sábado, 6 de julio de 2013

Marido De Papel Capitulo 14




Betty se levantó. Había esperado enfadarlos, pero la habían sorprendido con el anuncio de que esperaban un niño. Las cosas no estaban saliendo según sus planes.

—Joe, ¿te ha dicho Bob algo sobre el caballo de carreras? El comprador espera poder reunirse con nosotros en Corpus Christi para echarle un vistazo —dijo, yendo directa al grano—. 

Es un ganador, un pura sangre, y no te timaremos. Conseguiremos un buen precio.

¿Por qué no se dio cuenta de que Betty podría haber tenido otro motivo, cuando Bob casi se había invitado a él mismo y a Betty a almorzar? 

Había pensado que había puesto a Bob de excusa, porque quería volver a verlo porque, a lo mejor, había lamentado el divorcio. Pero todo era como en los viejos tiempos.

 Solo era una forma de ganar dinero para ella y para Bob. Su cuerpo lo había cegado. Airadamente señaló a Demi y dijo:

—No creo que a Demi le convenga viajar ahora, —respondió, continuando con la farsa del embarazo.

—No tiene que venir con nosotros —dijo Betty de manera cortante.
Bob se rió.

—Betty, que están recién casados —dijo sin que le diera vergüenza—. ¿Qué quieres hacer?

—Esa hubiera sido mi siguiente pregunta, Sr. Collins, —respondió Demi tranquilamente—. Aunque te diré que, ahora, mi marido no viaja sin mí —Ella cogió su mano entre las suyas y le sorprendió lo frías que estaban y su forma posesiva de sujetarlas.

—Oh, seguramente no creerás que voy detrás de tu marido, ¿no?—se burló Betty—. Sólo queremos ver nuestro caballo de carreras en buenas manos. 

Nadie conoce a los pura sangre como Joe. —dijo cambiando de postura para lucirse más. Tenía una figura perfecta y no dejaba de enseñarla siempre que era posible para conseguir lo que quería—. 

Debes estar muy insegura con matrimonio, querida, si no confías en que tu esposo vaya de viaje con una mujer casada y su marido. Y eso lo que demuestra es que, la vuestra, es una triste relación.

Demi enrojeció. Parecía que, de repente, sospechaba de Joe. El la miró entornando los ojos, como si hubiera tomado muy en serio las palabras de Betty. Y su mano se quedó como muerta en la de ella, como si no sintiera nada al tocarla.

Demi notó como se alejaba y ella lo soltó. Como excusa, dijo:
Joe y yo llevamos casados sólo dos semanas.

—Sí, querida, pero si estás embarazada, eso solo significa que vosotros ya estabais durmiendo juntos antes de casaros, si no calculo mal —preguntó intencionadamente.


Demi estaba entre la espada y la pared. No podía admitir que ella y Joe sólo había dormido juntos desde su boda, a no ser que descubriera su mentira sobre el embarazo. 

Ella miró a Joe, que había empezado a hablar, pero no para ayudarla. De hecho, parecía que odiaba estar atado a Demi, ahora que Betty estaba a su alcance. Ben no parecía celoso en absoluto. 

Era un pensamiento aterrador para Demi que estaba enamorada de su marido, el cual le había dado unos motivos bastante sospechoso para casarse con ella y que había admitido que todavía sentía algo poderoso por su ex esposa. Había dicho también que no podía ofrecerle a Demi amor, sólo afecto.

Marido De Papel Capitulo 13




Cómodamente es un decir —se burló Betty—. Pero tenemos una oportunidad que nos puede hacer salir a flote. 

Esa es la razón por la que estamos hoy aquí. —Ella sonrió coquetamente a Joe, quien parecía muy incómodo, y se inclinó de nuevo contra su escritorio en una pose muy seductora—.

¿Cuándo os habéis casado, Joe? ¿Cuándo oíste que volvíamos?
Su rostro se endureció.
—Eso no es un motivo para casarse.
—Me pregunto… tu mujer es muy joven y parece preferir la vida al aire libre que ser ama de casa. No es nada amistosa. ¿Es la chica de la granja pequeña cuyo padre acaba de morir? No pertenece a tu círculo social.
—Oh, yo no diría eso —dijo una voz desde la puerta.

Joe se volvió hacia su esposa y no la reconoció. Su cabello rubio estaba alrededor de sus hombros, limpio y brillante, y llevaba un vestido de seda amarillo que hizo que hasta Bob la mirara.

Solo llevaba el maquillaje y el toque de perfume suficientes. Hank bajó los ojos hasta sus largas y elegantes piernas y sintió como su cuerpo se tensaba, al recordar como era besarla.

 En su rostro se refleja el recuerdo. En el de Betty la consternación.
Demi caminó moviendo su cuerpo graciosamente y tomo, posesivamente a Joe por el brazo. 

Fue un impulso lo que le hizo comprar ese vestido de diseño para salir con Joe. Nunca había tenido oportunidad de estrenarlo, por lo que lo había guardado—. Pensé que habías olvidado la invitación —dijo ella impasible, echando un vistazo en Betty—. Se nota que estamos recién casados —añadió con un cariño indulgente.

Betty se puso colorada por la rabia que sintió. Cruzó las piernas y se inclinó más hacia el escritorio, con los ojos entrecerrados.
—Muy recién casados, según acabamos de enterarnos. Le estaba preguntando a Joe a que se debía tanta prisa.

Demi sonrió recatadamente mientras se tocada su Barriga.
—Bueno, estoy segura de que sabes lo impetuoso que es —murmuró con voz ronca, sin levantar la vista.

El gesto fue suficiente. Betty parecía a punto de ahogarse.
A Joe le sorprendió la rapidez con la que su esposa entendió y controló la situación, protegiéndolo. Había sido horrible con ella y ahora había salvado su orgullo. 

Había estado a punto de caer de nuevo en las redes de Betty, pero aquí estaba Demi para llamarlo devolverle la cordura. 

Teniendo en cuenta que no le había hecho ningún caso desde que se casaron y, encima, la gran sorpresa de hoy, estaba claro que se había portado como toda una dama.

Puso su brazo alrededor de su cintura y le sonrió agradeciéndole lo que había hecho.

—Un niño es nuestra primera prioridad, aunque no lo esperábamos tan pronto, —añadió, sonriendo, mientras mentía descaradamente—. Estamos esperando un hijo.

Bob los miró con nostalgia, mientras Betty echaba humo.
—Me hubiera gustado un niño, —les dijo—. Sin embargo, no hemos tenido esa suerte.

—Los niños son una molestia, —murmuró Betty—. Son irritables mientras y hasta que crecen.


—¿No fue una suerte que tu madre no pensara así? —contestó Demi con suavidad.

martes, 2 de julio de 2013

Mi Adorable Rebelde capitulo 30





¡Atractivo!— repetí — Atractivos son los cachorros, atractivas son las sales de baño, atractivo es el chocolate… ¡puaf! ¡Ya estaba pensando en Swiss Kriss de nuevo! Atractivo es el té caliente…

— Se me ocurre que el pelo — dijo Katie meditativa, ignorándome —. Se lo ve tan… suave.

— ¿Suave? — Se me hizo un nudo en el estómago al imaginarme tocando su revuelto pelo castaño. Alejé el pensamiento de mi mente.

 — ¿Por qué no te acompaña Joseph a tu casa, si eso es lo que sientes? — dije con desdén.
— Repito: no lo tragas — constató Katie rápidamente —. En fin ¿Qué me cuentas de mi propio problema con respecto al Baile de Otoño? ¿Qué voy a hacer?

Suspiré. Francamente, me alegró cambiar de tema.
— Está bien, recuérdame en qué punto estábamos. En la actualidad no puedes ir, a menos que lo hagas con Pat, ¿correcto?

— No, a menos que encuentre una mentira muy convincente para explicar porque tengo que ir a la biblioteca con un vestido semiformal — dijo Katie, resentida.
— De acuerdo…

Permanecí en silencio un momento.
— ¿Y? — me urgió ella —. ¿Tienes alguna buena idea?
— Tengo una — dije con cautela —. Aunque no creo que se la pueda llamar una idea de veras buena.

— Oh, habla — se impacientó Katie.
Inhalé una larga bocanada de aire.

— ¿Quién es tu compañero de laboratorio en la clase de Sonrisita?
Katie frunció el ceño.

— Gus Pendleton. ¿Por qué?
— ¿No te gustaría ir al Baile de Otoño con él? — dije, tratando de mostrar algún entusiasmo.
— ¿Qué?
— ¿No te gustaría ir al Baile de Otoño con Gus…?
— ¡Ya te oí! — Me interrumpió Katie — ¿Con Gus Pendleton? ¿Estás loca?
— Sí — contesté —. Pero sólo a título informativo: ¿Qué tiene de malo Gus Pendleton?

— Te diré — contestó Katie en tono presumido —. Dado que vivo justo detrás de los Pendleton, te puedo decir con exactitud lo que tiene de malo Gus. Está construyendo un fuerte en su patio trasero.
— ¿De veras? — dije con interés a pesar mío.
Katie asintió.

— Sí, tiene toda esa basura…madera y otras cosas.
— Bueno, eso no quiere decir…

— Y además, vino a pedirle a papá si le podía dar alguna cinta aisladora que nos sobrara, y papá le preguntó para qué, y Gus dijo: Estoy construyendo un fuerte.

Katie me miró con expresión de triunfo.
Me resultaba difícil argumentar que ir al Baile de Otoño con alguien que estaba construyendo un fuerte sonaba cualquier cosa menos alentador. Pero tampoco era para desesperarse.

— Sin embargo — dije alegremente —, Gus Pendleton es mejor que Marea Alta Pat.
Katie suspiró.
— Sí, supongo que sí… Pero ¿Por qué Gus?
Me encogí de hombros.

— Sólo pensé… Ya sabes cómo Sonrisita se la pasa esperando que todos los que trabajan en pareja se enamoren. Y pensé que, si le explicaba que tú y Gus de veras querían ir al Baile de Otoño juntos — Katie gimió y yo hablé en voz más alta —entonces él podría, tú sabes, hacerle ver las cosas a tu madre. Después de todo, es probable que ella escuche a un profesor.

— Antes que nada — dijo Katie —, y debes creerme, esta es sólo una de muchas, muchas razones, Gus Pendleton jamás demostró el menos interés en mí.— De repente, lanzó una risita.

— Aunque supongo que podría ofrecerme para coser almohadas para el fuerte o algo por el estilo.
Yo también reí.

— Quizá puedan ir allí después del baile — sugerí--. Un lugar íntimo y romántico…
Katie gimió.

— Escucha, Demi, esto no tiene nada de gracioso. ¿No puedes proponer algo mejor?

— Bueno, trataré —dije vacilante.
— Está bien — aceptó Katie — Te llamaré más tarde.
Nos despedimos y me encaminé a casa.

Una vez adentro, oí a Anne que parloteaba con mamá.
— ¿Por qué no puedo hablarle? — decía.
— Porque vino a ayudar a papá con el jardín, querida — dijo mi madre —. Y no quiero que le distraigas.

— Bueno, ¿le puedo decir hola?
— Por supuesto.
— ¿Puedo hacerle, digamos, cinco preguntas?
— No.
— ¿Por qué no?

— Preciosa, acabo de decirte…
— Bueno, ¿Demi puede hablarle?

— Anne, eso es diferente. Se conocen del colegio. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 29




Miré hacia el frente del aula.

En el pizarrón, Swiss Kriss escriba posibles nombres para el baile con su adornada letra cursiva. Hasta el momento había escrito NOCHES ALPINAS, GLORIOSO BAILE DE OTOÑO Y ROMANCE EN LA MONTAÑA.

— De veras creó que podemos encontrar algo mejor dijo ansiosa —. Ninguno de estos nombres es... bueno, bastante "suizo".

— Está bien — me dirigí a Joseph —. Cuéntame la anécdota.
Después de todo, oír su relato iba a ser mejor que escuchar a Swiss Kriss.

— Muy bien — comenzó Joseph alegremente —. Fui al baile de fin de año con una chica que me parecía imponente, y después de bailar la cuarta pieza, me dice: "¡Esta vez sí seguiste el ritmo!".

En ese momento sentí un nudo en el estómago. "Una chica que me parecía imponente", repetí para mis adentros. ¿Qué clase de chica consideraría él imponente?
Joseph me observaba.

— ¿No es horrible? — dijo —. El hecho de decirme que esa vez sí había seguido el ritmo es un insulto muy grande. ¿Cómo crees que había quedado el resto del tiempo?

Enderecé los hombros y traté de serenarme.
— No es una historia tan humillante como pensé que iba a ser. Cuéntame otra.
Joseph sacudió la cabeza.

— Primero dime con quién vas a ir a el Baile de Otoño — repuso —. Es decir, suponiendo que ya tengas acompañante. ¿Qué daño puede causarte? A la larga, todos vamos a enterarnos, ¿no te parece?
Swiss Kriss volvió a aclararse la garganta.

— Disculpen — dijo —. Agradecería que ahí atrás no hablen tanto. — Sonrió con gentileza, absolutamente cautivadora con su blusa celeste y su falda corta. —Bien, como iba diciendo, si sus padres alguna vez fueron a Suiza, o a algún lugar cercano a Suiza...

 — pareció ponerse un poco nerviosa al llegar a este punto; me pregunto si alguna vez miró un globo terráqueo — hagan que me llamen para charlar acerca de la donación de sus recuerdos de viaje.
Joseph seguía mirándome.

— Dime quién es, Demi — susurró —. Prometo no reírme.
— ¿Por qué estás tan interesado?— pregunté —. ¿Con quién irás tú al baile?
— ¿Yo? — dijo Joseph con aire travieso.

— Si, tú — repetí. Recordé su conversación telefónica con Marty y el corazón empezó a latirme con fuerza. — ¿A quién vas a llevar a...?

Me detuve, súbitamente consciente de que la habitación había quedado en silencio y de golpe, Joseph y yo éramos el centro de la atención de todo el mundo.
Joseph sonrió.

— Lamento no poder ir al Baile de Otoño contigo, Demi — dijo en voz alta y clara —, pero ya me lo pidió alguien.
Sentí que me sonrojaba.

— Tú... tú sabes que no te estoy pidiendo...
— No debes avergonzarte — dijo Joseph con suavidad —. Tendrías que habérmelo pedido antes.
¡Jamás te lo pedí!

— Disculpen — dijo Swiss Kriss con un pestañeo de sus enormes ojos azules —. Creo que nos estamos apartando de nuestro objetivo. ¡Por favor, atención todos! ¡Piensen en suizo!

Me abaniqué con una libreta. Por lo menos, ya no nos miraban.
— ¿Por qué no me dices con quién vas a ir tú, Joseph? — Dije con aspereza —, ¿O es un secreto?

— En absoluto — contestó él —. Iré con Swiss Kriss.
— ¿Qué pasa conmigo? — le pregunté a Katie esa tarde mientras caminábamos hacia mi casa en medio de la brillante luz otoñal. 

Katie llevaba puesto un suéter de muchos colores apagados que su abuela le había tejido. Odiaba ese suéter, y sólo lo usaba por mantener la armonía familiar. Aunque nunca descubrí porque lo odiaba. A mí me parecía ideal para ella, con esos hermosos matices de azul, dorado y rosa.
Katie suspiró compasiva.

— Demi — dijo con cautela —, sé que sólo tratabas de poner a Joseph en su lugar, pero ya sabes cómo es. Nunca se toma nada en serio y le encanta burlarse de ti… —Frunció el ceño. — Oh, no pensarías que iba a invitarte, ¿verdad?
— ¡Claro que no! — dije indignada, mientras me ruborizaba furiosa —. ¿Por qué iba a pensarlo? ¿Por qué iba a desear pensarlo? ¿Acaso alguna vez dije dos palabras positivas sobre Joseph Conner?

— No — admitió Katie —. Ni siquiera recuerdo que hayas dicho una sola.
Me apretó una mano.

— Y va a ir con Swiss Kriss — proseguí —. ¿Cómo voy a seguir viviendo después de esto? Ya sería malo que todos pensaran que le pedí al buen amigo de Joseph Conner que me llevara al baile, pero no, se lo pedí… quiero decir, piensan que se lo pedí, al tipo-que-en realidad-va-a-llevar-a-la-chica-más-popular-del-colegio.

— Oh, yo no apostaría a que de veras van a ir juntos. Es probable que Swiss Kriss no recuerde quién es cuando vaya a buscarla — dijo Katie, quien obviamente todavía recordaba el incidente de Frankenmuth.

— No sé — dudé en tono sombrío —. Después de todo, ella sí se lo pidió… Al menos, es lo que Joseph dijo. Me pregunto qué diablos le ve.

— Sé que tú no lo tragas, pero hay algo atractivo en Joseph — comentó Katie. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 28




— No me lo recuerdes.
— ¿Te cuento lo de la llamada telefónica que me hizo la señora McCracken anoche?
— No.

— Estaba recostado en el sillón, comiendo unas pasa de uva, y suena el teléfono —continuó Joseph —, Atiendo y oigo una voz gruñona y sarcástica que dice: "¿Hablo con el joven señor Conner?"

Suspire. Resultaba difícil no escuchar las historias de Joseph. Jamás le pasa algo normal.

— De modo que contesté: "No, esto es un centro de rehabilitación para drogadictos; ¿está preparada para admitir que tiene un problema?", y colgué — dijo Joseph —. Pero después me sentí renervioso toda la noche, de miedo a que volviera a llamar.

Lo miré. Ahora que hablábamos del tema de las semillas, no pude menos que sentir un poco de curiosidad por todo el asunto.
— ¿De dónde sacaste esas semillas?
Joseph sonrió apenas.
— Bobby Weller.

— ¡Bobby Weller! — exclamé. Sabía que Bobby andaba en malas compañías, pero de todos modos resultaba sorprendente.
Swiss Kriss se aclaró la garganta en el frente de la habitación.
— Disculpen — dijo con su dulce y suavecita voz.

— Era mi primer día aquí — susurró Joseph — y por casualidad me senté al lado de él durante el almuerzo. Bobby me dijo: "Eh, compañero, ¿te gusta compartir?"

A mí pesar, miré a Joseph con admiración. Es asombroso lo bien que imita a la gente. Hablaba a la perfección con la voz lenta y aletargada de Bobby.

— Pensé que se refería a compartir una fiesta, amigos, o algo así — continuó —. De modo que le dije que sí, claro, y Bobby siguió: "Bueno, entonces esto te gustará". Y me entrego una bolsa con semillas.

— ¿Entonces por qué se las diste a la señora McCracken?
Sonrió.

— Bueno, no quería plantarlas yo mismo, pero tenía mucha curiosidad por saber qué eran.

— Oh, vamos —repuse con amargura —. Como si no lo hubieras sabido.
— Es que no estaba del todo seguro — se defendió Joseph —. 

Y me dije: ¿Qué mejor manera de saberlo que dárselas a la señora McCracken? Tiene ese macetero en la ventana, lleno de plantas muertas. Pensé que se sentiría agradecida por una ayudita en materia de jardinería.
Lo miré sin compasión.

— ¿Y por qué tuviste que llamar a la policía?

— Oh, sólo para divertirme un poco — contestó Joseph con naturalidad.
— ¿Divertirte? — repetí incrédula —. Pudiste haberte metido en un problema muy serio, ¿sabes? Tuviste suerte de salir tan fácilmente de todo eso.
Joseph me dio unas palmaditas en el hombro.
— Me alegro de que estés hablando conmigo. ¿Qué haría yo sin tus palabras de advertencia y censura?

Entrecerré los ojos. No iba a permitir que me hiciera sentir como una prejuiciosa... Bueno, una prejuiciosa embajadora de los estudiantes o algo por el estilo.

— Lo digo en serio, Joseph. Lo que hiciste fue completamente ridículo. Estoy segura de que muchos estarían de acuerdo conmigo.

— Si hubieras estado allí cuando vinieron los policías, no dirías eso. — Sonrió con expresión soñadora. — Te digo que fue mejor de lo que esperaba. De haber sabido que tenías hora con el dentista, habría esperado un día más.

Acercó su silla a la mía. Nuestras rodillas se rozaron y yo sentí una agitación en el pecho. Deseé no ser la siempre tan consciente de su contacto. Deseé no recordar la sensación que me había provocado su mano en la cintura.

— Hablando de otra cosa — dijo Joseph —, ¿por qué estás en la comisión del Baile de Otoño? Pensé que nunca ibas al Baile de Otoño por una cuestión de principios o algo parecido.

— Tal vez haya cambiado de opinión.
— ¡Oh, qué bien, alguien te invitó!
— Dije "tal vez" — contesté, tajante.

— Hmmm — dijo Joseph —. Eso significa que todavía nadie te invitó, pero que te anotaste en la comisión del Baile de Otoño en la esperanza de encontrar un montón de personas que se mueren por ir y tampoco tienen acompañante.
Puse los ojos en blanco.

— ¿Alguna vez dije que me muero por ir? — pregunté —. ¿Lo hice? ¿Acaso esas palabras salieron de mi boca?

— No — admitió Joseph —. Sólo estoy adivinando.
— Bueno, pues no adivines.
— ¿Sabes una cosa? — susurró Joseph —. Puedo decir que eres la hija mayor porque no te salen muy bien las réplicas. Decir: "Bueno, pues no adivines", no hace más que incentivar mis deseos de burlarme de ti. Si tuvieras hermanos mayores, serías más rápida en materia de...

— ¿De humillar a la gente? —Levanté una ceja.

— Exactamente — dijo Joseph en tono de aprobación —. Y ahora, si de veras quieres que sigamos charlando, pregúntame qué pasó en mi baile de fin de curso del primer año.

— Tal vez te asombres — repuse lentamente —, pero a mí no me importa lo que pasó en tu baile de fin de curso de primer año.

—Vaya si me asombra —dijo Joseph —. Porque me sentí muy mal, y creo q tú habrías estado muy complacida.