sábado, 13 de julio de 2013

Camino A La Fama Capitulo 1




“Todo por una Nominación”

Seguramente les ha ocurrido, al menos lo han presenciado o lo han hecho sin siquiera pretenderlo. Ya saben, eso de fingir atención, cuando en realidad su mente está muy lejos de allí. Pues bien, eso era justamente lo que Joseph hacía en ese momento, su rostro podría parecer la viva imagen de aquel filósofo pensador, incluso uno llegaría a creer que no había nadie más concentrado que él en esa habitación. Pero nada podría estar más alejado de la realidad, Joseph ni siquiera estaba escuchando a su interlocutor. 

El hombre llevaba la última media hora llenando sus oídos, de palabrería barata. Quizás él dejó de escuchar, en el mismísimo momento en el que Josh le informó de un proyecto inigualable, sin precedentes, algo que marcaría un hito en su carrera. Toda esa adornada presentación, sólo auguraba otra estupidez, por eso ni se molestó en oírlo. Podría ser que más adelante lamentara aceptar algo de lo cual no tenía idea, pero eso no lo preocupaba en ese instante.

Josh se puso de pie repentinamente, sacudiendo las manos y sonriendo. Joseph se obligó a apartar la vista del infinito, para mirar a su agente.
—No sabes cuan tranquilo me dejas compañero, pensé que te resistirías un poco más. — ¿Resistirse? Eso no le sonó muy tranquilizador.

—Cuentas con todo mi apoyo—murmuró un tanto comprometido con su papel de joven trabajador. Josh parecía no caber en sí mismo de júbilo, Joseph comenzó a impacientarse ¿Qué podría haber aceptado? ¿Matar a alguien? En realidad su agente, lucía como aquel agraciado que acaba de soltar uno de sus peores pecados y ha sido recompensado con la salvación. Nada alentador.
— ¿Entonces nos vemos mañana?

— ¿Mañana?—instó con un toque de leve inocencia, los ojos grises de Josh centellaron con algo de recelo. Seguramente ese había sido un tema, bastante tratado durante su conversación.

—Sí, ya sabes para reunirnos con ellas. — ¿Ellas? ¿Cita doble? Fue lo primero que se le cruzó por la mente, después de todo Josh tenía esa estúpida manía de querer presentarle, a sus primas o a sus amigas, o a la amiga de la amiga de alguien. Quien extrañamente resultaba ser tan fea, que uno llegaba a preguntarse ¿Cómo rayos se atrevían a salir a la luz del sol? Mierda, cómo se salía de esta sin delatarse.

— ¿En dónde?—Josh, su agente, amigo y hermano no reconocido hasta la fecha, suspiro claramente exasperado.

— ¡Con un demonio Joseph! ¿No me estabas escuchando?—Bien, ya lo habían atrapado. No tenía sentido seguir con la actuación.

Negó suavemente, teniendo que recibir la fulminante mirada de aquel tipejo mucho más bajo que él. Era un tanto ridículo, para quien los mirara
de afuera. El hombre pequeño intimidando al otro que le sacaba, por lo menos dos cabezas de altura. ¡Oh la ironía!

—Mañana nos reuniremos con Demi Manfory y su agente, para tratar el tema de la fusión de sus historias.
— ¿Qué historias?— ¿Y por qué el nombre de esa mujer se le hacía vagamente familiar?

—James Rhone y Charlotte Bourette, la pareja que todos los lectores están esperando—. Entonces Josh alzó una sola hoja delante de sus ojos, en donde se exponía una absurda encuesta de internet. Joseph sonrió, pero no había nada de felicidad en aquel gesto.

—Ni loco—masculló, arrancándole la hoja de las manos en un limpio movimiento—. James no se enreda con viudas—Espetó con la mirada fija en los ojos de su agente.

Pues no podían obligarlo, internet y los lectores podían decir lo que se les viniera en gana, él jamás fusionaría su personaje a una perra frígida, asesina y antipática como Charlotte Bourette. Tal vez James no era real, pero era su creación con un demonio. Su personaje, jamás caería tan bajo.
— ¡Pero si dijiste que lo harías!
—Nunca aceptaría una locura por el estilo, además jamás he trabajado en conjunto y creo que todos mis premios, demuestran que no necesito hacerlo.
No que se diera aires de grandeza, pero Joseph era bueno en lo que hacía y había sido siempre recompensado por su talento.

Ese año su último libro de James Rhone, había estado en la lista de best seller de más de veinte países, eso debía hablar por sí solo. Demás está decir que pensaba que seis libros, eran más que suficientes, no podía y no quería seguir explotando esa historia.

 Cuando había comenzado cuatro años atrás, nunca pensó que las aventuras de su peculiar personaje lograrían adentrarse tan bien en la vida de las personas. Pero para su humilde experiencia como escritor, ese éxito fue como un incentivo para seguir adelante. James era su personaje, habían recorrido el mundo en busca de problemas y con su sexto libro, pensó que ya le debía un descanso a su buen amigo aventurero. 

Por supuesto supo por las críticas, que varias personas esperaban algo más del final de esa serie. Uno de los pedidos fue; una novia para James. Pero el hombre era un libertino y muy feliz de serlo, no podía simplemente articular un romance de la nada eso le sacaba lustre a su estilo.

—La gente sabe que el sexto libro no puede ser el final de James.
—Pero no lo mate. —replicó casi por inercia, Josh asintió con impaciencia.
—No digo lo contrario, pero es que todo parece haber quedado suspendido en el aire. Las lectoras lo exigen, quieren que James encuentre el amor y la respuesta llegó a nosotros por arte de magia—Volvió a levantar la hoja, sacudiéndola como si se tratara del santo grial—. Todas piensan que Charlotte, sería perfecta para él.

— ¿Esa viuda negra? ¡Jamás!—Estaba más que decidido a salvar a James de ese tormento.
Joseph había leído, para su desgracia, los libros de Demi…lo que sea. Y no solo, no le había agradado su manera de escribir —que era lo más similar a las novelas románticas, que carecen de sentido y dirección, solo que ella tenía una leve inclinación a utilizar un tono más formal—sino que también, había detestado al personaje principal.

Charlotte, era una viuda que seducía hombres para luego humillarlos y burlarse de ellos una vez enamorados. Bien, quizás no les robaba, quizás no los mataba pero ¿Acaso el resultado no era el mismo? Para Joseph estaba claro que la escritora, era una persona muy resentida con el sexo masculino en general. Por eso se afanaba por poner a todos los hombres de sus libros, en el más detallado de los ridículos.

 Él al menos no humillaba a las mujeres, quizás no les daba un trato muy preferencial en sus historias, pero nunca las ridiculizaba. James era soltero y esa era una regla inquebrantable, en tanto que Charlotte era una devoradora de hombres, algo que simplemente no podía cambiar. Eran personajes completamente opuestos y no existía incentivo suficiente que lo hiciera, siquiera considerar esa locura.

—El trabajo en conjunto de dos escritores de best seller, es algo que podría ponerlos en carrera para una nominación. —Repentinamente la atención de Joseph se enfocó en el hombre que le hablaba, no tenía que aclarar a qué tipo de nominación se refería. Sólo había un premio que podría interesarle, después de haber sido galardonado de tantas formas en el último año.

Quería ser considerado para un nobel, pero sabía que con su poco tiempo en el oficio, la lupa ni siquiera se concentraría en él. ¿Acaso aceptar trabajar en conjunto con Demi, le daría una oportunidad? No, imposible. Joseph sabía que esa mujer, había estado compitiendo con él, pero las ventas de sus libros la habían superado con creces. Era una noticia saber que había entrado en la categoría de best seller, teniendo en cuenta que su último libro había sido el peor de toda la serie.

—Aun así Josh, no me agrada su forma de escribir…
— ¿Qué tiene de malo?—Le recriminó sin darle oportunidad de hablar— Déjame informarte amigo, que más de medio mundo discierne con tu opinión.
Quizás era un poco exagerada esa observación, aunque era muy probable que el mundo lentamente se estuviese volviendo más estúpido.

— ¡Oh vamos! Son las típicas observaciones de una mujer resentida, mañosa, quejica e insatisfecha. Solo que esa Demi notó que sería más divertido, compartir sus frustraciones amorosas con el resto de las devoradoras de hombres. Seguramente ha vivido su vida a través de historias fantásticas, llenas de besos, romance, abrazos y héroes que se quiebran al final para demostrar que son todo lo que ellas siempre soñaron.

 Pero a sus cincuenta, finalmente le abrió los ojos al mundo y se encontró que su única compañía, era un odioso gato y su computador, lleno de citas online que nunca se atrevió a aceptar. —Llegado a ese punto de su discurso, tuvo que hacer una pausa para recuperar el aire. —Me niego a trabajar con una persona así, es probable que a la primera oportunidad que tenga me castre. O peor aún, que me haga sentir tan mal conmigo mismo por ser hombre, que yo termine por cortarme las…

— ¡Por Dios!—exclamó Josh por encima de su voz— ¡Cuantas tonterías dices!—Su amigo se estiró levemente la corbata, al parecer ese nudo comenzaba a cerrarse cada vez más. —Estoy seguro que ella no tiene cincuenta años.
—Genial, una resentida en etapa de desarrollo…no sé qué es peor.

Joseph…—Suspiró Josh, cobrando en su timbre aquel tono serio que tanto le recordaba a su propio padre. —Sé que no tienes ningún interés, pero si te niegas ellas no tendrán problemas, en decir que tú fuiste el que ignoró el pedido de sus fanáticos.

Él frunció el ceño, podía decir que la opinión de los lectores no le importaba, pero al fin y al cabo ellos eran quienes compraban sus libros. Les debía mucho a todos, no podía simplemente ponerse caprichoso.

—No te digo que aceptes, simplemente conócela…ve si alguna idea surge de hablar con ella. Quién sabe, tal vez Demi no pueda acoplarse a tu estilo y todo el asunto sea inútil. Pero al menos lo habrían intentado y el detalle, contara mucho para los observadores. —Se encogió de hombros frente a ese argumento y terminó por resignarse con un quedo suspiro.

—Todo sea por una nominación—murmuró, logrando que se pintara una amplia sonrisa en el rostro de su agente.
…………………………
Ella sola se había metido en ese dilema, no tenía sentido resistirse por más tiempo. Aunque en un principio la idea de escribir una historia en conjunto, con el más misterioso y talentoso escritor de los últimos años, la había seducido por completo. En ese instante en lo único que podía pensar, era en abandonar cuanto antes la silla de ese coqueto café. 

Mientras Ann, su agente, se pavoneaba de un lado a otro con el móvil pegado a la oreja y la agenda electrónica en la mano, Demi preponderaba con mayor entusiasmo la posibilidad de hacerse humo. No había necesidad de conocerlo, no tenía qué, después de todo nadie los obligaba. Pero irse no entraba entre sus opciones, a pesar que él estuviese mortalmente retrasado para su cita. 

Era un trato descortés, iba a admitirlo, pero en cierta forma se lo perdonaba. Cualquier cosa se le perdonaba al creador de James Rhone, después de todo era un genio y a un genio cosas como la hora, pueden llegar a pasársele.

Era obvio que Demi admiraba por completo a Sir Rhone, aunque ni siquiera sabía quién era o su nombre real para el caso. Había muchos escritores que preferían mantener el anonimato, utilizando como nombre de publicación a alguno de sus personajes. Y como James Rhone era el único personaje famoso que él poseía, había optado por presentarse a sus fanáticas como “Sir Rhone”. Por supuesto que ella era una de las tantas tontas que esperaban con ansias sus publicaciones, pero bien, ella no iba a menospreciarse. 

Sabía muy bien que ambos habían competido en más de una ocasión, por alcanzar el primer puesto en los best seller, pero Sir Rhone siempre la superaba. Demi no se molestaba por ello, sabía que él tenía más talento que ella. Incluso a pesar que ella llevaba más tiempo en el negocio que él.

Rhone tenía tan solo cuatro años publicando, mientras que Demi había utilizado los últimos seis años de su vida soltando libros al mercado y aguardando porque alguno la lanzara a la fama. Y finalmente su recompensa llegó, cuando la primera historia de Charlotte logró tocar el corazón de una gran audiencia. 

Demi entró entre los más vendidos por primera vez, hacía dos años. Desde entonces siempre tuvo que luchar por mantener una posición, más o menos digna. Algo difícil considerando contra quien competía, nada más y nada menos que con su escritor favorito. Por eso cuando una semana atrás, revisaba ociosamente las críticas de internet, descubrió una curiosa encuesta. El sexto libro de Rhone había sido un éxito, pero varias fanáticas habían quedado disconformes en una sola cuestión. El amor.

James el eterno soltero, aventurero y donjuán había recorrido un largo camino en busca de proteger a su gobierno. Una vez alcanzada su meta, todos se preguntaron lo más obvio ¿Eso es todo? Demi no iba a negar, que su voz también se alzó en demanda. Su personaje favorito, debía tener un verdadero romance. Y por extraño que sonase, incluso más extraño para ella, las fanáticas habían escogido a Charlotte Bourette como la mujer perfecta para James. 

Por supuesto al leer esto, Demi casi se orina de la euforia. Charlotte ¡Su Charlotte! Había arrasado con la encuesta y ella con las emociones a flor de piel, no tuvo mejor idea que llamar a su agente para darle la noticia. En un principio, aunque se sintió muy halagada por la propuesta que hacían los lectores, ni siquiera le puso marcado interés. Varios opinaban que los escritores, debían emitir un libro en el que los personajes pudieran concretar un romance. Demi supuso que sería hermoso e incluso se había tomado el atrevimiento, de esbozar algunas líneas para compenetrarse con el personaje de James. 

Pero nunca espero que Ann, increpara al agente de Rhone pidiéndole que efectivamente se llevara a cabo aquella locura. Ella nunca había escrito en conjunto con nadie y no se sentía calificada, para discutir ideas con el creador de James.

Por eso estaba a un suspiro de salir corriendo de allí, no tenía que conocerlo, no había razón para echar a perder la hermosa imagen que había forjado de él.

¿Cómo podría ser realmente? Ella en un momento de fantasía, incluso lo había visualizado como al mismísimo James. Pero eso era un tanto irreal, pues James era joven, atractivo hasta cortar el aliento y pertenecía a la ficción. El verdadero Rhone, debía ser un hombre entrado en edad, pues a ella se le hacía difícil congeniar su persona con un inexperto escritorcillo de sonetos.

 Debía ser experimentado y seguramente en sus mejores tiempos, había sido un dandi. La facilidad con la que describía escenarios, le daba a entender que era un hombre de mundo. De esos que se pasan la vida buscando como saciar su deseo de descubrir la belleza que esconde el más mínimo de los detalles. 

Sí, Rhone sin duda estaba fuera de su liga. Ella tenía veinticinco años y aún no había logrado salir de su condado, jamás en su vida visitó la playa y tenía una vaga idea de cómo debían verse las montañas. Nadie podía negar que ella fuese una escritora de imaginación ávida, pues todo su mundo se ve reducido a las imágenes que logra
descargar de internet. Un tanto patético, pero Dios que ella si sabía escaparse de aquella realidad.
—Ya no tardan—Le informó Ann tomando asiento y sin despegarse el teléfono del oído. Demi se preguntaba con quién podría estar hablando, dudaba mucho que fuese con Josh, el agente de Rhone, pues a él le hablaba en un tono más sosegado. Era como si de alguna forma, Ann también estuviese buscando razones para justificar la amplia demora de los otros dos. —Porque no pides algo en la barra—Apuntó, sonriendo tan rápidamente que ella casi y pierde de verse sus brillantes dientes.

Ann normalmente no la relegaba de esa forma, pero en esos momentos estaban bastante atareadas. No solo era su agente, también tenía otro cinco escritores bajo su ala. Sin duda las cosas se le ponían pesadas, cuando se abría “la carrera”. Lo que en la jerga significaba, que los escritores más calificados ponían sus mejores escritos a disposición de los jueces, buscando la tan anhelada nominación al nobel de literatura. Demi no apuntaba tan alto, era consiente que su talento e incluso su imaginación y sus sueños tenían sus límites.

— ¿Te traigo algo?—La otra negó sacudiendo la mano y ella soltó un suspiro poniéndose de pie.

En la barra recorrió con la mirada las distintas botellas en exhibición, pero ninguna logró despertar su sed. A decir verdad tan solo quería un café o quizás diez, por si Rhone decidía que el “elegantemente tarde” se extendiera por unas horas.

—Bien, hay que buscarlas—Oyó que una voz trémula murmura a sus espaldas.
Demi se volvió ligeramente sobre su hombro, para notar a dos hombres que estudiaban a la concurrencia, deslizando la vista de una punta a la otra de una manera un tanto arrogante. 

No lograba ver sus rostros, pues estaban de espaldas a ella, pero uno de ellos; el más bajo llevaba un traje de corte italiano impecable. El otro, alto y de cabellos cenizos vestía informal, jeans a la altura de las caderas, camisa negra, zapatos náuticos y extrañamente; no lucia muy interesado por permanecer allí.

— ¿Tenemos qué?—preguntó entonces el alto, con un tono sosegado pero implacable, que por un instante incluso logró estremecerla. Jamás había oído una voz tan profunda y arrolladora, al menos no de tan cerca.

—Vamos Joseph, no te pongas en ese plan. —El así llamado Joseph, se limitó a chasquear la lengua y mientras le dirigía una burlona sonrisa a su compañero, captó por el rabillo del ojo su presencia. La miró por un corto instante y Demi se paralizó bajo el fiero escrutinio de esa mirada azul. Guapo le quedaba corto, ese hombre era asfixiante, pues al verlo ella hasta olvido que debía respirar.
Él parodió una sonrisita, antes de devolverle la atención a su acompañante. Si Demi no se orinó, fue porque aún no había bebido nada.
—Deben estar por aquí.

— ¿Al menos sabes cómo luce la solterona?
— ¿Cómo diantres esperas que lo sepa?—Ella fiel a su curiosidad, no pudo apartar el oído de aquellos dos. Mientras que en algún instante el
camarero le exigió pedir algo, de alguna forma logró ordenar un café antes de que Joseph respondiese.

—Josh, estoy a un segundo de pegarme la vuelta. —Advirtió aquel demonio de ojos azules, soltando un cansino suspiro.
—Aguarda, la llamare.
— ¿Para qué? Ahórranos a todos el suplicio, no pudimos encontrarlas eso debe de ser una señal. Charlotte y su amargada creadora, no tuvieron el coraje de abandonar su helado y pañuelos descartables. Démonos por bien servidos.

Demi se vio obligada a hacer un alto en ese instante ¿Acaso él había dicho Charlotte? ¿Y qué demonios significaba eso de “amargada creadora”? No podía estar refiriéndose a ella, por más sexy que fuese no tenía derecho a hablar de ese modo. Menos sin siquiera conocerla
.
—Derek prometiste comportarte. —Advirtió Josh y fue cuando Demi tuvo un golpe de realidad. Josh era el nombre del agente de Rhone. Oh no, no podía ser cierto. ¿Ese tipo era Rhone? ¿Ese que podía ser modelo de Playboy y el personaje principal de más de una fantasía erótica? 

¡Que la parta un rayo!
—No puedo comportarme, ni James ni yo estamos dispuestos a relacionarnos con viudas negras— ¿¡Viudas negras!? Había oído a la crítica llamarla así, por las extrañas tendencias de Charlotte a ser un tanto fría con los hombres. Pero ese apelativo estaba muy fuera de lugar, en ese punto la cabeza de Demi estaba a un instante de estallar por combustión espontánea. 

Los miró con los ojos en rendijas, pero ninguno de los dos hombres se volvió en su dirección. —Acéptalo Josh, la solterona no tuvo el coraje…—Y con eso, la fina línea que separaba su cordura de su insensatez, se esfumó.

—Pues déjame decirte amigo, que la solterona a veces reemplaza el helado por el café. —Masculló con la voz al borde de la ira, ellos se giraron al unisonó para verla con la sorpresa escrita en el rostro. Demi aprovechó aquel instante de desconcierto, para fingir una cordial sonrisa. 

—Mucho gusto, soy Demi Manfory. —dijo, extendiendo una mano en dirección hacia un perplejo Joseph.

Él frunció el ceño y en algún momento, ella escuchó el claro bufido que dejó ir Josh. Pero por alguna extraña razón, le fue imposible apartar la mirada de esos profundos ojos azules.



Joseph no le correspondió el saludo, sino que una vez que se hubo recuperado de la primera impresión le expuso una media sonrisa, paseando con su mirada por toda la longitud de su cuerpo. 
Demi sintió como sus mejillas ardían frente a ese descarado gesto, pero luego se dijo que solo había sido la ira. Nada más que la ira. 

viernes, 12 de julio de 2013

Camino A La Fama






Sinopsis:

Cuando dos de los mejores escritores se unen para crear el bestseller que los impulsará a la fama infinita, solo pueden pasar dos cosas: 

o todo sale a pedir de boca... o sus vidas se convierten en un torbellino de emociones (entre las cuales, definitivamente no se encuentran "atracción" y "romance").

Demi Manfory es la creadora de la más maldita de las mujeres que algún lector haya podido encontrar.

Joseph, por el contrario, creo al personaje más heroico, sexy y soltero del mundo.

¿Qué pasaría si, por alguna razón, estos increíbles personajes ficticios tuvieran que participar en una misma novela? ¿Y qué pasaría si... sus creadores tuviesen que soportar el hecho de escribir juntos? 


Marido De Papel Capitulo 21




Sin embargo, ya era demasiado tarde. Había dejado que se fuera y no sería fácil conseguir que volviera. Había perdido. ¿Qué diablos hacía yendo hacía Corpus Christi con dos personas que ni siquiera gustaban?

Sumido en sus pensamiento se dió cuenta de que ya estaban llegando a la ciudad. 

Ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Pensaba hart lo que había prometido pero, después, iría a casa de Demi. Costara lo que costara, iba a recuperarla.

Pero no iba a ser tan fácil. Apenas llegaron a la mansión de ladrillo blanco y se bajaron del coche, Bob gimió y luego cayó. 

Murió allí mismo sobre césped verde, antes de la llegara la ambulancia, a pesar de los esfuerzos que hizo Joe para reanimarlo. Había tenido otro ataque.

Betty estaba destrozado y Joe se encontró ante la irónica situación de organizar un funeral para el segundo marido de su ex—esposa y su antiguo amigo.

De vuelta a casa, Demi oyó hablar de la muerte de Bob Collins, que salió en todas las noticias. Había sido un hombre bastante conocido y apreciado en el mundo agrícola. 

Su entierro se hizo a lo grande y asistieron muchas personas importantes. 

Demi vio en el periódico una foto de Joe consolando a la afligida viuda. Ella no podía imaginar nadie más fría que la mujer que aparentaba sentir la muerte de su marido. 

Si Betty lloraba seguro que era porque con la muerte de Bob se le había ido su seguro de vida.

Demi se reprendió a sí misma por su pensamiento poco caritativo y tiró el periódico a la papelera. Bueno, una cosa es cierta, seguro que Joe le pedía el divorcio para poder casarse con la mujer que realmente amaba.

Si Betty era lo que quería, debería tenerla. Demi recordó lo que le había dicho a Bob Collins acerca de no querer hacer sufrir a su corazón durante el resto de su vida por un hombre que quería a otra. 

Pobre Bob, que había hecho exactamente eso, durante diez largos años. Demi rezó una oración en silencio por él. Por lo menos ahora seguramente descansaría en paz.

Transcurrieron dos largas semanas, sin noticias de Joe. A la mañana siguiente Demi fue a ver al abogado para iniciar los trámites de divorcio. 

Esto significaba darle un pellizco a su pequeño fondo fiduciario para pagarle, pero eso no importa. Quería que Joe fuera feliz.

—Esto no es sabio, —trató de asesorarla el abogado—. Está alterada por todo lo que ha pasado. Debe esperar y pensárselo.
Ella sacudió la cabeza.


—Ya he pensado todo lo que tenía que pensar. Quiero que el que redacte el documento para firmarlo y que se lo entregue a Joe, junto con los papeles del divorcio. 

He decidido tirar la toalla. Betty es libre ahora y Joe se merece un poco de felicidad. Dios sabe que ya ha esperado el tiempo suficiente para volver a tenerla.

Marido De Papel Capitulo 20



Joe no había decidido nada sobre la pensión y tampoco había pensado en ello. Iba de camino a Corpus Christi con Bob y Betty, escuchando la radio sólo a medias, siguiendo a la pareja, que iba en su Mercedes, en su Lincoln.

Pensó que podría haber ido en el coche con ellos, que era, seguramente, lo que Betty esperaba. Pero él quería estar solo. 

Su ex esposa lo había echado todo a perder con su vuelta prematura. Sus burlas le habían hecho daño a Demi, quien no había recibido de él nada más que dolor. La había obligado a casarse, sin pensar si ella quería o no. 

La había seducido para satisfacer su deseo y, luego, la trajo a su casa sin hacerle, en el amplio sentido de la palabra, ni el más mínimo caso durante las dos semanas transcurridas de sus dos semanas. 

Mirando hacia atrás, no era capaz de explicarse aquel comportamiento irracional.

Desde la noche que había estado con Demi, su único pensamiento era lo dulce que era hacer el amor con ella. 

No había soñado con que pudiera querer tanto a alguien. 

Pero le había asustado la intensidad de sus sentimientos y se había apartado de ella. 

Y, la poca afortunada aparición de Betty, había sido la gota que colmó el vaso, levantando un muro entre Demi y él.

Pero no era sólo deseo lo que sentía por su joven esposa, y, por primera vez, tuvo que admitirlo. 

Recordó Demi con dieciséis años, abrazando a un cachorro al que, unos crueles muchachos, le había disparado con un rifle, y llorando con rabia, ya que insistió en que Joe la llevara al veterinario. 

El cachorro había muerto, y Joe había consolado a la joven cuyo corazón sonaba como si se fuera romper. Demi, como siempre había sido la defensora de los indefensos. 

En su corazón cabía el mundo entero. ¿Cómo pudo haber herido de ese modo, a una mujer así?

Él suspiró en voz alta. Se preguntó si se había vuelto loco con el regreso de Betty. 

Había temido su vuelta porque creía que todavía estaba enamorado de Betty, pero ya no lo estaba. Lo supo, de repente, en el momento en el que vio a Demi con lágrimas en los ojos y la maleta en la mano. 

Demi había vivido con él durante dos semanas, y ni siquiera la había tocado desde su noche de bodas. 

No podía creer que lo hubiera hecho. Ahora se dio cuenta de que había ocultado sus sentimientos incluso a sí mismo. Había tenido miedo de enamorarse de Demi, porque pensó que le iba a pasar igual que con Betty. Excepto que Demi no se vendía al mejor postor. Ella lo quería y, al parecer, estaba avergonzada de sentirse de esa manera. 

Pero tenía un gran corazón y lo había cuidado. Si lo hubiera intentado, podría haberse hecho dueño de su amor. El pensamiento, que una vez le había dado miedo, ahora le parecía lo mejor del mundo.

Marido De Papel Capitulo 19



Demi volvió a su casa sin ningún problema, excepto por el hecho de que, ahora había perdido algo más que su padre.

 Había perdido a Joe Él no estaba mucho en casa, seguramente porque quería evitarla, pero, aunque fue por corto tiempo, le había hecho sentir que pertenecía a alguna parte.

Ella miró sus manos desnudas, mientras lavaba los platos. Se le habían olvidado los anillos en el vestidor. Se pregunta si los habría encontrado ya.

 No tenía ninguna razón para usar los anillos de boda cuando ella ya no se consideraba casada. Joe se había casado con Demi porque no quería Betty supiera sus sentimientos por ella. Pero, hasta un ciego podía ver, que su ex esposa estaba ansiosa por recuperarlo. Nunca había ocultados sus sentimientos por Betty. 

¡Qué ironía, que su ex esposa hubiera vuelto, justo ahora, cuando Demi podría haber tenido una pequeña oportunidad de ganar su corazón. Betty había llegado y vencido, sin tener que luchar. 

Se preguntó si podría olvidar, alguna vez, la mirada de dolor y anhelo que Joe había dirigido a su ex esposa, cuando creía que nadie lo miraba. Todavía la amaba. Era imposible que no notarlo. 

Él podría haber disfrutado durmiendo con Demi, pero aún así, nunca había mostrado ningún deseo de repetir la experiencia.
Puso los platos en su sitio y se fue a ver las noticias de la tarde. 

A su padre le había gustado esta hora del día, cuando volvía del trabajo, había comido bien y podía sentarse con su café y escuchar las noticias. Él y Demi comentaban las noticias del día y, a continuación, apagaba la televisión y se ponía a leer. 

No había podido hacer eso en la elegante, pero fría y vacía, casa de Joe. La televisión estaba en su estudio, no en la sala, y nunca se sintió cómoda entrando allí para verla. 

No había ninguno de sus libros favoritos, y sí todo acerca de los caballos y la vida y genética de los mismos genética. Leyó biografías también, y algunos bestsellers, de tapa dura, que parecía como si nunca se hubieran abierto.

Suponía que Joe no tenía tiempo para leer, por el simple placer de hacerlo. La mayor parte de su material parecía estar relacionado con la empresa.

Se acurrucó en el sillón de su padre y le escocieron los ojos con las lágrimas. No había llorado desde que se casó y, ahora que no la veía nadie, se sentía con todo el derecho del mundo a expresar su tristeza.

Ella se secó lágrimas, preguntándose cual sería la razón por la que Joe había tratado de detenerla cuando se iba si ya le había dicho que no quería verla nunca más. Tal vez fue la idea de poner fin a su breve matrimonio tan pronto. 

Sería difícil para un hombre orgulloso haber fracasado una vez más como marido.
Después de un rato, se levantó y puso una película en vídeo. 

Ya la había visto media docena de veces, pero sólo quería oír el sonido. Tenía que pensar el lo que iba a hacer el resto de su vida. En este momento tenía la certeza de que no podía seguir manteniéndose a sí misma y también a su ganado.

 No tenía dinero en metálico, ni las instalaciones apropiadas y, mucho menos, dinero para comprar más ganado. Lo mejor sería venderle todo a Joe, antes de arruinarse y usar el fondo fiduciario, que le había dado su madre, pagar pagarse la universidad.

 Cuando acabara, podría encontrar un trabajo y mantenerse a sí misma. No necesitaba la ayuda de nadie y menos la de un marido poco dispuesto a hacerlo.

No había ninguna pensión alimenticia en Texas, pero, seguramente, a Joe le remordería la conciencia y querría pasarle una, después del divorcio. A ella le hubiera gustado ser capaz de decirle que no la quería.


Pensando en parte en sus planes, volvió u atención a la película. Era mejor tener las cosas resueltas.

martes, 9 de julio de 2013

Mi Adorable Rebelde capitulo 34




Me puse el vestido y casi me hago una hernia al abrochar el cierre de atrás. Metí los brazos en las cosas parecidas a mangas y taconeé a través del vestíbulo para ir a mirarme en el espejo de mis padres.

No estaba segura de que el negro hubiera sido una buena elección. Me había probado un vestido color rosa pálido que era de veras precioso y justo cuando estaba a punto de decir que lo quería, la vendedora comento. 

Por Dios, eres tan pálida que no se sabe dónde termina el vestido y donde empiezas tú.

Muchas gracias, señora. En fin, no tuve el vestido rosa. De hecho, después de eso ni siquiera probé otros vestidos de tonos pastel, de modo que mis elecciones recayeron en el rojo, el azul eléctrico y el negro. 

Eliminé el rojo cuando mamá me dijo que se me veía como una postal romántica. 

Y el azul era tan profundo que hacia resaltar las venas en mi piel pálida. De modo que me decidí por el negro porque no quería nada con volados y encajes.

Pero ahora, al mirarme pensé que quizás lucía demasiado seria, el vestido negro, mi pelo castaño y los asustados ojos marrones, y luego toda esa piel pálida.

¿Pero por qué me preocupaba tanto si mi acompañante era un chico que probablemente diría: Oye, ahí hay un fungus amongus. Y trataría de sacarme un piojo imaginario del pelo? Ojala Alex no fuera tan hiperactivo. 

Ojala su personalidad hiciera juego con su apariencia. Sin embargo nadie tenía por qué saber que yo no encontraba absolutamente encantadora la hiperactividad de Alex.

Tal vez todos pensaron que nos estábamos enamorando. Tal vez la noche del Baile de Otoño fuera de veras mágica y Alex de veras se enamorara de mi, y yo tuviera un maravilloso efecto calmante sobre él.

Suspiré. Tal vez, si me recogía el pelo, luciera mejor.

Me levanté el pelo y lo aseguré con una enorme cantidad de tres horquillas que encontré en la cómoda de mamá. Varios mechones cayeron enseguida, de modo que decidí ir a buscar más horquillas al baño de abajo.

Estaba en mitad de la escalera cuando oí el inconfundible sonido de alguien que levantaba la tapa de la bombonera de cristal tallado de la sala.

Me quedé inmóvil, aferrada a la baranda. ¿Un intruso? No parecía probable que un loco hiciera una pausa para comerse una menta antes de subir y atacarme. ¿Un ladrón? Enderece los hombros.
¿Quién es? pregunté.

Silencio. El sonido de la tapa al ser puesta en su lugar.
¿Quién es? volví a decir con voz un poco más temblorosa.

En mi radio de visión apareció Joseph. Llevaba vaqueros y una ramera con una camisa de franela atada a la cintura. Tenía el pelo lleno de remolinos. Su cara angulosa estaba sonrojada a causa del sol y el viento.
Suspiré irritada.

¿Por qué no me contestabas? dije en tono cortante.
El tragó.
No podía farfulló Tenía la boca cerrada y pegoteada por el dulce más viejo del mundo.

Te lo mereces, por andar curioseando en esa vieja bombonera lo increpé Me asombra que hayas podido sacara algo de allí, está todo derretido y compacto. La dejamos para cuando viene mi abuelo a visitarnos.
Joseph seguía deslizando la lengua por su boca.

Es por eso que comí una menta dijo Por qué mi hizo recordar a mis abuelos. Tienen una bombonera exactamente igual, que era una gran fuente de atracción para mi cuando era chico.

¿Por qué?-pregunté distraída. Mi corazón estaba volviendo a su ritmo normal.

Joseph apartó algunos mechones rebeldes de su frente.
Primero porque es imposible levantar esa tapa sin que nadie te oiga en la casa. El sonido abarca un radio de casi un kilómetro.
Caramba, es verdad admití.

Además, debo haber roto la bombonera de mis abuelos unas diez veces dijo Joseph Lo cual es un buen record infantil. Es…
En resumen, ¿Qué estás haciendo aquí? lo interrumpí ¿.No se supone que debes estar trabajando en el jardín?.
Joseph bostezó.


Estaba cansado, y tu mamá dijo que podía dormir una siesta en el sillón.