Sin embargo, ya era demasiado tarde. Había dejado que se fuera y
no sería fácil conseguir que volviera. Había perdido. ¿Qué diablos hacía yendo
hacía Corpus Christi con dos personas que ni siquiera gustaban?
Sumido en sus pensamiento se dió cuenta de que ya estaban llegando
a la ciudad.
Ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Pensaba hart lo que
había prometido pero, después, iría a casa de Demi. Costara lo que costara, iba
a recuperarla.
Pero no iba a ser tan fácil. Apenas llegaron a la mansión de
ladrillo blanco y se bajaron del coche, Bob gimió y luego cayó.
Murió allí mismo
sobre césped verde, antes de la llegara la ambulancia, a pesar de los esfuerzos
que hizo Joe para reanimarlo. Había tenido otro ataque.
Betty estaba destrozado y Joe se encontró ante la irónica
situación de organizar un funeral para el segundo marido de su ex—esposa y su antiguo
amigo.
De vuelta a casa, Demi oyó hablar de la muerte de Bob Collins,
que salió en todas las noticias. Había sido un hombre bastante conocido y apreciado
en el mundo agrícola.
Su entierro se hizo a lo grande y asistieron muchas
personas importantes.
Demi vio en el periódico una foto de Joe consolando a la
afligida viuda. Ella no podía imaginar nadie más fría que la mujer que
aparentaba sentir la muerte de su marido.
Si Betty lloraba seguro que era
porque con la muerte de Bob se le había ido su seguro de vida.
Demi se reprendió a sí misma por su pensamiento poco caritativo
y tiró el periódico a la papelera. Bueno, una cosa es cierta, seguro que Joe le
pedía el divorcio para poder casarse con la mujer que realmente amaba.
Si Betty
era lo que quería, debería tenerla. Demi recordó lo que le había dicho a Bob
Collins acerca de no querer hacer sufrir a su corazón durante el resto de su
vida por un hombre que quería a otra.
Pobre Bob, que había hecho exactamente eso,
durante diez largos años. Demi rezó una oración en silencio por él. Por lo
menos ahora seguramente descansaría en paz.
Transcurrieron dos largas semanas, sin noticias de Joe. A la mañana
siguiente Demi fue a ver al abogado para iniciar los trámites de divorcio.
Esto
significaba darle un pellizco a su pequeño fondo fiduciario para pagarle, pero
eso no importa. Quería que Joe fuera feliz.
—Esto no es sabio, —trató de asesorarla el abogado—. Está
alterada por todo lo que ha pasado. Debe esperar y pensárselo.
Ella sacudió la cabeza.
—Ya he pensado todo lo que tenía que pensar. Quiero que el que
redacte el documento para firmarlo y que se lo entregue a Joe, junto con los
papeles del divorcio.
He decidido tirar la toalla. Betty es libre ahora y Joe se
merece un poco de felicidad. Dios sabe que ya ha esperado el tiempo suficiente
para volver a tenerla.