-Me alegro de que te haya gustado la sorpresa -sonrió Joe-. Demi,
te tengo que dejar, mi padre me está esperando -se despidió.
Demi colgó el teléfono.
Joe no se había vuelto a acostar con una mujer desde que había
compartido con ella aquella maravillosa pasión. Aquello la hizo sentirse
increíblemente especial y, por primera vez, tuvo la sensación de que aquel
hombre era suyo.
Después de comer, se echó una pequeña siesta y, cuando se
despertó, se organizó en torno a ella un revuelo de actividad increíble.
Volvieron a lavarle el pelo hasta que el agua salió
completamente limpia, la sumergieron en un baño de esencias florales y le
masajearon el cuerpo entero con aceites maravillosos.
Mientras la peinaban, le hicieron la manicura y le hicieron en
los pies y en las manos dibujos de henna que simbolizaban felicidad y salud.
Para terminar, una maquilladora profesional se hizo cargo de su rostro.
A continuación, le entregaron unas medias de encaje y una
combinación de seda de tacto sensual. Fue la única ropa interior que le dieron.
Cuando se la hubo puesto detrás de un biombo, ante las risas de las presentes
por su exceso de pudor, le mostraron unos impresionantes zapatos ornamentados
con piedras y, por fin, le ayudaron a ponerse un fabuloso vestido de pedrería
en tonos azules.
-Estás impresionante -le dijo Jahan sinceramente mientras las
demás mujeres allí reunidas hacían comentarios igual de positivos y aplaudían
encantadas.
Demi se miró al espejo y realmente le gustó lo que vio porque
había adquirido una apariencia muy exótica.
-Ha llegado el momento de que la novia reciba sus regalos -le
anunció Jahan cuando llegaron varias cajas.
-No tenía ni idea de que me iban a hacer regalos. Yo no le he
comprado nada a nadie -se lamentó Demi.
-Tú le has dado al príncipe lo más preciado que le podías dar:
un hijo -comentó una mujer mayor-. Le has proporcionado un príncipe heredero en
el primer año de casados. Eso es toda una bendición.
Demi observó anonadada cómo de la primera caja sacaban una
corona de oro y su cuñada se la colocaba con gran ceremonia.
-Esto es regalo directo de mi padre. Perteneció a Bisma, su
primera mujer, de la que él estaba profundamente enamorado y que murió al dar a
luz a Joe.
También le regalaron un collar de esmeraldas con pulsera y
pendientes a juego.
-Éste es el regalo de mi hermano -le aclaró Jahan-. Lo han
diseñado especialmente para ti. Es obvio que mi hermano te adora.
Demi bajó la mirada y, en ese momento, otra mujer se acercó a
Jahan y le dijo algo al oído.
-Camila dice que ha llegado el momento -anunció Jahan.
Demi sólo oyó «Camila dice». Inmediatamente, sus ojos verdes se
fijaron en la atractiva mujer que tenía ante sí. Desde luego, era
increíblemente bonita. Tenía ojos almendrados, piel del color de la miel y una
preciosa melena de rizos oscuros.
-Te has quedado lívida... no te pongas nerviosa -le dijo su
cuñada malinterpretando su malestar.
Demi se apresuró a decirse que seguramente Camila era un nombre
común en aquel lugar y que aquella mujer no tenía por qué ser la Camila de la
que Joe estaba enamorado.
El vestíbulo central del palacio estaba lleno de gente
esperándola. Mientras pasaba entre la multitud, Demi vio a su hermano, que
sonrió satisfecho y, al final, vio a Joe, ataviado con un espectacular uniforme
militar negro y escarlata, con una espada que le colgaba a un lado.
Estaba magnífico.
Cuando llegó a su lado, Joe la tomó de la mano y el responsable
religioso pasó a celebrar la boda en árabe y en inglés.
-Ahora vas a conocer a mi padre -anunció Joe al terminar la
ceremonia.
Efectivamente, a continuación condujo a su esposa a una sala
privada donde los esperaba el rey Hafiz, que resultó ser un hombre alto y
corpulento, de rostro muy serio.
A través de Joe, porque el rey no hablaba inglés, el monarca le
dijo a Demi lo contento que estaba de que su hijo la hubiera elegido como
esposa porque bastaba con mirarla a los ojos para darse cuenta de que era una
mujer de gran corazón y le dio las gracias por haber dado a luz a Tazeem, que
habría de ser la alegría de su vejez.
Demi aceptó el cumplido encantada y, a continuación, se dirigió
con Joe al enorme salón donde iba a tener lugar la cena. Hubo danzas populares,
se leyeron poemas y los novios bebieron miel con agua de rosas.
Antes de empezar a cenar, Joe le indicó a Demi que podía
cambiarse de ropa y la condujeron a una habitación donde le esperaba un
precioso y mucho más cómodo vestido blanco y una tiara de perlas.
Cuando volvió a entrar en el salón, Joe no podía apartar los
ojos de ella.
-Estás preciosa -le confesó.
Después de la cena, compuesta por todo tipo de platos delicados
y exóticos, le presentaron a Demi a un montón de dignatarios y personas
notables del país y, en un momento dado, Demi advirtió a una pareja que se
estaba peleando al fondo del salón y reconoció a la joven que había visto unas
horas antes.
-¿Quién es aquella pareja de allí? -le preguntó a su marido.
Joe siguió la dirección de su mirada y se tensó.
-Son mi hermana de leche y su marido -contestó.
-¿Qué es una hermana de leche?
-Cuando mi madre murió, la madre de Camila me amamantó.
Demi palideció.
Así que era ella, era la Camila de la que Joe estaba enamorado.
Demi sintió que se le formaba un horrible nudo en la garganta y que los ojos le
picaban.
Al percibir su zozobra, Joe la tomó de la mano y la condujo a la
pista de baile.
-Sé lo que estás pensando y, obviamente, tenemos que hablar de
este asunto, pero no es éste el momento -le dijo comenzando a bailar-. Te
prometo que nos iremos pronto y hablaremos.
Mientras bailaban, Demi no pudo evitar mirar a Camila en un par
de ocasiones y se preguntó si Joe se estaría dando cuenta de lo mal que lo
estaba pasando.
Al salir del palacio para subirse a una limusina que los estaba
esperando, los invitados los despidieron con pétalos de rosa y arroz.
-¿Adónde vamos? -quiso saber Demi.
-A Zurak, al palacio de mi abuelo -contestó Joe-. Tazeem llegará
mañana, no te preocupes. Ahora que estamos solos, quiero hablar contigo.
Demi sabía perfectamente de lo que iba a hablar y bajó la mirada.
A Joe no le apetecía nada tener aquella conversación, pero sabía que era
necesaria, así que tomó aire y se lanzó.
-Hace un tiempo te dije que estaba enamorado de otra mujer.
Demi se encogió de hombros.
-¿Y? -contestó sonriendo y diciendo adiós a la gente congregada
para despedirlos.
-Tal y como ahora sabes, me refería a Camila.
Demi se tensó.
-No te lo tendría que haber dicho.
-No pasa nada, es imposible que supieras entonces que te ibas a
casar con una mujer con memoria de elefante -intentó bromear Demi al borde de
las lágrimas.
-No debería habértelo dicho porque me he dado cuenta de que
jamás la amé -añadió Joe-. No estoy enamorado de ella y nunca lo he estado. He
pensado mucho en este asunto y he llegado a la conclusión de que simplemente
estaba encaprichado.
-¿De verdad?
¿Pero por quién la tomaba? ¿Cómo se le ocurría decirle algo así?
¿Se creía que era tonta o qué?
Demi intentó ponerse en el pellejo de Joe y comprendió que
estuviera intentando no darle importancia al asunto contándole una mentirijilla
para no tener que admitir la cruel realidad, así que decidió fingir y seguirle
la corriente.
-No tienes necesidad de volver a pensar en este asunto. Jamás
-concluyó Joe.
-No lo haré -prometió Demi.
Un helicóptero los llevó al palacio de Zurak, situado en un
oasis de palmeras en medio del desierto que parecía un espejismo.
-Cuando mis antepasados eran nómadas, pasaban aquí el verano. Mi
abuelo conoció aquí a mi abuela cuando ella le llevó agua del pozo. Se
enamoraron inmediatamente. Mi bisabuelo pidió la mano de mi abuela a su padre y
se casaron -rió Joe agarrándola de la mano-. La vida entonces era mucho más
sencilla que ahora.