martes, 2 de julio de 2013

Mi Adorable Rebelde capitulo 30





¡Atractivo!— repetí — Atractivos son los cachorros, atractivas son las sales de baño, atractivo es el chocolate… ¡puaf! ¡Ya estaba pensando en Swiss Kriss de nuevo! Atractivo es el té caliente…

— Se me ocurre que el pelo — dijo Katie meditativa, ignorándome —. Se lo ve tan… suave.

— ¿Suave? — Se me hizo un nudo en el estómago al imaginarme tocando su revuelto pelo castaño. Alejé el pensamiento de mi mente.

 — ¿Por qué no te acompaña Joseph a tu casa, si eso es lo que sientes? — dije con desdén.
— Repito: no lo tragas — constató Katie rápidamente —. En fin ¿Qué me cuentas de mi propio problema con respecto al Baile de Otoño? ¿Qué voy a hacer?

Suspiré. Francamente, me alegró cambiar de tema.
— Está bien, recuérdame en qué punto estábamos. En la actualidad no puedes ir, a menos que lo hagas con Pat, ¿correcto?

— No, a menos que encuentre una mentira muy convincente para explicar porque tengo que ir a la biblioteca con un vestido semiformal — dijo Katie, resentida.
— De acuerdo…

Permanecí en silencio un momento.
— ¿Y? — me urgió ella —. ¿Tienes alguna buena idea?
— Tengo una — dije con cautela —. Aunque no creo que se la pueda llamar una idea de veras buena.

— Oh, habla — se impacientó Katie.
Inhalé una larga bocanada de aire.

— ¿Quién es tu compañero de laboratorio en la clase de Sonrisita?
Katie frunció el ceño.

— Gus Pendleton. ¿Por qué?
— ¿No te gustaría ir al Baile de Otoño con él? — dije, tratando de mostrar algún entusiasmo.
— ¿Qué?
— ¿No te gustaría ir al Baile de Otoño con Gus…?
— ¡Ya te oí! — Me interrumpió Katie — ¿Con Gus Pendleton? ¿Estás loca?
— Sí — contesté —. Pero sólo a título informativo: ¿Qué tiene de malo Gus Pendleton?

— Te diré — contestó Katie en tono presumido —. Dado que vivo justo detrás de los Pendleton, te puedo decir con exactitud lo que tiene de malo Gus. Está construyendo un fuerte en su patio trasero.
— ¿De veras? — dije con interés a pesar mío.
Katie asintió.

— Sí, tiene toda esa basura…madera y otras cosas.
— Bueno, eso no quiere decir…

— Y además, vino a pedirle a papá si le podía dar alguna cinta aisladora que nos sobrara, y papá le preguntó para qué, y Gus dijo: Estoy construyendo un fuerte.

Katie me miró con expresión de triunfo.
Me resultaba difícil argumentar que ir al Baile de Otoño con alguien que estaba construyendo un fuerte sonaba cualquier cosa menos alentador. Pero tampoco era para desesperarse.

— Sin embargo — dije alegremente —, Gus Pendleton es mejor que Marea Alta Pat.
Katie suspiró.
— Sí, supongo que sí… Pero ¿Por qué Gus?
Me encogí de hombros.

— Sólo pensé… Ya sabes cómo Sonrisita se la pasa esperando que todos los que trabajan en pareja se enamoren. Y pensé que, si le explicaba que tú y Gus de veras querían ir al Baile de Otoño juntos — Katie gimió y yo hablé en voz más alta —entonces él podría, tú sabes, hacerle ver las cosas a tu madre. Después de todo, es probable que ella escuche a un profesor.

— Antes que nada — dijo Katie —, y debes creerme, esta es sólo una de muchas, muchas razones, Gus Pendleton jamás demostró el menos interés en mí.— De repente, lanzó una risita.

— Aunque supongo que podría ofrecerme para coser almohadas para el fuerte o algo por el estilo.
Yo también reí.

— Quizá puedan ir allí después del baile — sugerí--. Un lugar íntimo y romántico…
Katie gimió.

— Escucha, Demi, esto no tiene nada de gracioso. ¿No puedes proponer algo mejor?

— Bueno, trataré —dije vacilante.
— Está bien — aceptó Katie — Te llamaré más tarde.
Nos despedimos y me encaminé a casa.

Una vez adentro, oí a Anne que parloteaba con mamá.
— ¿Por qué no puedo hablarle? — decía.
— Porque vino a ayudar a papá con el jardín, querida — dijo mi madre —. Y no quiero que le distraigas.

— Bueno, ¿le puedo decir hola?
— Por supuesto.
— ¿Puedo hacerle, digamos, cinco preguntas?
— No.
— ¿Por qué no?

— Preciosa, acabo de decirte…
— Bueno, ¿Demi puede hablarle?

— Anne, eso es diferente. Se conocen del colegio. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 29




Miré hacia el frente del aula.

En el pizarrón, Swiss Kriss escriba posibles nombres para el baile con su adornada letra cursiva. Hasta el momento había escrito NOCHES ALPINAS, GLORIOSO BAILE DE OTOÑO Y ROMANCE EN LA MONTAÑA.

— De veras creó que podemos encontrar algo mejor dijo ansiosa —. Ninguno de estos nombres es... bueno, bastante "suizo".

— Está bien — me dirigí a Joseph —. Cuéntame la anécdota.
Después de todo, oír su relato iba a ser mejor que escuchar a Swiss Kriss.

— Muy bien — comenzó Joseph alegremente —. Fui al baile de fin de año con una chica que me parecía imponente, y después de bailar la cuarta pieza, me dice: "¡Esta vez sí seguiste el ritmo!".

En ese momento sentí un nudo en el estómago. "Una chica que me parecía imponente", repetí para mis adentros. ¿Qué clase de chica consideraría él imponente?
Joseph me observaba.

— ¿No es horrible? — dijo —. El hecho de decirme que esa vez sí había seguido el ritmo es un insulto muy grande. ¿Cómo crees que había quedado el resto del tiempo?

Enderecé los hombros y traté de serenarme.
— No es una historia tan humillante como pensé que iba a ser. Cuéntame otra.
Joseph sacudió la cabeza.

— Primero dime con quién vas a ir a el Baile de Otoño — repuso —. Es decir, suponiendo que ya tengas acompañante. ¿Qué daño puede causarte? A la larga, todos vamos a enterarnos, ¿no te parece?
Swiss Kriss volvió a aclararse la garganta.

— Disculpen — dijo —. Agradecería que ahí atrás no hablen tanto. — Sonrió con gentileza, absolutamente cautivadora con su blusa celeste y su falda corta. —Bien, como iba diciendo, si sus padres alguna vez fueron a Suiza, o a algún lugar cercano a Suiza...

 — pareció ponerse un poco nerviosa al llegar a este punto; me pregunto si alguna vez miró un globo terráqueo — hagan que me llamen para charlar acerca de la donación de sus recuerdos de viaje.
Joseph seguía mirándome.

— Dime quién es, Demi — susurró —. Prometo no reírme.
— ¿Por qué estás tan interesado?— pregunté —. ¿Con quién irás tú al baile?
— ¿Yo? — dijo Joseph con aire travieso.

— Si, tú — repetí. Recordé su conversación telefónica con Marty y el corazón empezó a latirme con fuerza. — ¿A quién vas a llevar a...?

Me detuve, súbitamente consciente de que la habitación había quedado en silencio y de golpe, Joseph y yo éramos el centro de la atención de todo el mundo.
Joseph sonrió.

— Lamento no poder ir al Baile de Otoño contigo, Demi — dijo en voz alta y clara —, pero ya me lo pidió alguien.
Sentí que me sonrojaba.

— Tú... tú sabes que no te estoy pidiendo...
— No debes avergonzarte — dijo Joseph con suavidad —. Tendrías que habérmelo pedido antes.
¡Jamás te lo pedí!

— Disculpen — dijo Swiss Kriss con un pestañeo de sus enormes ojos azules —. Creo que nos estamos apartando de nuestro objetivo. ¡Por favor, atención todos! ¡Piensen en suizo!

Me abaniqué con una libreta. Por lo menos, ya no nos miraban.
— ¿Por qué no me dices con quién vas a ir tú, Joseph? — Dije con aspereza —, ¿O es un secreto?

— En absoluto — contestó él —. Iré con Swiss Kriss.
— ¿Qué pasa conmigo? — le pregunté a Katie esa tarde mientras caminábamos hacia mi casa en medio de la brillante luz otoñal. 

Katie llevaba puesto un suéter de muchos colores apagados que su abuela le había tejido. Odiaba ese suéter, y sólo lo usaba por mantener la armonía familiar. Aunque nunca descubrí porque lo odiaba. A mí me parecía ideal para ella, con esos hermosos matices de azul, dorado y rosa.
Katie suspiró compasiva.

— Demi — dijo con cautela —, sé que sólo tratabas de poner a Joseph en su lugar, pero ya sabes cómo es. Nunca se toma nada en serio y le encanta burlarse de ti… —Frunció el ceño. — Oh, no pensarías que iba a invitarte, ¿verdad?
— ¡Claro que no! — dije indignada, mientras me ruborizaba furiosa —. ¿Por qué iba a pensarlo? ¿Por qué iba a desear pensarlo? ¿Acaso alguna vez dije dos palabras positivas sobre Joseph Conner?

— No — admitió Katie —. Ni siquiera recuerdo que hayas dicho una sola.
Me apretó una mano.

— Y va a ir con Swiss Kriss — proseguí —. ¿Cómo voy a seguir viviendo después de esto? Ya sería malo que todos pensaran que le pedí al buen amigo de Joseph Conner que me llevara al baile, pero no, se lo pedí… quiero decir, piensan que se lo pedí, al tipo-que-en realidad-va-a-llevar-a-la-chica-más-popular-del-colegio.

— Oh, yo no apostaría a que de veras van a ir juntos. Es probable que Swiss Kriss no recuerde quién es cuando vaya a buscarla — dijo Katie, quien obviamente todavía recordaba el incidente de Frankenmuth.

— No sé — dudé en tono sombrío —. Después de todo, ella sí se lo pidió… Al menos, es lo que Joseph dijo. Me pregunto qué diablos le ve.

— Sé que tú no lo tragas, pero hay algo atractivo en Joseph — comentó Katie. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 28




— No me lo recuerdes.
— ¿Te cuento lo de la llamada telefónica que me hizo la señora McCracken anoche?
— No.

— Estaba recostado en el sillón, comiendo unas pasa de uva, y suena el teléfono —continuó Joseph —, Atiendo y oigo una voz gruñona y sarcástica que dice: "¿Hablo con el joven señor Conner?"

Suspire. Resultaba difícil no escuchar las historias de Joseph. Jamás le pasa algo normal.

— De modo que contesté: "No, esto es un centro de rehabilitación para drogadictos; ¿está preparada para admitir que tiene un problema?", y colgué — dijo Joseph —. Pero después me sentí renervioso toda la noche, de miedo a que volviera a llamar.

Lo miré. Ahora que hablábamos del tema de las semillas, no pude menos que sentir un poco de curiosidad por todo el asunto.
— ¿De dónde sacaste esas semillas?
Joseph sonrió apenas.
— Bobby Weller.

— ¡Bobby Weller! — exclamé. Sabía que Bobby andaba en malas compañías, pero de todos modos resultaba sorprendente.
Swiss Kriss se aclaró la garganta en el frente de la habitación.
— Disculpen — dijo con su dulce y suavecita voz.

— Era mi primer día aquí — susurró Joseph — y por casualidad me senté al lado de él durante el almuerzo. Bobby me dijo: "Eh, compañero, ¿te gusta compartir?"

A mí pesar, miré a Joseph con admiración. Es asombroso lo bien que imita a la gente. Hablaba a la perfección con la voz lenta y aletargada de Bobby.

— Pensé que se refería a compartir una fiesta, amigos, o algo así — continuó —. De modo que le dije que sí, claro, y Bobby siguió: "Bueno, entonces esto te gustará". Y me entrego una bolsa con semillas.

— ¿Entonces por qué se las diste a la señora McCracken?
Sonrió.

— Bueno, no quería plantarlas yo mismo, pero tenía mucha curiosidad por saber qué eran.

— Oh, vamos —repuse con amargura —. Como si no lo hubieras sabido.
— Es que no estaba del todo seguro — se defendió Joseph —. 

Y me dije: ¿Qué mejor manera de saberlo que dárselas a la señora McCracken? Tiene ese macetero en la ventana, lleno de plantas muertas. Pensé que se sentiría agradecida por una ayudita en materia de jardinería.
Lo miré sin compasión.

— ¿Y por qué tuviste que llamar a la policía?

— Oh, sólo para divertirme un poco — contestó Joseph con naturalidad.
— ¿Divertirte? — repetí incrédula —. Pudiste haberte metido en un problema muy serio, ¿sabes? Tuviste suerte de salir tan fácilmente de todo eso.
Joseph me dio unas palmaditas en el hombro.
— Me alegro de que estés hablando conmigo. ¿Qué haría yo sin tus palabras de advertencia y censura?

Entrecerré los ojos. No iba a permitir que me hiciera sentir como una prejuiciosa... Bueno, una prejuiciosa embajadora de los estudiantes o algo por el estilo.

— Lo digo en serio, Joseph. Lo que hiciste fue completamente ridículo. Estoy segura de que muchos estarían de acuerdo conmigo.

— Si hubieras estado allí cuando vinieron los policías, no dirías eso. — Sonrió con expresión soñadora. — Te digo que fue mejor de lo que esperaba. De haber sabido que tenías hora con el dentista, habría esperado un día más.

Acercó su silla a la mía. Nuestras rodillas se rozaron y yo sentí una agitación en el pecho. Deseé no ser la siempre tan consciente de su contacto. Deseé no recordar la sensación que me había provocado su mano en la cintura.

— Hablando de otra cosa — dijo Joseph —, ¿por qué estás en la comisión del Baile de Otoño? Pensé que nunca ibas al Baile de Otoño por una cuestión de principios o algo parecido.

— Tal vez haya cambiado de opinión.
— ¡Oh, qué bien, alguien te invitó!
— Dije "tal vez" — contesté, tajante.

— Hmmm — dijo Joseph —. Eso significa que todavía nadie te invitó, pero que te anotaste en la comisión del Baile de Otoño en la esperanza de encontrar un montón de personas que se mueren por ir y tampoco tienen acompañante.
Puse los ojos en blanco.

— ¿Alguna vez dije que me muero por ir? — pregunté —. ¿Lo hice? ¿Acaso esas palabras salieron de mi boca?

— No — admitió Joseph —. Sólo estoy adivinando.
— Bueno, pues no adivines.
— ¿Sabes una cosa? — susurró Joseph —. Puedo decir que eres la hija mayor porque no te salen muy bien las réplicas. Decir: "Bueno, pues no adivines", no hace más que incentivar mis deseos de burlarme de ti. Si tuvieras hermanos mayores, serías más rápida en materia de...

— ¿De humillar a la gente? —Levanté una ceja.

— Exactamente — dijo Joseph en tono de aprobación —. Y ahora, si de veras quieres que sigamos charlando, pregúntame qué pasó en mi baile de fin de curso del primer año.

— Tal vez te asombres — repuse lentamente —, pero a mí no me importa lo que pasó en tu baile de fin de curso de primer año.

—Vaya si me asombra —dijo Joseph —. Porque me sentí muy mal, y creo q tú habrías estado muy complacida. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 27




Mamá, no hice más que darle las semillas dijo Joseph en tono sincero. Había abierto mucho los ojos. Cualquier chico sabe que eso los hace parecer más francos.

El tema es dijo papá con suavidad que la policía graba las llamadas anónimas.
¿De veras? preguntó Joseph muy nervioso. Su taza de café se balanceó sobre el plato.

Así es dijo papá . De hecho, dos detectives acaban de estar en esta misma sala hace treinta minutos. Me hicieron escuchar la cinta y me preguntaron si conocía a la persona a quien pertenecía la voz.

Mamá y yo tosimos al unísono y luego, rápidamente, borramos nuestras sonrisas con las servilletas. Hacía treinta minutos, los detectives Kaminsky y Marcus estaban jugando al tenis de mesa con Anne y Liz. 

Aunque eso, por cierto, había sido digno de verse, no fue muy dramático. Y por cierto nadie había escuchado una cinta que ni siquiera fue mencionada.

De modo que continuó mi padre , sí bien estoy seguro de que Joseph creía de veras que las semillas que le dio a la señora McCracken eran de geranio

tuve una súbita visión de la señora McCracken, ajena a todo, regando con amor su macetero, y casi me hecho a reír , el hecho es que Joseph luego llamó a la policía e informó que se estaba cultivando marihuana en un edificio escolar… Bueno, ahí está la contradicción.

¿Qué dijeron los detectives? quiso saber el doctor Conner, el número Uno. Sus labios estaban apretados en una delgada línea blanca. ¿Van a presentar cargos?

En realidad, no lo tranquilizó papá . Pero en lugar de eso, debemos pagar una multa.

¿De cuánto? preguntó el doctor Conner con cautela.
A pesar de que había otras cuatro personas en la habitación, oí que Bruce, ansioso, tragaba saliva.

¿Alguien quiere más café? ofreció mamá con si típica indiferencia en los momentos críticos.

No, gracias dijo el doctor Conner. Conner Dos meneó la cabeza.
Mi padre dirigió una breve mirada a mi madre, luego volvió hacia los Conner.

La multa es de doscientos dólares.
Ya veo dijo el doctor Conner.

Hubo un largo silencio. El ambiente de tensión que había en el cuarto podía cortarse con un cuchillo. Joseph permanecía sentado, con las manos cruzadas sobre las rodillas. Yo estaba deleitada. 

¡Por fin alguien le iba hacer pagar algo a Joseph Conner! Parecía demasiado bueno para ser verdad.
Bien. El doctor Conner se volvió hacia su hijo. ¿ Joseph? ¿Tienes alguna idea de cómo se va a pagar esa multa?
No dijo Joseph, apesadumbrado.

En realidad, yo sí tengo una idea intervino mi padre.
Lo miré sorprendida. Estaba estudiando su bol Vacío.

Tuve un otoño muy agitado continuó En consecuencia, no tuve tiempo de hacer todo el trabajo de jardinería que me habría gustado. Tengo árboles que necesitan ser podados, hojas que hay que rastrillar y, además, autos que requieren lavado.  

Tuve una horrible sensación en la boca del estómago.
Joseph pudiera invertir unos cuantos fines de semana en hacer eso dijo papá , creo que valdría los doscientos dólares.
Los ojos de Joseph se agrandaron.
Oh, bueno, yo no sé nada de…

Me parece razonable dijo la doctora Conner apoyando una mano firme en el brazo de su hijo . ¿Por qué no arreglamos para que Joseph esté aquí alrededor de las nueve el sábado por la mañ…? Se interrumpió y me miró. Mi Dios, Demi. ¿Te sientes bien? Te has puesto terriblemente pálida. ¿Quieres un poco de agua? ¿Demi? ¿Demi?

PROFESORA INTERROGADA POR CASO DE DROGAS
La policía cree que el allanamiento fue una broma pesada.

KNOX, Michigan. — Oficiales de la policía allanaron ayer, en respuesta a un llamado anónimo, un aula del Colegio Secundario Knox y descubrieron semillas de marihuana cultivadas en un macetero ubicado en una ventana. Fueron sustraídas más de quince plantas.

La profesora, señora Virginia McCracken, afirma haber creído que el macetero sólo contenía geranios. Cuando se le dijo que los geranios en poco se parecen a las plantas de marihuana, la señora McCracken respondió que no tenía manera de saberlo porque nunca había logrado que las plantas crecieran.

La señora McCracken fue dejada libre de culpa y cargo. La policía dice que las semillas de marihuana tenían un valor comercial de menos de cien dólares.

"No parece que estemos ante una camarilla envuelta en drogas en un colegio secundario ni nada parecido — manifestó anoche el detective Arthur Kaminsky ante los periodistas —, Esto es pura y exclusivamente la obra de un pícaro. "

Los directivos del Colegio Knox no han hecho comentarios formales, salvo para decir que los maceteros han sido prohibidos en las ventanas de todas las aulas.

— ¿No te encanta la manera en que la señora McCracken simuló no saber cómo es la marihuana? — me preguntó Joseph mientras leía el diario por encima de mi hombro. Alcé la vista hacia sus ojos verdes. — Es probable que la esté fumando desde hace años.

Joseph nunca finge que no es totalmente inocente de andar husmeando o de escuchar disimuladamente o algo por el estilo. Para desgracia mía, yo había terminado por integrar la comisión del Baile de Otoño y ambos asistíamos a una de las aburridas sesiones de Swiss Kriss. Día a día yo respetaba más a la gente popular... Las cosas que soportan son asombrosas.
Doblé el periódico.

— No voy a hablar contigo — contesté en un susurro.

— Acabas de hacerlo — repuso Joseph, molesto —. Además, estás obligada a hablarme. Mañana voy a ir a tu casa.