domingo, 10 de marzo de 2013

De Secretaria a Esposa Capitulo 24






No pudo evitar estremecerse. Al quitarle el vestido por completo, él le puso las manos en sus delicados hombros y la besó varias veces en la boca. Entonces, al aferrarse los labios de Demi a los suyos para obtener más, se apartó de ella deliberadamente.

Sonriendo perezosamente de manera cómplice, perfectamente consciente de que estaba incrementando la sensualidad entre ambos, Joe disfrutó claramente al sentirse en control de la situación.

Despacio, como si estuviera pintando un cuadro, acarició en forma de línea la suave piel de Demi desde la garganta a los pechos. La maternidad a la que ésta se enfrentaba había cambiado su cuerpo y ella supo con una silenciosa satisfacción, y una pizca de orgullo, que por primera vez en su vida tenía un escote envidiable...

Acariciando con delicadeza los hinchados pechos de Demetria por encima del sujetador de encaje que llevaba, él decidió desabrochárselo...
Ella contuvo la respiración. Expuestos ante el cálido y perfumado aire de la noche en todo su esplendor, sus exquisitamente sensibles pezones vibraron y se contrajeron casi bruscamente. Se mordió el labio inferior con fuerza y, cuando Joe tomó uno de sus pechos con la boca y comenzó a chupar su pezón con delicadeza, emitió un profundo gemido.

La suave caverna que suponía el interior de la boca de él, así como la manera en la que le estaba acariciando la desnuda carne de su pecho con la lengua, supuso un intenso deleite.

Una flecha de pasión encontró su objetivo, en lo más profundo de su ser, y prendió un intenso fuego. En ese momento, Joe levantó la cabeza y comenzó a prestarle la misma exquisita atención a su otro pecho. Ella introdujo los dedos entre el sedoso y oscuro pelo de él. Se aferró a Luca aun cuando estaba suplicándole silenciosamente que tuviera misericordia.

Se dijo a sí misma que seguramente todo aquel placer no estaba permitido y que solamente disfrutaban de él unos pocos afortunados. Buscando la boca de Luca con ansia, aceptó el apasionado beso que le dio éste con una casi insoportable necesidad de tenerlo aún más cerca. Deseaba tenerlo dentro de ella... deseaba que no hubiera distinción alguna entre el cuerpo de él y el suyo... que fueran sólo una misma piel, un mismo corazón, una misma alma...

Entonces le agarró la ropa e, irresistiblemente, Joe la ayudó. El erótico juego que había comenzado él había llegado a aquel momento salvaje y, finalmente, fueron sólo unos instrumentos al amparo de las poderosas fuerzas que los estaban embargando.

Al tener el desnudo y fuerte cuerpo de Joe sobre el suyo, Demi sintió como se le derretían las caderas. No pudo evitar separar las piernas al acariciarle Joe su suave piel y prepararla para su posesión...

Se le aceleró el corazón y acarició la perfecta musculatura que le bajaba a él por la espalda hasta el trasero. Hambrienta, se familiarizó con cada fascinante faceta y curva de aquel impactante cuerpo masculino.
— Lo haré lo más despacio que pueda — aseguró Joe, sonriendo con arrepentimiento. Entonces la miró a los ojos mientras se ponía rígido sobre ella — No quiero hacerte daño, tesoro mío... debes decirme si quieres que pare en cualquier momento.

A Demetria le impresionó mucho que él sugiriera la posibilidad de que ella deseara que se detuviera. Mientras que apreciaba mucho el amor y la preocupación que estaba expresando por ella el padre de su futuro hijo, al mismo tiempo quería decirle que tal vez se moriría si él no les daba a ambos en aquel mismo momento lo que tan desesperadamente deseaban.
¡No quería esperar ni un segundo más!

Se incorporó levemente y acarició con delicadeza la sensual bella boca de Joe. Casi sintió ganas de llorar ante la artística perfección de ésta.
—No tienes que preocuparte —le dijo con dulzura—. No estoy hecha de porcelana, así como tampoco lo está nuestro bebé. Esto es algo perfectamente natural y bueno. No me harás daño. Simplemente hazme el amor... ahora... por favor...

Él se sintió muy emocionado al oír la súplica de Demetria para que le hiciera el amor. Aquel ruego terminó con algunos de los oscuros fantasmas que le habían perseguido desde el fallecimiento de Sophia... fantasmas que le habían hecho creer que nunca más volvería a experimentar el amor o la felicidad con ninguna otra mujer. Pero el destino... creía firmemente que había sido el destino... había llevado a la encantadora Demi a la puerta de su casa y le estaría eternamente agradecido al universo por su divina intervención.

Al haber visto la fotografía de su bebé que habían obtenido al realizar la ecografía, había sentido como su corazón vibraba al verse invadido de alegría y gratitud. Aquella fotografía había aumentado las ya poderosas emociones que experimentaba cada vez que estaba junto a Demetria.

Observar el sensacional cabello negro de ella esparcido por la almohada y el desinhibido placer que reflejaba su bella cara mientras la penetraba y comenzaba a moverse dentro de su cuerpo, le hizo sentirse orgulloso, posesivo y extremadamente protector. Sintió como todo su cuerpo se consumía debido a la intensa necesidad que sentía de ella. 

Demi le había asegurado que no iba a hacerle daño pero, aun así, una parte de él no podía olvidar el hecho de que ella tenía dentro de su vientre al hijo de ambos, por lo que se movió con mucho cuidado para no permitir que su intensa necesidad se apoderara de su voluntad.

Sintiendo lo tensos que tenía los músculos de los brazos debido al esfuerzo que estaba haciendo para mantener el control, se relajó levemente y acarició los suaves pechos de Demetria. Éstos le tenían fascinado y cautivado con sus oscuros pezones color caramelo y acarició su exuberancia con ansia... Entonces, dejándose llevar por la pura tentación que habían creado ambos, volvió a besarlos mientras se introducía muy profundamente dentro del dulce y caliente centro de su feminidad.

La piel de Demi e tenía el mismo sabor que el vino más delicioso que él hubiera probado jamás y el evocador e intenso placer que se había apoderado de sus sentidos al notar como los ansiosos músculos internos de ella lo habían abrazado, fue como si una estrella explotara en su deslumbrante intensidad. Aquello le hizo llegar al límite de su muy cuidadosamente impuesto autocontrol y comenzó a temblar.

—Déjate llevar, amor mío —le persuadió ella con la respiración agitada—. No tienes que esperar... déjate llevar...

Tras decir aquello, Demetria levantó las caderas y abrazó a Joe por la cintura con sus largas y contoneadas piernas. Él murmuró algo... algo que apenas ni él mismo fue capaz de comprender. Lo único que tenía claro era que la intensidad del erótico fuego que estaba envolviéndolo le había hecho perder la cabeza durante unos segundos.

Increíblemente, al rendirse ante la sensual súplica de Demi, sintió como los duros y calientes músculos de ésta se contraían y relajaban, para a continuación volverse a contraer de nuevo. Ella gimió y cerró los ojos con fuerza al sentir que Joe alcanzaba el éxtasis del placer dentro de su cuerpo...

Él pensó que nunca antes había alcanzado el orgasmo al mismo tiempo que su amante y las sensaciones que la experiencia le causó fueron increíbles... Se sintió embargado por un gran amor y cariño por la maravillosa mujer que tenía en los brazos. Al recordar que iban a tener un hijo en común, se sintió más contento que nunca en su vida.

Ti amo... ti amo, Demetria!
Entonces tomó su cara entre las manos y cada encantadora facción de ésta se quedó grabada en su memoria para siempre.
— ¡Tienes que aceptar casarte conmigo! —le dijo apasionadamente—, ¡Dime que te casarás conmigo!
—Sí, Joe.. me casaré contigo.
Pero entonces él frunció el ceño.
—No doy tu respuesta por sentado —comentó—. Quiero que estés absolutamente segura de que es lo que quieres.

— ¿No has oído lo que acabo de decir? —respondió Demi, frunciendo el ceño a su vez. Pero, casi instantáneamente, la expresión de su cara se iluminó por una sonrisa más brillante que el sol mediterráneo—. Todo lo que sé es que tal vez me vuelva loca si no me caso contigo, Joe. ¿No te has dado ya cuenta de que tú eres el hombre que he estado esperando toda mi vida?

— ¡Siento no haber confiado en ti como debí hacerlo cuando volvimos a vernos! En el futuro ya no tendré dudas acerca de tu lealtad... ¡ahora que sé que me amas! Así que... ¿qué te gustaría que te regalara como regalo de bodas?

Tomando un mechón del precioso pelo de ella y comenzando a juguetear con éste entre sus dedos, él se permitió a sí mismo relajarse. Pensó que si era el hombre al que Demetria había estado esperando toda su vida, no podía sentirse más contento de lo que se sentía. Estaba ansioso por que empezaran una nueva vida como matrimonio... una vida en la que todos los errores y malentendidos del pasado se olvidaran y perdonaran por completo.

— ¿Qué te parece una casa nueva? —sugirió—. Puedo diseñar una especialmente para ti, según tus gustos... en Londres o aquí, no me importa dónde.
Demetria pareció momentáneamente preocupada.
—No necesito que diseñes y construyas una casa nueva para mí, Joe... ¡aunque la idea es maravillosa! Lo que yo quiero es llenar esta casa con las risas de nuestros hijos... ¡tal y como me dijiste que una vez deseaste hacer! Es una casa preciosa y sé que llegaré a amarla. Después de todo... es el lugar en el cual concebimos a nuestro bebé y, por lo tanto, siempre será especial para mí.

Las sinceras palabras de Demi llenaron de alegría el corazón de Joe, el cual, abrazándola estrechamente, giró sobre sí mismo para que ella fuera la que estuviera encima de él. Al echar Demetria su pelo para atrás, él la agarró por ambos lados de su curvilínea cadera y la colocó en la posición exacta que quería tenerla.

Estaba más que preparado para penetrarla de nuevo y ella emitió un sensual grito de sorpresa al introducirse dentro del húmedo centro de su feminidad.
Signor Jonas! —espetó, reprendiéndole con el dedo a modo de burla—. Tienes una manera de tomarme por sorpresa que es bastante... —en ese momento gimió dulcemente— bastante... ¡maravillosa!

—Y tú, querida mía... —contestó Joe, sonriéndole— posees el seductor encanto de Cleopatra y de la Venus de Botticelli combinadas. ¿Qué puede hacer un pobre hombre como yo ante ello aparte de rendirse completamente a tus pies?

De Secretaria a Esposa Capitulo 23






— ¿No sigues enamorado de tu difunta esposa, Joe? De vez en cuando, cuando pareces apartarte de mí, me da la sensación de que es por eso.

—Si me he apartado de ti en algún momento ha sido porque no quería agobiarte con lo mucho que te deseaba... ¡y porque no quería hacerle un daño potencial al bebé! Cuando esta mañana antes de volar a Milán tuviste aquel susto, yo me quedé destrozado ante la idea de que algo os pudiera pasar... a nuestro futuro hijo o a ti. Escúchame, Demetria. 

Conozco mi corazón y en este momento te pertenece a ti... ¡no a la pobre Sophia! Fue una tragedia terrible que ella falleciera de la manera en la que lo hizo, ¡pero a quien yo amo es a ti! No debes temer que vaya a mentirte sobre eso.

— ¿Durante todo este tiempo? —preguntó Demi, apartando la mano de Joe de su cara. A continuación la sujetó con fuerza—. ¿Me has amado durante todo este tiempo?
—Sí.

La preciosa sonrisa de él, su deliciosa voz, así como sus increíbles ojos, provocaron que ella se sintiera débil... e inmensamente feliz.

—Pero cuando te marchaste como hiciste a la mañana siguiente, ¡me quede muy confundido! —continuó Joe —, Mi orgullo también se sintió herido, por lo que no intenté encontrarte. Entonces, tres meses después, apareciste milagrosamente... ¡y me enteré de que la noche que habíamos pasado juntos había provocado que te quedaras embarazada! ¡Y me dio la impresión de que durante todo aquel tiempo tú no habías hecho ningún esfuerzo para informarme de ello! Tengo que confesarte que tuve la terrible sospecha de que el bebé tal vez no fuera mío. 

Te diré que me atormentaba la idea de que hubieras estado con otro hombre tras la increíble noche que compartimos.
—Te hice sentir muy mal —dijo Demi, suspirando con arrepentimiento—, Pero no pretendí hacerlo. Realmente quería ponerme en contacto contigo, Joe, pero estaba aterrorizada ante la posibilidad de cometer otro error después de lo que me había pasado... cuando mi ex hizo lo que hizo...

 Aquella noche me trajo a la memoria muchos dolorosos recuerdos de mi pasado, recuerdos difíciles que realmente me herían profundamente. Sobre todo me hizo volver a sentir un viejo sentimiento de no ser suficientemente buena. Ésa fue la razón por la que huí aquella mañana en Milán. Temí que, a la luz del día, fueras a rechazarme y, por lo tanto, decidí ahorrarme el dolor y dejarte yo primero.

Mirando a Joe a los ojos, relajó los hombros levemente.
—Mi madre había muerto no mucho antes de que yo comenzara a salir con Hayden y mi confianza en mí misma se había visto bastante alterada por su fallecimiento. Es la verdad. Creo que aquélla fue la razón por la cual me engañé acerca de él. Simplemente quería que alguien se preocupara por mí ya que tenía mucho miedo de estar sola. Pero tras estar contigo jamás podría haberme ido con otro hombre, Joe... ¡jamás!

Él la miró entonces a los ojos con una gran seriedad y preocupación reflejadas en la mirada. Entrelazó los dedos con los de ella.

—Escúchame; jamás te rechazaré... ¡y no quiero que vuelvas a sentir que no eres lo suficientemente buena! No tienes razón alguna para pensar eso sobre ti y no importa lo que pueda decir o hacer otra persona. Eres una mujer encantadora y cautivadora. Y, aparte de tu belleza exterior, es sobre todo la intensa belleza de tu alma la que me llega al corazón, dulce Demetria.

Sin saber muy bien cómo contestar a una declaración tan maravillosa como aquélla, Demi se echó hacia delante y le dio a Luca un beso en la mejilla. Percibió la fragancia a sándalo de la colonia de éste y sintió la suave, pero al mismo tiempo dura textura de su piel. Ambas cosas creaban una sensual combinación.
— ¡No sabes lo que significa para mí el oírte decir eso! Ahora... tengo algo que enseñarte.

Tomó su bolso de la mesilla de noche y sacó de éste lo que pareció ser una fotografía en blanco y negro. Entonces se la entregó a Joe y, una vez que éste la hubo aceptado, se colocó un mechón de pelo por detrás de la oreja y sonrió.
—Ésta es una fotografía de nuestro bebé dentro de mi vientre. Me la dieron en el hospital tras hacerme la ecografía.

Joe se quedó mirando la fotografía como si estuviera analizando el significado del universo. Un músculo en la comisura de sus labios se contrajo levemente y Demi se percató de lo afectado que estaba.

Ella misma había experimentado la misma mezcla de sobrecogimiento y euforia cuando había visto la fotografía por primera vez.

—Me preguntaron si quería saber el sexo del bebé, pero dije que no... A ti no te importará esperar para descubrirlo, ¿verdad?
Apartando por fin la mirada de la fotografía, Joe  miró a Demetria y supo que sus sentimientos eran transparentes.

—No me importa, no. ¡Será mucho más maravilloso descubrirlo el día del parto! Para mí es un milagro... ver esto... —comentó, negando con la cabeza casi de manera reverencial—. Es algo que creí que no vería jamás. Dios es bueno, ¿verdad?

—Sí, Joe —contestó ella, sonriendo—. Dios es bueno, y yo sé que tengo muchas razones para dar gracias por lo que tengo. ¿Por qué no te quedas la fotografía y la llevas en tu cartera?
—Me encantaría —respondió él, metiéndose la fotografía con cuidado en el bolsillo de la camisa.

— ¿No vas a tener en cuenta, ni siquiera un poco, el que me marchara como hice aquella mañana? —quiso saber Demi.
—No... —dijo Joe, que pareció estar pensándolo—, Pero sí que tendrás que recompensarme... y de la manera que yo elija.
—¿Oh?

Ella se percató de inmediato de que él estaba tomándole el pelo. Sintió como le daba un vuelco el estómago al sentirse embargada por un delicioso acaloramiento...

Joe se quedó mirando los botones de la parte frontal del vestido de Demi y, uno por uno, comenzó a desabrochárselos.

Cuando por fin levantó la vista, la miró fijamente a los ojos.

—Quiero ver a mi mujer... a la madre de mi futuro hijo... como Dios la creó.
Respirando agitadamente, ella apenas se atrevió a mover un músculo. 

Aunque deseaba a Joe con mucha intensidad, le dio la bienvenida a aquella inesperadamente dulce faceta de éste con un profundo amor y excitación. La veneración con la que le desabrochó y quitó la ropa fue incluso más erótica que si se la hubiera arrancado movido por un apasionado impulso. 

De Secretaria a Esposa capitulo 22





Demi se preguntó si Joe estaba todavía enamorado de su difunta esposa. Cuando éste había admitido que la noche en la que se conocieron había estado pensando en Sophia, ella había sentido como el dolor se apoderaba de su corazón. Se planteó si la profunda pena de él por la muerte de Sophia podría haberle conducido a sus brazos...

Joe e había preguntado si se había acostado con él por venganza, pero ella se planteó que tal vez él le había hecho el amor simplemente porque había necesitado un cierto consuelo físico y nada más. No sabía si se había imaginado la fuerte conexión física que estaba tan segura de haber sentido.

Se sintió invadida por el dolor y por una sensación de confusión. Se cruzó de brazos y se acercó a las ventanas francesas del dormitorio, las cuales estaban abiertas. Ni siquiera el embriagador y sensual aroma de los lirios blancos y de las mimosas que estaban floreciendo, ayudados por el cálido aire mediterráneo, lograron levantarle el ánimo. Se quedó mirando por la ventana con la mirada perdida y negó con la cabeza. 

Joe había sugerido que se casaran, pero no sabía qué futuro podía tener junto a él si el corazón de éste todavía le pertenecía a una mujer que ni siquiera estaba viva. Se preguntó a sí misma cómo iba a afectar a su hijo el crecer rodeado de una atmósfera como aquélla.

Cuando ambos habían estado en el patio, antes de que apareciera el ama de llaves, había estado a punto de confesarle que lo amaba. Pero había perdido la oportunidad de hacerlo y después ya no había sido capaz de reunir de nuevo el coraje para confesárselo. En ese momento se apartó de la ventana y se acercó a la cama, donde tomó una almohada de raso y la apretó contra su pecho. A continuación se dejó caer sobre el exuberante cubrecama. No sabía qué debía hacer.
— ¿Demetria?

Asombrada, levantó la mirada y observó que el objeto de sus reflexiones estaba en la puerta del dormitorio. Vio como Joe cerraba la puerta tras de sí y se acercaba a ella.

Pensó que con los bonitos andares que tenía él dominaba toda la habitación. Estaba segura de que podría cautivar a cualquier mujer con el simple magnetismo de su presencia. Tuvo que reconocer para sí misma que siempre le perseguiría un cierto halo de excitación... de peligro... una necesidad de descubrir lo que provocaba que un hombre tan enigmático como él se moviera, necesidad seguida de unas ansias silenciosas y muy intensas de saber cómo sería sentirse bajo sus maravillosos encantos cuando hacía el amor...

Ella sabía todo aquello porque aquéllas eran precisamente las sensaciones que había sentido al haberlo visto por primera vez. Y aquella misma combinación de hambre y placer, combinación que provocaba que sintiera como si se le derritieran los huesos, estaba recorriéndole el cuerpo en aquel mismo momento.

Prácticamente nada más haber visto a Joe, había detectado que había algo bajo la civilizada fachada de hombre mediterráneo de éste que indicaba que poseía un espíritu, una naturaleza, un poco salvaje. Y, aunque él poseía unos arrebatadores atributos masculinos, también gozaba de una gracia que le convertía en alguien aún más fascinante e inolvidable ante sus ojos.
— ¿Qué pasa? ¿Ocurre algo?

—No —contestó Joe, que al llegar junto a la cama la miró con una expresión meditabunda e inquietante—, Bueno... en realidad, sí. Sí que ocurre algo.
Tragando saliva con fuerza, Demi se quedó mirándolo y comenzó a pensar en un abanico de angustiosas posibilidades. La principal era que, después de todo, él quizá ya no la quería a su lado. Se volvió a plantear que tal vez todavía estaba enamorado del recuerdo de su difunta esposa...

—Quiero saber lo que ibas a decirme... cuando estábamos en el patio. No pude relajarme cuando te marchaste ya que las palabras que comenzaste a decir me han estado dando vueltas en la cabeza sin parar y no voy a tener ningún sentimiento de paz hasta que no sepa qué querías decirme.

Apretando aun con más fuerza contra su pecho el cojín color carmesí, Demi miró a Joe con los ojos como platos. Se sintió acorralada. Pensó que podía andarse con rodeos, mentir, o simplemente decir la verdad.
Y eligió hacer lo último.

—Iba a preguntarte... si no sabes lo mucho que te amo.
Alguien exhaló profundamente. Demi no supo si fue él o ella. Pero lo que sí que supo fue que el sonido de aquella exhalación rozó el aire como terciopelo.
— ¿Me amas? —preguntó entonces el padre de su futuro hijo.
—Sí... te amo.

Al no detectar ningún cambio en la seria expresión de la cara de Joe, ella se sintió invadida por un terrible y helador miedo, miedo a que éste estuviera a punto de rechazarla. Sintió como si todas sus facultades parecieran congelarse repentinamente.

Pero entonces él comenzó a sonreír y de nuevo a Demi le impresionó lo hipnótica que podía llegar a ser su azul mirada. No tenía defensas ante aquella expresión que provocaba el más profundo e inigualable placer en su corazón, expresión que la hacía ser más vulnerable de lo que jamás lo había sido en su vida.
—Eso está bien —dijo Joe.
— ¿Ah, sí?
—Sí. Ahora ya puedo relajarme, tesoro mío.

Antes de que ella se percatara de sus intenciones, él se sentó en el colchón y comenzó a acariciarle el pelo. A continuación se quitó los zapatos ayudándose de sus propios pies y Demetria sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo de manera casi violenta.

— ¿No te importa? —le preguntó, susurrando—, ¿No te importa que te ame?
Joe se rió y el deliciosamente sensual sonido que emitió le hizo sentir a ella como si estuviera siendo abrazada por unas cálidas y suaves toallas tras haber disfrutado de un baño de agua caliente con sales perfumadas.

— ¿Te haces una idea de cómo se siente un hombre que había más o menos renunciado a la posibilidad de ser feliz al oír a una mujer que le importa mucho decir que lo ama? —preguntó él, apartándole a Demi el pelo de la cara.

 Entonces le acarició la mejilla con mucha delicadeza—. Yo me enamoré de ti el día de la fiesta, mi querida Demetria. Es cierto. Era una fiesta que no quería celebrar... pero al finalizar la velada me sentí contento de haberlo hecho... ya que gracias a ello te conocí.

De Secretaria a Esposa Capitulo 21






Sonriendo levemente, Demi le dio unas palmaditas a la mano de Joe.
—Por las razones que fueran, Sophia hizo lo que hizo. Parece que su tristeza personal sobrepasó todos los límites y ya nadie podía llegar a ella ni ayudarla. ¡Ni siquiera su propio marido! Siento mucho lo que ambos debisteis tener que soportar al no poder tener un hijo propio. Pero aún más siento lo que tú has sufrido desde entonces... al haberte culpado de la trágica muerte de tu difunta esposa.

Él no sabía qué decir. Lo único que sabía era que la amabilidad que brillaba en la cautivadora mirada de Demetria estaba conmoviéndole de una manera muy profunda. Le estaba retando a considerar la posibilidad de que la vida podía llegar a ser mucho mejor de lo que desde hacía mucho tiempo llevaba siendo. Se percató de que deseaba fervientemente que fuera de aquella manera.

Pensó en lo que Demi le había dicho acerca de que, en una relación sentimental, ambos debían cuidar el uno del otro. Él mismo comprendía muy bien la situación por la que había pasado el marido de la amiga de Demetria. Durante las últimas semanas de vida de Sophia, ésta apenas lo había mirado. El dolor y la profunda pena que había sentido al ser consciente de que no podía concebir un hijo, la habían llevado a cerrarse completamente en sí misma.

Hasta aquel momento no se había permitido experimentar la realidad de sentirse tanto rechazado como abandonado por ella. Había habido ocasiones en las que se había sentido muy solo y extremadamente triste, momentos durante los cuales apenas había sido capaz de soportar el dolor. Durante los últimos tres años había evitado cualquier tipo de consuelo que hubiera podido ofrecerle nadie para así protegerse y evitar la posibilidad de que volvieran a hacerle daño.

Había sido como si se hubiera escondido en una profunda y oscura cueva cuando, en realidad, tenía que haber salido al sol... a la calidez... tenía que haberse percatado de que la vida tenía más cosas que ofrecer aparte de dolor.
Se preguntó a sí mismo qué ocurriría si Demetria era la persona con la que tenía que estar, la persona que le daría la calidez que necesitaba.

—Hay una cosa que me gustaría —dijo, levantándose de la silla. A continuación la persuadió a ella para que hiciera lo mismo. La tomó de las manos y percibió la dulce y encantadora fragancia que desprendía su piel, fragancia que parecía bailar en el aire que les separaba y que despertó el profundo y exquisito anhelo que le había acompañado desde el momento en el que la había visto por primera vez.
—Lo que sea —respondió Demi con el brillo reflejado en sus encantadores ojos marrones.
—Un beso —contestó Joe, tomándole delicadamente la barbilla entre los dedos. Entonces acercó la preciosa cara de Demetria a la suya.

Los labios de ambos se encontraron y se aferraron entre sí. Aquel contacto les otorgó una renovada vitalidad y un sentimiento de estar donde tenían que estar, sentimiento que conmovió profundamente a Joe. El anhelo que había sentido dentro de él creció hasta convertirse en un intenso hambre al juntarse y bailar sus lenguas en un apasionado ritmo.

 Sintió como le hervía la sangre en las venas y la pena que se había apoderado de él al recordar todo lo que había vivido durante los últimos meses de vida de Sophia, se desvaneció por completo. Todo lo que quería hacer era tomar en brazos a Demetria y llevarla por los pasillos de la mansión hasta su dormitorio para hacerle el amor durante aquella noche iluminada por la luna.

Pero justo en el momento en el que había decidido dejarse llevar por aquel febril e irresistible impulso, recordó que ella había tenido que ir al hospital y la razón por la cual había decidido llevarla consigo a Milán.

Decidió que no iba a poner en peligro el bienestar de Demetria ni del bebé simplemente porque no podía controlar el casi agobiante deseo que sentía de estar con ella. Negarse a sí mismo lo que anhelaba por encima de todas las cosas era una tortura, pero tuvo que tener en cuenta la lógica.

Gradualmente, y a su pesar, comenzó a apartarse de Demi, comenzó a apartarse del dulcemente erótico beso que prometía llevarles a algo mucho más intenso si él lo permitía. Sintió la tensión que transmitía la delicada figura de ella y tomó su cara con las manos. Entonces le acarició las mejillas con sus pulgares y sonrió.

—Besas como un ángel. ¡Con besos como éstos podrías convertir a cualquier hombre en tu esclavo!
—Pero yo no quiero simplemente a «cualquier hombre», Joe.
— ¿No? —bromeó él.
Al observar la promesa que reflejaban los ojos de Demetria, sintió como aumentaba la poderosa necesidad que ya le estaba consumiendo por dentro. La deseaba con tanta fuerza que, frustrado, sintió ganas de llorar.

— ¿No lo sabes? —preguntó ella—. ¿No sabes cuánto...?
Scusi, signor Jonas... signorina... —interrumpió la sonriente ama de llaves de Joe.

Esta llevaba una bandeja con bebidas, que colocó en la bonita mesa de hierro que había junto a ellos. Maldiciendo para sí mismo por aquella interrupción, Joe se preguntó qué habría ido a decir Demetria y miró irónicamente su encantadora cara, cara que todavía tenida tomada entre las manos. De mala gana, le permitió apartarse de él.

Entonces bromeó en italiano con Orsetta acerca de lo inoportuna que ésta había sido. El ama de llaves se apresuró en disculparse y miró a Demetria, ante la que se encogió de hombros a modo de disculpa. Pero él se percató de que le era imposible enfadarse con el miembro más fiel y leal de su personal. En vez de ello, le dio las gracias por haber sido tan considerada al haberles llevado unos refrescos.

Mirando a su jefe, Orsetta le informó de que no iba a tardar mucho en tener la cena preparada, tras lo cual se marchó.

Cuando estuvieron de nuevo a solas, Demi se dirigió otra vez a él.
—Me dijiste que la noche que nos conocimos te sentías perdido —comentó. Entonces se acercó a la mesa y volvió a sentarse a ésta—, ¿Era porque estabas pensando en tu esposa? —quiso saber, frunciendo el ceño.

Joe no sabía a qué se refería ella. Se acercó a la silla en la cual estaba sentada y le puso las manos en los hombros. Satisfecho, sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo a Demetria en respuesta a su caricia.

—Aquel día había estado pensando en Sophia, sí —admitió—, Pero sólo porque por casualidad había encontrado el libro que ella había estado leyendo en el yate. Obviamente me había conmovido y hecho recordar muchas cosas. Pero... ¿podríamos dejar de hablar de esto por ahora? ¡Preferiría que nos concentráramos en nosotros!
—Está bien.
—Entonces... ¿dónde estábamos antes de que Orsetta nos interrumpiera? Ah, sí... estabas a punto de decirme algo, ¿no es así? ¿Qué era, Demetria?

— ¿Sabes una cosa? —contestó ella, dándose la vuelta hacia él. La expresión de su cara reflejaba que se había puesto a la defensiva. Miró a Joe brevemente a los ojos, tras lo cual se apresuró en apartar la mirada como si temiera que éste fuera a ver algo que no quería que viera—, ¿Podríamos hablar de esto más tarde? Repentinamente siento la necesidad de echarme un poco. El cansancio debido al viaje definitivamente se ha apoderado de mí. ¿Te importa si esta noche no ceno contigo? Realmente no tengo hambre.

— ¡No es una cuestión de si a mí me importa o no, Demetria! ¿Te encuentras bien? No estarás enferma, ¿verdad? —quiso saber Joe. Sin ser consciente de ello, su voz reflejó una gran dureza ya que malinterpretó la razón por la que Demi no lo miró directamente a los ojos.

Rezó para que ella no estuviera tratando de ocultarle que se sentía mal, que le dolía algo o que había algún problema con el bebé.
—Estoy perfectamente bien. Simplemente estoy un poco cansada, eso es todo —respondió Demetria.
— ¿Estás segura de que eso es todo? ¿No estarás ocultándome algo?
—No, Joe, no lo estoy haciendo.
Decepcionado ante el hecho de que Demi fuera a retirarse para descansar, se sintió muy frustrado.
—Entonces ve a acostarte. I
ré a verte después.
— ¿De verdad que no te importa?
— ¡Desde luego que no! ¿Por qué iría a oponerme a que descansaras cuando te traje aquí precisamente para eso?
—Si es así, nos veremos después.

Levantándose de la silla en la que había estado sentada, Demetria se apresuró en entrar en la casa. En cuanto ella se hubo marchado y Joe estuvo de nuevo solo, comenzó a echarla de menos con mucha intensidad...