domingo, 2 de septiembre de 2012

Errores Del Ayer Cap 23



La tarde siguiente, Joe estaba sentado en su despacho, con la mirada fija en un gran sobre marrón que tenía sobre la mesa. El investigador había completado su informe, pero Joe no estaba seguro de querer enterarse de los secretos que contenía.
Dos semanas atrás quería que Demi desapareciera del rancho a toda costa. En aquellos momentos lo único que quería era que su estancia se prolongara.

No habían hablado desde su regreso al rancho por la mañana. Él había estado ocupado con los papeleos y ella con el adiestramiento de Black Satin. Pero ambos sabían que las cosas habían cambiado entre ellos. Joe sabía que demi le había dado algo muy especial, algo que solo podía darse una vez en la vida. Y él nunca había experimentado algo como lo que habían compartido en la cabaña.
A lo largo de la noche habían despertado con renovado deseo y, en cada ocasión, su pasión había sido más intensa que la anterior. Él había instruido a Demi en el acto físico del amor, pero ella le había enseñado mucho más. Había extraído emociones de su interior que ni siquiera sabía que existían.
Sonrió mientras pensaba en cómo iba a demostrarle su agradecimiento y abrió el sobre. Pero, tras echar una ojeada al informe que había en el interior, la sonrisa abandonó su rostro. Se apoyó contra el respaldo del asiento y miró el collar de la repisa. Sus brillantes piedras preciosas parecieron burlarse de él con su belleza.
Se sintió como un idiota.

Había supuesto que habría algo como unas multas sin pagar en el pasado de Demi, pero en ningún momento había esperado que la información sobre ella fuera a ser de aquella magnitud. Y tampoco esperaba que el informe fuera a plantearle más preguntas de las que contestaba.
Demi encendió las luces del establo y miró la larga hilera de casillas. Le había parecido que las yeguas preñadas estaban especialmente inquietas.
Se acercó a la primera casilla y una yegua castaña asomó la cabeza, curiosa. Acarició distraídamente su hocico. Había salido a dar un paseo para tratar de aclarar sus ideas. Desafortunadamente, aún no había llegado a ninguna conclusión.
Había hecho el amor con Joe y nada le haría lamentar lo que habían compartido. Pero cuando llegara el momento, ¿cómo iba a irse del Rocking M sin dejar su corazón atrás?
— ¿Qué haces aquí?

Demi se sobresaltó al escuchar la áspera voz de Joe. Al volverse y ver que estaba apuntándola con su rifle, frunció el ceño.
—Baja el arma —dijo, molesta.
Con expresión pétrea, él hizo lo que le pedía.
—Te he hecho una pregunta.
Afectada por la dureza de su tono, Demi se sentó en un fardo de heno que había junto a las puertas.
—He salido a dar un paseo y me ha parecido que las yeguas estaban inquietas, de manera que he entrado a echar un vistazo.

—No parecen tan inquietas como tú.
Demi se preguntó si Joe habría perdido el juicio.
— ¿No te pondrías nervioso tú si alguien te apuntara con un rifle?
— ¿Cómo iba a saber que eras tú la que había entrado?
Demi hizo un esfuerzo por calmarse. Con los problemas que había habido en el rancho, era lógico que Joe hubiera asumido lo peor al ver una luz en el establo.
—Lo siento. Debería haber advertido a alguien que iba a salir a dar una vuelta.
—Sí, deberías haberlo hecho —Joe apoyó el rifle contra la pared del establo y se cruzó de brazos—. Pero ahora tenemos otras cosas de las que hablar al margen de tu paseo.
—De acuerdo —dijo Demi, preguntándose que habría hecho para merecer aquella amenazadora y fría mirada—. ¿De qué quieres que hablemos? ¿Del tiempo? ¿De los precios del ganado?
—Los precios del ganado pueden ser un buen comienzo. Al parecer, varios de los ranchos en los que has trabajado han sufrido robos de ganado.

Demi miró fijamente a Joe. ¿Acaso creía que era ella la que le estaba robando?
—Sí, es cierto. Pero ambos sabemos que los ranchos grandes como este son objetivos fáciles para los cuatreros. Siempre lo han sido y siempre lo serán.
—Pero coincide que tú estabas en ellos cuando sufrieron los robos.
Demi apretó los puños y se esforzó por no perder la paciencia.
— ¿No tenías problemas antes de que yo llegara?
—Sí.
— ¿Y eso no te hace pensar que no estoy implicada?
—Las cosas se calentaron en cuanto tú llegaste.
—También el tiempo —espetó ella—. ¿Quieres culparme también de eso?
Joe entrecerró los ojos.
—Si yo estuviera en tu lugar no me mostraría tan insolente. Aún no me has explicado por qué llevas la vida de un nómada teniendo más de un cuarto de millón de dólares en un banco en Austin y otros veinticinco mil en Oklahoma.

Demi tomó aire compulsivamente.
— ¿Cómo te atreves a husmear en mi vida? No es asunto tuyo.
Joe la taladró con la mirada.
—Yo creo que sí lo es. Explícame por qué llevas la vida que llevas teniendo tanto dinero. Podrías permitirte una buena a casa y un vehículo decente para viajar.
Demi se puso en pie.
—Por lo que a mí se refiere, no tenemos nada de qué hablar —replicó. No tenía intención de explicar su estilo de vida a Joe ni a nadie. Y se negaba a seguir escuchando sus acusaciones.
Él la tomó por un brazo.

—Aún no me has contestado.
Demi bajó la mirada hacia su mano. La reacción que siempre acompañaba a su contacto estaba allí, pero decidió ignorarla. Joe se había entrometido en una parte de su vida que no tenía intención de compartir con él ni con nadie. Y en aquellos momentos lo despreciaba por ello.
—No tienes ningún derecho a meter tu nariz en mis asuntos, Jonas —dijo, furiosa, y dio un tirón para librarse de su mano—. Y no pienso justificar tu prepotencia respondiendo a tus preguntas.
—Ahora trabajas para mí, y me gusta saberlo todo sobre mis empleados.
Demi le lanzó una mirada iracunda.

—Nuestro contrato estipula que estoy aquí para adiestrar a tu caballo, no para convertirme en tu sierva.
Demi se volvió hacia la puerta del establo, pero Joe le bloqueó el paso.
— ¿No sospecharías tú de una adiestradora de primera que conduce una furgoneta de tercera mano?
Dolida, Demi sintió deseos de llorar, pero se negó a permitir que Joe viera el alcance de su tristeza.
—No sabes de qué estás hablando, Jonas. Y no pienso ilustrarte al respecto. Está claro que ya has tomado tu decisión y que no me creerías de todos modos.
Trató de pasar junto a él, pero Joe apoyó las manos en sus hombros.
— ¿Por qué, Demi? Explícamelo.
Repentinamente poseída por años de desolación, Demi miró por encima del hombro de Joe hacia la oscuridad del exterior. Con voz carente de toda emoción, susurró:
—No podrías comprender…
La repentina conmoción de unos caballos agitados al otro extremo del establo llamó su atención. Al volverse vio un inquietante brillo anaranjado extendiéndose por la pared del fondo.
Joe la apartó a un lado y corrió hacia el fuego.
—Avisa a los hombres.

Olvidando de inmediato su enfrentamiento, Demi tomó el rifle, salió rápidamente al exterior y disparó al aire varias veces seguidas. Luego apoyó el rifle contra un abrevadero, volvió a entrar en el establo y abrió la primera casilla.
Mientras conducía a los nerviosos animales al corral más cercano, los hombres de Joe empezaron a soltar una manguera larga y a empapar mantas con agua. Ignoró sus gritos y volvió a entrar en el establo. Las llamas se estaban extendiendo velozmente, y las valiosas yeguas corrían serio peligro. Tenía que evacuar tantas como pudiera.

Saltaban chispas por todas partes, y el crujido de la madera siendo consumida por el fuego era ensordecedor. Las lágrimas no dejaban de derramarse de sus ojos a causa del humo, pero se negaba a salir. Sólo quedaba por abrir una casilla.
Cuando lo hizo trató de sujetar el ronzal de la yegua, pero esta estaba demasiado asustada y no fue posible manejarla. Encontró un saco en el lateral de la casilla, lo envolvió en torno a los ojos del animal y logró sacarlo al pasillo. La nerviosa yegua comenzó a girar a su alrededor y Demi tuvo que utilizar toda su fuerza para sujetarla.

El crujido de una viga al quebrarse asustó tanto a la yegua que dio un bandazo y aprisionó a Demi contra los tableros laterales de la casilla. Sintió un dolor punzante y se quedó sin aire.
Buscó a Joe entre los hombres que luchaban con las llamas y cuando fue a gritar su nombre la voz le falló. Un dulce letargo de apoderó de ella. Su imagen se volvió confusa y los sonidos que la rodeaban parecieron alejarse. Mientras se sumergía en la pacífica quietud de un negro abismo, sintió un gran alivio al pensar que ya no iba a tener que esforzarse en respirar. Su último pensamiento fue para Joe. No quería dejarlo. Él aún no lo sabía, pero la necesitaba.

sábado, 1 de septiembre de 2012

The Duff Jemi



Sinopsis:

Demi, de 17 años es cínica y leal, y no cree que ella es la más bonita de sus amigas por mucho. Ella también es muy inteligente como para caer en los encantos del mujeriego y más guapo chico de la escuela, Joseph Jonas. De hecho, Demi lo odia. Y cuando él le da el apodo de “Duffy,” ella le lanza su soda en la cara.

Pero las cosas no están muy bien en casa por los momentos. Desesperada por una distracción, Demi termina besando a Joseph. Y le gusta.

En un intento por escapar se lanza a una relación de enemigos-con-beneficios con Demi. Hasta que todo se pone feo. Resulta que Joseph no es tan malo escuchando, y su vida está igual de arruinada, también. De repente, Demi se da cuenta que se está enamorando del chico al que creía odiar más que a nadie.

jueves, 30 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 22



Joe tomó el rostro de Demi entre sus manos.
— ¿Estás segura? Si no, dilo ahora, porque no sé si podré detenerme si cambias de opinión luego.
Demi reconoció el intenso deseo que revelaba su mirada.
—Más vale que no pares, vaquero. Eres tú el que ha hecho que me sienta así, de manera que será mejor que hagas algo al respecto.
Joe sonrió.
—Siempre apago los fuegos que enciendo.
Sus labios reclamaron los de ella en el beso más tierno y conmovedor que Demi había experimentado. Cuando sus lenguas se encontraron, cada célula de su cuerpo despidió chispas de placer. Disfrutó del sabor de Joe, se deleitó con las caricias de sus labios. Una seductora y provocativa excitación la recorrió.
Joe deslizó las manos desde su rostro hasta sus pechos. Cuando le acarició los pezones con los pulgares, Demi sintió que iba a arder.
— ¿Te gusta? —Susurró él junto a su oído—. ¿O quieres que pare?
—Por favor…

Demi apartó las manos.
— ¿Quieres que pare?
— ¡No! Si pararas ahora… no sé si sobreviviría.
Mirándola a los ojos, Joe le quitó lentamente la camiseta y la tiró a la silla. Sonrió y deslizó los dedos por el borde superior del sujetador, pero cuando se lo soltó y deslizó las tiras hacia abajo por sus hombros, la sonrisa se esfumó de su rostro y contuvo el aliento.
Se inclinó para besar cada pecho.
—Eres perfecta. Tan suave. Tan dulce.
Arrojó el sujetador sobre la camiseta y tomó las manos de Demi para guiarlas hacia los botones de su camisa.

—Tu turno, cariño.
Demi los desabrochó rápidamente. Anhelaba volver a sentirlo como aquella primera noche en el porche. Al apoyar las manos sobre su musculoso pecho, el crujiente pelo que lo cubría le cosquilleó en las manos. La sensación provocó destellos de excitación a lo largo de todo su cuerpo.

Cuando Joe le apartó las manos para estrecharla contra sí, la sensación de piel contra piel, el roce de sus pezones contra él le hicieron gemir. Convencida de que su deseo había alcanzado la culminación, dejó escapar un gritito ahogado cuando Joe apoyó ambas manos en su trasero y la alzó hacia sí. La evidencia de su dura excitación presionada contra su bajo vientre hizo que la sangre fluyera ardiente por sus venas.
—Joe…
La pasión de su voz excitó a Joe como pocas cosas lo habían hecho en su vida.
—Cuando dices mi nombre así me vuelves loco.
La besó, dejándole saborear su necesidad, la profundidad de unos sentimientos que ya no quería ocultar. De algún modo, encontró la fuerza para apartarla de sí y quitarse rápidamente la camisa. Luego se inclinó y le quitó las botas. Cuando la tomó en brazos tuvo que apretar los dientes para mantener el escaso control que le quedaba.
Cuando la dejó sobre la cama, comprendió que estaba más excitado de lo que nunca había estado en su vida.
—Querida, no voy a poder aguantar mucho más esto. Necesito sentirte entera y desnuda contra mí.
Mientras deslizaba hacia abajo los vaqueros y las braguitas de Demi por sus piernas, ella gimió su nombre. Nunca le había afectado tanto la excitación de una mujer. Pero lo cierto era que tampoco creía haber excitado nunca tanto a una mujer.

Una sonrisa satisfecha curvó las comisuras de sus labios. La respuesta de Demi a sus más mínimas caricias y la pasión que veía en sus ojos no eran algo que se pudiera simular. No necesitaba cualquier hombre. Lo necesitaba a él.

Aquel pensamiento envió una oleada de calor entre sus piernas. Tuvo que apretar los dientes para contenerse y, levantándose rápidamente, se quitó los vaqueros y los calzoncillos.
El primer impulso de Demi fue de cubrirse, pero la pasión que oscureció los ojos de Joe cuando la miró le hicieron sentirse bella y especial por primera vez en su vida.
Cuando lo vio ante sí completamente desnudo se quedó sin aliento. Joe era la muestra perfecta de un hombre en su plenitud. Sus hombros anchos y musculosos se estrechaban hasta un estómago plano y unas estrechas caderas. Cuando deslizó la mirada más abajo, su pulso se desbocó al ver su poderosa erección. Cuando alzó los ojos hacia él vio que la estaba mirando como si fuera la mujer más deseable del mundo.
En breves momentos pertenecería a Joe en todo el sentido de la palabra. Y él sería su hombre. Al menos por una noche.
Joe dejó bajo la almohada el pequeño envoltorio que había sacado del bolsillo de sus pantalones y se tumbó junto a ella. Cuando la atrajo hacia sí, cerró los ojos.

Nunca había querido satisfacer a una mujer tanto como a Demi, pero su cuerpo palpitaba de anticipación, y la tensión que latía entre ellos había transformado su sangre en un torrente de necesidad.
Demi deslizó sus curiosas manos por la espalda de Joe y éste sintió que sus pulmones dejaban de funcionar.
—Me encanta sentir tus manos sobre mi cuerpo, querida… —cuando Demi llevó los dedos hasta la curva de sus nalgas, un estrangulado y ronco sonido surgió de la garganta de Joe—… pero si sigues así, esto va a acabar muy pronto.

Sin saber cuánto tiempo más iba a soportar la tortura de tenerla abrazada sin dar el paso final, deslizó una mano entres sus cuerpos y apoyó la palma entre los muslos de Demi.
Sentir que ya estaba preparada para él y escuchar su sorprendido gemido avivaron aún más el fuego. Cuando se arqueó contra él, supo que no iba a poder aguantar mucho más.
—Tranquila, querida.
Sacó el envoltorio de debajo de la cama, se ocupó de su protección y luego separó las rodillas de Demi. Tomó sus manos y las sujetó a ambos lados de su cabeza.
— ¿Qué necesitas, Demi?
—A ti…
Parecía un poco indecisa.
— ¿Estás segura?
— ¡Sí!
Ante su apasionada admisión, Joe la reclamó suya de un solo movimiento. Pero su júbilo se transformó en consternación al sentir una inesperada resistencia y ver el destello de dolor que ensombreció la mirada de Demi.
Se quedó paralizado.
— ¿Qué diablos…?
Ella se mordió el labio y Joe sintió que su cuerpo trataba de resistirse involuntariamente a ser invadido. Ni siquiera se le había ocurrido pensar en la posibilidad de que fuera virgen. A fin de cuentas, Demi tenía ya veintiséis años.
— ¿Por qué no me has dicho que nunca habías estado con un hombre? —preguntó, preocupado por el temor de haberle hecho daño.
— ¿Qué te había hecho pensar lo contrario? —la voz de Demi fue apenas un susurro.
Joe vio que una lágrima se deslizaba por su mejilla. Se sintió como un completo asno. Encima de haberle hecho daño, sólo se le ocurría quejarse.
Manteniendo la parte baja del cuerpo quieta, abrazó a Demi y secó la lágrima con sus labios. Ella acababa de darle algo muy especial, y lo último que deseaba era que se arrepintiera de haberlo hecho.
—Lo siento, Demi. No merecías esto… —enterrado en ella como estaba, su cuerpo lo instaba a terminar. Pero él sabía que Demi necesitaba tiempo para adaptarse. Respiró profundamente para tratar de controlarse—. Si me lo hubieras dicho, habría tenido más cuidado.
—Estoy bien, Joe. De verdad.

Cuando estaba alcanzando el límite de su resistencia, Joe vio que los ojos de Demi se suavizaban y supo que el dolor estaba dando paso al deseo insatisfecho.
—Ahora voy a amarte, querida.
Se movió lentamente, atento al menor indicio de incomodidad por parte de Demi. Nunca había estado con una virgen. ¿Cuánto tiempo duraba el dolor? ¿Qué podía hacer para aliviarlo?
Pero cuando ella apoyó las manos en sus nalgas y lo atrajo hacia sí, el control de Joe se esfumó por completo. Se entregó a ella como ella se estaba entregando a él, y cuando sintió que empezaba a ponerse rígida, aceleró sus movimientos.

Cuando Demi gritó su nombre y se sintió envuelto en su placer, experimentó una satisfacción totalmente nueva para él. Solo entonces cedió a la fuerza de la necesidad que latía en su interior y, con un empuje final, fue poseído por el triunfo de su explosión.
—Ha sido increíble —murmuró Demi varios minutos después.
—Desde luego —Joe la estrechó contra su costado y apoyó una mano en su cadera—. ¿Estás bien?
—Estoy muy bien.

—Ojalá me lo hubieras dicho. Podría haberte hecho daño.
—Pero no me lo has hecho Demi le mordisqueó juguetonamente el hombro—. Además, ha sido mi elección.
Sus palabras fueron como una caricia para Joe. Demi había querido que fuera el primer hombre en su vida, y un repentino fuego en su interior le hizo comprender que él quería ser el último. La idea de que otro hombre tocara a Demi intensificó la llamarada de su cuerpo, impulsándolo a volver a hacerla suya para dejar de nuevo en ella su marca.

Cuando Demi deslizó una mano desde su pecho hasta su costado, abandonó toda especulación. Analizaría sus emociones más tarde. En aquellos momentos, la cautelosa exploración de la mano de Demi lo estaba volviendo loco.
—No seas tímida —dijo, animándola—. Te prometo que no voy a romperme.
Cuando ella lo tomó completamente en su mano y empezó a moverla delicadamente de arriba abajo, Joe gimió como si estuvieran torturándolo.
La mano de Demi se detuvo al instante.
— He hecho algo mal?
— ¡No! —Exclamó Joe, y se volvió paro sujetarla contra el colchón—. Lo estás haciendo muy bien. Demasiado bien.
Ella lo miró a los ojos, expresándole su necesidad, rogándole que acabara con aquella dulce tortura.
Su gemido de placer cuando Joe la hizo suya impulsó a este a darle todo lo que tenía. Y cuando sus cuerpos se fundieron para celebrar el gozo de su mutua liberación, ella se entregó a él en cuerpo y alma.

Errores Del Ayer Cap 21



— ¿Has terminado por hoy con Satin, Demi? —preguntó.
—Sí —ella logró contener la risa. Era un consuelo saber que no era la única que estaba sufriendo a causa de un calor que no tenía nada que ver con la temperatura exterior.
—Necesito que me ayudes a trasladar uno de los rebaños pequeños al Cañón del Diablo —dijo Joe mientras se ponía el sombrero.
—El hombre del tiempo ha advertido de la posibilidad de alguna inestabilidad atmosférica —advirtió Whiskers—. Si la cosa empieza a ponerse fea, buscad un lugar en el que refugiaros, ¿de acuerdo?
Demi recogió el pelo en el interior de su sombrero y siguió a Joe.
—No te preocupes. Si es necesario, lo haremos —prometió.
Cuando la pareja se hubo alejado lo suficiente, Whiskers rio animadamente.
—Con eso cuento, pequeña.
Demi se alejó con pesar del cañón. Le había parecido uno de los lugares más bonitos del rancho de Joe. El contraste de la hierba verde y exuberante con los estratos de tierra multicolor de las paredes del cañón la habían dejado maravillada.
—Es difícil llegar aquí —comentó cuando salieron del estrecho desfiladero —, pero es un lugar realmente precioso. Es casi como un oasis en medio del desierto.
Joe rio.
— ¿Un trozo de cielo en medio del infierno?
—Eso lo resume más o menos —asintió Demi, sonriendo.
Joe miró un momento a lo lejos antes de volver a hablar.
—Ya no tendrás que volver a preguntar a Brad en qué parte del rancho vas a trabajar.
— ¿Por qué?
Joe detuvo su caballo y esperó a que ella hiciera lo mismo.
—Porque de ahora en adelante vas a trabajar conmigo.
—Soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma.
—Esto no es negociable —dijo Joe con firmeza. —Alargó una mano para tomarla del brazo—. Ayer, alguien en el rancho trató de hacerte daño. El único modo de impedir que vuelva a suceder es manteniéndote junto a mí.

La sensación de la mano de Joe en su brazo, la mirada protectora de sus oscuros ojos marrones, hicieron que el estómago de Demi se encogiera.
—De acuerdo —dijo, sencillamente. Cuando el sonido de un trueno retumbó en la distancia, señaló hacia el horizonte—. Puede que por fin nos de un respiro el calor.
Joe la soltó y observó el cúmulo de nubes oscuras que se estaban amontonando en el suroeste. Maldijo entre dientes. Aún a varios kilómetros de ellos, el centro de la tormenta iba adquiriendo fuerza según avanzaba por la pradera. El viento arreciaba mientras las quebradas líneas de los rayos iluminaban amenazadoramente el horizonte. Empezó a llover.

Evaluó rápidamente la situación. Estaban demasiado lejos del cañón como para refugiarse en él y, a menos que la tormenta cambiara rápidamente de dirección, se iban a topar de lleno con ella.
—Esperaremos a que pase en la vieja cabaña del Circle S —dijo, tomando una rápida decisión. Protegida en tres de sus caras por las laderas de las montañas, la maciza cabaña se hallaba a sólo medio kilómetro de allí y era el mejor refugio que podían encontrar en aquellas circunstancias—. Sígueme.
Hizo girar su caballo y lo puso al galope. Demi lo siguió de inmediato. En cuanto llegaron a su destino y ataron a los caballos en el cobertizo, Joe tomó las alforjas y empujó a Demi hacia la cabaña justo cuando empezaba a granizar.

Una vez dentro, le hizo tumbarse rápidamente en el suelo y la cubrió con su cuerpo para protegerla. El viento en el exterior se convirtió en un rugido ensordecedor.
—Es un tornado —dijo junto a su oído—. Estate quieta.
Demi aferró con ambas manos la pechera de la camisa de Joe, cuyos músculos se tensaron de inmediato. La deseaba con cada fibra de su cuerpo. Quería…
Y entonces, tan rápido como había llegado, la tormenta pasó.
Demi movió las piernas y Joe necesitó unos segundos para comprender que trataba de levantarse.
—Tranquila, cariño —se levantó y tiró de ella—. Ya ha terminado.
—Gracias a Dios —dijo Demi con voz temblorosa.
Joe miró su rostro arrebolado y sintió un destello de ardiente deseo. Tenerla debajo había sido una mezcla de cielo e infierno. Lo que más deseaba en aquellos momentos era desnudarla y dar el último paso hacia el final de la tormenta.

Para controlarse, se obligó a mirar a su alrededor.
—Hace tiempo que no venía por aquí, pero parece que está bastante limpia.
—He visto lugares peores —dijo Demi.
Joe fue hasta la puerta y se asomó al exterior. El tornado había pasado, pero los rayos aún iluminaban de cuando en cuando el cielo y la lluvia no mostraba señales de ir a remitir.
Probablemente necesitaba que le examinaran la cabeza, pero no lamentaba en lo más mínimo verse atrapado en aquel lugar. Había alcanzado su límite, y era suficientemente hombre como para reconocerlo. Mordiéndose el interior del labio para no sonreír, trató de buscar el modo más adecuado de poner al tanto a Demi de algo de lo que probablemente no querría saber nada. Finalmente decidió que lo mejor era ser directo.
—Vamos a tener que pasar la noche aquí, querida.
—Supongo que estás de guasa, ¿no?
—Me temo que no. Aunque ahora mismo dejaran de caer rayos, la riada nos impediría volver. Esta clase de lluvia es capaz de transformar la quebrada en un torrente indomable.
Demi no dudó de la palabra de Joe. Sabía que una quebrada seca como un hueso podía transformarse en un instante en un río de corriente rápida. Miró a su alrededor y gimió. Solo había una cama.
Se volvió hacia Joe.
— ¿Estás seguro de que no hay forma de salir de aquí?
—Ninguna —contestó él, y a continuación hizo una rápida llamada a Whiskers para hacerle saber que se encontraban bien. Luego se encaminó hacia la puerta—. Voy a atender a los caballos.
Incapaz de decir nada, Demi se limitó a mirar cómo salía.
Joe regresó unos minutos después y encontró a Demi leyendo las etiquetas de algunas latas. Fue hasta la cama y se sentó en ella.
—Aún nos quedan algunos sándwiches del almuerzo.
—Sí, pero he pensado que sería agradable acompañarlos con algo más —dijo Demi—. ¿Crees que al dueño le importará?
—No —Joe se quitó las botas y se estiró en el catre—. De hecho, le alegrará que haya cierta variedad en su próxima comida.

Demi arqueó una ceja.
—Creía que habías dicho que esta cabaña pertenecía al Circle S.
—Así solía ser —Joe empujó el sombrero sobre sus ojos y colocó las manos tras su cabeza—. Hace unos treinta años, mi padre compró el Cicle S al padre de Jed —vio que Demi miraba una lata con gesto escéptico—. Eso debería estar en perfecto estado. Los muchachos usan la cabaña como campamento base durante la época de caza.
Por debajo del ala de su sombrero, Joe vio que Demi asentía y luego se volvía hacia la mesa. Se le cayó el abrelatas. Estaba tan nerviosa como él. Ambos sabían que ya no había obstáculos… ni viejos entrometidos y charlatanes, ni niños jugueteando alrededor, ni ojos siniestros observándolos. Esa noche, nada impediría que exploraran la química que había entre ellos.
Cuando Demi dejó la lata en la mesa, él se quitó el sombrero, se levantó de la cama, se acercó a ella de dos zancadas y la tomó entre sus brazos.
—Joe…
—Calla, querida —Joe deslizó las manos por su rígida espalda y la besó en la sien—. Te deseo. Lo sabes. Pero no voy a saltar sobre ti simplemente porque estemos a solas. Nunca he tomado nada que una mujer no quisiera darme voluntariamente, y no voy a empezar a hacerlo ahora. Cuando hagamos el amor, será porque tú lo desees tanto como yo.

Demi se apartó un poco para mirarlo a los ojos. Cuando era más joven se convenció a sí misma de que deseaba a Dan. Pero sus escasos y torpes intentos de hacer el amor acabaron por avergonzarlos a ambos. En aquellos momentos comprendió que lo que había sentido por Dan había sido el amor puro e inocente de una adolescente. Sin embargo, sus sentimientos por Joe eran los de una mujer.
Nunca había experimentado la necesidad de una mujer, la pasión de una mujer por un hombre. No hasta que Joe la había abrazado y besado.
Y en aquel momento también comprendió que nunca volvería a experimentarlo con otro hombre. Solo con Joe.
Trató de pensar en las complicaciones que podía traerle aquello, pero las apartó enseguida de su mente. La decisión había sido tomada en el momento en que Joe la había estrechado entre sus brazos.
La madre naturaleza los había empujado a aquella pequeña y desolada cabaña para que estuvieran juntos.
—Te deseo —susurró.

Errores Del Ayer Cap 20



Joe contempló la cincha que había dejado en su escritorio. En condiciones normales, cuando un caballo se encabritaba el jinete podía al menos tratar de sujetarse a la silla. Pero en aquel caso, aquella pequeña seguridad había sido eliminada. Si Satin hubiera reaccionado de otro modo…
Respiró profundamente. Quien quiera que hubiera cortado la cincha había anticipado una reacción violenta por parte del caballo la primera vez que fuera montado. Un caballo como aquel podía matar a una persona de una sola coz.
— ¿Joe? —Demi se asomó a la puerta del despacho—. Whiskers me ha dicho que querías verme.
—Tenemos que hablar.

—De acuerdo —Demi ocupó la silla que había frente a él—. ¿Hay algún problema?
—Voy a extenderte un cheque por la cantidad estipulada en tu contrato más el salario por los días que has trabajado en el rancho —Joe hizo una pausa. Aunque su corazón no estuviera conforme, su mente había decidido que aquella era la mejor decisión que podía tomar—. Quiero que te vayas del Rocking M mañana a primera hora.
— ¿A qué viene esto, Joe?
Él sacó un cheque de un cajón de su escritorio y lo rellenó. Luego lo empujó hacia ella.
—Ambos sabemos que lo que ha pasado con Satin esta tarde no ha sido un accidente. Alguien tenía intención de hacerte daño.
—Sí, pero…
—No pienso permitir que vuelva a suceder nada parecido.
Demi vio el auto reproche en la mirada de Joe, el arrepentimiento. Su corazón latió más deprisa al ver que estaba dispuesto a poner en peligro el programa de adiestramiento de Satin y su propósito de convertirlo en un campeón con tal de protegerla.
—Gracias —tomó el cheque y lo rompió en pedacitos—. Pero aún no he terminado mi trabajo, y no vas a librarte de mí hasta que lo haga. No pienso irme hasta que acabe.
Joe sacó otro cheque.

—Te estoy liberando de tu contrato con toda la paga.
—Eso ya lo he entendido —Demi se reclinó contra el respaldo del asiento—. Aprecio tu ofrecimiento en lo que vale, pero no me queda más remedio que rechazarlo.
— ¡Ni hablar! —Joe se puso en pie—. ¿No comprendes? Corres peligro quedándote aquí. No puedo garantizar tu seguridad.
—No te pido que lo hagas. Lo único que quiero es tu confianza, Joe.
—Ya la tienes, querida.
A pesar de que externamente parecía calmada, por dentro Demi era un manojo de nervios. Poco antes le habría parecido bien irse del Rocking M, pero la idea de dejar a joe en aquellos momentos no le gustaba nada. Tenía serios problemas, y no pensaba abandonarlo. Además, el asunto se había convertido en algo personal cuando el culpable había roto la cincha de la silla.

—Lo que ha pasado hoy ha sido en parte culpa mía —admitió—. Debería haber comprobado todos los correajes antes de ensillar a Satin.
—No había ningún motivo para que lo hicieras —Joe rodeó el escritorio y se detuvo ante ella—. La silla y la cincha eran nuevas.
Demi se levantó.
—Sí, pero si hubiera tomado las precauciones debidas, lo habría visto.
Demi la tomó por los hombros.

—Eso no cambia el hecho de que alguien pretendía hacerte daño.
—Pues quien sea se habrá llevado una gran decepción —Demi tomó las manos de Joe de sus hombros y colocó en una de ellas el cheque roto—. Nunca he huido de nada en mi vida, y no pienso empezar ahora. Voy a terminar de entrenar a Satin para que se convierta en un gran campeón.
Joe pasó una mano tras su cintura y la besó. Ella abrió la boca para que pudiera penetrarla con su lengua y el dejó escapar un irregular suspiro.

Demi estaba dispuesta a poner en peligro su propia seguridad para ayudarlo. Nunca había conocido a una mujer tan sacrificada. Nicole no lo había sido. El interés de su ex esposa por él no había ido más allá de su cuenta en el banco y cómo dilapidarla. Pero Demi no era como Nicole. El dinero no era importante para ella.
Relajó el puño en el que sostenía el cheque roto y los trozos cayeron al suelo. Apoyó una mano sobre uno de los pechos de Demi y le acarició el pezón con el pulgar. Recompensado por su gemido de placer, se estremeció ante la fuerza de la necesidad que recorrió su cuerpo como una ola.
Cómo la deseaba… Y no solo físicamente. Lo asustaba reconocerlo, pero ya no podía negarlo más. Quería poseer su cuerpo y su alma.
— ¿Le sucede algo malo al corazón de Demi, papá? —preguntó Ryan a la vez que tiraba de la manga de la camisa de su padre.
El niño y los cachorros habían entrado inadvertidamente en el despacho y observaban a los adultos con curiosidad.
Cuando Demi fue a apartarse, Joe la retuvo a su lado.
—Su corazón estaba latiendo demasiado deprisa —dijo, y apartó la mano de su pecho—. Sólo quería comprobar si se encontraba bien.
Demi enterró el rostro en su hombro, intensamente ruborizada. ¿No se le podía haber ocurrido una excusa mejor?

—Seguro que aún está asustada por el susto que le ha dado Black Satin —dijo Ryan solemnemente.
—Creo que tienes razón —asintió Joe—. ¿Sabes si le han sobrado algunas galletas a Whiskers?
—Me ha pedido que viniera a deciros que tiene preparado un tentempié para nosotros —Ryan miró a Demi, claramente desconcertado—. Tienes la cara muy roja. ¿Aún te duele el corazón?
Demi asintió a la vez que rogaba para que se la tragara la tierra.
Cuando Ryan le palmeó un brazo para manifestarle su simpatía, Joe tuvo que aclararse la garganta para reprimir la risa.
— ¿Quieres ir a decirle a Whiskers que vamos enseguida?
—De acuerdo, papá —Ryan corrió hacia la puerta, pero se volvió antes de salir—. Te sentirás mejor después de tomar un vaso de leche y unas galletas, Demi.
—Creo que voy a pasar del tentempié —dijo ella cuando recuperó la voz—. Lo mejor será que me vaya a la cama.
Ryan asintió y se puso a llamar a Whiskers a voces mientras corría por el pasillo seguido de los cachorros.
Demi no va a comer nada. No se siente muy bien y papá le ha puesto una mano en el corazón para ver qué tal está. ¿Pueden comerse sus galletas mis perritos?
La risa de Whiskers llegó alta y clara hasta el despacho.
— ¿Sigue alterado tu corazón? —preguntó Joe, con una traviesa sonrisa en los labios.
Demi volvió a ruborizarse.
—No, ha dejado de latir por completo.

Sin decir nada más, se encaminó hacia la puerta. Cualquier cosa que dijera empeoraría las cosas. Y, por primera vez en su vida, optó por el camino del cobarde.
Demi evitó la brillante mirada de Whiskers al entrar en la cocina y fue directamente a la nevera por algo de beber. No tenía intención de hacer ningún comentario sobre el embarazoso incidente de la noche anterior. Y si el viejo cocinero sabía lo que le convenía, tampoco diría nada al respecto.
— ¿Has visto a Brad? —preguntó.
—Joe lo ha mandado a la ciudad —Whiskers la observó mientras se servía un vaso de zumo de naranja y movió la cabeza—. ¿Eso es todo lo que piensas desayunar?
Demi se dejó caer en una silla.
—Hace demasiado calor como para comer.
—Eso no puedo discutírtelo —el cocinero bajó la voz y añadió —: No le diría esto a cualquiera, pero en días como estos es cuando más me alegro de haber envejecido y de haber tenido que ocuparme de la cocina y de la casa. Quedarme aquí disfrutando del aire acondicionado mientras los jóvenes salen a atrapar el ganado no me molesta en lo más mínimo.
Divertida, Demi preguntó.

— ¿Aunque tengas que compartir la casa con tres perros?
—Esos bichos están fuera, donde les corresponde —dijo Whiskers con firmeza—. Y ahí van a seguir. No van a volver a destrozarme más botas. Cuando he encontrado las últimas que me había comprado solo les quedaban las suelas.
Demi rio. Había visto los restos de las botas a las que se refería, y tenía razón. Terminó su zumo y preguntó:
— ¿Ha dejado Brad algún mensaje para mí antes de irse?
—No. Joe ha dicho que hoy trabajarías con él después de tu sesión con Black Satin.
— ¿Sabes dónde está?
—Ha llevado a Ryan a ver el nuevo ternero, pero no creo que tarden, porque ya llevan un buen rato fuera —Whiskers fue cojeando a la despensa—. Me ha dicho que prepare unos sándwiches porque no vais a volver a comer.
Antes de que Demi pudiera preguntar si Joe había mencionado dónde iban a trabajar, este y Ryan entraron en la cocina.
—Papá me ha regalado un ternero —dijo el niño al pasar corriendo junto a ella en dirección a las escaleras. De pronto se detuvo y se volvió—. ¿Qué tal está hoy tu corazón?
Demi asintió, ruborizada.
—Estoy mucho mejor, Ryan. Gracias por preguntar.
—Bien —Ryan empezó a subir las escaleras—. Tengo que ir por mis guantes. Voy a ayudar a Brad con mi ternero cuando vuelva.

Joe había visto cómo se ruborizaba Demi. Su pelo caía sobre sus hombros como una cascada dorada. La miró de arriba abajo y sintió que le costaba respirar Con la luz del sol a sus espaldas, su fina camiseta bien podría haber sido transparente. El tono amarillo pálido iba muy bien con el moreno de su piel, pero hacía poco por ocultar el contorno de su cuerpo, la plenitud de sus pechos…

— ¿Te encuentras bien, Joe? —preguntó ella, y se acercó a él—. Te has puesto un poco colorado.
Whiskers salió en ese momento de la despensa y se fijó en las mejillas enrojecidas de Joe.
—Se recuperará. He visto ese fenómeno antes cuando un hombre tiene demasiado calor —riendo, entregó a Joe un par de alforjas. Luego sonrió a Demi—. Échale un poco de agua fría encima. Se recuperará enseguida.
Joe miró al cocinero con cara de pocos amigos mientras tomaba las alforjas y uno de los teléfonos móviles que había comprado desde el accidente de Jim.

sábado, 25 de agosto de 2012

Amor Desesperado



Argumento:

Cuando Nick Nolan la defendió de su hermano, Miley supo que estaba destinado a ser su auténtico héroe, el hombre que siempre amaría. Pero pasaron los años y Nick, caballero de brillante armadura, quedó como un recuerdo de infancia.
Y de pronto, le pidió que simulara ser su prometida durante un mes. Miley descubrió que eso no era suficiente. Quería derretir sus defensas, llegar hasta el hombre pasional que había tras su frío afecto…y convertir su compromiso temporal en un matrimonio para toda la vida.

Errores Del Ayer Cap 19



Demi tomó impulso, montó al caballo y palmeó su cuello sin dejar de hablarle. En lugar de ponerse tenso, Satin parecía interesado en lo que le decía. Golpeándolo suavemente con los talones, lo puso al paso y luego al trote. Confiada ante la reacción del caballo, alabó su buen comportamiento para estimularlo.

De pronto, totalmente concentrada en su tarea, supo que algo iba mal. La silla empezó a deslizarse hacia un costado, haciendo perder al caballo las sensaciones de la presión de sus piernas. Todo sucedió en un instante. Demi y la silla acabaron en tierra mientras, asustado, Black Satin se encabritaba y pateaba el aire con los cascos delanteros.
Mientras se ponía en pie, Demi vio que Joe estaba a punto de saltar la valla.
—Limítate a mantener a Ryan alejado de la valla —dijo en tono imperativo mientras se acercaba al asustado semental—. Deja que trate de calmar a Satin.

Una combinación de adrenalina y miedo recorrió el cuerpo de Joe mientras agarraba con todas sus fuerzas la parte alta de la valla. Si el caballo trataba de cargar contra Demi, ¿podría sacarla a tiempo de allí?
Asombrado, vio que Satin dejaba sus agitados movimientos y movía la cabeza de un lado a otro mientras escuchaba el murmullo de la voz de Demi. Cuando lo tomó por la brida, se tensó un momento, pero enseguida se relajó, como si entendiera lo que le estaba diciendo.

—Ve por otra silla, Joe —dijo Demi mientras acariciaba el cuello del caballo.
—No —el corazón de Joe aún latía con fuerza contra sus costillas, y no creía que pudiera sobrevivir a otro episodio como aquel—. Espera hasta mañana, cuando esté más calmado.
—Tiene que comprender enseguida que no hay nada que temer. Ve por la silla.
Contra su voluntad, Joe hizo lo que le pedía.
—No tienes por qué hacer esto —dijo mientras se la entregaba.
—Sí tengo que hacerlo —sus manos se tocaron y se miraron unos segundos—. No va a pasarme nada. Te lo prometo.
Joe no creía haber hecho nunca nada tan difícil como permanecer al margen mientras Demi volvía a pasar por el mismo proceso con el caballo. Contuvo el aliento cuando este irguió las orejas y giró los ojos mientras Demi lo montaba. Pero una vez que Satin comprendió que no iba a suceder nada más, se relajó.

Para cuando Demi devolvió al semental a su casilla en el establo, Joe se sentía agotado. Nunca había experimentado tanto miedo como cuando la había visto caer. Y nunca se había sentido tan impotente. Si Demi no hubiera podido levantarse rápidamente, sabía que no habría podido llegar a tiempo de sacarla de debajo de los cascos del caballo.

Cuando Demi volvió al corral, la recibió con los brazos abiertos y ella se refugió en ellos de inmediato. El incidente la había alterado más de lo que habría querido reconocer. Su pequeño cuerpo temblaba, y se aferró a él como si las piernas no la sostuvieran.
Joe la estrechó con fuerza entre sus brazos.

—Me has dado un susto de muerte. ¿Qué ha pasado?
Antes de que ella pudiera responder, Ryan corrió hasta ellos.
— ¿Estás bien? —preguntó, preocupado.
Demi acarició la mejilla del niño.
—Estoy perfectamente, cariño.
Joe pasó un brazo por sus hombros y tomó a Ryan en el otro. Permanecieron en silencio unos momentos, abrazados.
—Vamos a ver esa silla —dijo Joe finalmente, y dejó al niño en el suelo.
—Se ha roto la cincha —explicó Demi.
Entraron al corral, donde la silla aún yacía en el polvoriento suelo. Joe la colocó sobre lo alto de la valla y examinó la cincha.
—No se ha roto sola —miró a su alrededor al notar una vez más que alguien los observaba. Casi pudo oler el odio—. La han cortado.