miércoles, 17 de julio de 2013

Mi Adorable Rebelde capitulo 37




Le dirigí una sonrisa tranquilizadora.
— No, me siento muy bien.

En realidad, estaba pensando en Joseph. Lo hacía a menudo en esos pocos días transcurridos desde nuestro beso. 

En ese preciso instante recordaba como lo veía el día anterior, cuando habíamos estudiado juntos en la sala de su casa. Nos hallábamos sentados cada uno en un extremo del sofá, y nuestros pies, descalzos pero con medias, se tocaban. 

El Pelo de Joseph estaba tan revuelto como siempre. Incluso cuando leía, tenía la cara más animada que yo conocía. Sus cejas se juntaban, sus ojos recorrían las páginas con rapidez, su boca se movía con intima diversión…
— ¡Demi! — me llamó al orden el señor Bob.
Un auto acababa de estacionar junto al sistema de intercomunicación.

— lo siento —balbuceé. Apreté el botón del intercomunicador BienvenidosalaCafeteriadelaCampanaSirva-sehacersupedido. Ustedes también lo dirían así si lo tuvieran que repetir tan a menudo como yo.

— QuisieraunaCocaporfavor — dijo una voz.
Oh, estupendo, un sabelotodo. Puse los ojos en blanco. ¿Cuándo se va a dar cuenta la gente se que los pobres infelices como yo que deben trabajar en una cafetería no tienen mucho sentido del humor al respecto?

El señor Bob puso un vaso de Coca y una pajita en una bolsa y me entrego todo. Me asome por la ventanilla de atención a los clientes.
— son noventa centavos, por favor.
Joseph me sonrió desde su auto.
— Ah, caramba — dije sin darme cuenta —Estaba pensando en ti.
— ¿De veras?
Me ruboricé. Muy sumisa, tome su dólar y le di el vuelto.

— Gracias, señorita — dijo en voz demasiado alta —. Usted tiene un excelente estilo para atender a los clientes. Estoy seguro de que la espera una brillante carrera aquí. Ah, y se la ve adorable con ese uniforme.
Luego se alejo a toda velocidad.

Tapé mi sonrisa con una mano. El señor Bob me miró con expresión sombría, pero evitó mis ojos. Me pregunté adonde iría Joseph ¿A la biblioteca? ¿A algún sitio con Marty Richards?
El intercomunicador volvió a sonar.
— ¿Hola? — dije distraída.

— ¡Demi — dijo el señor Bob, escandalizado.
La persona que estaba en el auto se echo a reír.
— ¡Hola! — gritó, rea Joseph de nuevo. — Lo siento, pensé que estaba en la ventanilla de la cafetería. No me di cuenta de que era una residencia privada.

Yo me eché a reír, sin importar la expresión atónita del señor Bob. Joseph pidió otra Coca. Yo seguí sonriendo después de dársela y luego observé cómo se alejaba en su auto.

— Por dios, Demi — protestó el señor Bob —.Pensé que podía confiar en que no se te ocurriera hacer que tu novio te visitara en horas de trabajo.

— ¡Mi Novio! — Exclamé.
Alcé la vista hacia el cielorraso y vi mi imagen reflejada en el enorme espejo de seguridad que el señor Bob había instalado allí.

 Por supuesto, llevaba mi uniforme de estilo militar y el pelo se me escapaba con desprolijidad del estúpido gorro que me obligaban a usar, pero mis mejillas estaban sonrojadas y mis ojos brillaban.

— ¿Novio? — repetí para mis adentros. De repente, me sentí hermosa.
Esa noche soñé que unos albañiles levantaban una construcción sobre mi dormitorio. Oía el ruido de sus herramientas de trabajo y los gritos que cruzaban entre ellos. Uno sonaba como Joseph, el otro como Marty Richards.

No, aquí — decía el albañil Joseph —. Quiero que ella lo vea apenas se despierte.

Es un gesto en verdad romántico — decía el albañil Marty —. Pero esto pesa una tonelada.

Bueno, así está bien — decía el albañil Joseph —. ¿Todavía tienes los guantes puestos? Correcto, no tenemos que dejar huellas digitales…
Me di vuelta en la cama y caí en un sueño profundo.

Al día siguiente, estaba sentada a la mesa, en pijama, llevándome cereal a la boca en una especie de letargo matutino, cuando papá dijo desde la sala:

— ¿Qué demonios hay en el jardín?
Mamá y yo nos miramos sorprendidas. Ella puso una galletita entre las manos regordetas de Debbie y enseguida fuimos a la sala.

— ¿Dijiste que había algo en el jardín, querido? — dijo mi madre. Su cara todavía estaba adorablemente hinchada de sueño.
— ¡Miren! — Exclamó papá indignado—. ¡Miren la monstruosidad que hay sobre el césped!

Mi madre espió por la ventana.
— ¿de dónde habrá venido?
Mi padre levantó los brazos.

— ¡Ni siquiera sé qué es, y menos de donde vino! ¿Qué vamos hacer con eso? Ya se está hundiendo en el pasto. Probablemente va a perjudicar la tierra…— Me miró. — ¿Por qué sonreías?

— Por nada — Dije con rapidez. Me acerqué más a la ventana, rozando las cortinas con la cara. El objeto que había en nuestro jardín delantero era la campana gigantesca que previamente había estado instalada en el techo de la Cafetería de la Campana.

Joseph arrojó otro puñado de hojas sobre la enorme pila que había armado después de rastrillar toda la tarde junto al camino de entrada.

A propósito, gracias por ayudarme a rastrillar.
Yo también arrojé hojas sobre la pila.

No te ofendas, pero no lo hice para ayudarte dije Fue mi regalo del Día del Padre para papá.
¿Rastrillar hojas?

Hice un gesto de asentimiento.
Papá es una de esas personas que nunca sabe que pedir, entonces dice que quiere regalos caseros.
Oh, caramba igual que mi abuelo comentó Joseph.

Para el Día del Padre le di un ridículo bono de regalo válido por un día de rastrillar hojas en otoño, un día de juntar nieve en invierno, ese tipo de cosas.
Joseph dejó caer su rastrillo se estiró.

¿Eso no te da ganas de jurar que siempre les dirás a tus hijos que cosas bonitas y concretas querrás de regalo? Preguntó Luego se reanimó Sin embargo, tu padre estuvo muy bien al permitirnos hacer una fogata con las hojas.

Lo sé-dije Fue algo muy extraño de su parte. Es probable que ahora esté adentro llamando a los bomberos.
Joseph se echó a reír y miró el jardín vacío.

Bueno, creo que ya hemos terminado, ¿Lo encendemos?
Claro dije y fui a la cocina en busca de combustible y fósforos.
Demi Llamó mamá desde la sala ¡tengan cuidado!
Está bien…

Puse un termo con chocolate caliente sobre la mesada, es para ustedes dijo.

Oh que bien dije, apoderándome de él Gracias
Volví a salir y me di cuenta de que ya casi había anochecido. Entregué el termo a Joseph y luego, con mucho cuidado, derramé combustible sobre nuestra pila de hojas
Le mostré los fósforos.

¿Quieres encargarte de hacer los honores?
Él estaba bebiendo directamente del termo. Hizo una pausa y se limpió la boca con la manga.
Por supuesto.

Encendió un fósforo y lo arrojó a la pila, que ardió casi blanca durante un segundo, para luego empezar a encenderse con más fuerza. Las hojas despedían un intenso olor a madera.

Bebí directamente del termo y contemplé el fuego. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 36





En eso estaba precisamente cuando llegó Katie. Al vernos sentados en la mesa, pareció sorprenderse un poco.
Hola dijo con cautela.
Hola, Katie respondió Joseph.
Yo sonreí. A esa altura, prácticamente explotaba de ganas de contarle a Katie lo que pasaba con Joseph.
Acerca una silla.
Katie se sentó.
Escucha, vine porque… ¿Recuerdas lo que hablamos con respecto a Gus Pendleton? ¿Todavía quieres hacerlo?

¿Qué cosa? preguntó Joseph. De modo que tuvimos que contarle toda la historia del dilema de Katie con respecto al Baile de Otoño, y mi idea de hacer que Sonrisita arreglara una cita con Gus Pendleton.

No es muy buena idea que digamos dijo Katie en tono sombrío.
Oye protesté ofendida.
Joseph pareció reflexionar.
¿No quieres ir con Pat?
Ella lo miró. Él se encogió de hombros.

Está bien, debes ir con Gus. En realidad, creo que no sé nada de él.
Está construyendo un fuerte en su patio trasero se apresuró a decir Katie.

Katie la previne yo,
Oh, está bien, de todos modos, es la mejor idea dijo Katie . ¿Llamarás a Sonrisita, Demi? ¿Por favor?

¿Cómo hago para meterme en estas situaciones? Sin embargo, me sentí contenta de poder resolver el dilema del Baile de Otoño de Katie. Llevé a la mesa el teléfono inalámbrico y la guía telefónica.
Mientras marcaba el número, Katie se aferró a mi muñeca con tanta fuerza que casi me la separa de la mano.

Asegúrate de decirle que no mencione esto frente a la clase o algo por el estilo. Dile… dile que resultara doloroso para Marea Alta Pat.
Está bien, está bien dije con impaciencia. El teléfono de Sonrisita ya estaba sonando.
¿Hola?
Aclaré mi garganta.
Por favor, ¿Podría hablar con Sonrisita… quiero decir, con el señor Ramsden?
Pensé que debía llamarlo por su nombre verdadero porque estábamos a punto de pedirle un favor, pero Sonrisita dijo:
Habla Sonrisita.

Oh, hola dije yo . Bueno, soy Demi Merrill.
Hola, Demi. No parecía sorprendido por mi llamada. ¿Quieres hablar de tu tarea? dijo, muy dispuesto.
Este… no dije yo . Es por algo personal.
¿De veras? Saltó Sonrisita enseguida.

Me sonrojé. Katie y Joseph se reían por lo bajo.
En fin, sí, aunque no se trata de mi. Se trata de Katie Crimson y Gus Pendleton.
¿Sí?
¿Los conoce? dije con timidez. Claro que los conocía.
volvió a decir Sonrisita.
Bueno, es sólo que… quieren ir juntos al Baile de Otoño.
Me encanta la idea dijo Sonrisita . Supuse que llegarían a gustarse.

Sí, pero el tema es que no pueden porque la mamá de Katie dice que debe ir con el primer chico que la invite y ya alguien lo hizo. Y entonces pensamos que…

¿Qué pensaron? quiso saber Sonrisita.
Pensamos que tal vez usted puede llamar a la mamá de Katie y…
¿Y qué?
Trague saliva. Sonrisita no me estaba facilitando las cosas, por cierto.

Y convencerla de que… dado que usted en cierto modo los puso en pareja… esperábamos…
Oh dijo Sonrisita, comprendiendo al fin Claro.
¡Gracias! dije aliviada.

Ningún problema, Demi. No demostró estar dispuesto a colgar, y durante un instante horrible estuve segura de que Sonrisita iba a decir: Escucha, estoy algo nervioso. ¿Te importaría que hiciéramos un poco de interpretación de roles? Tú serás yo y yo seré la mamá de Katie. Pero se limitó a decir. ¿Me das el número de Katie?
Se lo dí.

Y, además… ¿podría no mencionarlo en clase? dije-. Porque Marea…, quiero decir, el chico que invitó a Katie antes, se sentiría muy mortificado.
Por supuesto afirmó Sonrisita . Soy un maestro en el arte de la sutileza.

Dudé entre señalarle o no a Sonrisita que cualquiera que diga Soy un maestro en el arte de la sutileza probablemente no lo es.

¿Quieres que vuelva a llamar para contarte cómo anduvo todo?
¡No! exclamé . Quiero decir, no, está bien así. Estoy segura de que nos enteraremos por la mamá de Katie.
Muy bien dijo Sonrisita . Adiós.

Adiós respondí débilmente, y colgué. Después, con gesto teatral, me dejé caer sobre la alfombra.
— Caramba, de veras es tétrico pensar que sonrisitas tiene mi número de teléfono —reflexiono Katie, arrugando la nariz.
La miré.

— ¿Cuan tétrico crees que me resulta a mi pasar que fui yo quien lo llamo? — dije —.Es probable que tenga pesadillas por el resto de mi vida.

— Bueno, Gracias, Demi — dijo Katie enseguida —.Eres una diosa.
— Miren, no quiero entrometerme — intervino Joseph —, ¿pero Gus Pendleton sabe que va a llevar a Katie al Baile de Otoño?
Katie y yo nos miramos con los ojos muy abiertos.

Entonces hicimos que Joseph llamar a Gus y le dijera que, por vía clandestina, se había enterado de que Katie iría con él al baile si la invitaba. Por supuesto pensó que eso era estupendo. Es probable que haya estado enamorado de Katie durante años. Cualquier muchacho que viviera detrás de los Crimson y la viera todo el tiempo lo habría estado. No los voy a aburrir con toda la conversación, que fue muy previsible. 

El único punto importante fue que, cuando Joseph llamo y preguntó por Gus, su madre dijo:Un momento, voy a llamarlo, está en su fuerte, lo cual probablemente haya hecho que Katie sintiera dudas con respecto a todo el proyecto, pero para entonces ya era demasiado tarde.

Y aunque el resto de la tarde Joseph y yo no dejamos de reírnos y decir:un momento, está en su fuerte, no fue muy cómodo porque, por supuesto, ya habíamos hecho citas para el baile y no entre nosotros.

— Pareces preocupada, Demi — observó el señor Bob, el gerente nocturno de la cafetería de la campana.
— ¿sí? — dije en tono ausente.

Era miércoles por la noche, y yo me ocupaba de pasar los pedidos a través de la ventanilla con el señor Bob porque estábamos escasos de personal. Era la única empleada con quien él admitía trabajar. El señor Bob pensaba que todos los demás eran demasiado alocados o irresponsables o no lo bastante serios con respecto a sus tareas en la cafetería. Yo le caía muy bien.

 Eso es lo que una debe soportar cuando se tiene reputación de chica seria. Algo muy poco gratificante. Porque, los otros, los que el señor Bob consideraba tan tontos, estaban en la trastienda tirando queso y burlándose de los clientes y divirtiéndose en grande.


— Espero que no pase nada malo — dijo el señor Bob en tono sombrío. Su preocupación más grande es que alguno de sus empleados tenga una crisis personal que afecte su desempeño en el trabajo. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 35





Puse los ojos en blanco. Esto sí que iba a resultar un castigo. Más que un jardinero o algo así, Joseph parecía ser la mascota de la familia. Supongo que es una suerte que mi madre le diera permiso para dormir en el sillón y que no le haya dicho ¿Por qué no vas arriba y te recuestas en la cama de Demi?

Ella también está durmiendo la siesta Menos mal que no bajé envuelta en una toalla o que…

Caramba dijo Joseph de repente Estás distinta.
Baje la vista para mirar mi vestido de baile consciente que por primera vez de lo que llevaba puesto.
Oh, yo…yo…no acostumbro a pasearme así por la casa. Fue solo que…
Se te ve estupenda declaró Joseph se acerco al pie de la escalera Ven aquí.

Solo estaba… volví a empezar, pero Joseph extendió la mano para tomar la mía y me hizo bajar los escalones que faltaban para llegar al vestíbulo del frente.

No bromeo, se te ve estupenda-insistió, inclinando la cabeza a un costado El negro te sienta bien.
Lo miré escéptica, esperando que empezara a burlarse de mí.
-¿Debido a mi…personalidad resplandeciente?-pregunté con sarcasmo.

-No –dijo lentamente-supongo que se debe a que tu pelo es brillante…No vas a llevarlo recogido ¿no?
Demasiado consciente de mí misma, me toque el pelo sujeto con las horquillas.
Pensé…
No, es absolutamente necesario que lo lleves suelto
Espera Saqué las tres horquillas. ¿Ves? Ahora es demasiado.
De ninguna manera dijo Joseph Ahora está mejor.

Extendió la mano y la deslizó por las puntas de mi cabello. Sus dedos rozaron mis hombros desnudos y se detuvieron allí de forma casi imperceptible.

De golpe, me quedé sin aliento. Había permanecido igualmente cerca de Joseph aquel día en el laboratorio, pero esto era diferente. El aire que había entre nosotros estaba electrizado. De alguna manera, resultaba maravilloso y perfecto estar de pie junto a él, con mi vestido para el Baile de Otoño, sintiendo su contacto ligero y cálido en los hombros.

Oye dijo Joseph con suavidad ¿Cómo haces para que se te formen esos tirabuzones en el pelo?

Hmmm… ¿Esto? dije yo Me lo enrosco en un dedo.
Joseph hizo un bucle con su propio dedo y mi pelo, y luego lo soltó, mientras miraba como se deshacía.
Claro…Así dijo.
Levanté la vista y me encontré con su mirada.

Olí el sol y el viento en su pelo y su ropa. Era un olor bueno, limpio. Me hizo pensar en el otoño y en las hojas y en manzanas asadas y en la Noche de Brujas y en fogatas y en pilas de heno, y en otras cosas que no recordaba desde hacía años.

 Durante un momento, pareció que toda mi infancia estaba incluida en el aroma de Joseph Conner, mientras el permanecía cerca de mí al pie de la escalera en esa tarde de otoño, con la brillante luz del sol que entraba por las ventanas.

Joseph todavía me miraba, sonriendo con tanta dulzura que supe que, si le decía lo que pensaba en esos momentos él contestaría Se con exactitud a qué te refieres Su expresión era tan distinta a la de constante vanidad que le era propia, que bajé los ojos confundida.

Su frente tocó la mía. Nuestras narices chocaron con algo de sorpresa. Pensé que iba a besarme pero ni siquiera pensé en detenerlo. Sus labios rozaron apenas los míos.

Luego él se aparto y me miró, sus ojos verdes estaban llenos de esa inquietud que sólo le había visto unas pocas veces, sólo que ahora estaban más penetrantes, y mucho más tiernos. Cerré los ojos y Joseph volvió a besarme con más urgencia esta vez.

Sus manos se hundieron en mi pelo para sostenerme la cabeza.
Mi mente se nubló. O no, el mundo se estaba nublando Joseph me sostenía con la adorable presión de sus manos en mi nuca. Apoyé las palmas de mis propias manos en su pecho y me estremecí sorprendida. Él temblaba.

Me hizo apoyar de espaldas en la baranda de la escalera. Las barras de madera se me clavaron en los hombros, pero no me importó. Puse la mano en su nuca. Su pelo era tan suave como imaginaba. Y desee que no dejara de besarme nunca.

La puerta de la calle se abrió de golpe y papá entró como una tromba, seguido de mi madre, que llevaba a Debbie sobre la cadera.
Grité con lo cual probablemente destrocé el tímpano de Joseph, y nos separamos de un salto.

Por Dios, ¿Qué sucede? dijo mamá
Nada Me toqué la nuca con gesto nervioso. Tenía la piel húmeda Me asustaron eso es todo.

Lo siento querida dijo ella ¿Durmieron una linda siesta?
Mi madre comenzó a desatar los lazos del pelo de Debbie.
¿Joseph? ¿Demi?

Pero nosotros no respondimos. Estábamos demasiado ocupados mirándonos fijo, con la clase de sonrisa prolongada, lenta e intima que en general se asocia a parejas que se han visto separadas por la guerra o alguna calamidad, y luego vuelven a reunirse.
Hola, ¿Qué tal? dijo Joseph con suavidad.
Hola le conteste en un susurro.

Era domingo, un día después de nuestro beso, y Joseph había venido a lustrar el auto. Pero en lugar de ponerse enseguida a trabajar, me sorprendió en la cocina. Yo le había dado la mitad de mi sándwich tostado de queso, y ahora estábamos sentados a la mesa, limitándonos a mirarnos fijo.

No podía creer lo bien que me sentía allí con él ¿De veras era ese el chico al que tanto había odiado durante el primer mes de clases? Está bien, tal vez no fuera exactamente odio. Pero el me había vuelto loca al hacerme sentir tan aburrida, tan estirada, tan… hija del director.

Sentada con él en esa mañana soleada, mirándolo mientras tomaba un largo sorbo de agua, observándolo mientras él me observaba a mí, que terminaba el sándwich de queso, me sentía cualquier cosa menos aburrida.
Joseph xtendió la mano y me apartó unos rizos de la frente.
El pelo te brilla bajo el sol. No pensé que el pelo castaño pudiera ser tan reluciente.
Me sonroje.

Hmmm reluciente. Nadie nunca uso esa palabra para describir mi pelo.
Es una buena cualidad para el pelo dijo él . En especial si brilla bajo el sol y tiene esas cositas que parecen tirabuzones.

Por un instante más nos miramos el pelo, los ojos, la piel. Luego me sentí vagamente consciente de los familiares sonidos otoñales que provenían del jardín. Anne que saltaba sobre una gran pila de hojas, mamá diciéndole que dejara de hacerlo porque las hojas rastrilladas había que ponerlas en bolsas.

Será mejor que te pongas a trabajar le dije a Joseph con suavidad . Mis padres pueden comenzar a preguntarse qué está pasando.
Joseph levanto una ceja.
¿De veras quieres que me ponga a trabajar?
Me encogí de hombros.
Bueno, no, no quiero exactamente que tú…
Piensas demasiado en lo que debería hacer la gente Demi dijo él con dulzura.
No es verdad me defendí.
El me sonrió.
¿Ah, no? ¿Entonces por qué es tan importante que lustre el auto y embolse algunas hojas? Ni siquiera tus padres parecen demasiado severos al respecto.

Escucha dije, poniéndome rígida , sólo porque pienso que, si estás en la casa de alguien para trabajar como castigo por meter semillas de marihuana en el macetero de una profesora sería de veras bueno que hicieras algo de trabajo, no quiere decir que yo sea una aburrida, mojigata y pesada hija de director, con nada mejor que hacer que…

Demi, Demi Joseph me apretó las manos entre las suyas. ¿Quién dijo que eras aburrida o mojigata o cualquier otra cosa?
, quise contestarle, al recordar de golpe todo lo que había oído decirle a Marty Richards aquel día en el baño. Está bien, tal vez no haya dicho exactamente que yo era aburrida o mojigata, pero podía muy bien haberlo hecho.

Bueno… tú… hace unas dos semanas… yo oí…
Pero no pude terminar de hablar Joseph me había rodeado la cara con sus manos. Sus penetrantes ojos verdes estaban fijos en los míos.
No eres aburrida en absoluto, Demi susurró con voz ronca.
Volví a abrir la boca, pero no logré encontrar mi voz.
Él sacudió la cabeza y sonrió.
Sabes, me gustaría haberme atrevido a pedírtelo.
¿A pedirme qué?
Que me acompañaras al baile.
Sentí que el corazón se me agrandaba.
¿Pensaste en invitarme a ir contigo al Baile de Otoño?
El asintió.
Pero creí que no aceptarías. Parecías odiarme tanto.
¡Odiarte! dije, riéndome.
Me miró con expresión irónica.
Es difícil de creer ¿eh? ¿De dónde pude haber sacado esa idea?
Me sonrojé. Me sentí un millón de veces mejor que unos minutos antes. ¿Por qué había sido tan susceptible? Joseph sólo me hacía bromas. Y aquella conversación escuchada en el baño… bueno, probablemente la había interpretado mal.
Le dí un puntapié juguetón por debajo de la mesa.
Bueno, ¿y qué es Swiss Kriss? ¿Tú segunda elección?
Joseph se encogió de hombros.
Oh, fue ella quien me invitó. No iba a decirle que no. Además, ¿había otra manera mejor de darte celos?
¿Quieres decirme que aceptaste llevar al baile a la chica más linda del colegio sólo para darme celos? pregunté.
Acepté llevar a la chica a quien algunos consideran la más linda para darte celos contestó . ¿Funcionó?
¡Oh no! Le dije, mientras hacía un gesto de rechazo con la mano . Casi no pensé en eso hasta ahora.

Media hora más tarde, Joseph y yo seguíamos hablando con toda naturalidad cuando oí que Anne subía por la escalera. Había decidido no decir nada más acerca del trabajo en el jardín. 

Tal vez él tuviera razón, tal vez, en efecto, me tomaba las cosas demasiado a pecho algunas veces. Después de todo, ¿qué me importaba si lustraba o no el auto? Todo lo que deseaba era mirar fijo los ojos de Joseph.

Marido De Papel Capitulo 25





Él se quedó mirando el teléfono sin comprender nada y sintió como la sangre se le iba de la cara. 

¿ Demi estaba embarazada? Recordó su noche de bodas y se dio cuenta de que ninguno de ellos había pensado en tomar precauciones.

 ¡Su Demi iba a tener un bebé, y él había dejado que se fuera! ¡Qué idiota había sido!
Llamó al aeropuerto. Houston es un buen lugar para empezar, gracias a Tilly, que lo había salvado de horas de búsqueda. 

Pero era una gran ciudad, y ni siquiera sabía por dónde empezar. Se maldijo a sí mismo por cada cosa dolorosa que nunca debía haberle dicho. Esperaba que no fuera demasiado tarde para convencerla de que, ella sola, no podría con todo.

Pronto se dio cuenta de lo difícil que iba a ser encontrar a Demi en Houston. Tenía un poco de dinero y no tardaría en agotársele si no conseguir un trabajo. 

Tenía que encontrarla rápidamente, así que fue directamente a uno de los detectives más conocidos de Houston, y le dijo todo lo que sabía de Demi, incluyendo una descripción.

—¿Tiene usted una foto de su esposa, Sr. Jonas? —le preguntó Dane Lassiter a través de su mesa. 

Era ex Ranger de Texas, que había levantado su agencia desde cero, y ahora tenía una gran reputación a nivel nacional, por conseguir los resultados más difíciles.

La pregunta sobresaltó a Joe que no lo había esperado. Parecía incómodo.
—No —dijo.

El otro hombre no hizo ningún comentario, pero sus ojos no dejaban de mirarlo con curiosidad. 

No era extraño, ya que detrás de la mesa de Lassiter había una foto de familia del detective junto con su atractiva esposa y sus dos hijos pequeños.
—Estamos recién casados, se sintió obligado a explicar Joe —. Fue un matrimonio rápido.

Dane no dijo una palabra. Estaba ocupado anotando cosas—. ¿Ella ha huido, Sr. Jonas? —preguntó de repente posando sus ojos negro sobre él.
Joe dio un gran suspiro, enfadado.

—Sí, —dijo entre dientes—. Hice algo estúpido y merecería perderla. Pero no creo que pueda soportarlo —se inclinó hacia adelante con los brazos descansando sobre sus rodillas, en una postura de derrota—. Y está embarazada —añadió entre dientes.

La difícil situación de Joe era muy familiar para Dane Lassiter, ya que sabía todo acerca de la mujer embarazada que se había escapado.

—Vamos a encontrar a su esposa —le dijo Dane dijo al hombre, no tan lejano ahora—. Nos ha dado algunas buenas pistas, que verificaremos. ¿Dónde puedo localizarlo?

Joe le dio el nombre de un hotel de la localidad—. Voy a estar aquí hasta que tenga noticias de ustedes —añadió, con la mirada de un hombre que pensaba quedarse allí hasta el cambio de siglo si era necesario.

—Está bien. Lo conseguiré —Se levantó y se dieron la mano—. Las mujeres necesitan mucha ternura. Se ponen tristes con facilidad y guardan secretos —dijo sorprendentemente—. Pero, por si le sirve de ayuda, después de un tiempo, se aprende a lidiar con ello.
Joe sonrió.
—Gracias.

Dane se encogió de hombros y sonrió de nuevo.
—Llevo casado bastante tiempo. No siempre es un camino de rosas. Tiene que seguir trabajando en ello.


—Lo recordaré. Espero tener la oportunidad de vivirlo en primera persona.