viernes, 2 de agosto de 2013

Marido De Papel Capitulo 29




—No voy a volver.
Sus hombros se hundieron.

—Sé que he cometido muchos errores, —dijo—. Déjame que te lo cuente. Hasta hace un par de semanas, pensé que, todavía, estaba enamorado de mi ex esposa. 

Tuve que volver a verla para darme cuenta de que era una ilusión. Después de estar contigo, Betty me resultaba demasiado dura.
—No lo entiendo.

—¿No? —dijo suspirando—. Bueno, Demi, supongo que hice la idolatré después de que se fuera. Miraba tan lejos que no me daba cuenta de lo que tenía cerca.

—Pero tú no has actuado como alguien que no estaba enamorado de su ex esposa, —le recordó cuando, en un momento de ira, recordó todas las cosas dolorosas que le había dicho.

—Solo necesité pasar dos semanas en Corpus Christi para curarme, —dijo dándose la vuelta. Se inclinó hacia adelante con sus los brazos apoyados en las rodillas y mirando al suelo—. 

Betty es superficial, —dijo, echando un vistazo a Demi—. Superficial, egoísta y mimada. 

He estado tanto tiempo alejado de ella, que se me había olvidado. Se me rompió el corazón cuando me di cuenta de que te fuiste porque pensaste que quería Betty en vez de a tí. Siento mucho todo lo que ha pasado.
—No puedes evitar querer a otra persona…

—Te quiero a ti, Demi, —dijo con una curiosa sonrisa.
Agarró sus manos que las tenía apoyadas en su cintura.
—Tú solo te estás aprovechando de la situación, ¿no? Sabes lo del bebé y lo que siento por ti y me tienes lástima.
Su corazón dio un salto.

—¿Qué es lo que sientes? —le preguntó.
—Sabes que estoy enamorada de ti, —dijo ella, evitando su mirada penetrante—. 

Lo estoy desde que tenía diecisiete años.
Su corazón ya no saltaba, se había parado. Apenas podía respirar. Sin duda se había quedado sin palabras.

Ella se encogió de hombros, pensando que su silencio era de pena por ella, porque no tenía nada que darle—. ¡Qué vergüenza!, ¿no? Era todavía una niña.

 No podía dejar que ni siquiera los niños me besaran, porque me quedaba pensando en tí. He vivido como una monja todos estos años, esperando y esperando, y tiene que suceder así… te sientes obligado a casarte justo cuando tu ex mujer es libre de nuevo.

Nunca supo que ella lo amaba. Sabía que lo quería, que era una cosa totalmente distinta. Se quedó sorprendido por un momento y, a continuación, abrumado, encantado.

—Lo siento, —dijo con un largo suspiro—. Creo que ambos estamos atrapados.

—Necesitarás alguna ropa de pre—mamá, —comentó, aclarándose la garganta—. Cosas de ponerte cuando demos fiestas. 

Después de todo, soy un hombre rico. No queremos que la gente piense que no puedo permitirme vestirte apropiadamente, ¿o sí?
Ella frunció el ceño.
—No estoy diciendo que vaya a volver…

—Podemos convertir la habitación de huéspedes en un cuarto para el niño, —continuó él, como si ella no hubiera hablado—. 

Está al lado de la habitación de matrimonio, y podemos dejar la puerta abierta por la noche. También tendremos monitor, —añadió pensativo—

. Así que si el bebé tiene algún problema durante la noche, sonará una alarma junto a nuestra cama. O podríamos contratar a una enfermera para los primeros meses. ¿Te gustaría?

Estaba haciendo planes en voz alta.

Marido De Papel Capitulo 28




Él movió la cara y miró hacia el suelo.
—No quiero volver a casarse con Betty.

Ella lo miró fijamente, sin convencerse del todo.
—Nunca has obtenido nada de ella, Joe, —dijo tristemente—.

 Tú mismo dijiste que parte de la razón por la que te casabas conmigo era para que ella no supiera lo mucho que habías sufrido, desde que te divorciaste.

—Tal vez era la vieja historia de querer lo que no se podía tener, o que la hierba siempre es más verde al otro lado de la valla, —dijo arriesgándose.
Suspiró largamente.

—O tal vez era sólo que tú nunca dejaste de quererla, —añadió, y en sus ojos apareció una mirada melancólica y triste—. 

¡Oh, Joe, Demi no podemos amar a quien nos ordenen. Tenemos que conformarnos con lo que podemos tener en esta vida. 

—Dijo, mirando al suelo—. Voy a volver a la escuela y, cuando tenga un trabajo, seré feliz.

Sus ojos la miraron.
— ¿Sin mí? —preguntó sin rodeos.

Ella no estaba segura de lo que sabía. Parpadeó, reunió sus pensamientos dispersos y dijo ingeniosamente.

—Betty no quiere casarse contigo ¿no? —pregunta con recelo.
—Más que nunca, —le aseguró.

—Entonces ¿cuál es el problema?
—Ya te lo he dicho. El problema es que no quiero casarme con ella.

—No lo entiendo, —dijo con inquietud.
Él sonrió con nostalgia.

—Solía sentir envidia de otros hombres cuando estaban con sus hijos en el camping y o iban de pesca con ellos. Nunca pensé que podría tener uno mío. Pero una chica también me gustaría. 

Creo que las niñas pueden pescar y cazar, igual que los niños, si les gusta —levantó la mirada hacia la de ella—. Creo que tú también sabes disparar, si no recuerdo mal.

—No me gusta la caza, —respondió ella, incómoda por la forma en que hablaba de los niños. Él no podía saber…
Él se encogió de hombros.
—Te enseñaré a cazar.

—Vale, pero no los voy a cocinar.
Se río entre dientes.
—¿Qué es en concreto lo que no harás?

—Sé lo que es —dijo suspirando otra ves. La forma en que la estaba tocando le hizo sentir hormigueo en los dedos de los pies—. Betty puede cambiar de opinión acerca de tener un hijo.
Él sacudió la cabeza.

—Pero aunque lo hiciera, no los querría ni los amaría. Tú sí querrás a nuestros hijos y los mimarás si no tengo cuidado —levantó los ojos—. Tilly ya te está esperando. 

Ha comprado un triturador de alimentos para poder hacer comidas para bebés.
Ella se ruborizó.

—Ella ha hecho saltar la alarma.

—No, no ha sido ella, —dijo con una sonrisa—. La enfermera del Dr. Lou Coltrain es pariente de Tilly.
—¡Oh, Dios mío! —dijo desesperada.
Él se encogió de hombros.

—Así que ya lo sé. El mundo no se acaba porque tú no me hayas dicho —dijo con los ojos entornados—. 

Ciento mucho haber sido tan duro como para que pensaras que no me lo podías decir.

Lo miró furiosa.

martes, 30 de julio de 2013

Camino A La Fama Capitulo 12



Karma.

Es un tema por demás sabido, que cuando uno intenta que algo salga de una forma, el karma se encarga de que ocurra exactamente lo opuesto.

En ese momento lo que más deseaba Demi, era llegar a su casa tomar una larga ducha y olvidarse que el mundo existía más allá de su departamento. 

Pero por supuesto, aquel no era su día, ni su mes y por cómo iba encaminándose últimamente, tampoco parecía ser su año. 

Si por los recientes sucesos debiera guiarse, diría que ese era el año de las ratas, no importaba lo que el horóscopo chino dijese. Estaba claro para ella que a los dragones, los habían timado y en grande.

—¿Demi?—Tan solo fue necesario oír una sola vez a esa voz pronunciar su nombre, para ratificar que el horóscopo era tan mentira en oriente como en occidente. 

“Hoy será un día brillante” auguraban para ella, pero que mentira más sádica. Lo más brillante que había visto hasta el momento, era el trasero de Joseph enfundado en unos suculentos bóxers. Y Dios la proteja de estar admirando tremendas calamidades, debería sentirse asqueada y para su sorpresa, no hacía más que recordar aquella escena.

Se detuvo en seco, con las llaves a medio camino de la puerta de entrada. No quería volverse, sabía que si lo hacía se encontraría con un ceño fruncido y un rostro que pediría a leguas una explicación. Pero ¿Es que acaso podría fingir no haber oído nada?

—Ahora mismo detente ahí pequeña zorra—Confirmado, no podía.
Fiona camino rápidamente por el pasillo y sin hacer mucho esperpento se detuvo a su lado, para exasperarla con los repetitivos golpecitos de su chancleta de vieja bruja, contra el piso de cerámicos.

— ¡Ay! ¡Ya para!—exclamó con los nervios caldeados. No había cosa que la fastidiara más, que ver a su amiga en plan de madre pata.

—Ya quiero una explicación— Demi la mira enarcando una ceja con suspicacia, Fiona le dio un golpe con el periódico que llevaba en la mano, exactamente la razón por la cual la había atrapado en medio del pasillo.

Se sobó la frente con una mueca en los labios, había estado tan cerca de llegar sin ser vista, pero el destino se las traía mal con ella.
—Me duele la cabeza y no estoy con ganas de hablar—

A Fiona esa respuesta no le agrado en lo más mínimo, le arrebato las llaves y abrió la puerta por sí misma, instándola con un empujón a entrar—Oye cálmate…

—No me vengas con que me calme, a estas horas Rubén debe estar haciéndose una descarga matutina contigo— Demi no pudo evitar fruncir hasta el espíritu con esa idea.

Rubén era el encargado del edificio, hacia exactamente dos meses había instalado cámaras en los pasillos. Dícese para cuidar mejor de los inquilinos, pero lo que en realidad hacia era vigilar mejor a las inquilinas. 

Era un tipejo asqueroso, el típico que no pierde oportunidad en detallar cada centímetro del cuerpo de una mujer. No importaba si esta fuese bonita o no, lo único que era importante para Rubén eran las curvas que se ocultaban bajo cada vestido. 

Todas sabían que el hombre empleaba cada hora del día en intentar dirimir el color de las bragas de tal o cual muchacha. Puerco Rubén o manos rápidas Rubén, así lo habían bautizado ¿Cómo se había olvidado de él?

Afortunadamente Fiona estaba pensando por ambas, de otra manera Demi habría sido la protagonista principal en las fantasías erótica de su portero. Eso ya sobrepasaba su límite, su cabeza no estaba para analizar tales cuestiones, se sentía abatida, no, esa no era la palabra correcta. Ella se sentía como una…una…bueno, ¿Para qué dar vueltas? Como una puta.

Una grandísima, consumada y encima falta de paga, puta. Porque Joseph ni le había pagado. No es que ella acostumbrara a intercambiar dinero por favores sexuales, pero ya que ni iba a recordarlo unos billetes no le caerían del todo mal.

— ¡Fiona quiero morir!—gimió en un exabrupto, mientras se cubría el rostro con las manos en un intento vano de ocultar su desfachatez.
—Shh… shh… ¿Qué paso? —Sintió como su amiga la envolvía en un ligero abrazo.

Fiona podía estar molesta con ella, pero aun así le prestaba su hombro. Tendría que recordar aquello, pues definitivamente iba a recompensarla por su amistad.

—Hice algo malo…—Confesó, manteniendo la frente pegada al hombro de su amiga. 

Camino A La Fama Capitulo 11




—Bien que te detuviste a mirar— Demi se volteó en tanto él decía aquellas palabras, era un degenerado, no tenía pudor ni decencia. ¿Y ella? Y ella doblemente degenerada, por haber estado mirándolo con tanto apetito —

 ¿Qué quieres? Ya te dije que si te daba ganas solo entraras.

— ¡Mierda Joseph! ¡Cierra la boca! Pues no tendré reparos en matar a tus próximas generaciones.
—Histérica.
—Idiota.

—Niñita llorona.
— ¡Asqueroso puerco!—Frente a esa frase Joseph hizo silencio, por un segundo Demi se creyó vencedora en esa disputa, una pena que el instante fuese efímero.

— ¿Qué cosa?—Él estaba detrás de ella, desnudo, reposando sus manos sobre su cadera, desnudo, hablándole al oído, desnudo y demasiado cerca para que ella lo ignorase. ¿Ya he dicho desnudo?
Joseph…

—Hmm…—Tan solo tenía que dar un paso atrás y las cosas se irían completamente de sus manos. ¿Dónde había quedado la chica tímida y recatada? ¿De aquí a cuando su mente le jugaba tantas malas pasadas?
—Suéltame.

— ¿No quieres acompañarme con el final de mi ducha?—La nota sugestiva estaba plantada, ella solo debía asentir. Tal vez él solo se burlaría de ella, diciéndole algo como 

“Ni muerto me ducho con una viuda negra” pero entonces también cabía la posibilidad de…«No, esto no podía pasar…Otra vez» ¡Ay! ¿Pero sería tan malo guardar un recuerdito de lo que sería estar con Joseph?

La Demi atrevida luchaba con la angelical, ambas presentaban tan buenos argumentos y hasta la fecha, ella ni siquiera sabía que poseía un lado tan libidinoso.
Demi.
— ¡No!—Se deshizo de sus manos en un parpadeo, no podía hacerlo. No estando en su sano juicio.

Joseph era atractivo, pero era solo eso un envoltorio de carne, bien esculpido debía admitir pero él no sentía nada por ella. Y al menos en su mundo, el sexo debía implicar un mínimo de compañerismo. Algo que entre ellos claramente no existía, no podía, así no funcionaban las cosas.
— ¿No?

—Quiero que me lleves a casa.

— ¿Qué te lleve?— Demi asintió aun de espaldas a él, pero no necesitaba verlo para sentir la nota ofuscada en su timbre—Lo siento cariño, si quieres irte deberás hacerlo por tus propios medios.
Ella no pudo más que volverse para verlo con el rostro estupefacto, Joseph sabía que no tenía como regresar.

No podía montarse en un taxi con esas ropas y mucho menos caminar hasta su casa, la única opción que tenía era llamar a Fiona pero eso también implicaba darle explicaciones a ella.

—Por favor—murmuro con los ojos fijos en esos duros y fríos orbes azules. Por un instante pensó que realmente le había molestado su negativa, pero ¿Es que acaso no comprendía su postura? Un error de ebrio era algo,

pero cometer la misma estupidez dos veces, sería igual que apretarse los dedos con la puerta por diversión.

—Estoy a mitad de mi ducha—Fue la respuesta que le soltó, antes de darse la vuelta y meterse una vez más al cuarto de baño.

A Demi se le atoro la réplica en la garganta, ese maldito hijo de p… Pero fue incapaz de dejar salir eso por su boca, se limitó a soltar un bufido y con el poco orgullo que le quedaba, salió de esa habitación como alma que lleva el diablo. Pero 

¿Quién diría que la solución a su problema se encontraría reposando tiernamente en la alfombra?


Mientras la cascada de agua fría golpeaba su espalda, Joseph intentaba apartar de su mente todo pensamiento racional. 

Era difícil pero casi lo estaba logrando, ya no estaba pensando en su cuerpo ligero descansando sobre el suyo propio, ya no estaba viéndola contonearse por su habitación cubierta por una de sus camisas, ya casi y se había quitado el aroma a melocotón que expedía su piel. Solo una o dos horas más de agua fría y él estaría como nuevo. 

En ese momento la puerta del baño se abrió y tras el vidrio templado de la mampara, reconoció su figura moverse por el lugar.

— ¿Cambiaste de opinión?—No pudo evitar que una sonrisa jugara en sus labios frente a la idea, incluso su cuerpo incremento la temperatura del agua helada que lo estaba rozando. 

Saber que solo había una puerta de cristal separándolos, activo cada uno de los sentidos que la ducha estaba intentando dormir— ¿Demi?—inquirió al notar que ella no respondía.

Entonces la puerta se cerró, pero Joseph dejo de ver la silueta de ella al otro lado.

— ¿Demi?—Con lentitud descorrió la portezuela de la mampara para encontrarse completamente solo. Frunciendo el ceño salió de la ducha dispuesto a preguntarle para qué había entrado, pero un diminuto papel pegado en el espejo lo detuvo en seco.

“Si lo quieres devuelta ven a buscarlo, gracias por el favor… Demi” Y justo debajo de su firma, dejaba una dirección que en un principio Joseph no comprendió.

El ruido en el exterior, fue todo lo que necesito para comprender la nota.
— ¡No…no, no, no!—Corrió a la ventana para verla salir a toda velocidad por los portones de su casa— ¡No mi Lexus!—Exclamo dispuesto a ir detrás de ella con lo que llevaba puesto en ese instante, O sea nada.

Era oficial esa niña no volvería a respirar, si le hacía un mísero rayón a su auto él la degollaría y gustoso la echaría a los buitres. 

Camino A La Fama Capitulo 10






Sí, ya sabes. Te encontré vagando por las calles, sin calzado y bastante desorientada. 

Cuando llegamos aquí, no dejabas de lanzarte a mis brazos diciéndome lo guapo que era y que toda la noche habías esperado tenerme así de cerca.
— ¡Eso es mentira!

—Claro ¿Y tú lo recuerdas mejor que yo?—insto irónico, a sabiendas que llevaba la razón en ese punto.

Demi se cruzó de brazos con rabia, pues no lo recordaba. No recordaba nada después de haber dejado la fiesta con el doctor e incluso esos recuerdos, estaban como metidos en una nebulosa.

¿Cuándo se había encontrado con Joseph? ¿Realmente había estado vagando por las calles? ¡Oh Dios! Esto era peor de lo que imaginaba, lo único que le faltaba era estar en deuda con la escoria.
—Incluso si eso fuese cierto ¿Por qué no te comportaste como un caballero? —La recriminación era bastante pobre, teniendo en cuenta que ella no se había comportado como una dama. 

Pero a decir verdad era más fácil echarle la culpa a Joseph, que admitir que en esa ocasión ella tenía todas las de perder—Ni siquiera te gusto…—musitó con las lágrimas oscilando peligrosamente en sus ojos. Llorar, eso era como la frutilla del postre ¡Estupendo!

—Vamos, no seas tan…— Joseph se detuvo a media frase y Demi noto el instante en que fijo la vista en sus ojos— ¿Por qué lloras? No es para tanto…no es como si te hubiese robado… 

la virginidad—La última parte casi y pareció dudarla, pero ella no reparo en el pequeño traspié de su interlocutor. Estaba demasiado ensimismada en su propia miseria.

—No se trata de eso, es sobre los principios ¡Tú no tienes códigos! —Le apunto con un dedo acusador—Ningún hombre que merezca ser llamado así, se aprovecharía de una mujer ebria ¡Ni el doctor quiso forzarme cuando me negué!

— ¿Te negaste?— Demi sintió la urgencia de arrojarle algo al rostro, ella intentaba transmitirle su confusión y él se burlaba como si todo se tratara de un simple chiste.
— ¿A ti que más te da? ¡Eres repugnante!
Demi

—No, no me toques.
—No decías lo mismo unas horas atrás—Ella lo fulmino con la mirada, ¿cómo se atrevía a seguir provocándola? —Ya deja el drama ¿quieres?

—Vete al infierno—masculló encontrando la fuerza para ponerse de pie y salir de aquella cama a la carrera.

Pero fueron cinco pasos los que dio, para caer en cuenta del atuendo que cubría su desnudez.

— ¿Dónde está mi ropa?—exclamó con los nervios a flor de piel.
—Tranquilízate, probablemente ahora debe estar en el segundo ciclo de lavado—

Él se descubrió el resto del cuerpo que aun ocultaba las sabanas y ella dio un respingo volviéndose en la otra dirección—Dudo mucho que quieras usar eso, la decoraste a tu gusto con una buena cantidad de vomito…—Ella cerro los ojos y alzo el rostro al cielo, en una súplica silenciosa. Había caído bajo y Joseph no estaba teniendo reparos en brincar sobre su humillado honor.

Él pasó caminando por su lado y ella no pudo evitar del todo que el cuerpo se le pusiera alerta frente a su cercanía, incluso con los ojos cerrados sabía que él la estaba mirando.
— ¿Qué?
—Voy a darme una ducha, tal vez quieras acompañarme— Demi desplego un parpado y lo miro echando humo por la nariz—Bien…si cambias de parecer…

—Le apuntó sutilmente una puerta y luego fue caminado hasta allá, cubierto por un minúsculo bóxer negro que se ajustaba a su trasero como un guante. La iglesia escribiría una plegaria, para ese monumento a la belleza masculina.

Demi permaneció de pie en el centro de la habitación, enfundada en una camisa blanca que le quedaba como cinco números más grande. Lo único que la contentaba, era que él había tenido el detalle de vestirla luego de…Mejor ni pensar en ello.

En tanto Joseph se duchaba ella se puso en la tarea de encontrarse algo de ropa, para su desgracia el hombre no parecía del tipo que llevaba prendas ajustadas. 

Todo le quedaba enorme, los pocos pantalones de gimnasia que encontró en su armario le quedaban como bolsas y sin importar cuanto doblaras las perneras, seguía arrastrándolos. Harta de la situación, se resignó a ponerse unos bóxers que en ella lucían como pantalones cortos. Al menos así cubría su trasero y no tenía que estar ventilándolo por la casa de ese hombre.

Joseph —Llamó dando ligeros golpecitos a la puerta del baño, él no contesto.

Demi podía oír la cascada de la ducha en el interior, podía ser posible que en realidad no la escuchara o solo se estuviese haciendo el desentendido, para que ella abriera la puerta. Pero estaba decidida a salir de esa casa con la dignidad lo más intacta posible, si podían haberse acosta… 

Dios! Ni pensar la palabra podía. Con el rostro ruborizado, volvió a llamar a la puerta. Tan solo quería salir de allí ¿Era mucho pedir?

— ¡Joseph!—Nada, él seguía ignorándola, pues ella había gritado lo suficientemente fuerte como para que los vecinos de la escoria la oyeran—¡¡Joseph!!

— ¿¡Qué!?—Entonces la puerta se abrió y Demi no se desmayó, por el simple hecho de que era lo bastante osada como para disfrutar la vista sin remordimientos. ¡Dios lo tenga en la gloria! Estaba así, como Adán en su vendito Edén pero sin la hoja de parra, por supuesto él no se tomaría el trabajo de detenerse en esas nimiedades.


— ¡Oh!—exclamó una vez que supo, debía reaccionar— ¿Por qué sales así? Eres…