lunes, 17 de diciembre de 2012

De Secretaria a Esposa capitulo 4





— ¿Tú nunca qué, Demetria? ¿Nunca antes habías tenido una aventura de una sola noche o nunca te habías marchado de la cama de un hombre por la mañana sin siquiera despedirte? ¿Cómo voy a saber la verdad? Sólo puedo basarme en la lamentable experiencia que tuve contigo y lo cierto es que te marchaste a la mañana siguiente sin tener ninguna intención de volver a ponerte en contacto conmigo.
— ¡Las cosas no fueron así! —Repitió ella—, Y nunca fue mi intención utilizarte para lograr aliviarme sexualmente, ¡te lo aseguro! Había ciertas razones que me impulsaron a marcharme de la manera en la que lo hice.
—Dijiste que tenías que tomar un avión, ¿no es así?

—No sólo eso —contestó Demi, esbozando una nerviosa sonrisa con la esperanza de conmoverlo. Se dijo a sí misma que, después de todo, habían compartido algo especial aquella trascendental noche, noche durante la cual no habían sido capaces de ignorar la pasión y la necesidad que les había llevado a estar en los brazos el uno del otro. Algo de lo que experimentó con Joe le hizo sentir que había habido una carencia de algo vital en su vida.

Pero sólo tardó un instante en percatarse de que cualquier leve esperanza que hubiera podido albergar acerca de que él fuera a comprenderla, había sido una pérdida de tiempo. La expresión de la cara de Joe le dejó claro que éste no era alguien que tuviera mucha compasión.

—Había ocurrido algo en mi familia, algo que yo estaba desesperadamente tratando de asimilar —comenzó a explicar, soltándose y agarrándose las manos agitadamente—. Por eso había ido a Italia... para tratar de recuperarme. Sé que tal vez te cueste entender esto, pero la manera en la que me comporté aquella noche es tan diferente a como me comporto normalmente que a la mañana siguiente... al despertarme en tu cama... estaba... no podía creer que hubiera... quiero decir que...

—Parece que estás inventándote todas estas excusas... ¡y ni siquiera son muy buenas! —comentó él de manera burlona.
Frustrada ante su lamentable capacidad para explicarse, y sintiendo como le daba vueltas el estómago, Demi se encogió de hombros desconsoladamente.
—Obviamente no vas a perdonarme, así que quizá sí sea mejor que telefonees a la agencia para que te manden otra persona.

—No. Te daré una oportunidad —respondió Joe—, Lo que pretendo hacer es tenerte un día de prueba. Si no cumples con mis expectativas, en ese momento telefonearé para que me manden otra asistente personal.
—Supongo que no puedo discutir eso.
Demi le dio gracias a Dios de manera silenciosa por la oportunidad que Joe iba a darle de demostrar que valía ya que había estado temiendo que él fuera a haberle dicho que se marchara de su empresa de inmediato.

—Ahora... ya he perdido bastante tiempo esta mañana y debo ponerme en marcha —dijo Joe—. Tenemos un día de mucho trabajo por delante. Con tu ayuda, intentaré realizar lo más que pueda antes de marcharme a una importante reunión que tengo en el Dorchester hotel con un cliente de Arabia Saudí que también es un buen amigo mío. Va a estar sólo dos días en Londres y esta noche voy a celebrar una fiesta para él y algunos colegas que quiere que yo conozca.

Mientras tanto, puedes familiarizarte con las notas que mi asistente personal ha dejado para ti. Su despacho está justo ahí —indicó, señalando una puerta—. Y, a no ser que yo necesite intimidad, la puerta entre ambos despachos siempre debe estar abierta. Conociendo tu desconcertante hábito de marcharte sin avisar, Demetria, me parece que es una precaución inteligente dadas las circunstancias, ¿no crees?

Ella se quedó mirándolo y se percató de que él le tenía muy poco respeto debido a la manera en la que se había marchado aquella mañana en Milán sin dar ninguna explicación. Le quedó claro que no debía empeorar las cosas al marcharse de nuevo...

Algo había ocurrido entre ambos aquella noche que habían pasado juntos en Italia, algo que había tenido unas consecuencias muy importantes. Fue consciente de que ya que tenía la oportunidad, le debía a Joe el revelarle su secreto... No importaba la reacción que fuera a tener éste; ya no quería, ni tenía manera, de ocultar la noticia. Y no importaba lo difícil que fuera a serle el decírselo.
—Si así es como quieres que sean las cosas, yo no tengo ningún problema —contestó, levantándose.

Pero, al ponerse de pie, notó que todavía tenía las piernas débiles. Aun así, se dirigió hacia la puerta que había indicado Joe, la puerta del despacho que probablemente fuera a ser suyo durante las siguientes dos semanas.
Al pasar junto a él, notó como la agarraba por el codo.

— ¿Qué? —le preguntó. Su mirada reflejó lo asustada que estaba.
Durante un momento, la intensidad que reflejaban los azules ojos de Joe pareció llegarle al alma. El calor que desprendía la mano de éste le traspasó la ropa y le quemó la piel, casi le hizo perder la cordura.
Aquel hombre poseía un gran poder para desestabilizarla.
Niente... ¡nada! —contestó él, soltándole el brazo.
Sintiendo como le daba un vuelco el estómago, Demi continuó andando y entró en su nuevo y elegante despacho.

Metiéndose las manos en los bolsillos de los pantalones, Joe sintió que necesitaba varios minutos para tranquilizarse tras su inesperado encuentro con la mujer que no había conseguido olvidar. ¡Había pensado que había visto un fantasma cuando ella había entrado en su despacho! Tal había sido la intensidad de su abrasadora, pero breve relación en Milán, que seguramente se le podría perdonar el que comenzara a creer que la había conjurado con su demasiada febril imaginación.
 Incluso en aquel momento todavía seguía teniendo el corazón revolucionado y podía percibir la fragancia que ella había dejado tras de sí una vez que él le había soltado el brazo de mala gana.

El amante de la princesa capitulo 6





—En cualquier caso ha sido muy… cálida.
Sí, lo era. Se llevaban bien. Al menos ahora, antes no. Las únicas cenas que Phillip y ella habían compartido con sus padres eran las cenas oficiales. Su padre y su madre vivían vidas separadas, no sólo el uno del otro sino de sus hijos. La educación de los niños, en su opinión, era cosa de las niñeras.

Miley solía pensar que eran Phillip y ella contra el mundo.
—¿Tu mujer y tú no cenabais juntos? —le preguntó. Enseguida se dio cuenta de lo personal de la pregunta, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás. Y, en realidad, sentía cierta curiosidad.
—No, durante el último año apenas nos vimos —contestó él.
Parecía tan triste que Sophie no pudo evitar sentir cierta compasión.
—¿Tuvisteis hijos?
—No, ése era uno de los problemas: ella quería tenerlos, yo no.
Eso la sorprendió. Diez años antes, Nick parecía dispuesto a formar una familia. Igual que ella, si hubiera sido con él, claro. Ahora no tenía ningún sentido. No había encontrado un hombre con el que quisiera formar una familia y ya no le quedaba energía para seguir buscando. Los hombres con los que salía últimamente eran, como había dicho Phillip, un pasatiempo temporal.
—Pero no estaba siendo honesto del todo —siguió Nick—. Quería tener hijos, pero no con ella.
¿Entonces por qué se casó?, se preguntaba Miley.
—Ya veo.
—Sé lo que estás pensando. ¿Por qué me casé con una mujer con la que no quería tener hijos?
—¿Por qué?
—Ciertas presiones por parte de mi familia. Yo era joven e ingenuo y pensé que aprendería a amarla. Para cuando descubrí que esa persona tenía que gustarte antes de amarla, ya era demasiado tarde.

Esa era la diferencia entre los dos: ella sabía que nunca hubiera podido enamorarse del hombre que sus padres habían elegido para ella. Eso sólo ocurría en los cuentos de hadas. El matrimonio arreglado de sus padres había sido un completo fracaso… seguramente por la incapacidad de su padre de ser fiel a su esposa. Y por eso, su madre, a pesar de todo su dinero y todo su poder, había sido una mujer solitaria y triste.
Pero, en opinión de Miley, la vida era demasiado corta como para pasarla atada a alguien a quien uno no podía soportar. Prefería estar sola.

—Supongo que no aprendiste a amarla con el tiempo.
—Hubiera sido imposible porque yo estaba enamorado de otra mujer.
Esa admisión la dejó inmóvil. Porque sospechaba que esa «otra mujer» de la que hablaba era ella.

Y cuando lo miró a los ojos descubrió que no estaba equivocada.
Era turbador y excitante al mismo tiempo saber que un hombre la había amado tanto que ninguna otra mujer podía hacerlo feliz. Pero también la hizo sentir culpable, como si hubiera destrozado su vida.
Lo cual era ridículo. Ella no lo había obligado a casarse con esa otra mujer. Como ella, Nick podía elegir. Los errores que hubiese cometido eran culpa suya.
¿Pero por qué eso no le parecía un consuelo?
—Tampoco ella me quería —siguió él—, así que supongo que estamos en paz. Sólo se casó conmigo por el apellido y por el rango social. Más allá de eso, no tenía muchas ambiciones —Nick metió las manos en los bolsillos del pantalón—. ¿Por qué no te has casado tú?
—No sé, supongo que porque nunca he conocido a un hombre con el que quisiera casarme.
Nick rió, sacudiendo la cabeza.
— ¿Te parece gracioso?
—Pues sí. Dijiste que querías casarte conmigo… ¿o era un juego? Seducir a los hombres, hacerlos creer que quieres casarte y luego dejarlos sin ninguna explicación.
Sonaba más curioso que enfadado, pero había cierta tensión en su voz.
—No fue así, Nick.
—Fue exactamente así —rió él.
Una risa falsa, irónica.

—Bueno, eso fue hace mucho tiempo. Ya no tiene importancia.
—Pero dime una cosa: ¿yo te importaba algo o sencillamente estabas aburrida?
—Pues claro que me importabas —contestó Sophie, indignada.
Pero había sido débil, incapaz de defender ese amor. No era algo de lo que estuviera orgullosa, pero no había forma de cambiar el pasado y recordarlo ahora no resolvería nada.
—¿Entonces?
—Hice lo que tenía que hacer.
Ese debería ser el final de la conversación, pero Nick no quería dejarlo.
—De modo que tus padres desaprobaban nuestra relación y tú no tuviste valor para luchar por nosotros. O a lo mejor no te importaba tanto.
—Me importaba, pero… en fin, es más complicado de lo que crees.
—Soy un hombre de razonable inteligencia, Miley. ¿Por qué no intentas explicármelo?
Nada bueno podía salir de aquello, pero quizá después de tantos años se merecía la verdad.
—Cuando mis padres descubrieron nuestros planes de fugarnos se pusieron furiosos, naturalmente. Pero yo les dije que te quería, que iba a casarme contigo y que no podían hacer nada para detenerme.

—¿Pero te obligaron a romper conmigo?
—No, no fue eso. Al contrario, empezaron a hacer planes…
—No te entiendo.
—Empezaron a planear nuestra vida.
—¿Estás diciendo que aprobaban nuestra relación? ¿Iban a dejar que nos casáramos?
Miley asintió con la cabeza.
—Si a tus padres les parecía bien, ¿por qué dejaste de contestar a mis llamadas? ¿Por qué no abrías mis cartas siquiera?

—Porque quería escapar. Yo quería… ser libre, vivir mi vida y tomar mis propias decisiones. Y allí estaba, en la misma situación que intentaba evitar. Mis padres controlando cada uno de mis movimientos.
—Lo que estás diciendo es que no me querías de verdad —dijo Nick en voz baja—. Sólo estabas utilizándome. Necesitabas un puente para la libertad y yo fui ese puente.
—No, no es eso. Yo te quería.
—Mientras sirviera a tus propósitos.
— ¡No! —exclamó ella, dolida—. Dejarte ir fue lo más duro que he hecho en toda mi vida. Pero tuve que hacerlo. Tú tenías tanto sueños, tantos planes… hubieras tenido que renunciar a ellos. Diciéndote adiós, te daba la oportunidad de vivir tu vida.
—Pero ésa es una decisión que yo debería haber tomado por mí mismo.
—Tú no sabías dónde estabas metiéndote, Nick. Al final me habrías odiado y… yo no hubiera podido soportarlo.

—¿Y si pudieras volver a hacerlo otra vez?
De no haber sido por Alex ella no habría sabido lo que eran el amor y la pasión verdaderos. Incluso podría haberse casado con el hombre que sus padres habían elegido para ella, sencillamente porque así era como se hacían las cosas. Nick le había salvado la vida, en realidad.

Él alargó una mano para tocar su cara. El gesto era tan tierno, tan dulce que a Sophie le dieron ganas de llorar. Y quería besarlo una vez más, quería abrazarlo. Pero las palabras de Phillip se repetían en su cabeza… de modo que se apartó.
—No, Nick, por favor.

Una fuerte brisa movió los rosales entonces, helándola hasta los huesos. El sol se había escondido entre las copas de los árboles y las luces del jardín se habían encendido…
—Está oscureciendo. Deberíamos volver.
Pero cuando empezó a caminar hacia el palacio, Nick se quedó donde estaba.
— ¿No vienes?
—Me gustaría pasear un rato más.
—Muy bien. Nos vemos por la mañana.
— ¿A qué hora empieza la visita?
—¿Por qué no nos vemos en el vestíbulo a las nueve?
—Muy bien, hasta entonces.
Nick observó a Miley perdiéndose entre las sombras antes de darse la vuelta  para dirigirse al palacio, sombrío.
No creía la triste historia que le había contado Miley hacía las cosas teniendo a una sola persona en mente: ella misma.
Lo cual hacía que su plan fuera aún más sa
tisfactorio. Las cosas iban exactamente como él había planeado y, aunque no le gustaba presumir, debía admitir que había hecho una interpretación de Oscar. Aunque no todo era una interpretación.
Lo que le había contado era cierto; hacía años que no pasaba tiempo con su familia, desde mucho antes del divorcio. Su madre y su hermana estaban decepcionadas con él porque, según ellas, no había hecho ningún esfuerzo para salvar la relación.

El Amante de la princesa capitulo 5






El móvil de Nick empezó a sonar mientras volvía a palacio y, al mirar la pantalla, comprobó que era su abogado y mejor amigo, Jonah Livingston. Y lo de que fuera su mejor amigo era bueno y malo a la vez. No había nada de su vida que Jonah no supiera y solía echarle la bronca cuando le parecía que estaba haciendo algo que no se ajustaba a sus intereses, profesionales o personales.

Y normalmente tenía razón. Como el día de su boda, cuando le imploró que pensara bien lo que estaba haciendo. Jonah intentó convencerlo de que casarse con alguien a quien no amaba era mucho peor que no casarse en absoluto; que, al final, su padre y él harían las paces, que volvería a incluirlo en su testamento.

Y Nick desearía haberle hecho caso porque ahora casi temía contestar a esa llamada. Cuando se marchó de Nueva York todo lo relacionado con su divorcio estaba solucionado… o eso creía. Pero su ex aún no había firmado los papeles y no sería la primera vez que cambiaba de opinión en el último minuto para exigir algo más.
Llevaban discutiendo un año. Un largo y tedioso año en el que él hubiese querido olvidar que había estado casado. Sólo quería que terminase todo de una vez.
—Espero que sean buenas noticias, Jonah —contestó por fin.
—Y yo espero que lo estés pasando bien —rió su amigo.
—Lo pasaría mejor si tuvieras alguna buena noticia que darme. ¿Has sabido algo del abogado de mi ex? —Acabo de hablar con ella.
— ¿Y?
—¿Quieres saber lo que ha dicho? Nick cerró los ojos y suspiró pesadamente.
—No es momento para bromas, Jonah.
—Relájate, hombre. Esta vez tengo buenas noticias de verdad.
— ¿Ha firmado los papeles?
—En el bufete de su abogado, ayer, con varios testigos. A partir de hoy estás oficialmente divorciado, así que eres un hombre libre.
Debería sentir cierta tristeza, remordimientos, algo… pero lo único que sentía era alivio.
—Es una noticia estupenda.
—Cynthia pasará por el apartamento mañana para recoger el resto de sus cosas.
— ¿Y tú estarás allí?
—Por supuesto, iré con tres de mis socios, para estar seguros. No le quitaremos los ojos de encima, así que no se llevará nada que no deba llevarse. Y si lo intenta, llamaré a la policía.
Nick se alegraba de que Jonah estuviera llevando el asunto para no tener que hacerlo él mismo. Si no volvía a ver a Cynthia en toda su vida, estupendo. De hecho, sería lo mejor.
— ¿Tú crees que intentaría llevarse algo que no fuera suyo?
—No, no lo creo. Es manipuladora y avariciosa, pero no es tonta. Además, sinceramente creo que desea el divorcio tanto como tú.
—Supongo que debería haberte hecho caso cuando dijiste que no debería casarme.
—Sí, pero no me escuchas nunca. Lo cual me recuerda… ¿qué tal va todo con tu princesa?
—No es mi princesa —contestó Nick—. Bueno, aún no.
—Espero que sepas lo que estás haciendo.
— ¿No lo sé siempre?
Jonah soltó una carcajada.
—La verdad, no. Para eso me tienes a mí, para evitarte problemas.
—Tranquilo, esta vez lo tengo todo controlado.
—Me parece que he oído eso antes…
—No te preocupes, Jonah, esta vez es diferente. Sé muy bien lo que estoy haciendo.
—Miley , tu comportamiento es totalmente inapropiado —empezó a decir Phillip.
Ella tuvo que hacer un esfuerzo para no poner los ojos en blanco.
— ¿Qué comportamiento te parece inapropiado?
—No te hagas la tonta.
—Digamos por un momento que lo soy. Porque, francamente, no sé a qué te refieres.
—Estabas solas en tu residencia con mi invitado.
— ¡No puedes decirlo en serio! —exclamó ella.

¿Cómo se atrevía a decirle a quién podía recibir en su casa y a quién no? Estaba harta de que todo el mundo le dijera cómo tenía que vivir su vida.
— ¿Olvidas que eres tú quien me obliga a estar con él durante las próximas dos semanas? Por no decir que si decido invitarlo a mi casa es asunto mío y no tuyo.
—No es uno de tus pasatiempos temporales, Miley. Miley y yo tenemos un asunto importante entre manos…
— ¿Y qué?
—Que si esperas que te trate como a una igual, tendrás que hacer tu papel.
—Nick ha venido a mi casa, no al revés —protestó Miley—. ¿Qué crees, que me he acostado con él? Ha estado aquí diez minutos…
—Sólo quería hacerte saber lo que pienso sobre el asunto.
Casi podría pensar que Phillip sabía algo de su pasada relación con Alex. Pero si lo supiera habría dicho algo. Phillip jamás se callaba nada cuando se trataba de desaprobar su comportamiento.
Y ella estaba harta de vivir bajo un m
icroscopio.
Casi le daban ganas de acostarse con Nick sólo para darle en la cara a su hermano…
¿Pero qué demostraría con eso, además de que él tenía razón?
—Tengo que vestirme para la cena.
Una forma de decir que la dejase en paz sin decirlo, claro. Y lo más curioso fue que Phillip asintió sin protestar. Pero se volvió cuando estaba a punto de salir.
—Tú sabes que sólo hago lo que creo que es mejor para ti.
—Lo sé, Phillip.

Y ése era el problema. Que todo el mundo en palacio creía saber lo que era bueno para ella.
Afortunadamente, Nick estaba sentado al otro lado de la mesa durante la cena. Toda la familia estaba allí: Phillip y su esposa, la reina Hannah, Ethan y Lizzy, la pobre con mala cara, y su primo Charles, el abogado de la familia. Y, afortunadamente también, no hablaron de temas personales sino del hotel y de los planes para el balneario que diseñaría Nick.
—El solar es prácticamente nuestro —estaba diciendo Charles—. El viejo Houghton no tiene más remedio que vender. Considerando que se enfrenta a la ruina, lo que le ofrecemos es un regalo. Sería un tonto si no aceptara.
—Tendremos que demoler el antiguo edificio inmediatamente —dijo Phillip.
—Sí, ya tenemos fecha para la demolición —asintió Ethan.
—Pero es un edificio tan bonito —protestó Hannah—. ¿No hay manera de salvarlo?
—Aunque sea estéticamente bello, el edificio es viejo y estructuralmente peligroso, así que lo más efectivo es tirarlo —contestó Nick.

— ¿Y los empleados a los que habrá que despedir? —preguntó Lizzy.
A pesar de sus intentos por tomar parte en la conversación, era evidente que se sentía fatal. Apenas había comido nada y apretaba la mano de su marido como si necesitase apoyo.
—Contrataremos a tantos como podamos —dijo Ethan—. Y la hija de Houghton, Victoria, será la nueva gerente. Es lo único en lo que ha insistido Houghton.
— ¿Podemos confiar en ella? —preguntó Charles, para quien proteger a la familia real era un deber sagrado—. A pesar de la generosa naturaleza de la oferta, Houghton no ha ocultado su odio hacia la familia real. ¿Y si quiere que su hija sea la gerente para crear problemas?

—También lo hemos pensado —suspiró Ethan—. Hasta que comprobemos que se puede confiar en ella al cien por cien trabajará en tu bufete, para que puedas vigilarla. Sólo cuando sepamos con certeza que nos es leal ocupará su sitio en el hotel. Puedes encontrar un despacho para ella, ¿verdad, Charles?
El abogado asintió.
—Sí, claro, ningún problema.
Cuando se llevaban los platos del postre, Lizzy, ahora pálida como un fantasma, se excusó para tumbarse un rato y Ethan fue con ella.
—No tiene buen aspecto —suspiró Hannah—. Yo lo pasé mal durante los primeros meses del embarazo, pero nunca tan mal.
—Yo también estoy preocupado —admitió Phillip—, Pero según Ethan, no se puede hacer nada. Les dije que no tenían que venir a cenar, pero por lo visto Lizzy insistió y ya sabes que es muy cabezota —añadió, mirando a su hermana.
—Para sobrevivir en esta familia tienes que serlo —sonrió Miley.
Hannah miró de uno a otro como diciendo: «comportaos, por favor».
—Si me perdonáis un momento… tengo que ir a ver a Frederick.
Cuando se levantó, los hombres se levantaron también.
—Iré contigo —se ofreció Phillip.

Charles miró su reloj.
—Yo también debería marcharme. Tengo una cita esta noche.
Miley soltó una risita.
— ¿Hay alguna noche que no tengas una cita?
El abogado se limitó a sonreír.
—Miley, ¿por qué no sales a dar un paseo con Nick? —Sugirió Phillip—. Hace una noche preciosa.
O era una muestra de fe por parte de su hermano o estaba enviándole mensajes contradictorios. Aunque, en realidad, no tenía nada mejor que hacer.
Ethan estaba atendiendo a Lizzy, Phillip y Hannah se iban a dormir y Charles tenía una cita. Miley no podía dejar de pensar que a ella le había tocado la peor parte.
Pero, como había hecho ese papel un millón de veces, se volvió hacia Nick con una sonrisa.
— ¿Te apetece dar un paseo por los jardines?
Cuando él le devolvió la sonrisa podría haber jurado que había un brillo diabólico en sus ojos.
—Me encantaría, alteza.
Miley tenía la sospecha de que aquello era una especie de prueba, que Phillip estaría vigilando. Y se preguntó qué diría si la viera dándole un beso en la rosaleda.
Estaba anocheciendo y el sol era un globo naranja en un cielo sin nubes. El calor del día había dejado paso a una suave brisa del mar que movía las copas de los árboles, extendiendo un suave aroma a musgo por todas partes.
Miley lo llevó por un camino de piedra a través de la rosa
leda que se había convertido en el orgullo de la familia. Cada año se ampliaba un poco más con nuevas especies, híbridos sobre todo, muchos de los cuales habían sido creados por el jardinero de palacio.
Ella iba señalando las diferentes variedades, dándole su nombre científico y el nombre común, pero Nick no parecía estar escuchándola.
— ¿Te aburro? —le preguntó por fin.
—No, perdona —sonrió él—. Estaba pensando en todo lo que he visto durante la cena.
— ¿Qué quieres decir?
—Ha sido muy agradable. Casi había olvidado cómo era una cena familiar.
—Bueno, en general no solemos hablar de trabajo. Normalmente todo el mundo mete las narices en los asuntos de todo el mundo. Pero con buena intención, claro.

El Amanate de la Princesa Capitulo 4






Utilizando como guía los itinerarios que había hecho en los últimos años, Miley consiguió hacer un plan de visitas interesante para las siguientes dos semanas. Y era un reto, considerando que la mayoría de los invitados se quedaban sólo un par de días. Nick pasaría mucho tiempo con Phillip de pesca o jugando al golf, pero durante el resto de su estancia sería cosa suya.
Estaba haciendo copias del itinerario para Phillip cuando el mayordomo llamó a la puerta.
—Dime, Wilson.
—Siento interrumpirla, alteza, pero tiene una visita.
 ¿Una visita? Ella no esperaba a nadie. ¿Y cómo habían dejado pasar los guardias a quien fuera sin su permiso?
— ¿Quién es?
—El señor Rutledge.
Como le había ocurrido antes, en el despacho de Phillip, se le encogió el corazón al oír ese apellido.
¿Por qué aparecía de repente? ¿Y qué estaba haciendo allí, en su residencia privada? No tenía ningún derecho a visitarla.
Estuvo a punto de pedirle a Wilson que le dijera que estaba ocupada, pero si se negaba a verlo Nick se daría cuenta de que su presencia la turbaba y Miley no quería eso. Si tenía que pasar dos semanas con él, enseñándole la isla, mostrarse tan vulnerable sería un error.
De modo que tendría que verlo.
—Acompáñelo al estudio, por favor. Yo bajaré en un minuto.
Pero cuando se levantó de la silla le temblaban las piernas.
«Tranquilízate de una vez».
Si ésa era su reacción cada vez que lo veía, aquéllas iban a ser dos semanas agotadoras.
Miley se detuvo frente a un espejo y se pellizcó las mejillas para darse un poco de color, diciéndose una vez más que Nick no tenía nada que ver con ella. Esa parte de su vida había terminado; ahora sólo era… un amigo de su hermano, un invitado.
Pero mientras bajaba al primer piso su corazón latía a una velocidad inusitada.
Nick estaba en el estudio, frente a la ventana, observando el cuidado jardín. Parecía perdido en sus pensamientos, a mil kilómetros de allí y, de nuevo, se quedó sorprendida por lo apuesto que era. Aprovechando que estaba distraído lo observó atentamente, recordando…
—Gracias por atenderme —dijo Nick entonces.
El sonido de su voz la asustó. Por mucha tranquilidad que quisiera fingir, siempre conseguía ponerla nerviosa.
—Pensé que la visita empezaba mañana.
—Lo sé, pero quería verte —dijo él—. Para pedirte disculpas otra vez.
Bueno, eso sí era inesperado.
—No hace falta.
—Sí hace falta. Lo que hice estuvo mal… —Nick se encogió de hombros—. Supongo que, de repente, creía estar de vuelta en el pasado. Y pensé, o quizá quise pensar, que tú sentías lo mismo, que me habías echado de menos tanto como yo a ti.
Parecía sincero, pero algo en sus palabras le sonaba falso. Los hombres que ella conocía no ofrecían sus sentimientos en bandeja. Por eso, naturalmente, no podía dejar de sospechar que Nick estaba diciendo lo que creía que ella quería escuchar.
¿O treinta años viviendo rodeada de hombres sin sentimientos la estaban convirtiendo en una cínica?
—Y como, evidentemente, tú no sientes lo mismo —continuó Nick—, sólo quería decirte que lo siento y asegurarte que no volverá a pasar.
Miley asintió, a su pesar un poco decepcionada. Pero ella no podía querer que volviera a pasar. ¿O sí?
El calor de sus labios, el roce de los dedos masculinos hacía que le temblasen las rodillas. Pero era sólo algo físico. Emocionalmente no había sitio para un hombre como él en su vida. Ni siquiera de forma temporal.
—Acepto tus disculpas.
—No suelo ser tan impulsivo. Es una excusa tonta, lo sé, pero el divorcio me ha dejado… un poco alterado.
—Lamento oír eso.
—Si no estás ocupada, había pensado que podríamos dar un paseo y charlar un rato. Parece que vamos a tener que pasar mucho tiempo juntos.
Después de terminar el itinerario no tenía mucho más que hacer y aún faltaban varias horas para la cena. Además, si charlaban un rato podrían sentirse un poco más cómodos el uno con el otro. Y no la mataría ofrecerle el beneficio de la duda, además.
Si pudiera quitarse de encima la sensación de que Nick tenía motivos ocultos…
Por el momento podría dar un paseo con él, pero iría con cuidado. Y a la primera señal de peligro lo pondría en su sitio.
— ¿Quieres una copa? —le preguntó Sophie.
Y Nick supo en ese momento que sólo era una cuestión de tiempo. Se hacía la dura, pero él sabía cómo hacer que una mujer se derritiera. Siempre había sido capaz de entender al sexo opuesto y, fuera cual fuera la situación, llevarlas a su terreno. Ésa era la única razón por la que su matrimonio había durado lo que había durado. Aunque, mirando atrás, seguramente no había sido muy inteligente. Debería haber dejado a Cynthia mucho antes. O mejor, no debería haberse casado con ella.
—Agua mineral, si no te importa.
— ¿Con una rodajita de limón?
—Sí, gracias.
Imaginó que llamaría al mayordomo, pero ella misma se dirigió al bar y sirvió una copa de agua mineral para él y una de vino blanco para ella.
—Siéntate, por favor —dijo luego, señalando el sofá.
Nick esperó hasta que se hubo sentado y luego se dejó caer sobre un sillón, cruzando las piernas. Llevaba un vestido de algodón que acentuaba su esbelta silueta… en realidad estaba más guapa que nunca. Siempre le había parecido un espíritu libre más que una princesa. Diez años antes se sentía ahogada por su título, pero ahora parecía encontrarse más cómoda en su papel.
Y se preguntó si seguiría siendo tan caprichosa y mimada como antes.
—Bonita casa —comentó—. Me sorprende que no vivas en palacio con el resto de la familia.
—Me gusta tener cierta intimidad.
— ¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí?
—Me mudé a esta residencia cuando murió mi madre.
Era lógico, pensó Nick. Seguramente sus padres no hubieran permitido que se fuera de palacio. Recordaba que eran muy estrictos y ésa había sido parte de la emoción de su aventura. Si la hubieran pillado entrando en su habitación de noche lo habrían echado de palacio sin dudar un momento.
— ¿Cómo volvisteis a poneros en contacto mi hermano y tú?
Estaba haciendo una pregunta lógica, educada, manteniéndolo a distancia. Pero no importaba. Tenía dos semanas para conseguir lo que quería y, por el momento, le seguiría el juego.
—Hemos seguido en contacto durante todos estos años y cuando tuvo que encargar el proyecto del balneario pensó en mí. Afortunadamente le gustaron mis diseños y cuando se enteró de mi divorcio sugirió que me tomase unas semanas de vacaciones en Morgan Isle. Y debo admitir que llevaba meses sin estar tan relajado.
— ¿Tienes un gabinete de arquitectura?
—Desde que mi padre murió, hace tres años.
—Ah, lo siento. ¿Cómo está tu madre?
—Bien, vive al norte de Nueva York, con mi hermana.
— ¿Y tú sigues en Manhattan?
—Yo me quedé con el apartamento después del divorcio, ella con la casa a las afueras —Nick hizo una mueca—. Si parezco un poco amargado es porque lo estoy.
Miley asintió con la cabeza, comprensiva.
Le iría bien hacerse la víctima, pensó Nick entonces. Aunque la verdad era que la monstruosidad de casa que su ex había insistido en comprar nunca fue un hogar para él. Se pasaba la mayor parte del tiempo en la ciudad e iba a verla durante los fines de semana. Aunque durante el último año esas visitas se habían espaciado cada vez más y sólo se veían una vez al mes.
Cuando descubrió que Cynthia le estaba siendo infiel, en realidad se sintió más aliviado que dolido. Por fin podía decirle adiós.
Aunque eso no había impedido que su ex intentase quedarse con todo.
Nick tomó un sorbo de agua y dejó el vaso sobre la mesa.
—Por tu reacción en el despacho de Phillip, veo que no sabías nada de mi llegada.
—No, no sabía nada.
—Recuerdo cuánto te molestaba no enterarte de las cosas. Era como si estuvieras viendo escaparates, solías decir.
—Me sorprende que recuerdes eso.
Nick se inclinó un poco hacia delante.
—Recuerdo muchas cosas, alteza.
Antes de que Miley tuviera oportunidad de replicar, el mayordomo apareció en la puerta.
—Su majestad quiere verla, alteza. Nick y Miley se levantaron a la vez cuando Phillip entró en la habitación.
—Ah, aquí estás, Nick.
—Perdona, no sabía que estuvieras buscándome.
—No es nada urgente —le aseguró Phillip—. Sólo quería comprobar que ya te habías instalado.
—Así es. Tengo todo lo que puedo desear en esa suite.
—Nick ha venido a buscarme para charlar un rato —intervino Miley, en su tono nada que delatase su relación con él. O su ex relación.
—Y yo he venido porque quería hablar un momento con mi hermana —dijo Phillip entonces—. Si nos perdonas un momento, Nick…
—Sí, por supuesto. Debería volver a mi habitación de todas formas. Tengo que hacer unas llamadas antes de la cena. Encantado de charlar contigo, Miley.
—Lo mismo digo.
Lo había dicho con una sonrisa demasiado indiferente para que fuese auténtica. ¿Lo haría por su hermano?
—Por favor, Wilson, acompañe al señor Rutledge a la puerta.
—Nos vemos en la cena —dijo Nick, antes de salir.
¿Por qué iría Phillip a verla a su residencia en lugar de llamarla por teléfono?, se preguntó Miley.
Pero tenía la sensación de que iba a enterarse muy pronto.

martes, 11 de diciembre de 2012

Avizo

Hola chicas como están disculpen que no he podido subir novelas lo que pasa es que ahorita no tengo internet y por eso no he podido subir discúlpenme pero creo pronto y tendré internet y podré subir a por cierto he estado leyendo las novelas de los blog ETA geniales Mari perdón por no poder comentar pero estoy por cél y es un poco complicado las tkm y espero regresar pronto

viernes, 7 de diciembre de 2012

De Secretaria A Esposa Capitulo 3





Había habido algo muy especial en el italiano que ella no había sido capaz de olvidar. Pero lo cierto era que había estado muy afligida. Había perdido tanto a su madre como su autoestima... cosa que había ocurrido cuando había regresado a casa. Ambos importantes momentos habían obnubilado su capacidad de pensar y de tomar decisiones acertadas. Y, en aquel momento, tenía que enfrentarse al increíble giro que había dado su vida, giro que la había llevado de nuevo ante la carismática presencia de aquel hombre...

Había ido a aquella empresa para cubrir un puesto de asistente personal. Era un trabajo temporal, pero implicaría que estaría a las órdenes de Joe durante las siguientes semanas, mientras la asistente personal de éste estuviera de vacaciones.

—Bueno... pensándolo bien, creo que será mejor que olvidemos lo que ocurrió entre ambos en el pasado y que nos concentremos en el presente. Vamos a tener que hacerlo si queremos trabajar juntos durante las próximas dos semanas comentó él, suspirando. Pareció sentir como si tuviera demasiada responsabilidad.

Iba vestido con un caro traje de diseño italiano, pero no podía ocultar lo cansado que estaba. A Demi le dio la impresión de que el trabajo lo había tenido recluido durante los anteriores días. Deseó poder aliviar de alguna manera su carga.
—Aunque tengo que decir... —continuó Joe— que es una coincidencia muy extraña que aparezcas en mi despacho para ocupar el puesto de mi asistente personal, ¿no te parece? Dime la verdad, Demetria. ¿Te ha incitado alguien a que hagas esto para gastarme una broma pesada? Dímelo ahora, ¡antes de que tenga que llamar a seguridad para que te echen del edificio!
Ella emitió un grito ahogado.

— ¿Qué estás diciendo? ¡Desde luego que no es una broma! ¡La agencia para la que trabajo me ha enviado y ésa es la verdad! ¡No tenía ni idea de que Joseph Jonas eras tú! ¿Cómo iba a saberlo? Aquella noche no me dijiste tu nombre completo ni tus apellidos.
Ni tampoco me comentaste que trabajabas en Londres. Naturalmente asumí que trabajabas en Milán.

—Pero le podrías haber preguntando mi nombre a cualquier persona de la fiesta. Te lo habrían dicho. ¡Era mi casa y mi fiesta! Te hubiera sido muy fácil descubrir que tengo una sucursal de la empresa en Londres, aparte de la de Milán, y que mi centro operativo está aquí.
Demi se sintió muy irritada.

—Para tu información, aparte de la amiga con la que acudí a la fiesta, ¡no hablé con casi nadie más durante toda la velada aparte de contigo! Y mi amiga no sabía quién eras. Alguien de la empresa para la que trabajaba, alguien que no podía asistir a la fiesta, le dio la invitación, ¡sólo conocía la dirección del lugar en el que iba a celebrarse! De todas maneras, si yo hubiera querido verte de nuevo, ¿por qué habría esperado tres meses? ¡Si hubiera querido mantener contacto contigo, habría sido mucho más fácil haberte dejado mis datos en Milán!

 ¿Estás diciéndome que no querías ponerte en contacto conmigo deliberadamente? ¡Qué halagador! —Espetó Joe, esbozando una mueca—. Y ahora, si tengo que creer que lo que dices es cierto... ¡es el destino el que ha conspirado para juntarnos de nuevo! Supongo que uno podría concluir que, después de todo, tenemos algún asunto sin revolver entre ambos. ¿Qué piensas tú, Demetria?

Sintiéndose repentinamente muy débil, ella frunció el ceño. Se preguntó a sí misma a qué se referiría él exactamente. Aquellas palabras le perturbaron doblemente cuando pensó en el potencialmente explosivo secreto que estaba guardando...

—Tanto si tenemos asuntos sin resolver como si no, estoy aquí para trabajar como tu asistente personal, ¡ésa es la única razón por la que he venido a tu despacho!

—Entonces, si vas a trabajar para mí, debes entender algo. Espero que tu trabajo sea excelente. No tendré indulgencia contigo por lo que pasó entre nosotros. ¿Estás dispuesta a enfrentarte al reto, Demetria? Si no lo estás, telefonearé a la agencia ahora mismo para que envíen a otra persona.

La sonrisa que esbozó Joe reflejaba mucha desconfianza y cinismo. No era la misma sonrisa que había encandilado a Demi, aquella sonrisa que había iluminado toda una sala tan brillantemente como una potente bombilla. Impresionada, sintió que le daba un vuelco el estómago.

—No necesitas que manden otra persona. Soy buena en mi trabajo y tengo una actitud completamente profesional.

—Bueno, pues entonces... —continuó él— siempre y cuando comprendas que no estoy acostumbrado a que las mujeres me traten como una especie de oportunidad para aliviarse sexualmente de vez en cuando y que aquello jamás se volverá a repetir, el que trabajemos juntos quizá no cause tantos problemas.
Ella se quedó muy impresionada al oír aquello.
— ¡Las cosas no fueron así! Yo nunca...