lunes, 11 de marzo de 2013

Quimica Perfecta Capitulo 8




Joe
    Empujo al chico contra un Camaro lujoso y brillante, un cochazo que probablemente cueste más de lo que mi madre gana en un año.
    - Este es el trato, Blake -le digo-. O me pagas ahora o te rompo algo. Y no me refiero a tu jodido coche... sino a algo que lleves permanentemente adherido al cuerpo. ¿Lo pulas?

    Blake, más delgado que un poste de teléfono y pálido como un fantasma, me mira como si acabara de pronunciar su sentencia de muerte. Debería habérselo pensado mejor antes de coger toda la cocaína y largarse sin pagarla.
    Como si Héctor fuera a permitir que sucediera sin más. Como si yo fuera a permitirlo.

    Cuando Héctor me envía a recaudar deudas, obedezco. Puede que no me guste hacerlo, pero lo hago. Él sabe que no me involucraré en el tráfico de drogas, ni destrozaré la casa de nadie, ni me mezclaré en asuntos de robos. Sin embargo, se me da bien recaudar... sobre todo, deudas. A veces me mandan a buscar directamente a personas, aunque esos son asuntos complicados, sobre todo porque sé lo que les pasará en cuanto les arrastre hasta el almacén donde tienen que dar la cara frente a Chuy. Nadie quiere enfrentarse a Chuy. Es mucho peor que enfrentarse a mí.

    Blake debería sentirse afortunado de que haya sido yo la persona asignada para venir a buscarlo.

    Decir que no vivo una vida impoluta es un eufemismo. Intento no darle muchas vueltas al trabajo sucio que hago para los Latino Blood. Lo cierto es que se me da bien. Mi trabajo es asustar a la gente para que nos pague lo que nos debe. Técnicamente, mis manos están limpias de drogas. Bueno, el dinero que viene de las drogas cae en mis manos con bastante frecuencia, pero lo único que hago es dárselo a Héctor. No lo gasto, solo lo recaudo.

    Eso hace que solo sea un peón, lo sé. Siempre y cuando mi familia esté a salvo, no me importa. Además, soy un buen luchador. No tenéis ni idea de la cantidad de gente que se echa a llorar ante la amenaza de romperle los huesos. Blake no es diferente de otros tíos a los que he amenazado, lo sé por el modo en que finge despreocupación pese a que sus larguiruchas manos no dejan de temblarle sin control.

    Y dicho esto, puede que penséis que sería capaz de intimidar a la Peterson, pero no os equivoquéis, a esa tía no hay quien la acojone, ni con una granada en las manos.
    - No tengo el dinero -espeta Blake.

    - Esa respuesta no te va a servir de mucho, tío -interviene Paco, que hasta ahora se ha quedado al margen. Acompañarme le divierte mucho: cree que somos una especie de poli bueno y poli malo. Excepto que en realidad no somos una pareja de policías, sino de pandilleros, y uno de nosotros es malo y el otro aún peor.
    - ¿Qué miembro quieres que te rompa primero? -pregunto-, Seré amable y te dejaré elegir.

    - Venga, Joe, sacúdele ya y acabemos con esto de una vez -dice Paco, aburrido.
    - ¡No! -grita Blake-. Lo conseguiré, os lo juro. Mañana.
    Lo empujo otra vez contra el coche y presiono el antebrazo contra su garganta lo suficiente para asustarle.

    - ¿Y qué, voy a fiarme de ti así, por las buenas? ¿Crees que somos idiotas? Necesito una garantía. Blake no responde. Miro el coche.
    - No, el coche no, por favor, Joe. Saco mi arma. No voy a dispararle. No importa lo que soy ni en lo que me he convertido, jamás matarla ni dispararía a nadie. Sin embargo, eso Blake no lo sabe. Cuando ve la pistola, saca las llaves del coche.- Dios mío, no, por favor. Le quito las llaves de la mano.

    - Mañana, Blake. A las siete en punto detrás de las viejas vías en el cruce de Fourth con Vine. Ahora, lárgate de aquí -le digo, agitando el arma en el aire para que salga corriendo.
    - Siempre he querido tener un Camaro -dice Paco después de que Blake se haya ido.
    - Es tuyo... hasta mañana -digo, lanzándole las llaves.- ¿De verdad crees que conseguirá cuatro mil dólares en un solo día?
    - Sí -digo con total seguridad-. Porque este coche vale mucho más de cuatro mil dólares.
    Cuando volvemos al almacén, pongo a Héctor al día. No le hace mucha gracia que no le hayamos traído la pasta, pero sabe que Blake conseguirá el dinero. Yo siempre cumplo con mi trabajo.

        Por la noche, estoy en mi habitación y no puedo conciliar el sueño porque mi hermano Luis no deja de roncar. Por cierto, duerme tan profundamente que no parece tener inquietudes en la vida. Yo sí las tengo. No me importa amenazar a camellos de pacotilla como Blake, aunque preferiría estar luchando por cosas que verdaderamente merecen la pena.

        Una semana más tarde estoy sentado en el césped del patio del instituto, almorzando junto a un árbol. La mayoría de los estudiantes de Fairfield comen fuera hasta finales de octubre, cuando el invierno de Illinois les obliga a refugiarse en la cafetería a la hora de la comida. Pero aún podemos disfrutar de cada minuto de sol y de aire refrescante, lo que nos permite pasar un rato agradable en el exterior.
    Mi amigo Lucky, con su camiseta roja demasiado ancha y sus vaqueros negros, me da una palmada en la espalda mientras aparca el trasero a mi lado con una bandeja de la cafetería en la mano.

    - ¿Listo para la siguiente clase, Joe? Me apuesto lo que quieras a que Demi Lovato huye de ti como de la peste. Me troncho cada vez que la veo mover su taburete para alejarse todo lo que puede de ti.
    - Lucky -le interrumpo y, señalándome, añado-: Es una chiquilla y no va a sacar nada de este hombre.

    - Corre a decirle eso a su madre -dice Lucky, riendo-. O a Colin Adams.
    Me recuesto sobre el tronco del árbol y me cruzo de brazos.
    - El año pasado coincidí con Adams en Educación Física. Y créeme, no tiene nada de lo que pueda alardear.

    - Todavía estás cabreado con él porque el año siguiente de que le ganaras en la carrera de relevos frente a todo el instituto te destrozó la taquilla, ¿verdad?
    Joder, sí, todavía estoy cabreado. Aquel incidente me costó una pasta gansa porque tuve que comprarme libros nuevos.

    - Eso es agua pasada -le digo a Lucky, manteniendo la fría apariencia de siempre.
    - Pues tu amiguito está sentado justo allí, con la tía buena de su novia.
    Me basta una sola mirada a la señorita Perfecta para que se dispare todo mi sistema de alarma. Cree que soy un drogata. Todos los días tengo que superar el temor de lidiar con ella en clase de química.

    - Esa tía tiene la cabeza llena de pájaros, tío -añado.
    - He oído que esa petarda te ha faltado el respeto delante de los suyos -dice un tío llamado Pedro mientras él y un grupo de chicos toman asiento junto a nosotros con sus bandejas de la cafetería o la comida que han traído de casa.
    Niego con la cabeza, preguntándome lo que habrá dicho Demi de mí y qué medidas deberé de tomar para tenerlo todo bajo control.

    - Tal vez me desee y no conozca otra manera de llamar mi atención.
    Lucky ríe con tanta fuerza que todos los que están a pocos metros de nosotros nos miran.
    - Ni de coña, Demi Lovato no se acercaría a menos de sesenta metros de ti por voluntad propia, así que ni hablemos de salir contigo, colega -dice-. ¿Te acuerdas de la bufanda que llevaba la semana pasada? Pues puede que esa prenda cueste tanto como todo lo que hay en tu casa.

    La bufanda. Como si los pantalones y la camiseta de diseño que lleva no fueran lo suficientemente modernos, se pone esa bufanda, puede que para alardear de lo rica e intocable que es. Seguro que es toda una profesional eligiendo el tono exacto para que encaje con sus ojos de color zafiro.
    - Joder, te apuesto mi RX-7 a que no eres capaz de conseguir sus bragas antes de las vacaciones de Acción de Gracias -me desafía Lucky, interrumpiendo mis perversos pensamientos.
    - ¿Quién querría hacer algo así? -rebato. Puede que también sean de diseño y lleven sus iniciales bordadas en la parte delantera.
    - Todos los tíos del instituto.
    No hacía falta recalcar lo que ya es evidente.
    - Es una blanca pija.

    No salgo con nenas blancas, ni nenas malcriadas, ni tampoco con niñatas cuya idea del trabajo duro es pintarse sus largas uñas de un color diferente cada día para que peguen con el conjunto que llevan puesto. Saco un cigarrillo del bolsillo y lo enciendo, haciendo caso omiso de la política del centro que prohíbe fumar en el recinto del instituto. Últimamente he fumado un montón. Paco me lo hizo notar anoche cuando salimos a dar una vuelta.

    - ¿Y qué pasa si es blanca? Vamos, Joe. No seas idiota. Mírala.
    Echo un vistazo. Tengo que admitir que está buena. Tiene el pelo largo y brillante, una nariz aristocrática, los brazos ligeramente bronceados y algo musculados en los bíceps (me preguntó si hará ejercicio). Y unos labios carnosos que cuando sonríen te hacen pensar que la paz mundial sería posible si todo el mundo sonriera como ella.
    Aparto esas ideas de mi mente. ¿Y qué pasa si está buena? Es una petarda de primera.
    - Demasiado flaca -espeto.
    - Te gusta -dice Lucky, recostándose sobre la hierba-. Pero sabes que, como el resto de chicanos de la zona sur, nunca podrás tenerla.

    Hay algo en mí interior que se enciende. Llamémoslo mecanismo de defensa. Llamémoslo prepotencia. Antes de que pueda desconectarlo, digo:
    - En dos meses habré catado a esa tía. Si de verdad quieres apostar tu RX-7, acepto.
    - Estás pirado, tío -dice Lucky, y al ver que no contesto, añade frunciendo el ceño-: ¿Hablas en serio, Joe?
    El tío va a echarse atrás, quiere más a su coche que a su madre.
    - Claro.
    - Si pierdes, me quedo con Julio -dice Lucky, y su expresión ceñuda se transforma en una sonrisa malvada.

    Julio es mi posesión más preciada: una vieja Honda Nighthawk 750. La rescaté del depósito y la convertí en una moto de líneas depuradas. Hacerlo me llevó un montón de tiempo. Es la única cosa en mi vida que, en lugar de echar a perder, he mejorado.
    Lucky no va a rajarse. Ahora me toca a mí rechazar o aceptar el reto. El problema es que nunca me he echado atrás... ni una sola vez en toda mi vida.

    Estoy seguro de que la blanquita pija más popular del instituto va a aprender un montón de cosas saliendo conmigo. La señorita Perfecta ha declarado que nunca saldría con el miembro de una banda, pero apuesto a que ningún Latino Blood ha intentado colarse alguna vez en esos pantalones de diseño.
    No resultaría más imposible o inverosímil que un encontronazo entre las bandas rivales de los Folks y los People, un sábado por la noche.

    Apuesto a que todo lo que necesito para ligarme a Demi es un poco de coqueteo. Ya sabéis, un juego de palabras, un toma y da que aumenta tu percepción del sexo opuesto. Puedo matar dos pájaros de un tiro: devolvérsela a Cara Burro quitándole a su chica y devolvérsela a Demi Lovato por haberse chivado de mí al director, y por dejarme en ridículo delante de sus amigas. Puede ser divertido.
    Me imagino a todo el instituto siendo testigo de la inmaculada niña pija babeando por el chicano al que ha profesado odio eterno. Imagino su culo blanco y apretado cayendo al suelo cuando haya acabado con ella.
    Le tiendo la mano a Lucky.
    - Trato hecho.

    - Tendrás que demostrarlo con pruebas. Le doy otra calada al cigarrillo.
    - Lucky, ¿qué quieres que haga? ¿Arrancarle un jodido pelo púbico?
    - ¿Cómo sabremos que es de ella? -pregunta Lucky-. Quizás sea rubia de bote. Además, probablemente tendrá las ingles depiladas a la brasileña. Ya sabes, cuando se les queda todo...

    - Hazle una foto -sugiere Pedro-. O un vídeo. Apuesto a que podemos sacar una pasta con eso. Podemos titularlo «Demi se va de paseo al sur de la frontera».
    Son este tipo de conversaciones estúpidas las que nos dan una mala reputación. No es que los niños ricos no hablen de estupideces, estoy seguro que sí. Sin embargo, cuando mis amigos empiezan, no conocen el límite. Si os digo la verdad, creo que mis colegas se lo pasan bomba cuando se ríen de alguien. Aunque si es de mí, ya no me hace tanta gracia.
    - ¿De qué habláis? -pregunta Paco, que se une a nosotros con un plato de comida de la cafetería.

    - He apostado mi coche con Joe a que no consigue acostarse con Demi Lovato antes de Acción de Gracias. Y él ha apostado su Julio a que sí.
    - ¿Estás pirado, Joe? -dice Paco-. Hacer una apuesta como esa es un suicidio.
   - Déjalo, Paco -le advierto. No es ningún suicidio. Una estupidez, puede, pero no un suicidio. Si conseguí salir con la tía buena de Carmen Sánchez puedo salir con la galleta de vainilla de Demi Lovato.

  Demi Lovato está fuera de nuestro alcance, colega. Puede que seas un chico mono, pero eres cien por cien chicano y ella es más blanca que el pan.
    Una alumna de penúltimo curso llamada Leticia González se acerca a nosotros.
    - Hola, Joe -dice, lanzándome una sonrisa antes de sentarse con sus amigas. Mientras los otros chicos babean por Leticia y sus amigas, Paco y yo nos quedamos solos junto al árbol.

    Paco me da un codazo.
    - Mira, Leticia es una chicana preciosa, y sí está a tu alcance.
    Pero yo no tengo puesto el ojo en Leticia, sino en Demi. Ahora que el juego ha empezado, voy a centrarme en el premio. Es hora de empezar el coqueteo, aunque con ella no me funcionará ningún piropo facilón. De algún modo, creo que ese tipo de comentarios ya se los dice su novio y los otros gilipollas que intentan llevársela a la cama.

    Voy a optar por una nueva estrategia, una que ella no esperará. Voy a hacer que caiga rendida antes de que se dé cuenta. Y empezaré en la próxima clase, cuando esté obligada a sentarse a mi lado. Nada como unos cuantos preliminares en la clase de química para provocar que se encienda la chispa.

    - ¡Mierda! -exclama Paco, lanzando su comida al plato-. Creen que pueden comprar un trozo de pan en forma de u, llenarlo de cosas y llamarlo taco, pero estos tipos de la cafetería no distinguirían un taco de carne de un pedazo de mierda. Esa es la razón por la que sabe así, Joe.

    - Tío, me están entrando ganas de vomitar -digo. Miro incómodo la comida que he traído de casa. Ahora, gracias a Paco todo me parece un pedazo de mierda. Asqueado, guardo el resto de la comida en la bolsa de papel marrón.
    - ¿Quieres probarlo? -pregunta Paco con una sonrisa mientras me tiende el taco de mierda.

    - Acerca eso un centímetro más y te arrepentirás -le amenazo.
    - Me cago de miedo.
    Paco zarandea el taco ofensivamente, provocándome.
    Deberla tener más cabeza.
    - Si algo de eso me cae encima...
    - ¿Qué vas a hacer, pegarme? -canturrea Paco con sarcasmo, todavía agitando el taco. Quizás debería darle un puñetazo en la cara, dejarlo inconsciente para no tener que aguantarlo más.

    Mientras barajo la idea, noto que algo me gotea en los pantalones. Bajo la mirada sabiendo lo que voy a encontrarme. Sí, un pedazo de falsa carne de taco, húmeda y pegajosa, me ha dejado una macha enorme justo encima de la bragueta de los vaqueros desteñidos que llevo puestos.

    - Joder -se lamenta Paco. En un instante, su expresión ha pasado de la alegría a la conmoción-. ¿Quieres que te lo limpie?
    - Si tus dedos se acercan lo más mínimo a mi pene, me encargaré personalmente de meterte un tiro en los huevos -gruño entre dientes. Aparto con el dedo la misteriosa carne que me ha caído encima. Me ha dejado una mancha grande y grasienta. Me vuelvo hacia Paco.
    - Tienes diez minutos para conseguirme unos pantalones nuevos.
    - ¿Y cómo cono voy a hacer eso?
    - Improvisa algo.

    - Coge los míos -sugiere Paco que se levanta y se lleva los dedos a la cinturilla de los vaqueros, desabrochándose los pantalones allí, en medio del patio.
    - Tal vez no me he explicado con claridad -matizo, preguntándome cómo voy a aparentar ser un tipo guay en clase de química cuando parece que me he meado en los pantalones-. Lo que quiero decir es que me consigas unos pantalones nuevos de mi talla, imbécil. Eres tan bajo que podrías presentarte a una audición para hacer de duende de Santa Claus.
    - Voy a tolerar tus insultos porque somos hermanos.
    - Nueve minutos y treinta segundos.
    Paco decide no malgastar más tiempo y echa a correr hacia el aparcamiento del instituto. No me importa una mierda cómo consiga los pantalones, solo quiero que los encuentre antes de que empiece la siguiente clase. Tener la bragueta mojada no es el mejor modo de demostrarle a Demi que soy todo un seductor.

    Espero junto al árbol mientras los otros tiran los restos de comida y se dirigen a las puertas del instituto. De repente, suena la música por los altavoces y no veo a Paco por ningún sitio. Genial. Ahora tengo cinco minutos para llegar a la clase de Peterson. Apretando los dientes, camino hacia la clase de química con los libros estratégicamente colocados delante de la bragueta. Llego dos minutos antes. Me siento en el taburete y me acerco todo lo que puedo a la mesa de laboratorio para esconder la mancha.

    Demi entra en clase, con su pelo de anuncio cayéndole sobre el pecho, terminando en unos perfectos ricitos que se mueven a medida que avanza. Una perfección que en lugar de excitarme, me hace desear levantarme y arruinársela.
    Le guiño el ojo cuando me mira. Ella resopla y aleja su taburete del mío todo lo que puede.
    Recuerdo la política de tolerancia cero de la señora Peterson y me quito la bandana, colocándomela directamente sobre la mancha. Después, me giro hacia la chica de los pompones que se sienta a mi lado.

    - Tendrás que hablar conmigo en algún momento.
    - ¿Para qué tu novia tenga la excusa perfecta para apalearme? No, gracias, Joe. Prefiero que mi cara se quede como está.

    - No tengo novia. ¿Quieres una entrevista para el puesto? -pregunto mirándola de arriba abajo, concentrándome en las partes de las que ella se vale tanto.
    Hace una mueca con el labio superior pintado de rosa y me sonríe con desprecio.
    - Ni muerta.
    - Nena, no sabrías que hacer con tanta testosterona en tus manos.
    «Eso es, Joe. Tómale el pelo para atraer su atención. Morderá el anzuelo». Ella se aparta de mí.
    - Eres asqueroso.
    - ¿Y si te dijera que haríamos una pareja genial?
     - Pues te diría que eres un imbécil.

Seductoramenete Tuya Capitulo 25





De alguna manera, Joseph acabó sujetando la mano izquierda de Abbie mientras Demi le sujetaba la derecha. Juntos fueron hasta los columpios, donde se turnaron en atender a Abbie y vigilar a Sam.
Joseph pensó que cualquiera que no los conociese los tomaría por una auténtica familia. Demi parecía desempeñar la función de madre y esposa a la perfección.
Pero también lo había parecido Melanie, le susurró una voz cruel. Tan perfecta que hasta había sentido cierta inferioridad hacia ella, recordó Joseph.
Se había prometido que jamás volvería a ser tan ingenuo con las mujeres. Ni tan confiado. Se lo debía a sus hijos tanto como a sí mismo.
El cielo empezaba a oscurecer cuando dieron por finalizado el picnic. Habían terminado devorando un postre que Demi había preparado a toda prisa después de que Emily la invitara a ir con ellos. Claire estaba dormida en brazos de Emily mientras Clay se apoyaba sobre su padre. Abbie empezaba a amodorrarse contra el pecho de Joseph y Sam, agotado de tanto jugar, había gateado hasta el Regazo de Demi.
Mientras atendía a una cosa que Emily estaba diciendo, Demi apoyó una mejilla sobre la cabeza de Sam. Se sentía a gusto.
Era tan agradable compartir un día con una familia tan unida, acogiendo en su regazo a un niño.
Miró a Joseph. Había sido interesante verlo como padre, en vez de como amante. Parecía cómodo con aquella función. Lo había visto dar de comer a Abbie, entretenerla y cambiarle los pañales con total naturalidad. Y lo había visto jugar con Sam, lanzándolo al aire y recogiéndolo en sus brazos.
Era un padre cariñoso, un hijo considerado, un amigo entrañable y un amante apasionado. Demi había descubierto todas esas caras de Joseph, pero sabía que aún escondía algo.
Sin duda, todavía tenía que aprender muchas cosas sobre él. No habían hablado de su matrimonio ni de su vida en Washington. Aún no sabía con certeza por qué había regresado ni qué planes de futuro tenía. Ni si la incluía a ella en dichos planes.
—Parece que hemos agotado a los chicos  Joseph entonces.
—Yo creo que ha sido al revés  murmuró Wade.
—A pesar de lo bien que me lo he pasado, creo que es hora de levantar el campamento dijo Emily, sonriente.
—Todavía no protestó Sam. Quiero volver a los columpios. Yo no estoy cansado añadió al tiempo que bostezaba.
—Tú nunca te cansas, ¿eh, Sammy? Demi le dio un abrazo.
—Bueno... un poquito reconoció él.
—Ayúdame a recoger las cosas, Clay  le dijo Wade a su hijo. Asegúrate de que toda la basura va a los contenedores.
—Os ayudo se ofreció Sam.
No tardaron en hacer desaparecer cualquier resto de comida, en abrazar a los niños y ponerles el cinturón de seguridad. Jamie les dio las gracias a Emily y a Wade por haberla invitado y los saludó mientras se marchaban. Luego, se giró hacia Joseph, de pie junto a su coche.
—Me lo he pasado muy bien le dijo. Espero que no te importe que Emily me haya invitado.
—¿Por qué habría de importarme?
—No, por nada Demi decidió cambiar de tema. ¿Sigue en pie la cita de mañana?
—Sí, mis padres cuidarán de los niños. El sábado madrugaremos para visitar a Tara, a Blake y al bebé.
Lo que significaba que no se quedaría hasta tarde en su casa, interpretó Demi. Tendría que aprovechar al máximo el tiempo disponible:
—¿Por qué no hago algo de cena y vemos una película o jugamos a las cartas o algo en vez de salir?
—Me parece bien contestó Joseph, sabedor de que era ese «o algo» lo que Demi le estaba ofreciendo en realidad.
—Hasta mañana, Joseph se despidió ella, conteniendo las ganas de besarlo delante de toda Honoria.
—Conduce con cuidado.
—Lo haré aseguró ella. Quizá estuviera cansada. Quizá fuera esa la razón por la que, de repente, se sentía un poco triste.
— Demi?
—¿Sí?
—Lo he pasado muy bien contigo. Me alegra que hayas venido dijo Joseph, sonriente.
—Yo también replicó ella, súbitamente reanimada.
Cuando el timbre sonó el viernes por la tarde, Demi corrió a abrir, extrañada por que Joseph se hubiera adelantado. Solía ser puntual y la complacía que estuviese impaciente por verla.
Pero no fue Joseph el receptor de la radiante sonrisa que dibujaron sus labios.
—Hola, Clark. ¿Habíamos quedado hoy?
—No. He hecho un alto de vuelta a casa y te prometo que solo te molestaré un momento. Necesito que me firmes un documento que se me había pasado por alto. Error mío, lo siento.
—Pasa Demi  abrió la puerta del todo. ¿Cómo te va?
—Tirando Clark se encogió de hombros y fue hacia el salón.
—¿Y los niños?
—Todo lo bien que se puede esperar, teniendo en cuenta que sus padres se están divorciando contestó él con amargura. Pero no te entretengo. Seguro que tienes planes. Tienes que firmar aquí, en la línea marcada con una equis —añadió tras sacar del bolsillo una hoja.
—Siéntate. ¿Quieres un café mientras leo esto?
—No quisiera...
—Ya está preparado le aseguró Demi.
—Entonces sí, una taza, por favor.
—En seguida vuelvo Jamie sonrió.
Demi miró el reloj camino de la cocina. Todavía faltaba media hora para que Joseph llegará.
—Se me ha olvidado preguntarte cómo quieres el café le preguntó minutos más tarde, con la taza de café sobre una bandeja.
—Solo Clark tomó la taza. Gracias.
Demi se sentó en el sofá, leyó el documento y, tras hacer un par de preguntas, lo firmó.
—Buen café alabó Clark.
—Pareces un poco más relajado comentó ella, sonriente.
—Sí, ha sido un día agotador. Es la primera oportunidad que tengo desde el desayuno de desconectar un poco.
—Ya se sabe, el estrés del contable en una ciudad pequeña murmuró Demi.
—Te estás riendo de mí dijo Clark, sin sentirse ofendido—. Pero no importa. Tú siempre me haces sonreír. Me gusta estar contigo.

Seductoramente Tuya Capitulo 24




La conversación durante la comida fue muy relajada, dominada casi por los niños. Joseph y Demi se trataron como si fueran meros conocidos, aunque sus miradas se cruzaban a veces por encima de la cabeza de Sam. No estaba seguro de que su interpretación engañase el olfato policial de Wade; pero quizá lograran que Emily no se diera cuenta.
Miró hacia su prima y, al ver su sonrisa, vio que no: no engañaban a nadie en absoluto.
—Vamos a ir a la playa anunció entonces Clay, captando la atención de Joseph.
— ¿A la playa? ¡Qué bien! dijo Demi animosamente. ¿Adonde?
—A Alabama. Mi tía, la hermana de mi padre, y su marido tienen una casa en la playa allí y vamos a pasar una semana entera con ellos.
— ¿El jefe de policía se va a ausentar toda una semana? Demi miró a Wade con los ojos teatralmente abiertos. ¿Qué vamos a hacer?
—Les he dicho a mis hombres que te vigilen de cerca replicó él con ingenio, provocando las risas de todos menos Sam.
—Ya he terminado de comer dijo este. ¿Puedo ir a jugar?
Joseph miró el plato de su hijo y decidió que había comido suficiente.
—No te alejes.
— ¿Me quieres tirar el Frisbee, Demi?  Le ofreció Sam.
— Demi  no ha terminado de comer se adelantó Joseph.
—Ya he comido bastante —dijo Demi, en cambio—. Vamos a jugar, Sammy.
—Yo también voy —añadió Clay, tratando de no sonar tan ansioso como su primo.
—Cuantos más, mejor —replicó Demi.
—Se le dan genial los niños, ¿verdad?  Comentó Emily minutos más tarde, mientras miraba a Jamie jugar con los chicos.
—Sí Joseph se concentró en Abbie, que estaba jugando con una cuchara de plástico y balbuceando alegremente. Se le dan muy bien.
—Sam está loco por ella. Es mucho menos tímido cuando Jamie está alrededor.
— ¿Cómo le va a la nueva niñera con él? se interesó Wade.
—Sarah ha cambiado su forma de tratarlo y está funcionando. Ahora se comunican mucho mejor.
—Me alegra que Demi  y tú os estéis viendo dijo Emily sin rodeos. Hacéis una pareja estupenda.
—Supongo que has estado hablando con mamá' repuso Joseph, resignado.
— ¿Estás de broma? Emily rio. Todo el mundo está hablando de vosotros.
—Emily —murmuró Wade.
—¿Qué pasa? ¡Es verdad!
— ¿Y qué es lo que están diciendo? acertó a preguntar Joseph cuando hubo recuperado la voz.
—Pues... poca cosa Emily frunció el ceño al advertir que Joseph no parecía complacido. Bueno... todos saben que os estáis viendo los viernes por la noche... y que has comido en su casa varias veces.
Joseph hizo una mueca de dolor cuando Abbie le dio un tirón de pelo; aunque el gesto se debió más a las palabras de su prima que a la acción de su hija.
—¿Dónde has oído eso?
—¿Lo de que has comido en su casa? Ya sabes que Gloria Capps vive enfrente de Demi, ¿no?
Joseph  no había sido consciente de que hubieran estado vigilando sus visitas. Frunció el ceño, disgustado por que alguien hubiera estado observando la casa de Demi mientras él se sentía seguro y a solas con ella.
De pronto, se sintió incómodo en el parque. Tuvo la sensación de que todo el mundo lo estaba mirando, conjeturando sobre Demi. Se preguntó cuánta gente estaría fijándose en ella e imaginándosela como madrastra. Lo cual era algo que él no había contemplado, se aseguró. No tenía el menor interés en volver a casarse y dudaba mucho que Demi lo quisiera.
—Venga, Joseph, no te lo tomes así lo reprendió Emily. Ya sabes que en esta ciudad no puedes estornudar sin que se entere todo el mundo. Van a hablar de vosotros hagáis lo que hagáis, así que más vale que lo aceptes.
—Pero no tiene por qué gustarme gruñó él.
—No. A mí me repateaba .que la gente fuera difundiendo rumores infundados sobre mi hermano. Pero cuando ya me había convencido de que quería marcharme de Honoria, me recordaron todas las cosas buenas de vivir aquí. Apenas hay delincuencia, los colegios son buenos, la misma gente que chismorrea sobre ti se pondrá de tu lado si tienes problemas.
—Y yo que pensaba que habías decidido quedarte en Honoria solo porque yo me había mudado aquí dijo Wade.
—Eso fue un gran incentivo Emily sonrió.
En ese momento, Claire se movió en el carrito y dio un grito, dejando claro que, ya que se despertaba, era hora de comer. Mientras Emily le daba un biberón, Joseph se ocupó de Abbie, cada vez más alborotadora.
—Abajo dijo la niña, señalando hacia el suelo.
—¿Quieres andar? le preguntó Joseph.
—Abajo.
Joseph  se levantó, posó a la niña en el suelo y le sujetó las manos mientras ella ponía a prueba sus piernecitas. Cada vez que la soltaba, Abbie aterrizaba con el culo, almohadillado por el pañal. Y cada vez se reía, aplaudía y levantaba las manos para que Joseph volviera a hacerlo.
—No parece que se le dé muy bien todavía esto de andar comentó Jamie mientras se acercaba a ellos. Parecía un poco sofocada de jugar con los niños, que se esforzaban en esos momentos por intentar tirar a Wade al césped. Pero andará cuando quiera y esté preparada, ¿verdad que sí, Abbie?
—Aupa respondió la niña, alzando las manos de nuevo.

Seductoramente Tuya Capitulo 23






—Mentiroso —replicó Demi, satisfecha.
—No hagas que me vengue.
—Eres demasiado caballeroso para hacer algo así.
—¿Eso crees?
—Por supuesto. Todo el mundo sabe que Joseph Jonas es el perfecto caballero: simpático, educado, gentil... ¡Joseph!, ¡para! Demi se deshizo en risas cuando él comenzó a hacerle cosquillas.
Estaba sonriendo. Parecía contento y relajado de nuevo. Su pequeña venganza había merecido la pena.
Por supuesto, de las cosquillas pasaron a los abrazos, lo cual condujo a los besos y después a más. Cuando Joseph salió de la cama, muy a su pesar, apenas tuvo tiempo para ducharse y vestirse antes de ir a su reunión.
Cubierta por un camisón, Demi lo siguió hasta la puerta.
— ¿Qué tal estoy? le preguntóJoseph, sonriente, mientras ella le ajustaba el cuello de la camisa.
—Genial le aseguró Demi. Como si hubieras pasado la tarde rodando entre sábanas.
—Pues no es la imagen que tenía en mente dijo Joseph con ironía.
—Es la imagen que yo tendré en mente replicó ella, sonriente.
—Yo también —Joseph le dio un beso rápido y salió a la calle. Te llamaré.
—Sí... y ahora vete, o llegarás tarde a la reunión.
—Nos vemos, Demi.
—Nos vemos, Joseph contestó ella, con la esperanza de que, en efecto, se vieran en poco tiempo.
Emily y Wade habían invitado a la familia a un picnic después del trabajo. Era un bello jueves de verano, aún cálido e iluminado cuando llegaron al parque. Joseph sabía que a los chicos no les importaba el calor y él se había puesto una camiseta y unos pantalones cortos para estar más cómodo. Con la cinta de la bolsa de pañales en un hombro y Abbie en un brazo, arrastraba una nevera llena de zumos y refrescos mientras le decía a Sam que no se alejara hasta que encontraran a los demás.
A pesar de ser un día laborable, el par que estaba atestado. Sam estaba deseando correr a jugar en los columpios. Y Abbie parecía contenta por el mero hecho de estar fuera, viendo la actividad a su alrededor.
— ¡Ahí están tía Emily y tío Wade! apuntó Sam, chillando de emoción. Y, mira, papá... ¡es Demi!
Joseph estuvo a punto de tropezarse. Sin duda, la mujer que estaba junto a Emily era Demi. Estaba preciosa, riéndose, y llevaba una camiseta y unos pantalones cortos que la favorecían mucho. Nunca la había visto vestida formalmente, pero llevaba la ropa con una elegancia que ya quisieran muchas mujeres con las ropas más caras...
Pero, ¿qué hacía ahí parado, analizando su forma de vestir? Su ropa le daba igual. Lo más probable era que fuese un intento de distraerse de los recuerdos de la última vez que habían estado juntos, solos en el dormitorio de ella. Un intento de controlar las ganas de cubrir el espacio que los separaba y abrazarla delante de todo el que quisiera verlos.
Sam echó a correr hacia Demi, la cual lo recibió confina de sus encantadoras sonrisas. Joseph tragó saliva y supuso que su rostro estaría tan radiante como el de su hijo. Hasta entonces había logrado mantener su relación con Demi al margen de todo el mundo.
Pero debería haber sabido que no sería posible mantener el secreto en Honoria durante mucho tiempo.
—Hola, Joseph  lo saludó ella con naturalidad. ¿Cómo te va?
—Bien, gracias contestó él, consciente de que su familia los estaba mirando. ¿Y a ti?
—No me quejo. Hola, preciosa — Demi hizo una carantoña a Abbie.
La niña rio y estiró los bracitos hacia Demi. «Hasta Abbie», pensó Joseph resignado mientras entregaba a su hija.
—Me alegra que hayas venido, Joseph — intervino Emily.
—Estás guapísima, como siempre —contestó él tras darle un beso en la mejilla.
—Y tú sigues siendo tan encantador como siempre Emily se movió hacia Jamie, la cual repartía su atención entre Abbie, Sam y Clay. ¿Verdad que es una sorpresa agradable ver a Demi?
—Sí que lo es, sí.
—Nos hemos encontrado por casualidad esta tarde y le he preguntado si le apetecía venir con nosotros.
—Un detalle por tu parte Joseph ocultó sus sentimientos bajo una sonrisa neutra.
Wade, que había estado colocando unas tarteras sobre la mesa de campo, se unió a ellos.
—Hola, Joseph.
— ¿Qué tal, Wade? No te habrás comido ya todo, ¿no?
—Emily no me ha dejado. Pero os advierto que no puedo esperar mucho más. Me muero de hambre.
Viendo que Demi seguía ocupada con los niños, Joseph se centró en el cochecito en el que estaba Claire.
— ¿Cómo está la pequeña? preguntó aquel, acariciando el pelo del bebé.
—No para de crecer —informó Wade lleno de orgullo. Dentro de nada estará corriendo con todos los niños.
—Estoy deseando ver el bebé de Tara y Blake comentó Emily. A ver si este fin de semana me acerco a Atlanta a visitarlos.
—A mí todavía me cuesta ver a Blake de padre.
—Seguro que será un padrazo... aunque no sea.... bueno, el hombre más normal — dijo Emily, sonriente.
—Bueno, ¿nos vamos a pasar la tarde hablando o vamos a comer?  preguntó
Wade, mirando hacia la comida con impaciencia.
—Cualquiera diría que no has comido en una semana Emily suspiró.
—No he comido desde hace unas cuantas horas protestó Wade. Tengo hambre.
—Yo también —convino Joseph.
—Y yo —se sumó Clay en ese preciso momento.
—Entonces supongo que será mejor que comamos decidió Emily.
Unos pocos y caóticos minutos después, estaban todos reunidos alrededor de platos de plástico llenos de comida. Sam se había hecho un hueco entre Joseph y Demi. Este, con Abbie sobre una rodilla, se las ingeniaba para dar de comer a la niña y comer al mismo tiempo. Aunque en realidad no tenía hambre, en contra de lo que había dicho. Estando tan cerca de Jamie, le costaba pensar en la comida.