lunes, 6 de mayo de 2013

La Chica que A La Que Nunca lo Miro Capitulo 28




–Bueno… ¿qué?
 –He estado pensando… –comenzó a decir ella y tomó aliento. El corazón le latía a toda velocidad, mientras él la observaba como si fuera a taladrarla con la mirada.

 –No es buena idea pensar –interrumpió él, sintiéndose cada vez más incómodo–. ¿Quieres que te dé un consejo? No pienses. Disfruta, nada más.
 –No sabes lo que he estado pensando.

 –No quiero saberlo. Por la cara que tienes, adivino que, sea lo que sea, no me va a gustar.
 –Quiero que sepas que solo mantengo lo que te he dicho todo el tiempo, Joseph

Tú y yo no estamos hechos el uno para el otro. Nos divertimos juntos, pero a la larga somos como agua y aceite. Nuestras personalidades no combinan bien –le espetó ella, bajando la mirada.
 –No tengo ni idea de lo que estás hablando. Si quieres decir algo, te sugiero que me mires a los ojos y lo digas.

 –Esto… –balbuceó ella y levantó la vista–. Todo esto… ha sido divertido, muy agradable, y he disfrutado de cada minuto, pero creo… Creo que es momento de que lo demos por terminado.

 –No doy crédito –dijo él en voz baja, tratando de mantener la calma, a pesar de que tenía ganas de pagar su rabia con la decoración del exquisito restaurante–. Estás rompiendo conmigo. ¿Es eso?
 –Es una forma de expresarlo.

 –¿Qué quieres decir? No sé qué está pasando, pero este no es lugar para tener esta conversación. Vamos a mi casa.

 –¡No! –negó ella. Eso sería aún mucho peor, pensó. No quería hablar de eso rodeada por el lugar que le recordaba lo mucho que iba a perder… 

La cocina donde habían preparado la comida juntos, la mesita donde habían jugado al Scrabble… porque ella le había obligado a hacerlo… el dormitorio con cama de matrimonio que no volvería a ocupar… No podría soportarlo.

 Joseph levantó ambas manos en un gesto de rendición. La miró con ojos fríos e interrogadores.

 –Mira –dijo ella, poniendo las manos sobre la mesa–. Hay algo que tengo que decirte pero, antes de nada, tenemos que dejar claro lo de nuestra relación. Tenemos que admitir que no iba a durar para siempre. Es necesario que rompamos.

 James se pasó los dedos por el pelo. Le temblaban las manos.
 –Entre anoche y esta noche, has decidido, de pronto, que tenemos que romper… ¿y esperas que yo te siga la corriente? No pienso hacer nada parecido.

 –No pretendía que esta conversación fuera así, Joseph. No pensé que esto fuera a pasar, pero… pero… ha sucedido algo.

 –¿Qué? –inquirió él, mientras su imaginación contemplaba las más horrendas opciones, sintiéndose caer por un precipicio–. Has encontrado a otra persona. ¿Es eso? –preguntó con incredulidad. ¿Había habido otro hombre rondando sin que él lo supiera? ¿Uno de esos tipos melosos y sensibles que ella consideraba como pareja ideal? 

No se le ocurría ninguna otra razón por la que Demi pudiera estar ahí sentada, diciéndole que había sido divertido, pero…
 –No digas tonterías. No he encontrado a nadie. ¿Acaso crees que tengo tiempo para buscarlo?

 –¿Me estás diciendo que crees que he monopolizado tu vida? Si es eso, no me importa tomarme las cosas con más calma –aseguró él, sorprendiéndose a sí mismo de lo dispuesto que estaba a lo que fuera con tal de contentarla.

Demi sabía que a él no le costaría tomarse las cosas con más calma. No había invertido nada emocionalmente hablando.
 –No, no es eso.

 –A ver si lo entiendo. Sin ninguna razón en particular, de pronto, has decidido que no podemos seguir juntos. No hay nadie más, los dos nos estamos divirtiendo…

 pero eso no es bastante para ti. ¿Me estoy perdiendo algo? Porque tengo la sensación de que sí.
 –No es tan fácil decir esto, Joseph, por eso, voy a ir al grano. Estoy embarazada.

 Demi no fue capaz de mirarlo a la cara e inclinó la cabeza. El silencio pesó sobre ellos.
 –No puede ser. Estás usando anticonceptivos.

 He visto las píldoras que guardas en el baño. ¿Quieres decirme que has fingido tomarlas? –preguntó él, haciendo todo lo posible para no enfrentarse de frente y aceptar el hecho que ella acababa de revelarle.
 –No puedo hablar aquí, Demi.

 –No pienso ir a tu casa.
 –¿Por qué diablos?
 –Porque quiero hablar de esto en territorio neutral.
 –Desde luego, tú sí que sabes elegir las palabras.

sábado, 4 de mayo de 2013

Marido De Papel Capitulo 5





Ella le dio la vuelta a la yegua y galopó hacia el rancho, olvidándose de la valla con las prisas. Tendría que volver más tarde. De momento lo único que quería era estar a la sombra y beber algo frío.

Una vez de vuelta en su casita, se miró en el espejo del baño después de darse una ducha y no podía creer que fuera la misma mujer que había estado en los pastos esa mañana. Parecía tan diferente.

Había algo nuevo en sus ojos, algo más femenino, misterioso y secreto. Sentía de nuevo la lentitud con que la había tocado Joe Jonas con sus fuertes dedos y se sonrojó.

Se había producido una rara y hermosa magia entre ellos allá en el campo. Ella lo amaba tanto. Ningún otro hombre había tocado su cuerpo, ni ella amaría nunca a otro. Pero, ¿cómo reaccionaría cuando se enterara del contenido de la voluntad de su padre? Él no quería casarse de nuevo.

 Lo había dicho bastantes veces. Y aunque ellos eran amigos desde hacía mucho tiempo, se lo señalado de nuevo a la vez que la hacía admitir su inocencia. Él, obviamente, quería una aventura, pero se dio cuenta que no podría justificarse ante su conciencia. No podía seducir a una mujer inocente.

Ella entró en su dormitorio y se puso un vestido azul de punto, dejando su pelo, recién lavado y seco, suelto alrededor de sus hombros. 

Había dicho que hablarían más tarde. ¿Significa esto que él sabía algo sobre el testamento? ¿Le iba a pedir que lo impugnara?
No tenía ni idea de qué esperar. Tal vez todo fuera bien. Ya habría tiempo para preocuparse.

Caminaba alrededor de la sala, mirando con tristeza, el miserable mobiliario que su padre y ella habían comprado hacía muchos años. No ha habido ningún dinero para renovar la tapicería ni las cortinas, ya que habían puesto todo lo que tenían en unas pocas cabezas de ganado vacuno y un toro.

 Sin embargo, el mercado de ganado estaba bajando y, si había un mal invierno, no se podría permitir comprar pienso. Tenía mucho heno y maíz que recoger durante el invierno. 

Sin embargo, muchos de los que trabajaban en el rancho, lo habían dejado a la muerte de su padre, y ahora solo tenía dos ayudantes a tiempo parcial, a quien apenas podía pagar. Hasta un ciego podría ver que, ahora, no podría seguir adelante.

Podría llorar por las oportunidades que había perdido. No tenía educación secundaria, ni ninguna manera de ganarse la vida. Lo único que sabía era cómo alimentar a los terneros y venderlos después. 

Había ido a las subastas y sabía cómo comprar, cómo escoger el ganado para la venta. Sobre caballos sabía mucho menos, pero eso apenas importaba. Sólo había una yegua y Toast y, la persona que trabajaba a tiempo parcial, los había cuidado y alimentado hasta que vendieron a Toast.

 Por lo menos, sabía como ensillarlos. Sin embargo, para Dana, un caballo era una herramienta para trabajar con el ganado. Joe protestó cuando ella dijo eso. El criaba palominos de pura sangre y le gustaban todos y cada uno de ellos. No podía entender que cualquier persona no amara los caballos tanto como él.

Curiosamente, sin embargo, era su único punto de la discordia. En la mayoría de las demás cosas recordó, incluso en la política y la religión, estaban de acuerdo. Y les gustaban los mismos programas de televisión. 

Sonrió, recordando la cantidad de veces habían compartido el mismo entusiasmo por las series semanales, especialmente los de ciencia ficción. Joe también había sido amable con su padre, y muy paciente, sobre cuando un hombre que había vivido como un caballero, tenía que aprender a ser un ganadero con cincuenta y cinco años.

Demi pensó tristemente que quizá su padre habría vivido más tiempo si no hubiera tenido una profesión exhaustiva. Había sido inteligente y tenía mucho que ofrecer.

Marido De Papel Capitulo 4




Ella sollozó, porque no tendría que haber dicho eso. Su propio cuerpo la traicionó, descubriendo todos los secretos que tanto le había costado guardar.

Pero él tenía una duda. Con la mano todavía sobre su pecho, su boca sobre la suya, mirándola con sus ojos oscuros, vigilantes.

—Todavía eres virgen, ¿no? —pregunta aproximadamente.
Ella sorbió, sus labios hinchados por sus besos.
Él la sacudió suavemente.
—¡Dime!
Ella se mordió su labio inferior, mientras que miraba su garganta. Podía ver su pulso latiendo allí.

—Ya lo sabes —dijo ella escupiendo las palabras.

Él pareció no respirar durante un minuto, y luego, lentamente, exhaló el aire. Se sentó y la envolvió en sus brazos para tenerla más cerca, meciéndola mientras tenía el rostro enterrado en su garganta, contra su pulso rápido.

—Sí, sólo quería estar seguro, —dijo, después de un minuto. La miró detenidamente y sonrió tristemente, abrochándole la blusa de nuevo.

Ella se separó, aturdida. Sus ojos se aferraban a él, como si dudara de su cordura.
Tenía la boca hinchada. 

Sus ojos, de color azul oscuro, estaban abiertos como platos de color azul oscuro, contrastando con la palidez de su cara. En ese momento estaba más hermosa que había conocido nunca.

—No quiero hacerte daño, —dijo suavemente—. Hemos aprendido algo más de lo que sabíamos el uno del otro y no va a cambiar nada. ¿Todavía somos amigos?
Esto último sonó como si fuera una pregunta.

—… Por supuesto —balbuceó ella.
Se levantó, abrochándose su propia camisa y remetiéndosela, mientras la miraba con una nueva expresión.
Posesión.

Sí, eso era. Parecía como si ahora ella le perteneciera. Y ella no entendía su mirada ni su propia reacción a la misma.
Ella movió sus pies, para ver si se había roto algo.

—El alambre no ha roto la piel, por suerte para tí, —dijo él—. Los vaqueros son gruesos y de tela fuerte. 

Sin embargo, de todas formas, necesitas una vacuna contra el tétano. Si no te la has puesto hace poco, iremos a la ciudad para que te la pongan.

—Me la pusieron el año pasado, —dijo ella, evitando sus ojos, yendo hacía Bess, a la que el semental estaba mirando con bastante curiosidad—. 

Será mejor que nos vayamos antes de que Cappy empiece a ponerse nervios.
El cogió la brida de Cappy para calmarlo.

—Será mejor que nos vayamos de aquí mientras podamos —aconsejó—. 

No creía que fueras a montar hoy o no me habría traído a Cappy. Por lo general montas a Toast.

Ella no quería decirle que habían vendido a Toast para ayudar a pagar una de las deudas pendientes de su padre.

Él miró su movimiento en la silla de montar, mientras mantenía al semental a una buena distancia.

—La excitación no es sólo algo humano. Iré a verte más, —le dijo a ella—. Tenemos algunas cosas de las que hablar.
—¿Cómo qué? —pregunta.

Pero Joe no ha respondido. Cappy se estaba encabritando, mientras él trataba de controlarlo.
—Ahora no. ¡Nos vemos en tu casa!

Marido De Papel Capitulo 3




—Y eso es lo que más me gusta de ti, —dijo roncamente—. Tú nunca juegas. Cada cosa la haces honestamente —mantuvo su mirada—. 

No sería un hombre si no te mirara. Tienes unos preciosos, como el mármol rosado y no hace falta mucho más para que me sienta tentado. No debes avergonzarte de una reacción natural al igual que…

Ella no estaba muy segura de lo que quería decir.
—¿La reacción natural? —ella vaciló, abriendo mucho los ojos.
Él frunció el ceño.
—¿No lo entiendes?

Ella no lo sabía. Había estado muy protegida y enamorada. Descubrió sus sentimientos por Joe cuando tenía diecisiete años y nunca miró a ningún otro hombre. Sólo salió dos veces con chicos. 

Los dos eran muy tímidos y nerviosos y cuando uno la besó le pareció muy desagradable, y cuando uno de ellos había besado, que había considerado desagradable.

Había visto varias películas, algunas de las cuales eran bastante explícitas. Pero no detallaban lo que ocurría entre una pareja, sólo lo mostraba.

—No —dijo por último, con un gemido—. Bueno, creo que estoy desesperada. No voy a la moda, no tengo tiempo para leer novelas actuales…!
La miró más de cerca.

—Algunas lecciones se cobran un alto precio. Pero tú estas a salvo aquí conmigo.
Posó su mano sobre ella y, sorprendentemente, sacó su pecho fuera de camisa pasando el dedo por su duro pezón. La mirada de él mientras la tocaba, hizo que la experiencia fuera aún más sensual.

—El deseo es la causa, —explicó en silencio—. La parte que más se hincha de un hombre es el pene y de la mujer los pechos cuyos pezones se ponen duros. Es una reacción como consecuencia de la emoción, y no hay porqué avergonzarse.

Apenas podía respirar. Sabía que su cara estaba ardiendo, y su corazón latía muy deprisa. Ella estaba sentada en medio del campo, a plena luz del día, dejando que Joe mirara sus pechos y le explicara lo que es el deseo. Todo esto era como un sueño hecho realidad antes sus asombrados ojos.

—Lo sabía —sonrió el—. Eres preciosa —dijo suavemente, moviendo su mano y tirando de los bordes de la blusa para cubrirla de nuevo—. No escondas tu belleza.

 Hay confianza entre nosotros, ¿no? Siempre la ha habido. Por eso puedo hablar contigo fácilmente de cosas tan íntimas —frunció el ceño ligeramente—. Yo siempre ame a mi esposa, ¿no te lo había dicho? 

Ella me decía que estaba loco, pero la quería tanto que hubiera hecho cualquier cosa por ella. Pero yo no era lo suficientemente rico para darle todo lo que ella quería. 

Mi mejor amigo me dijo que invirtiera una gran cantidad de dinero en el sector inmobiliario y fue todo un fracaso. No creo que ella mirara hacia atrás cuando me dejó, pero durante semanas no pude dormir, porque la echaba mucho de menos. Todavía me ocurre de vez en cuando —suspiró al aire—. 

Y ahora van a venir aquí, ella y Bob. Ellos van a estar en la ciudad durante unas semanas mientras él se deshace de todas sus inversiones. Él se jubila, y quiere venderme su caballo de carreras. Va a ser muy doloroso, ¿no te parece? —él murmuró fríamente.

Ella sentía su dolor y pero no se atrevía a dejar que él viera lo mucho que l afectaba.
—Gracias por desenredarme, —dijo sin aliento y empezó a levantarse separándose de él.
Tiró de su mano y se quedó mirando mientras pensaba.
—No lo hagas. Quiero comprobar algo.

Sus dedos se dirigieron hacía los botones de su camisa y la desabrochó, sacándose después los faldones de los vaqueros. Su pecho es ancho y bronceado, poderoso con vello espeso.

—¿Qué estás haciendo? —susurró ella, asustada.
—Te lo dije. Quiero comprobar algo —la sentó sobre sus rodillas, y desabrochó los botones que quedaban de su camisa. Él miró inquisitivamente a su expresión. 

Ella estaba demasiado conmocionada para protestar, y luego la acercó a su pecho dejando que sintiera por primera vez el impacto de la semidesnudez de un hombre contra la suya propia.

Su respiración estaba agitada. Había maravillosa curiosidad en sus ojos cuando los levantó mirándolo fascinada.

Sus manos fueron hacía su caja torácica y la dibujó sensualmente, acunando aquel cojín suave de su pecho. Le hizo cosquillas y sus pezones se irguieron. 

Ella se agarró a sus hombros, arañándole sin querer, sintiendo como todos sus sueños parecían hacerse realidad a la vez. Sus ojos estaban oscurecidos por la pasión, fueron hacía su boca y la besó.

Sentía el ardiente calor de sus labios invadiendo lentamente su boca, jugando y bromeando con sus labios. Ella bebió de su aliento, como si estuviera degustando el mejor elixir del mundo.

 Débilmente sintió como su mano la acariciaba tiernamente, haciendo que su pezón se inflamara cada vez más. Jadeó otra vez y levantó la cabeza para que él pudiera ver sus ojos. Agitó el dedo pulgar sobre la punta endurecida y ella tembló impotente entre sus brazos.

—Sí —susurró en tono ausente, —eso es exactamente lo que había pensado. Podría hacerte el amor ahora mismo aquí.

Ella apenas lo escuchaba. Su corazón latía con fuerza. Sus dedos la tocaban, encendiendo su cuerpo. 

Se arqueó contra él, desesperada para no perder el contacto.
Sus ojos ocupaban toda su cara, su pecho desnudo presionado contra el suyo. Un contacto que le llegaba hasta el alma.
—Te quiero, —dijo tranquilamente.

La Chica que A La Que Nunca lo Miro Capitulo 27



Había estado a punto de cancelar la cita. ¡Había tenido que hacer un esfuerzo para vestirse con esas ropas que tan poco tenían que ver con su estado de ánimo!

 Demi se forzó a devolverle la sonrisa y llegó a la mesa con el estómago encogido.
 Se sentó delante de él y, cuando el camarero iba a servirle vino, negó con la cabeza y pidió zumo de naranja.

 –Estás preciosa –afirmó él, sin quitarle los ojos de encima–. Estoy deseando quitarte ese vestido dentro de un par de horas…

 –Siento… siento llegar tarde –murmuró ella en voz baja, jugueteando con su chal.
 –¡El tráfico es horrible! –exclamó él con gesto de frustración. Al mismo tiempo, empezaba a notar algo extraño en el ambiente, una especie de tensión que no podía identificar.

 –La verdad es que el tráfico estaba bien. Lo que pasa es que… he salido… de casa después de lo previsto.
 –Las mujeres tenéis esa prerrogativa.
 –Yo nunca llego tarde, Joseph. Lo odio.

 –Bueno, ya estás aquí. Al menos, no has cancelado la cita diciéndome que tu compañera de piso se encontraba deprimida y necesitaba un hombro en el que llorar.

Demi se sonrojó. No había modo de que Joseph supiera que las veces que había cancelado sus citas había sido con excusas inventadas. Su instinto de conservación la había impulsado a mantener las distancias. Y, en ese momento, se alegraba de ello.

 Entonces, ella hizo algunos comentarios corteses sobre el restaurante, le dijo que no hacía falta que la llevara a sitios tan caros.

 –Nunca he salido con una mujer a la que no le gustara salir a cenar a un sitio lujoso.
 –No me impresiona lo que puedes comprar con el dinero, Joseph. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? –replicó ella con tono irritado.

 –¿Es que vamos a pelearnos? –preguntó él, frunciendo el ceño. Se cruzó de brazos–. Que sepas que yo no pienso discutir.

 Ya que lo mencionaba, una pelea era justo lo que Jennifer quería. Necesitaba algo que liberara la tensión que había estado creciendo en ella durante las horas anteriores. Una discusión sería un buen punto de partida para lo que tenía que comunicarle.

 –No quiero pelear. Solo te digo que no me impresiona… esto. Es otra de las cosas que demuestra lo distintos que somos tú y yo.

 –¿Otra vez con esas? –protestó él y se inclinó hacia delante con gesto severo–. Pensé que te gustaría que te llevara a cenar a un sitio elegante. 

No me había dado cuenta de que ibas a tomártelo como un ataque contra tu código moral. Ni sospeché que fueras a acusarme de… ¿De qué me acusas?

 –No te acuso de nada. Solo digo que no es la clase de sitio que yo hubiera elegido para comer. Los camareros nos hacen reverencias, la comida no parece comida…

 –Bien. Pues nos vamos –decidió él. Cuando iba a levantarse, ella lo agarró para detenerlo.
 –No seas tonto.
 –Dime qué te pasa.

 –Nada. No me pasa nada. Bueno…

La Chica que A La Que Nunca lo Miro Capitulo 26





Joseph se miró el reloj por tercera vez en diez minutos. Demi llegaba tarde, lo que era inusual en ella. Pero no le importaba. 

Por primera vez en tres meses y medio, había sido ella quien había tomado la iniciativa al pedirle que se vieran. En cuanto lo había llamado, él había reservado mesa en uno de los restaurantes más lujoso de la ciudad.

 Por otra parte, a pesar de que siempre había detestado a las mujeres que querían tenerlo todo planificado con él con días de antelación, le molestaba que Demi fuera justo al contrario.
 Ella no tenía intención de impresionarlo. Ni de manipularlo. Había rechazado sus regalos. Y era muy huidiza.

 En dos ocasiones, había rechazado sus invitaciones al teatro, diciéndole que estaba muy ocupada. ¿Con qué? 

Otra vez, se había excusado diciendo que estaba cansada. Era cierto que él la había llamado un poco tarde, a las once de la noche, pero después de un agotador día de reuniones de trabajo no había querido ver a nadie más que a ella. No había podido dejar de imaginarla tumbada desnuda en la cama.

 Tampoco podía decirse que Demi estuviera haciéndose la difícil. Cuando estaban juntos, se entregaba a él por completo. Le hacía reír, lo excitaba, discutía si no estaba de acuerdo con algo. No era manipuladora. Era directa con todo lo que hacía y decía.

 Además, nunca hablaba del futuro. Lo hacía todo con vistas al presente y, poco a poco, Joseph llegó a la frustrante sensación de que, por muy sexy y agradable que fuera, no había manera de avanzar con ella.

Demi no tenía pensado comprometerse con él. Eso era bueno, se decía a sí mismo. Sin embargo, al pensarlo, no podía evitar ponerse furioso.

 Un camarero se acercó para rellenarle la copa de vino y le preguntó si necesitaba algo, mientras esperaba a su acompañante. El chef podía prepararle algunos aperitivos ligeros y deliciosos…

Joseph rechazó su oferta y encendió su iPad. Le dio un trago a su bebida, mientras ojeaba las fotos de una casa. Era una casa a las afueras de Londres, bien comunicada con la oficina. 

No era pretenciosa, ni tenía un portero sentado delante de una mesa de mármol, ni opulentas plantas artificiales en la entrada…

 Formaba parte de las propiedades de su compañía, aunque no podía competir con los ultramodernos alojamientos para ejecutivos que también tenía. 

Uno de sus agentes le había hablado de ella hacía poco, preguntándole si le parecía bien venderla. Él había ido a verla en persona y había decidido seguir manteniéndola.

Después de ponerle muebles nuevos, quedaría perfecta, había pensado Joseph. Y Demi estaría entusiasmada de poder mudarse a su propia casa, con un pequeño jardín, una panadería, una carnicería y una tienda de velas aromáticas en la misma calle.

 Había contratado decoradores para que la arreglaran y modernizaran, conservando su estilo original. Y había quedado estupenda.

 Era una suerte que no la hubiera vendido, se dijo Joseph, se recostó en su silla e imaginó con satisfacción lo mucho que ella se emocionaría cuando le diera la noticia.

 Se aseguraría de cobrarle un alquiler más bajo que el que estuviera pagando. De hecho, estaría dispuesto a dejársela gratis, pero sabía que Demi no aceptaría, pues era obcecada y orgullosa.

 Sin duda, Demi se alegraría, pensó. Y él ya no tendría que ir de puntillas cada vez que iba a visitarla, para no despertar a Ellie, su compañera de piso, ni andarse con cuidado para no abrir una cerveza que fuera del novio de Ellie.

 Cuando levantó la vista, la vio en la entrada, buscándolo con la mirada. Él cerró el portátil y lo colocó en la mesa de al lado.

 Cielos, estaba guapísima. Joseph le había avisado de que se arreglara, pues era uno de los restaurantes más exclusivos de Londres. Y ella lo había hecho. Se había puesto un vestido ajustado color granate y un chal sobre los hombros. El cuerpo de él reaccionó al ver sus curvas, su escote y su manera de caminar.

 Por primera vez, al sentir la mirada de apreciación de Joseph, Demi no se sintió cómoda, sino más nerviosa.

La Chica que A La Que Nunca lo Miro Capitulo 25




–No los dejas en la estacada –protestó él–. Tus razones son muy comprensibles. Tu padre se está haciendo mayor… el accidente de tu casa ha demostrado que, cada vez, harás más falta aquí… 

Te ha salido una oferta de trabajo y tienes que aprovechar la oportunidad mientras dure… Vas a entrenar a tu sustituta durante un tiempo. ¿Por qué crees que estás dejándolos en la estacada?

 –Porque así es.
 –Pues no entiendo tu lógica.
Demi chasqueó la lengua y suspiró. Para él, todo era blanco y negro nada más.

 –Desde mi punto de vista, has actuado de una forma práctica e inteligente –aseguró él.
 –Bueno, pues entonces, no quiero que me distraigas de lo que tengo que hacer en París.
 –Pero ya sabes que puede ser una distracción muy divertida… –susurró él con tono provocativo.

 –Estaré allí dos semanas. O, tal vez, tres. No mucho más. Lo justo para recoger mis cosas, guardar en cajas las cosas que tengo en mi piso, salir con mis amigos…

 Eso último era lo que más molestaba a Joseph, que no pudo evitar hacer una mueca. No quería ni pensar en que, en honor a las despedidas, ella acabara haciendo el amor una última vez con su amiguito francés… 

Solo de pensarlo, se ponía enfermo. Aunque no debía darle más vueltas. ¡Ella no era la clase de mujer que se acostaba con un amigo por los viejos tiempos!

 Demi se dio cuenta de su cambio de expresión y sonrió porque, aunque sabía que no podía esperar nada serio de él, su posesividad le resultaba halagadora.

 –A ver si lo entiendo. No quieres que vaya contigo a París y no quieres que le contemos lo nuestro a nuestros padres… –comenzó a decir él, apretando los dientes.

 –Bueno, ya te he explicado por qué no es buena idea contárselo a mi padre y a Daisy –repuso Demi

Su padre sabría de inmediato que ella estaba enamorada de pies a cabeza. Le haría preguntas y, al final, ella no iba a ser capaz de ocultarle la verdad.
 –Y yo te he explicado que no lo entiendo.

 –Solo soy práctica –afirmó ella y comenzó a enumerar una lista de razones. Al mismo tiempo, su mente traviesa le recordó lo maravilloso que sería poder gritar al mundo su amor–. Los dos somos… sabemos que esto no durará.

 ¿Así que por qué meter a nadie más en el asunto? –añadió y se imaginó a Daisy planeando su boda, contándoselo a los amigos y familiares…–. Solo empeoraría las cosas cuando decidiéramos separarnos.

 –Vaya. Ya estás pensando en terminar cuando ni siquiera hemos empezado.
 –Estas son tus reglas, Joseph. Tú no quieres nada serio.

Joseph no podía discutírselo. Era la mujer perfecta para él. Era inteligente y le encantaba acostarse con ella.
 De hecho, no podían haber sido más compatibles.

 Además, Demi respetaba sus límites. No le había insinuado que era importante hacer planes a largo plazo, ni había hecho comentarios censuradores sobre su forma de entender las relaciones después de lo que le había pasado con Anita. 

Tampoco le había dado sermones sobre dejar atrás el pasado. Era perfecta en todos los sentidos.
 Sin embargo, por alguna razón incomprensible, no se sentía satisfecho.

 –Además… los dos estamos de acuerdo en que ni yo soy tu tipo, ni tú el mío –continuó ella.
 La noche anterior, cuando la conversación había recaído en Patric, a pesar de que Demi le había repetido que ya no salía con él, Joseph había parecido obsesionado. 

La única explicación que ella le había encontrado había sido que quería tenerla solo para él, sin distracciones por parte de nadie, ni siquiera de un exnovio.

 –No estoy tratando de sabotear lo nuestro –aseguró ella–. Los dos sabemos que solo se trata de atracción física. Pronto, pasará y seguiremos con nuestras vidas. ¿Por qué implicar a más gente cuando no es necesario?

 –Es verdad –gruñó él.
 –Disfrutemos del momento. Sin complicaciones…