domingo, 27 de enero de 2013

Seductoramente Tuya Capitulo 14




—Ya he hablado más que de sobra — dijo ella cuando casi habían terminado la cena—. ¿Por qué no me hablas de tus aventuras por Washington? Apuesto a que conociste a gente muy interesante.
—A algunas personas.
—Cuéntame algunas de las cosas que has visto —le pidió—. Entretenme mientras disfruto del postre.
Aunque no estaba seguro de qué podía entretenerla, logró recordar un par de anécdotas que a Demi parecieron divertirla, si bien era consciente de que no podía igualar su gracia contando historias.
—Ahora háblame de tus niños —exigió Demi más adelante—. Apenas los has mencionado en toda la noche.
—No me parecía elegante hablar de los hijos de uno en una cita. Pero puedo equivocarme. La última vez que salí con una mujer ni siquiera tenía hijos.
—¿No salías con tu esposa?
—Sí; claro que salíamos —Joe notó que los hombros se le tensaban—. Me refería a citas en el sentido tradicional.
—¿A tu esposa le gustaba alternar con la gente de Washington?
Más de lo que jamás había pensado, podía haber respondido Joseph. Que él supiera, se había contentado con estar en casa por las tardes con él y con los niños. De lo que no había tenido noticia, por supuesto, era de que había encontrado otro modo de entretenerse mientras él estaba en el despacho trabajando.
—Sí —se limitó a responder.
—¿Y a ti?
—Me cansó en seguida.
—¿Has decidido quedarte en Honoria permanentemente, o piensas volver a Washington algún día? —insistió Demi.
—No tengo intención de volver. Mi padre lleva demasiado tiempo trabajando doce horas al día. Necesita un socio desde hace años. Cuando esté preparado para jubilarse, me haré cargo de su bufete.
—Ocuparse de divorcios y quiebras en Honoria es muy diferente que tratar asuntos de Estado en la capital. ¿Estás seguro de que es suficiente para ti?
—Creo que sí: entre el trabajo y cuidar de los niños tendré suficiente.
—¿Qué tal la nueva niñera?, ¿les cae bien a los niños?
—Se llama Sarah Brown. Vino aquí hace un año con su marido. Su único hijo está en la universidad, pero a Sarah le gustan los niños y disfruta cuidando de ellos. Esta vez quería a alguien más madura, y venía con muy buenas recomendaciones. Abbie se ha acostumbrado a ella sin problemas... aunque a Abbie le gusta todo el mundo.
—Es una ricura. ¿Y Sam?, ¿también ha aceptado a Sarah?
—Sam no acepta a los desconocidos fácilmente —Joseph se forzó a no suspirar—. Parece que su timidez empeora con el tiempo, más que mejorar.
—A mí no me ha parecido especialmente tímido.
—Porque contigo no lo es. Se encariñó de ti enseguida repuso Joseph, el cual no podía explicarse aún a qué se debía aquello.
—Es un chiquillo adorable. Muy listo y muy observador. Y Abbie es un angelito. Estás haciendo un trabajo estupendo con ellos.
Lo sorprendió lo mucho que aquellas palabras lo conmovieron.
—Gracias —dijo con voz ronca—. Lo hago lo mejor que puedo. Y mis padres me ayudan mucho. Mi madre puede ser de cuidado en ocasiones, pero me ha ayudado un montón con los chicos.
—Seguro que sí. Bobbie es una de las personas más eficientes y competentes que he conocido.
—Por no decir mandona añadió Joseph.
—Esto también Demi rio. ¿Y los otros abuelos de los niños?, ¿los ven a menudo?
—La madre de mi esposa falleció hace varios años dijo él en tono sombrío. Su padre sigue vivo, pero su salud es precaria. Apenas lo vemos.
El joven camarero que los había atendido toda la noche apareció con una cafetera:
—¿Más café?
Ambos aceptaron el ofrecimiento. Joseph no tenía prisa por marcharse, aunque tampoco había planeado hablar tanto tiempo de sus hijos. Y menos aún de Melanie y su familia. Le habría gustado ceñir la conversación a ellos dos.
—¿Y tú? Le preguntó él mientras Demi daba un sorbo de café. ¿Has sentido morriña de Nueva York mientras hablábamos?
—Volveré a Nueva York de visita. Pero, por ahora, estoy contenta donde estoy. Estoy dedicando el verano a descansar, pintar, leer y hacer nuevos amigos en la ciudad. Y estoy deseando que empiece el curso.
—¿Pintar? Joseph se centró en aquella única palabra.
—Sí, siempre me ha gustado trabajar con óleos y lienzos, pero no he tenido tiempo en los últimos años. No se me da bien, pero es un hobbie agradable.
—Me gustaría verte en acción.
—Y a mí me encantaría que me vieras  dijo Demi, casi ronroneando. Luego, podría enseñare mis cuadros.
Otra vez. Había vuelto a pillarlo desprevenido con una risa sexy, una mirada seductora y una insinuación descarada.
—Pobre Joey prosiguió Demi, aun riéndose. ¿Te vas a ruborizar?
—Puedes llamarme Joseph, o Joe si insistes dijo este, mirándola a la cara. Pero no pienso responderte si me llamas Joseph.
—Procuraré no olvidarlo le prometió Demi, con una luz bailándole en los ojos.
Eso espero.
Para alivio de Joseph, Demi dejó de coquetear y empezó a hablar, de un nuevo y controvertido decreto que el Ayuntamiento de Honoria estaba considerando. No lo sorprendió que cambiara tan rápidamente del flirteo a una conversación sobre política. Joseph nunca había cuestionado la inteligencia de Demi. Y si algo había aprendido de ella, era lo impredecible que podía ser.
Dudó menos de un minuto cuando Demi lo invitó a entrar en casa. Su madre cuidaría a los niños toda la noche, de manera que no tenía por qué darse prisa en volver a casa. Y no le pasaría nada por tomarse un café, pensó.
—Ponte cómodo dijo Demi, señalando hacia el sofá mientras ella iba a la cocina. Volveré en unos minutos... Y aflójate la corbata si te sientes más a gusto añadió con un brillo provocativo en los ojos.
Debía de sentirse halagado, pensó Joseph con resignación, mientras colocaba la chaqueta sobre el respaldo de una silla. Suponía que era mejor divertirla que aburrirla.
Demi reparó en que se había quitado la chaqueta y aflojado la cortaba al regresar con dos tazas de humeante café al salón.
—Mucho mejor comentó mientras ponía las tazas sobre la mesa—. Solo falta una cosa añadió, dando un paso hacia el extremo del sofá en que se había sentado Demi.
—¿Que  es...?
—Esto antes de que pudiera adivinar sus intenciones, Demi se abalanzó sobre él y le revolvió el pelo con ambas manos. ¡Genial! Hace años que quería hacer esto.
Retrocedió un paso, pero Joseph  la agarró por una muñeca y tiró de ella hasta tenerla sentada en su regazo.
—¿Hace años que querías hacer eso?  murmuró y, acto seguido, le cubrió la boca con la suya.
La última vez que había besado a Demi Lovato era una chiquilla que estaba descubriendo sus atributos femeninos. Y él, un chico serio de dieciocho años con poca experiencia en ese tipo de cosas. Besarla le había revolucionado las hormonas y le había disparado el corazón.
Quince años después, el efecto era igual de devastador.
Sus labios eran suaves y carnosos, hambrientos. Su cuerpo se ajustaba a sus brazos como si lo hubieran diseñado a su medida. Demi no fingió sorpresa ni retraimiento al devolverle el beso.
Joseph había tratado de hacerle perder la compostura, tal como ella había hecho con él toda la velada; pero, de nuevo, era Joseph quien estaba desconcertado, hechizado por la magia de aquella mujer.
¡Ni quince décadas de experiencia lo habría preparado para Demi Lovato!
Cuando el beso finalizó, ella tenía una mano sobre la cara de Joseph y la otra rodeándole el cuello. Sonreía satisfecha y los ojos le brillaban.
— ¡Vaya, Joe! dijo Demi con voz rugosa. ¿Ha sido un acto impulsivo?
—No es la primera vez que me abandono a mis impulsos.
—Deberías hacerlo más a menudo repuso ella mientras deslizaba los dedos por los labios de Joseph.
—Puede que tengas razón convino este, y volvió a besarla.
El segundo beso no fue menos espectacular que el primero. A Joseph volvió a sorprenderlo el calor que lo invadió, el hambre, el deseo, la urgencia irrefrenable... Puede que en el pasado hubiera logrado satisfacerse con unos cuantos besos, pero sabía que ya no bastaría con eso. No si seguía mucho tiempo con Jamie encima, dejándose besar.
Así que interrumpió el beso.
Demi examinó su cara un segundo y luego se apartó para sentarse junto a él.
—El café se está enfriando comentó como si no hubiera pasado nada.
—Creo que no me lo voy a tomar, si no te importa repuso Joseph, tratando de imitar la naturalidad de ella. Se está haciendo tarde.
—Está bien. Gracias por la cena. No pudo discernir si estaba decepcionada por su marcha. Resignado a no saber nunca con exactitud lo que Demi pensaba, Joseph se levantó y se alejó de la tentación de su esbelto cuerpo.
—Buenas noches.
—Saludaba los niños de mi parte le pidió Demi mientras se ponía en pie.
Joseph asintió, aunque no tenía intención de hablar a sus hijos de Demi... y menos a Sam. Seguía creyendo que aquella cosa entre ambos no llegaría a ningún lado y no quería que los niños la echaran de menos cuando la relación se acabase.
—Buenas noches, Joe le dijo ella, una vez en la puerta.
Antes de que pudiera responder, se encontró al otro lado de la puerta, ya cerrada. Y ya mientras conducía de regreso a casa, supo que se pasaría buena parte de la noche sentado a oscuras en el salón, pensando en Demi.
Como si hubiera alguna posibilidad de que Joseph pudiera verla a través de la puerta, Demi esperó hasta que el ruido del motor del coche de Joseph se perdió en la distancia. Luego se desplomó sobre el sofá y se llevó una mano al corazón. Seguía acelerado... lo cual había tratado de disimular en presencia de Joseph.
Ese abogado tan repeinado y bien vestido sabía besar... mejor incluso que cuando eran adolescentes.
No había dicho nada de volver a verla. Comprendía que debía de ser difícil para él pasar tiempo lejos de los niños... algo a lo que no estaba acostumbrada, pues nunca había salido con un padre soltero. Siempre había rehuido esa complicación añadida en sus anteriores relaciones. Sus escasas aventuras ya habían sido suficientemente complejas como para tener que preocuparse con herir la tierna sensibilidad de unos niños inocentes.
Pero, en el caso de Joseph, estaba dispuesta a hacer una excepción.
Además, sus hijos le gustaban. Abbie era adorable y Sam... sentía debilidad por él.
Tal vez salir con un tipo con hijos no fuera tan horrible, después de todo. Tanto más cuando ese tipo era Joseph Jonas, el hombre con el que llevaba fantaseando desde que era poco más que una niña.

De Secretaria A Esposa Capitulo 12




Joe no podía comprenderlo. No podía comprender que ella no hubiera tratado de ponerse en contacto con él cuando se había enterado de que estaba embarazada. Fueran cuales fueran las razones que había tenido para haberse comportado de una manera tan inaceptable y tardar tanto en ponerse en contacto con él, en aquella ocasión iba a asegurarse de no dejarla marchar. A pesar de la furia y frustración que sentía hacia ella en aquel momento, milagrosamente Demetria le había dado la noticia que había estado deseando oír desde hacía mucho tiempo y que había temido que nunca oiría.
¡Por fin iba a ser padre!
Demi, que se había sentado y estaba de nuevo bastante pálida, se llevó una mano al pecho como para tranquilizar el alocado ritmo de su corazón.
— ¡Si hubiera podido, te lo habría dicho en cuanto lo descubrí! Pero la amiga con la que fui a tu fiesta se marchó a vivir a los Estados Unidos y no tenía ningún medio de hablar con ella. No podía recordar la dirección de tu mansión en Milán y, como no sabía que trabajabas en Londres, ni siquiera se me ocurrió tratar de encontrarte aquí. Te juro que le di mil vueltas a la cabeza tratando de pensar en la manera de poder ponerme en contacto contigo, Joe... ¡de verdad! Pero no era posible...
Tras explicar aquello, ella hizo una pausa debido a la emoción que sintió al recordar los duros momentos que había vivido.
— ¿Puedes imaginarte la angustia que sentí cuando descubrí que estaba embarazada? —continuó—. ¡Fue una gran impresión! Todavía estaba tomándome la píldora, pero hubo un par de días en Milán que estuve tan disgustada por todo lo que había ocurrido que debí olvidarme de tomarla. Cuando me di cuenta de lo que había ocurrido, me quedé aturdida. Pero estoy decidida a quedarme con el bebé... ¡aunque tenga que criarlo sola! Incluso aunque hubiera logrado poder ponerme en contacto contigo, no habría esperado que fueras a ayudarme. Sentía cierto recelo de volver a verte ya que sólo habíamos pasado juntos una noche. Y cabía la posibilidad de que no me recordaras.
Conteniendo el aliento, Joe se mordió inadvertidamente el interior de la mejilla. Ignorando el dolor que sintió, silenciosamente ignoró la ridícula sugerencia de que podría haberse olvidado de ella. Después de la maravillosa noche que habían pasado juntos... ¡jamás podría hacerlo!
La noche anterior, al haber observado como Demetria se ganaba a todos sus invitados con su belleza y su encanto, había sabido que, a pesar de lo que había dicho cuando ella había aparecido en su despacho por primera vez, deseaba con ansia que la mágica noche que habían compartido en Milán se repitiera.
Pero por alguna razón, al sentir la necesidad de proteger su corazón tras haber confesado que aquella noche se había sentido perdido, no había estado preparado para permitir que las cosas fueran por aquel camino. Y, en aquel momento, se forzó en centrarse en la posibilidad que había mencionado ella... en que criaría sola a su hijo si no tenía su apoyo.
Pero aquello iba contra su sentido del honor y del deber, contradecía su idea de hacer lo correcto, por no mencionar que aquel bebé sería el único heredero de toda la fortuna de su familia, de todo lo que él poseía. Pensó que de ninguna manera Demetria iba a criar sola a aquel niño.
Se dijo a sí mismo que si Demi pensaba que él iba a echarse a un lado dócilmente después de todo el dolor y amarga decepción que había sentido antes de conocerla, así como tras la marcha de ella misma, tenía que desengañarla rápidamente.
—Insistiré, desde luego, en que se realice una prueba de paternidad una vez que nazca el niño, pero por ahora aceptaré que lo que dices es cierto. Y, por tu bien, rezo para que así sea, Demetria. Una vez dicho esto, hay algo que necesito que tengas muy claro.
Joe se acercó de nuevo a la enorme ventana del despacho.
—De ninguna manera vas a criar tú sola a mi futuro hijo. No lo harás sin mi ayuda —aclaró—, ¡Eso es algo impensable! De hecho, es una idea absurda —añadió, dándose la vuelta para mirarla.
Pudo observar cómo, indignada, ella se ruborizaba.
—Pues hay algo que tú también debes saber —declaró Demi, frunciendo el ceño—. No me parece mal que quieras compartir tu parte de responsabilidad en la crianza de este niño, de hecho... ¡me alivia oírlo! ¡Pero no voy a permitir que trates de controlarme! He cuidado yo sola de mí misma desde hace bastante tiempo y, si intentas manejarme, simplemente me marcharé de tu lado y jamás volverás a saber nada ni del bebé ni de mí.
Aquella amenaza enfureció tanto a Joe que, antes siquiera de que se percatara de lo que tenía en mente, se acercó a ella, la agarró por el brazo y la levantó bruscamente de la silla.
Impresionada, a Demi se le dilataron las pupilas. Ambos estaban respirando agitadamente, pero él se recuperó primero. Se preguntó cómo tenía ella el descaro de amenazarlo con marcharse de su lado cuando llevaba un hijo suyo en las entrañas.
La idea de que la cosa que más había deseado en el mundo, un niño, quizá le fuera a ser arrebatada antes de que el pequeño siquiera naciera, le hizo sentir como si le hubieran amenazado con una muerte lenta y dolorosa después de todo lo que había soportado. Con el brillo reflejado en los ojos, acercó la cara a la de ella... y, por primera vez, ver las bellas facciones de Demetria y percibir la sensual fragancia de su cuerpo no tuvo su habitual potente y cautivador efecto sobre su libido.
— ¿Cómo te atreves? ¿Cómo te atreves a amenazarme de esa manera? Sólo por esta vez te perdonaré, porque claramente no sabes lo que dices pero, si vuelves a amenazarme con lo mismo, te llevaré por todos los juzgados del país si es necesario. Y, una vez que nazca el niño, sería yo el que tendría la plena custodia. No olvides lo que acabo de decirte, cara mia. ¡Estoy hablando en serio! Si continúas con esta actitud tan desagradable, pronto te arrepentirás de tu estupidez al intentar jugar conmigo.
Ella sintió como le dolía la parte del brazo que Joe la había agarrado. Incómoda, tuvo la sensación de que las piernas se le estaban derritiendo ante la furia que reflejaba la voz de él. No se había imaginado que Joe fuera a tomarse de aquella manera la noticia de su embrazado... no había esperado ni por un segundo que instantáneamente fuera a volverse posesivo ni que fuera a amenazarla con llevarla a los tribunales si se atrevía a sugerir que quizá iba a marcharse y criar ella sola a su hijo.
Sólo había dicho aquello porque él había adoptado una actitud tan dominante; se había sentido embargada por el miedo de que, finalmente, Joe no resultara ser el hombre que ella había deseado que fuera.
Suponiendo que el colosal error que había cometido con Hayden hubiera tenido mucho que ver con su miedo, se planteó si alguna vez podría sinceramente aceptar la posibilidad de tener una relación sentimental sana con un hombre...
Algo dentro de ella le decía que Joe era decente, incluso amable, pero se dijo a sí misma que ningún hombre llegaba a ser tan poderoso y exitoso sin tener cierto grado de crueldad. En aquel momento tenía que concentrarse en el hecho de que iba a tener un hijo con él... un hijo al que ya amaba con una pasión que apenas podía creer. Por esa razón, tenían que alcanzar cierto grado de comprensión mutua y respetar los deseos del otro en lo que se refería a las decisiones sobre la manera en la que criar al pequeñín.
—Por favor, suéltame el brazo —pidió, mirando a Joe a los ojos con una tranquila resolución reflejada en la mirada... aunque, en realidad, estaba a punto de llorar—. Me estás haciendo daño.
El miró el brazo de ella como si se hubiera dado cuenta en aquel momento de que lo estaba agarrando con tanta fuerza. Entonces lo soltó. Sus ojos reflejaron algo oscuro e ilegible. Maldijo en italiano y se apartó de su lado.
Demi no supo si estaba enfadado con él mismo o con ella.
—No sabía que ibas a reaccionar de esta manera —dijo con la voz levemente temblorosa—. Hay muchos hombres que saldrían corriendo si se enteraran de que han dejado embarazada a una chica con la que sólo han pasado una noche. Por lo que yo sé, la noticia que te he dado podría haber sido la peor que hubieras recibido en la vida si hubieras estado manteniendo una relación sentimental con alguien. 


De Secretaria a Esposa Capitulo 11




— ¡Oh, Dios! ¡Otra vez no!
Demi estaba mecanografiando una carta al día siguiente por la mañana en su despacho cuando se sintió invadida de nuevo por una sensación de náusea. Un sudor húmedo y frío se apoderó de todo su cuerpo...
Tomó su bolso con desesperación y buscó las galletitas que había recordado llevar consigo aquel día. Justo cuando las había encontrado, Joe entró en la sala.
—Me gustaría que telefonearas por mí a este número de París. Es el despacho de un cliente mío y necesito...
Él dejó de hablar y frunció el ceño con preocupación al percatarse de la palidez que reflejaba la cara de Demetria.
Nerviosa, a ella se le habían caído las galletitas con su envoltorio al suelo y, al tratar de tomarlas, las pisó con el tacón de su zapato. Antes incluso de examinar la evidencia, supo que estaban destrozadas.
En ese momento la sensación de náusea empeoró debido a la angustiosa desesperación que sintió. Se levantó de su escritorio y salió del despacho apresuradamente sin explicarle a Joe a dónde se dirigía.
— ¡Demetria!
Ella oyó que él la llamaba y se percató de la frustración y del desconcierto que reflejó su voz.
— ¿Estás enferma de nuevo? ¿Qué ocurre? ¡Dio! ¿Por qué no me lo dices?
Cuando Demi se sintió lo suficientemente bien como para regresar a su despacho, descubrió que Joe estaba todavía allí. Este estaba mirando por la ventana. La tensión se palpaba en sus anchos hombros. Al oírla llegar, se dio la vuelta. Tenía una expresión tan angustiosa reflejada en la cara que le impresionó mucho.
Parecía ser un hombre que acababa de despertar de un sueño... de un sueño particularmente triste.
Algo se alteró dentro de Demi ante la idea de que él estuviera sufriendo y casi se olvidó momentáneamente de la razón de su precipitada visita al cuarto de baño. Casi...
— ¿Joe? ¿Estás bien? —le preguntó.
— ¡Soy yo el que tengo que hacerte esa pregunta a ti! —Contestó él con la impaciencia reflejada en la voz—. Obviamente algo no marcha bien cuando te pones tan blanca como el mármol y sales corriendo del despacho. ¿Qué te ocurre, Demetria? ¡No me ocultes nada! Simplemente dime la verdad.
Respirando profundamente, y apartando la silla de detrás de su escritorio para sentarse, Demi suspiró y confesó su secreto.
—Estoy embarazada.
— ¿Estás embarazada?
No fue una pregunta con lo que respondió Joe, sino simplemente con la afirmación de un hecho que parecía serle bastante distante. Ella sintió como un helador frío se apoderaba de su espalda.
Por alguna razón, la indiferencia de él le intimidó más que si Joe se hubiera enfadado mucho... que era, en realidad, lo que había estado esperando.
— ¿El bebé es de tu ex novio? ¿Es eso lo que estás queriendo decirme?
La asunción de él la desconcertó.
—Rompí con Hayden tres meses antes de que tú y yo nos conociéramos, Joe... y sólo estoy embarazada de doce semanas. Así que... no, él no es el padre de mi bebé. Eso no es lo que estoy diciéndote en absoluto.
—Entonces... ¿estás tratando de decirme que yo soy el padre?
—Sí —respondió Demi, mirándolo fijamente a los ojos.
Joe respiró profundamente. Pero aunque sintió y oyó su propia manera de respirar, se sintió más como un observador. Una surrealista sensación se apoderó de él durante un momento, momento en el cual se sintió alejado de todo tipo de realidad.
Entonces, cuando comenzó a reaccionar, unos sentimientos que había enterrado hacía mucho tiempo intentaron romper el caparazón que los rodeaba.
La mujer que tenía delante lo miró con una sorprendente seriedad a pesar de la emoción que acababa de despertar en él y esperó a que hablara. Pero ella no sabía que Joe estaba teniendo serios problemas en aquel mismo momento simplemente al intentar hacerlo. Cuando finalmente contestó, lo hizo con la voz muy contenida.
— ¿Y esperas que crea esta injuriosa alegación?
—Querías la verdad, querías que no te ocultara nada.
Joe comenzó a temer que Demetria estuviera tratando de engañarlo o, peor aún, que estuviera intentando chantajearlo para que se responsabilizara del hijo de otro hombre. La rabia se apoderó de sus sentidos.
—Sólo nos acostamos juntos en una ocasión, cara mia... ¿te acuerdas? ¡Y hace más de tres meses de aquello! ¿Cómo puedo saber cuántos hombres han pasado por tu cama desde entonces?
Repentinamente, ella pareció tan angustiada como si él le hubiera pegado. Pero en aquel momento Joe no tenía mucha compasión. Realmente quería saber la verdad. Aunque fuera doloroso. Se preguntó si aquella mujer a la que apenas conocía, pero que lo había cautivado bajo su hechizo, era capaz de ser sincera con él.
Pensó que ella no podía hacerse idea alguna de la confusión y, contra toda lógica, de la agridulce esperanza que aquella noticia había provocado en su interior debido a su propia dolorosa experiencia con aquella coyuntura.
En el momento en el que Demetria se había levantado y marchado apresuradamente del despacho, él había pensado inevitablemente en Sophia... había recordado la trágica manera en la que ésta había perdido la vida... Había sido consciente de que no iba a poder soportar si el destino también le arrebataba a Demi.
—Sea lo que sea lo que creas, ¡no soy alguien que se va acostando por ahí con muchos hombres! —exclamó ella—. Lo que ocurrió entre nosotros fue una excepción... ¡algo que sólo ocurre una vez en la vida! Quizá todavía estaba disgustada por lo que había ocurrido con mi ex, pero te juro que no me acosté contigo por despecho.
— ¿Realmente crees que el niño que llevas en tu interior es mío?
—Estoy completamente segura. No es algo que fuera a inventarme. ¡No... no estoy buscando dinero ni nada de eso! Simplemente pensé que debía contártelo. Te juro que no tengo ningún otro tipo de intención.
—Pero, aun así, no te esforzaste mucho en tratar de ponerte en contacto conmigo para decirme que estabas embarazada, ¿verdad? Si creo lo que dices, apareciste en mi despacho por mera coincidencia, sin saber que era yo el que podía llegar a ser tu nuevo jefe. ¿Qué habría ocurrido si no hubieras podido optar a ser mi asistente personal? ¡Dime! ¿Cuándo ibas a haberme contado que estás esperando un hijo mío, Demetria? ¿Cuando naciera el niño? ¿O cuando tuviera cinco o diez años?

De Secretaria A Esposa Capitulo 10




— ¡No habías mencionado nada de eso antes!
—Hoy he tenido muchas cosas en la cabeza. Demetria, ¡sobre todo a ti!
Demi se preguntó si realmente él había estado pensando en ella y se planteó qué cosas se le habrían pasado por la cabeza exactamente. Si eran algo parecido a los contradictorios pensamientos y deseos que ella había soportado por él, no le extrañaba que hubiera estado ensimismado.
— ¿Lo harás? —le preguntó Joe, frunciendo el ceño.
Ella pensó que si se negaba, corría el riesgo de perder tanto el trabajo como la oportunidad de revelarle sus noticias. Por lo que no lo pensó demasiado.
—Sí, lo haré. Pero... ¿no tienes a nadie más que pueda ayudarte?
—Normalmente Janine me habría ayudado, pero como ya sabes está de vacaciones y te estoy pagando a ti para que actúes como mi asistente personal en su lugar... ¿no es así?
Al detectar cierta irritación en la voz de él, Demi no quiso enojarle aún más. Pero, aunque se sentía muy agradecida ante la necesidad que él tenía de que su asistente personal actuara como su anfitriona ya que ello implicaba que no había ninguna mujer en aquel momento en su vida, sintió curiosidad por saber por qué aquel atractivo hombre permanecía soltero. Sintió una ridícula esperanza dentro de ella... esperanza que rápida y dolorosamente reprimió.
—Primero tendré que ir a mi casa para refrescarme y cambiarme de ropa. ¿A qué hora necesitas que esté allí?
—Mi chófer, Brian, te llevará a tu casa, esperará a que termines y después te llevará a la mía. Iré con vosotros al principio para que me deje en casa. Venga, vamos... el tiempo se nos está echando encima.
Tras decir aquello, y mirando a Demi con expectación, Joe le puso una mano en la espalda al acercarse a ella.
Entonces, desconcertantemente, como para recordarle a Demetria que realmente estaba jugando con fuego, ésta sintió como una pequeña corriente eléctrica le recorría el cuerpo debido a aquel contacto físico.
Finalmente, la fiesta que Joe había tenido que celebrar en su casa para Hassan, los socios de éste y algunos de sus propios colegas de negocios, junto con las esposas de éstos, no resultó ser tan tensa como su anfitrión había previsto. Al tener una muy apretada agenda laboral que frecuentemente incluía tener que llevarse planos a casa para estudiarlos y perfeccionarlos, desde hacía algún tiempo había necesitado unas vacaciones, pero había estado resistiéndose a ello. Y en aquel momento, al observar a Demetria moverse por su elegante salón, al observarla hablando con sus amigos, se percató de lo fácil que su nueva asistente personal le estaba poniendo las cosas aquella tarde.
Ella se había puesto un vestido de cóctel negro y su oscuro pelo caía sobre sus pálidos hombros. Estaba absolutamente deslumbrante. De hecho, estaba tan preciosa que pensó que incluso podría comérsela. Los socios de Hassan se habían acercado a ella constantemente una vez que él mismo había realizado las presentaciones oportunas.
Sabía que el estudio de arquitectos del árabe era uno de los más importantes del mundo y que a los empresarios les resultaría difícil encontrar otra empresa que pudiera alcanzar el impresionante nivel de innovación y dedicación al cliente que ofrecía el estudio de su amigo. Pero también sabía que tener a Demetria como su anfitriona durante aquella velada había influido mucho en que los empresarios allí reunidos hubieran decidido darle una comisión. Acababa de mantener una conversación con ellos en la cual habían acordado dicha comisión con un apretón de manos.
En aquel momento se encontraba a solas con Hassan. Notó que éste también estaba observando a la preciosa morena que estaba al otro lado del salón.
El árabe sonrió indulgentemente cuando ella echó la cabeza para atrás y se rió de algo que había dicho una de las esposas de los colegas de Joe.
— ¿Te das cuenta de que esa hermosa mujer supone un activo muy importante? —comentó con un toque de envidia en la voz.
Joe recordó que la gente había acostumbrado a decir lo mismo de Sophia y que él se había sentido muy orgulloso al haber estado casado con una mujer tan bella. Al pensar aquello sintió como le daba un vuelco el estómago. Pero a su vez, recordó que al final la gente no había sido tan elogiosa... no cuando ella se había distanciado deliberadamente tanto de la compañía en sí como de él...
—Te confieso que no me había dado cuenta de que lo era tanto hasta este momento —contestó con sinceridad, mirando el champán de su copa con aire distraído—. Está claro que le resulta muy fácil hacer que todos se sientan como en casa.
—Si fuera tú... —comenzó a decir Hassan, bajando la voz con complicidad. A continuación se acercó aún más a su amigo— no permitiría que se me escapara.
Más tarde, aquella misma velada, cuando sus invitados ya se habían marchado y Joe estuvo a solas con Demetria, no pudo evitar recordar lo que le había dicho su amigo. Y no quiso despedirse de ella... sin importarle que Demetria no hubiera tenido tantas ganas de quedarse con él tras su último encuentro en Milán. Pensó que sería un mentiroso si no reconociera ante sí mismo que aquello todavía tenía el poder de dolerle. Pero en aquel momento, al observar como ella contenía un bostezo y le sonreía educadamente, se sintió extrañamente predispuesto a perdonarla...
—Esta noche has hecho un trabajo magnífico —dijo, sintiendo como le daba un vuelco el estómago al percibir la cautivadora fragancia del perfume de Demi. Entonces observó el seductor escote de su vestido y no trató de contener el poderoso deseo que le recorrió el cuerpo al ver aquella demasiado tentadora carne—, ¡Has sido la anfitriona perfecta!
—Gracias —respondió ella, apartando la mirada—, Pero no ha sido tan difícil... ¡tus invitados eran un encanto! Normalmente, este tipo de situaciones no me parecen fáciles en absoluto.
— ¿Como la fiesta en Milán? —sugirió Joe con delicadeza, acercándose para tomar entre sus dedos un mechón de pelo de Demetria.
Sorprendida, ella respiró profundamente.
—Te confieso que aquella noche me sentí un poco como pez fuera del agua —admitió, ruborizándose.
—Parecías una niña pequeña pérdida que necesitaba ser rescatada —concedió Joe—. Pero aquella noche yo me sentía igual de perdido.
— ¿En tu propia fiesta?
—Así es. Pero entonces te vi... y de inmediato dejé de sentirme perdido.
Al ver la impresión que reflejaron los ojos de ella, él repentinamente se percató de lo que había dicho y del sentimiento de vulnerabilidad que su confesión había provocado en lo más profundo de su ser. Pensó que el champán estaba teniendo un peligroso efecto en su lengua. Se dijo a sí mismo que era mejor dejar que Demetria se marchara en aquel momento, antes de que él empeorara las cosas. Tal vez volviera a encontrar consuelo temporal en los brazos de ella pero, al día siguiente, ambos tenían que continuar trabajando juntos y si mantenían relaciones sexuales, por mucho que deseara hacerlo, sólo complicarían las cosas.
Fue consciente de que sería mucho mejor si planeaba sus tan necesitadas vacaciones antes que contemplar la posibilidad de tener una aventura con una mujer que ya le había demostrado que no era precisamente digna de confianza.
Soltó el sedoso mechón de pelo de ella y miró su reloj Rolex de forma abierta.
—Se está haciendo muy tarde y ambos tenemos que madrugar mañana. Brian está esperando en el coche para llevarte a casa.
Ignorando la confusión que reflejaron los ojos de Demi, la acompañó a la entrada de su mansión. La ayudó a ponerse sobre los hombros la capa de terciopelo azul que había llevado para abrigarse. Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no posar las manos sobre aquellos preciosos hombros y darle la vuelta para que lo mirara... ya que tal vez no habría podido evitar besarla con tanta pasión como estaba deseando...
—Gracias otra vez por tu ayuda. Te veré en la oficina por la mañana. Descansa.
Ella lo miró brevemente a los ojos.
—Entonces... buenas noches —contestó. Pareció que había comprendido la silenciosa señal de Joe de que era mejor que se separaran.
Incluso al abrir la puerta principal para que Demi saliera, él estaba mentalmente en retirada. Observó sólo durante un momento como ella bajaba los peldaños de las escaleras de la vivienda para dirigirse al silencioso y brillante Rolls—Royce que la estaba esperando. Entonces cerró la puerta apresuradamente, como para evitar la tentación de seguirla y de admitir que, después de todo, estaba deseando que pasara la noche en su casa...