martes, 30 de julio de 2013

Camino A La Fama Capitulo 11




—Bien que te detuviste a mirar— Demi se volteó en tanto él decía aquellas palabras, era un degenerado, no tenía pudor ni decencia. ¿Y ella? Y ella doblemente degenerada, por haber estado mirándolo con tanto apetito —

 ¿Qué quieres? Ya te dije que si te daba ganas solo entraras.

— ¡Mierda Joseph! ¡Cierra la boca! Pues no tendré reparos en matar a tus próximas generaciones.
—Histérica.
—Idiota.

—Niñita llorona.
— ¡Asqueroso puerco!—Frente a esa frase Joseph hizo silencio, por un segundo Demi se creyó vencedora en esa disputa, una pena que el instante fuese efímero.

— ¿Qué cosa?—Él estaba detrás de ella, desnudo, reposando sus manos sobre su cadera, desnudo, hablándole al oído, desnudo y demasiado cerca para que ella lo ignorase. ¿Ya he dicho desnudo?
Joseph…

—Hmm…—Tan solo tenía que dar un paso atrás y las cosas se irían completamente de sus manos. ¿Dónde había quedado la chica tímida y recatada? ¿De aquí a cuando su mente le jugaba tantas malas pasadas?
—Suéltame.

— ¿No quieres acompañarme con el final de mi ducha?—La nota sugestiva estaba plantada, ella solo debía asentir. Tal vez él solo se burlaría de ella, diciéndole algo como 

“Ni muerto me ducho con una viuda negra” pero entonces también cabía la posibilidad de…«No, esto no podía pasar…Otra vez» ¡Ay! ¿Pero sería tan malo guardar un recuerdito de lo que sería estar con Joseph?

La Demi atrevida luchaba con la angelical, ambas presentaban tan buenos argumentos y hasta la fecha, ella ni siquiera sabía que poseía un lado tan libidinoso.
Demi.
— ¡No!—Se deshizo de sus manos en un parpadeo, no podía hacerlo. No estando en su sano juicio.

Joseph era atractivo, pero era solo eso un envoltorio de carne, bien esculpido debía admitir pero él no sentía nada por ella. Y al menos en su mundo, el sexo debía implicar un mínimo de compañerismo. Algo que entre ellos claramente no existía, no podía, así no funcionaban las cosas.
— ¿No?

—Quiero que me lleves a casa.

— ¿Qué te lleve?— Demi asintió aun de espaldas a él, pero no necesitaba verlo para sentir la nota ofuscada en su timbre—Lo siento cariño, si quieres irte deberás hacerlo por tus propios medios.
Ella no pudo más que volverse para verlo con el rostro estupefacto, Joseph sabía que no tenía como regresar.

No podía montarse en un taxi con esas ropas y mucho menos caminar hasta su casa, la única opción que tenía era llamar a Fiona pero eso también implicaba darle explicaciones a ella.

—Por favor—murmuro con los ojos fijos en esos duros y fríos orbes azules. Por un instante pensó que realmente le había molestado su negativa, pero ¿Es que acaso no comprendía su postura? Un error de ebrio era algo,

pero cometer la misma estupidez dos veces, sería igual que apretarse los dedos con la puerta por diversión.

—Estoy a mitad de mi ducha—Fue la respuesta que le soltó, antes de darse la vuelta y meterse una vez más al cuarto de baño.

A Demi se le atoro la réplica en la garganta, ese maldito hijo de p… Pero fue incapaz de dejar salir eso por su boca, se limitó a soltar un bufido y con el poco orgullo que le quedaba, salió de esa habitación como alma que lleva el diablo. Pero 

¿Quién diría que la solución a su problema se encontraría reposando tiernamente en la alfombra?


Mientras la cascada de agua fría golpeaba su espalda, Joseph intentaba apartar de su mente todo pensamiento racional. 

Era difícil pero casi lo estaba logrando, ya no estaba pensando en su cuerpo ligero descansando sobre el suyo propio, ya no estaba viéndola contonearse por su habitación cubierta por una de sus camisas, ya casi y se había quitado el aroma a melocotón que expedía su piel. Solo una o dos horas más de agua fría y él estaría como nuevo. 

En ese momento la puerta del baño se abrió y tras el vidrio templado de la mampara, reconoció su figura moverse por el lugar.

— ¿Cambiaste de opinión?—No pudo evitar que una sonrisa jugara en sus labios frente a la idea, incluso su cuerpo incremento la temperatura del agua helada que lo estaba rozando. 

Saber que solo había una puerta de cristal separándolos, activo cada uno de los sentidos que la ducha estaba intentando dormir— ¿Demi?—inquirió al notar que ella no respondía.

Entonces la puerta se cerró, pero Joseph dejo de ver la silueta de ella al otro lado.

— ¿Demi?—Con lentitud descorrió la portezuela de la mampara para encontrarse completamente solo. Frunciendo el ceño salió de la ducha dispuesto a preguntarle para qué había entrado, pero un diminuto papel pegado en el espejo lo detuvo en seco.

“Si lo quieres devuelta ven a buscarlo, gracias por el favor… Demi” Y justo debajo de su firma, dejaba una dirección que en un principio Joseph no comprendió.

El ruido en el exterior, fue todo lo que necesito para comprender la nota.
— ¡No…no, no, no!—Corrió a la ventana para verla salir a toda velocidad por los portones de su casa— ¡No mi Lexus!—Exclamo dispuesto a ir detrás de ella con lo que llevaba puesto en ese instante, O sea nada.

Era oficial esa niña no volvería a respirar, si le hacía un mísero rayón a su auto él la degollaría y gustoso la echaría a los buitres. 

Camino A La Fama Capitulo 10






Sí, ya sabes. Te encontré vagando por las calles, sin calzado y bastante desorientada. 

Cuando llegamos aquí, no dejabas de lanzarte a mis brazos diciéndome lo guapo que era y que toda la noche habías esperado tenerme así de cerca.
— ¡Eso es mentira!

—Claro ¿Y tú lo recuerdas mejor que yo?—insto irónico, a sabiendas que llevaba la razón en ese punto.

Demi se cruzó de brazos con rabia, pues no lo recordaba. No recordaba nada después de haber dejado la fiesta con el doctor e incluso esos recuerdos, estaban como metidos en una nebulosa.

¿Cuándo se había encontrado con Joseph? ¿Realmente había estado vagando por las calles? ¡Oh Dios! Esto era peor de lo que imaginaba, lo único que le faltaba era estar en deuda con la escoria.
—Incluso si eso fuese cierto ¿Por qué no te comportaste como un caballero? —La recriminación era bastante pobre, teniendo en cuenta que ella no se había comportado como una dama. 

Pero a decir verdad era más fácil echarle la culpa a Joseph, que admitir que en esa ocasión ella tenía todas las de perder—Ni siquiera te gusto…—musitó con las lágrimas oscilando peligrosamente en sus ojos. Llorar, eso era como la frutilla del postre ¡Estupendo!

—Vamos, no seas tan…— Joseph se detuvo a media frase y Demi noto el instante en que fijo la vista en sus ojos— ¿Por qué lloras? No es para tanto…no es como si te hubiese robado… 

la virginidad—La última parte casi y pareció dudarla, pero ella no reparo en el pequeño traspié de su interlocutor. Estaba demasiado ensimismada en su propia miseria.

—No se trata de eso, es sobre los principios ¡Tú no tienes códigos! —Le apunto con un dedo acusador—Ningún hombre que merezca ser llamado así, se aprovecharía de una mujer ebria ¡Ni el doctor quiso forzarme cuando me negué!

— ¿Te negaste?— Demi sintió la urgencia de arrojarle algo al rostro, ella intentaba transmitirle su confusión y él se burlaba como si todo se tratara de un simple chiste.
— ¿A ti que más te da? ¡Eres repugnante!
Demi

—No, no me toques.
—No decías lo mismo unas horas atrás—Ella lo fulmino con la mirada, ¿cómo se atrevía a seguir provocándola? —Ya deja el drama ¿quieres?

—Vete al infierno—masculló encontrando la fuerza para ponerse de pie y salir de aquella cama a la carrera.

Pero fueron cinco pasos los que dio, para caer en cuenta del atuendo que cubría su desnudez.

— ¿Dónde está mi ropa?—exclamó con los nervios a flor de piel.
—Tranquilízate, probablemente ahora debe estar en el segundo ciclo de lavado—

Él se descubrió el resto del cuerpo que aun ocultaba las sabanas y ella dio un respingo volviéndose en la otra dirección—Dudo mucho que quieras usar eso, la decoraste a tu gusto con una buena cantidad de vomito…—Ella cerro los ojos y alzo el rostro al cielo, en una súplica silenciosa. Había caído bajo y Joseph no estaba teniendo reparos en brincar sobre su humillado honor.

Él pasó caminando por su lado y ella no pudo evitar del todo que el cuerpo se le pusiera alerta frente a su cercanía, incluso con los ojos cerrados sabía que él la estaba mirando.
— ¿Qué?
—Voy a darme una ducha, tal vez quieras acompañarme— Demi desplego un parpado y lo miro echando humo por la nariz—Bien…si cambias de parecer…

—Le apuntó sutilmente una puerta y luego fue caminado hasta allá, cubierto por un minúsculo bóxer negro que se ajustaba a su trasero como un guante. La iglesia escribiría una plegaria, para ese monumento a la belleza masculina.

Demi permaneció de pie en el centro de la habitación, enfundada en una camisa blanca que le quedaba como cinco números más grande. Lo único que la contentaba, era que él había tenido el detalle de vestirla luego de…Mejor ni pensar en ello.

En tanto Joseph se duchaba ella se puso en la tarea de encontrarse algo de ropa, para su desgracia el hombre no parecía del tipo que llevaba prendas ajustadas. 

Todo le quedaba enorme, los pocos pantalones de gimnasia que encontró en su armario le quedaban como bolsas y sin importar cuanto doblaras las perneras, seguía arrastrándolos. Harta de la situación, se resignó a ponerse unos bóxers que en ella lucían como pantalones cortos. Al menos así cubría su trasero y no tenía que estar ventilándolo por la casa de ese hombre.

Joseph —Llamó dando ligeros golpecitos a la puerta del baño, él no contesto.

Demi podía oír la cascada de la ducha en el interior, podía ser posible que en realidad no la escuchara o solo se estuviese haciendo el desentendido, para que ella abriera la puerta. Pero estaba decidida a salir de esa casa con la dignidad lo más intacta posible, si podían haberse acosta… 

Dios! Ni pensar la palabra podía. Con el rostro ruborizado, volvió a llamar a la puerta. Tan solo quería salir de allí ¿Era mucho pedir?

— ¡Joseph!—Nada, él seguía ignorándola, pues ella había gritado lo suficientemente fuerte como para que los vecinos de la escoria la oyeran—¡¡Joseph!!

— ¿¡Qué!?—Entonces la puerta se abrió y Demi no se desmayó, por el simple hecho de que era lo bastante osada como para disfrutar la vista sin remordimientos. ¡Dios lo tenga en la gloria! Estaba así, como Adán en su vendito Edén pero sin la hoja de parra, por supuesto él no se tomaría el trabajo de detenerse en esas nimiedades.


— ¡Oh!—exclamó una vez que supo, debía reaccionar— ¿Por qué sales así? Eres… 

Camino A La Fama Capitulo 9



Así Juego Yo.

Uno nunca esperaría sentir la necesidad física de arrancarse la cabeza, pero allí estaba ella, demostrando que a veces incluso la mente está en desacuerdo con lo que dicta la lógica.


Había ciertas partes de su cerebro, que parecían estar despertando lentamente a la sobriedad, algunas otras seguramente no volverían a ver la luz del día. Demi estaba casi segura de haber matado, más de la mitad de sus neuronas con ese condenado alcohol etílico.

 Porque no podía ser otra cosa que eso, nadie se ponía tan ebrio con licores buenos. Maldito doctor, maldita Connie, maldito Joseph…malditos sean todos los que la pusieron en aquella situación.

Pero bien, de nada valía injuriarse por el pasado. Estaba en su cama, estaba sana y salva; y a partir de ese segundo estaba por comenzar a invernar, hasta sentir que todo en su mente volvía al cause común. 

Se prometió en ese instante no volver a tocar el alcohol, incluso si se cortaba prefería morir de tétanos antes de intentar desinfectarse con él. Dios la cabeza le daba vueltas y su estómago parecía contraído en una diminuta bola, sentía que con cualquier estimulo se activaría como la noche anterior y le sería imposible contener los vómitos. Asco, ella era un asco. ¿Cómo había caído tan bajo?

Se removió un tanto incomoda y soltó un quedo gemido al aire ¿Podía ser posible que incluso aquello le hiciera retumbar las sienes? Sí podía ser.

—Voy a morir —susurro aletargada, mientras hundía el rostro en la almohada y se dejaba embriagar por ese aroma tan particular.

Que extraño que su almohada oliera a hombre, teniendo en cuenta que su cama era como la superficie lunar, el último avistamiento masculino databa de mil novecientos sesenta.

No le dio mucha importancia y prosiguió con su labor de hundir el rostro, en la suave, tibia y musculosa superficie. ¡Aguarden! ¿Musculosa? Demi abrió los ojos abruptamente, para encontrarse con piel… ¡Piel! No, no solo con piel, sino con todo un hombre completo debajo de ella. Corrección, un hombre completamente desnudo.

—Ay Dios…—soltó en un suspiro, plantando las manos en el pecho de aquel hombre para incorporarse.

 Pero fue ese único movimiento el que finalmente termino por despertarlo y de ser posible Demi, paso de avergonzada y confundida a literalmente estupefacta.

—Buenas—Saludo él con una sonrisa de suficiencia en sus labios, ella no respondió, no respiro, no...

Solo se quedó allí, mirándolo sin dar crédito de que él estuviese ocupando su cama. Todo despeinado el condenado, con el torso — 

¡Sí! El de Botticelli— expuesto en toda su gloria y esos ojos azules resplandeciendo de vivacidad, como si cargara una lámpara a un lado para crear ese efecto devastadoramente apuesto.

— ¿¡Qué demonios haces aquí!?—exclamo cuando sus adormecidas neuronas, terminaron de conectar los sucesos.

Joseph frunció el ceño y sin hacerle caso, la empujo a un lado para darse la vuelta y volver a conciliar el sueño. 

Demi observo su espalda, observo como los músculos se le tensaban por un instante, para luego dar paso al típico respirar acompasado propio del descanso. Ella puso los ojos en blanco y soltó un sonoro suspiro, antes de asestarle un golpe y luego otro y otro, hasta que él decidió devolverle la atención.

— ¡Quieres detenerte ya!—Le grito tomándola por las muñecas, hasta tumbarla en la cama y presionarla con el peso de su cuerpo de gorila.

—Suéltame—Pidió notando como su respiración se había ido a las nubes con ese simple cambio de posiciones, pero a decir verdad esa la dejaba a ella en marcada desventaja— ¡Joseph suéltame!

— ¿Y si no quiero?— Demi se mordió el labio con impotencia y él soltó una carcajada, liberándola al mismo tiempo—Miedosa.
—No tengo miedo.
—Claro que sí.

— ¿Qué haces en mi cama?—Él volvió a reír, pero de un modo que le erizo hasta los vellos de la nuca.

—Mira otra vez cariño—Con un ademan le apunto la habitación y ella como una estúpida, siguió el movimiento con sus ojos para nuevamente encontrarse perdida. Demi escrudiño todo con calma, sin reconocer los colores de ese cuarto, los muebles o siquiera la cama donde estaba sentada.

— ¿Qué…?—inquirió con la voz en un susurro— ¿Dónde…?
—En mi casa.

Las palabras de Joseph se colaron por sus oídos, deteniéndole el corazón al mismo tiempo. Su casa ¡Su casa! ¿Qué demonios hacia ella en su casa? Peor ¿Por qué estaba acostada con él? ¡No podía ser cierto! ¿¡Con Joseph!?

No sabía que la molestaba más, haberse acostado con él ebria o el no recordarlo en absoluto.

— ¿Tú y yo…?—preguntó con la garganta seca, repentinamente la sentía como si intentara pasar arena por entre sus cuerdas vocales.
—Oh si, toda la noche—Eso era todo, oficialmente estaba muerta.
Sí, su corazón ya no latía, sus pulmones habían colapsado cual víctima de accidente automovilístico y su cerebro… 

¿Qué cerebro? Solo una estúpida descerebrada se acostaría ebria, con el hombre con el que se supone debe trabajar. Se sentía como una de esas secretarias busconas, las mismas que usaban su cuerpo para obtener un aumento. Solo que ella obtendría una patada en el trasero y un “gracias por los servicios prestados” Estúpida, era una palabra demasiado bonita para definirla.

—No puede ser…—murmuro resignada. Pero entonces la confusión dio paso a un sentimiento mucho, mucho más liberador. La ira— ¿¡Por qué!?—Increpo mirando a su compañero de cama— ¿Por qué hiciste eso? ¿Acaso…acaso eres idiota?

— ¿Idiota? ¿Y eso porque? Anoche no pensabas lo mismo, es mas no dejaste de decirme cuanto me adorabas y que esta era la única forma en que podrías pagarme...

— ¿Pagarte?—Lo interrumpió chillando. 

lunes, 22 de julio de 2013

Marido De Papel Capitulo 27




Él hundió las manos en sus bolsillos—. ¿Lo soy?

Demi se dirigió a David y le entregó un billete de cinco dólares.
—David, ¿por qué no vuelves allí y juegas a las máquinas un rato, mientras hablo con este señor? —pregunta.

Él sonrió abiertamente.

—Claro, Miss Jonas, ¡gracias! —y se fue a grandes zancadas.
—Así que venías con un niño, no con ningún otro hombre —murmuró Joe distraídamente.
Ella se ruborizó.

—¡Como si fuera a confiar, otra vez, en mi propio criterio sobre los hombres! La madre de David está en el trabajo, por lo que me ofrecí a traerlo a ver una película.

—Te gustan los niños, ¿no? —le preguntó, y sus ojos miraron suavemente hacía su cintura—. Es una suerte.
—Yo no llamaría así —dijo obstinadamente.

Él suspiró. No sabía qué decir pero, sin duda, este no era el mejor sitio para hablar—. Mira, ¿por qué no vamos a al niño y volvemos a la pensión? ¿Han venido conduciendo?
Ella sacudió la cabeza.

—Vinimos en el autobús —quería discutir, pero parecía haberse quedado clavada en el suelo. No podía entender por qué él estaba aquí, cuando Betty era libre. 

Tal vez eso era lo que quería explicarle. Por el momento, parecía que no tenía más remedio que hacer lo que él decía.

—¡En el autobús! —murmuró él, y en tus condiciones, dijo para sí mismo, porque no se atrevía a decirle que sabía que estaba embarazada. Todavía no—. 

Vamos a por el niño, —dijo brevemente—. Voy a llevaros a casa.

Joe fue a buscar David y los llevó de vuelta a la pensión. David le agradeció la invitación y se fue. La Sra. 

Harper estaba merodeando, pero una mirada furiosa de Joe hizo que se marchara.

Cerró la puerta detrás de ella y se sentó en una silla, mientras Demi se sentaba en la cama un poco nerviosa.
—¿Dónde está Betty? —le preguntó.

—En Corpus Christi, supongo, —dijo—. Estoy solo.
—No vas a estar solo mucho tiempo, —recordó él—. Ya puedes casarte de nuevo.

—Ya estoy casado, —dijo tranquilamente—. Tengo una mujer joven y muy bonita.
Se ruborizó.

—Me divorcié de ti.
Agitó su cabeza.
—Lo he parado.

—¿Por qué? —Preguntó mirándolos con los ojos tristes y la cara tan blanca como el papel—. ¡No tienes que seguir casado conmigo ahora que ella está libre!


Hizo una mueca de dolor. Se acercó y tocó su mejilla, pero ella se retiró.

Marido De Papel Capitulo 26





Dane tardó dos días en dar con Demi en una pequeña pensión a las afueras de Houston.

 Durante ese tiempo, Joe perdió sueño y se torturaba pensando en todo lo que podría haberle pasado a su vagabunda esposa embarazada, lo que no mejoró su temperamento ni su angustia.

Cuando Dane lo llamó, ya había salido luna y no tardó casi nada en llegar a todos la pensión de la Sra. Harper, pero cuando llegó a la puerta principal y se bajó del coche que había alquilado en el aeropuerto, no sabía muy bien qué decir. 

Miraba la casa blanca con anhelo y aprensión. Su esposa estaba allí, pero ella no lo quería. Había tratado de divorciarse de él, se había trasladado aquí y había hecho un gran esfuerzo para borrarlo de su vida. Ni siquiera le había dicho nada de su embarazo. 

¿Cómo debería hablar con ella, ¿qué tenía que decirle para que le perdonara por todo lo que le había hecho sufrir y por la forma en que la había tratado?

Salió del coche y se acercó a la casa lentamente, arrastrando los pies, porque tenía miedo de lo que pudiera pasar. Se acercó y llamó al timbre. Una anciana, sonriente y regordeta, abrió la puerta.

—¿Puedo ayudarle? —pregunta educadamente.
—Soy Joe Jonas —dijo, en un tono moderado—. Creo que mi esposa está viviendo aquí. Se llama Demi.

—¿La Srta. Jonas es su esposa? —preguntó, desconcertada—. Pero estoy segura de que dijo que no estaba casada.

—Está bien casada, —respondió, acordándose, demasiado tarde, de quitarse su sombrero Stetson, de color crema, y dejarlo colgando de su mano. Me gustaría verla.

Ella se mordió el labio, frunciendo el ceño.

—Bueno, en este momento no está aquí —dijo—. Se fue a ver esa nueva película de aventuras al centro comercial, con el Sr. Coleman, eso es.

Su mirada era ligeramente homicida.
— ¿Quién es el Sr. Coleman? —pregunta brevemente.

—Vive aquí, también —dijo tartamudeando nerviosa por el oscuro resplandor de sus ojos—. Es un joven muy agradable…
—¿En qué centro comercial y que película es? —exigió.
Ella se lo dijo. No se atrevió a ocultárselo.

Rodeó su coche, cerrando la puerta con un portazo y haciendo patinar el coche, mientras se incorporaba a la calzada.

— ¡Oh, querida, querida, —murmuró la Sra. Harper—. Me pregunto si debería haberle dicho que David tiene once años…

Sin se consciente de la hora, Joe llegó al centro comercial, aparcó el coche y fue directo al cine. 

La suerte quiso que la película hubiera terminado en ese momento y la gente empezara a salir por las tres puertas de la sala. Estuvo pendiente de todo el mundo, hasta que vio Demi.

Ella estaba hablando con un niño pequeño, que llevaba una gorra de béisbol, con la cara animada y sonriente. Su corazón saltó cuando la vio salir del gran edificio. 

Él amaba. Sinceramente, no había reconocido. Su corazón se aceleró desenfrenadamente, pero sus ojos empezaron a brillar, tranquilos, atentos y con adoración.

Demi estaba demasiado lejos para ver su expresión. Pero lo descubrió inmediatamente y se detuvo a pensar cómo la había descubierto. El muchacho estaba diciendo algo, pero no lo estaba escuchando. Su rostro estaba pálido.

Joe se acercó a ella, alerta ante cualquier movimiento repentino. Si trataba de correr, la detendría antes de que consiguiera dar tres pasos.

Pero ella no corrió. Levantó la barbilla, como si se preparara para la batalla y sus manos apretando el pequeño bolso contra la cintura de su falda vaquera.

—Hola, Demi, —dijo cuando llegó a su altura.
Ella lo miró con recelo.

—¿Cómo me has encontrado? —preguntó.
—No he sido yo. Lo hizo el detective de la agencia.
Se puso más pálida todavía.


—He firmado todos los documentos necesarios, —le dijo secamente—. Eres libre.

Mi Adorable Rebelde capitulo Final





A veces Marty es un gran idiota — Continuó Joseph —. Si mal no recuerdo. 
Fue él quien saco a relucir el nombre de Swiss Kriss Yo estaba casi dormido. 

Y lamento no haber corrido en tu defensa, pero, francamente, no me afecta demasiado lo que diga la gente. 

En lo que a mí respecta, la gente puede tener todas las locas opiniones que se le antoje.

Joseph estaba ahora tan cerca que tenía la certeza de que podía oír los latidos de mi corazón. Todo lo que decía caía sobre mí en oleadas oscuras. Pensé en la conversación que había escuchado… 

¿Qué había dicho el con exactitud? No demasiado. Fue Marty el que habló la mayor parte del tiempo. Pero yo enseguida culpe a Joseph de todo.
Levante la vista hacia él.

— Oh, Joseph — dije desanimada —. Lo siento. Supongo que… no pude olvidarme de tus bromas acerca de ser la hija del director…

— Demi. — Joseph me acarició la mejilla. — Es difícil no hacerte bromas. Eres la persona de quien uno más puede burlarse en el mundo…Te enojas con tanta facilidad…— 

Extendió la mano y la llevo un mechón de mi pelo detrás de mi oreja. — Nunca pensé en ti como si solo fueras la hija del director. ¿Cuándo vas a aceptarlo?

Sentí que se me agrandaba el corazón.
—Supongo…supongo que estoy empezando a hacerlo en este mismo instante.

Ahora bien, ¿quieren explicarme algo que nunca puede entender? ¿Por qué, en las novelas románticas, los protagonistas se unen justo cuando el aspecto de ella es de lo peor? En Lo que el viento se llevó, Rhett le revela su amor a Scarlett cuando ella está toda transpirada y llena de hollín, mientras Atlanta se incendia. 

En Rebeca, Max se declara a la narradora justo después de haber paseado en el convertible de él, cuando tiene todo el pelo hecho una gran maraña. Son libros, ¿verdad? Es ficción, ¿No es cierto? Es todo inventado del autor. Entonces,

 ¿Por qué no hacer que el gran momento llegue cuando el pelo de la protagonista está en un buen día y ella se vea elegante? Por ejemplo, habría sido mucho más conveniente para Joseph besarme en el gimnasio, cuando yo estaba maquillada y tenía puesto mi vestido negro.

 Pero una no puede elegir donde van a ocurrir las cosas y, si se pasa la vida planificando, puede ser que nunca sucedan.

Miré a Joseph un segundo y luego me acerqué y lo besé. Pareció sorprenderse, pero al cabo de un instante ya me estaba devolviendo el beso. Le rodeé en cuello con los brazos. 

Todo era igual al recuerdo de lo que había pasado aquel día junto a la escalera. Sentí vértigo, el mundo giró lentamente debajo de nosotros. Y los brazos de Joseph temblaron como si él estuviera muy nervioso. O muy feliz.

Entonces me di cuenta de que tal vez esa fuera un mejor ocasión que cualquiera otra que se hubiera dado en el Baile de Otoño. Por cierto, las estrellas que brillaban en el jardín junto a la piscina de Pat eran mil veces más relucientes, y más hermosas, y más reales.
Te amo yo también te amo.

Fin