domingo, 3 de marzo de 2013

Seductoramente Tuya capitulo 17





Joseph  resbaló la boca hacia el mentón de Demi, se movió hacia su barbilla y escondió luego la cara en su cuello. Ella cambió de postura para acomodarse entre los brazos de Trevor, al tiempo que enredaba los dedos en su cabello.
De pronto, una melodía quebró el íntimo silencio que los envolvía. Joseph alzó la cabeza sobresaltado. Demi estaba tan desorientada, que tardó varios segundos en darse cuenta de que había sido el teléfono móvil de Joseph lo que los había interrumpido. Este le pidió disculpas con la mirada antes de contestar:
—¿Diga?
Resignada ante lo inevitable, Demi se incorporó, compuso su indumentaria y se alisó el pelo.
—Espero que no fuera nada grave —dijo cuando Joseph hubo colgado.
—Grave no, pero tengo que irme —lamentó él—. Abbie tiene fiebre y no para de llorar. Mi madre ha intentado calmarla, pero no creo que vaya a ser posible mientras no esté yo allí.
—Entonces debes irte. ¿Vas a llevarla a urgencias? —la palabra «fiebre» había puesto nerviosa a Demi, la cual se preguntaba cómo podía Joseph sonar tan calmado.
—Solo es un resfriado —dijo este, esbozando una tenue sonrisa.
—Pobrecita. Me da una pena pensar que está llorando por ti...
—Ciento que nuestra velada termine tan bruscamente —Joseph  le apretó la mano.
—Yo también —contestó Demi, esbozando una sonrisa comprensiva—. Lo he pasado muy bien, Joseph.
—Y yo —contestó él. Luego se levantó y fueron hacia la puerta—. Demi... no es fácil encontrar tiempo libre siendo padre soltero.
—Seguro que no.
—Trabajo muchas horas y no quiero pasar demasiado tiempo lejos de los niños cuando no estoy en el despacho.
—Te necesitan —dijo Demi, admirando su dedicación a sus hijos.
—Mi madre está intentando convencerme de que libre más de una noche a la semana. Y, aunque me siento culpable por no dedicarles todo mi tiempo a mis hijos, he llegado a la conclusión de que tiene razón. Necesito algo de tiempo para mí.
—Claro — Demi no sabía a donde quería ir a parar Joseph.
—Lo que intento decirte es que me gustaría volver a verte.
—A mí también me gustaría —aseguró ella, sonriente.
—¿El viernes que viene?
—No tengo planes para el viernes que viene.
—Pues ya los tienes Joseph se inclinó para plantarle un beso en los labios. Te llamaré.
—Hazlo. Espero que Abbie se recupere pronto.
—Gracias. Buenas noches, Demi.
—Buenas noches, Joseph —respondió esta.
Una vez a solas, cerró la puerta, suspiró y detuvo la mirada en el sofá, cuyos cojines, desperdigados por el suelo, le recordaron lo que aquella llamada telefónica había interrumpido. Volvió a suspirar.
Demi pensó en su vieja regla de no relacionarse con padres. Esa noche era un claro ejemplo de por qué había establecido dicha regla. Siempre se había considerado demasiado egoísta como para compartir a un hombre con sus hijos, consciente de que siempre estaría en segundo lugar en sus prioridades. Lo que era natural, por su puesto. Ella no podría interesarse en un hombre que dejara de lado a sus hijos.
Sacudió la cabeza y organizó los cojines del sofá. En una semana, volvería a ver a Joseph Jonas, pensó. Solo tenía que averiguar cómo entretenerse hasta entonces.
Abbie apoyaba su febril carita en el cuello de Joseph, dormidita y acurrucada entre sus brazos. Había dejado de llorar en cuanto la había empezado a mecer su padre, tras combatir el sueño lo máximo que había podido. Estaba sentado en la cocina de su madre, tenuemente iluminada, con una taza de té frente a él, mientras Bobbie daba sorbos a otra taza, al otro lado de la mesa. La casa estaba en silencio.
—Siento haberte estropeado la noche — dijo Bobbie—. No sabía qué hacer con ella. No me dejaba consolarla. Quería estar con su papá.
—Solo es porque no se siente bien.
—No me lo he tomado como algo personal —le aseguró Bobbie—. Pero lamento haberte estropeado la velada con Demi.
—No importa. Solo estábamos tomando café y charlando.
—Ya —repuso Bobbie con escepticismo—. Te gusta Demi, ¿verdad?
Le estaba hablando como si fuera un adolescente.
—Sí, mamá, me gusta.
—He pensado en pedirle a Wade que le pida a Emily que pregunte a Demi si yo le gusto a ella.
—¿A qué viene ese sarcasmo? —Bobbie frunció el ceño.
—¿Qué esperabas? Tengo treinta y un años y me estás tratando como si tuviera dieciséis.
—No intentaba fisgonear. Pero me alegra que salgas. Has estado muy solo desde que volviste a Honoria. Ya es hora de que empieces a vivir de nuevo.
—Apenas he parado de vivir desde que volví. He estado ocupado con el trabajo, familiarizándome con el bufete de papá, cuidando de los niños...
—Pero no te has divertido mucho —interrumpió Bobbie—. Creo que si alguien puede volver a alegrarte la vida, esa es Jamie Flaherty. Reconozco que es un poco excéntrica... pero siempre me ha caído bien. Incluso cuando atravesó su etapa rebelde, después de que te marcharas a la universidad, sabía que era una chica buena y sensata. No me sorprendió nada cuando Ellen me contó que iba a volver de Nueva York para dar clases. Sabía que solo se había marchado para huir de casa. Actuar siempre fue su modo de evadirse, y se le daba bien.
—Nunca la he visto sobre un escenario —comentó Joseph—, pero estoy seguro de que es muy buena.
—Vais a volver a quedar, ¿verdad?
—La semana que viene. Pero, mamá, Demi y yo solo somos amigos, ¿de acuerdo? No empieces a exagerar las cosas.
—Pero, Joseph...
—En serio, mamá. Demi y yo no somos novios. No quiero que te confundas.
—Estoy segura de que a Melanie le habría gustado que...
— ¡Y no metas a Melanie en esto! atajó Joseph. .Perdona añadió al comprender que había sido demasiado agresivo.
—Algún día, cuando estés preparado, me contarás lo que pasó entre Melanie y tú dijo Bobbie comprensivamente. Mientras tanto, recuerda que estoy aquí, ¿de acuerdo? No me meteré en tus asuntos, no interferiré entre Demi y tú y cuidaré encantada de los niños siempre que lo necesites. Solo quiero que vuelvas a ser feliz, Joseph.
—Lo sé dijo este, disculpándose con una sonrisa. Es lo que siempre has querido para nosotros.
—Se está haciendo muy tarde comentó Bobbie entonces, tras consultar el reloj.
—Debes de estar cansada. ¿Por qué no te vas a dormir? Me llevaré a Abbie a casa y la acostaré, y mañana volveré por Sam.
—No hace falta. La cuna de Abbie está lista en tu antigua habitación, y acabo de cambiar las sábanas de tu cama. Sam y Clay están dormidos en el cuarto de Trent, y tu padre está roncando en la nuestra. Puedes quedarte a dormir y desayunar con nosotros.
—Yo...

Seductoramente Tuya Capitulo 16





—Apuesto a que Demi tiene un montón de anécdotas fascinantes que contar de su estancia en Nueva York. Nunca la he conocido bien, iba varios cursos por detrás de mí en el instituto; pero siempre me ha parecido que tenía mucho talento. Fue una lástima que la señora Lynch no le diera buenos papeles en las obras que representábamos. Todos sabemos por qué no lo hacía, por supuesto; pero era muy injusto. 

Toda Honoria sabía la desafortunada vida familiar de Demi, pensó Joseph. Su padre había pasado más de una noche durmiendo la mona en la cárcel y su madre era una mujer pasiva con afición al vino barato. Demi se había integrado con la gente de su edad gracias a su carácter extravertido y a su sentido del humor; pero sus padres habían sido un lastre para ella. Sobre todo, porque los otros padres habían puesto objeciones a que sus hijos salieran con ella o sus hijas pasaran mucho tiempo en su compañía.
— ¿Sabes algo de Trent?—preguntó Joseph finalmente, cambiando de conversación.
—Me llamó esta mañana. Quería saber si, usando sus palabras, ya había soltado la carga.
—Típico de él —Joseph sonrió—. ¡Menuda pieza!
—No sé, Joseph, a mí me preocupa. Confía tanto en sí mismo y es tan temerario que me da miedo que un día le ocurra algo malo y no soporte el golpe.
—No le pasará nada —le aseguró Joseph—. Tu cuida de ti, ¿me oyes? Tus hermanitos saben cuidar de sí mismos.
Aunque no era más que un año mayor que él y seis que Trent, Tara siempre se había tomado muy en serio la responsabilidad de ser la mayor. Siempre los había protegido y se había preocupado por ellos, razón por la cual Joseph no le había contado nunca lo que le había pasado en Washington el año anterior.
—Sé que sabéis cuidaros —contestó Tara cariñosamente—. Es que quiero que los dos seáis felices.
—Y Trent y yo queremos lo mismo para ti, hermanita. Me alegro mucho de haber hablado contigo, pero será mejor que me vaya o llegaré tarde a recoger a Demi.
—Salúdala de mi parte.
—Lo haré. Y dile a Blake que llame en cuanto nazca el bebé, para que podamos ir todos a verlo.
—Espero que sea muy pronto —dijo Tara con fervor.
—Yo también. Hasta luego.
Colgó el teléfono y miró el reloj. Hora de recoger a Demi.

—Y entonces el director me miró a los ojos y me dijo: ¿a qué estás esperando? Sal ahí fuera, Lovato.
Joseph observó a Demi por encima de la taza de café.
—¿Y qué hiciste?
Acurrucada en el sofá junto a él, con los pies descalzos y un brazo sobre los cojines, sonrió:
—Salir, por supuesto. Improvisé como una loca. Y, de alguna manera, funcionó. Recibí muy buenas críticas. Lástima que estas no fueron tan consideradas con el resto del espectáculo. Cerramos a las dos semanas.
—¿Fue entonces cuando decidiste volver de Nueva York?
—¡Qué va! Eso pasó hace cuatro años. Desde entonces, he estado en tres obras y dos telenovelas.
—Entonces, ¿por qué te fuiste?
—Ya te lo he dicho. Mi tía Ellen me llamó para contarme lo del puesto de profesora aquí y decidí intentarlo.
A veces, cuando Joseph la miraba, sentía como si este pudiera leerle los pensamientos. Demi se negaba a confesar que, en parte, había regresado porque él estaba en Honoria. Ni siquiera se lo había reconocido a sí misma hasta hacía poco.
—¿Así que dejaste toda tu vida en Nueva York y volviste aquí porque te enteraste de que podías dar clases de interpretación? — preguntó él con tanta educación como escepticismo.
—Sí, algo así.
Obviamente, no la creía; pero decidió que no tenía derecho a seguir fisgando. Dio un sorbo de café y dejó la taza.
—Se me había olvidado: Tara me llamó esta tarde. Me dijo que te saludara de su parte.
—¿Cómo está?
—Deseando que nazca el bebé. Ya saben que va a ser niña. La van a llamar Alison.
—Es bonito.
—Mi madre está entusiasmada. La encanta ser abuela.
—Tienes suerte: sé que te ha ayudado mucho con los niños.
—No sé lo que habría hecho sin ella —reconoció Joseph—. Le gusta cuidar de ellos. Hasta me pide que se los deje más noches.
—¿Más café? —le ofreció Jamie entonces, apuntando hacia la taza vacía de Joseph, aprovechando que ella iba a servirse.
—No. En realidad, todavía tengo que hacer una cosa esta noche.
—¿Sí? — Demi  no supo cómo interpretar la expresión deJoseph.
—Me dijiste que estuviera preparado para humillarme. Pues ya lo estoy.
Casi había olvidado la disputa que habían tenido días antes.
—Ya te habrás dado cuenta de que te he perdonado. No hace falta que te humilles.
—¿Estás segura?
—Totalmente.
—Me alegro —dijo Joseph, al tiempo que tiraba de Demi hacia él.
—Me parece que ha sido la bolsa de ositos de goma lo que te ha salvado murmuró ella a escasos centímetros de su boca.
Joseph no podía saber cuánto la había conmovido encontrarlo en la puerta de su casa con aquella bolsa tan grande de golosinas en la mano. Nada la habría afectado tanto como aquel detalle caprichoso y la sonrisa con que lo había acompañado.
Estaba loca por su boca, pensó mientras se hundían en un beso ansioso. Su labio inferior era carnoso, mientras que el superior era recto y firme. Dos huecos remataban su sonrisa: no eran hoyuelos exactamente, pero sí lo bastante sexys como para que no pudiera resistir lamerlos con la lengua.
Siguieron besándose morosa y amorosamente. Cuando interrumpieron el beso, Demi estaba sentada sobre el regazo de Joseph, estrechada entre sus brazos.
—Qué curioso: no me he dado ni cuenta de cómo he acabado aquí arriba.
—Yo no me he quejado.
—Ni yo — Demi frotó su nariz contra la de él en un gesto gracioso. Aun coqueteando con ella, Joseph siempre parecía deliciosamente serio.
—Siempre tengo la sensación de que te estás riendo de mí —murmuró él, tras darle un beso fugaz en sus sonrientes labios—. ¿Por qué te resulto tan divertido?
—Lo serio que eres todo el tiempo Demi le acarició una mejilla y soltó una suave risa—. El modo en que me miras, como si viniera de otro planeta. La manera de arrugársete la frente cuando digo algo que te deja perplejo. ¿Quieres que siga?
—Creo que es suficiente.
—Eres tan mono —dijo ella, deslizando un dedo por el rubio cabello de él—. Siempre lo has sido.
—¿Soy mono? —La frente se le arrugó tal como había descrito Demi—. Hacía mucho que nadie me lo decía.
—Puede que no hayas estado escuchando — Demi sonrió.
—Estoy escuchando ahora —Joseph atrajo el rostro de ella y ribeteó su sonrisa con la lengua.
Había esperado años para captar la atención de Joseph. Y ya que por fin la tenía, quería sacar el máximo provecho... antes de que él pudiera cambiar de actitud. Cubrió su boca con sus labios y lo besó tal como había deseado besarlo desde hacía tanto tiempo.
Joseph se movió con una velocidad que la sorprendió,, cambiando la posición hasta tenerla debajo de él, apretada contra los cojines del sofá. Su boca la devoró, sus lenguas se buscaron, se encontraron, se aparearon. E, impulsado por el deseo, sus manos recorrieron el cuerpo de Demi con un descaro que jamás había mostrado.
Aun así, Demi notó que Joseph seguía conteniéndose. Había dejado claro que había llevado una vida monacal durante el pasado año; pero se negaba a pensar que estuviera con ella solo porque estuviese disponible. Prefería pensar que era la mujer que había logrado rescatarlo del exilio que se había impuesto.
Joseph se movía sin descanso y Demi notó su erección contra los muslos. Fueran cuales fueran las barreras que los habían separado en el pasado, en esos momentos habían desaparecido y Joseph  la deseaba. No podía adivinar por cuánto tiempo, ni tan solo si volverían a estar juntos tras esa noche. Pero no tenía intención de desperdiciar esa oportunidad de ver cumplida su más ansiada fantasía.
Deslizó las manos por la espalda de Joseph, deleitándose en la musculatura que se ocultaba tras la ropa. Él seguía explorándole la boca a conciencia, como si quisiera memorizar cada centímetro de ella. Por su parte, Demi estaba segura de que jamás olvidaría el sabor ni la textura de la de él.
Notó una mano que subía por su cintura... vacilante, como si Joseph no estuviera seguro de cómo reaccionaría. Ella se arqueó, apremiándolo en silencio a que siguiera acariciándola. Casi notó el calor que lo abrasó cuando por fin se atrevió a posar una mano sobre su pecho izquierdo.
La deseaba, se repitió Demi, vibrando de mutua excitación.

De secretaria a esposa capitulo 20





El pareció realmente impresionado ante aquel arrebato de Demi. Respiró profundamente y negó con la cabeza.

Al soltarse las manos, ella se percató de que no tenía esperanza alguna de evitar que éstas temblaran. Estaba jugándose demasiado como para ser capaz de permanecer tranquila.

Joe todavía no había dicho nada y, con tristeza, ella creía que no iba a contestar ninguna de las acaloradas preguntas que le había hecho. En ese momento sintió como la esperanza moría dentro de su cuerpo y sintió muchas ganas de llorar.

Pero entonces, la tensión que había reflejado la boca de Joe se desvaneció ligeramente y, sorprendentemente, éste pareció cambiar de idea.

—Estábamos disfrutando de unas vacaciones junto a unos amigos en el yate de éstos, en la costa sur... en Amalfi, para ser precisos.

Prestándole toda su atención, Demi se relajó. Se apoyó en el respaldo de la silla y se colocó las manos sobre la tripa de manera protectora.

—Sophia estaba descansando en una de las cubiertas que había habilitadas para tomar el sol. Me dijo que sólo quería leer e intentar apartar los problemas de su cabeza —continuó él, mirando a Demetria fijamente a los ojos. Tragó saliva con fuerza antes de seguir explicándole—.

 Habíamos pasado un momento difícil... en realidad muy duro. Habíamos estado intentando tener un bebé durante tres años... sin ningún éxito. En el último de aquellos tres años, decidimos realizarnos algunas pruebas para descubrir por qué no podíamos concebir un hijo. 

El resultado fue que había un problema con los ovarios de Sophia, problema que no tenía solución y que hacía imposible el que se quedara embarazada. Ella se quedó profunda y completamente destrozada.

Joe hizo una pausa y tragó saliva con fuerza.
—Desde que comenzamos a tener relaciones, tanto ella como yo sabíamos que queríamos formar una familia. Soy hijo único y mis padres fallecieron antes de mi veintiún cumpleaños.

 Yo quería llenar esta preciosa villa que me dejaron con el sonido de las risas de mis hijos... ¡quería tener muchos niños! Sophia tenía cinco hermanas y había tenido un hermano que falleció. Debido a aquello, soñaba con darles un nieto a sus padres.

 Durante tres años pareció que en todo en lo que podíamos hablar, todo en lo que podíamos pensar y desear era en tener un hijo. Cuando descubrimos las malas noticias, le dije a mi esposa que podíamos adoptar un niño. 

Le dije que me alegraría hacerlo... y lo dije en serio. Pero a Sophia no le hizo gracia. Lloraba todos los días. Entonces comenzó a encerrarse en sí misma cada vez más y finalmente apenas me contaba cómo se sentía.

Mientras él le contaba todo aquello, Demetria escuchaba con mucha atención.
—Aquella misma mañana, más o menos media hora después de haber dejado a Sophia relajándose en la cubierta, volví para comprobar cómo estaba y me encontré su tumbona vacía. 

El libro que estaba leyendo estaba junto a ésta, abierto por la página que había estado leyendo cuando la dejé sola. Pensé que tal vez había ido a echarse en el camarote y me dirigí a éste para buscarla. Pero no, allí tampoco estaba. Incapaz de ignorar el sentimiento de miedo que se había apoderado de mí, corrí junto a mis amigos y todos buscamos por el yate para ver si la encontrábamos.

Frunciendo el ceño al recordar todo aquello, y con la tensión reflejada en la cara, Joe volvió a hacer una pequeña pausa antes de continuar hablando.

—Los guardacostas encontraron su cuerpo horas después aquel mismo día por la tarde. La cubierta en la que había estado leyendo estaba rodeada de rejas, por lo que no cabía la posibilidad de que se hubiera caído por accidente. Tras una minuciosa investigación policial, el juez de instrucción dictaminó que había sido un suicidio.

Restregándose una mano por la barbilla, Joe miró a Demi con la dureza reflejada en los ojos.

—Lo que yo quiero saber... lo que me ha estado carcomiendo por dentro durante más de tres años, es si yo empujé a Sophia a cometer suicidio por mi gran ilusión de ser padre. No sé si puse sobre ella demasiada presión cuando resultó ser que, en realidad, era una mujer muy frágil... No lo tengo claro.

— ¡Oh, Luca! A mí no me da esa impresión en absoluto —respondió Demi, sintiendo el corazón partido al conocer la manera en la que había fallecido Sophia, así como también al percibir el dolor que reflejaba la voz de él.
Se inclinó por encima de la mesa y tomó la mano de Joe entre las suyas.

—Por lo que me has contado, Sophia quería hijos al igual que tú... tal vez los deseaba incluso más fervientemente. Para algunas mujeres, el deseo de tener un hijo puede llegar a apoderarse de sus vidas. Yo tenía una amiga a la que le afectó de esa manera; tenía un matrimonio estupendo, un esposo que se preocupaba mucho por ella y que la amaba más que a nada en el mundo, pero no conseguía quedarse embarazada. 

Al final, debido a la obsesión que estaba consumiéndola por dentro, su matrimonio se rompió. Yo me encontré con su marido poco tiempo después de su separación y me confesó que había tenido que marcharse porque había comenzado a sentir como si hubiera dejado de existir. ¡A mi amiga le preocupaba más el hecho de intentar tener un bebé que él! Y en una relación sentimental, las dos personas que la componen deben cuidarse el uno al otro... ¿no te parece?

De secretaria a esposa capitulo 19






Pero antes siquiera de darse cuenta de que estaba ocurriendo, los ya vagos recuerdos de Sophia fueron sustituidos en su mente por pensamientos sobre Demetria. Una intensa calidez y placer se apoderaron de su cuerpo al pensar que ésta estaba esperándole en la terraza. Se sintió animado por unas poderosas expectativas de tenerla para él solo en la única casa que consideraba «su hogar».

Su taciturno humor se transformó en una innegable excitación. Recordó que, cuando ella le había consolado al percatarse de que había soñado con algo perturbador, sus preciosos oscuros ojos habían reflejado una ternura que le había llegado al corazón.

Impresionado ante aquel pensamiento, se quedó mirando más intensamente su reflejo en el espejo, como si por primera vez estuviera considerando la posibilidad de transformar la pena que se había apoderado de su vida en algo mucho más alegre y placentero.

Como hacía una noche cálida, Demetria se había puesto su vestido veraniego favorito. Éste era de un lino color melocotón y de estilo túnica. Le llegaba hasta la rodilla y a ambos lados tenía unas favorecedoras aberturas... un pequeño y sexy detalle que mostraba sus firmes y contoneadas piernas.

Normalmente solía ponerse un ancho cinturón negro combinado con la túnica pero, al estar embarazada y notar como la suave curva de su tripa crecía cada día más, había decidido olvidarse del cinturón y dejar el vestido suelto. Sentada en el patio bajo la pérgola cubierta de parras, en el lugar donde Orsetta había preparado la mesa para que cenaran, dio un trago al agua mineral que se había servido en un vaso y esperó a que Luca se reuniera con ella. Sólo con pensar en él, sintió como le daba varios vuelcos el estómago.

Cuando por fin Joe apareció, con un aspecto estupendo tras haberse duchado y descansado, vestido con unos informales, pero a la vez elegantes, pantalones de color beige y una camisa de lino blanca, Demi supo con seguridad que dentro de ella estaba creciendo un profundo deseo de realizar una sincera conexión con el padre de su futuro hijo, una conexión que durara para siempre.
— ¡Orsetta está convencida de que hemos traído el buen tiempo con nosotros! —bromeó él, sentándose en la silla que había enfrente de Demetria—. Me ha contado que ha estado lloviendo durante dos semanas y que paró ayer por la noche.
—Entonces ella cree en las señales y en los presagios...
—Sí... ¿por qué no? —contestó Joe, encogiendo sus anchos hombros de manera despreocupada bajo el lino blanco de su camisa.

—¿Tú crees que nuestro inesperado encuentro en tu despacho... cuando yo no tenía ni idea de que eras tú la persona para la que había ido a trabajar... se podría considerar un buen presagio? —especuló Demi, sintiendo como se le revolucionaba el corazón.

—Eso espero —respondió él, sonriendo.
Aquella respuesta parecía carecer de convicción y ella sintió como la decepción se apoderaba de su pecho.

—Por cierto, esta noche estás preciosa —añadió Joe.
La fuerza de la mirada azul celestial de él provocó que a Demetria le hirviera la sangre en las venas. Luchando por controlar el impresionante e íntimo calor que la había embargado por dentro, tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para impedir que aquella perturbadora mirada la distrajera completamente.

— Joe, espero que... que no estés arrepintiéndote de haberme traído a este lugar —comentó.
 ¿A qué te refieres?

—Bueno, después de lo que ocurrió antes... parecías tan disgustado... eso es todo. Me preguntaba si tal vez estabas pensando mejor lo que habías hecho.
— ¿Lo dices por lo de mi sueño?

—Sí. Estabas soñando con tu difunta esposa, Joe. La mujer con la que obviamente una vez viviste aquí. Pensé que tal vez... que quizá te molestara que otra mujer estuviera en esta casa en vez de ella.

— ¡Pues has llegado a una conclusión equivocada! —espetó él, apartando la mirada. Observó la mesa fijamente, como si estuviera tratando de controlar las emociones que se habían apoderado de su cuerpo—. Lo que ocurrió es cosa del pasado y es ahí donde debe quedarse. Además... esta noche preferiría no pensar en aquella época de mi vida. Tengo algo importante que preguntarte, Demetria.
— ¿Algo importante? —repitió Demi, nerviosa.
—Sí. Creo que deberíamos casarnos. Me parece que, dadas las circunstancias, es lo correcto.
— ¿Lo correcto...?

—Así es. Me gustaría que fueras mi esposa, Demetria... ¿aceptas? —preguntó Joe, el cual había controlado ya las emociones que se habían apoderado de él. Su fascinante hermosa cara no reflejaba en absoluto lo que estaba sintiendo.

Por el contrario, ella sabía que no tenía ninguna esperanza de ocultar sus sentimientos... ¡aunque tampoco quería hacerlo! Tras la euforia inicial que le había causado la proposición de Joe, el enfado y la confusión le estaban recorriendo el cuerpo.

—Lo que quieres decir es que crees que debemos casarnos simplemente por el bebé —contestó, agarrando con fuerza los apoyabrazos de la silla en la que estaba sentada.

—No solamente por el bebé —respondió él—. Creo que entre tú y yo hay algo que merece la pena que construyamos, Demetria... ¿no estás de acuerdo?
— ¿Que construyamos? —repitió Demi, pensando que parecía que Joe estaba hablando de alguno de sus proyectos arquitectónicos. ¡Y aquello no era lo que ella había esperado oír en absoluto!

—Además... —prosiguió él, encogiéndose de hombros al no saber bien cómo interpretar la indignación de ella— ¿no es algo suficientemente honorable el que te pida que te cases conmigo cuando estás esperando un hijo mío?

— ¡Olvídate del honor por un momento! Vamos a ser realistas, ¿no te parece? —con el corazón revolucionado, ella colocó las manos en su regazo para controlar el repentino temblor que se había apoderado de éstas—. Estás pidiéndome que me case contigo como si mis sentimientos al respecto no importaran en absoluto. ¡No soy simplemente un recipiente para que crezca el bebé, entérate! ¡También soy una mujer! Una mujer con esperanzas y sueños que tal vez involucren algo un poco más profundo que un práctico matrimonio de conveniencia.

Demetria hizo una pausa y miró al padre de su futuro hijo fijamente a los ojos.
— ¿Cómo se supone que voy a criar un niño contigo, Joe, cuando claramente pretendes mantenerme a cierta distancia de ti? ¡Por lo menos emocionalmente! Ni siquiera quieres hablarme de las cosas que han ocurrido en tu vida, las cosas que te han marcado o herido. Como, por ejemplo, de tu difunta esposa. Esta tarde me dijiste una cosa muy impresionante... que ella murió ahogada. ¡Pero cuando te pregunté, ni siquiera querías decirme cómo ocurrió! ¡Querías olvidarte del tema y no compartirlo conmigo! 

Comprendo que no quieras revivir el dolor y el tormento que debiste sufrir, pero no entiendo cómo puedes contemplar la posibilidad de casarte con otra persona si ni siquiera puedes compartir con ella parte de lo que sucedió. Así es como llegamos a conocernos en una relación... compartiendo nuestras penas, nuestras alegrías, nuestras esperanzas y nuestros sueños... ¡no sólo acostándonos juntos!