martes, 31 de julio de 2012

La Inocente Novia Del Jeque Cap 27



PAREZCO una vaca -comentó Demi con aire triste al mirarse en el espejo. Al sentir una punzada en el pubis, hizo una mueca de dolor y se dijo que no era nada.
Jeanie se quedó mirando a su amiga y sacudió la cabeza.
-El vestido es una preciosidad y estás genial -le aseguró.

-Pero si estoy gordísima... -insistió Demi cerrando la maleta.
Era cierto que estaba embarazadísima y que ningún vestido de novia podría haber ocultado su barriga. El que le habían confeccionado era juvenil y bonito, pero no dejaba de ser un vestido premamá y Demi habría dado cualquier cosa en el mundo por parecer una novia aquella mañana y no una embarazada.

Había transcurrido una semana desde que había aceptado la propuesta de matrimonio de Joe y durante ese tiempo había dejado el trabajo y le habían dado una tarjeta de crédito, que apenas había utilizado, dos guardaespaldas y una suite en un hotel.
Squeak se había acostumbrado a la vida lujosa con increíble celeridad y se paseaba por su nuevo entorno con una dignidad y una pomposidad que tenían sorprendida a Demi.

Ella, sin embargo, se sentía como si estuviera interpretado un papel en una obra de teatro.
Joe había ¡do a Dhemen para hablar con su familia y obtener autorización de su padre para casarse y, antes de irse, había insistido en que Demi llamara a Jeanie para invitarla a la boda.
Desde que se había ido, la había llamado todos los días y se había mostrado educado, considerado e... impersonal.
-¿Sabes lo que estaba diciendo la gente ayer en el castillo cuando me iba? -sonrió Jeanie.
Demi negó con la cabeza.
-¡Que lady Selena te hizo una encerrona para acusarte de ladrona porque se había dado cuenta de que el príncipe Joe se había enamorado perdidamente de ti!
Demi cerró los ojos presa del dolor porque era perfectamente consciente de que, a pesar de que se iba a casar con ella, su futuro marido no la amaba.

-Todo el mundo sabía que la viuda alegre llevaba un par de años intentando echarle el lazo, pero por muchas minifaldas que se ha puesto no ha podido hacer nada -rió la pelirroja-. Lo cierto es que me alegro mucho de que todas sus artimañas no hayan podido con vuestro amor porque... tú estás completamente enamorada del príncipe, ¿verdad?
-Sí -murmuró Demi.
En aquel momento, sonó el teléfono.
-El coche ya está listo, te está esperando -anunció Jeanie-, Dentro de dos horas, serás una princesa.
-Bueno, no sé...
-¿Cómo que no? Si te casas con un príncipe, obviamente, tú te conviertas en princesa. ¿Y el niño? Seguro que a él también le darán algún título, ¿no?
-No lo sé -contestó Demi saliendo de la suite.

-Supongo que la familia del príncipe Joe estará sorprendida con todo esto. ¡No creo que les haya hecho ninguna gracia que su hijo se case con una mujer que no es de sangre real! -comentó Jeanie-. Uy, perdón, no tendría que haber dicho eso... -añadió tapándose la boca con la mano.
-¿Por qué no? Es la verdad -contestó Demi.
-Ya sabes que me voy después de la misa -comentó su amiga cambiando de tema.
-No, Jeanie, por favor...
-Sí, ya hemos hablado de ello. No podría comer al lado de un príncipe. Me pondría muy nerviosa.
Donald se había ofrecido a llevar a Demi al altar, pero ella se lo había agradecido y le había dicho que no era necesario porque iba ser una boda muy sencilla en la que solamente iba a haber un par de testigos.

Lo cierto era que le producía un terrible dolor que no fuera a acudir nadie de su familia. Le habría encantado que su hermano Daniel estuviera allí con ella, pero no tenía ni idea de cómo localizarlo.
Había llamado a su casa para decirle a su padre que se iba a casar, pero, en cuanto había oído la voz de su hija, Angus Ross había colgado el teléfono.

Demi había intentado convencerse de que daba igual, de que aquella boda era un matrimonio de conveniencia que iba a tener lugar única y exclusivamente por el bien del niño, que el anillo que le iba a entregar Joe no se lo iba a entregar con amor.
Ni siquiera con respeto porque, si Joe seguía creyéndola una ladrona, ¿cómo la iba a respetar? Claro que, si la gente empezaba a dudar de la versión de Morag Stevens y a sospechar de lady Selena, tal vez, Joe terminaría descubriendo la verdad.
-¡A por él! -le dijo Jeanie al oído cuando Demi llegó al inicio del pasillo.
Demi se sonrojó de pies a cabeza y se quedó mirando a Joe, que la esperaba junto al altar más increíble y guapo que nunca.

¿Para qué negarlo? Estaba perdidamente enamorada de él. Cuando Joe la llamaba por teléfono, Demi sentía mariposas en el estómago y, cuando le sonreía, sentía que se le elevaba el corazón como si tuviera alas.
La ceremonia fue breve, pero Demi no pudo evitar emocionarse cuando Joe le puso la alianza.
Ahora era su marido.

Joe estaba realmente preocupado por Demi porque cada día parecía más frágil y estaba más pálida aunque ella siempre decía que se encontraba bien. Estaba deseando irse a Dhemen para que un ginecólogo de su entera confianza pudiera examinarla.

Mientras Joe pensaba en todo eso, Demi no podía dejar de pensar en que ni siquiera tenía ramo de novia, en que todo aquello era una farsa, en que aquel matrimonio adolecía de amor por todas partes y en que era mejor que se fuera acostumbrando porque eso era lo que la esperaba.

Estaban saliendo de la iglesia cuando Demi sintió una aguda punzada de dolor en el bajo vientre que la hizo doblarse hacia delante.
-¿Qué te pasa? -exclamó Joe, preocupado.
-Me duele -consiguió contestar Demi-. ¡Me duele mucho!
Joe dio instrucciones en árabe a su hermano Raza, tomó a Demi en brazos y la metió en el coche.
-Tengo miedo -confesó Demi nerviosa.
A continuación, cerró los ojos con fuerza y rezó. Mientas tanto, joe la hizo tumbarse, él se sentó, le colocó la cabeza sobre su regazo y le agarró las manos para darle fuerzas.

-No te preocupes, llegaremos al hospital en menos de cinco minutos.
-Supongo que no tenías previsto que esto ocurriera hoy.
-Tú tranquila... -contestó Joe apartándole el pelo de la cara-. Estoy contigo y no te va a pasar nada. Los momentos difíciles no lo son tanto si se llevan entre dos.
Demi estaba sinceramente preocupada por tener un parto prematuro, temía que le sucediera algo al niño.

Al llegar al hospital, Demi se quedó anonadada, pues se trataba de una clínica privada que pertenecía a una de las fundaciones de joe.
Nada más examinarla, el médico decidió que había que ingresarla.
-Deberías comer algo -le indicó Demi a Joe diez minutos después, una vez a solas en su habitación privada.
-¿Estás de broma?
-¿No tienes hambre?
-Me quiero quedar contigo.
-No hace falta -mintió Demi porque, en realidad, lo que más necesitaba en el mundo era su compañía.

Cuatro Noches De Pasión Cap 31



Miley  gradualmente se dio cuenta de que no estaba sola en la cama. Su cabeza se apoyaba en el pecho de
Nick, una pierna masculina se enlazaba con la suya y él la estrechaba entre sus brazos.
Nick sintió los latidos apresurados del corazón de Miley, su respiración entrecortada y la besó en los cabellos aspirando su fresco aroma.
Un hombre podría sentir un inmenso placer al despertar por las mañanas junto a una mujer cálida y complaciente entre sus brazos.
Aunque no cualquier mujer sino... esa mujer.
-Estás despierta.

Ella oyó su voz cansina y respondió perezosamente que sí.
Él le recorrió la espalda con los dedos, acarició los firmes glúteos, luego la cadera y la cintura antes de avanzar hacia los pechos.
Ella casi dejó escapar un gemido cuando él la puso de espaldas y su boca acarició un pecho y un tierno pezón.
Segundos más tarde, la mano masculina se dirigió a la suave zona entre las piernas y empezó  a explorarla.
Ella dejó escapar un ahogado y ronco grito al sentir una intensa ola orgásmica que desató sus emociones.

Cuando Nick penetró en su cuerpo sintió como nunca se elevaban hacia las alturas y juntos alcanzaban el clímax en una tumultuosa fusión sensual.
Permanecieron abrazados como sólo dos amantes satisfechos pueden hacerlo.
Con los ojos cerrados, Miley pensó que había sido una experiencia increíble mientras dejaba que su mente y su cuerpo se relajaran.
Más tarde buscaría satisfacerlo sólo a él. Y así lo hizo, deleitándose en desafiar y vencer el control de Nick.

«Disfruta», rogó silenciosamente. Porque en unas pocas horas más volvería a su apartamento y a una vida sin él.
Tarde, mucho más tarde se levantaron, compartieron la ducha, se vistieron y tomaron una combinación de desayuno y comida.
El teléfono móvil de Nick empezó a sonar cuando tomaban el café.
-Tendré que atender esta llamada.
Miley  levantó una mano indicándole en silencio que lo hiciera y luego lo vio cruzar la terraza.

«Francés», se dijo al escuchar una o dos palabras de la conversación y se preguntó cuántos idiomas hablaría Nick.
«Asuntos de negocios», decidió y dejó vagar la mirada sobre la piscina hacia el puerto.
-Tengo que reunirme con dos colegas. Les han cancelado el vuelo programado y tendrán que tomar un avión más temprano -informó Nick al volver a la mesa-. Estaré de vuelta en una o dos horas.
-Bien.

Tras terminar de tomar su café, le dio un beso breve pero intenso.
-Necesito hablar contigo -murmuró todavía con sus labios sobre los de Miley. Ella no fue capaz de decir una sola palabra-. Miley... -alcanzó a decir y en ese momento volvió a sonar el teléfono-. Maldición -exclamó mientras se pasaba los dedos por el pelo-. De acuerdo -dijo a su interlocutor.
Sus ojos se oscurecieron. Delegar el asunto estaba fuera de toda posibilidad. Había sólo dos socios capaces de manejar las negociaciones en curso y ninguno de los dos se encontraba en la ciudad.

-Tengo que resolver este asunto en un par de horas.
-Vete -dijo ella con calma-. Seguro que ellos te están esperando.
Él le dirigió una mirada penetrante, luego entró en la casa, recogió su cartera y las llaves y se dirigió al garaje.
Minutos después Miley recogió la mesa, lavó los platos y ordenó la cocina.
Quedarse o marcharse.

Si se quedaba, tendría que tolerar una aventura. Mientras hubiera amor entre los dos podría vivir de ese modo, pero era algo insostenible cuando sólo uno de ellos sentía amor.                 I
Ella no era el tipo de mujer que aceptaba aventuras efímeras.
Tampoco se veía a sí misma enganchada a un hombre y aceptando sólo lo que él quisiera darle.

«No puede ser», decidió tristemente mientras subía la escalera.
No le llevó demasiado tiempo preparar su bolso y dejar una nota en una mesa del vestíbulo. Luego llamó un taxi.

La gata la saludó con un maullido indignado, agitando el rabo. Había mensajes en el contestador automático, pero ella organizó las prioridades. Primero dio de comer al animal, luego metió la ropa en la lavadora y más tarde tomó una bebida fría.
Entonces escuchó los mensajes.
Taylor.
«Enlace la próxima semana en Roma. Querida, te necesito allí, para que me sostengas la mano».
Otro de Cameron.
«El martes vuelo a casa. Cenamos el miércoles, ¿de acuerdo?».
Otro de Delta.
«Espero que estés disfrutando el romántico paseo, pero no durará».
Miley no supo si reír o llorar con el último mensaje. El paseo, como lo llamaba Delta, había terminado.
Mantenerse ocupada le haría bien, así que sacó la ropa de la lavadora y la puso a secar.

El contenido del refrigerador era patético. Con las llaves del coche en la mano, repasó la lista de la compra mientras bajaba al garaje. Leche, pan, fruta fresca y verduras para ensalada. Luego condujo hasta el supermercado más cercano.
En una cafetería no lejos de casa, tomó un café mientras leía una revista.

Eran casi las cinco cuando condujo el coche hacia el aparcamiento subterráneo.
Entonces vio un vehículo muy familiar estacionado en la zona de visitas. Y por si le quedaban dudas acerca del dueño, vio la alta figura de Nick apoyado indolentemente en el Aston Martín.

Durante una fracción de segundo olvidó respirar, luego cruzó la verja de seguridad e introdujo la tarjeta con dedos temblorosos. Más tarde estacionó el vehículo en el garaje y antes de poder abrir la puerta del coche, esta se abrió de golpe.
Miley miró a Nick y de inmediato notó su dura expresión, como esculpida en piedra.
-¿Qué haces aquí?

-¿Creíste que no vendría?
Con todo cuidado salió del vehículo y cerró la puerta con llave antes de volverse hacia él.
-No sé de qué estás hablando.
-Lo sabes -replicó en un tono suave como la seda y ella tragó saliva-. ¿Por qué no te quedaste?
-No había ninguna razón para hacerlo. No nos debemos nada -se las ingenió para decir.
-Todas las obligaciones cumplidas, ¿verdad? -dijo Nick con peligrosa suavidad.
Miley creyó morir al responder afirmativamente.
-Sí.
-¿No hay ninguna emoción en juego? ¿Sólo buen sexo?
Ella estaba a punto de hundirse.
-¿Qué quieres de mí?

El grito que salió de su corazón sonó con furiosa desesperación.
-Te quiero en mi vida.
-¿Por cuánto tiempo, Nick? ¿Hasta que uno de nosotros decida terminar? Nada dura para siempre y la lujuria es una pobre compañera del amor.
En ese momento un coche estacionó en el espacio junto a ellos. Ella reconoció al conductor, que era un vecino, y notó su mirada preocupada.
-¿Todo bien, Miley?
Nick apenas cambió de expresión.

Cuatro Noches De Pasión Cap 30



No puedes obligarme a estar aquí.
-O te quedas aquí o vuelves a ingresar en el hospital. Tú verás.
-Eres un tirano.
-Me han llamado cosas peores.
-Necesito ir a darle de comer a mi gato -dijo al tiempo que alzaba una mano y de inmediato hizo una mueca de dolor-. ¡Maldición!
-Yo iré a dar de comer a tu gato.
-Es una gata -replicó.
-Vaya.
Él recogió las llaves, fue hacia la puerta y Miley lo siguió.
Cuando llegaron al edificio ella le dirigió una dura mirada.
-No hace falta que subas.
Sin replicar, Nick la siguió hasta los
ascensores.

Un maullido los recibió cuando Miley abrió la puerta. Luego el animal golpeteó la cabeza contra sus piernas en señal de bienvenida.
«Muérdelo», pensó Miley cuando Nick se inclinó a acariciar a la gata. Pero el animal la ignoró y maulló a modo de respuesta afectuosa.
Miley tardó apenas unos minutos en ponerle comida y agua fresca. Luego miró a Nick.

-De veras que me encuentro bien. Estoy segura de que tienes algún compromiso social esta noche y no quisiera que cancelaras tu... tu cita por mi culpa.
-¿Has terminado?
-No quiero estar contigo.
-¿Tienes miedo, Miley?
Deseó gritar que sí, pero no de él, sino de sí misma. «Porque todas las decisiones de alejarme de ti se desintegran cuando estás cerca. Y no puedo, no me dejaré destrozar por ti», pensó.
«Demasiado tarde. Ya eres un naufragio emocional», dijo en su mente una voz silenciosa.
-Yo...
-¿De ti... o de mí? -inquirió Nick.
-De ambos.
Él esbozó una sonrisa.

-Ah, sinceridad. Si no necesitas hacer nada más aquí, nos vamos.
Ella separó los labios para protestar, pero Nick apoyó un dedo en su boca.
-Sin discusiones, ¿quieres?

Minutos después de haber regresado a casa de Nick, este se excusó diciendo que tenía que trabajar y entró en el estudio.
Miley hizo unas cuantas llamadas y luego se entretuvo leyendo unas revistas. A la hora de la comida, tomaron pollo y una ensalada ligera. Más tarde, vio una película en el vídeo.

Mientras Nick continuaba en el estudio, ella salió al bonito jardín con sus arriates de coloridos capullos en flor y árboles, como un Jacaranda florecido cuyos pétalos caídos formaban un tapiz sobre el césped.
Miley se acercó a la piscina y se sentó en una cómoda tumbona bajo una sombrilla. El agua rielaba bajo la luz del sol.

Todo el entorno estaba rodeado de matices del azul. La piscina, el puerto, el cielo.
Reinaba la paz en la magnífica vista circundante. La ciudad, con sus altos edificios de concreto y cristal, las nítidas líneas de la Casa de la Ópera, el puente en el puerto.
Una magnífica casa situada en un hermoso lugar
¿Y el dueño de la mansión?
Miley cerró los ojos al recordar su poderosa imagen. Cuatro semanas antes era un hombre al que evitaba con cortesía.

Y en ese momento no quería pensar en el presente. Demonios, ¿qué podía hacer?
Amar a alguien no siempre tenía un final feliz. Y ella no era el tipo de mujer al que le gustara cambiar de pareja constantemente.

Al día siguiente regresaría a su apartamento y a su vida cotidiana. Cada vez que volviera a encontrarse con Nick en alguna reunión social lo saludaría amablemente y se alejaría. Como lo había hecho el año anterior. Pero, ¿cómo podría tratar sólo con cortesía al hombre con el que había compartido tanta intimidad?
El hombre del que se había enamorado.
Tal vez debería tomarse unas vacaciones y hacer un viaje a alguna parte. Lugares nuevos, caras nuevas.

Miley debió de haberse dormido, porque de pronto despertó al sentir su nombre y un toque en el hombro.

-Te quedaste dormida -dijo Nick, sin añadir que había estado observándola durante una hora sin desear despertarla hasta que refrescó demasiado.
Estaba cerca, demasiado cerca. Podía sentir la fragancia de su perfume varonil. Por un instante deseó atraer su cabeza hacia su boca y besarlo.

Sólo que eso conduciría a algo que dudaba poder manejar y luego poder alejarse.
Los ojos de Nick se ensombrecieron como si pudiera leerle el pensamiento. Luego delineó la boca de la joven con un dedo.
-Hay carne con ensalada. Si quieres te vas a cambiar y luego cenamos, ¿qué te parece?
Diez minutos después, se sentaba frente a él y saboreaba el exquisito filete.
-Sabes cocinar -dijo a modo de cumplido.
-¿Esa es una ventaja?
-Definitivamente sí para un hombre –afirmó ella.
-¿Por qué en esta era en que las mujeres se desenvuelve profesionalmente igual que los hombres?
-¿Los hombres piensan del mismo modo que las mujeres respecto a la casa como hogar, a los alimentos como nutrición?

-El hombre trabaja para proveer mientras que la misión de la mujer es nutrir, ¿no es así? ¿Eso quieres decir? ¿Una delimitación que define los sexos? -preguntó al tiempo que bebía un sorbo de vino.

-Creo que sólo hay igualdad en el lugar de trabajo -respondió ella con un matiz de humor-, Pero fuera del trabajo los hombres y las mujeres provienen de dos planetas diferentes.
-¿Destinados a no poder cohabitar?
-Solo físicamente. El aspecto emocional es otra cosa.
-Viva la diferencia, ¿verdad?
Fue una cena tranquila y más tarde vieron una película en el vídeo. Cuando acabó, ella se levantó del sofá y le deseó buenas noches.
No, no dormiría en la cama que habían compartido la noche anterior, decidió cuando subía la escalera.
Después de recoger su bolso y los artículos de aseo, entró en otra habitación.
Tras hacer la cama, Miley se acostó y estaba a punto de apagar la luz cuando Nick entró.
-¿Qué haces aquí? -preguntó ella.
-Creo que esa pregunta me corresponde hacerla a mí.
-No voy a dormir en tu cama. No quiero pagar con sexo tus labores de enfermero -Miley se arrepintió de sus palabras en el momento en que se escaparon de sus labios.
-¿Te importaría volver a repetírmelo? -preguntó con una frialdad que Miley le produjo un escalofrío.
-Realmente no.

Sin decir una palabra, Nick dio media vuelta y abandonó la habitación cerrando la puerta con deliberada suavidad.
Maldición ¿qué le pasaba?
En el fondo de sí conocía la respuesta. Miedo. Fundamentalmente a perder algo que nunca había poseído... el amor de Nick Jonas.

Miley yacía en la habitación suavemente iluminada contemplando las paredes que la rodeaban, y tuvo que reconocer que la vida sin él no sería vida en absoluto.
Los ojos se le llenaron de lágrimas y se maldijo por permitirse liberar sus emociones.
Más tarde cayó en un sueño muy inquieto y de pronto despertó bruscamente.

Tras unos largos minutos fue al cuarto de baño. Allí llenó un vaso de agua y cuando se lo llevaba a los labios se le escapó de las manos y se hizo añicos en las baldosas.
Miley maldijo las estúpidas lágrimas que le empañaban los ojos mientras recogía los trozos de cristal más grandes.
Luego sacó pañuelos de papel de una caja y, sin dejar de llorar, empezó a reunir el resto de los trozos.
-¿Qué pasa?
Miley estaba tan ensimismada en la tarea que no sintió entrar a Nick.
-Se me cayó un vaso.
Al verla tan frágil, él se quedó sin aliento..
-No te muevas. Volveré en un minuto -dijo.
Sólo tardó tres minutos en volver con un cepillo y un recogedor. Miley se quedó mirándolo mientras barría rápidamente los cristales-. Utiliza otro cuarto de baño por si acaso ha quedado algún pequeño trozo en el suelo.

-Gracias. Siento que el ruido te haya despertado.
¿Tenía idea del atractivo que su aspecto ejercía sobre él con las piernas desnudas, la camiseta de algodón y el cabello desordenado?
La verdad era que ninguna mujer lo había impactado tanto como ella.
-¿Te encuentras bien?
-Sí, estoy bien -respondió automáticamente.
Nick se marchó con el recogedor y el cepillo.

Miley  pensó que debería meterse en la cama, apagar la luz e intentar dormir. Pero, en cambio, se sentó al borde del lecho con la cara entre las manos y dejó correr libremente las lágrimas con el deseo de calmar el dolor de su corazón.
Anhelaba aquello que tenía antes de que Nick Jonas destruyera su equilibrio.
Maldición, ¿por qué el amor tenía que doler tanto?

Miley  se pasó las manos por las mejillas, se alisó el pelo y entonces se percató de la alta figura de Nick en el marco de la puerta.
Nick reconoció que si había algo que perturbaba a un hombre eran las lágrimas de una mujer. Y él había visto muchas. Algunas habían expresado sincero dolor y otras habían sido simple manipulación.
Pero ninguna lágrima le había afectado tanto como las de esa mujer que evidenciaban un profundo pesar.

Sin decir una palabra, cruzó la habitación, la tomó en brazos y la llevó a su dormitorio silenciando su protesta con una mano sobre la boca.
Nick le quitó la camiseta y luego hizo lo propio con sus vaqueros.
-Este es el único lugar donde lo nuestro tiene sentido -dijo inclinándose hacia sus labios.

Ella sintió su cálido aliento un segundo antes de que su boca se posesionara de la suya en un beso que le derritió los huesos.
Ya en la cama, Nick recorrió suavemente con los labios la línea que le había dejado la punta del cuchillo del atracador.

Con todo cuidado acarició cada contusión como si quisiera borrar con sus labios la brutalidad del delincuente.

Bajo sus caricias, el pulso de Miley se aceleró y lo que sucedió a continuación fue un acto de amor tan increíblemente tierno que no pudo impedir el torrente de lágrimas que se deslizaron por sus mejillas. Cuando finalmente él penetró en su cuerpo, ella enlazó las piernas en torno a la cintura masculina urgiéndole cada vez más hasta que juntos alcanzaron el ritmo de dos amantes en perfecta armonía, un ritmo que los llevó a la cúspide del éxtasis

Cuatro Noches De Pasion Cap 29



Miley empezó a despertar lentamente y, por la tenue luz de la habitación, se dio cuenta de que la noche había dado paso al amanecer.
Muy pronto sintió el dolor de las numerosas contusiones y se convenció de que cualquier movimiento brusco no iba a ser una buena idea.
La cama, la habitación... no eran las suyas. Entonces recordó y deseó no haberlo hecho.

Lentamente giró la cabeza y se encontró con la mirada oscura de Nick. Estaba recostado de lado y la miraba. «Mejor que anoche», pensó al tiempo que le despejaba un mechón de la mejilla.
Sus ojos se entornaron al ver la delgada
línea en la base del cuello. Muy pronto la herida cerraría y después de un tiempo la cicatriz desaparecería.
-¿Quieres hablar de lo ocurrido?
-Los hechos están en el informe oficial -Miley intentó decir con ligereza, pero no lo logró.
Él ya había leído y asimilado ese informe.
-No obedeciste las reglas de la empresa.
Nick todavía se moría al pensar en lo que pudo haber sucedido.
-¿Te preocupas por mi bienestar. Nick?
-¿Y eso te sorprende?
Era un germen de esperanza.

-Con respecto a atracos, los bancarios, comerciantes de gemas y joyeros son profesionales de alto riesgo.
Era cierto. Pero a los empleados se les adiestraba para responder pasivamente y no atacar o actuar agresivamente en situaciones de robos.
-Me has dado un tremendo susto -dijo al tiempo que le delineaba la boca con un dedo-. La próxima vez no actúes como una heroína, ¿de acuerdo? -dijo con suavidad.
-¿Qué habrías hecho en una situación similar?

Los ojos de Nick se entornaron. En su adolescencia había conocido las calles, había vivido en ellas durante un tiempo y las había trabajado. Había corrido riesgos que lo habían llevado muy cerca de conflictos con la ley, pero nunca los suficientes como para que lo atraparan. Había llevado un cuchillo, pero nunca una pistola. Había estudiado y practicado técnicas orientales de combate y defensa propia. Técnicas que podrían matar a un hombre tras un golpe bien dado con la mano o el pie.
Como respuesta a la pregunta de Miley, habría examinado las ventajas y habría corrido un riesgo calculado. Como ella lo había hecho.
-Verás...
-Si vas a decirme que está bien para un hombre pero no para una mujer, tendré que pegarte –dijo ella con tranquila vehemencia.
-Podría ser interesante -replicó, divertido.

Bajo la superficie había mucho más de lo que él dejaba ver. Nadie, ni siquiera los periodistas más diligentes habían podido descubrir mucho de su pasado.
Ella se preguntó si esas sombras ocultaban algo inconfesable. Tal vez eso lo había convertido en la persona que era en la actualidad.
-¿Tienes hambre?
-Primero una ducha y después el desayuno -dijo ella antes de levantarse y dirigirse al cuarto de baño.
Miley entró al cubículo de mármol y cristal reservado a la ducha y empezó a lavarse el pelo.
Tenía necesidad de limpiar la piel de su cuerpo del contacto de las manos del agresor. Odiaba el recuerdo de sus manos, su expresión casi maníaca y el sonido de su voz. Pudo haber sido peor, mucho peor, y temblaba al pensarlo.
-Déjame ayudarte.
Miley contuvo el aliento.
-Puedo hacerlo sola.

-No lo dudo -replicó Nick mientras masajeaba su cabeza con movimientos lentos y circulares.
Entonces miró las contusiones en el tórax y los moretones de los brazos. Habría querido besar cada una de esas marcas, pero no era el momento.
«Cielo santo», pensó Miley. Quedarse así era una bendición, algo mágico. Cerró los ojos y dejó que los dedos relajaran la tensión de la cabeza, del cuello y de los hombros.

Luego empezó a enjabonarla. Él tenía la habilidad de dejar su cuerpo sin fuerzas, blando, como si careciera de huesos.
Cuando hubo terminado, la abrazó suavemente y acarició la curva del cuello.
Nick la sintió temblar en sus brazos y la besó tan suavemente que ella sintió deseos de llorar.

¿Habría visto sus ojos empañados?, se preguntó ella, con el deseo de rodearle el cuello con los brazos. La tentación fue tan grande que tuvo que hacer un gran esfuerzo para no responder intensamente al beso de Nick.
Muy a desgana separó la boca de los labios masculinos y apoyó la mejilla contra su pecho.
Era tan agradable estar así con él y aceptar el alivio que le ofrecía.
-Y ahora vamos a comer algo, ¿verdad? –dijo mientras la envolvía en una toalla.
Luego ella fue al dormitorio, sacó del bolso unos vaqueros y una camisa suelta, se vistió y se cepilló la melena.
Nick entró cuando terminaba de sujetarse el pelo y su mirada se desvió hacia la imagen reflejada en el espejo. Entonces contempló hipnotizada la atlética figura vestida con vaqueros y un polo.

Sus miradas se encontraron. Durante un instante todo se oscureció, sólo quedó el hombre y una intensa tensión eléctrica en la habitación.
Miley  sentía como si su espíritu se hubiera unido al de él formando un todo primitivo, incandescente.
Casi sin respirar, se quedó inmóvil, como una imagen congelada en el tiempo.
Más tarde, el hechizo se rompió y ella fue hacia la puerta con las manos en los bolsillos del pantalón.

¿Habría sentido Nick el hechizo también? ¿O eran fantasías suyas?
Café. Necesitaba un café caliente, fuerte y dulce.
Miley bajó las escaleras y fue a la cocina, consciente de que Nick la seguía.
-Ve a la terraza. Yo prepararé el desayuno.
Muy pronto el aroma del café impregnó el aire. Minutos más tarde Nick puso dos platos en la mesa.
El sol prometía una mañana cálida. No había brisa y la vista desde la piscina hasta el puerto era tranquilizadora.
Para su propia sorpresa, Miley comió con apetito.
-¿Más café? -dijo Nick al tiempo que volvía a llenar ambas tazas.
Ella se sentía en paz, tranquila después de las emociones del día anterior.
-Llamaré un taxi.
La expresión de Nick permaneció inalterable, pero bajo la superficie se adivinaba algo peligroso.
-¿Dónde quieres ir? -preguntó en un tono demasiado suave.
-A mi apartamento. ¿A qué otra parte podría ir?
-No -dijo colocando la taza en el platillo.
-¿Qué significa esa negativa?
-Es una palabra muy simple y fácil de comprender.
Ella lo miró atentamente.
-No quiero discutir contigo.
-Una elección muy sabía.
-Pero...
-¿Es que tiene que haber un pero?
Era tiempo de respirar a fondo, pero como le dolían las costillas se contentó con una leve aspiración de aire.
-Gracias por... cuidarme. Fue muy amable de tu parte.
Él se mantuvo en silencio durante unos segundos.        
-¿Has terminado?
-Sí. Por ahora.
-Me alivia escucharlo.

Miley se levantó y puso los platos en una bandeja, pero Nick se la quitó de las manos.
Sin decir nada, ella se dirigió a la planta superior.
No le llevó mucho tiempo poner sus pertenencias en el neceser de viaje y más tarde empezó a arcar el número de una empresa de taxis.
En ese mismo instante Nick entró en el dormitorio y cortó la comunicación.
-¿Cómo te atreves? -preguntó, indignada.
-Fácilmente.
-No tienes derecho.

-Escúchame. Ayer te diste de alta en contra de la opinión de los médicos. Tu hermano está en Melboume y, a menos que me equivoque, no sabe nada de tu escapada del hospital. Vives sola –dijo con la mirada oscurecida por el enfado-. ¿Quieres que continúe?
-No necesito un guardián.
-Lo quieras o no, tienes uno... por lo menos durante otras veinticuatro horas.