Joseph resbaló la boca hacia el mentón de Demi, se movió
hacia su barbilla y escondió luego la cara en su cuello. Ella cambió de postura
para acomodarse entre los brazos de Trevor, al tiempo que enredaba los dedos en
su cabello.
De pronto, una melodía quebró el
íntimo silencio que los envolvía. Joseph alzó
la cabeza sobresaltado. Demi estaba tan
desorientada, que tardó varios segundos en darse cuenta de que había sido el
teléfono móvil de Joseph lo que los había
interrumpido. Este le pidió disculpas con la mirada antes de contestar:
—¿Diga?
Resignada ante lo inevitable, Demi se incorporó, compuso su indumentaria y se
alisó el pelo.
—Espero que no fuera nada grave
—dijo cuando Joseph hubo colgado.
—Grave no, pero tengo que irme
—lamentó él—. Abbie tiene fiebre y no para de llorar. Mi madre ha intentado
calmarla, pero no creo que vaya a ser posible mientras no esté yo allí.
—Entonces debes irte. ¿Vas a
llevarla a urgencias? —la palabra «fiebre» había puesto nerviosa a Demi, la cual se
preguntaba cómo podía Joseph sonar tan
calmado.
—Solo es un resfriado —dijo este,
esbozando una tenue sonrisa.
—Pobrecita. Me da una pena pensar
que está llorando por ti...
—Ciento que nuestra velada termine
tan bruscamente —Joseph le apretó la
mano.
—Yo también —contestó Demi, esbozando una sonrisa comprensiva—. Lo he
pasado muy bien, Joseph.
—Y yo —contestó él. Luego se
levantó y fueron hacia la puerta—. Demi... no es fácil encontrar tiempo libre siendo padre
soltero.
—Seguro que no.
—Trabajo muchas horas y no quiero
pasar demasiado tiempo lejos de los niños cuando no estoy en el despacho.
—Te necesitan —dijo Demi, admirando su
dedicación a sus hijos.
—Mi madre está intentando
convencerme de que libre más de una noche a la semana. Y, aunque me siento
culpable por no dedicarles todo mi tiempo a mis hijos, he llegado a la
conclusión de que tiene razón. Necesito algo de tiempo para mí.
—Claro —
Demi no sabía a donde quería ir a parar Joseph.
—Lo que intento decirte es que me
gustaría volver a verte.
—A mí también me gustaría —aseguró
ella, sonriente.
—¿El viernes que viene?
—No tengo planes para el viernes
que viene.
—Pues ya los tienes Joseph se
inclinó para plantarle un beso en los labios. Te llamaré.
—Hazlo. Espero que Abbie se
recupere pronto.
—Gracias. Buenas noches, Demi.
—Buenas noches, Joseph
—respondió esta.
Una vez a solas, cerró la puerta,
suspiró y detuvo la mirada en el sofá, cuyos cojines, desperdigados por el
suelo, le recordaron lo que aquella llamada telefónica había interrumpido.
Volvió a suspirar.
Demi
pensó en su vieja regla de no relacionarse con padres. Esa noche era un claro
ejemplo de por qué había establecido dicha regla. Siempre se había considerado
demasiado egoísta como para compartir a un hombre con sus hijos, consciente de
que siempre estaría en segundo lugar en sus prioridades. Lo que era natural,
por su puesto. Ella no podría interesarse en un hombre que dejara de lado a sus
hijos.
Sacudió la cabeza y organizó los
cojines del sofá. En una semana, volvería a ver a Joseph
Jonas, pensó. Solo tenía que averiguar cómo entretenerse hasta entonces.
Abbie apoyaba su febril carita en
el cuello de Joseph, dormidita y acurrucada entre sus brazos. Había
dejado de llorar en cuanto la había empezado a mecer su padre, tras combatir el
sueño lo máximo que había podido. Estaba sentado en la cocina de su madre,
tenuemente iluminada, con una taza de té frente a él, mientras Bobbie daba
sorbos a otra taza, al otro lado de la mesa. La casa estaba en silencio.
—Siento haberte estropeado la noche
— dijo Bobbie—. No sabía qué hacer con ella. No me dejaba consolarla. Quería
estar con su papá.
—Solo es porque no se siente bien.
—No me lo he tomado como algo
personal —le aseguró Bobbie—. Pero lamento haberte estropeado la velada con Demi.
—No importa. Solo estábamos tomando
café y charlando.
—Ya —repuso Bobbie con
escepticismo—. Te gusta Demi, ¿verdad?
Le estaba hablando como si fuera un
adolescente.
—Sí, mamá, me gusta.
—He pensado en pedirle a Wade que
le pida a Emily que pregunte a Demi si yo le
gusto a ella.
—¿A qué viene ese sarcasmo? —Bobbie
frunció el ceño.
—¿Qué esperabas? Tengo treinta y un
años y me estás tratando como si tuviera dieciséis.
—No intentaba fisgonear. Pero me
alegra que salgas. Has estado muy solo desde que volviste a Honoria. Ya es hora
de que empieces a vivir de nuevo.
—Apenas he parado de vivir desde
que volví. He estado ocupado con el trabajo, familiarizándome con el bufete de
papá, cuidando de los niños...
—Pero no te has divertido mucho
—interrumpió Bobbie—. Creo que si alguien puede volver a alegrarte la vida, esa
es Jamie Flaherty. Reconozco que es un poco excéntrica... pero siempre me ha
caído bien. Incluso cuando atravesó su etapa rebelde, después de que te
marcharas a la universidad, sabía que era una chica buena y sensata. No me
sorprendió nada cuando Ellen me contó que iba a volver de Nueva York para dar
clases. Sabía que solo se había marchado para huir de casa. Actuar siempre fue
su modo de evadirse, y se le daba bien.
—Nunca la he visto sobre un
escenario —comentó Joseph—, pero estoy
seguro de que es muy buena.
—Vais a volver a quedar, ¿verdad?
—La semana que viene. Pero, mamá, Demi y yo solo
somos amigos, ¿de acuerdo? No empieces a exagerar las cosas.
—Pero, Joseph...
—En serio, mamá. Demi y yo no somos
novios. No quiero que te confundas.
—Estoy segura de que a Melanie le
habría gustado que...
— ¡Y no metas a Melanie en esto! atajó
Joseph. .Perdona añadió al comprender que había sido
demasiado agresivo.
—Algún día, cuando estés preparado,
me contarás lo que pasó entre Melanie y tú dijo Bobbie comprensivamente.
Mientras tanto, recuerda que estoy aquí, ¿de acuerdo? No me meteré en tus
asuntos, no interferiré entre Demi y tú y
cuidaré encantada de los niños siempre que lo necesites. Solo quiero que
vuelvas a ser feliz, Joseph.
—Lo sé dijo este, disculpándose con
una sonrisa. Es lo que siempre has querido para nosotros.
—Se está haciendo muy tarde comentó
Bobbie entonces, tras consultar el reloj.
—Debes de estar cansada. ¿Por qué
no te vas a dormir? Me llevaré a Abbie a casa y la acostaré, y mañana volveré
por Sam.
—No hace falta. La cuna de Abbie
está lista en tu antigua habitación, y acabo de cambiar las sábanas de tu cama.
Sam y Clay están dormidos en el cuarto de Trent, y tu padre está roncando en la
nuestra. Puedes quedarte a dormir y desayunar con nosotros.
—Yo...