusto, y él se mete las manos en los
bolsillos.- ¿Y, de todas formas, a ti qué cono te importa? Me has dejado
plantado.- Tenía cosas pendientes.
- ¿Cómo lavarte el
pelo o hacerte la manicura?
Más bien porque mi
hermana me ha arrancado un mechón de pelo y mi madre me ha echado la bronca por
ello. Le clavo el dedo en el pecho y le digo:
- Eres un
gilipollas.
- Y tú una petarda
-dice-. Una petarda con una sonrisa fascinante y unos ojos que pueden hacerle
perder la cabeza a un chico.
Hace una mueca
mientras las palabras salen de su boca, como si quisiera volver a tragárselas.
Esperaba que dijera
un montón de cosas, pero eso no. Especialmente eso. Me fijo en sus ojos
inyectados en sangre.
- Estás drogado, Joe.
- Sí, bueno, tú
tampoco pareces estar muy sobria. Quizás sea el momento perfecto para que me
des ese beso que me debes.
- De ninguna manera.
- ¿Por qué no?
¿Temes que te guste tanto que acabes olvidando a tu novio?
¿Besar a Joe?
Nunca. Aunque es algo que me ha pasado por la cabeza. Muchas veces. Más de las
que desearía. Sus labios son gruesos y tentadores. Ay, Dios, tiene razón. Estoy
borracha. Y, definitivamente, no me siento bien. Se me ha pasado el
atolondramiento y he empezado a delirar, porque estoy pensando en cosas en las
que no debería pensar.
Como, por ejemplo,
en lo mucho que deseo saber qué se siente al tener esos labios pegados a los
míos.
- Está bien.
Bésame, Joe -digo, caminando hacia delante e inclinándome hacia él-. Entonces,
estaremos en paz.
Me agarra de los
brazos. Eso es. Voy a besar a Joe y voy a averiguar qué se siente. Es peligroso
y se ríe de mí. Pero también es sexy, misterioso y guapo. Estar tan cerca de él
me provoca tal excitación que empiezo a estremecerme y la cabeza me da vueltas.
Meto el dedo dentro del pasador de su cinturón para mantener el equilibrio. Es
como si estuviéramos subidos en el tiovivo de una feria.
- Vas a vomitar
-dice.
- Qué va. Estoy...
disfrutando del paseo.
- No estamos
paseando.
- Ah -digo,
confusa. Suelto el pasador y me concentro en mis pies. Parece como si se
levantaran solos, flotando sobre la arena-. Estoy un poco mareada, eso es todo.
Pero estoy bien.
- Ni de coña.
- Si dejaras de
moverte, me sentiría mucho mejor.
- No me estoy
moviendo. Y odio tener que aguarte la fiesta, tía, pero estás a punto de
vomitar.
Tiene razón. El
estómago no deja de darme vueltas. Me tiene sujeta con la mano, mientras que
con la otra me recoge el pelo, alejándolo de mi cara mientras me inclino y
vomito.
No consigo que el
estómago deje de darme vueltas. Devuelvo una y otra vez. El sonido que emito,
entre tanto gorgoteo y arcada, resulta asqueroso, aunque estoy demasiado
borracha como para que me importe.
- Anda, mira -digo
entre vómito y vómito-. Mi cena está sobre tu zapato.