jueves, 24 de octubre de 2013

Inocencia Capitulo 12





-¿¡De que co*ño estas hablando!?- casi grito Joe. Cassandra regaló una de sus miradas tristes y fingió preocupación.
-Joe, cariño, lo siento mucho. Es lo que ha exigido el notario, no sabes cuanto lo siento...

-¿Que más dijo el notario?- Joe ignoró sus palabras y la fulminó con la mirada.

- Ya sabes. No dejaba de repetir que era importante que te casaras pronto. La fortuna que te dejó tu padre esta en juego.
-¿Que quiere decir? - Murmuró Demi preocupada.

-Oh querida, es muy sencillo. Joe tiene que casarse y creo personalmente, que ya que vuestra relación acaba de empezar, no deberíais lanzaros de golpe al matrimonio, es algo muy serio. - Respondió Cassandra.

-Ay Dios...- susurró horrorizada Demi, al pensar que Joe podía perder su herencia.

-Lo comprendo querida, demasiada presión para una chiquilla...
-Corta el rollo Cassandra, tú tenías su edad cuando te casaste con mi padre y solo han pasado diez años de aquello. - replicó Joe algo palido. - 

Demi y yo llevamos muy poco tiempo juntos, es cierto. - Entonces la miró fijamente y apretó su brazo advirtiéndole que no protestara. - Pero creo que estamos preparados para casarnos. - Se suponía que su mirada era de adoración y amor, pero Demi solo podía ver rabia y frustración.

-Pero Joe...- comenzó a quejarse Cassandra.
-Pero nada. - La interrumpió Joe. - Agradezco que me hallas informado de lo que ocurre, esto sera perfecto para Demi y para mi.
-Yo no quería decir....! - Intentó hablar Cassandra.

-No importa Cassandra, estoy cansado y creo que Demi también. Buenas noches.

Apretando con fuerza la cintura de Demi se giró con ella a su lado, Demi vio de reojo a la muy furiosa Cassandra y eso solo logró ponerla más nerviosa. Al llegar a su habitación , después de que Joe cerrara la puerta tras el en un gran silencio, Demi se derrumbó sobre uno de los muebles y miró como él se movía frenético de un lado a otro nervioso.

-Joe...- intentó decir algo, pero no comprendía como habían llegado a esos extremos. Él se paró y la miró fijamente con rabia.
-Esto es lo que querías ¿No? verme atrapado. ¡Que me casara contigo! - Le gritó furioso.

-¿De que estas hablando? - logró articular Demi.
-Sabes perfectamente de que estoy hablando. ¡Lo sabías desde el principio! Jo*der y yo que pensaba dejarte ir. Eres una actriz estupenda Demi Stone.

-Yo no...!
-Tu nunca... ¡Nunca! - Golpeó con fuerza la pared y Demi escuchó un leve chasquido, lo oyó maldecir por lo bajo. Se acercó despacio.
-Joe...?

-Déjame!! déjame, jo*der! - Se volteó y la fulminó con la mirada. - No te me acerques, eres igual a todas. Pero las cosas van a ser muy distintas, hasta ahora has ganado Demi, no te durara mucho.

-Que me estas diciendo?- murmuró ella poniéndose pálida.

-Te estoy diciendo que tú y yo, Demi Stone. Estamos en el mismo bando y después de la boda, que se va a celebrar te guste o no, tu harás todo lo que yo te diga. Ha quedado claro.

Los siguientes dos días fueron un infierno para Demi. Después de las palabras de Joe aun se recordaba intentando explicarle que ella no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo, pero él no quiso escucharla. Joe le dejó claro que se casarían y que le haría la vida imposible si se negaba.

Los preparativos de la boda habían empezado al día siguiente, Demi supo que era mejor que no dijera nada y mientras las gemelas parecían emocionadas por la boda, Cassandra vivía discutiendo con Joe por cualquier cosa.

Demi solía esconderse detrás de la casa, junto a la bonita cascada en la que Joe la había besado. La joven solía llevar un libro y pasarse horas allí sin hacer nada estrictamente necesario, mientras Joe trabajaba en Atenas.

Eran ya pasadas las cuatro y Demi se encontraba arreglando algunas de las flores del jardín, con un enorme sombrero de paja en su cabeza y las mejillas sonrojadas por el calor. Llevaba una camiseta sin mangas negra, unos pantalones cortos y unas sandalias amarillas. Su cabello estaba recogido en una larga trenza que caía en un costado medio desecha.

-¡Booo! - Gritó Nick por detrás haciendo saltar a Demi. Esta se llevó la mano al corazón y lo miró moribunda.

-¡Casi me matas! - Acababa de conocer la actitud maliciosa de su cuñado y no la encontraba del todo agradable.

-Deberías ver tu cara, te has puesto pálida. - La chinchó este.
- No hace gracias. - murmuró fingiendo estar enfurruñada.
- Claro que lo hace. - Dijo este tocando la punta de su nariz como solía hacer desde que la conocía.

-Puede, solo un poco. - Demi escuchó la carcajada de Nick y sonrió. Este tomó sus manos y la acercó hacia sí, juntandolas en su pecho. Su cuñado la miró a los ojos divertido y de repente, Demi se encontró dentro de la cascada y bañada de pies a cabeza. Escuchó su risa y lo fulminó.

-¡Nick! - Gritó. Salió de prisa de la fuente , entrevió la manguera en una esquina y corrió hacia ella. Apretó con fuerza y roció a Nick con ganas, este gritó con ganas y comenzó a perseguirla por el jardín mientras se mojaban divertidos. 

Terminaron los dos demasiado empapados. Su cuñado estaba sonrojado y la miraba con picardia, algo que Demi no comprendió.

-Vaya, vaya... - escuchó a sus espaldas. Al darse la vuelta se encontró con un Joe que sonreía sarcásticamente.

-Veo que te diviertes con mi mujer. - dijo Joe realzando el "mi". Nick sonrió divertido y le paso el enorme brazo por los pequeños hombros de Demi.

-Solo estábamos pasando el rato Danger, no te sulfures. Demi estaba aquí, sola de la muerte y pensé que tal vez le gustaría divertirse un poco, ya que Su prometido la ignora.

-Cállate Nick. - Masculló Joe. Demi vio como su "cuñado" levantaba sus manos en modo de rendición y caminaba hasta casa.
-Nos vemos Demi. - le dijo y ella asintió y sonrió.

-¿Qué crees que estás haciendo? - le gruñó Joe. Demi abrió los ojos alucinada por su reacción, aunque ya estaba más que acostumbrada a que le gruñera por todo y la tratara como una fulana.
-Solo intento ser agradable.

-Medio desnuda y mojada. ¡Delante de mi hermano!
-Estábamos jugando.

-¡Te lo quieres tirar! ¿No? ¿Es eso, Demi? No puedes dejar tus manos quietas.

-¡Pero de que hablas! - Le gritó ella exasperada.

-Te has cansado de mi y ahora vas a por mi hermano. Eres una...
-¡No te atrevas! - exclamó esta. - ¡Estoy harta de ti y de lo que piensas que soy y de como me comporto, déjame en paz!

-Ni en sueños, Stone.
-¿Que te he hecho?
-¡Has arruinado mis planes! - Demi se puso pálida. -Te paseas medio desnuda frente a todos y quieres que no haga nada. Pues bien, te lo advierto Demi no estoy jugando.

-Nunca lo pensé, es que no se de que...

-¡Se te marcan los pezones maldita sea! - Demi bajó la mirada y exclamo al ver los dos puntos duros que se veían entre la camisa, se llevó las manos a ellos e intentó cubrirlos.

-No lo hagas, ¡Dios! - masculló el acercándola a su pecho. Colocó sus fuertes y grandes manos en aquellos montículos y Demi jadeó. Joe la miró con deseo, con hambre.

-Tú eres mía. - exclamó él tomando su boca con fuerza y acariciando su pecho. Demi se derritió al instante y se dejo llevar por esa deliciosa sensación que la envolvía. 

Sintió una de sus manos entre su camisa empapada, subir por su espalda y acariciarla, hasta llegar a su pecho desnudo, lo escuchó jadear y sintió hervir su cuerpo cuando apretó su pecho y tiró de su pezón. -Mía. - Masculló y al separarse de ella sus ojos ardían como llamas. 

La acercó más a su cuerpo para que sintiera su excitación. - Dios, cuanto te deseo. - Demi tembló en sus brazos.



De repente, Demi dejo de sentir sus brazos y mirarla anonadado. Lo oyó mascullar algo.


-Cámbiate, en una hora nos marchamos a Atenas. - Después de eso, se giró y se marchó dejando a Demi anonadada y confusa.




Inocencia Capitulo 11




-No quiero marcharme...- susurró Demi mirándolo fijamente a los ojos. - sé que... Bueno lo que - soltó un sonoro suspiro- sabes de mi hace que nO puedas confiar en mi, pero yo... - Demi se giró a observar desde el balcón.- yo aprecio mucho este lugar, me encanta Grecia, es preciosa... Me gustaría quedarme un poco más.

Joe se quedo callado unos minutos observandola sin comprender. Como ella había dicho, sabia perfectamente como eran las mujeres de su calaña.

 Todas se dejaban llevar por la ambición y la codicia, todas frías y vacías por dentro. Lo que no llegaba a comprender era como Demi la mujer a la que había creído calar al instante pudiera verse tan frágil y delicada, desbordando ternura, dulzura hasta cariño. 

Joe miraba maravillado como su cabello se enredada alrededor de su rostro con mejillas sonrojadas y sus ojos brillantes.
-Sabes que si decides quedarte las cosas cambiaran.- dijo el.
- Cosas? - ella intentaba fingir confusión.

- Si Demi, si te quedas, no me detendré hasta que estes en mi cama.
Demi se estremeció y se abrazo a si misma.

- Demi, si te quedas. Serás mía. - Joe intento controlar el amasijo de sentimientos que lo recorrían. Tensó espero que ella decidiera marcharse por mucho que le fastidiara la idea. Pero entonces, ella alzó sus ojos verdes empeñados de pequeñas motitas doradas.
- Lo sé y no me importa.

Demi esperaba impaciente la reacción de Joe pero este la tomó con fuerza de sus delicados hombros y la apretó contra su cuerpo. 

Sus labios atacaron los de Demi con brusquedad pero ella no se dejo amedrentar y busco su lengua, escucho como el grunia y con sus manos recorría su espalda, hasta llegar a su cadera y acariciar con sus dedos de forma circular su cintura.
- No te marcharás?
-No.

-Cuando esto se acabe, todo terminara. No volveremos a vernos, ni hablarnos. Sera como si no hubiera sucedido. Pero mientras ocurre eso. Eres mía Demi Stone.


Al volver a la mansión una Cassandra en vuelta en un apretado pijama de seda roja que se ajustaba a sus curvas hasta sus muslos, enseñando sus largas piernas de infarto y la abertura de su escote caía hasta su ombligo dejando entrever sus bien dotados pechos y una cintura escultural. 

Fruncia el ceño y miraba con clara satisfacción a Demi, la cual escondía su rostro sonrojado por sus besos y la brisa. Demi se sintió mas que estúpida con su diminuta cintura, sus piernas normales y sus pechos pequeños. Aunque Joe parecía no darse cuenta.

- Cassandra.- Saludo el con un asentimiento de cabeza.
- Pense que os quedaríais en la ciudad - le sonrió con sorna a Demi - veo que no.

- Demi y yo hemos recorrido toda atenas y estamos un poco cansados. Veo que ya. Cenasteis con lo que no tengo que perder tiempo.- murmuro mirando con deseo a Demi.- Nos vemos en el desayuno.- se despidió de la mujer que lo miraba furiosa.

-Joe! Querido, tenemos que hablar seriamente. - su voz sonaba ronca y quebrada estaba claro que no aceptaría un no.
- Esta noche no, Cassandra.

- Es muy importante. - Insistió la mujer.

-podremos hablarlo mañana.- dijo girandose y llevando consigo a Demi.
- Es sobre tu padre.- Joe paro en seco y la miro interesado. Cassandra lo miro tranquilamente.

-de que se trata?
- es mejor que lo hablemos en privado. - dijo mirando a Demi.
- Yo... Estoy cansada, subire a acostarme.




-No. Demi es mi prometida Cassandra todo lo que tenga que ver conmigo tiene que ver con ella.

Entraron en el gran despacho que aun olía a el viejo tabaco de Justino Jonas. Cassandra se sentó en la butaca donde antiguamente se sentaba el antiguo patriarca de la familia. 

Demi vio a Joe apretar la mandíbula ante tal acción así que la joven apretó con cariño su fuerte brazo.



- Dime que quieres Cassandra, estoy cansado y deseo irme a la cama pronto. - masculló deslizando su mano por la prieta cintura de Demi.



La rubia lo miro fijamente y luego fulminó con la mirada a Demi.



- bien, recuerdas el testamento que leyeron el día del entierro de tu padre?
- Claro que lo recuerdo. Es el mismo que dice que tienes que marcharte de esta casa en dos meses. - Cassandra tomo un tono pálido y gruño por lo bajo.
- En el tambien pone que debes casarte.



- no necesariamente...- comenzó a decir.
- Lo siento querido pero las cosas han cambiado. Ayer vino el notario de tu padre y me enseño algo completamente diferente.



- a que te refieres?- Joe apretaba su cintura con fuerza y a Demi le costaba respirar de tanto que la apretaba a su pecho. Colocó sus manos en su pecho intentando apartarlo un poco sin resultado.



- A que tu padre dejo un testamento completamente distinto para ti y para mi. En este dice- hizo un silencio dramático que a Demi le molesto. - Que si en exactamente dos meses no estas casado...
- Que? Que tratas de decirme Cassandra.?
- Si no te casas, toda tu herencia. Pasa a ser mía.

jueves, 17 de octubre de 2013

Camino a la Fama Capitulo 39




Ella se volteó un segundo para notar a Joseph de pie en el centro de la cocina, mirando la puerta por la que había salido Darius. No podía precisar que veía en su rostro, parecía que por un instante una nota de dolor atravesó sus ojos azules. 

Pero era algo nuevo, no era la clase de dolor que ella había visto en otras ocasiones, él parecía triste. Verdaderamente triste. La teoría de que Joseph llevaba más tiempo en la cocina de lo que ellos creían, la golpeó sin previo aviso.
Volvió a escrutarlo con detenimiento y no le cupo duda, él sí había estado escuchando su conversación con Darius. ¿Se sentiría mal por eso? ¿O su dolor provenía de otra parte?

— ¿Estas bien?—Le preguntó obligándolo a mirarla. Al instante su expresión se recompuso, como si repentinamente hubiese notado que no se había quedado solo esos segundos.

—Perfectamente—No había fuerza en esa aseveración, Demi enarcó ambas cejas en duda y él sonrió pasando por alto su gesto. —Terminaras por marear esa comida—Se acercó y desde su espalda tomó la cuchara,

envolviendo su mano en el proceso. Luego simplemente dio vueltas el pollo y tras cargar una pequeña cantidad de salsa, se inclinó por su lateral para llevársela a los labios.

En ningún momento la tocó más allá del contacto de sus manos, pero el calor de su cuerpo prácticamente reclamaba todo el aire puro a su alrededor. Ella no tenía que tocarlo para ser consciente de su presencia, de su colonia y de su mirada fija en el perfil de su rostro. Sacudió la cabeza escapando de sus ojos, él solo quería fastidiarla o ponerla nerviosa, pero ella también tenía cartas en esa mano. Estaba harta de esa actitud avasalladora, Demi no era una niña que se dejaba manejar por el muchachito guapo. Debía atacar también y esperar bajarle esos aires de superioridad.

— ¿Cómo era tu madre?—Joseph no se movió, la mano que sostenía la suya aflojó su amarre notoriamente y Demi supo que lo tenía atrapado. Aun no existía ser humano vivo sin punto débil y por supuesto que él no sería la excepción. ¿Estaba siendo maliciosa al ponerlo incomodo? Tal vez, pero no se podía decir que él era un completo santo.
—Le falta sal—Evasiva número uno.

Joseph la soltó y se dirigió hacia donde ella suponían guardaban la sal. Demi lo siguió con la mirada, dándole a entender que aun esperaba una respuesta. Él la ignoró.

—Darius parecía amarla mucho—Pasó junto a ella para echarle la sal a la salsa, luego le dio la espalda con metódica indiferencia. —Nunca me hablaste de ella, parecía una gran mujer.

Finalmente Joseph la enfrentó, sus ojos azules lucían molestos, con una nota de incredulidad que rayaba en lo irónico. Como si le preguntara sin palabras ¿Por qué? Eso era lo que ella veía, la duda, la ira y el dolor todos mezclados en una misma mirada. Su plan tambaleó notoriamente ante eso, no quería lastimarlo, pero él tampoco le daba opciones al tenerla de prisionera en su casa ¿verdad?

¿Acaso Joseph no la lastimaba con sus acusaciones? ¿Acaso ella no tenia derecho a buscar defenderse de alguna forma? Tal vez irse por ese lado no era lo más apropiado, pero debía poner un alto a todo ese absurdo. La gente normal no secuestraba a sus colegas, la gente normal ciertamente no se planteaba amenazar a alguien y cinco minutos después arrinconarlo en la cocina. Joseph necesitaba unas clases de gente normal y con urgencia.

— ¿Qué quieres Demi? —Inquirió con tirantes en su voz — ¿Vamos a jugar a los psicólogos? ¿Cómo es esto?—Se detuvo a pocos centímetros de ella, su máscara de condescendencia había tomado sus rasgos una vez más. — ¿Tú preguntas? ¿Yo pregunto?—Avanzó un paso más—Porque si mal no recuerdo, aquí a la que le haría falta alguna charla sobre madres es a ti.

—Joseph, solo…
—No—La silencio alzando una mano— ¿Quieres jugar? Juguemos—Una nota burlona decoraba su timbre—Veamos, pregunta número uno ¿Cuántos amantes tuvo tu madre?—No la dejo abrir la boca, añadiendo: —La mía solo estuvo con mi padre, murió cuando yo tenía diez años. Creo que en eso gana la tuya— Demi frunció el ceño, lista para abofetearlo pero una fuerza sobrehumana la detuvo. Algo le advertía que aquello era de 

esperarse. Cuando Joseph escuchaba algo que no lo hacia feliz, saltaba justo a la yugular de su interlocutor.
—Eso no es gracioso—replicó con voz dura.

— ¿No? A mí me parece muy educativo en verdad. —Ella apartó la vista renuente a seguir con esa conversación absurda, estaba claro que Joseph seguiría siendo él hasta el final. ¿En qué pensaba al creer que podía castigarlo de algún modo? Joseph la tomó por la barbilla, claramente él aun tenía más que decir—Segunda pregunta…
—Basta, Joseph.

— ¿Con cuántos hermanos compartes padre? Yo con mi única hermana ¿Tú?—hizo un gesto como si pensara la respuesta—Con ninguno ¿verdad? Hm eso no habla bien de ti, Demi, eso no habla bien de tus raíces.

Eso lo sintió como un golpe a su autoestima, una cosa era que hablara de su madre otra diferente era que la pusiera a su misma altura. Ella mas que nadie sabia de donde venia y que él usara eso para lastimarla, dolía mas que cualquier insulto o golpe que hubiera recibido antes.
—Suficiente. —Le espetó en un susurró contenido.
—Tercera pregunta.
— ¡Basta!—Él puso ambas manos a sus laterales, acorralándola contra la encimera, su expresión una cruda advertencia.

—La próxima vez que quieras jugar conmigo, escoge mejor el tópico, Demi. Está claro que en este tema, tu llevas las de perder—Se dio la vuelta para salir de la cocina, ella tomó una profunda inhalación antes de encontrar su voz.

—Eres un imbécil—Joseph se volvió para fulminarla con la mirada, pero eso no la amilano—Tal vez mi mamá sea una puta, pero es la única que tengo y no te permito que hablas así de ella. —Él se encogió de hombros como toda respuesta. —Sabes qué Joseph, muérete.
— ¡Que dura!—Demi sacudió la cabeza y dejando la cuchara a un lado se dirigió a la puerta de vaivén. — ¡Demi!—La llamó, como si tuviera algún derecho a que le devolviera la atención.
—No me toques—Se liberó de él tan rápido como la había rozado. —Ni se te ocurra tocarme.
Demi…—Joseph la siguió por el pasillo, volviéndola a tomar del antebrazo—Detente ¿Quieres?—Ella lo miró pestañando con fuerza, no le iba a dejar ver lo que sus palabras le causaban—Lo siento. Demi
—Te odio.
—No, no me odias—Le alzó el rostro para que lo mirara, ella le golpeó la mano— ¿Estas llorando?
— ¿Esto?—dijo tocándose una lagrima—No, esto es resultado de una mala cirugía. —Mintió tratando de sonreír, aunque lejos de eso quedo su mueca. Muy lejos.

—Venga, niña no era mi intención.
—No soy niña y si era tu intención—Él negó con vehemencia, volviendo a aferrar su barbilla. ¡Que hombre más insistente!


—No quería hacerte llorar, es que…—Demi enarcó las cejas aguardando, dado que no tenia muchas mas opciones. —Me tomaste con la guardia baja. —Ella apartó la mirada, mordiéndose el labio para no admitir 

Camino a la Fama Capitulo 38



Él quiere, ella quiere.

La llamada de Josh le había marcado un nuevo objetivo, aun todo el cabreo y la confusión seguían estando allí, pero Joseph estaba dispuesto a patear todos esos asuntos a un lado por el bien de su propia sanidad mental. El plan era simple, Demi sólo bajaría la guardia si jugaba su carta de niño bueno. 

No había que ser un genio, ella sentía atracción hacia su persona quizás casi tanto como él. Y aunque en un principio se le había resistido, sabía que ahora ella no tenía la misma resolución que antes. Josh estaba en lo cierto, si Joseph realmente se lo proponía podía obtener cualquier respuesta de ella. Sólo tendría que tener tacto y hacerle creer que el terreno que pisaba estaba firme, entonces como un cazador que acecha a su presa, él la tendría de pie sobre un trampa camuflada y ella ni lo notaria.

Guiado por el espectacular aroma de la comida de su padre, se decantó por ir a echar un vistazo rápido en la cocina. Podría pensar y actuar mejor con el estómago lleno. Pero al cruzar la puerta de vaivén, se encontró con una escena inesperada. 

Al parecer Demi había terminado de jugar con la bañera, pues se encontraba sentada sobre la isla de la cocina, viendo a su padre cortar algo cerca de la estufa. Ella tenía el cabello húmedo y así casi parecía negro, se le rizaba en la parte inferior creando bucles que se esparcían por su espalda. Ya no llevaba el vestido, en cambio lucía una blusa verde agua y unos jeans desgastados que muy posiblemente pertenecían a su hermana. Él bajó la vista hasta sus pies, notando que llevaba las perneras dobladas como tres veces sobre sí. Definitivamente esa ropa era de Rebecca.
—Prueba esto—Le dijo su padre, ignorando por completo su presencia en la puerta.

Demi se inclinó para tomar lo que le ofrecía y luego se lo llevó a la boca con un gesto de anticipación casi infantil. Ella se quedó en silencio, mientras saboreaba lo que fuera que la hizo hasta lamerse la punta de los dedos. No le sorprendía, Darius tenía un talento envidiable para la comida.

— ¿Qué te parece?—Preguntó viéndola de soslayo.
—Está delicioso—respondió Demi con una sonrisa que pocas veces le regalaba a él. Curioso detalle.

—Te dije que el sabor del vino es casi imperceptible.
—Tenía razón—Joseph reposó su peso en el vano de la puerta, observando a distancia.

Darius continuó moviéndose de aquí para allá, cortando algo, salando otra cosa, probando la temperatura de la estufa y manteniendo la conversación con Demi. Un hombre multifunción. Atributo que siempre le había agradado de su padre.

—Esta receta es la favorita de Joseph—Él se puso alerta al oír su nombre, sabía que el olor se le hacía familiar “Muslos de pollo al vino con peras”. Bien, definitivamente su padre se llevaba un premio al mejor anfitrión.

—Jamás pensé en mezclar peras y vino, pero el resultado me agrada—Darius soltó una leve carcajada y él tuvo que reprimirla para no delatarse. El comentario de Demi era el típico de una persona que jamás puso un pie en una cocina. Al menos no para cocinar— ¿Siempre estuvo interesado en la gastronomía?

—Siempre—respondió orgulloso de su trabajo. Era bueno, no había razón para negar ese hecho—Sabes, tengo tres hermanas y mi madre intentó enseñarles a todas ellas a cocinar. Hasta el día de hoy ninguna sabe hervir agua, pero el don de la cocina terminó por manifestarse en estas dos manos, gracioso ¿no?—Ella rió en acuerdo.

—Bastante, pero no es una sorpresa. —Bajó la vista a su regazo, ligeramente avergonzada—Yo no puedo ni hacer huevo duro.

—Eso se puede solucionar. —Repuso Darius con convicción—Tal vez no termines siendo chef profesional, pero con algunas clases lo del huevo duro será tu fuerte—Ambos soltaron carcajadas y Joseph sacudió la cabeza reconociendo el humor de su padre.
—Sin duda esto de la cocina ayuda a ganar puntos.

—Oh claro, las personas caen rendidas a tus pies cuando saben que puedes alimentarlos—La expresión de Darius se tornó algo ausente, Joseph no estaba seguro de poder adivinar la dirección de sus pensamientos. —Creo que lo que conquistó a mi esposa, fue mi suflé y no mi bonito rostro. Algo deprimente si lo piensas con detenimiento.

—Estoy segura que fue un poco de ambas—Él le obsequió una sonrisa aceptando el cumplido. — ¿Cómo se llamaba?— Joseph se puso tenso ante el rumbo que tomaba la conversación.
—Helen.
—Bonito nombre—Darius asintió ausentemente y repentinamente pareció encontrar su ánimo extraviado.

—Era la peor en la cocina, lo juro, nunca podía encontrar nada y siempre terminaba por abandonar la lucha y sucumbir a los alimentos pre cocidos. —Al terminar su divague la mirada de su padre pareció viajar lejos de allí, Joseph apartó la vista con renuencia.
— ¿Hace cuánto que…?—Ella no terminó la pregunta, pero era obvio qué quería saber.
—Dieciséis años—Se volvió para sonreírle con amabilidad—Es sorprendente como pasa el tiempo de rápido.
—Lo siento mucho. —Él sacudió la cabeza restándole importancia, pero Joseph podía notar como encorvaba los hombros y perdía algo de brillo al pensar en su madre.
Darius no le hablaba de ella, en parte porque Joseph nunca le había preguntado nada. Sabía cómo había muerto y recordaba perfectamente la vez que lo llevaron hasta su habitación privada en el hospital, para que ella le dirigiera sus últimas palabras. Curiosamente no podía recordar que le había dicho. Tenía diez años en aquel momento, cualquiera pensaría que la
escena debería estar fresca en su memoria. Pero no lo hacía. Helen era un nombre sin sentido para él. Desde su muerte lo único que podía precisar sobre su madre era una sutil fragancia, estaba convencido de que ella olía a eso. Melocotones. Luego no había nada más, ni risas, ni instantes, ni raspones, ni besos, ni regaños, ni abrazos. Nada.
— ¿Alguna vez pensó en volver a casarse?—Preguntó Demi, notando que quizás la conversación sobre Helen estaba deprimiendo a Darius.
—Él no te aceptaría—respondió una voz detrás de ellos—Eres demasiado pequeña—Añadió Joseph, entrando en la cocina con su actitud arrogante y su sonrisa de superioridad. Ella brincó de la isla e intencionadamente se dirigió hasta la estufa donde se encontraba su futuro maestro de cocina.
—Veo que tu apetito encontró el camino—Comentó Darius mirando sobre el hombro a su hijo. Joseph hizo un gesto que no respondía nada y se robó una manzana del centro de mesa para ponerse a jugar con ella.
— ¿Le has puesto canela?—inquirió acercándose sigilosamente hacia la siniestra de su padre.
—Le he puesto canela—replicó él con una voz tranquila y comprensiva. Demi sonrió sin poder evitarlo, le agradaba Darius parecía el tipo de padre que todo el mundo querría.
— ¿Cuánto? Recuerda que me gusta…
—Sí lo sé, dos partes de canela y una de harina—Estaba claro para ella que ese ritual se repetía siempre que cocinaba eso. —De trigo y tamizada dos veces—Agregó justo cuando Joseph se proponía hacer otra pregunta.
—Bien—Le dijo con indiferencia, como si quisiera hacerle creer que no había adivinado su duda.


—Qué tal si te quedas revolviendo esto, mientras yo voy a la despensa por un vino para acompañar la comida— Demi asintió encantada con la idea, en tanto que tomaba la cuchara de madera y movía la cebolla picada y los muslos de pollo para que se cocieran correctamente. La perspectiva de sentirse útil en ese lugar, comenzaba a mostrar su lado amable.