jueves, 30 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 21



— ¿Has terminado por hoy con Satin, Demi? —preguntó.
—Sí —ella logró contener la risa. Era un consuelo saber que no era la única que estaba sufriendo a causa de un calor que no tenía nada que ver con la temperatura exterior.
—Necesito que me ayudes a trasladar uno de los rebaños pequeños al Cañón del Diablo —dijo Joe mientras se ponía el sombrero.
—El hombre del tiempo ha advertido de la posibilidad de alguna inestabilidad atmosférica —advirtió Whiskers—. Si la cosa empieza a ponerse fea, buscad un lugar en el que refugiaros, ¿de acuerdo?
Demi recogió el pelo en el interior de su sombrero y siguió a Joe.
—No te preocupes. Si es necesario, lo haremos —prometió.
Cuando la pareja se hubo alejado lo suficiente, Whiskers rio animadamente.
—Con eso cuento, pequeña.
Demi se alejó con pesar del cañón. Le había parecido uno de los lugares más bonitos del rancho de Joe. El contraste de la hierba verde y exuberante con los estratos de tierra multicolor de las paredes del cañón la habían dejado maravillada.
—Es difícil llegar aquí —comentó cuando salieron del estrecho desfiladero —, pero es un lugar realmente precioso. Es casi como un oasis en medio del desierto.
Joe rio.
— ¿Un trozo de cielo en medio del infierno?
—Eso lo resume más o menos —asintió Demi, sonriendo.
Joe miró un momento a lo lejos antes de volver a hablar.
—Ya no tendrás que volver a preguntar a Brad en qué parte del rancho vas a trabajar.
— ¿Por qué?
Joe detuvo su caballo y esperó a que ella hiciera lo mismo.
—Porque de ahora en adelante vas a trabajar conmigo.
—Soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma.
—Esto no es negociable —dijo Joe con firmeza. —Alargó una mano para tomarla del brazo—. Ayer, alguien en el rancho trató de hacerte daño. El único modo de impedir que vuelva a suceder es manteniéndote junto a mí.

La sensación de la mano de Joe en su brazo, la mirada protectora de sus oscuros ojos marrones, hicieron que el estómago de Demi se encogiera.
—De acuerdo —dijo, sencillamente. Cuando el sonido de un trueno retumbó en la distancia, señaló hacia el horizonte—. Puede que por fin nos de un respiro el calor.
Joe la soltó y observó el cúmulo de nubes oscuras que se estaban amontonando en el suroeste. Maldijo entre dientes. Aún a varios kilómetros de ellos, el centro de la tormenta iba adquiriendo fuerza según avanzaba por la pradera. El viento arreciaba mientras las quebradas líneas de los rayos iluminaban amenazadoramente el horizonte. Empezó a llover.

Evaluó rápidamente la situación. Estaban demasiado lejos del cañón como para refugiarse en él y, a menos que la tormenta cambiara rápidamente de dirección, se iban a topar de lleno con ella.
—Esperaremos a que pase en la vieja cabaña del Circle S —dijo, tomando una rápida decisión. Protegida en tres de sus caras por las laderas de las montañas, la maciza cabaña se hallaba a sólo medio kilómetro de allí y era el mejor refugio que podían encontrar en aquellas circunstancias—. Sígueme.
Hizo girar su caballo y lo puso al galope. Demi lo siguió de inmediato. En cuanto llegaron a su destino y ataron a los caballos en el cobertizo, Joe tomó las alforjas y empujó a Demi hacia la cabaña justo cuando empezaba a granizar.

Una vez dentro, le hizo tumbarse rápidamente en el suelo y la cubrió con su cuerpo para protegerla. El viento en el exterior se convirtió en un rugido ensordecedor.
—Es un tornado —dijo junto a su oído—. Estate quieta.
Demi aferró con ambas manos la pechera de la camisa de Joe, cuyos músculos se tensaron de inmediato. La deseaba con cada fibra de su cuerpo. Quería…
Y entonces, tan rápido como había llegado, la tormenta pasó.
Demi movió las piernas y Joe necesitó unos segundos para comprender que trataba de levantarse.
—Tranquila, cariño —se levantó y tiró de ella—. Ya ha terminado.
—Gracias a Dios —dijo Demi con voz temblorosa.
Joe miró su rostro arrebolado y sintió un destello de ardiente deseo. Tenerla debajo había sido una mezcla de cielo e infierno. Lo que más deseaba en aquellos momentos era desnudarla y dar el último paso hacia el final de la tormenta.

Para controlarse, se obligó a mirar a su alrededor.
—Hace tiempo que no venía por aquí, pero parece que está bastante limpia.
—He visto lugares peores —dijo Demi.
Joe fue hasta la puerta y se asomó al exterior. El tornado había pasado, pero los rayos aún iluminaban de cuando en cuando el cielo y la lluvia no mostraba señales de ir a remitir.
Probablemente necesitaba que le examinaran la cabeza, pero no lamentaba en lo más mínimo verse atrapado en aquel lugar. Había alcanzado su límite, y era suficientemente hombre como para reconocerlo. Mordiéndose el interior del labio para no sonreír, trató de buscar el modo más adecuado de poner al tanto a Demi de algo de lo que probablemente no querría saber nada. Finalmente decidió que lo mejor era ser directo.
—Vamos a tener que pasar la noche aquí, querida.
—Supongo que estás de guasa, ¿no?
—Me temo que no. Aunque ahora mismo dejaran de caer rayos, la riada nos impediría volver. Esta clase de lluvia es capaz de transformar la quebrada en un torrente indomable.
Demi no dudó de la palabra de Joe. Sabía que una quebrada seca como un hueso podía transformarse en un instante en un río de corriente rápida. Miró a su alrededor y gimió. Solo había una cama.
Se volvió hacia Joe.
— ¿Estás seguro de que no hay forma de salir de aquí?
—Ninguna —contestó él, y a continuación hizo una rápida llamada a Whiskers para hacerle saber que se encontraban bien. Luego se encaminó hacia la puerta—. Voy a atender a los caballos.
Incapaz de decir nada, Demi se limitó a mirar cómo salía.
Joe regresó unos minutos después y encontró a Demi leyendo las etiquetas de algunas latas. Fue hasta la cama y se sentó en ella.
—Aún nos quedan algunos sándwiches del almuerzo.
—Sí, pero he pensado que sería agradable acompañarlos con algo más —dijo Demi—. ¿Crees que al dueño le importará?
—No —Joe se quitó las botas y se estiró en el catre—. De hecho, le alegrará que haya cierta variedad en su próxima comida.

Demi arqueó una ceja.
—Creía que habías dicho que esta cabaña pertenecía al Circle S.
—Así solía ser —Joe empujó el sombrero sobre sus ojos y colocó las manos tras su cabeza—. Hace unos treinta años, mi padre compró el Cicle S al padre de Jed —vio que Demi miraba una lata con gesto escéptico—. Eso debería estar en perfecto estado. Los muchachos usan la cabaña como campamento base durante la época de caza.
Por debajo del ala de su sombrero, Joe vio que Demi asentía y luego se volvía hacia la mesa. Se le cayó el abrelatas. Estaba tan nerviosa como él. Ambos sabían que ya no había obstáculos… ni viejos entrometidos y charlatanes, ni niños jugueteando alrededor, ni ojos siniestros observándolos. Esa noche, nada impediría que exploraran la química que había entre ellos.
Cuando Demi dejó la lata en la mesa, él se quitó el sombrero, se levantó de la cama, se acercó a ella de dos zancadas y la tomó entre sus brazos.
—Joe…
—Calla, querida —Joe deslizó las manos por su rígida espalda y la besó en la sien—. Te deseo. Lo sabes. Pero no voy a saltar sobre ti simplemente porque estemos a solas. Nunca he tomado nada que una mujer no quisiera darme voluntariamente, y no voy a empezar a hacerlo ahora. Cuando hagamos el amor, será porque tú lo desees tanto como yo.

Demi se apartó un poco para mirarlo a los ojos. Cuando era más joven se convenció a sí misma de que deseaba a Dan. Pero sus escasos y torpes intentos de hacer el amor acabaron por avergonzarlos a ambos. En aquellos momentos comprendió que lo que había sentido por Dan había sido el amor puro e inocente de una adolescente. Sin embargo, sus sentimientos por Joe eran los de una mujer.
Nunca había experimentado la necesidad de una mujer, la pasión de una mujer por un hombre. No hasta que Joe la había abrazado y besado.
Y en aquel momento también comprendió que nunca volvería a experimentarlo con otro hombre. Solo con Joe.
Trató de pensar en las complicaciones que podía traerle aquello, pero las apartó enseguida de su mente. La decisión había sido tomada en el momento en que Joe la había estrechado entre sus brazos.
La madre naturaleza los había empujado a aquella pequeña y desolada cabaña para que estuvieran juntos.
—Te deseo —susurró.

Errores Del Ayer Cap 20



Joe contempló la cincha que había dejado en su escritorio. En condiciones normales, cuando un caballo se encabritaba el jinete podía al menos tratar de sujetarse a la silla. Pero en aquel caso, aquella pequeña seguridad había sido eliminada. Si Satin hubiera reaccionado de otro modo…
Respiró profundamente. Quien quiera que hubiera cortado la cincha había anticipado una reacción violenta por parte del caballo la primera vez que fuera montado. Un caballo como aquel podía matar a una persona de una sola coz.
— ¿Joe? —Demi se asomó a la puerta del despacho—. Whiskers me ha dicho que querías verme.
—Tenemos que hablar.

—De acuerdo —Demi ocupó la silla que había frente a él—. ¿Hay algún problema?
—Voy a extenderte un cheque por la cantidad estipulada en tu contrato más el salario por los días que has trabajado en el rancho —Joe hizo una pausa. Aunque su corazón no estuviera conforme, su mente había decidido que aquella era la mejor decisión que podía tomar—. Quiero que te vayas del Rocking M mañana a primera hora.
— ¿A qué viene esto, Joe?
Él sacó un cheque de un cajón de su escritorio y lo rellenó. Luego lo empujó hacia ella.
—Ambos sabemos que lo que ha pasado con Satin esta tarde no ha sido un accidente. Alguien tenía intención de hacerte daño.
—Sí, pero…
—No pienso permitir que vuelva a suceder nada parecido.
Demi vio el auto reproche en la mirada de Joe, el arrepentimiento. Su corazón latió más deprisa al ver que estaba dispuesto a poner en peligro el programa de adiestramiento de Satin y su propósito de convertirlo en un campeón con tal de protegerla.
—Gracias —tomó el cheque y lo rompió en pedacitos—. Pero aún no he terminado mi trabajo, y no vas a librarte de mí hasta que lo haga. No pienso irme hasta que acabe.
Joe sacó otro cheque.

—Te estoy liberando de tu contrato con toda la paga.
—Eso ya lo he entendido —Demi se reclinó contra el respaldo del asiento—. Aprecio tu ofrecimiento en lo que vale, pero no me queda más remedio que rechazarlo.
— ¡Ni hablar! —Joe se puso en pie—. ¿No comprendes? Corres peligro quedándote aquí. No puedo garantizar tu seguridad.
—No te pido que lo hagas. Lo único que quiero es tu confianza, Joe.
—Ya la tienes, querida.
A pesar de que externamente parecía calmada, por dentro Demi era un manojo de nervios. Poco antes le habría parecido bien irse del Rocking M, pero la idea de dejar a joe en aquellos momentos no le gustaba nada. Tenía serios problemas, y no pensaba abandonarlo. Además, el asunto se había convertido en algo personal cuando el culpable había roto la cincha de la silla.

—Lo que ha pasado hoy ha sido en parte culpa mía —admitió—. Debería haber comprobado todos los correajes antes de ensillar a Satin.
—No había ningún motivo para que lo hicieras —Joe rodeó el escritorio y se detuvo ante ella—. La silla y la cincha eran nuevas.
Demi se levantó.
—Sí, pero si hubiera tomado las precauciones debidas, lo habría visto.
Demi la tomó por los hombros.

—Eso no cambia el hecho de que alguien pretendía hacerte daño.
—Pues quien sea se habrá llevado una gran decepción —Demi tomó las manos de Joe de sus hombros y colocó en una de ellas el cheque roto—. Nunca he huido de nada en mi vida, y no pienso empezar ahora. Voy a terminar de entrenar a Satin para que se convierta en un gran campeón.
Joe pasó una mano tras su cintura y la besó. Ella abrió la boca para que pudiera penetrarla con su lengua y el dejó escapar un irregular suspiro.

Demi estaba dispuesta a poner en peligro su propia seguridad para ayudarlo. Nunca había conocido a una mujer tan sacrificada. Nicole no lo había sido. El interés de su ex esposa por él no había ido más allá de su cuenta en el banco y cómo dilapidarla. Pero Demi no era como Nicole. El dinero no era importante para ella.
Relajó el puño en el que sostenía el cheque roto y los trozos cayeron al suelo. Apoyó una mano sobre uno de los pechos de Demi y le acarició el pezón con el pulgar. Recompensado por su gemido de placer, se estremeció ante la fuerza de la necesidad que recorrió su cuerpo como una ola.
Cómo la deseaba… Y no solo físicamente. Lo asustaba reconocerlo, pero ya no podía negarlo más. Quería poseer su cuerpo y su alma.
— ¿Le sucede algo malo al corazón de Demi, papá? —preguntó Ryan a la vez que tiraba de la manga de la camisa de su padre.
El niño y los cachorros habían entrado inadvertidamente en el despacho y observaban a los adultos con curiosidad.
Cuando Demi fue a apartarse, Joe la retuvo a su lado.
—Su corazón estaba latiendo demasiado deprisa —dijo, y apartó la mano de su pecho—. Sólo quería comprobar si se encontraba bien.
Demi enterró el rostro en su hombro, intensamente ruborizada. ¿No se le podía haber ocurrido una excusa mejor?

—Seguro que aún está asustada por el susto que le ha dado Black Satin —dijo Ryan solemnemente.
—Creo que tienes razón —asintió Joe—. ¿Sabes si le han sobrado algunas galletas a Whiskers?
—Me ha pedido que viniera a deciros que tiene preparado un tentempié para nosotros —Ryan miró a Demi, claramente desconcertado—. Tienes la cara muy roja. ¿Aún te duele el corazón?
Demi asintió a la vez que rogaba para que se la tragara la tierra.
Cuando Ryan le palmeó un brazo para manifestarle su simpatía, Joe tuvo que aclararse la garganta para reprimir la risa.
— ¿Quieres ir a decirle a Whiskers que vamos enseguida?
—De acuerdo, papá —Ryan corrió hacia la puerta, pero se volvió antes de salir—. Te sentirás mejor después de tomar un vaso de leche y unas galletas, Demi.
—Creo que voy a pasar del tentempié —dijo ella cuando recuperó la voz—. Lo mejor será que me vaya a la cama.
Ryan asintió y se puso a llamar a Whiskers a voces mientras corría por el pasillo seguido de los cachorros.
Demi no va a comer nada. No se siente muy bien y papá le ha puesto una mano en el corazón para ver qué tal está. ¿Pueden comerse sus galletas mis perritos?
La risa de Whiskers llegó alta y clara hasta el despacho.
— ¿Sigue alterado tu corazón? —preguntó Joe, con una traviesa sonrisa en los labios.
Demi volvió a ruborizarse.
—No, ha dejado de latir por completo.

Sin decir nada más, se encaminó hacia la puerta. Cualquier cosa que dijera empeoraría las cosas. Y, por primera vez en su vida, optó por el camino del cobarde.
Demi evitó la brillante mirada de Whiskers al entrar en la cocina y fue directamente a la nevera por algo de beber. No tenía intención de hacer ningún comentario sobre el embarazoso incidente de la noche anterior. Y si el viejo cocinero sabía lo que le convenía, tampoco diría nada al respecto.
— ¿Has visto a Brad? —preguntó.
—Joe lo ha mandado a la ciudad —Whiskers la observó mientras se servía un vaso de zumo de naranja y movió la cabeza—. ¿Eso es todo lo que piensas desayunar?
Demi se dejó caer en una silla.
—Hace demasiado calor como para comer.
—Eso no puedo discutírtelo —el cocinero bajó la voz y añadió —: No le diría esto a cualquiera, pero en días como estos es cuando más me alegro de haber envejecido y de haber tenido que ocuparme de la cocina y de la casa. Quedarme aquí disfrutando del aire acondicionado mientras los jóvenes salen a atrapar el ganado no me molesta en lo más mínimo.
Divertida, Demi preguntó.

— ¿Aunque tengas que compartir la casa con tres perros?
—Esos bichos están fuera, donde les corresponde —dijo Whiskers con firmeza—. Y ahí van a seguir. No van a volver a destrozarme más botas. Cuando he encontrado las últimas que me había comprado solo les quedaban las suelas.
Demi rio. Había visto los restos de las botas a las que se refería, y tenía razón. Terminó su zumo y preguntó:
— ¿Ha dejado Brad algún mensaje para mí antes de irse?
—No. Joe ha dicho que hoy trabajarías con él después de tu sesión con Black Satin.
— ¿Sabes dónde está?
—Ha llevado a Ryan a ver el nuevo ternero, pero no creo que tarden, porque ya llevan un buen rato fuera —Whiskers fue cojeando a la despensa—. Me ha dicho que prepare unos sándwiches porque no vais a volver a comer.
Antes de que Demi pudiera preguntar si Joe había mencionado dónde iban a trabajar, este y Ryan entraron en la cocina.
—Papá me ha regalado un ternero —dijo el niño al pasar corriendo junto a ella en dirección a las escaleras. De pronto se detuvo y se volvió—. ¿Qué tal está hoy tu corazón?
Demi asintió, ruborizada.
—Estoy mucho mejor, Ryan. Gracias por preguntar.
—Bien —Ryan empezó a subir las escaleras—. Tengo que ir por mis guantes. Voy a ayudar a Brad con mi ternero cuando vuelva.

Joe había visto cómo se ruborizaba Demi. Su pelo caía sobre sus hombros como una cascada dorada. La miró de arriba abajo y sintió que le costaba respirar Con la luz del sol a sus espaldas, su fina camiseta bien podría haber sido transparente. El tono amarillo pálido iba muy bien con el moreno de su piel, pero hacía poco por ocultar el contorno de su cuerpo, la plenitud de sus pechos…

— ¿Te encuentras bien, Joe? —preguntó ella, y se acercó a él—. Te has puesto un poco colorado.
Whiskers salió en ese momento de la despensa y se fijó en las mejillas enrojecidas de Joe.
—Se recuperará. He visto ese fenómeno antes cuando un hombre tiene demasiado calor —riendo, entregó a Joe un par de alforjas. Luego sonrió a Demi—. Échale un poco de agua fría encima. Se recuperará enseguida.
Joe miró al cocinero con cara de pocos amigos mientras tomaba las alforjas y uno de los teléfonos móviles que había comprado desde el accidente de Jim.

sábado, 25 de agosto de 2012

Amor Desesperado



Argumento:

Cuando Nick Nolan la defendió de su hermano, Miley supo que estaba destinado a ser su auténtico héroe, el hombre que siempre amaría. Pero pasaron los años y Nick, caballero de brillante armadura, quedó como un recuerdo de infancia.
Y de pronto, le pidió que simulara ser su prometida durante un mes. Miley descubrió que eso no era suficiente. Quería derretir sus defensas, llegar hasta el hombre pasional que había tras su frío afecto…y convertir su compromiso temporal en un matrimonio para toda la vida.

Errores Del Ayer Cap 19



Demi tomó impulso, montó al caballo y palmeó su cuello sin dejar de hablarle. En lugar de ponerse tenso, Satin parecía interesado en lo que le decía. Golpeándolo suavemente con los talones, lo puso al paso y luego al trote. Confiada ante la reacción del caballo, alabó su buen comportamiento para estimularlo.

De pronto, totalmente concentrada en su tarea, supo que algo iba mal. La silla empezó a deslizarse hacia un costado, haciendo perder al caballo las sensaciones de la presión de sus piernas. Todo sucedió en un instante. Demi y la silla acabaron en tierra mientras, asustado, Black Satin se encabritaba y pateaba el aire con los cascos delanteros.
Mientras se ponía en pie, Demi vio que Joe estaba a punto de saltar la valla.
—Limítate a mantener a Ryan alejado de la valla —dijo en tono imperativo mientras se acercaba al asustado semental—. Deja que trate de calmar a Satin.

Una combinación de adrenalina y miedo recorrió el cuerpo de Joe mientras agarraba con todas sus fuerzas la parte alta de la valla. Si el caballo trataba de cargar contra Demi, ¿podría sacarla a tiempo de allí?
Asombrado, vio que Satin dejaba sus agitados movimientos y movía la cabeza de un lado a otro mientras escuchaba el murmullo de la voz de Demi. Cuando lo tomó por la brida, se tensó un momento, pero enseguida se relajó, como si entendiera lo que le estaba diciendo.

—Ve por otra silla, Joe —dijo Demi mientras acariciaba el cuello del caballo.
—No —el corazón de Joe aún latía con fuerza contra sus costillas, y no creía que pudiera sobrevivir a otro episodio como aquel—. Espera hasta mañana, cuando esté más calmado.
—Tiene que comprender enseguida que no hay nada que temer. Ve por la silla.
Contra su voluntad, Joe hizo lo que le pedía.
—No tienes por qué hacer esto —dijo mientras se la entregaba.
—Sí tengo que hacerlo —sus manos se tocaron y se miraron unos segundos—. No va a pasarme nada. Te lo prometo.
Joe no creía haber hecho nunca nada tan difícil como permanecer al margen mientras Demi volvía a pasar por el mismo proceso con el caballo. Contuvo el aliento cuando este irguió las orejas y giró los ojos mientras Demi lo montaba. Pero una vez que Satin comprendió que no iba a suceder nada más, se relajó.

Para cuando Demi devolvió al semental a su casilla en el establo, Joe se sentía agotado. Nunca había experimentado tanto miedo como cuando la había visto caer. Y nunca se había sentido tan impotente. Si Demi no hubiera podido levantarse rápidamente, sabía que no habría podido llegar a tiempo de sacarla de debajo de los cascos del caballo.

Cuando Demi volvió al corral, la recibió con los brazos abiertos y ella se refugió en ellos de inmediato. El incidente la había alterado más de lo que habría querido reconocer. Su pequeño cuerpo temblaba, y se aferró a él como si las piernas no la sostuvieran.
Joe la estrechó con fuerza entre sus brazos.

—Me has dado un susto de muerte. ¿Qué ha pasado?
Antes de que ella pudiera responder, Ryan corrió hasta ellos.
— ¿Estás bien? —preguntó, preocupado.
Demi acarició la mejilla del niño.
—Estoy perfectamente, cariño.
Joe pasó un brazo por sus hombros y tomó a Ryan en el otro. Permanecieron en silencio unos momentos, abrazados.
—Vamos a ver esa silla —dijo Joe finalmente, y dejó al niño en el suelo.
—Se ha roto la cincha —explicó Demi.
Entraron al corral, donde la silla aún yacía en el polvoriento suelo. Joe la colocó sobre lo alto de la valla y examinó la cincha.
—No se ha roto sola —miró a su alrededor al notar una vez más que alguien los observaba. Casi pudo oler el odio—. La han cortado.

Errores Del Ayer Cap 18



Joe se encaminaba hacia la casa cuando Jed lo llamó desde la puerta del establo.

—Joe, creo que será mejor que vengas a echar un vistazo a esto.
Hizo una seña para que se acercara y cuando entraron en el establo le enseñó un trozo de papel sujeto a una de las sillas en el cuarto de los aperos.
—Lo he encontrado cuando he venido por unas bridas. He pensado que era mejor dejarlo en el mismo sitio hasta que lo vieras.
Joe miró la nota que se hallaba en el centro del asiento de cuero. Las palabras habían sido formadas con letras recortadas de alguna revista.
Es hora de que pagues por lo que has hecho —leyó Joe en voz alta. Luego fue hasta el teléfono que había junto a la puerta—. Antes de tocar nada, quiero que comprueben las huellas que hay en la silla y en la nota.
Una hora después, Joe y sus hombres observaban a Troy Bartlow, el sheriff del condado, mientras esparcía un polvillo blanco sobre la silla.

—Aquí hay unas buenas huellas —dijo cuando las imágenes se hicieron más visibles. Sacó una cámara de su bolsillo, tomó unas fotos y luego cubrió cada huella con una cinta adhesiva transparente. Después de imprimirlas en un papel especial, el sheriff se volvió hacia Joe—. Las pasaremos por el ordenador para ver qué sacamos. Si quien lo ha hecho tiene antecedentes de cualquier clase, averiguaremos quién es. ¿Sabes si han tomado las huellas de algunos de tus hombres antes?

—Tomaron las mías cuando estaba en el ejército —dijo Jed.
Cuando Brad y Tom negaron con la cabeza, el sheriff Bartlow sacó una almohadilla de tinta y unos cartones de su cartera.
—Será mejor que os las tomemos para eliminar cualquier posible confusión —hizo una pausa para mirar a Joe—. ¿Alguien más tiene acceso al cuarto de los aperos?
—La señorita Lovato entra a menudo debido a su trabajo —dijo Jed.
—En ese caso, será mejor que también tome sus huellas.
Demi llamó a la casa. Aquello no le gustaba, pero Jed tenía razón. Recordaba haber visto a Demi en el cuarto de los aperos poco antes de que apareciera la nota.
Demi llegó unos minutos después, justo cuando el sheriff acababa de tomar las huellas a Brad y a Tom.
—Puedo decirle ahora mismo que encontrará mis huellas por toda la silla —dijo en cuanto le explicaron lo que sucedía—. Es la que he usado para montar estos días.

Joe estaba a punto de salir para comprobar el estado de los pastos de la zona norte del rancho cuando el sheriff llamó para comunicarle que no había ninguna huella en la nota. Pero las de Demi aparecían por toda la silla, como ella misma había predicho.

Aquello no era ninguna evidencia conclusiva, razonó Joe mientras ponía su caballo al trote. No quería creer que fuera Demi la que estaba pasando información a los ladrones de ganado. Pero el número de sospechosos empezaba a reducirse. Joe confiaba en Whiskers implícitamente. Jim era incapaz de moverse sin sus muletas, de manera que quedaba descartado. Eso solo dejaba a Jed, Tom y Brad. Joe los conocía hacía años y los consideraba empleados muy valiosos. No le hacía ninguna gracia pensar que alguno de ellos pudiera estar implicado con los cuatreros.

Cuando Demi pasó la mano por el lomo de Black Satin, el magnífico animal se estremeció de placer. No pensaba trabajar con él aquella tarde, pero la temperatura había bajado varios grados y aún quedaban varias horas de luz. Además, cuanto antes terminara de adiestrar al semental, antes podría dejar el Rocking M y distanciarse de su dueño. Y por mucho que anhelara sus caricias, no pensaba ceder a la atracción que había entre ellos. Tenía planes que no incluían implicarse en una relación con un tipo duro como Joe Jonas.
Era un buen hombre. La clase de hombre que siempre había esperado encontrar. Honrado y directo. Trabajaba duro para alcanzar las metas que se proponía, y no le gustaba andarse con zarandajas. Si quería algo, iba por ello.

Pero, seis años atrás, Demi había prometido no permitir jamás que nada se interpusiera entre ella y un hogar propio. Y una relación con el dueño del Rocking M se habría interpuesto en sus planes. Además, estaba segura de que Joe aún no creía por completo en su inocencia, y no tenía intención de ofrecerle una relación a largo plazo. Y ella no se conformaría con menos.
—Te hemos echado de menos durante la cena.
Demi alzó la mirada. Joe y Ryan estaban junto a la valla.
—No tenía hambre.
— ¿Cuándo vas a montar a Black Satin? —preguntó el niño, ilusionado.
Demi miró a Ryan y luego a su padre. Habían llegado a significar tanto para ella… Nada le habría gustado más que formar parte de su pequeña familia. Pero cuanto más tardara en irse de allí, más parte de su corazón se quedaría en el rancho cuando se fuera.
Tomó una decisión inmediata.
—Ahora mismo.
—Un momento —protestó Joe. Cuando Demi fue a salir del corral para dirigirse al cuarto de los aperos, se interpuso en su camino—. ¿Por qué no esperas a…?
—Satin está listo y yo también —ella trató de rodearlo—. No hay motivo para retrasarlo más.
A Joe no le gustaba la idea de que Demi montara el semental. Satin seguía sin aceptar a nadie cerca que no fuera ella. Para él, eso era indicio de una posible reacción imprevisible con la que no quería jugar.
—Hay tiempo de sobra —dijo, sujetándola por un brazo—. No hay motivo para precipitarse.
Demi lo miró un momento antes de dar un suave tirón para librarse de su mano.

—Yo soy la adiestradora, ¿recuerdas? Yo he organizado el programa, he controlado los progresos de Satin y soy yo la que decide cuándo está mentalmente preparado para algo nuevo —apoyó un dedo contra el pecho de Joe—. Y ahora, apártate y deja que haga mi trabajo.
Con el ceño fruncido, Joe la observó mientras desaparecía en el establo para tomar una silla del cuarto de los aperos. Enseguida volvió al corral. Para él era evidente que estaba disgustada por algo más que por su intento de interferir en el adiestramiento de Satin. Había visto una tristeza en su mirada que antes no estaba allí, y también había notado que las manos le temblaban.
Demi palmeó al caballo y luego empezó a hablarle en el tono ininteligible que Joe había llegado a reconocer como su forma de tranquilizar al animal.

Permanecer al margen mientras ensillaba a Satin fue una de las cosas más duras que había hecho en su vida. Sabía que el caballo podía estallar en cualquier momento. Pero vio con alivio que Demi concluía la tarea y lo llevaba al centro del corral sin ningún incidente.
Contuvo el aliento cuando Demi introdujo un pie en el estribo. El apoyó automáticamente un pie en el primer tablón de la valla, dispuesto a saltar al interior en cuanto el caballo diera el más mínimo indicio de no querer ser montado.

Errores Del Ayer Cap 17



—Eso no puedes saberlo. Los accidentes ocurren. Podrían haber resultado heridos al cruzar una calle, o bajando unas escaleras —tomó a su hermana por la barbilla y la obligó a mirarlo—. El destino juega un papel muy importante en nuestras vidas, hermanita. Si tiene que suceder, sucederá. Y apenas se puede hacer nada al respecto.
Joe observó a Demi mientras esta caminaba por el sendero que llevaba a la casa. No habían hablado desde el incidente con su hermano. De hecho, era la primera vez que la veía desde la mañana.
Y lo mejor que podía hacer en aquellos momentos era desaparecer. Cuanto más estaba con ella, más quería que llegaran a conocerse.
Pero cuando se apartó de la barandilla del porche, sus pasos le llevaron directamente hacia ella. Trató de decirse que solo quería comentar los progresos de Black Satin.
Cuando la alcanzó y se puso a caminar a su altura trató de pensar en algo que decir. ¡Maldición! ¿Acaso había olvidado cómo iniciar una conversación?
— ¿Tenías algo en mente, Jonas?
—No. Solo quería pedirte disculpas por…
—No hace falta. Sé que Cooper y tú no habéis podido evitarlo. —Demi se encogió de hombros—. Los asnos son asnos y siguen siéndolo hasta el fin. Da lo mismo que los tiñas, que les pongas flores en la crin o un sombrero en las orejas. Siguen siendo asnos.
Joe se detuvo a mirarla un momento antes de romper a reír.
—Supongo que me lo tengo merecido.
—Desde luego —dijo Demi, devolviéndole la sonrisa.
Permanecieron mirándose. Sin advertencia previa, el ambiente se cargó de anticipación.
Demi se estremeció al ver el profundo anhelo que reflejaban los ojos de Joe, su intensa necesidad.
—Joe, no pienso…
—Yo tampoco —susurró él—. No cuando estoy cerca de ti —alargó las manos para atraerla hacia sí—. Ahora mismo, todo lo que quiero es sentir —rozó con sus labios los de ella—. Sentirte a ti —volvió a besarla—. A mí —la besó una vez más—. Juntos.

Demi lo rodeó por la cintura con los brazos. ¿Cómo podía resistir una mujer palabras como aquellas? Joe movió su boca sobre la de ella con tal delicadeza que no pudo resistirse. Su cuerpo se acaloró mientras él la besaba como nunca antes la había besado. Marcó el contorno de su boca con la lengua, le mordisqueó los labios con sus fuertes dientes y luego los suavizó con pequeños y repetidos besos.

Por primera vez en su vida, Demi dejó a un lado sus inhibiciones y se entregó completamente al beso de Joe. Permitió que sus lenguas se encontraran, que bailaran juntas una sensual danza. Una embriagadora sensación de poder femenino se apoderó de ella al oír el ronco gemido de placer que escapó de la garganta de Joe.
Él sintió el calor de un poderoso fuego creciendo en su alma. Sabía con certeza que cuando por fin estuvieran juntos sería la pura perfección. Dos mitades de un todo inequívocamente completo.
Mientras se apartaba un poco para mirar los ojos cargados de pasión de Demi sintió que se erizaba el vello de la nuca. Tuvo la clara sensación de que alguien los observaba.

Estaban bastante apartados de la casa, de manera que no podían ser Whiskers o Ryan. Además, los ojos que los observaban eran siniestros y estaban cargados de odio. Podía sentirlo en los huesos.
—Podría seguir así toda la noche, Demi, pero tenemos compañía —susurró junto a su oído. Cuando ella trató de apartarse, la retuvo junto a sí—. Quiero que te quedes a mi lado. Vamos a volver caminando hacia la casa como si no sucediera nada. Pero si te doy una voz, quiero que corras como el diablo y no mires atrás. ¿Entendido?
Demi asintió.
— ¿Quién crees que es?
Joe pasó un brazo por sus hombros y se encaminó hacia la casa.
—No lo sé. Pero no debe traerse nada bueno entre manos, o de lo contrario hbría hecho notar su presencia.
Cuando entraron en el estudio, Joe respiró aliviado. Tras alertar a Brad por teléfono, tomó su rifle.
— ¿Qué quieres que haga? —preguntó Demi.
—Nada. Quédate aquí.
—Pero podría…
—He dicho que te quedes aquí —insistió Joe—. Voy a encontrarme con Brad en el establo. Fuera quien fuese, lo más probable es que se haya ido cuando ha visto que entrábamos en casa —se encaminó hacia la puerta—. Pero quiero comprobar si ha dejado alguna pista que nos pueda indicar de quién se trata y qué pretende.
—Ten cuidado.
Joe se volvió y besó rápidamente a Demi en los labios.
—Descuida. Tenemos un asunto pendiente.
Aún no había amanecido cuando alguien llamó a la puerta del estudio de Joe. Éste apartó la mirada de los libros de contabilidad.
—Adelante.
Cooper se asomó a la puerta.
— ¿Tienes un minuto?
—Claro. Siéntate.
—Demi me ha dicho que últimamente habéis tenido algún problema —dijo Cooper tras sentarse frente al escritorio.
Joe asintió.
—Al principio sólo estaban robando un poco de ganado, pero últimamente la cosa ha empezado a ponerse más fea.
—Eso he oído. Demi mencionó que alguien os estaba espiando anoche.
—Brad y yo encontramos algunas huellas, pero nada más —admitió Flint—. Jed estaba junto al establo de las yeguas preñadas, pero tampoco vio a nadie. Fuera quien fuese, se esfumó rápidamente.
Cooper rio.
—Las reglas del juego siempre cambian cuando hay un Winchester de por medio.
Joe lo miró a los ojos. Cooper tenía en mente algo más que los intrusos.
—Creo que quieres decirme algo, Lovato. Si es así, suéltalo.
—Me caes bien, Jonas. Eres un tipo muy agradable.
— ¿Pero?
—Me tiene preocupado lo que hay entre Demi y tú. No quiero que mi hermanita sufra —Cooper miró a Joe a los ojos—. Ya ha tenido bastante.
—No veo cómo…
Cooper alzó una mano.
—Sé que da la impresión de ser capaz de enfrentarse a cualquier cosa y, hasta cierto punto, es así. Pero cuando Demi entrega su corazón no retiene nada.
Joe no sabía qué decir. No iba a insultar la inteligencia de Cooper negando que hubiera algo entre él y Demi. Miró el collar de diamantes bajo la urna. Gracias a su ex esposa, no sabía si alguna vez estaría preparado para reconocerlo.
Antes de que pudiera decir nada, Cooper sonrió.
—Sólo quería advertirte antes de irme. Haz daño a mi hermana y volveré por algo más que una simple pelea.
Joe asintió.
—Lo tendré presente.
Cooper se levantó para irse.
—Gracias por la hospitalidad.
— ¿A dónde vas?
—A Nuevo México. Pero la semana que viene estaré en Amarillo, en el rodeo Panhandle Stampede.
Joe sonrió.
—Veré si Demi deja que Ryan y yo la acompañemos cuando vaya a verte.
—No cuentes con eso.
— ¿Por qué? —preguntó Joe, suspicaz.
—No le atraen especialmente los rodeos. Culpa a estos de algunas de las peores cosas que le han pasado en su vida aunque, en mi opinión, nada ni nadie podría haberlas prevenido.
—Mencionó lo que sucedió con vuestra madre —dijo Joe—. Lo siento.
Cooper asintió.
—Eso y otro par de cosas la afectaron tanto que ni siquiera quiere verme montar.
—Tu hermana puede ser un poco testaruda.
Cooper rio.
—No me estás diciendo nada que no sepa, Jonas —estrechó la mano de Joe—. Si tienes tiempo, trae a Ryan a Amarillo. Me aseguraré de presentarle a alguno de los muchachos.
—Seguro que le encantará, gracias.
Joe permaneció sentado mirando la urna de cristal largo rato después de que Cooper se hubiera ido. Entendía la actitud protectora de este hacia su hermana, pero se temía que estaba equivocado. Porque tenía la sensación de que sería él quien se quedaría lamiéndose las heridas cuando Demi se fuera.

viernes, 24 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 16




Demi suspiró satisfecha mientras, apoyada en la valla, contemplaba a Black Satin corriendo por el pasto con la cola alta, amo y señor de sus dominios. Pero se sobresaltó cuando un par de musculosos brazos la rodearon por la cintura. Estaba tan concentrada observando al caballo que no había oído a nadie acercándose.
—Será mejor que te apartes —advirtió—. Guardo una escopeta en Daisy que puede transformarte de semental en percherón en un abrir y cerrar de ojos. Y sé cómo usarla.
—No serías capaz de hacerle eso al tipo que te regaló esa escopeta y te enseñó a usarla, ¿verdad? —susurró el hombre junto a su oído.
— ¡Cooper! —Demi se volvió entre sus brazos. Alborozada al ver a su hermano, lo abrazó estrechamente—. ¿Cuándo…? ¿Cómo…?
—Frena el carro, hermanita —dijo él, riendo—. Pasé por la casa de Cal Reynolds en Houston y me dijo dónde encontrarte.
Demi volvió a abrazarlo.
—Me alegro tanto de verte. ¿Cuánto tiempo puedes quedarte?
Cooper se encogió de hombros y miró a lo lejos.
—Ya me conoces. Siempre en pos del próximo rodeo.
Feliz por ver a su hermano por primera vez en varios meses, Demi no dejó que nada ensombreciera su ánimo.
—No quiero pensar en eso ahora. Estás aquí y eso es todo lo que importa.
Cuando se encaminaron hacia la casa, Cooper preguntó.
— ¿Crees que al capataz le importará que me aloje en los barracones un par de días?
Demi dudó. Brad no pondría objeciones, pero por el modo en que Joe la había evitado desde el viaje que hicieron a Amarillo la semana anterior, no estaba segura de cómo reaccionaría.
—No creo que haya problema.
Cooper se detuvo y la miró con el ceño fruncido.
— ¿Te ha estado dando la lata alguien últimamente?
—Nada que no pueda manejar por mi cuenta.
—Sólo tienes que decírmelo, hermanita —Cooper simuló golpearla en la barbilla—. Ya sabes que soy muy capaz de poner en su sitio a quien haga falta.
Demi sonrió mientras simulaba tambalearse hacia atrás. En ese momento oyó que la puerta de la casa se cerraba de golpe. Al volverse, vio que Joe se acercaba a ellos como si fuera un toro embistiendo.
— ¿Es ése el que te está dando la lata? —preguntó Cooper.
—No exactamente…
Inmediatamente dispuesto para la lucha, Cooper la tomó por un brazo y la colocó a sus espaldas.
—Deja que yo me ocupe de esto.
— ¿Tienes algún asunto pendiente por aquí? —preguntó Joe en tono claramente amenazador cuando los alcanzó.
—Puede que sí —replicó Cooper—. Pero eso no es asunto tuyo.
—En este lugar no pegamos a las mujeres.
Cooper se encogió de hombros.
—Donde yo vivo tampoco.
Demi miró de un hombre al otro. La situación era explosiva. Joe estaba tan enfurecido como un oso con el trasero lleno de perdigones y Cooper había adoptado la actitud de Rambo. Si no hacía algo pronto, se iba a armar una gorda.
—Relajaos…

—Mantente al margen —dijeron ambos hombres al mismo tiempo.
Demi se situó entre ellos.
— ¡Basta ya! ¡Los dos! —apoyó una mano en el pecho de cada uno para mantenerlos separados—. ¿Sabe alguno de los dos con quién está a punto de pelear? ¿O por qué?
Ninguno de los dos contestó mientras se fulminaban con la mirada por encima de su cabeza.
—Lo suponía —Demi se volvió hacia Cooper—. Por si te interesa saberlo, este es mi jefe, Joe Jonas —dedicó a Joe la misma mirada mordaz—. Y me gustaría presentarte a mi hermano, Cooper Lovato —se apartó de en medio y alzó los brazos en el aire—. Y ahora, por mí podéis pegaros hasta caer sin sentido.
Ambos hombres la observaron mientras se alejaba hacia la casa como si fuera un general en un campo de maniobras. Luego se miraron con cautela.
Demi fue el primero en hablar.
—No te había reconocido. Desde los asientos no se distingue demasiado bien el rostro de los participantes en un rodeo, y cuando te he visto golpear a Demi en la barbilla…
—No te preocupes por eso —Cooper sonrió—. Es agradable saber que alguien cuida de mi hermanita cuando no estoy cerca.
Joe sonrió y le ofreció su mano.
—Bienvenido al Rocking M.


— ¿Aún disgustada, hermanita? —preguntó Cooper desde la valla del corral en el que estaba Demi.
Ella terminó de cepillar a Satin antes de volverse.
—Sí y no.
Cooper se echó atrás el sombrero con el pulgar.
—Aún estás enfadada conmigo. Pero me perdonas porque soy tu hermano y soy tan adorable como un osito de peluche, ¿verdad?
— ¡Ja!
Demi abrió la puerta del pasto y palmeó la grupa de Satin para que pasara. Luego se acercó a su hermano y lo miró atentamente. Su voz había sonado demasiado despreocupada, y su sonrisa resultaba un tanto forzada.
— ¿Por qué has venido realmente, Cooper?
Él dejó de sonreír y apartó la mirada.
—Tal vez solo porque quería ver a mi hermanita.
—Sí, claro. ¿Por qué no te pones un tutú, sacas la varita mágica y me cuentas un cuento de hadas?
Cuando Cooper se decidió a mirarla, sus ojos azules habían adquirido una expresión sombría. Demi solo lo había visto así una vez: la mañana en que le dijo que su madre se había ido.
— ¿Cooper?
— ¿Hay algún lugar en el que podamos hablar?
Un cuarto de hora después estaban sentados junto al riachuelo. Cooper permaneció unos minutos pensativo antes de animarse a hablar. Demi se limitó a esperar. Las cosas siempre habían sido así entre ellos.
— ¿Te has preguntado alguna vez qué harías si tuvieras que dejar de adiestrar caballos? —preguntó finalmente.
—Lo cierto es que no lo he pensado mucho —contestó Demi—. Pero supongo que trataría se seguir de algún modo en el mundo de los caballos.
Sus esperanzas aumentaron al anticipar lo que su hermano estaba a punto de decirle. Llevaba años rogando para que llegara el día en que dejara de competir, de apostar con el destino.
—Nunca he pensado mucho más allá del siguiente rodeo, pagar la inscripción y superar mi tiempo anterior —continuó Cooper—. Montar toros y caballos ha sido mi vida durante los últimos doce años. Es todo lo que sé hacer —cuando miró a Demi, sus ojos reflejaron la angustia que sentía—. Voy a tener que dejarlo, hermanita.
— ¿Cómo has llegado a tomar esa decisión? —pregunto ella, sabiendo que tenía que haber sido devastador hacerlo.
—He perdido el nervio —Cooper miró a lo lejos—. Últimamente he estado cerca varias veces.
— ¡Oh, Dios mío!
Cooper pasó un brazo por los hombros de Demi.
—Tranquila, cariño. No debería haberte dicho nada. Aún te altera hablar de eso, ¿verdad?
—Siempre me alterará —Demi se apartó de él y lo miró con ansiedad—. ¿Cuándo piensas dejarlo?
—La próxima semana, en el rodeo de Amarillo.
— ¿No vas a esperar hasta el final de la temporada?
—Estoy demasiado abajo en las listas como para acceder a la final de este año, y cada vez cuesta más conseguir el dinero para la inscripción —Cooper trató de sonreír—. No tiene sentido invertir el dinero en una causa perdida.
Todos los vaqueros que se dedicaban al rodeo tenían un espíritu competitivo elevadísimo, y Demi sabía cuánto debía haberle costado a su hermano hacer aquella confesión.
—Creo que has tomado la decisión correcta. Solo un tonto sigue jugando cuando sabe que la partida ha terminado.
—Eso pienso —Cooper tomó una hoja de hierba y mordisqueó un extremo pensativamente—. ¿Vas a venir a ver mi última participación?
Fue el turno de Demi de mirar a lo lejos.
—Sabes que no puedo hacerlo.
Permanecieron en silencio varios minutos antes de que Cooper volviera a hablar.
—No puedes seguir culpando al rodeo por todas las cosas que te han ido mal en la vida. Mamá nos dejó porque siempre quería algo más y mejor. Habría dado lo mismo dónde hubiéramos vivido o lo que papá hubiera hecho para ganarse la vida. Nunca se habría sentido satisfecha —arrojó la hoja de hierba al arroyo—. Creo que papá siempre supo que un día se iría. Simplemente no sabía cuándo.
—Pero de no ser por el rodeo, él y Dan seguirían vivos —dijo Demi, enfadada.
Cooper movió la cabeza.