domingo, 29 de julio de 2012

Errores del ayer Cap1 Jemi



Joe Jonas dejó de hojear los papeles que había sobre su mesa y miro a su capataz con gesto serio.
—Si el tal Adams no aparece en una hora, se queda sin trabajo.
—Tranquilízate, Joe —dijo Brad Henson, que estaba sentado frente a él—. Cal Reynolds me aseguró que D.D. Lovato  es el mejor entrenador de caballos que ha conocido, y si Cal lo dice, por algo será.
Joe meditó las palabras de Brad. Reynolds era uno de los criadores de caballos más respetados de Texas, y su opinión debería bastarle, pero su instinto le decía que algo iba mal.
—Si Lovato es tan bueno, ¿por qué no he oído hablar antes de él?

—Reconoce que desde que obtuviste la custodia de Ryan has tenido cosas más importantes en mente que encontrar un preparador para ese caballo que insistes en domar.
Joe sintió un inmediato orgullo al oír mencionar a su hijo.
—Ahora que tengo a Ryan, lo único que debería preocuparme durante una temporada sería el entrenamiento de Black Satin.
Brad negó con la cabeza.

—Me temo que no. Anoche volvieron a robarnos.
— ¿Del rebaño de Widow's Ridge? —Al ver que Brad asentía, Joe golpeó el escritorio con un puño—. ¿Cuántas estas vez?
—Unas quince cabezas —Brad se enfrentó directamente a la mirada furiosa de Joe—. Pero aún no has oído lo peor. Rocket se convirtió ayer en un buey muy caro.
—¿En Widow's Ridge?
Brad asintió.
—También tuvo ayuda para llegar allí. O eso, o ha aprendido a abrir y cerrar las verjas por su cuenta.
—¡Maldita sea!
—Tengo la sensación de que alguien trata de vengarse, Joe.
— ¿Castrando a un toro de veinticinco mil dólares? Sin duda alguna —Joe se frotó el puente de la nariz con el pulgar y el índice—. Pero no tengo idea de quién pueda ser ni de por qué lo hace.
Jed Summers asomó la cabeza al despacho.
—Será mejor que vayas al establo deprisa, Joe —dijo—. Un jovenzuelo ha saltado la valla y está en medio del corral con Satin

Joe tomó su sombrero negro, se lo puso y se levantó. Con Brad y Jed pisándole los talones fue hasta el establo, donde varios de sus hombres observaban la escena con horrorizada fascinación.
El tiempo pareció detenerse mientras el semental se lanzaba contra la delgada figura que se hallaba en el interior del corral. Una nube de polvo se alzaba donde dejaba caer sus cascos con la evidente intención de golpear. Pero, para asombro de Joe, el chico no daba muestras de temor y se apartaba justo a tiempo de evitar el golpe.

Observó a Black Satin mientras se disponía a lanzar otro ataque. Sintió una momentánea esperanza cuando el despreocupado joven comenzó a soltar una letanía de palabras ininteligibles que el semental se detuvo a escuchar como si comprendiera lo que querían decir. Pero uno de los hombros soltó una maldición y el embrujo se rompió. De inmediato, el impresionante caballo se alzó sobre sus patas traseras y manoteó con las delanteras en el aire mientras relinchaba su rabia.
A no ser que tuviera deseos de morir, Joe no entendía qué se traía entre manos aquel joven, pero ya había visto bastante.

—Abre la puerta, Brad —ordenó—. Jim, tú y Tom preparad vuestros lazos. Si Satin no sale hacia el pasto cuando se abra la puerta, quiero que lo lacéis cada uno de un lado —apoyó un pie en la parte baja de la valla—. Mantenedlo sujeto el tiempo suficiente para que yo pueda sacar a ese maldito chiquillo de ahí.
En cuanto vio que el caballo no salía por la verja abierta, Joe saltó la valla y corrió hacia el chico. Lo rodeó con sus brazos a la vez que dos lazos caían sobre la cabeza del semental. Se echó al joven al hombro y lo sacó del corral.
— ¿Qué diablos hacías ahí dentro? —preguntó tras dejarlo en el suelo.
—Mi trabajo.

Errores del ayer


Argumento:
Cuando el ranchero Joseph Jonas descubrió que el famoso adiestrador de caballos D.D .Lovato era en realidad una mujer, se puso hecho una furia.
Pero Demi demostró rápidamente sus habilidades con el brioso Black Satin…y también una predisposición innata para alterar a Joe. La innegable sensualidad que vibraba entre ellos hizo que éste tuviera que hacer acopio de toda su voluntad para dominar sus instintos. Pero ¿qué daño podía hacer una noche de pasión? Por pasarla con Demi, merecía la pena correr el riesgo…

La Inocente Novia Del Jeque Cap 24



Demi era consciente de de que no quería quedarse en su casa, así que decidió meter sus pertenencias en una pequeña maleta e irse a casa de Jeanie con Squeak porque no quería dejar al viejo perro atrás por miedo a que su padre la pagara con él.
Demi dejó la bandeja llena de platos sobre la mesa de la cocina.
-No hace falta que hagas eso -le dijo Donald con amabilidad-. Tú ocúpate de cobrar, no del trabajo duro.

Demi asintió y esperó a que su jefe se hubiera ido para masajearse las lumbares, que la estaban matando de dolor.
A la hora de la cena siempre había un montón de gente y el resto de las camareras no daban abasto, así que a ella le resultaba imposible quedarse sentada junto a la caja registradora sin echar una mano a sus compañeras.
Hacía ya más de siete meses que se había ido de casa dejando tras de sí solamente una nota explicativa.

Donald era el hermano de Jeanie y él y su mujer, Elspeth, se habían portado de maravilla con ella y la habían ayudado mucho.
El fin de semana siguiente a que Demi se fuera a de casa, Donald y Elspeth se habían presentado allí para recoger sus cosas y la habían llevado a Londres, donde le habían alquilado una habitación en su propia casa y Donald le había dado trabajo como camarera en la cafetería que tenía.

Al principio, se había sentido muy perdida en la ciudad y el ruido y la cantidad de gente la habían apabullado. A menudo, echaba de menos la naturaleza, las montañas, la paz y el silencio del valle. Eso la había empujado a explorar los parques londinenses acompañada por Squeak.
Una de las primeras cosas que había hecho aparte de trabajar había sido informarse sobre diversos cursos y pronto había decidido que quería formarse como profesora de música.

Para empezar, estaba yendo a clase dos veces por semana porque, a pesar de que sus conocimientos musicales eran suficientes, tenía que pasar un examen de otras asignaturas antes de poder colocarse como profesora.
La idea de pasar varios años estudiando y viviendo con poco dinero hubiera deprimido a otra persona, pero a ella la llenaba de orgullo porque había tenido el valor de intentarlo y de sacar de la vida mucho más de lo que su padre le hubiera permitido tener jamás.

El futuro se le antojaba prometedor, pero pronto sus sueños se vieron truncados.
Patsy, una de sus compañeras, se puso a rellenar botes de kétchup y, cuando Demi intentó ayudarla, la otra camarera le indicó que se sentara y se estuviera quietecita.
-Estás tan delgada que, si viniera una ráfaga de viento un poco fuerte, saldrías volando -dijo la mujer agarrándola del antebrazo para enfatizar su preocupación—. ¿Cómo andas de salud? ¿Cuándo ha sido la última vez que has ido al médico?
-Siempre he sido muy delgada -le aseguró Demi sin querer contestar a su pregunta porque se había quedado dormida y no había ido a la última cita-. No te preocupes tanto por mí. No hace falta, de verdad.

-No lo puedo evitar. No tienes fuerzas ni para levantar una cucharilla y el bebé nacerá dentro de unas semanas -suspiró Patsy.
-Estoy bien -insistió Demi.
A continuación, se giró para atender a un cliente y se golpeó con la tripa en la mesa. Todavía no se había acostumbrado a su nuevo cuerpo y, a veces, cuando se miraba en algún escaparate por la calle, no se reconocía.

Se había dado cuenta de que estaba embarazada cuando casi estaba de cuatro meses. Había descubierto que las continuas náuseas que sentía no eran el resultado de una gastroenteritis persistente.
Lo cierto era que había llegado a Londres sintiéndose muy mal, teniendo que hacer un gran esfuerzo para no pensar día y noche en Joe.

Para intentar apartar su mente del príncipe, se había dedicado a trabajar y a estudiar sin descanso, apenas comía y dormía poco y había pasado una eternidad hasta que se había dado cuenta de que no le había llegado el periodo en varios meses.
Entonces, lo achacó al estrés y a la pérdida de peso y tampoco se preocupó demasiado, pero, como no paraba de tener náuseas, decidió ir al médico.
Ni siquiera entonces se le había pasado por la cabeza que pudiera estar embarazada, lo que recordándolo ahora le parecía increíble porque, aunque era virgen, obviamente sabía que mantener relaciones sexuales con un hombre podía desembocar en un embarazo.

En cuanto pensaba en Joe, las emociones la bloqueaban así que, para protegerse, había decidido no volver a pensar en él ni recordar la pasión que habían compartido aquel día.

Sin embargo, cuando el médico le dijo que podía estar embarazada, Demi no tuvo más remedio que recordar sus momentos de intimidad y entonces se dio cuenta de que Joe no había tomado precauciones.

En un principio, la idea de convertirse en madre soltera la llenó de vergüenza y de miedo. Luego, se enfureció con Joe. ¿Por qué demonios no había tenido más cuidado? Obviamente, porque le importaba un bledo cargarla con la responsabilidad de un hijo.
Demi no tenía ni idea de cómo lo iba a hacer cuando naciera el niño, pero lo que era obvio era que no iba a poder trabajar ni dar clases.
Evidentemente, ser madre le iba dificultar mucho la vida.
Había pensado en llamar a Joe para contarle lo sucedido, pero él la había acusado de ser una ladrona y seguro que pensaba que estaba mintiendo.
Además, no debía olvidar que estaba enamorado de otra mujer y que se arrepentía de haberse acostado con ella. El orgullo que le quedaba había impedido a Demi ponerse en contacto con él.

-¿Qué tal está tu perrillo? -le preguntó Patsy.
-Duerme mucho, el veterinario me ha dicho que no es nada en especial, simplemente es muy mayor... -contestó Demi con tristeza.
La idea de perder a Squeak se le hacía insoportable porque era el único vínculo que le quedaba con su madre.

Cuando hubo terminado su turno, salió a la calle. Hacía frío y las farolas alumbraban con su luz amarilla el pavimento húmedo. Bajo una de las luces, había un coche del que se bajó un hombre de pelo negro.
Al principio, Demi no lo reconoció porque su rostro estaba en sombra, pero cuando se incorporó por completo Demi vio que era Joe y no pudo evitar que el corazón se le subiera a la garganta.

-¿Te he asustado?... no era mi intención –la saludó Joe en tono amable, como si hablaran con regularidad.
-¿Cómo te has enterado de dónde estaba? -exclamó Demi abrochándose el abrigo a toda velocidad para intentar esconder la barriga.
-Tengo mis contactos -contestó Joe-. ¿Estás bien? -añadió mirándola con el ceño fruncido-. Estás muy pálida.
-¿De verdad? Será por esta luz... ¿a qué has venido?
-A verte.
Demi se cruzó de brazos, pero los descruzó a toda velocidad porque aquella postura le marcaba la barriga.
-¿Y eso?
-Te dije antes de que te fueras que estuvieras en contacto y no sabía nada de ti. Estaba preocupado. Te llevo a casa.
-No, no hace falta.
-Claro que hace falta. Estás temblando de frío.

Demi se dio cuenta de que era cierto, de que su ligero abrigo no impedía que el frío de la noche entrara en su cuerpo. Tenía frío, estaba cansada, le dolía mucho la espalda y de todo aquello tenía la culpa Joe.
Entonces, ¿por qué demonios estaba intentando esconder la barriga precisamente del hombre que la había metido en todo aquello?

Con un movimiento repentino que tomó a Joe por sorpresa, Demi se deslizó a su lado y subió a la limusina, donde se sintió muy a gusto porque se estaba muy calentita.
-Podríamos cenar en mi hotel -propuso Joe.
-Tengo que ir primero a casa... -contestó Demi dándose cuenta de que prácticamente había aceptado su invitación.

Era desconcertante, pero lo cierto era que su boca trabajaba más deprisa que su cerebro. Sin comentar nada más, Joe le pidió su dirección y se la comunicó al chofer.
Mientras lo hacía, Demi lo miraba de reojo, sin perder detalle de lo bien vestido que iba. Desde luego, aquel hombre parecía recién sacado de una revista de moda.
Era increíblemente guapo, el pecado personificado. No era de extrañar que Demi se hubiera enamorado perdidamente de él y se hubiera metido en su cama.
-Tardo diez minutos -dijo al llegar a casa.

Al ver el barrio tan lúgubre en el que vivía, Joe tuvo que hacer un gran esfuerzo para no ofrecerse a acompañarla. Por supuesto, lo que sí hizo fue dar instrucciones al guardaespaldas que iba en el asiento del copiloto, que a su vez se puso en contacto con el equipo de seguridad que viajaba en el coche de atrás.


La Inocente Novia Del Jeque Cap 23



DESDE el mirador había una vista espectacular del valle de Strathcraig y de las montañas. Rodeado por un espeso bosque, el castillo parecía desde allí un palacio de cuento de hadas. Abajo, en el valle, se veía el lago con forma de lágrima.
El silencio que abrazaba a Demi se vio interrumpido por el ruido del motor de un coche que llegaba

Un par de minutos después, efectivamente, vio llegar la limusina de Joe.
-Supongo que estarás preguntándote por qué quería verte -le dijo nada más subir.
-Sé perfectamente lo que ha ocurrido esta tarde -la contradijo Joe mirándola de manera intimidatoria.

Por un momento, Demi tuvo la sensación de que lo que habían compartido aquel día jamás había ocurrido.
-Yo no he robado nada -se defendió.
-Jamás justificaré un robo, pero, en tus circunstancias, entiendo por qué lo has hecho.
-¡Yo no he robado nada! -insistió Demi.
-Demi... yo mismo vi cómo intentabas robar una joya a lady Selena la primera vez.
-¿Cómo dices? -exclamó Demi estupefacta.
-Te recuerdo que había desaparecido un broche misteriosamente y que no aparecía a pesar de que Selena lo había buscado una y otra vez. De repente, tú lo encontraste como si tal cosa. Yo creo que lo que pasó es que te asustaste porque se había dado cuenta de que había desaparecido y lo volviste a poner en su lugar.
-¿Me estás diciendo que crees que cuando encontré el broche estaba mintiendo? -preguntó Demi consternada.

-En aquel momento, ni se me pasó por la cabeza, pero yo no creo en las coincidencias y te voy a ser sincero: cuando me he enterado de que el colgante de diamantes estaba en tu taquilla, me he acordado de lo del broche. Como tú comprenderás, me parece imposible aceptar que te hayan acusado falsamente de robo.
Aquello hizo que Demi se sintiera como si le hubiera dado un puñetazo en la boca del estómago, mareada y con náuseas porque ella, de alguna manera, había estado segura de que Joe sabría ver la verdad.
Ahora, se daba cuenta de que confiar en él había sido una completa ingenuidad por su parte.
-¿De verdad crees que soy una ladrona?
-Que sepas que no se te ha denunciado a la policía por la situación personal en la que te encuentras -contestó Joe con frialdad-. Quieres irte de casa y para eso necesitas dinero. Hoy sin ir más lejos me has dicho que tenías intención de irte de Strathcraig.
-Sí, es cierto, pero te aseguro que jamás se me pasaría por la cabeza robar una joya para financiar mi huida -se defendió Demi.

Le dolía la cabeza y tenía unas inmensas ganas de gritar y de llorar de frustración, de miedo y de dolor, se sentía horriblemente sola.
No había hecho nada malo, pero todo el mundo estaba convencido de que era una ladrona y la mejilla amoratada no hacían más que reforzar esa teoría porque justificaba que quisiera irse de su casa fuera como fuese.
-Tengo intención de darte el dinero que necesites para irte de tu casa -comentó Joe.
-No, gracias. ¡Jamás aceptaría dinero de ti! -contestó Demi mirándolo furiosa.
-Quiero ayudarte. Entiendo tu desesperación.
Demi  no podía soportar más aquella situación e intentó abrir la puerta, pero no pudo porque estaba bloqueada.
-Es por tu seguridad. Lo que te he dicho puede que no te haga mucha gracia, pero no soy tu enemigo -murmuró Joe.

-¿Cómo que no? Yo confiaba en ti, tenía fe en ti. Ahora me pregunto por qué. ¡No sé cómo demonios he podido llegar a creer que de alguna manera tú sabrías ver que yo jamás robaría nada! Y ahora me encuentro con que me acusas no solamente de haber robado el diamante sino también el broche. ¡Déjame salir del coche!
-Tranquilízate y no digas tonterías.

-¡No estoy diciendo tonterías! -gritó Demi-. No soy una ladrona y no pienso aceptar tu compasión. Supongo que quieres hacerme desaparecer porque te has acostado conmigo. Te aseguro que me voy a ir de Strathcraig, pero lo haré a mi ritmo y con mi dinero. No necesito nada de ti.
-Contrólate -le dijo Joe con frialdad.

Demi tomó aire varias veces, dándose cuenta de que, en realidad, no quería controlarse en absoluto porque, si su rabia disminuía, su fuerza disminuiría también y entonces, aunque odiaba a Joe con todo su corazón, corría el riesgo de mostrar el dolor que le había producido que la tomara por una ladrona.
-Lo creas o no, me importa lo que te ocurra -insistió Joe-, Si no fuera así, no te habría pedido que te casaras conmigo.

-¡No es verdad, no te importo en absoluto! -exclamó Demi.
-Quiero tener la certeza de que estás a salvo y en tu casa no creo que vaya a ser así. La decisión es tuya -dijo Joe dejándole un sobre al lado.-Es estupendo tener mucho dinero y poder irlo regalando por ahí, ¿verdad?-¿Estás dispuesta a denunciar a tu padre por agresión?-No 
-contestó Demi con vehemencia.-Entonces, no hay manera de protegerte de él. ¿Tienes algún familiar que pueda intentar hacerlo entrar en razón o con el que te puedas ir a vivir?Demi negó con la cabeza en silencio.-Tengo un hermano, Daniel, pero se peleó con mi padre hace cinco años, se fue y no sé dónde está. Desde entonces, no se ha vuelto a poner en contacto con nosotros.-¿Te llevabas bien con él?-Sí, cuando éramos niños nos llevábamos muy bien.-A lo mejor, podemos encontrarlo, pero vamos a necesitar tiempo. Me parece que lo único que puedes hacer ahora mismo es irte de Strathcraig y yo te estoy ofreciendo el apoyo que necesitas para hacerlo.-¿Qué apoyo? ¿Te refieres al dinero? Me has decepcionado -contestó Demi viendo satisfecha cómo Joe apretaba la mandíbula ante su condena.

-Me da igual lo que creas. Estoy preocupado seriamente por ti. Si te vas, quiero que me digas adonde vas.
-¿Por qué te iba a decir adonde voy si no crees absolutamente nada de lo que te digo? -le espetó Demi-. Te estoy diciendo la verdad, yo no he robado nada, no soy una ladrona. Y te repito que no quiero ni necesito tu dinero. Ya me las apañaré yo sola. Muchas gracias. Ahora, si no te importa, me gustaría bajar del coche.

Demi necesitaba desesperad amente dinero, pero no estaba dispuesta bajo ninguna circunstancia a aceptar el dinero de Joe.
Nada más poner un pie en el suelo, corrió colina abajo sin mirar atrás, diciéndose que no debía perder el tiempo recordando lo que acababa de suceder, pues sería un desgaste mental innecesario.
¿Cómo había podido ser tan ingenua como para creer que su príncipe iba a acudir en su rescate como en un cuento de hadas?
De repente, el mundo se le antojó a Demi un lugar lúgubre e incierto y la herida que Joe le había infligido era lo que más le dolía de todo.

Cuatro Noches De Pasión Cap 26



Automáticamente se apoyó en el salpicadero y escuchó su risa demencial mientras hacia virajes entre los coches que corrían por la calzada. Luego hizo un violento giro a la izquierda y dejó escapar un grito de rabia al ver que la calle estaba bloqueada.
Entonces giró en redondo, pero fue inútil porque otra vez encontró la calle bloqueada. El coche rebotó contra otro vehículo con un golpe sordo de metales aplastados antes de salirse de la calzada e ir a dar a un costado de la calle en medio de los frenazos y cláxones de los otros vehículos.

segundos antes, Miley vio el desastre inminente y al dictado de un impulso abrió su puerta y se lanzó antes de que el coche se estrellara.
Cuando su cuerpo cayó en el asfalto, por unos segundos sintió un agudo dolor, luego intentó moverse y luego... nada.

Miley estaba soñando. Sentía una extraña levedad corporal. En ciertos momentos parecía que emergía hacia la conciencia y luego volvía a caer en un sopor más reconfortante.
Había voces, al principio lejanas y confusas y luego muy claras a medida que empezaba a despertar totalmente.
Paredes blancas, movimientos, un leve olor antiséptico y una enfermera con uniforme que examinaba sus signos vitales.
Un hospital.

Miley observó el gotero, las vendas en un brazo y sintió un dolor generalizado, especialmente en la cabeza, en una cadera y en un hombro.
-Muy bien. Ya está despierta -dijo la enfermera con una mirada minuciosa-. Contusiones múltiples, rozaduras, heridas superficiales producidas por arma blanca y conmoción. Le hemos administrado analgésicos. Pronto vendrá el médico. Ah, tiene visita.

Alguien que había llegado minutos después que la hospitalizaran, que insistió en que la atendieran los mejores médicos y que la pusieran en una habitación individual.
-¿Una visita?
-Si no se siente en condiciones de recibirlo puedo hacer que espere.
Seguramente se trataba de un agente de la policía para tomarle declaración.-No, déjelo entrar.
Apenas había salido la enfermera, entró Nick y su presencia pareció llenar la habitación.
La expresión sorprendida de Miley hizo aflorar una sonrisa a sus labios aunque sus ojos se mantuvieron serios mientras se acercaba a la cama.
-¿Ni siquiera un «hola»?
Miley sintió que se le aceleraba el pulso.
-Me he quedado sin habla.

-¿Debido a mi visita? -dijo en tono ligero mientras se preguntaba si ella podría imaginarse por lo que había tenido que pasar unas horas antes. Rabia... no, rabia cuando le informaron sobre lo sucedido. Y miedo. Auténtico miedo al pensar que pudo haberla perdido. Todavía luchaba contra esas dos emociones y las controlaba por pura fuerza de voluntad. El delincuente pagaría caro el hecho de haber puesto en peligro la vida de esa mujer-. Nadie me iba a impedir que entrara a verte. ¿Cómo estás, cariño?

-Tan bien como se puede esperar.
Nick le acarició suavemente el mentón con los dedos.
-¿Necesitas algo?
«Tú», pensó al instante.
-¿Cuándo podré salir de aquí?
-En uno o dos días -dijo al tiempo que le acariciaba el labio inferior.
-¿Y el secuestrador?
El rostro de Nick se convirtió en una dura máscara.
-Detenido y en la cárcel.
En ese momento entró la enfermera.
-Debo pedirle que se marche. La paciente necesita descansar.
Durante un instante Miley pensó que se iba a negar, en cambio se acercó a ella, la besó en los labios y se retiró.
Por la tarde Miley recibió dos ramos de flores. Uno de parte del personal del taller y tres docenas de rosas rojas, con una tarjeta en la que se leía una sola palabra escrita en tinta negra: Nick.

Miley comió poco, mantuvo una breve conversación con la policía en la que narró los sucesos ocurridos antes y después del atraco.
Más tarde se quedó dormida, ajena a la presencia de Nick que observaba su rostro en reposo.

Tan delicada. Con una piel de porcelana y una boca que era una pura tentación.
Deseaba llevarla a su casa, abrazarla y protegerla mientras dormía.
 Y asegurarle que nunca nadie volvería a hacerle daño, a ella, cuyos hermosos ojos azules lo habían cautivado desde que la conoció. Sin mayor esfuerzo se había apoderado de él, robándole el corazón.

¿Sería consciente del sentimiento que despertaba en él?
La pregunta de fondo era saber qué intentaría hacer él al respecto.                  

Miley se despertó temprano. Después de ducharse ayudada por una enfermera, le dijeron que le quitarían el gotero intravenoso y ella declaró que quería marcharse a casa.
El especialista se mostró menos entusiasta.
-Preferiría que se quedara bajo observación otras veinticuatro horas.
-Preferiría, aunque no es absolutamente necesario, ¿verdad?
-¿Vive sola?
-No exactamente.
El gato no contaba, pero tenía teléfono, teléfono móvil y una buena vecina.
El médico examinó los signos vitales, y el historial médico.

-Vamos a hacer un trato. Esta tarde la volveré a examinar con vistas a una posible alta. ¿Tiene alguien que la venga a buscar y la lleve a casa?Pasadas las seis de la tarde, Miley llegó a su apartamento en un taxi.El gato la saludó con un maullido de protesta. Miley le dio de comer y luego se preparó una taza de té.Sentía mucho dolor, así que tomó dos calmantes.Luego se instaló cómodamente en un sofá frente al televisor con el gato en su regazo. Eligió una comedia de media hora de duración y se preparó para relajarse.La insistente llamada del teléfono interno fue como una intrusión indeseable.A través de la pantalla del aparato vio que era Nick.-Estoy bien y a punto de acostarme.-Abre la puerta.
-Estoy demasiada cansada para recibir visitas.
-Miley.
-Déjame sola, por favor -dijo y cortó la comunicación.
Minutos más tarde, sonó el timbre de la puerta. ¿La vecina?
Era el administrador del edificio acompañado de Nick.
Ella abrió la puerta.
-Su... amigo estaba preocupado por su salud -explicó, con expresión contrita.
-Como puede ver, me encuentro bien.
Nick  se volvió al hombre.
-Yo me quedaré con ella.
El administrador la miró confundido.
-¿Miley?
-Está bien.
Segundos más tarde, tras cerrar la puerta, se volvió al hombre que había trastornado su vida.
-¿Qué crees que estás haciendo?
-¿Quieres que te prepare el neceser o lo haces tú? -preguntó en un tono muy controlado.
-¿Qué has dicho?
-Lo que has oído. O vienes conmigo o me quedo a dormir aquí -dijo en un tono suave como la seda, pero con una mirada inmisericorde-. Tú verás.
-No quiero verte aquí.

La mirada de Nick se oscureció y sin decir palabra se dirigió al dormitorio.
-¡No puedes hacer esto! -exclamó Miley al ver que abría los cajones de la cómoda y empezaba a meter ropa en un bolso. Luego fue al armario y sacó unos vestidos que también colocó en el bolso. Más tarde añadió algunos artículos de aseo que encontró en el baño.
- De acuerdo, nos vamos.
-No iré a ninguna parte contigo.
-Sí que lo harás. Por tus propios pies o tendré que llevarte en brazos.Miley quería golpearlo-¿Quién demonios te crees que eres?-Necesitas descansar y recuperarte. Y necesito ver que lo haces.-Puedo cuidar de mí misma-Seguro que sí -replicó al tiempo que cerraba la cremallera del bolso-. La próxima semana. Hasta ese momento yo me encargaré de ti –añadió con una mirada desafiante.No había duda de que estaba decidido a hacer lo que decía, así que lo siguió hasta el vestíbulo donde tomaron el ascensor. 

El Aston Martín estaba estacionado a la entrada del edificio y Miley se acomodó en el asiento del acompañante.Minutos más tarde se sumaron al tráfico y recorrieron la corta distancia hasta llegar a la casa de Nick en Point Piper. 

Miley apenas lograba controlarse. Era el hombre más imposible que había tenido la desgracia de conocer.Nick estacionó el coche en el garaje.-¿Cuánto tiempo piensas estar de mal humor?-No estoy de mal humor. Simplemente no tengo nada que decirte.

Mientras ella no tenía nada que decir, él tenía muchas cosas que decirle acerca de los riesgos que había corrido y de jugar a la heroína. Maldición, ¿tenía idea de lo que pudo haberle ocurrido?-Eres una testaruda -dijo al tiempo que la tomaba en brazos, se inclinaba para recoger el bolso y con una cadera cerraba la puerta del vehículo.Te odio -dijo Miley con fiereza
.-Una emoción muy saludable.
-Bájame, puedo caminar.

Cuatro Noches De Pasion Cap 25



VOLVER al trabajo fue un alivio para Miley y esa mañana se entregó diligentemente a su quehacer. Ajustó el microscopio binocular y lo centró sobre el delicado engarce que estaba ejecutando. Para ella el intrincado diseño era un desafío tanto profesional como personal.
Quería lo mejor y dedicaba su atención a los detalles minúsculos que la llevarían al resultado deseado... la perfección.

No le importaba continuar trabajando durante el descanso para comer ni quedarse hasta más tarde en el taller; nada importaba salvo la calidad de su trabajo.
El establecimiento necesitaba contar con medidas de seguridad. Era fácil deshacerse de las gemas sueltas, por lo tanto se convertían en blanco preferido para robos. Allí había piedras preciosas de incalculable valor, así como un equipo muy caro. Por tanto, las medidas de seguridad eran muy rigurosas y la empresa contaba con una de las mejores cámaras acorazadas. Puertas de cristal a prueba de balas protegían al personal que trabajaba en el interior y un costoso sistema de seguridad se encargaba del resto.

Sin embargo, había que tener precaución, algo a lo que ella se había acostumbrado a lo largo de los años y que nunca descuidaba.
Una de las reglas de oro de la casa era que dos personas, nunca una sola, estuvieran en el taller. Si por casualidad algo desagradable le sucedía a uno, el otro podría hacer sonar la alarma.
En los tres años que llevaba trabajando para la firma nadie había intentado forzar el sistema de seguridad a la luz del día.
¡Por el amor de Dios! ¿Por qué le rondaban esos pensamientos en la cabeza? ¿Instinto, premonición? ¿O se debía a su aguda vulnerabilidad actual?
Por más que se esforzara, era incapaz de alejar a Miley de su mente. Era una fuerza intrusa que invadía cada minuto del día

Podía sentir su contacto sin ninguna dificultad. Sentir su boca en la suya. «No sigas por ahí», pensó. Los recuerdos eran demasiado vividos, demasiado intoxicantes.          
Tuvo que admitir que fue maravilloso mientras duró. Una fugaz aventura orquestada por razones incorrectas. Y la peor de ellas había sido la manipulación.
¿Entonces por qué sufría por él?
El trato había acabado. Cyrus florecería bajo la dirección de Nick. La vida privada de Cameron se mantendría en el anonimato. ¿Y en cuanto a ella? Había cumplido todas las obligaciones y era libre.

Miley sintió una risa cavernosa en la garganta. ¡Seguro que sí! ¡Pero la verdad era que nunca había estado más atada en su vida!
Apenas comía, raramente dormía bien. Algo de eso podría haberlo atribuido a la tristeza por la pérdida de su padre. Y todo el resto era culpa de Nick.
El timbre electrónico sonó por encima de la música ambiental y Miley alzó la vista. Al otro lado de la puerta vio una figura familiar con una bolsa de comida en cada mano.
Era Sally, camarera de una cafetería cercana con su pedido para el almuerzo.
-¿Quieres ir a recibir los bocadillos o voy yo? De acuerdo, iré yo -dijo Miley al darse cuenta de que Glen se encontraba empeñado en la delicada tarea de calentar un metal fino.

Tras dejar a un lado las herramientas fue hacia la puerta, quitó el seguro y abrió el picaporte.
Y en ese instante se desencadenó el infierno.
Tuvo una fugaz visión de la expresión aterrorizada de Sally en el momento en que un hombre con la cara oculta bajo un gorro de lana para esquiar la catapultaba al interior del taller.
La pesadilla comenzó al verlo blandir un horrible cuchillo.
En tales circunstancias el cometido era claro. Obedecer las órdenes y no jugar a convertirse en héroe.

Un cuchillo no era una pistola, además Miley estaba entrenada en autodefensa. ¿Podría arriesgarse a desarmarlo?
El hombre sacó una pistola.

-Ni se te ocurra -ordenó en un tono tan perentorio que le heló la sangre en las venas.
Con un rápido movimiento le rodeó los hombros con un brazo y la atrajo hacia sí mientras presionaba la punta del cuchillo contra la garganta.
Tranquila, tenía que permanecer tranquila. Lo que no era fácil ante la proximidad de la pistola, para no mencionar la amenaza del cuchillo.

Con el rabillo del ojo tuvo una visión de Glen que movía sigilosamente un pie hacia el botón de alarma colocado en el suelo. Una llamada que enviaría una alerta electrónica al busca del supervisor, a la empresa de seguridad y a la comisaría de policía.
Miley rezó para que el delincuente no lo hubiera notado.
-Abre la cámara acorazada -dijo con una voz gutural que hizo que Glen alzara las manos en un gesto impotente.
-No sé la combinación.

Una respuesta para ganar tiempo y el intruso lo sabía.
-¿Crees que soy tonto? -preguntó en un tono perverso mientras apretaba los hombros de Miley-. Ábrela ahora mismo o usaré el cuchillo.
Ella sintió la punta en la base de la garganta, una punzada en la piel y luego un cálido hilillo de sangre.

Glen no vaciló. Se acercó a la puerta de la cámara, marcó una serie de dígitos y luego abrió la puerta.-Mete todo en un bolso. ¡Vamos!
Glen obedeció tardando todo lo que se atrevía.
-¿Quieres que le haga daño de verdad?

El cuchillo presionó con más fuerza y Miley gimió de dolor.
-Lo hago lo más rápido que puedo -dijo Glen al tiempo que vaciaba bandejas echando el contenido en una bolsa-. Esto es todo lo que hay.

-¡Dámelo! -dijo el delincuente al tiempo que soltaba a Miley y se dirigía a la puerta.
Pero ella vio lo que él no podía ver y deliberadamente mantuvo una mirada inexpresiva mientras dos guardas de seguridad armados se colocaban a ambos lados de la puerta de calle.
Una sorpresiva patada bien dirigida era todo lo que se necesitaba para desarmar al intruso y proporcionar los pocos segundos esenciales de confusión para dar a los guardas la oportunidad de entrar y derribarlo.
En una fracción de segundo el pie de Miley le golpeó la muñeca y la pistola saltó por el aire.
Con una sarta de obscenidades el hombre se abalanzó hacia ella y Miley apenas pudo ver cómo la puerta se abría de golpe y entraban los guardas antes de que el delincuente volviera a aferraría contra su cuerpo.
La presión contra las costillas era agudísima y apenas podía respirar.
Sally empezó a llorar en silencio.
-Déjala marcharse -ordenó uno de los guardias y se ganó una mirada mordaz.
-¿Estás loco? Ella será mi salvoconducto para salir de aquí.
-Tira el cuchillo.
-Ni soñarlo, colega.
Lo que había empezado como un atraco se convertía en una tentativa de secuestro.
Entonces Miley escuchó el sonido distante de una sirena que se acercaba velozmente al taller y luego se detenía.
Segundos más tarde sonó el teléfono.
-¡Atiende tú!

Moviéndose con todo cuidado el guarda obedeció la orden y luego le tendió el auricular al hombre.
-Es para ti.
-Dile al policía que quiero que me dejen salir de aquí sin trampas y luego que me den quince minutos para marcharme. Ese es el trato.
La escena se parecía mucho a la de una película. Peor que eso, porque el hombre estaba desesperado y no vacilaría en hacerle daño a Miley.

En una fracción de segundo vio toda su vida desfilar ante sus ojos. Vio a su madre, a su padre, a Cameron. Y a Nick. Demonios, ¿por qué Nick?
Ella no tenía futuro con Nick. ¡Maldición, era posible que no tuviera futuro alguno!
-Os quiero a todos afuera. ¡Ahora! -ordenó furioso el delincuente y ella contuvo la respiración.
Los guardias, Sally y Glen desfilaron hacia la salida con calma y la puerta se cerró dejando a Miley y al hombre en el taller.
-Tú y yo vamos a dar un paseo juntos -oyó la voz del hombre junto al oído-. Y Si eres muy buena podría dejarte marchar cuando nos hayamos alejado de aquí.
-Sí.
Seguro que sí. Y a medianoche el sol resplandecía en Alaska.
La mano del hombre apretó el pecho de Miley.
-O tal vez podríamos corrernos una juerga dentro de un rato.
-Sí, en tus sueños.
El hombre la empujó brutalmente contra un mostrador.
-Toma el maldito teléfono y dile a esos bastardos que se pongan en acción.
Ella apenas podía creer que lo dejarían salir solo de allí. Las piedras preciosas costaban una fortuna. Y su vida estaba en peligro.

Al tomar el auricular vio que le corría sangre de una herida en la mano.
-Manténgase tranquila. Haga lo que le dice. Hemos bloqueado las calles así que no podrá ir muy lejos -la voz masculina era clara y directa.

-Un movimiento equivocado por parte de ellos y tú pasarás a la historia, ¿me oyes?
Lo que sucedió a continuación fue una pesadilla de acciones, ruidos y miedo; todo en un calidoscopio de movimiento mientras la obligaba a llevar la bolsa con las gemas, la utilizaba como escudo humano y, ya en la calle, la movía a empellones hacia su coche.
En esos terribles segundos ella se preparó para cualquier cosa, y no fue hasta que la empujó por el asiento del conductor y luego casi se sentó encima de ella que pudo darse cuenta de que lograría escapar. Y la llevaría consigo.
El hombre hizo girar la llave de contacto y arrancó el coche. Miley oyó el chirrido de las ruedas mientras el vehículo escapaba a una velocidad temeraria.