martes, 20 de agosto de 2013

Un Tío Malo Capitulo 6




Cuando Joseph vio bajar a Demi de las escaleras dejo rápidamente el teléfono de la cocina en su lugar y se acercó donde ella, quien le sonrío hermosamente al verlo. 

Joseph también sonrío, y extendió sus brazos. Demi lo abrazo, escondiendo su cara en su cuello. 

La valentía y la fuerza que tenía su sobrina para actuar como si nada hubiese pasado siempre había logrado impresionarlo.

- No te sientas triste, pequeña. Yo sé que tu padre te quiere.
Demi levanto la cabeza, lo suficiente como para poder mirarlo a los ojos.

- ¿Nos estabas escuchando?
Joseph se encogió de hombros, indiferente.
 Pues no parece que me quisiera.- dijo ella, dolida.

- Te quiere.- le aseguró.- y muchísimo. Sé que a veces él puede exagerar las cosas, pero solo lo hace porque quiere lo mejor para ti.
Demi permaneció en silencio, tratando de analizar sus palabras.

- Bueno, ¿Qué te parece si almorzamos y después nos metemos un rato a la piscina?- dijo y mordisqueo levemente su cuello, juguetón.
Demi negó con la cabeza.

- No puedo, tengo que estudiar. Papá quiere que estudie todos los días hasta que terminen las vacaciones.

 No entiendo por qué bajaste tanto tus calificaciones, Demi. Siempre has sido una alumna destacada por los demás.- suspiro, mirándola con preocupación.- ¿Por qué?

Ella permaneció en silencio por tanto tiempo que Joseph pensó que no iba a contestar. Hasta que finalmente, tomo aire y respondió.
- Porque quería llamar la atención de papá.- le confesó.

Joseph pudo notar el dolor en su voz y la abrazo aún más fuerte. La estriño fuerte, hasta el punto máximo en que a Demi le costaba trabajo poder respirar.

- Lo lamento Demi.- le dijo con el corazón encogido.- ¿Quieres que hable con él? Puedo decirle que no te haga estudiar tanto o…

- No.- lo interrumpió antes de que siguiera hablando.- no hace falta, tío.- hizo una pausa, y luego, añadió.- solo necesito el amor de mi familia.

“Tío”, la palabra resonó en sus oídos. Cuanto le hubiese gustado que lo llamara por su nombre… pero la verdad es que solamente era un miembro más de su familia, para ser exactos un tío teniendo sexo con su sobrina. 

¿Bonito, no? Si tan solo la hubiese conocido en otra ocasión, todo sería diferente. Aún recuerda ese día, donde su hermana se la presento un día antes de su boda.

 La vio a ella. Con sus tiernos 13 años… había puesto sus ojos encima de una pequeña criatura, podía soñar demente pero ella lo había conmovido.
- No te preocupes, Demi. Que yo tengo amor de sobra para ti.- le dijo Joseph.

Demi sonrío y lo beso en la mejilla. Joseph sintió sus mejillas enrojecer. Dios, ¿Pero que le estaba pasando? No se había sonrojado desde su adolescencia… parecía un jovenzuelo pidiéndole una cita a la chica que le gustaba.

- ¿Sabes? puedo estudiar en la noche.- murmuro Demi, coqueta.
- Me parece una estupenda idea.- dijo, esbozando una traviesa sonrisa.

Un Tío Malo Capitulo 5








Mmh… sabía que te gustaría.- le dijo Joseph coqueto.
Demi río.

- Me alegra haber… perdido mi virginidad contigo.

- dijo, haciendo figuras abstractas con su dedo índice en su torso.

- ahora mismo deseo que seas el primero y el último.

Joseph sintió su corazón latir rápidamente por la emoción.

- Yo también deseo eso, cariño.- dijo, acariciando su labio inferior con el dedo pulgar, y luego devorarla con un beso intenso.

Se levantaron de la cama y se bañaron juntos. Y de qué manera… las constantes caricias que brindaba Joseph en el desnudo y mojado cuerpo de Demi hacían que bañarse fuese aún más interesante y excitante.

Después de un rato de diversión, salieron, se vistieron y bajaron al primer piso para preparar el almuerzo ya que era demasiado tarde como para desayunar. 

Mientras Demi cortaba unos vegetales, el teléfono de la sala sonó y Joseph fue a contestar. Después de un tiempo, él se le acercó y le paso el teléfono.

 Es tu papá, quiere hablar contigo.- le dijo Joseph Demi cogió el teléfono y corrió hacia las escaleras subiendo. 

Joseph observó el excitante movimiento que hacían sus muslos al subir cada uno de los peldaños, perdiéndose en la vista de su hermoso culo. Pestaño cuando la vio desaparecer y trato de concentrarse en la cocina.

Solo entonces cuando Demi entró en su cuarto se atrevió a contestar.

- Hola, papá.- habló ella, con cierto nerviosismo en su voz. Dios, le helaba la sangre con tan solo hablar con él.

- Hija, ¿Cómo estás?- pregunto él, tan tosco y frío como siempre. Demi sabía que en lo más profundo de su corazón solo fingía preocuparse por ella.
- Bien.
- ¿Has estado estudiando?- preguntó, como si estudiar 3 horas diarias no fuera suficiente.

- Si, papá.- dijo, con un leve temblor en la voz.- ¿Aun sigues enojado?

- Si, y lo seguiré estando hasta que subas tus calificaciones.- su voz era firme. Demi sintió como algo en su interior se rompía.- 

recuerda que tienes que hacerle caso a todo lo que te diga Joseph. No quiero más problemas sobre ti después.

- Si, papá.- repitió. Si hablaba más su voz se quebraría.
- Bueno, si no tienes nada más que decirme me voy.
- Papá.- lo llamó Demi antes de que colgara.
- ¿Qué?
- Te quiero.
- Yo igual.- y colgó.

Demi apretó los labios, en un intento por no llorar y bajó el teléfono de su oído. El ser rechazada por su padre la hería, era como si fuese una vergüenza para él ser su hija. 

No le importaba que su padre la haya castigado 1 mes por sus bajas calificaciones, si no le dolía que la tratara como una basura. Hasta su madrastra la trataba mucho mejor que él.

Sacudió su cabeza tratando de alejar esos malos pensamientos y se levantó de la cama, prometiéndose a sí misma ser una mejor hija para que su padre se enorgulleciera de ello… 

un sueño por el cual ha estado anhelando y hasta el día de hoy no ha logrado conseguir.

Camino a la Fama Capitulo 28 parte 2









—Ambos.

Demi proyecto la mirada al frente y tras lo que pudo ser un eterno minuto, asintió.

—Entonces, ambas cosas están olvidadas—Su voz fue el reflejo de la suya propia, carente de entonación o emoción.
— ¿Mañana…?—Comenzó y ella lo interrumpió antes de que lograra exponer su duda.

—A las ocho, estaré lista para la ceremonia.
La vio alejarse a paso rápido por los amplios corredores del hotel, hasta que comprendió que de alguna forma volvían a cero. Pero ¿Qué tanto se podía olvidar algo así?
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Llevaba su camisa negra de la suerte y su traje Armani de etiqueta, no era lo que acostumbraba pero Josh le echaría la bronca si no se producía para el evento. A las siete cincuenta y cinco salió de su habitación con destino al cuarto 32B, por alguna razón presentía que ella no iba a estar lista.

Esa mañana había compartido el desayuno con Ann y Josh, pero Demi no se había presentado a ese previo encuentro antes de la gran ceremonia. Joseph había reconocido a algunos escritores paseándose por el comedor de hotel, pero no se había detenido a saludar a nadie.

 En los últimos años había sido invitado a ese evento y en todos, había encontrado una excusa para no asistir.

Como el mundo del cine y de la música, el de los escritores también fingía algo de modestia. Por eso cada año en Bristol, los más reconocidos literatos se reunían para entregarse premios entre sí. Para él, todo era una burla y una muestra de egocentrismo desmesurado. Pero para Josh, significaba publicidad y hacer buenos contactos.

Tanto él como Demi estaban nominados en una misma categoría, algo como “el mejor escritor de libros en serie” aunque el título del premio tal vez no fuese así. No le importaba realmente como para aprenderse las categorías. Estaba allí y eso debía contar de algo.

Los agentes de ambos estaban de acuerdo, en que ese sería el momento oportuno para dar a conocer su trabajo en conjunto oficialmente. Joseph tenía una opinión distinta, pero le habían asegurado que si bien se daría la noticia, no se revelaría su identidad. Por lo que opto por cerrar la boca y obedecer. Como la relación con Demi venia viento en popa, no pensó que eso pudiese causar algún efecto contrario. 

Claro, hasta ese momento no había pensado en ofrecerse como chofer de su odisea, ni tampoco en besarla, o insultarla, o echar todo a perder en menos de cinco minutos. Pero no es como si tuviese una bola de cristal que le advirtiera, cada vez que esta por cometer una estupidez.

Golpeó la puerta del 32B y una vez más deseó tener esa bola de cristal, la vida sería tan sencilla si tan sólo hubiese estado preparado para ese encuentro.

— ¡Pasa! ¡Aun me falta!—Sonrió casi con ironía, con o sin modo de predicción sobrenatural, Demi ya se había vuelto alguien demasiado familiar para él.

Entró en la habitación esperando encontrar un desorden y eso fue exactamente lo que lo recibió, en un momento ella paso pitando en dirección a la habitación. Pero su silueta se perdió tan rápido que Joseph, no pudo precisar su atuendo o nada más que una sombra medio roja huir en dirección sur.

—Ya son las ocho—Le informó, aunque estaba seguro que ella lo sabía.
—Lo sé.
— ¿Entonces?

—Solo un minuto— Demi saco una mano marcándole el pedido y un segundo después toda ella emergió de la habitación. Joseph abrió los ojos sin atinar a decir o hacer más—Aun me falta el cabello—Decía conforme se colocaba una gargantilla con las manos temblorosas por la urgencia— 

¿Puedes creer que esta maldita cosa no funcione? —Alzo unas pinzas que posaban inocentemente en un tocador y luego volvió a dejarlas con enfado. 

Él no se fijó que era aquello, tan solo la veía a ella ir de aquí para allá, con ese vestido rojo, con esas zapatillas de tacón y el vaivén de sus deliciosas caderas bajo la tela de satén.

Al admirarla tan endemoniadamente hermosa, las palabras de la noche anterior le cayeron como un golpe en el hígado. ¿Por qué quería olvidar la sensación de tener ese cuerpo entre sus brazos? ¿Por qué dijo tremenda idiotez? ¿Por qué no se cortaba la lengua y hacia un bien al mundo?

— ¿Qué hago?—Él pestañó con fuerza, obligando a ese pequeño pensamiento traicionero a meter reversa.
— ¿Con qué?—inquirió al notar que ella lo miraba en busca de una respuesta.

— ¡Con mi cabello! ¿Qué no me ves?— ¡Sí por Dios! Eso era lo único que podía hacer, mirar, solo mirar. Se condenaría, pero estaba a nada de arrancarle ese vestidito de coctel y mirar lo que realmente le interesaba ver.

— ¿Qué tiene de malo? — Demi puso los ojos en blanco, como si en verdad lo creyera estúpido. «Pues ya somos dos»

— ¡Es un desastre! No puedo plancharlo ¿Ves esto?—Alzo un bucle entre sus dedos para sacudirlo antes sus ojos— ¡Mira! Parece que me di una descarga eléctrica—Frente a esas palabras, no pudo más que reír. Claro que ella no pensaba igual y le envió una mirada de advertencia, que tuvo el efecto contrario en él.

—No veo cual es el problema, te queda muy bien—Se acercó para fingir analizarlo en detalle. Pero solo aprovecho aquella cercanía para emborracharse de su aroma, no sabía que Demi tenía el pelo rizado y a decir verdad le gustaba más de ese modo. Lo tenía húmedo, quizás acababa de ducharse. Y esa idea trajo consigo, unas imágenes pecaminosas que mejor prefirió patear al lado oscuro de la fuerza.
— ¿Esta de broma? ¡Agg! ¡Lo odio! ¡Odio mi cabello!— Demi se le escapo, al momento que él decidía despachar toda la puesta en escena del día anterior y reclamar sus adictivos besos. 

— ¿Qué quieres hacer entonces? Si tu cosa no anda… ¿No puedes llevarlo simplemente así?

—No uso el cabello de este modo, desde que algún buen samaritano invento el alisador. Salir a un evento público luciendo así, es como si el Homo Sapiens volviera a su etapa de Neandertal ¿Le pedirías un salto de ese tipo a la historia? ¿Lo harías?

Como escritora ella sabía defender sus posiciones con argumentos bastante contundentes, aunque no veía la relación entre el cabello de una mujer y la evolución del ser humano.

—No tengo idea de lo que estás hablando—Y era honesto al decir aquello—Luces preciosa, tal y como estas…—Ella alzó las cejas hasta el nacimiento de su ondulada caballera y Joseph se mordió la lengua demasiado tarde—Digo…

—No, esto…gracias— Demi intentó pasar el comentario por alto, pero el sonrojo que cubrió sus acaloradas mejillas pareció solo caldear más el tenso ambiente— ¿Realmente piensas que no me veo ridícula?

Él sonrió de medio lado y con cautela, volvió a observar cada hebra y mechón que enmarcaba su rostro de rasgos delicados.
—Te ves muy bien—Aseveró y ella le correspondió con una dudosa sonrisa. Joseph le extendió una mano, pero Demi decidió entrelazar su brazo al de él.

—Terminemos con esto.
—Estoy de acuerdo.

Y aunque no se dijeron más que eso, ambos sabían que no se referían al evento. 

Camino a la Fama Capitulo 28













Evento parte 1.

Se suponía que el baño de asiento con burbujas la relajaría, pero no había surtido efecto. Probó tomando una de esas siestas que compiten con la hibernación de los osos, pero al despertar se sentía igual de vacía.

 En un acto desesperado por no sucumbir a los reclamos de su cerebro, rebusco en el mini refrigerador de su habitación algo de alcohol. Las muestras de licores finos, no eran suficiente para ponerla ebria. No lo comprendía realmente ¿Por qué dejaban botellas tan pequeñas? Eso no pondría ebrio ni a un Liliputiense.

Molesta con la administración de ese condenado hotel y con la asociación de escritores, se embutió en sus botas de montañés y se calzo una de sus chaquetas con capucha. 

Al subir en el elevador, se observó en el espejo del interior y de la impresión tuvo que contener el chillido en la garganta. No se había molestado en alisarse el cabello y como pocas veces, lo llevaba al natural. 

O sea una maraña de risos chocolate, que si se lo observaba de distintos ángulos conseguía emular la silueta de animales salvajes. Demi conocía a centenares de mujeres que sabían lucir sus rizos, pero ella no era una de esas. 

Nunca había tenido la habilidad de mostrarlos y presumirlos. No es como si hubiese mucho que presumir de todas formas. Se encogió de hombros y se tiró la capucha encima de su puercoespín muerto para no asustar a la gente, no estaba de humor para traumar niños. Solo iba al bar de la planta baja a pedir alcohol, no a encontrarse un magnate griego que la secuestrara para casarse. Eso era algo que nunca había entendido ¿Por qué griego?

Hasta la fecha, no había conocido a ningún griego que fuese capaz de causarle un orgasmo con la mirada. Y ella no exageraba, las novelas casi eróticas de los griegos, siempre los ponían en un maldito pedestal. Los griegos que ella conocía eran vagos, flojos, dormilones y bastante cabrones. 

¿Dónde estaban los de las novelas románticas? ¿Acaso estaba buscando en el lado incorrecto de Grecia? Era de no creerse que las mujeres fantasearan con griegos, Joseph era un maldito inglés y estaba más bueno que comer con las manos. Pero no, no iba a pensar en Joseph. Eso era mal karma. Necesitaba alcohol, nunca en su vida llego a pensar cuanto necesitaría distraer su mente. Pero esa noche lo requería, era casi una exigencia fisiológica.
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Jerry, el hombre de la barra, tenía alrededor de sesenta años, las manos temblorosas y una paciencia que rayaba en lo absurdo. Demi llevaba los últimos quince minutos viéndolo limpiar una copa, escuchándolo hablar sobre sus nietos y aguardando por ese milagroso Manhattan del que tanto había presumido.

 Pero ni la bebida inexistente, ni el parloteo hacían nada por mejorar su situación mental. Aunque Jerry pareciera amable y ella en cualquier otra ocasión hubiese disfrutado de su conversación, ésa noche no se sentía capaz de fingir.

—Y debería verlo correr, si hasta hace unos días no se separaba de los brazos de su madre…ahora parece todo un rebelde—Ella asintió ausente, al parecer uno de sus veinticinco nietos había aprendido a caminar.

—Sabes, puedes darme un tequila—El hombre mayor la miró, como si por primera vez cayera en cuenta de que debía atenderla.

— ¿No va a querer el Manhattan?—Tal vez lo tendría más rápido, si se hacía una escapada hasta esa ciudad.

—Con el tequila estoy bien—respondió dócilmente, a sabiendas que Jerry no tenía la culpa de su mal humor. Tan solo esperaba que pedir una bebida Mexicana, no le acarreara una espera más larga.
—Tequila entonces—Aceptó de muy buen grado, dándole la espalda para dirigirse a sus botellas.

Demi tamborileó los dedos en la barra de madera lustrosa y con un suave movimiento de su cabeza, inspecciono a los pocos comensales que decoraban el bar. 

A esas horas la mayoría estaba en sus habitaciones, aunque aún prevalecía el hombre con el periódico del día, abierto sobre sus manos. La pareja que nunca parece poder separarse más de diez centímetros el uno del otro; y la mujer de la esquina oscura esa que a más de un escritor, provoca investigar con el estigma de que en su memoria guarda una gran historia.

El diminuto vaso de tequila golpeo su mano y ella se volvió exaltada hacia Jerry, él le obsequio una sonrisa antes de dejarla a solas con su bebida. Era tan pequeño ese vaso que provocaba carcajear por lo absurdo de su poder, ella sabía que con dos de esos quedaría de cama. 

Y era exactamente lo que quería, olvidar, distraerse, no pensar, no planear, no especular, no nada. Solo quería que ese día, esa mañana nunca hubiese ocurrido. Pero como eso solo pasaba en las novelas, ella debía recurrir a cosas un poco menos eficaces.

Alzo el vasito en el aire y le dedico un brindis a la chica del espejo que la enfrentaba, esa que parecía una criminal convicta con su capucha y su cabello queriendo escapar por las esquinas.

—Mala idea—Su vaso se alejó al momento en que sus labios, rozaban la superficie cristalina.

Una oleada de indignación, corrió por su torrente sanguíneo hasta agolparse con furia en su corazón. La respiración se le enturbio tan solo de sentir su tacto, posándose sobre la mano que aferraba el vaso. Se apartó, como si el tequila estuviese maldito. Y lo estaba.

— ¿Qué quieres? —Lo increpó poniéndose de espaldas e intentando una vez más entrarle un buen trago a su bebida.

—Deja eso—Él volvió a detenerla a medio camino.

—Tú déjame en paz—Y tras luchar a los jalones por el pequeño vaso, el contenido termino vertiéndose en cada parte de la barra, menos en su boca. Demi casi llora por el camarada caído—Mira lo que has hecho.

—Solo evitándote el ridículo, no sabes manejar el alcohol— Joseph la tironeó de un brazo hasta lograr sacarla de su taburete.
— ¡Oye! No me toques.
—Necesito hablar contigo.

— ¿Si? Pues yo necesito un tequila, las desilusiones abundan—Él la miró con un amago de sonrisa y ella se limitó a bufar como un animal encabritado—Suéltame Rhone, no tengo ganas de verte.
— ¿Y crees que me importa lo que tengas o no ganas de hacer?

Demi frunció el ceño antes de fulminarlo con la mirada ¿Acaso tenía el letrero de jódeme pintado en la frente? Sacudió el brazo por el cual aún la sostenía y con toda la clase que fue capaz de emular, se alejó de él airosamente.

—Cárgalo a mi habitación—Oyó que Joseph murmuraba por detrás, Demi estuvo a punto de detenerse para gritarle que no necesitaba una mierda de él. Pero lo pensó mejor y continuó su camino, sin inmutarse. Si podía sacarle dinero, lo haría ¿Qué más daba? Él se lo debía de alguna forma.

Y no, no estaba resentida por el acercamiento fallido en la carretera. Estaba molesta por la manera que tuvo él de afrontar las cosas, podía e incluso soportaba que Joseph no la encontrara atractiva. Pero ¿tenía que ser tan hijo de puta? No se conformó con denigrarla, sino que también admitió que solo su cuerpo reaccionaba a su cercanía. Había expuesto la problemática, como si se tratara de una enfermedad que solo se podía curar si se la tiraba. 

No, ella no estaba resentida. Pero ¿Quién no se molestaría si alguien la trata como un objeto? Como un método para calmar una irracional necesidad. «No me agradas, pero mi cuerpo reacciona solo» Era como si un asesino le dijera; no quería matarte, pero el arma se me dispara a voluntad. En cierto punto, hasta casi causaba risa.
Bueno quizás no en ese instante, pero ella estaba casi segura que Fiona moriría de risa al oír aquello.

— ¿Quieres escucharme un segundo?

Ella seguía caminando por el lobby sin un destino aparente, tan solo quería dejarlo rezagado o de lo contario le gritaría algunas verdades y por extraño que sonora, no quería rebajarse al papel de chica lastimada. ¿Por qué? ¿Es que acaso Joseph siquiera merecía su enfado? Ella no merecía su cortejo, entonces lo justo era que él no esperara nada a cambio. 

Ni resentimiento, ni indignación o molestia. Solo indiferencia, la misma que Joseph le mostraba con sus desdeñosas maneras. Pero a pesar de que se había convencido de eso, su mente obraba sin su consentimiento. Y por un mísero segundo, creyó comprender lo que él le decía. Pero lo desecho rápidamente, no quería comprenderlo quería ignorarlo.
—Lárgate.

Joseph masculló algo que Demi prefirió pasar por alto y cuando finalmente logro divisar las puertas de entrada, corrió hacia ellas como si del otro lado la esperaran todas sus mascotas de la infancia. Sí, había tenido varias mascotas antes de los hermanitos, esos eran los métodos con los que su madre le mostraba afecto.

Salió al exterior y el aire húmedo de Bristol la abrazó por unos segundos, robándole el aliento y los pensamientos. Una pena que la sensación fuese tan efímera.

Demi tomo asiento en un escalón, dejando que su cabeza descansara sobre las palmas de sus manos. Él se quedó de pie a su lado, observándola. Parecía un niño pidiendo limosnas con esa chaqueta negra y los pantalones de chándal de su pijama. Se quedaron en silencio por largo rato, Joseph no se hacía una idea de lo que ella pudiese estar pensando y a decir verdad no quería saberlo. 

En algún momento un hombre pasó a su lado y ella lo detuvo para pedirle algo, él no logro oír el rápido intercambio pero cuando el extraño se metió en el hotel, ella tenía un cigarrillo en la mano.
—Pensé que no fumabas.
—Adquirí el mal hábito de escucharte—hizo una pausa dando una calada—Si puedo manejar eso, te aseguro que puedo manejar esto— Joseph presionó la mandíbula para guardarse una réplica mordaz. Tenía la intención de explicar el pequeño incidente de la mañana y sabía que peleando no conseguiría nada.

Demi …tenemos un trabajo que nos liga, en el evento de mañana habrá escritores y editores que esperan vernos juntos—No la miraba, pero sabía que ella tenía los ojos fijos en su perfil—Aunque estés molesta conmigo, deberás superarlo para mañana en la noche.
Ella soltó un silbido entre dientes que claramente denotaba su ira, él continuó hablando antes de que decidiera ignorarlo nuevamente.

—No tiene que gustarte, no tiene que hacerte feliz. Pero bien sabes que no todo es como nosotros queremos…— Demi no dijo nada y él no se atrevió a enfrentar su escrutinio—Estamos juntos en esto, lo quieras o no. Mañana te pasare a buscar por tu habitación a las ocho y espero que estés lista para montar nuestro número.

—Eres un imbécil—No iba a negar aquello, no podría aunque así lo quisiera.

Metió las manos en los bolsillos de su sudadera y volvió la mirada al piso, a la pequeña mujer que le hablaba desde las escaleras.

—Ya te dije que no me importa si te agrado o no, tenemos que…
— ¡No tenemos nada!—exclamó poniéndose de pie repentinamente. Joseph le sacaba varios centímetros de altura, pero a pesar de ello Demi casi lucia imponente—No puedo…
Demi, tienes un contrato…tenemos un contrato.

—No me importa, no quiero trabajar contigo. ¡No puedo! —Ella lo miro con la desilusión trasluciendo en sus ojos. Y él tuvo que admitir para sus adentros que estaba haciendo todo mal. Pero ninguna palabra salía de sus labios para redimirlo, era como si algo lo detuviera, lo censurara. Demi sacudió la cabeza y se dio la vuelta para entrar en el hotel.

—Olvídalo todo, olvida lo que dije y lo que hice—Ella se detuvo pero sin volverse—Eso…eso ya no importa. Empecemos de nuevo, solo…—Caminó hasta posarse a su lado—Olvidemos esta mañana…

— ¿El beso? ¿O lo idiota que fuiste después? — Joseph suspiro pesadamente, pero de alguna forma sabía que debía tomar ese camino.