Joe permaneció largo rato
mirando el collar después de colgar. Lo había guardado para no olvidar nunca lo
que realmente querían las mujeres de los hombres. Pero Demi no era como Nicole,
y ya era hora de que dejara de compararlas. Sabía que Demi nunca le pediría que
se librara del collar. No era su estilo.
Se levantó, fue hasta la repisa de la chimenea y levantó la urna
de cristal. Tomó el collar y miró sus brillantes piedras. Estaba dispuesto a
hacer lo necesario para que Demi fuera feliz el resto de su vida. Y el día
siguiente por la mañana sería un momento tan bueno como cualquier otro para
dejar atrás el pasado. Tenía intención de desmoronar la única barrera que se
interponía entre él y la mujer que amaba.
De pie en el corral, Demi observaba a Satin mientras corría por
el pasto. El día que tanto temía había llegado. Había terminado de adiestrar al
caballo y Joe podía ocuparse de seguir enseñándole a partir de ese momento.
Además, era evidente que Joe quería que se fuera. Sabía que esa
mañana terminaba su trabajo y que se iba del rancho. Pero se había ido por la
mañana temprano y aún no había vuelto. Probablemente quería evitar una
situación incómoda cuando ella y Cooper se fueran.
Respiró profundamente y regresó hacia la casa. Seis años atrás
le costó mucho recoger los trozos de sus sueños rotos y seguir adelante con su
vida. Pero en esa ocasión sabía con certeza que nunca se recuperaría del dolor
de amar a Joe y no ser correspondida.
Se volvió al oír el sonido de un vehículo acercándose y vio que
llegaban Whiskers y Ryan. Esperaba haberse ido antes de que llegaran. Irse del
Rocking M iba a ser una de las cosas más difíciles que había hecho en su vida,
y pensar en tener que despedirse de ellos iba a hacer que resultara aún más
difícil.
—Demi! —Ryan corrió hacia ella y se arrojó entre sus brazos—. Te
he echado de menos. ¿Me has echado de menos tú a mí?
—Claro que sí —Demi tomó al niño en brazos y lo estrechó contra
sí, emocionada—. No he tenido a nadie con quien jugar a las cartas desde que te
fuiste.
—Ahora ya estoy aquí. ¿Quieres que vaya buscar unas?
—Yo, er… —Demi no se animaba a decirle que tenía que irse. Pero
los ladridos de los perritos corriendo hacia ellos pusieron fin a su dilema.
Abrazó una vez más a Ryan y lo dejó en el suelo—. Tus cachorros también te han
echado de menos.
Mientras el niño correteaba por el patio con los perros
siguiéndolo, Whiskers se acercó a Demi y sonrió.
—Me alegro de verte, pequeña.
Ella le devolvió la sonrisa.
—Todos te hemos echado de menos, Whiskers.
Al parecer, el viejo cocinero vio a través de la actitud
aparentemente animada de Demi. Frunció el ceño.
— ¿Qué sucede?
—Nada —mintió ella.
Whiskers movió la cabeza.
—Ya no veo tan bien como antes, pero no estoy ciego, pequeña.
Demi apartó la mirada.
—Me… me voy del rancho dentro de un par de horas.
— ¿Lo sabe Joe?
—No —Demi tragó con esfuerzo—. No está aquí.
—¿Dónde está?
—No lo sé. Se fue esta mañana antes de que me levantara.
—En ese caso, no te vayas a ningún sitio hasta que regrese —ordenó
Whiskers.
Demi sonrió con tristeza.
—No puedo hacer eso.
Whiskers se quitó el sombrero, lo tiró al suelo y lo pisoteó.
—Aunque viviera trescientos años, creo que nunca volvería a
encontrarme con dos personas más testarudas que tú y que Joe. No habéis dejado
de dar largas al asunto desde el día que os conocisteis, y ya empezáis a
tenerme harto —recogió su sombrero, lo sacudió contra su pierna y se alejó
hacia la casa.
Demi vio cómo cerraba la puerta a sus espaldas. Sabía que, más
que enfadado, estaba decepcionado. Desde el primer momento dejó bien claro que
le habría gustado que se quedara en el Rocking M.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Le habría encantado que el
Rocking M se hubiera convertido en el hogar que siempre había anhelado, pero la
ausencia de Joe indicaba claramente que quería que se fuera.
Irguió los hombros y alzó la barbilla. Nunca había implorado por
nada en su vida, y no iba a empezar a hacerlo. Si Joe decidía que podía dejar
su pasado y su desconfianza atrás, tendría que ir a buscarla. Ella no quería
crear una situación embarazosa estando allí cuando regresara. Tenía más
caballos que adiestrar y una vida con la que seguir adelante.
—¿Has tratado de hablar con ella? —preguntó Whiskers a Cooper.
—Hasta que me he quedado afónico —Cooper metió otra camisa en su
bolsa de viaje—. Pero una vez que toma una decisión, es imposible hacerle
cambiar de opinión.
Whiskers se rascó la cabeza.
—¿Y no hay ninguna manera de retenerla hasta que vuelva Joe?
—No creo. Ya me he tomado tres veces más tiempo del que suelo
necesitar para hacer el equipaje.
— ¿Y tu espalda? —preguntó Whiskers, esperanzado—. ¿No te está
empezando a doler un poco?
—Eso ya lo he intentado —Cooper sonrió—. Me ha hecho tomar una
pastilla.
Para cuando Demi consiguió que Cooper se animara a irse, ya
empezaba a atardecer. Le había puesto tantas excusas para retrasar su marcha
que había acabado echando su bolsa de viaje en la parte trasera de Daisy y
exigiéndole que se metiera en ella.
Cuando puso la furgoneta en marcha tuvo que hacer verdaderos
esfuerzos por contener las lágrimas. Joe no había aparecido, y el significado
de su ausencia era devastador.
—Después de que vayamos a recoger mi furgoneta en Amarillo,
¿vamos a ir un hotel a esperar hasta mañana para marcharnos a Houston? —preguntó
Cooper.
—Lo haremos si quieres. Pero Daisy no tiene aire acondicionado,
y viajar de noche puede resultar más agradable.
—A mí no me importa el calor —Cooper miró por la ventanilla y
exclamó—. ¡Para la furgoneta!
Demi pisó el freno.
— ¿Por qué?
Su hermano frunció el ceño y salió.
—He oído un ruido sibilante. Puede que se esté desinflando una rueda.
Demi bajó de la furgoneta y comprobó el estado de las cuatro
ruedas.
—Yo no he oído nada. ¿Estás seguro?
—Parece que Joe ha vuelto —dijo Cooper, y se apoyó contra el
parachoques. Parecía muy satisfecho de sí mismo.
Demi se volvió y vio el
todo terreno de Joe acercándose. Luego miró a su hermano y le soltó una retahíla
de frases realmente creativas.
—Lo has visto venir —concluyó.
—Alguien tenía que salvarte de ti misma —cuando Demi abrió la
puerta de Daisy para volver a entrar, Cooper la tocó en el hombro para que se
detuviera—. Creo que al menos deberías hablar con él.
Demi sintió el ardor de las lágrimas en los ojos.
—No sé si podré hacerlo.
Cooper se encogió de hombros mientras Joe detenía si vehículo a
unos metros de distancia.
—¿Qué puedes perder?
—El orgullo, la dignidad, el respeto por mí misma…
Joe se acercó a ellos, se detuvo con firmeza ante Demi y se
cruzó de brazos.
— ¿A dónde crees que vas?
Demi alzó la barbilla
ante su tono imperativo.
—Ya he terminado mi trabajo con Black Satin. Es hora de que me
vaya.
Joe negó con la cabeza.
—Aún tenemos unos asuntos que aclarar —se volvió hacia Cooper—.
¿Puedes llevar a Daisy de vuelta a la casa?
Una amplia sonrisa distendió el rostro de Cooper.
—No hay problema.
Joe tomó a Demi del brazo y la llevó hasta su todo terreno.
—Entra —ordenó.
—No.
—Si así es como quieres que sean las cosas, así serán —Joe la
tomó en brazos y la dejó en el asiento del copiloto. Luego se sentó tras el
volante y dirigió el coche hacia la casa—. Aún no te he pagado por tu trabajo.
—Puedes enviarme el cheque por correo.
Joe aparcó el todo terreno junto a la casa.
—Yo no hago así los negocios.
—Pues ya es hora de que empieces.
Cuando salieron, Joe esperó a que Cooper aparcara a Daisy.
—También tengo que hablar contigo.
—Cooper, ¿vas a quedarte ahí parado mientras se dedica a dar
órdenes a todo el mundo? —preguntó Demi.
—Sí —cuando su hermana le dedicó una mirada furibunda, Cooper
sonrió y se encogió de hombros—. Aún no estoy en condiciones como para
atizarlo.
—No lo harías aunque pudieras.
Cooper miró a Flint y luego a su hermana.
—No.
Joe llevó a Demi al estudio.
—Quédate aquí mientras hablo con tu hermano.
Cerró la puerta antes de que pudiera protestar e hizo una seña a
Cooper para que lo acompañara a la cocina.
— ¿Has pensado en lo que vas a hacer cuando terminen tus días de
rodeo?
—En realidad no.
—Bien —Joe le entregó unos papeles—. Acabo de hablar con un
amigo mío. Está buscando un comentarista para su compañía de rodeos. ¿Te
interesaría algo así?
— ¡Claro! —Cooper estrechó efusivamente la mano de Joe—.
Gracias, Jonas.
Joe se encogió de hombros.
—Tendrás que hablar con él, pero el trabajo es tuyo si lo
quieres —hizo una pausa—. Tengo otra cosa que preguntarte. ¿Tienes algún
problema en que me case con tu hermana?
Cooper rio.
—No, pero te advierto que es una mujer de armas tomar.
Joe también rio.
—Eso hará que la vida resulte más interesante.
Whiskers salió en ese momento de la despensa con el rostro
radiante.
—Ya era hora de que volvieras —señaló con un dedo hacia el
pasillo—. Y ahora, echa el lazo a esa chiquilla antes de que se te escape.
¿Por qué no le dejaba irse con al menos un poco de dignidad?,
pensó Demi mientras caminaba de un lado a otro del estudio con los puños
cerrados. Estaba furiosa con Joe por haberla obligado a tener el enfrentamiento
que se avecinaba.
Cuando se acercó a la repisa se detuvo en seco. Algo no
encajaba. Faltaba algo. Antes de que pudiera deducir de qué se trataba, Joe
entró en el estudio.