—Antes de que te cuente lo que ocurrió aquella noche en
Aspen, ¿por qué no me cuentas tú con quiénes se han casado los chicos? Me muero
de curiosidad.
—Sebastian se casó con su vecina, Matty Lang. El marido de
Matty murió hace unos años en un accidente de helicóptero y ella ha llevado el
rancho sola durante Éste tiempo. Ahora que lo pienso, es la mujer perfecta para
Sebastian. Pero supongo que ahora ya no me venderá nunca su rancho.
Probablemente, se quedará a vivir allí.
—¿Querías comprar un rancho? No me lo habías contado.
—Es una propiedad espléndida —dijo él, y estiró los brazos
contra el volante, haciendo pequeños giros con los hombros para relajar la
tensión—. Algún día podría venderla y obtener un buen beneficio, aunque ésa no
era mi motivación. No estoy seguro de cuál era mi motivación, en realidad.
—Tú creciste en un rancho. Quizá sea porque te gustaría
volver a esa clase de vida.
Él sacudió la cabeza.
—Probablemente no.
—Quizá te gustaría dirigir un rancho para niños que no tienen
familia ni un lugar donde vivir —sugirió ella, con tacto.
Joseph la miró con sorpresa. Después, fijó su atención de nuevo en
la carretera.
—Está claro que siempre consigues meterte en mi cabeza, Demi Yo no lo había pensado todavía,
pero es posible que tengas razón. Los huérfanos del campamento de refugiados no
son los únicos niños que no tienen un hogar. Pero ese campamento, al menos, era
un lugar donde empezar.
«Qué sueños tan nobles», pensó Demi. Y cómo le gustaría formar parte
de ellos. Pero ella tenía una niña. Qué irónico era que él quisiera salvar a
todos los niños de mundo salvo a una. Al principio, se había irritado mucho por
eso, pero había empezado a comprender, poco a poco, la lógica de Joseph. Ya no le parecía tan contradictoria.
— ¿Con quién se ha casado Travis?
—Con Gwen Hawthorne. Tiene un pequeño hotel en Huérfano, el
pueblecito que hay en la carretera hacia Rocking D.
—Sé dónde está —dijo ella. Sólo con oír el nombre del pueblo
y del rancho, había revivido el dolor que sintió la noche en que tuvo que
abandonar a su hija.
— ¿No te llama la atención que ese pueblo se llame así?
—Sí. Supongo que ésa es una de las razones por las que
comenzó a gustarte esta zona, al principio. Quizá sea el destino el que te ha
impulsado a empezar algo así cerca de un pueblo llamado Huérfano.
—Si realmente decido hacerlo, tendré que encontrar un rancho
cerca del Rocking D.
—Supongo que sí —dijo Demi, intentando que sonara como si no le
importara dónde terminara viviendo él. En realidad, era lo que más le importaba
del mundo. Si finalmente Joseph no lograba
superar sus miedos y aceptar a su hija, ella se iría a vivir muy lejos de
allí—. Bueno, ¿y Boone?
—Boone se ha casado con una mujer llamada Shelby McFarland.
La conoció cuando iba de camino al Rocking D desde casa de sus padres, en Nuevo
México.
— ¿Quieres decir que Sebastian y Boone se casaron después de
que yo dejara a Elizabeth en el rancho? Eso sí que es raro.
—Y Travis también. Parece que la niña fue la que unió a las
tres parejas, en cierto modo.
—¡Vaya! —exclamó Demi. Ella nunca hubiera creído que iba a
provocar tales estragos, aunque fueran muy positivos—. Y todos pensaban que
podían ser el padre de Elizabeth... Eso sí que no lo entiendo, no se me ocurrió
que pudieran creer algo así. Yo sólo quería que Elizabeth estuviera rodeada de
gente que pudiera cuidarla. Y sabía que podía confiar en ellos.
—¿Y qué fue lo que ocurrió aquella noche? —preguntó Joseph,
intentando fingir que sólo tenía un poco de curiosidad.
Ella sonrió.
—Tus amigos se reunieron en el bar del hotel y se
emborracharon.
—Me lo imagino. ¿Y después?
—Habían reservado la misma cabaña en la que os habíais
alojado la noche anterior. Está a tres kilómetros del hotel, ¿te acuerdas?
Fuera hacía muy mal tiempo y no me atrevía a dejarles conducir, así que yo
misma los llevé a la cabaña.
—¿Tú no habías bebido?
—Alguien tenía que permanecer sobrio y evitar que se metieran
en jaleos —respondió Demi.
No quería admitir que tenía el corazón destrozado y que no
quería beber para no perder el control y comenzar a sollozar en mitad de lo que
se suponía que era una celebración. No debería haber seguido sintiendo que
tenía la obligación de mantener su relación con Joseph
en secreto, pero lo había hecho. Durante todo aquel tiempo.
—¿Así que los llevaste a casa y ya está?
—No, claro que no. Sabía que se sentirían fatal al día
siguiente por la mañana, así que les preparé una bebida con vitaminas C y B.
Intenté que se tomaran una manzanilla con miel, pero no quisieron ni oír hablar
de ello. Dijeron que era una cursilada y que ellos eran vaqueros que aguantaban
el alcohol, por Dios.
Joseph se rió.
—Bien hecho.
—No me sorprende que digas eso, teniendo en cuenta cómo
reaccionas siempre que intento guiarte hacia algún tipo de remedio natural.
—¡Querías que bebiera cosas hechas con hierbajos!
—Esos hierbajos, como tú los llamas, están cargados de nutrientes.
La gente no tiene ni idea de la cosecha tan rica que tiene en sus jardines. Si
lo supieran...
—Creo que ya he oído este discurso unas cuantas veces, Demi.
—Y no ha tenido ningún efecto.
—Si te prometo que me beberé la próxima taza de hierbajos que
me des, ¿terminarás de contarme la historia?
—No hay mucho más que contar. Les ayudé a quitarse las
camisas y los pantalones y los acosté.
—¿Intentó besarte alguno de ellos?
—Claro que sí. ¿Y qué?
Él apretó la mandíbula.
—Voy a estrangularlos.
— ¡ Joseph, ellos no sabían nada de lo nuestro! Estaban borrachos
y hacían el tonto —explicó ella, y después hizo una pausa—. Aunque nunca se me
habría ocurrido que ninguno de ellos fuera a pensar que había hecho algo más
que intentar besarme. ¿Acaso eso es posible? ¿Hacer el amor con alguien y no
recordar nada al día siguiente?
—A mí nunca me ha ocurrido, pero supongo que sí es posible
—respondió Joseph. Dejó escapar un largo
suspiro y la miró—. Si yo hubiera estado allí aquella noche, nada de eso habría
sucedido. Pero yo creía que te estaba haciendo un favor al marcharme.
—¿Un favor? ¿Alejándote de mi vida por completo? ¿Marchándote
a un país desconocido al otro lado del océano, sin teléfono ni servicio de
correos? ¿Y cómo se suponía que me estabas haciendo el favor?
—Creía que si desaparecía, encontrarías a otro.
A ella se le encogió el estómago.
—¿Y es eso lo que quieres?
—Demonios, ¡claro que no! Me pone enfermo pensar que mis
amigos se te hayan insinuado, aunque sepa que fue algo totalmente inocente. No
me atrevo a imaginarte en la cama con otro hombre. Me volvería loco.
—Yo tampoco me lo puedo imaginar —dijo ella, calmadamente.
Él soltó un gruñido.
—Me encanta oír eso, y no debería encantarme. Debería querer
que salieras y encontraras a un buen tipo que quisiera casarse y tener hijos
contigo —dijo, y le dio una palmada al volante—. Soy el peor de los egoístas
por quererte para mí, cuando no soy capaz de darte lo que necesitas.
Una sensación de calidez invadió a Demi y ésta supo con seguridad que él
se equivocaba al juzgarse con tanta dureza. No tenía ni idea de todo lo que
sería capaz de hacer si se lo proponía.
—¿Pero me deseas?
—Cada minuto del día.
Ella reprimió el impulso de acariciarlo, aunque deseaba
hacerlo con todas sus fuerzas.
—No des por perdido lo nuestro todavía —murmuró.
Él respondió con el silencio y aunque a Demi le hubiera gustado obtener
ánimos, se quedó satisfecha con el hecho de que él no contradijera sus
palabras.
Muchas horas después, Joseph tomó la carretera que llevaba al Rocking D. Hacía
mucho tiempo que se había puesto el sol. Cuanto más se acercaban al rancho, más
nervioso se ponía. Mientras estaba al otro lado del océano, se había imaginado
muchas veces que el reencuentro con sus amigos sería una bienvenida a casa,
pero el anuncio que había hecho Demi había cambiado todo aquello. Él
necesitaba desesperadamente la sensación de seguridad que le proporcionaba
hacer el amor con ella, pero se veía privado de aquello también.