Betty se levantó. Había esperado enfadarlos, pero la habían
sorprendido con el anuncio de que esperaban un niño. Las cosas no estaban
saliendo según sus planes.
—Joe, ¿te ha dicho Bob algo sobre el caballo de carreras? El comprador
espera poder reunirse con nosotros en Corpus Christi para echarle un vistazo
—dijo, yendo directa al grano—.
Es un ganador, un pura sangre, y no te timaremos.
Conseguiremos un buen precio.
¿Por qué no se dio cuenta de que Betty podría haber tenido otro motivo,
cuando Bob casi se había invitado a él mismo y a Betty a almorzar?
Había
pensado que había puesto a Bob de excusa, porque quería volver a verlo porque,
a lo mejor, había lamentado el divorcio. Pero todo era como en los viejos
tiempos.
Solo era una forma de ganar dinero para ella y para Bob. Su cuerpo lo
había cegado. Airadamente señaló a Demi y dijo:
—No creo que a Demi le convenga viajar ahora, —respondió,
continuando con la farsa del embarazo.
—No tiene que venir con nosotros —dijo Betty de manera cortante.
Bob se rió.
—Betty, que están recién casados —dijo sin que le diera vergüenza—.
¿Qué quieres hacer?
—Esa hubiera sido mi siguiente pregunta, Sr. Collins, —respondió
Demi tranquilamente—. Aunque te diré que, ahora, mi marido no viaja sin mí
—Ella cogió su mano entre las suyas y le sorprendió lo frías que estaban y su
forma posesiva de sujetarlas.
—Oh, seguramente no creerás que voy detrás de tu marido, ¿no?—se
burló Betty—. Sólo queremos ver nuestro caballo de carreras en buenas manos.
Nadie conoce a los pura sangre como Joe. —dijo cambiando de postura para
lucirse más. Tenía una figura perfecta y no dejaba de enseñarla siempre que era
posible para conseguir lo que quería—.
Debes estar muy insegura con matrimonio,
querida, si no confías en que tu esposo vaya de viaje con una mujer casada y su
marido. Y eso lo que demuestra es que, la vuestra, es una triste relación.
Demi enrojeció. Parecía que, de repente, sospechaba de Joe. El
la miró entornando los ojos, como si hubiera tomado muy en serio las palabras
de Betty. Y su mano se quedó como muerta en la de ella, como si no sintiera
nada al tocarla.
Demi notó como se alejaba y ella lo soltó. Como excusa, dijo:
Joe y yo llevamos casados sólo dos semanas.
—Sí, querida, pero si estás embarazada, eso solo significa que vosotros
ya estabais durmiendo juntos antes de casaros, si no calculo mal —preguntó intencionadamente.
Demi estaba entre la espada y la pared. No podía admitir que
ella y Joe sólo había dormido juntos desde su boda, a no ser que descubriera su
mentira sobre el embarazo.
Ella miró a Joe, que había empezado a hablar, pero
no para ayudarla. De hecho, parecía que odiaba estar atado a Demi, ahora que Betty
estaba a su alcance. Ben no parecía celoso en absoluto.
Era un pensamiento
aterrador para Demi que estaba enamorada de su marido, el cual le había dado
unos motivos bastante sospechoso para casarse con ella y que había admitido que
todavía sentía algo poderoso por su ex esposa. Había dicho también que no podía
ofrecerle a Demi amor, sólo afecto.