jueves, 31 de enero de 2013

Un Refugio para el amor capitulo 36



Tal y como Joseph había sospechado, Jim no sabía cómo hacer un trabajo adecuado en la cabaña, así que había llamado a Seth Burnham. Le había pagado una enorme suma para que se desplazara a Colorado y había pasado tres días con él en la cabaña, montando el sistema de seguridad.
—Esto es lo mejor que te puede ofrecer la tecnología —dijo Seth, cuando por fin terminó—. Pero no sirve de nada si se te olvida encenderlo. Así que acuérdate de ponerlo en marcha.
—Lo haré —prometió Joseph.
Pero mientras llevaba a Seth de nuevo al rancho en la camioneta de Sebastian, no estaba pensando en el sistema de seguridad. Estaba pensando en la cama doble de la cabaña, en la que había puesto sábanas limpias. Y estaba pensando en los demás preparativos que había hecho. Había construido un biombo para tener privacidad en la única habitación de la cabaña. Había puesto flores en un jarrón y acumulado infusiones porque sabía que probablemente, Demi estaba harta de café.
Estaba pensando en el día siguiente, cuando Demi, Elizabeth y él estuvieran en la camioneta de Sebastian, de camino a la cabaña. Y tenía la esperanza de que Elizabeth durmiera su siesta habitual de dos horas.



Después de la visita que había recibido aquella primera mañana, Steven Pruitt no se había arriesgado a acercarse tanto a la casa de nuevo. No tenía intención de enfrentarse a tres vaqueros enfadados, sobre todo cuando uno de ellos llevaba un rifle y parecía que estaba dispuesto a usarlo.


Así que Steven había reunido sus considerables habilidades para conseguir información de los habitantes de Huérfano. Sus dotes de actor también le habían resultado muy útiles, exactamente igual que cuando trabajaba para el Lovato Publishing Group. Lovato había perdido un reportero de investigación magnífico al cometer la estupidez de despedir a Steven Pruitt.

Y quizá fuera el error más caro que hubiera cometido Russell P. en toda su vida. A los habitantes de Huérfano les gustaba hablar, y le contaron muchas cosas sobre el misterioso bebé que llevaba seis meses viviendo en el Rocking D. No hacía falta ser un genio para figurarse de quién era ese bebé, aunque Steven sabía que los tests de inteligencia le concedían una puntuación de genio.
Esperar al momento idóneo para cobrar su pieza le había resultado gratificante hasta extremos insospechados. Además del placer visceral del que había disfrutado durante los seis meses que había pasado acosando e intimidando a la preciosa hija de Russell P. había averiguado la existencia de la nieta de Lovato, y tenía la oportunidad de atrapar a la nieta al mismo tiempo que a la hija.
Y lo conseguiría. La suerte estaba de su parte. Estaba en Buckskin, un bar del pueblo, cuando un tipo llamado Jim había entrado a tomarse una cerveza. El tipo estaba muy ofendido porque Sebastian Daniels había llevado a un experto de Los Angeles al Rocking D para que instalara un sistema de seguridad en una cabaña que había dentro del rancho. Jim no entendía, en primer lugar, para qué necesitaban un sistema de seguridad tan sofisticado para una cabaña.
Steven había observado lo mucho que Demi se había unido a aquel novio suyo. No había duda de que era el padre de la niña. Steven apostaría su último dólar a que iban a vivir en aquella cabaña los tres. Por fin, la oportunidad que estaba esperando.

Un Refugio Para el amor capitulo 35






—¿Tiene que irse tan pronto? —entonces miró el reloj de la cocina—. Dios santo, no sabía que fuera tan tarde.
Demi tenía una especial predilección por la madre de Travis, que evidentemente, adoraba a los niños. Aunque Demi estaba deseando estar sola con su hija, Luann estaba tan melancólica que transigió. Era una buena cosa que Gwen, la nuera de Luann, también estuviera embarazada.
—¿Le gustaría ayudarme con Elizabeth? —preguntó—. Seguro que Matty puede quedarse sola unos minutos.
—Claro que puedo —dijo Matty.
—Entonces me encantaría ayudar con esa pequeñina —dijo Luann, y dejó el trapo sobre la mesa.
Trabajando entre las dos, no tardaron mucho en cambiar a Elizabeth, ponerle el pijama y tenerla lista para recolectar todos los besos de buenas noches de la gente de la casa. Estar con Luann siempre hacía que Demi pensara en su madre, y en cómo le gustaría a esta mimar a un nieto. La pena que sentía porque las cosas no pudieran ser diferentes hizo que le concediera a Luann el privilegio de llevar a Elizabeth al salón.
Ella las siguió por el pasillo, y se quedó sorprendida al darse cuenta de que todo el mundo estaba reunido en el salón como si estuvieran esperando algo. Al principio, Demi pensó que quizá fuera la hora de sacar la tarta, pero Matty también estaba allí, así que no había nadie que pudiera hacerlo.
Joseph ya no estaba sentado en el suelo jugando con Josh, sino que estaba junto a la chimenea, y la miró fijamente cuando ella entró en la sala.
Se le encogió el estómago. La estaban esperando a ella. Se había extralimitado al hablar con Sebastian aquella tarde. Alguien iba a echarle un sermón por ser una desagradecida.
—Sebastian ha ideado un plan, Demi —dijo Joseph —. Me lo ha comentado y queremos saber qué piensas tú.
Demi se agarró las manos.
—No debería haber dicho nada. Perdonadme todos. No podría haber pedido unos amigos más maravillosos para cuidar a Elizabeth y...
—Oh, cariño —Matty se acercó a ella y le puso una mano sobre el hombro—. Tenías razón, y todos lo sabemos. No entiendo cómo esperábamos que Joseph, Elizabeth y tú formarais una familia en medio de este barullo.
—Necesitais privacidad —dijo Sebastian.
—Privacidad y seguridad —añadió Boone.
—Y ambiente —dijo Travis, guiñándole el ojo.
Demi los miró a los tres sin entender nada.
—Hay una vieja cabaña en las tierras del Rocking D. No es nada sofisticada, pero es agradable y está limpia —dijo Sebastian—. Vamos a preguntarle a Jim si puede instalar un buen sistema de seguridad allí... aunque ésta podría ser la ocasión de que Joseph llamara a su conocido de Los Ángeles.
—Una cabaña, ¿eh? — Demi estaba empezando a entender la idea, y esperaba estar entendiendo bien.
—Sí. Cuando el lugar sea seguro, podeis ir allí en una de las camionetas con suficientes provisiones como para pasar una semana o así —explicó Sebastian, y sonrió—. Sin interrupciones. Servirá para crear lazos.
Ella miró a Joseph, esperanzada.
—¿Y tú quieres hacerlo?
Él le clavó una mirada ardiente.
—Sí. ¿Y tú?
Demi no pudo contener la sonrisa.
—A mí me parece estupendo.

Un Refugio para el amor capitulo 34





—O Sebastian podría ayudar a Matty en la cocina —dijo Demi, aunque tenía pocas esperanzas de que Joseph se quedara una vez que Sebastian había aparecido.
—No, no —dijo Joseph, de camino hacia la puerta—. A mí no se me dan bien los lacitos. Probablemente, le tiraría del pelo o algo así.
Sebastian miró a Demi mientras Joseph se marchaba.
—La he fastidiado, ¿verdad?
Demi esbozó una sonrisa decaída. Comenzó a meterle a Elizabeth las mangas del vestido por los brazos.
—La he fastidiado —afirmó Sebastian mientras se acercaba al cambiador—. Estoy seguro de que los tres estabais... estrechando lazos.
—Más o menos. ¿Te importa sostenerla mientras le abrocho los botones de la espalda?
—Claro. Hola, preciosa —le dijo a la niña, y le dio un beso en la mejilla.
—¡Pa, pa!
—¿Lo has oído? —preguntó Sebastian, con evidente placer—. ¡Qué lista es!
—Mmm —murmuró Demi. Terminó de abrocharle los botones y reunió valor—. Sebastian, ¿de verdad quieres que Joseph ocupe su lugar como padre de Elizabeth?
— ¡Pues claro que sí! Tú lo sabes. ¿Por qué me lo preguntas? —Sebastian se inclinó hacia Elizabeth y frotó su nariz contra la de la niña—. Naricita, naricita...
Elizabeth se rió y le agarró la nariz.
—Eres muy bueno con ella —dijo Demi.
—Es fácil. La quiero mucho. ¿Verdad, cariño? Sí, sí, quiero mucho a esta pequeñina... —la tomó en brazos del cambiador y le frotó la nariz hasta que la niña estalló en carcajadas.
Joseph nunca habría tenido el valor de tomar a Elizabeth en brazos de una forma tan espontánea, pensó Demi.
—Todos sois muy buenos con ella —dijo—, y ha sido maravilloso verlo, porque ahora sé lo bien que ha estado la niña todos estos meses con vosotros.
Sebastian la miró.
—¿Adonde quieres llegar con todo esto?
Ella tenía mucho miedo de parecer desagradecida, pero tenía algo que decir.
—Me temo que si los tres padrinos de la niña no se retiran un poco, Joseph nunca va a conseguir sentirse cómodo en el papel de padre de Elizabeth.
—Pero nosotros sólo estamos intentando ayudarlo a que se aclimate. Él no sabe nada de bebés, y...
—Y cuanto más se lo repetís, menos confianza tiene en sí mismo. Y no empezó con mucha, que digamos.
—¡Ni yo tampoco!
Elizabeth se rió y volvió a agarrarle la nariz.
Él le quitó suavemente la mano.
—Yo tampoco —repitió más suavemente—. Cuando dejaste aquí a la niña, yo estaba aterrorizado, temiendo que pudiera hacer algo mal y causarle algún daño. Al menos, Joseph nos tiene a nosotros para ayudarlo.
—Y eso es bueno, pero hasta cierto punto. Lo que ocurre es que tú no tuviste la misma clase de padre que Joseph, y sus inseguridades acerca de la paternidad van mucho más allá que las tuyas. Ninguno de vosotros teníais experiencia con bebés, pero no creo que ninguno dudara que podía hacerlo muy bien una vez que se pusiera manos a la obra. Yo estaba segura de que tú podrías, siempre y cuando tuvieras una lista de instrucciones y un libro.
—Debiste pasar horas con esas instrucciones.
—Oh, sí. Tuve que tirar la primera lista porque estaba demasiado manchada de lágrimas.
Sebastian la miró con ternura.
—Has pasado por muchas cosas. Dime qué puedo hacer para ayudar a que esto salga como tú quieres.
—Yo... no estoy segura. Pero me parece que cuando Joseph ve lo competentes que sois todos, cree que él no llegará a conseguir nada.
—Hablaré con Travis y Boone esta noche.
Ella le puso la mano en el brazo.
—Si hablas con ellos, por favor, diles que adoro cómo son con Elizabeth. Pero en éste momento, no dejan a Joseph espacio para maniobrar.
—Pensaremos un buen plan —prometió Sebastian—. Quiero que vosotros tres seáis una familia. ¿Crees que podrá ocurrir?
—No lo sé. Por un momento, justo antes de que entraras, empecé a creer que era posible.
—Y yo estropeé ese momento. Lo siento muchísimo, pequeña.
Demi lo abrazó.
—No pasa nada. Habrá otros momentos —dijo.
Cruzó los dedos y rezó por que tuviera razón.

La fiesta fue ruidosa y divertida. Demi se sentía culpable por haber envidiado la relación que aquella gente tan maravillosa tenía con Elizabeth. Y en lo referente a Joseph, sólo estaban intentando ayudarlo, y quizá sus amigos pensaran ir retirándose poco a poco, por sí mismos. Quizá no hubiera debido decirle nada a Sebastian, después de todo.
Mientras ella estaba ayudando a despejar la mesa después de la comida, notó que Sebastian estaba hablando con Travis y con Boone. Había elegido deliberadamente un momento en el que Joseph, Shelby y Gwen estaban jugando con Josh. Por el modo en que los hombres miraban a su amigo, Demi estaba segura de que estaban hablando de los comentarios que ella le había hecho a Sebastian.
Dios santo, si había interferido en la relación de aquellos amigos, nunca se lo perdonaría. Quizá Travis y Boone se hubieran ofendido por lo que ella pensaba. Tuvo la tentación de dejar la pila de platos que tenía en las manos y decirles que se olvidaran de lo que le había dicho a Sebastian.
Después de todo, ella era una recién llegada en aquel grupo. Ellos se conocían desde hacía muchos años. Quizá ella hubiera interpretado mal la situación.
Pero al final, llevó los platos a la cocina. Y entonces, con la nueva confianza que había adquirido en su relación con Elizabeth, sacó a la niña del parque de juegos que Matty había puesto para ella en una esquina de la cocina mientras duraba la cena.
—Voy a cambiarla y a prepararla para que se acueste —dijo a Matty, que estaba trabajando en la pila.
—Buena idea —respondió Matty—. Creo que está cansada.
Luann dejó el vaso que estaba secando. 

El Amante De La Princesa capitulo 12





Nick lo pasó bien cazando con Phillip. Era la primera oportunidad para los dos viejos amigos de charlar a fondo, de pasar un rato juntos. Y eso hizo que se diera cuenta de cuánto había echado de menos esa amistad. Jonah siempre sería su mejor amigo, su hermano prácticamente, pero también resultaba agradable pasar algún tiempo con alguien que no lo conocía tan bien. Alguien que no juzgaría cada uno de sus movimientos.
Pero el jueves por la tarde Hannah llamó para decir que Frederick tenía fiebre. Y aunque el médico había dicho que no tenían por qué preocuparse, Phillip insistió en volver a casa inmediatamente.
—Espero que no te importe.
—No, claro que no. La familia es lo primero —dijo Nick.
—El médico ha dicho que es una reacción normal porque le están saliendo los dientes… pero me siento mejor si estoy con él.
Si Nick fuera padre pensaría lo mismo. Pero si su ex y él hubieran tenido hijos, los pobres habrían sido meros peones en el divorcio. Un arma más para Cynthia, que no había tenido ningún reparo en mentirle a su familia y retorcer la verdad para su propio beneficio—. Y lo peor de todo era que parecían creerla a ella más que a alguien de su propia sangre.
Su ex había pasado años creando una maraña de mentiras y cuando Nick se dio cuenta ya era demasiado tarde porque había engañado a todo el mundo.
Y sí, pensó mientras subía al coche con Phillip, quizá había transferido parte de esa animosidad hacia Miley. Si su única motivación para acostarse con ella hubiera sido la venganza, ¿la habría echado tanto de menos ese día? ¿Y sería su cara lo primero que quisiera ver cuando llegase a palacio? Un viaje que parecía durar una eternidad, por cierto.
Se preguntó entonces si Sophie estaría libre o si se habría ido ya a la cama…
Cuando por fin llegaron, Hannah estaba en el vestíbulo, paseando con Frederick en brazos.
—Acaba de dormirse —les dijo en voz baja.
Phillip puso una mano sobre la frente del niño.
—Sigue teniendo fiebre.
—Cada vez que intento dejarlo en la cuna se pone a llorar. Me duelen los brazos de estar así todo el día.
—Dámelo, yo intentaré meterlo en la cuna.
A Nick seguía sorprendiéndolo ver a Phillip convertido en padre de familia. Y tan satisfecho.
—Nos vemos mañana —se despidió su amigo antes de subir a la habitación.
—Ciento haberos hecho volver antes de lo previsto —se disculpó Hannah—. Podría haberme quedado sola con el niño otra noche, pero Phillip es un padre tan dedicado… supongo que porque sus propios padres eran tan fríos. Miley y él fueron criados por niñeras y amas de llaves y creo que eso los marcó a los dos.
—Hablando de Miley —murmuró Nick, mirando su reloj—. ¿Crees que es demasiado tarde para ir a verla?
No dijo por qué y esperaba que Hannah no le preguntase.
—Creo que no está en casa. Estuvo ayudándome un rato con Frederick, pero cuando le dije que Phillip volvía a palacio se marchó. Dijo algo sobre una cita…
¿Una cita? ¿Miley sabía que volvía a palacio y, en lugar de esperar, había encontrado a otro con el que pasar el tiempo? Aunque a él le daba igual, claro.
Pero si le daba igual, ¿por qué sentía como si le hubieran dado una patada en el estómago?
—No sé si debería habértelo contado —suspiró Hannah—. Pero como lo que hay entre vosotros es algo temporal, pensé…
—No pasa nada —la interrumpió Nick. Porque no debía pasar. No tenía por qué esperar fidelidad de una mujer con la que, oficialmente, no mantenía una relación—. Sólo quería preguntarle una cosa sobre la cena benéfica de mañana.
—¿Tienes el número de su móvil?
—No es importante, puedo hablar con ella en otro momento.
—Bueno, yo voy a subir a ver cómo está Frederick —sonrió Hannah.
—Hasta mañana.
Una vez en su habitación, sorprendentemente abatido, Nick se sirvió una copa y se acercó a la ventana para mirar la residencia de Miley. Había luz en el piso de arriba, de modo que debía estar en casa. Quizá no tenía ninguna cita, pensó. A lo mejor sólo se lo había contado a Hannah para despistarla.
Y si eso era verdad, al menos debería hacerle saber que estaba de vuelta.
Se acercó al teléfono y marcó el número que aparecía en el directorio, pero no fue Miley quien contestó, sino Wilson. Y cuando le preguntó por ella el mayordomo le informó de que la princesa había salido.
Nick colgó, sintiéndose como un tonto por haber llamado. Y por sentirse tan decepcionado. No debería importarle dónde estuviera Miley o lo que hiciera.
Suspirando, llevó su copa al dormitorio y encendió la lámpara que había al lado de la cama… y, por segunda vez aquel día, se quedó estupefacto. Porque sobre la cama, durmiendo profundamente, estaba Miley.
No sabía qué hacía allí, pero no podía negar que se sentía feliz de verla. Tan feliz que era desconcertante. No debería emocionarle tanto.
Pero era evidente que Miley quería estar con él. Tanto como él quería estar con ella.
Después de quitarse zapatos y calcetines, se tumbó a su lado sin hacer ruido. Quería despertarla pero le gustaba tanto estar así que se quedó mirándola, memorizando su rostió, preguntándose qué demonios estaba haciendo.
Luego, impaciente, rozó su mejilla con los labios. Miley arrugó la nariz y murmuró algo, en sueños.
—Despierta, Bella Durmiente.
Ella abrió los ojos, desconcertada al principio.
—Ah, por fin has vuelto —sonrió.
— ¿Una cita aburrida?
Miley lo miró, confusa por un momento, pero enseguida sonrió.
—Se lo dije a Hannah para despistarla y luego me colé aquí a esperarte. Pero supongo que estaba cansada.
Llevaba un pantalón pirata blanco y una camisola de seda rosa que dejaba al descubierto su estómago bronceado. Tenía un aspecto tan joven, tan alegre. Y absolutamente irresistible.
Nick alargó una mano para apartar el flequillo de su frente. Una excusa para tocarla.
—Bueno, pues aquí estamos.
—Aquí estamos —repitió ella.
—Siento que Frederick no se encuentre bien, pero ese niño ha elegido el momento perfecto — Nick la apretó contra su pecho—. ¿Cómo vamos de tiempo nosotros, por cierto?
Miley le echó los brazos al cuello y enredó una pierna en su cintura.
—¿Quieres decir cuándo tengo que marcharme?
—Exactamente.
—Phillip y Hannah no saben que estoy aquí y le dije a Wilson que esta noche dormiría en palacio.
Ésa era precisamente la respuesta que Nick esperaba porque tenía intención de disfrutar durante muchas horas.
— ¿Recuerdas la primera noche, cuando vine a tu habitación? Nos besamos, nos tocamos y hablamos durante toda la noche. No hicimos el amor hasta que empezó a salir el sol.
Nick metió la mano bajo la camisola para acariciar su espalda.
—Sí, me acuerdo.
Miley enredó los dedos en su pelo, besándolo suavemente en el cuello.
—Me gustaría hacer eso otra vez.
—Pero no vamos a hacer el amor —le recordó él—. Vamos a acostarnos juntos. 131313
—Sí, es verdad — Miley lo miró con un brillo travieso en los ojos—. Y seguramente no es necesario que hablemos tanto.
—¿Ah, no? Entonces sólo nos quedan los besos y las caricias.
—Y el sexo. Aunque no sé si quiero esperar toda la noche para eso —dijo ella, mordisqueando su labio inferior.
Nick acarició sus pechos, atrapando un pezón entre el pulgar y el índice.
—¿Qué tal esto?
Miley lo miró, sus ojos cargados de deseo.
—Ahora que lo pienso, ¿por qué no nos olvidamos de esa primera noche y creamos recuerdos nuevos? —sugirió, mientras empezaba a desabrochar los botones de su camisa.
Tenían toda la noche, de modo que no había prisa, pensó él, sujetando sus manos.
—Ve más despacio.
—No quiero ir despacio —sonriendo, Sophie siguió con su tarea—. Te quiero desnudo ahora mismo.
Alex iba a sujetarla de nuevo, pero ella rozó su mano con los dientes y tuvo que apartarla, riendo. Estaba seguro de que lo hubiera mordido. Y sólo por eso, no iba a verlo desnudo en mucho rato.
Cuando había desabrochado la camisa y se lanzaba a hacer lo mismo con el pantalón, Nick sujetó sus manos poniéndolas sobre su cabeza y colocándose encima.
—Esto no es justo —protestó Miley, intentando soltarse.
No luchaba con todas sus fuerzas, pero él se dio cuenta de que si no le hacía saber quién llevaba el mando, aquélla iba a ser una pelea interminable.
—Nadie ha dicho que la vida sea justa.
Luego volvió a besarla apasionadamente y, poco después, Miley dejaba de luchar por fin. Cuando soltó sus manos, ella se las echó al cuello, enterrando los dedos en su pelo. Era más fiera, más ardiente de lo que recordaba.
Nick le quitó la camisola y la tiró al suelo. Llevaba un sujetador rosa de encaje que no dejaba nada a la imaginación. Sus pezones eran pequeños y oscuros… nunca había visto nada tan precioso.
Inclinó la cabeza para rozar uno con la lengua y Miley se arqueó hacia él. Cuando intentó apartarse, ella lo sujetó. Y esta vez decidió no protestar.
Riendo, apartó a un lado el sujetador, desnudando sus pechos para acariciarlos con la boca. Miley gemía, arqueándose hacia él, y como le gustó la reacción hizo lo mismo con el otro pecho. La besó y la chupó hasta que empezó a restregarse contra él…
Pero intentaba guiar su boca hacia la suya, luchando por recuperar el control de nuevo, de modo que Nick empezó a besar su estómago, sus costados. Cuando se puso de rodillas para desabrochar el pantalón ella alargó la mano, pero Nick la apartó.
—Voy a tener que atarte.
En los labios de Miley había una sonrisa llena de sensualidad; en sus ojos había un infierno.
—Lo dices como si fuera algo malo.
Quizá más tarde, ahora tenía otros planes.
Ella, juguetona, se quitó el sujetador y lo tiró al suelo. Sus pechos eran perfectos, pequeños pero firmes y suaves.
Nick se inclinó para besar uno, luego el otro… y después siguió bajando su pantalón hasta que quedó con un diminuto triángulo de encaje que apenas podía llamarse braguita. Y debajo no había nada más que piel suave y dorada.
Besó su estómago por encima de las braguitas ella echó la cabeza hacia atrás. Tenía un cuello precioso, largo y delicado. Cuando la besó por encima del encaje, Miley dejó escapar un gemido. Su aroma era ligero, fresco, femenino.
Sonriendo, Nick le quitó las braguitas y se sentó en cuclillas para mirarla.
—¿Qué?
—Nada
.—¿Por qué me miras así?
—Porque me gusta mirarte.
—Ah, bueno.
Se quedó así durante un minuto, admirando aquel cuerpo perfecto. Tenía los pies pequeños para ser una mujer tan alta, los tobillos delicados y unas piernas tan largas… unas piernas que estaba deseando sentir alrededor de su cintura.
—¿Por qué soy la única que está desnuda? —preguntó Miley.
—Porque aún no es mi turno.
—¿Quién lo dice?
—Yo.
—Ah, ya lo entiendo. Eres tímido y te da miedo admitirlo.
Él estaba besando su estómago, sus caderas…
—Tú sabes que eso no es verdad, alteza.
—Supongo que no podría convencerte para que dejaras de llamarme alteza.
—Me lo pensaré — Nick pasó la lengua por el interior de uno de sus mulos y luego la miró, sonriendo—, alteza.
Miley podría haber protestado… si no estuviera tan excitada y húmeda. Y también Alex estaba preparado. Había pasado demasiado tiempo. Demasiado desde la última vez que se sentía tan a gusto con una mujer. Desde que el sexo había sido tan divertido.
Y no quería ir deprisa, pero Miley parecía pensar que iba demasiado lento.
—Tócame —le rogó.
Nick la rozó con los dedos donde estaba húmeda y ella dejó escapar un gemido, mordiéndose los labios. Más atrevido, deslizó un dedo en su interior y Miley levantó las caderas hacia su mano.
— ¿Quieres más?
—Sí —musitó ella, con los ojos desenfocados. Le gustaba saber que la hacía disfrutar así, que era tan fácil.
Introdujo uno más, luego un tercero, pero podía ver que aún no era suficiente, de modo que inclinó la cabeza y la tocó con la lengua. Y fue recompensado con un gemido ronco de placer.
Cuando la tomó con la boca, Miley estuvo a punto de saltar de la cama. Sabía más dulce y más deliciosa que su postre favorito… y era mucho más satisfactorio. Luego ella puso esas preciosas piernas sobre sus hombros, encerrándolo como si temiese que fuera a parar. Aunque no iba a hacerlo. No había nada mejor que aquello.
Siguió acariciándola con los dedos y la lengua despacio porque no quería que terminase demasía do rápido y era evidente que casi había llegado. Con los dedos enredados en su pelo, la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, los talones clavándose en su espalda, Nick creía estar en el cielo.
Pero, aunque tenía cuidado, podía sentir que se le escapaba, que se acercaba al orgasmo cada vez más rápido sin que él pudiera evitarlo. Poco después se puso tensa y cerró las piernas, aplastando su cabeza entre sus muslos, estremeciéndose, sacudida por los espasmos.
Pero Nick no quería que terminase tan pronto, quería ver hasta dónde podía llevarla. Así que, en lugar de parar, incrementó la presión de su boca, de su lengua. Ella emitió un suspiro de protesta, intentando apartarlo, pero Nick insistió. Y un minuto después Miley hacía justo lo contrario: jadeando, se rompía casi inmediatamente.
Nick con el corazón acelerado, besaba su estómago, su piel suave y húmeda.
—Me ha gustado mucho…
Él siguió besando el valle entre sus perfectos pechos, su garganta, su barbilla, su cara.
—Afortunadamente para ti, alteza, sólo estaba calentando motores.

El Amante De La Princesa capitulo 11





Nick no pudo estar a solas con Miley después de comer… y no porque no lo intentase sino porque siempre había empleados y gente a su alrededor. Afortunadamente, poco antes de las tres volvieron al puerto y fueron conducidos a palacio. Y apenas tuvo tiempo de cambiarse antes de ir a jugar al golf con Phillip.
En circunstancias normales disfrutaba mucho jugando al golf, pero aquel día estaba distraído. Y Phillip se dio cuenta.
—¿No tienes la cabeza en el juego? Si no recuerdo mal, eras mucho mejor que yo.
—Creo que me he quemado un poco en el yate.
Y era cierto. Le escocían los hombros a pesar de la crema solar que se había puesto poco después de subir al yate… algo que Miley hubiera visto de no haberse desplomado sobre una tumbona en cuanto zarparon. Y dudaba que estuviera tan escandalizada como quería hacerle creer. Sophie lo había deseado en ese dormitorio tanto como él.
Y aunque disfrutaba del juego, estaba listo para la noche. En realidad, era en lo único que podía pensar; la razón por la que estaba jugando tan mal al golf. Pero no podía contarle eso a Phillip.
—¿Quieres que el médico te eche un vistazo?
—No, gracias. Mañana se me habrá pasado.
Después de dejar los palos en la taquilla fueron al bar del club para esperar a Hannah. Una atractiva camarera les sirvió dos copas, pero Phillip apenas pareció fijarse en ella. Se mostraba amable, pero distante, nada que ver con el Phillip al que había conocido en la universidad. Ese Phillip no era nada tímido y cuando alguna mujer le gustaba se lo hacía saber. Pero ahora sólo tenía ojos para su esposa.
Nick se preguntó cómo sería amar a alguien de tal forma. Lo que había entre Phillip y Hannah tenía que ser muy especial.
—¿Lo habéis pasado bien en el yate? —le preguntó su amigo.
—Sí, muy bien.
—Creo recordar que tú también tenías un yate.
—Sí, pero se lo ha quedado mi ex —suspiró Nick. Cynthia hubiera querido quedarse con las joyas de la familia de haber podido arrancárselas. Y no se refería a los diamantes de su abuela—. Ha sido muy agradable volver al mar.
—¿Cómo te llevas con Sophie?
—Bien. Tu hermana es… — Nick buscó palabras para describirla, pero sólo se le ocurría: sexy, inteligente y cabezota. Y estaba seguro de que Phillip no querría oír eso—. Una anfitriona excelente.
—Conoce esta isla mejor que nadie.
—Sí, ya me he dado cuenta.
—Seguro que sí.
Nick tuvo la impresión de que su amigo sabía más de lo que quería dar a entender. Pero Hannah apareció en ese momento y los dos se levantaron para saludarla.
Desde allí fueron al comedor privado de la familia real. El camarero acababa de marcharse después de tomar nota cuando sonó el móvil de Phillip.
—Tenemos por norma no contestar al teléfono mientras estamos cenando, pero tengo que atender esta llamada —suspiró, después de mirar la pantalla.
—No pasa nada, cariño —dijo su mujer.
—Si me perdonáis un momento…
—Eso es lo que pasa cuando te casas con un rey —sonrió Hannah—. Pero así tendremos un momento a solas para charlar. ¿Estás disfrutando de tus vacaciones?
—Mucho. Es exactamente lo que necesitaba —contestó Nick.
—Phillip me ha contado que tu divorcio ha sido una pesadilla.
Era tan amable, tan dulce. Había algo muy agradable en ella. Elegante, refinada y, sin embargo, muy sencilla. Nadie diría que era una reina y, siendo tan joven, tampoco resultaba fácil creer que ya tuviera un hijo. Claro que no habría nadie en el país, en el mundo probablemente, que no reconociera a la reina Hannah, famosa por sus obras benéficas y por su filantropía.
—Ningún divorcio es divertido — Nick se encogió de hombros—. Pero me alegro de que haya terminado por fin.
—Si necesitas algo, dínoslo. Por cierto, ¿Miley y tú habéis tenido tiempo de… charlar?
Podría jurar que lo había preguntado con doble sentido… pero no, era imposible.
—Sí, la verdad es que no ha cambiado mucho.
—¿Y sabe lo que sientes por ella?
Y él pensando que sabía esconder sus sentimientos. O era más transparente de lo que pensaba o su majestad era muy perceptiva.
—¿Por qué crees que siento algo por ella?
Hannah se encogió de hombros.
—No sé, me pareció notar algo en la cena. A lo mejor estaba confundiendo el desdén con la atracción.
Y a lo mejor también lo estaba confundiendo él.
Miley es dura por fuera, pero no dejes que eso te engañe. En el fondo es un trozo de pan… aunque tengo la impresión de que eso ya lo sabes. De hecho, creo que lo sabes desde hace tiempo.
Evidentemente, Hannah sospechaba que había algo entre ellos. ¿Sabría lo personal que era ese algo?
Miley y yo… en fin, es complicado.
—Las relaciones sentimentales suelen serlo. Y más aún cuando se trata de una casa real.
Eso era verdad, desde luego.
Nick se preguntó entonces si Phillip albergaría las mismas sospechas. Pero de ser así, ¿por qué nunca le había dicho nada?
—Phillip no lo sabe —Hannah sonrió, como si hubiera podido leer sus pensamientos.
Y con un poco de suerte nunca se enteraría, pensó Nick. Aunque acostarse juntos había sido idea de Sophie, dudaba que a Phillip le hiciera mucha gracia.
—Bueno, como estás recientemente divorciado supongo que tu relación con mi cuñada será… en fin algo pasajero.
—Imagino que sí —asintió él. Era una forma diplomática de decir que estaban teniendo una aventura, pero no quería mentirle. Además, no había sido idea suya.
Muy bien, quizá lo había sido. Pero su plan era seducirla contra su voluntad, no pedir permiso. En cualquier caso, había conseguido lo que quería. Miley podía pensar que no se enamoraría de él, pero no sabía con quién estaba tratando.
Aunque debía admitir que aquello empezaba a parecer menos una venganza y más… en fin, sinceramente, ya no estaba seguro de lo que era.
—Es una pena —dijo Hannah—. Tengo la impresión de que podríais llevaros muy bien.
Hubo un tiempo en el que estuvo de acuerdo con ella, pero aquella vez no se quedaría el tiempo suficiente como para descubrirlo.
—Imagino que no querrás que le diga nada a Phillip.
—No te pediría que ocultases secretos a tu marido.
—Pero me agradecerías que lo hiciera —sonrió Hannah—. Claro que Miley es, además de mí cuñada una de mis mejores amigas. Y si le haces daño, la ira de Phillip no será nada en comparación con la mía.
—Me considero advertido —sonrió Nick.
—Estupendo.
Phillip reapareció en ese momento.
—Buenas noticias: la reunión que tenía planeada para mañana se ha cancelado.
Nick no sabía por qué ésa era una buena noticia y Phillip debió notar su confusión porque añadió:
—Si no tengo una reunión a primera hora, podemos irnos de caza muy temprano.
—Ah, genial —murmuró Nick. Aunque salir temprano significaba menos tiempo con Miley
—De hecho, no veo ninguna razón para esperar hasta mañana —siguió Phillip—. La cabaña sólo está a una hora de aquí, así que nos iremos esta noche.
Normalmente a Miley le encantaba cuidar de su sobrino, pero aquella noche estaba nerviosa. Después de meterlo en la cama, a las ocho, no había dejado de pasear, mirando por la ventana para ver si llegaba el coche de su hermano. Cuando por fin llegó, a la nueve y media, prácticamente había dejado sus huellas en la alfombra. Suspirando, se dejó caer en el sofá y abrió el libro que había llevado con ella. Pero tardaban un siglo en subir…
—¿Cómo está mi angelito? —fue lo primero que preguntó Hannah.
—Durmiendo —contestó Miley, mirando hacia la puerta. Pensaba que Nick iría con ellos, pero no era así.
—¿Cómo está? —preguntó Phillip.
—¿Quién?
—Frederick.
—Ah, bien. Ha sido muy bueno, como siempre.
—Me alegro mucho —suspiró Hannah—. Le están saliendo los dientes y lleva unos días quejándose.
—¿Qué tal la cena? —preguntó Miley.
—Muy agradable —contestó su hermano—. Bueno voy a cambiarme de ropa.
—¿Por qué? ¿Vas a algún sitio?
—Phillip y Nick han decidido irse a la cabaña esta misma noche —contestó Hannah.
¿Se marchaba esa noche?
¡No, no, no! No podían irse esa noche. Nick y ella tenían planes. Iban a acostarse juntos, porras.
—Es un poco tarde, ¿no?
Hannah se encogió de hombros.
—Ya sabes que a los hombres les encanta tener un rifle en la mano.
—¿Y no te importa que se marche?
—No pasa nada. Yo me voy a la cama de todas formas, estoy agotada.
Tenía que detener aquello, pensó Miley. Tenía que hablar con Nick
—Bueno, si no me necesitas, me voy a casa.
—Gracias por cuidar de mi angelito.
—De nada, ya sabes que me encanta. Dale un beso a mi hermano.
Miley salió de la suite, pero en lugar de volver su residencia se dirigió a la zona de invitados y llamó a la puerta de la habitación de Nick.
Él abrió haciendo un gesto de disculpa.
—Supongo que te lo han dicho.
—¿Te marchas esta noche?
—No es culpa mía.
—¡ Nick!
—¿Qué querías que hiciera? Ha sido idea de tu hermano…
—Se te podría haber ocurrido alguna excusa.
Nick miró su reloj. —Mira, tengo que hacer la maleta. He quedado con él abajo en quince minutos.
Aunque quince minutos no era mucho tiempo seguramente podrían arreglárselas, pensó Miley, cerrando la puerta. Claro que si sólo iban a hacerlo una vez, no quería ir con prisas.
—Por cierto, Hannah lo sabe.
—¿Qué sabe?
Nick entró en el vestidor y sacó una bolsa de viaje.
—Lo nuestro.
—¿Qué? ¿Y qué le has dicho?
—Nada —contestó él—. Pero me dijo que había notado algo durante la cena.
—¿Lo dijo delante de Phillip?
—No, no. Él había salido para hablar por teléfono. Hannah me prometió que no diría nada… y me amenazó con hacérmelo pagar caro si te hacía daño.
—¿Hannah ha hecho eso?
—Sí, a mí también me ha parecido un poco raro. Es tan dulce…
—¿Pero qué es lo que sabe?
—No lo sé, no me dijo nada concreto —suspirando Nick empezó a guardar sus cosas en la bolsa—. Aunque parece saber que no tenemos una relación seria.
—¿Y no va contárselo a mi hermano?
—No creo que lo haga.
Miley lo seguía por la habitación mientras iba guardando sus cosas. No era justo. Aquélla debía ser su noche. Y no sería tan horrible si al menos hubiera disfrutado del aperitivo en el yate. Aunque eso podría haber sido peor.
—Tengo que irme.
Ella no quería que se fuera, ¿pero qué podía hacer? ¿Suplicarle que no se marchara? ¿Pedirle que inventase alguna excusa absurda para no ir con su hermano? No podía hacerle saber lo importante que era para ella. Después de todo, no quería darle falsas esperanzas. Porque si alguien iba a enamorarse, seguramente sería él.
Había ocurrido antes.
—Bueno, que lo pases bien… matando bichos.
—Intentaré convencer a Phillip para que volvamos el jueves.
—Si lo hacéis, y yo estoy libre, quizá podríamos pasar la noche juntos.
—Si estás libre, ¿eh? —riendo, Nick la tomó por la cintura y le dio un beso que la dejó mareada—. Piensa en esto mientras estoy fuera… y luego dime que no estás libre.
Miley abrió la boca para protestar, pero para cuando su cerebro pudo formar una réplica adecuada, Nick había desaparecido.