viernes, 21 de septiembre de 2012

The Duff Capitulo 19 Jemi



Papá no salió de su dormitorio el resto del fin de semana. Llamé un par de veces el domingo por la tarde y me ofrecí a hacerle algo de comer, pero él sólo murmuró una negativa sin abrir la puerta. Su aislamiento me aterrorizó. Debía estar deprimido por lo de mamá, y avergonzado de haber dejado pasar su tren.

Pero yo sabía que no era saludable. Decidí que si no salía antes del lunes por la tarde, entraría en la habitación y... bueno, no sabía lo que iba a hacer a continuación. Mientras tanto, intentaría no pensar en mi padre o en los papeles de divorcio que estaban en la mesa de la cocina.
Sorprendentemente, fue bastante fácil.

La mayoría de mis pensamientos pululaban alrededor de Joseph. Pero realmente no sabía cómo manejar la situación en el instituto el lunes. ¿Qué hacer después de una aventura de una noche (o, en mi caso, una de tarde) con un chico popular del instituto? ¿Se suponía que debía actuar de forma indiferente? ¿Tratar de no disimular el odio o parecer normal? ¿O bien, ser honesta conmigo misma y reconocer que me había gustado? ¿Bajar el tono de desprecio y ser amigable? ¿Le debía algo? Por supuesto que no. El había disfrutado de la experiencia tanto como yo menos el odio hacia uno mismo.
En el momento en que llegué al instituto el lunes por la mañana, había decidido evitarlo lo más posible.
— ¿Estás bien, Demi? —Preguntó Miley cuando salimos de español, al final del primer piso.- Estás actuando… rara.

Lo voy a admitir, mis habilidades de espionaje no eran precisamente buenas, pero sabía que Joseph iba a pasar por delante de la clase cuando fuera de camino a la suya en el segundo piso, y yo no quería arriesgarme a una reunión incómoda post-sexo en el pasillo. Miré con ansiedad por el borde de la puerta, examinando a la multitud buscando los rizos castaños inconfundibles. Pero Miley sabía que algo pasaba, estaba siendo demasiado obvio.
—No es nada —Mentí, saliendo al pasillo como un niño pequeño mirando a ambos lados
cuando va a cruzar una calle muy transitada, y me sentí aliviada al no verlo por ninguna parte. — Estoy bien.
—Oh, está bien —Dijo ella sin levantar sospechas-. Debo de estarlo imaginando, entonces.
—Sí, debes de estarlo imaginando Miley se colocó un mechón suelto de cabello rubio que se había soltado de su coleta—. ¡Oh, Demi, se me olvido contarte! ¡Estoy tan emocionada!

—Déjame adivinar, —bromeé—. Tiene algo que ver con Harrison Carlyle, ¿verdad? ¿Te preguntó en qué lugar conseguiste esos vaqueros ceñidos tan bonitos? ¿O cómo te arreglas el cabello?

— ¡No! —Miley se rió—. No.... En realidad, es sobre mi hermano. Él viene a visitarnos esta semana, y debe llegar a Hamilton al mediodía. Me va a recoger a la salida del instituto. Estoy muy emocionada, hace unos dos años y medio desde que se fue para la universidad y... —Hola Demi, ¿estás segura de que estás bien? — Me quedé congelada en medio del pasillo. Podía sentir como me estaba quedando blanca y mis manos se tornaron frías, empecé a temblar y empezaba a sentir náuseas pero dije la mentira de siempre. —Estoy bien. Forcé a mis pies a moverse. — Estoy mejor, bueno, pensé que se me había olvidado algo. Estoy bien, ¿Qué estabas diciendo? Miley asintió con la cabeza. — Oh, bueno, estoy muy entusiasmada con la llegada de Sterling. No puedo creer que diga esto pero lo he echado tanto de menos. Será agradable pasar el rato con él durante unos días. Ah, y creo que Tiffany viene con él. ¿Te dije que acaban de comprometerse?

—No. Eso es genial.... Tengo que ir a clase, Miley.
—Oh, está bien.... Bueno, te veo en inglés, Demi.
Ya estaba a mitad de camino por el pasillo antes de que Miley terminara de hablar. Pase junto a un grupo de estudiantes en estampida, apenas me fije en ellos, ya era bastante con andar de puntillas como para embestirles con mi mochila. Los sonidos a mí alrededor
poco a poco se desvanecieron cuando los recuerdos no deseados inundaron mi cabeza. Era como si por las palabras de Miley salieran sin control después de mucho tiempo.
¿Eres Demi? ¿La perra de primer año que se enrollo con mi novio?
¿Tu novio? Yo no
-Mantente lo más lejos posible de Sterling.
Mi rostro se enrojeció con los recuerdos.
Mis pies se movieron tan rápido que casi corría hacia mi clase. Como si pudiera escapar de los recuerdos. Como si no me perseguían con una venganza. Pero Sterling Gaither estaría de vuelta en Hamilton durante una semana. Sterling Gaither estaba comprometido con Tiffany. Sterling Gaither... el chico que me rompió el corazón.

Llegue a clase cuando sonó el timbre. Sabía que el señor Chaucer estaba mirándome pero no me molesté en voltear. Me senté cerca de la parte de atrás de clase, tratando desesperadamente de dedicarme a otra cosa, pero ni siquiera el comentario ingenioso de Logan Tucker sobre el Poder Legislativo y su cara adorable hizo que dejara por un momento de pensar en Sterling y su novia.

Apenas escuché las palabras del Sr. Chaucer y cuando sonó el timbre, mis apuntes eran escasos, solo tenía dos frases apenas legibles. Dios, iba a suspender esta asignatura, las cosas se estaban poniendo feas. Si yo fuera una rica snob de Manhattan, podría haber sido un personaje en Gossip Girl. (A veces veo esa serie de mala calidad...aunque mis amigas no lo saben) ¿Por qué no podía ser mi vida una comedia? Por otra parte, incluso en Friends tenían problemas.

Entré en la cafetería, y me encontré con Selena y Miley esperándome en nuestra mesa. Como siempre, Ángela, Vikki, Jeanine, y el primo de Jeanine se unieron a nosotros. Ángela estaba mostrando sus nuevos Vans, por lo que mi enfado fue desapercibido cuando me dejé caer en la silla.
—Son bonitos —Comentó Selena. — ¿Quién te los regaló?
—Mi padre—Contestó Ángela, acariciando la punta de su zapato.
Él y mi madre están compitiendo por mi amor ahora. En un primer momento estaba un poco molesta, pero he decidido seguir el rollo y divertirme con ello. — Ella cruzó las piernas y se toco su pelo oscuro. —Estoy esperando por el próximo Prada.
Todos se rieron.

—No estuve nada de acuerdo con el divorcio de mis padres —Dijo Selena —A mi padre no le importaba si yo lo amaba más, supongo.
—Es triste, Sel —Murmuró Miley.
—Oh, no lo es—. Selena se encogió de hombros y empezó a coger su esmalte de uñas de color naranja. —Papá era detestable. Yo me sentí satisfecha cuando mamá lo echó de la casa. Ella lloró mucho y cuando mamá es más feliz, el mundo es más feliz. Claro, que no tiene tanto dinero, pero no es como papá, siempre controlándonos. Él se ofreció a comprar un coche a mamá, ella no quería, pero él insistía.
—Los divorcios son deprimentes —Suspiró Miley.- —Me sentí muy mal cuando mis padres se separaron. ¿No, Demi?
Sentí como me ponía roja, menos mal que Selena cambió de tema, como si no hubiera oído la pregunta de Miley.

—Hola, Vikki, ¿qué ocurrió ayer por la noche? No nos dijiste donde habías ido. — Jeanine rió a sabiendas. — ¿Qué paso Vikki?
Vikki puso los ojos en blanco y se toco un mechón de su pelo rizado rubio perfectamente cuidados.
—Oh, Dios mío. Bueno tuve una pelea con Clint, no creo que me hable más, y Ross...

No presté atención a lo que estaba hablando mientras pensaba en otra cosa. Por mucho que quería de dejar de pensar en Sterling. No me interesaban los problemas de Vikki .Cualquier otro día, hubiera encontrado divertida la historia debido a mi telenovela personal, pero en ese momento el drama parecía tan vago y sin importancia. Así que era insípido. Tan indulgente. Tan vacío. No pude evitar sentirme un poco culpable por pensar
eso. Estaba muy distraída pero traté de escuchar los males de Vikki McPhee.

Luego, algo que dijo me llamó la atención.
-... Pero hice el tonto con Joseph un rato después...
— ¿Joseph? —Dije.
Vikki me miró, orgullosa de lo que ella veía como un logro. ¿No había más de dos tercios de las chicas en la escuela que habían logrado lo mismo? Por ejemplo yo... pero, por supuesto, ella no sabía nada.
—Sí —Dijo—. Después de la pelea con Clint, terminé en el aparcamiento con Joseph. Estuvimos en su coche un rato hasta que mi madre me llamó y tuve que irme a casa antes de que pudiéramos hacer algo. Apesta, ¿no?
—Claro—

Mis ojos se movieron a través de la cafetería, en busca de una cabeza marrón rizada por encima de los que le rodean. Estabas sentado con algunos de sus amigos, en su mayoría chicas, por supuesto. Estaban en una mesa rectangular larga al otro lado de la habitación. Llevaba una camiseta negra ajustada. No era muy apropiada para el frío que hacía, estábamos a principios de febrero, mostraba sus perfectos brazos musculosos. Brazos que me habían abrazado... que habían ayudado a borrar mi estrés…
— ¿Os dije chicas que mi hermano viene a la ciudad? —Preguntó Miley—. Él y su novia nos visitarán por una semana. 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Amor Desesperado Capitulo 3 Niley



—Eh, tienes algunas quemaduras en la cara y en el brazo —comentó el enfermero, asiéndolo de la mano.
Una ráfaga de dolor hizo que casi se le doblaran las rodillas. Hizo una mueca.
— ¿Qué ocurre? —preguntó Miley preocupada.
El enfermero levantó las manos de Nick y dio un silbido al ver sus palmas abrasadas.
—Habrá que vendarlas —dijo. Ignoró a la gente y a los periodistas que comenzaban a rodearlos—. ¿Por qué no me dijo que se había quemado las manos?
Nick se las miró como si no fueran suyas. Sentía una oleada de dolor con cada pulsación.
—Se me había olvidado.
Dos horas después, agotada, Miley se sentó en una silla de plástico naranja, cerca del mostrador de la sala de espera de urgencias. La cabeza le daba vueltas. Como era imposible entrar en la casa para recoger su ropa, llevaba puesto un chándal viejo que le había dado un asistente social. No sabía dónde iba a dormir esa noche, y mucho menos lo que haría la semana siguiente. Además, esa mañana tenía un examen de Civilización Occidental.

Cada dos minutos sufría un ataque de pánico. Podría haber muerto en el incendio. Habría muerto si Nick Nolan no la hubiera sacado. Ni darle las gracias ni llevarlo a casa era suficiente.
Se le hacía un nudo en el estómago al pensar que estaba herido por su culpa. Inspiró profundamente, e intentó distraerse con la conversación de las dos recepcionistas.
—En Richmond se le considera el guaperas del año, y cuando la prensa se entere de que rescató a su vecina, las mujeres lo van a perseguir como un gato a un ratón.
Las palabras «rescató a su vecina» llamaron la atención de Miley, después asimiló el resto de la frase. « ¿Guaperas del año?» repitió entre dientes.

—Los demás abogados no le llaman «guaperas» —resopló la recepcionista mayor—. Casi todo lo que le llaman es demasiado fuerte para repetirlo. Mi hermano trabaja en el juzgado y me dijo que cuando los abogados se enteran de que tienen que enfrentarse a Nick Nolan se ponen suspensorio antes de ir al tribunal.
Miley dio un respingo de sorpresa.
—Debe ser un hombre difícil de manejar, si no imposible.
—Puede, pero sería divertido intentarlo.
—Aquí llega el soldado herido, deja de relamerte.
Intentando asimilar la conversación, Miley observó a Nick entrar en la sala de espera con las manos vendadas. Tenía un cierto aire despiadado, pensó, era muy distinto del chico que conoció en Cherry Lane. Alto, de espalda ancha, delgado y musculoso, emanaba un aura de fuerza y poder. La fuerza la atraía, su aire despiadado la incomodaba. La estructura ósea de su rostro, claramente esculpida, amplificaba la imagen de poder. La fuerte mandíbula unida a su mirada intensa y su postura erguida sugerían una seguridad viril que resultaba casi intimidante.

Estaba claro que ese hombre ya no estaba a merced de abusones y matones. Se preguntó si Nick le explicaría el secreto; ella llevaba toda la vida enfrentándose a abusones, casi siempre sin éxito.
Negándose a sentirse intimidada por él, se irguió.
—Pensé que te vendría bien que te llevara a casa —dijo.
—Gracias. Estaba a punto de llamar a un taxi —dijo él, tras dudar un segundo.
—Es lo menos que puedo hacer. Me salvaste la vida —dijo Miley cuando lo guiaba hacia el coche. Vio el pequeño bulto que tenía en la nariz e hizo una mueca—. No tienes suerte conmigo. Es la segunda vez que sales herido por rescatarme.

Él se pasó una mano vendada por la nariz y la miró, irónico.
—El primer rescate marcó el principio de una nueva vida para mí, y el incendio no ha sido culpa tuya.
MILEY abrió la puerta del coche y le vio encoger las largas piernas para meterse en el turismo.
—Siento mucho lo de tus manos —le dijo, mirándolo a los ojos. Él le devolvió la mirada, se miró los vendajes y frunció el ceño.
—Disculpas aceptadas. Más que nada va a ser incómodo. ¿Quién sabe? No soy muy dado a realizar obras de caridad, quizás ésta sirva para salvarme del infierno.

Tenía sentido del humor pero ninguna suavidad, pensó Miley, reafirmándose en su opinión de que el hombre no se parecía en nada al niño que había conocido. Aunque hervía de curiosidad, no le hizo ninguna pregunta en el trayecto a su casa. Impulsivamente, paró en una cafetería y compró café y una galleta gigante para él. Cuando llegaron a la casa, Nick tuvo dificultades con la llave. Ella se la quitó y abrió la puerta, él maldijo. Miley no se lo reprochó, los vendajes eran tan abultados que sus manos eran prácticamente inútiles.
— ¿Cuánto tiempo tendrás que llevar los vendajes? —preguntó.

—Una semana o dos —casi gruñó él y añadió—. Gracias por traerme y por comprar el desayuno.
Ella se dio cuenta de que él se comería las uñas antes que pedir ayuda.
—Te llevaré el periódico y la bolsa a la cocina —dijo, y lo siguió hacia la cocina. Instintivamente, tomó nota de la limpieza y orden imperantes. Pensó desdeñosamente, pero con cierta envidia, que era un maniático del orden. Ella opinaba que esos especímenes se perdían algunas de las experiencias más divertidas de la vida. Pero, a cambio, siempre sabían dónde habían dejado las llaves del coche.
Se recordó a sí misma que su misión no era ayudar a Nick Nolan a pasarlo bien. Tiró el periódico encima de la mesa de la cocina y miró la foto y el titular de la portada.

—Prominente abogado salva a su vecina, —leyó en voz alta—. El prominente abogado Nick Nolan, nominado Soltero del Año por el Richmond Magazine, rescató a su vecina de un incendio.
—Justo lo que necesitaba —gruñó Nick—. Ya he tenido que cambiar mi número de teléfono y quitarlo de la guía por toda esa estupidez de Soltero del Año, y…
Sonó el teléfono. Miley miró a Nick.
— ¿Quieres que conteste? —preguntó al cuarto toque.
—No —dijo—. Si es importante me llamarán por el busca.
—¿Por qué no te sientas y te comes la galleta? Yo me marcharé. ¿Tienes bolsas de plástico grandes? —preguntó, abriendo los cajones.
—En el cajón de arriba a la izquierda. ¿Por qué?
—Porque te protegerán los vendajes —explicó Miley, sacando dos. Desenvolvió la galleta, le puso las bolsas de plástico en las manos y se apartó. Notó que la miraba con curiosidad, y deseó llevar puesto algo que no fuera un chándal viejo y deformado. Algo de Christian Dior. O una armadura—. Ya estás listo —dijo, consiguiendo esbozar una sonrisa.
—¿Qué haces en Richmond, Miley? ¿Estudias en la universidad?
—Sí —asintió, sorprendida—. ¿Cómo lo has sabido?
—Pura suerte. Clarence suele alquilar el apartamento a estudiantes universitarios —respondió, y mordisqueó la galleta.
Miley luchó contra su recurrente punzada de duda sobre la universidad. Una punzada era mucho mejor que una puñalada, y había luchado mucho para conseguir que su falta de confianza se redujera a una punzada.
—Conseguí una beca. Me encantan las clases, pero han pasado años desde el instituto y es más difícil de lo que creía.

—Ya te acostumbrarás. ¿Qué has hecho desde que acabaste el instituto?
—Ser peluquera en Georgetown.
Él se rió entre dientes y Miley parpadeó. Era la primera vez que veía algo parecido a una sonrisa en su cara.
— ¿Por qué será que no me sorprende? ¿No solías masacrar el pelo de tus muñecas cuando eras pequeña?
—No masacraba —lo corrigió, mientras él acababa la galleta y bebía un sorbo de café—. Era una primera fase de diseño. Genialidad precoz —se medio burló—. ¿Y tú, qué? Abogado. ¿Persigues a los chicos malos?
Él volvió a beber y su sonrisa se apagó.
—Eso me gusta pensar. Otros no dirían lo mismo.
—Con «otros» te refieres a los que has ganado en los tribunales.
—Sí, supongo.
Complejo, pensó atraída. Fascinante. Su mirada daba la impresión de poder llegar hasta el corazón de una persona, hasta el corazón de una mujer. Se estremeció.
— ¿Súper Comando Guerrero o Malvado Rey del Submundo? —preguntó, recordando los días en que habían intercambiado cómics.
—Depende del día —dijo—. Según lo que haga falta para ganar.
Ella volvió a sentir admiración, casi envidia, por su confianza en sí mismo. «¿Qué tipo de mujer le gustará?» se preguntó. Probablemente una rubia fría, sofisticada y poco exigente, imaginó, sonriéndose. Si ése era el caso, ella estaba a salvo.
—¿Eso te hace gracia? —preguntó él, ladeando la cabeza y estudiándola.
—Pensaba en los Comandos Guerreros —replicó ella, ruborizándose—. Debería dejarte descansar. ¿Puedo hacer algo por ti?
Nick negó con la cabeza y se puso en pie.
— ¿Dónde vas a dormir?
—No lo sé. El asistente social mencionó un par de albergues.
—Un albergue —repitió él con voz desaprobadora.
Miley notó su desagrado y se maravilló de su control. Todos los hombres de su vida mostraban sus emociones negativas a gritos. Se encogió de hombros.
—No pasa nada. Será sólo durante unos…
—Quédate aquí —ofreció él.
Emitió la invitación, u orden, con un tono muy razonable, como si fuera un hombre que no suponía peligro para ninguna mujer. Miley tropezó y Nick la agarró, haciendo una mueca de dolor cuando sus manos contactaron con los hombros de ella. Ella cayó contra su pecho.
Preocupada porque él se había hecho daño al intentar sujetarla, se apartó.
—Tienes que olvidar esa manía de rescatarme —le dijo—. Me he caído un millón de veces y siempre he sabido levantarme. Ir a un albergue a pasar…
—No te saqué del incendio para que acabaras en un albergue —interrumpió él.
—No me creo que siempre seas así de protector —replicó ella, deseando que su corazón no latiese tan acelerado.

—Tienes razón. No lo soy. Considéralo un ramalazo de Comando Guerrero. Quédate aquí… —lo interrumpió el sonido del teléfono—. Cuando no estés en clase puedes destrozar el maldito teléfono.
Con esas palabras, salió de la habitación. El teléfono siguió sonando incansable, y Miley lo vio subir las escaleras mientras pensaba que Machácalos Nick no podía engañarla. Se había convertido en un Comando Guerrero.
Con él estaba a salvo. ¿No?

martes, 18 de septiembre de 2012

The Duff Capitulo 18 Jemi



Tenía sólo catorce años cuando perdí mi virginidad con Sterling Gaither. Él acababa de cumplir los dieciocho, y yo sabía perfectamente que era demasiado mayor para mí. Todavía era una estudiante de primer año de instituto y yo sólo quería tener novio. Quería gustar a alguien y encajar. Sterling era un chico mayor con coche. En aquel momento, pensaba que eso era perfecto. En los tres meses que estuvimos juntos, nunca tuve una verdadera cita con Sterling .Un par de veces nos enrollamos en las últimas filas de un cine, pero nunca salimos a cenar, o a la bolera o a nada de eso. La mayoría de las veces quedábamos a escondidas para que nuestros padres y su hermana, que llegó a ser luego una de mis mejores amigas, no se enteraran de nuestra relación.

 De hecho, encontraba esa parte divertida y excitante. Era como un romance prohibido...como Romeo y Julieta, que habíamos tenido que leer en clase de inglés ese semestre. Nos acostamos varias veces, y aunque no disfrutaba realmente del sexo, sí lo hacía de la sensación de cercanía, de conexión, era reconfortante. Cuando Sterling me tocaba así, sabía que me quería. Sabía que el sexo era algo bonito y apasionado, y tenía mis razones para estar con él. Acostarse con Joseph Jonas era completamente diferente. Aunque definitivamente sentía un mayor placer físico, la cercanía y el amor no existían. Cuando terminaba me sentía sucia, como si hubiera hecho algo malo y vergonzoso, pero al mismo tiempo, me sentía bien, viva, libre y salvaje. Mi mente se quedaba completamente despejada, como si alguien hubiera apretado un botón. Sabía que la euforia no duraría para siempre. Pero sentirme sucia, me servía para marcharme rápido. -Guau- dijo Joseph.

 Nos quedamos en la cama sólo unos minutos al acabar, con unos treinta centímetros o más de espacio entre nuestros cuerpos. -No me esperaba esto. ¡Dios!, siempre lo estropeaba cuando hablaba. Enfadada y todavía aturdida por las repercusiones emocionales, me mofé. -¿Qué?, ¿avergonzado de haberte acostado conmigo? -No.- Me sorprendió lo serio que lo dijo. -Nunca me he avergonzado de acostarme con alguien. El sexo es una reacción química natural. Siempre sucede por una razón. ¿Quién soy yo para decir quien disfruta compartiendo mi cama?- no me vio poner los ojos en blanco mientras decía. -No, sólo significa que estoy sorprendido. Honestamente, creía que  me odiabas. -Realmente te odio- le aseguré, apartando el edredón y levantándome para recoger mi ropa. -No debes odiarme demasiado- dijo Joseph, rodando sobre su brazo para mirarme mientras me vestía. -Si casi te tiras encima de mí. Normalmente, el odio no inspira esa clase de pasión-.

 Me puse la camiseta. -Créeme, Joseph, definitivamente te odio. Acabo de utilizarte. Tú utilizas a la gente todo el tiempo, así que estoy segura de que lo comprendes-. Me abroché los vaqueros y cogí la pinza con forma de caimán de la mesita de noche. -Esto ha estado bien, pero si se lo dices a alguien, te juro que te caparé, ¿entendido? -¿Por qué?- preguntó. -Tú reputación sólo podría mejorar si se supiera que estuvimos juntos. -Eso quizás sea verdad -admití. -Pero no deseo mejorar mi reputación, y menos de esta manera. Entonces, ¿vas a mantener tu boca cerrada o tengo que buscar algo afilado? -Un caballero se calla -dijo. -Tú no eres un caballero. -dije recogiéndome el pelo con el prendedor. -Por eso estoy preocupada. Me miré en el espejo de la pared. Y una vez que vi que parecía normal y no culpable, me giré para encarar a Joseph otra vez. 

-date prisa y ponte los pantalones .Tenemos que terminar esta estúpida redacción. Faltaba poco para las siete de la tarde cuando Joseph y yo terminamos la redacción de inglés, o por lo menos, terminamos el borrador. Le hice prometer que me lo enviaría por correo electrónico para luego poder redactarlo. -¿No te fías de mí? -preguntó, levantando una ceja mientras miraba como me ponía los zapatos en el vestíbulo. -No me fío de ti para nada- dije. -Salvo para acostarte conmigo. Tenía esa sonrisa que tanto odiaba. -¿Esto es cosa de una noche, o te veré otra vez? Comencé a bufar, iba a decirle que soñaba despierto si pensaba que iba a volver a pasar, pero entonces recordé que tenía que volver a casa. El sobre manila probablemente estaría todavía en la mesa de la cocina. -¿Demi?- preguntó Joseph. Sentí un temblor cuando me tocó el hombro. 

-¿Estás bien? Di un tirón para soltarme y me fui hacia la puerta. Casi había conseguido salir cuando me giré hacia él y dije dudando: -ya veremos. - Entonces bajé corriendo por las escaleras. -¡Demi!, ¡espera!. Me puse la chaqueta, tratando de luchar contra el viento frío, y abrí la puerta de mi Saturn . Estaba detrás de mí, gracias a Dios esta vez no me tocó. -¿Qué?- dije cuando me senté en el asiento del piloto. -debo irme a casa. A casa, el último lugar al que quería ir. El cielo del invierno ya se había puesto oscuro, pero todavía podía ver los ojos grises de Joseph en la oscuridad. Eran exactamente del color del cielo antes de una tormenta. Se agachó para ponerse a mi altura y me resultó incómoda la manera en que me miraba. -No me has contestado la otra pregunta. 

- ¿Qué pregunta? -¿Estás bien?- le miré enfadada, asumiendo que era como un grano en el culo. Pero algo en sus ojos me hizo vacilar -No importa si estoy bien o no -susurré. Arranqué mi coche y al cerrar la puerta le dije: - Adiós, Joseph. Y me fui. Cuando llegué a casa, mi padre todavía estaba en su dormitorio. Terminé de limpiar el salón, evité la cocina y me fui arriba a darme una ducha. El agua caliente no quitó el sentimiento de suciedad que Joseph había dejado en mi piel, pero me relajó algunos músculos que estaban tensos en la espalda y en los hombros. Esperaba que la suciedad se fuera con el tiempo. Acababa de envolverme con una toalla cuando empezó a sonar mi móvil en el dormitorio, corrí a través del pasillo para contestar a tiempo. -Oye, D - dijo Selena en la oreja. -¿Qué has hecho con Joseph? -¿Qué? -Estuvisteis haciendo la redacción de inglés hoy, ¿no?. -pensaba que habíais quedado en tu casa. -oh,…sí, bueno. Al final fui yo a la suya. Me esforcé mucho por no sonar culpable. - ¡Oh dios mío! ¿A la mansión?- preguntó Selena -¡Qué suerte!. ¿Has estado en alguno de los
balcones? Vikki dijo que esa era una de las razones por la que quería quedar con él otra vez. 

La última vez fue en el asiento trasero de su Porsche, pero tenía muchas ganas de ver el interior de su casa. -Selena, ¿esta conversación tiene alguna finalidad? -¡Ah!, sí -se rió. -Perdón. Sólo quería asegurarme de que estabas bien. ¿Qué les había dado a todos por preguntarme lo mismo esta noche? -Sé que le odias -continuó. -Quería asegurarme de que tú estás bien… y de que él también. No apuñalarías al chico ¿verdad? estoy totalmente en contra del asesinato de tíos buenos, pero si tengo que ayudarte a enterrar el cuerpo, sabes que llevaré la pala. -Gracias, Selena -dije -pero está vivo. No fue tan malo como esperaba. De hecho,…- casi le cuento todo a Selena. Que mi padre y mi madre se iban a divorciar y que en un momento de desesperación había besado a Joseph Jonas, otra vez. Y que ese beso se había convertido en algo más, en mucho más. Cómo todo mi cuerpo se sentía sucio, pero al mismo tiempo asombrosamente libre. 

Tenía las palabras en la punta de la lengua, pero no pude hacerlas salir. Todavía no, al menos. -De hecho... ¿qué, D? -preguntó, sacándome de mis pensamientos. -Pues,… nada. Que tenía algunas ideas realmente buenas para el trabajo.- Eso es. -Creo que es, una especie de friki de Hawthorne. -Bien, eso es bueno. Sé cuánto te gustan los chicos inteligentes. ¿Admites que te gusta? Me quedé helada sin saber qué responder a eso, pero Selena ya se estaba riendo. -No te enfades, era una broma .Me alegro que haya ido todo bien. Estaba algo preocupada. Tenía el presentimiento de que algo malo iba a suceder. Creo que me estoy volviendo una paranoica. -Probablemente.

 -Tengo que dejarte. Miley quiere que le llame para contarle todos los detalles de mi cita con Harrison. Ella no lo entiende. De todos modos, te veré en el colegio el lunes. -Bien. Adiós, Selena. -Adiós D. Colgué el teléfono y lo puse en la mesita de noche, sintiéndome como una auténtica mentirosa. Técnicamente, no había mentido; sólo me había callado…pero no contarle lascosas a Selena era un pecado mortal. Especialmente cuando siempre me había ayudado con mis problemas. Pero al final se lo diría. Sobre lo de mis padres, primero necesitaba asimilarlo y luego Hablaría con ella y con Miley. Lo de Joseph… ¡Dios!, esperaba que nunca lo averiguaran. Me arrodillé a los pies de mi cama y comencé a doblar la ropa limpia, como hacía cada noche. Era raro, pero no había pensado mucho en el problema que tenía en casa. Odiaba Admitirlo, pero tenía que darle las gracias definitivamente a Joseph por eso. 

The Duff Capitulo 17 Jemi



No sé si técnicamente se le podría llamar una mansión, pero la casa tenía tres plantas y dos balcones. ¡Balcones!. Millones de veces me había quedado mirándola embobada mientras pasaba con el coche, pero nunca pensé que llegaría a entrar. Cualquier otro día habría estado un poco emocionada por ver el interior (por supuesto nunca le habría dicho esto a nadie), pero estaba tan ensimismada pensando en los papeles del divorcio que estaban en la mesa de la cocina que sólo podía sentirme ansiosa y miserable. Joseph se encontró conmigo en la puerta de la entrada, con un molesto gesto de confianza en su cara.

 Se apoyó contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre su ancho pecho. Llevaba puesta una camisa azul oscuro de botones con las mangas subidas hasta los codos, y por supuesto había dejado unos cuantos botones sin abrochar. —Hola Duffy—. ¿Sabía cuánto me molestaba aquel nombre? Eché un vistazo hacia el camino de entrada que estaba vacío con la excepción de mi Saturn y su Porsche. — ¿En dónde están tus padres? — pregunté. —Se han ido- contestó con un guiño—. Parece que sólo estamos tú y yo—. Le empujé hacia dentro y pasé a un amplio recibidor poniendo los ojos en blanco del disgusto.

 Una vez puestos mis zapatos cuidadosamente en la esquina, me di la vuelta hacia Joseph que me estaba mirando con vago interés. — Vamos a acabar con esto de una vez—. — ¿No quieres hacer un tour por la casa? —En realidad no—. Joseph se encogió de hombros. — Tú te lo pierdes. Sígueme—. Se dirigió hacia el enorme salón el cual, seguramente, era tan grande como la cafetería del Hamilton High. Dos grandes pilares sostenían el techo y tres sofás de color beige junto a dos adorables butacas estaban colocados por la habitación. En una pared vi una enorme televisión de pantalla plana y en la otra una gigantesca chimenea. El sol de enero entraba por las ventanas que se extendían desde el techo hasta el suelo iluminando toda la sala de una manera cálida y natural, pero Joseph giró y empezó a subir las escaleras alejándose de la confortable habitación. — ¿A dónde vas? — pregunté. 

Me miró por encima del hombro suspirando exasperado. —A mi habitación, por supuesto—. — ¿No podemos hacer el trabajo abajo? — pregunté. Los extremos de su boca se curvaron ligeramente hacia arriba mientras enganchaba un dedo en su cinturón. —Podríamos Duffy, pero iremos mucho más rápido si escribo en el teclado y mi ordenador está arriba. Tú eres la que dijo que quería acabar con esto de una vez—. Gemí y subí pisando fuerte. —De acuerdo—. La habitación de Joseph estaba en el último piso, una de las habitaciones con balcón, y era más grande que mi sala de estar. Su cama gigante estaba sin hacer todavía y había caratulas de videojuegos tiradas por el suelo al lado de su PlayStation 3 la cual estaba enchufada a una tele grande. Sorprendentemente la habitación olía bien, a una mezcla entre su colonia Burberry y ropa recién lavada, como si hubiera dejado la colada por ahí o algo así.

 La estantería a la que Joseph se dirigía estaba llena de libros de diferentes autores, desde James Patterson hasta Henry Fielding. Joseph se dobló por la cintura para mirar la estantería, aparté la mirada de sus pantalones Diésel mientras cogía La Letra Escarlata de la balda y se sentaba en su cama. Me hizo un gesto para que me uniera a él y lo hice reacia. —Bien— dijo ojeando distraídamente su libro de tapa dura. —¿Sobre qué escribimos el trabajo?, ¿alguna idea?— No—. —Estaba pensando que podríamos hacer un análisis de Hester— sugirió. —Suena a cliché, pero me refiero a un análisis más profundo del personaje. Principalmente, ¿por qué tiene el affaire? ¿Por qué se acuesta con Dimmesdale? ¿Le ama o simplemente es promiscua? Puse los ojos en blanco. —¡Oh Dios mío!. ¿Siempre vas a por las respuestas más fáciles? Hester es mucho más complicada que eso. —Ninguna de esas opciones demuestra algo de imaginación—.

Joseph me miró con una ceja levantada. —De acuerdo— dijo lentamente. —Si eres tan inteligente, ¿por qué lo hizo entonces? Ilumíname—. Por distracción—. Vale, tal vez era algo descabellado, pero yo seguía viendo ese maldito sobre manila. Pensando en la zorra egoísta de mi madre. Seguía preguntándome lo que significaba que mi padre estuviera borracho por primera vez en dieciocho años. Mi mente buscaba cualquier cosa, cualquiera, que me distrajera de esos pensamientos tan dolorosos, entonces, ¿era tan ridículo pensar que Hester se hubiera sentido de la misma manera? Estaba sola, rodeada de puritanos hipócritas y casados con un chico inglés horrible y que estaba ausente.

—Sólo quería algo que la distrajera de toda la mierda que había en su vida— mascullé. — Una vía de escape... —. Si eso fue por eso, no funcionó muy bien. Le salió el tiro por la culata—. En realidad no le estaba escuchando. Mi mente había vuelto a una noche de no hace mucho cuando encontré una manera de apartar las preocupaciones de mi cabeza. Recordé la manera en que mis pensamientos se habían vuelto silenciosos dejando a mi cuerpo que tomara el control. Recordé el éxtasis de la nada. Recordé cómo, antes de que acabara, estaba tan concentrada en lo que había hecho que mis preocupaciones apenas existían. 

—...Supongo que tiene sentido. Definitivamente es un punto de vista diferente, y a Perkins le gusta la creatividad. Deberíamos sacar un sobresaliente—. Joseph se giró para mirarme y su expresión se volvió preocupada de repente. —Duffy, ¿estás bien?, estás con la mirada pérdida—. —No me llames Duffy—. —Vale. ¿Estás bien Dem...? —. Antes de que pudiera decir mi nombre, me acerqué a él. Rápidamente mis labios se acercaron a los suyos. El vacío mental y emocional tomó el control al instante, pero físicamente estaba más alerta que nunca. La sorpresa de joe no duró mucho y en cuestión de segundos ya tenía sus manos en mi cuerpo. Mis dedos se enredaron en su suave pelo y su lengua se introdujo en mi boca y se convirtió en una nueva arma de guerra. Una vez más, mi cuerpo tomó el control completo de todo. 

Nada más existía en mi mente ningún pensamiento irritante que me agobiara. Incluso el sonido del estéreo de Joseph, que estaba tocando algún rock suave que no reconocí, se desvanecía mientras mi sentido del tacto se agudizaba. Era plenamente consciente de la mano de Joseph que subía por mi torso para tocar mi pecho. Con esfuerzo le aparté de mí. Sus ojos se abrieron mientras se inclinaba de nuevo hacia mí. — Por favor, no me pegues otra vez— dijo. — ¡Cállate! — Podría haber parado en ese momento. Podría haberme levantado y marchado de la habitación. Podría haber terminado con ese beso, pero no lo hice. La sensación de entumecimiento de mi mente que conseguí al besarle era tan eufórica, como si estuviera drogada, que no pude soportar que terminara tan rápido. Odiaría a Joseph, pero él tenía la llave para escapar y en ese momento le quería...le necesitaba. Sin hablar, sin dudar, me quité la camiseta y la tiré al suelo. No tuvo oportunidad de decir nada antes de que pusiera mis manos en sus hombros y lo empujara sobre su espalda. 

Un segundo más tarde estaba sentada a horcajadas sobre él y nos besábamos de nuevo. Sus dedos me desabrochaban el sujetador que se unió a mi camiseta en el suelo. No me importaba. No era consciente ni me sentía tímida. Es decir, él ya sabía que yo era  

la Duff y no tenía que impresionarle. Desabroché su camisa mientras él me quitaba el pasador de pelo con forma de lagarto y dejaba caer mis rizos caoba sobre nosotros. Selena tenía razón, Joseph tenía un gran cuerpo. La piel se estiraba sobre su pecho esculpido y mis manos bajaban por sus musculosos brazos con asombro. Sus labios se movieron por mi cuello dándome un respiro. Sólo podía oler su colonia estando tan cerca de él. Mientras su boca bajaba por mi hombro un pensamiento me vino a la cabeza. Me preguntaba por qué no me había rechazado, a mi, Duffy. Entonces me dí cuenta.

 Joseph no era precisamente conocido por rechazar a ninguna chica y yo era la que debería estar disgustada. Pero su boca presionó la mía otra vez y ese pequeño y breve pensamiento desapareció. Actuando por instinto, tiré del labio de Joseph con mis dientes, él gimió suavemente. Sus manos se movieron sobre mis costillas, dándome escalofríos en la espalda. Éxtasis. Puro y auténtico éxtasis. Sólo una vez, mientras Joseph me daba la vuelta sobre mi espalda, pensé seriamente en parar. Miró hacía mí mientras su mano experta alcanzaba la cremallera de mis vaqueros.

 Mi cerebro aletargado se despertó y me pregunté a mi misma si las cosas no habrían ido demasiado lejos. Pensé en quitármelo de encima y terminar justo en ese momento. ¿Pero, por qué tendría que parar? ¿Qué tenía que perder? ¿Qué podía ganar? ¿Cómo me sentiría dentro de una hora... o menos? Antes de que pudiera contestar a esas preguntas, Joseph me había quitado los vaqueros y las bragas. Sacó un condón de su bolsillo (vale, ahora que lo pienso, ¿quien lleva condones en los bolsillos? En la cartera vale, pero ¿en el bolsillo? Bastante presuntuoso, ¿no crees?). Sus pantalones ya estaban en el suelo también. De repente, estábamos practicando sexo y mis pensamientos estaban en silencio otra vez. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

The Duff Capitulo 16 Jemi





La voz de Selena me sobresaltó. Rápidamente, salí del dormitorio, cerré la puerta, sabiendo que no podía volver al pasado cada vez que necesitara hacer pis por la noche.
— ¡Vamos!
Logré mantener mi tono de voz normal.
— ¡Dios! Sé paciente por una vez en tu vida.
Luego, con una sonrisa forzada, fui a ver la película con mis amigas.

Después de pensarlo durante un rato, decidí que ser la “Duff” tenía muchos beneficios. Beneficio número uno: no tiene sentido preocuparse por el pelo. Beneficio número dos: ninguna presión para actuar de manera cool. Nadie se fija en ti... Beneficio número tres: ningún drama con los chicos. Me di cuenta del beneficio número tres mientras estábamos viendo Atonement en la habitación de Miley. En la película, la pobre Keira Knightley tiene que pasar por toda esa maldita tragedia con James McAvoy, pero si Keira no hubiera sido atractiva, el nunca se habría fijado en ella y no le habría roto el corazón. Al fin y al cabo todos sabemos eso de que “es mejor haber amado y perdido...”, todo ese rollo es una mierda. Esta teoría se aplica a un montón de películas. Piensa en ello.

 Si Kate Winslet hubiese sido la “Duff”, Leonardo DiCaprio no se habría enamorado de ella en Titanic y nosotros nos habríamos ahorrado un montón de lágrimas. Si Nicole Kidman hubiese sido fea en Cold Mountain, no tendría que haberse preocupado por Jude Law cuando se fue a la guerra. La lista es interminable. He visto a mis amigas pasarlo mal por un chico continuamente. Normalmente, las relaciones terminaban con ellas llorando (Miley) o gritando (Selena). A mi sólo me habían roto el corazón una vez, pero había sido más que suficiente. Así que, viendo Atonement con mis amigas, me di cuenta de lo agradecida que tenía que estar de ser la “Duff”. Bastante jodido ¿no? Desafortunadamente, ser la “Duff” no me salvaba de experimentar dramas familiares. Llegué a casa sobre la una y media de la tarde del día siguiente. 

Todavía me estaba recuperando de la fiesta de pijamas – donde ninguna habíamos dormido- y apenas podía mantener los ojos abiertos. Sin embargo, el ver mi casa en un estado de completa devastación, me espabiló al instante. Cristales rotos esparcidos por el suelo del salón, la mesita de café estaba boca abajo, como si le hubieran dado una patada y tardé más o menos un minuto en darme cuenta de que había botellas de cerveza dispersas por toda la habitación. Durante un segundo me quedé helada en la puerta pensando que nos habían robado. Entonces escuché los fuertes ronquidos de mi padre en su habitación a través del pasillo y supe que la verdad era aún peor. No vivíamos en una casa museo por lo que se podía caminar con los zapatos puestos por la alfombra. Hoy era indispensable. Cristales, que suponía procedían de varios marcos de fotos rotos, crujían bajo mis pies mientras iba a la cocina a por una bolsa de basura.

La necesitaría para limpiar todo este caos. Me sentí extrañamente entumecida mientras me movía por la casa. Sabía que tenía que estar alucinando. Quiero decir, mi padre había estado sobrio al menos los últimos dieciocho años y las botellas de cerveza dejaban bastante claro que esa sobriedad estaba en peligro, pero yo no sentía nada, tal vez porque no sabía cómo debía sentirme. ¿Qué podría haber pasado que fuese tan grave como para que recayera después de tanto tiempo? Encontré la respuesta en la mesa de la cocina, cuidadosamente disimulada en un sobre manila. — Papeles de divorcio— murmuré mientras examinaba el contenido del paquete abierto.

 — ¿Qué demonios...? —me quedé mirando la firma de mi madre en estado de shock. Quiero decir, sí, ya me imaginaba que la cosa acabaría más o menos así. Cuando tu madre desaparece durante más de dos meses te lo acabas imaginando. — Pero, ¿ahora?, ¿en serio? ¡Ni siquiera me había llamado para avisarme!, ni a papa. — ¡Maldita sea! — susurré con los dedos temblorosos. Papá no lo había visto venir. ¡Dios!, no era de extrañar que se emborrachara de repente. ¿Cómo podía hacerle esto? ¿Cómo podía hacernos eso a ninguno de los dos? A la mierda. En serio. Que le jodan. Aparté el sobre hacia un lado y cayó contra el armario donde guardamos las cosas de limpieza luchando contra las lágrimas que me ardían en los ojos. Cogí una bolsa de basura y me dirigí a la devastada sala de estar. Todo me vino de repente. Sentí un nudo en la garganta mientras cogía una de las botellas de cerveza vacías. Mamá no iba a regresar, papá había vuelto a beber y yo estaba recogiendo literalmente los pedazos. Reuní los fragmentos de vidrio más grandes y las botellas vacías y los tiré a la bolsa intentando no pensar en mi madre.

 Tratando de no pensar en que probablemente tendría un bronceado perfecto. Intentando no pensar en el atractivo latino de veintidós años al que probablemente se estaba tirando. Tratando de no pensar en la perfecta firma que había utilizado en los papeles del divorcio. Estaba enfadada con ella. Tan, tan enfadada... ¿Cómo podía haberles hecho esto? ¿Cómo podía haber enviado los papeles del divorcio sin venir a casa, ni avisarnos? ¿Acaso no sabía lo que le haría a papá? ¿Y ni siquiera había pensado en mí?, dejando a un lado que ni me había llamado para prepararme. Justo entonces, mientras daba una vuelta alrededor de la sala, me di cuenta de que odiaba a mi madre. La odiaba por haberse ido para siempre. La odiaba por habernos dejado en estado de shock con esos papeles. La odiaba por haberle hecho daño a papá. Mientras llevaba la bolsa de basura llena de marcos de fotos destrozados a la cocina, me pregunté si mi padre había querido de verdad romper aquellos recuerdos, aquellos que las fotos habían capturado de mi padre y mi madre juntos. Seguramente no. 

Esa es la razón por la cual necesitó beber. Cuando incluso eso no consiguió borrar la cara de mi madre de su mente, debió de destrozar la habitación como un borracho loco. Nunca había visto a mi padre beber, pero sé por qué lo había dejado. Alguna vez, cuando era pequeña, les había oído hablar sobre ello. Supuestamente tenía mal genio cuando estaba borracho. Tan malo que mi madre se había asustado y le había rogado que dejara de beber. Lo cual explicaba la mesa de café volcada. Pero la idea de mi padre borracho...simplemente no tenía lógica. Quiero decir, ni siquiera podía imaginarme a mi padre usando una palabra más fuerte que otra ¡maldita sea!, ¿mal genio?, no me lo podía ni creer. Esperaba que no se hubiera cortado con ningún cristal. 

Quiero decir, que yo no le culpaba por esto, culpaba a mi madre. Ella era la que le había hecho esto. Yéndose, desapareciendo, no llamando, no avisando. Mi padre no hubiera recaído si no hubiera visto esos estúpidos papeles. Estaría bien, viendo la televisión por cable y leyendo el Hamilton Journal, no durmiendo la borrachera. Me dije a mí misma que no llorara mientras ponía la mesita de café de nuevo en su sitio y aspiraba los restos de cristales de la alfombra. No podía llorar, si lloraba no tendría nada que ver con el hecho de que mis padres se estuvieran divorciando. No era una sorpresa. No tendría nada que ver con el hecho de haber perdido a mi madre, se había ido hace mucho tiempo como para llorar. No me pondría de luto por la familia que una vez tuve. Era feliz con mi vida tal y como era, sólo mi padre y yo. No, si lloraba, sería de rabia, de miedo o por algo totalmente egoísta. Podría haber llorado por lo que significaba para mí. Tendría que ser la adulta ahora. 

Tendría que cuidar de papá. Por el momento mi madre vivía como una estrella en el condado de Orange, ya estaba actuando egoístamente por las dos, así que tendría que echar a un lado las lágrimas. Justo cuando estaba guardando la aspiradora en el cuarto de la lavadora, empezó a sonar el teléfono inalámbrico. — ¿Hola? — dije. -Buenas tardes Duffy- ¡Oh, mierda!. Me había olvidado de que tenía que trabajar con Joseph en el estúpido proyecto. De toda la gente que podría ver hoy, ¿por qué tenía que ser justamente él? ¿Por qué el día tenía que ir a peor? —Son casi las tres— dijo. - ya estoy listo para ir hasta tu casa. Me dijiste que te llamara antes de salir... Estoy siendo considerado.

 -Ni siquiera sabes lo que significa eso- eché un vistazo hacia el pasillo, de donde venían los ronquidos de mi padre. El salón, aunque ya no era una trampa mortal, todavía se veía desordenada y no había forma de saber de qué humor se levantaría mi padre, sólo sabía que no iba a ser bueno. - mira, pensándolo bien, mejor voy yo a la tuya. Te veo en veinte minutos-. 

En todos los pueblos había una casa de ese tipo. Ya sabes, la que es tan increíblemente bonita que no pega con el resto del pueblo. Esa casa que es tan fastuosa que parece como si los dueños estuviesen restregándote su dinero por la cara. Cualquier pueblo en el mundo tiene una casa como esa y en Hamilton, esa casa pertenecía a la familia Jonas.