viernes, 7 de diciembre de 2012

De Secretaria A Esposa Capitulo 2





Estudiando la bella cara que tenía delante, cara que reflejaba una intensa expresión de desaprobación, sintió un enorme deseo de que Joe le sonriera. Fue un anhelo tan intenso que, frustrada, sintió ganas de llorar ya que sabía que no iba a conseguir una sonrisa por parte de él. Un escalofrío le recorrió por dentro. Recordó la fiesta que se había celebrado en la mansión de un importante arquitecto italiano, fiesta a la que su amiga Melissa la había prácticamente arrastrado y que había sido celebrada por el elegante promotor inmobiliario para el que ésta había trabajado. Desde el principio había considerado un error asistir. Había sido la última velada de sus vacaciones y, lo que realmente hubiera querido hacer, habría sido reflexionar tranquilamente sobre la manera en la que iba a reconstruir su vida cuando regresara al Reino Unido.
Se había preguntado a sí misma cómo iba a lograr volver a confiar en nadie cuando la habían traicionado de una manera tan brutal.

Pero la insistencia de su amiga al decirle que necesitaba salir y divertirse, había estropeado sus planes. Finalmente, en vez de la tranquila velada que había planeado pasar, había tenido que soportar la incómoda proximidad de numerosos extraños en un entorno muy glamuroso que no tenía la capacidad de levantarle el ánimo.
Pero las cosas habían cambiado cuando el hombre que tenía delante en aquel momento había fijado su demasiado perturbadora mirada en ella. Mel había estado charlando con algunos de los invitados y ella se había quedado momentáneamente sola...

Joe le había dado la espalda a varias personas que habían estado obviamente interesadas en hablar con él y se había acercado a Demi. Se había presentado como Joe. Simplemente Joe. No le había mencionado su nombre completo. Joseph Jonas.

Ella se había presentado como Demetria, nombre que apenas utilizaba, y no comprendió por qué lo había hecho ya que todo el mundo la conocía como Demi. Pero pensó que no podía esperarse que una persona estuviera completamente en control cuando se enfrentaba a un halo de riqueza y de seguridad en sí mismo como el que desprendía Joe, el cual era increíblemente atractivo. Se planteó que tal vez en aquel momento se había sentido pequeña e insegura, por lo que había necesitado el respaldo de un nombre con un poco más de clase que simplemente «Demi».

Había muchas razones por las que había actuado de manera distinta aquella inolvidable noche... y aquélla era sólo una de ellas...
Entrelazó los dedos de las manos sobre el brillante escritorio y reunió todo el coraje que tenía para levantar la mirada y enfrentarse a la desaprobación que reflejaban los ojos de él.

—No había planeado marcharme de la manera en la que lo hice —explicó—. Simplemente... simplemente no quería despertarte. Era la última noche de mis vacaciones y tenía que dirigirme al aeropuerto para tomar un avión. Debería habértelo mencionado al principio, pero... —añadió, ruborizándose.
—Pero estabas demasiado ocupada con otras cosas, ¿verdad? —sugirió Joe, irónicamente—. Aun así... deberías haberme despertado... ¡no simplemente haberte marchado sin dejarme un número de teléfono o una dirección!
Tras decir aquello, se quedó mirándola.

— ¡Deberías haberme permitido el poder ponerme en contacto contigo!
—Lo siento —respondió Demi con sinceridad. Su voz reflejó cierta impotencia. Pero le había impresionado mucho que a un hombre que se movía en las exclusivas y privilegiadas esferas en las que lo hacía Joe, le importara y molestara el hecho de que una amante de una noche no le hubiera dejado su número de teléfono. Se preguntó si se habría equivocado al asumir que él la olvidaría muy fácilmente. Tal vez se había convencido de aquello ella misma para poder soportar el dolor de dejarlo y de no volver a verlo nunca más...

La pasión que había habido entre ambos se había desatado en cuanto sus miradas se habían encontrado. Ni siquiera la relativa poca experiencia de ella con los hombres le había permitido pensar que aquello era algo normal. Había percibido una conexión muy intensa entre los dos, una conexión entre sus almas... y aquello era algo que había deseado experimentar desde hacía mucho.

El Amante De La Princesa Capitulo 3





Ella lo miró, aturdida.
—No te entiendo.
—Tú no querías a tu prometido, así que no te casaste con él. De hecho, Phillip me ha dicho que no te has casado.
—No, no me he casado —Miley miró hacia la puerta y luego a él de nuevo—. Me marcho para que deshagas la maleta.
— ¿Estás huyendo de mí?
Ella arrugó el ceño.
—Debo pedirte que, a partir de ahora, no vuelvas a tocarme. La próxima vez llamaré a seguridad.
No, no lo haría, pero por el momento le seguiría el juego. La dejaría pensar que lo tenía controlado.
—Por supuesto, alteza. Le pido disculpas por mi… inadecuado comportamiento.
—Cenamos en el comedor principal a las ocho en punto. ¿Recuerdas dónde está?
—Estoy seguro de que encontraré el camino.
—Si tienes alguna pregunta o necesitas algo, hay un directorio al lado del teléfono. La cocina está abierta veinticuatro horas al día… y ahí tienes un bar.
—Gracias.

Miley asintió con la cabeza antes de salir de la habitación.
Quizá no iba a ser tan fácil como pensaba, pero siempre le habían gustado los retos. Cuanto más tenía que esforzarse para conseguir algo, más satisfactorio era el resultado.
Estaba arriesgándose, desde luego, poniendo en peligro su relación personal y profesional con Phillip. Su gabinete de arquitectura, Diseños Rutledge, no tenía rival en Norteamérica, pero necesitaban aquel encargo para que la empresa pudiera ser internacional. Como había soñado su padre, aunque nunca logró conseguirlo.

¿Y no había hecho siempre Alex lo que su padre esperaba de él?
Había muerto tres años antes y seguía intentando complacerlo.
Y, en parte, ésa era la razón de aquel amargo divorcio. Algo inevitable cuando un hombre se casaba por conveniencia en lugar de por amor. En toda su vida sólo había conocido a una mujer que entendiera la presión de vivir teniendo que cumplir las expectativas de los demás…
Y esa mujer era Sophie.

Cuando fue a pasar unas vacaciones en Morgan Isle diez años antes, Sophie y él habían conectado inmediatamente. Quizá porque cuando estaba con ella podía bajar la guardia y ser él mismo.
Pero no había sabido que sólo era un juego para ella.
Volver a verla lo devolvía al pasado… a la confusión, la humillación. ¿Qué mejor momento que aquél para su pequeña venganza?
Seducirla, hacer que se enamorase y luego dejarla, como había hecho Miley con él.

Miley seguía temblando mientras bajaba la escalera. Quería estar sola. Necesitaba tiempo para procesar lo que había pasado y averiguar por qué la había asustado tanto.
Pero cuando iba a salir se encontró con Ethan.
— ¿Te vas a casa? —le preguntó su hermanastro, sujetando la puerta.
—Tengo que hacer un itinerario —suspiró Miley.
Desde que salió de la suite de Nick se sentía helada y el cálido sol de la tarde le pareció una bendición mientras caminaban juntos hacia su Porsche.
—Supongo que te darás cuenta de que en ese deportivo no se puede poner una sillita de seguridad para el niño.
—No me lo recuerdes —riendo, Ethan sacó las llaves del bolsillo.
Aunque todo el mundo en la familia tenía un Rolls Royce con chófer a su disposición, Ethan prefería conducir él mismo. Y raramente usaba los servicios de seguridad.
— ¿El invitado de Phillip está en su suite?
—Sí.
—Parece un tipo agradable.
—Sí, muy agradable —contestó ella. Demasiado agradable, en realidad. Y demasiado amistoso. No confiaba en él.
Ethan la miró, muy serio. Cuando hacía eso se parecía tanto a Phillip que era increíble.
— ¿Ocurre algo?
La asombraba que, a pesar de haber descubierto la existencia de Ethan sólo un año antes, se entendieran tan bien. Debían ser los lazos de sangre. Y en un momento como aquél, resultaba increíblemente inconveniente.
—Estoy bien —le dijo, aunque se daba cuenta de que no la creía.
—Sé lo que te pasa, Miley.
Ella tragó saliva. ¿Cómo podía Ethan saber nada sobre su relación con Nick? A menos que Nick se lo hubiera contado… algo a lo que no tenía derecho alguno.
— ¿Ah, sí?
—Yo sentí lo mismo el día que me involucré en la dirección del hotel. Quería controlarlo todo, ser el que diera las órdenes… pero fue más fácil para mí porque no tenía a toda la familia detrás intentando controlarme.

Estaba hablando del negocio familiar, no de su complicado pasado con Nick. Y era un alivio. Aunque si había alguien en quien pudiera confiar además de su cuñada, Hannah, ése era Ethan. Aun así, ella prefería tomar sus propias decisiones.
—Quieres más responsabilidades —siguió Ethan—. Algo más que llevar a los invitados de un sitio a otro y enseñarles la isla.
Miley se encogió de hombros.
—Pero no es así como se hacen las cosas en la familia. Soy una princesa y mis obligaciones son lo primero.
Ethan apretó su mano.
—Aunque no tengo mucha influencia con Phillip, intentaré hablar con él Aunque entre mis deberes y la llegada del niño, no tengo un minuto libre.
— ¿Lizzy se encuentra mejor?
—Sigue teniendo náuseas por las mañanas, pero ha decidido seguir trabajando hasta que esté de ocho meses. Ya sabes lo inquieta que es, aunque la verdad es que apenas puede levantarse de la cama.
— ¿En serio?
—No come nada y el médico está preocupado porque ha perdido mucho peso. La verdad, estoy pensando que deberíamos vivir en palacio. Al menos hasta que dé a luz.
—Estoy segura de que a Phillip le encantaría. Aunque debo decir que me sorprende un poco. Si no recuerdo mal, juraste que nunca vivirías en palacio.
Ethan sonrió.
—Supongo que no había esperado sentirme como en casa. Es asombroso lo rápido que han cambiado las cosas.

Sí, eso era verdad. Aquella misma mañana había sido sólo un día más para Miley y, de repente, era como si todo su mundo se hubiera puesto patas arriba.
—Bueno, me voy. ¿Quieres que te lleve a casa?
—No, gracias. Hace un día precioso, así que iré dando un paseo —sonrió Miley—. Dale recuerdos a Lizzy de mi parte. Y dile que si necesita ayuda, sólo tiene que pedirla.
—Lo haré.
Después de darle un beso en la mejilla, Ethan subió al deportivo y Miley tomó el camino que llevaba a su residencia.

Parecía como si, últimamente, todos sus amigos y parientes estuvieran sentando la cabeza. Gente que, como ella, había jurado que nunca se ataría a nadie. Ethan tenía razón, las cosas cambiaban rápidamente. Pero para ella ciertas cosas, como desear un marido y una familia, no cambiarían nunca. Había pasado toda su vida luchando por su libertad y no pensaba rendirse.
Por nadie.

El Amante De La Princesa Capitulo 2






Miley esperó que añadiera algo como «e igual de fría», pero al darse cuenta de que era sincero se le puso el corazón en la garganta.
—Tú también estás igual —respondió, desconcertada por lo vulnerable que se sentía. Vulnerable e incómoda. Y ella raramente se sentía así.
Cuando llegaron al segundo piso le hizo un gesto al guardia de seguridad que estaba de servicio mientras llevaba a Nick a la zona reservada para invitados.
—Creo que es la misma suite en la que te alojaste la última vez.
De hecho, sabía que lo era. Había pasado allí tiempo suficiente como para recordarlo.
—Como probablemente recordarás, éste es el salón y por ahí están el dormitorio y el cuarto de baño —le dijo, después de abrir la puerta.
—Me acuerdo —dijo Nick.

¿Estaría pensando lo mismo que ella? ¿Estaría recordando cuando se sentaban en el balcón y hablaban durante horas? ¿Recordaría la primera vez que la besó?
¿La primera vez que hicieron el amor?
Nunca antes o después un hombre la había hecho sentir más querida, más especial. Pero eso fue mucho tiempo atrás y tantas cosas habían cambiado desde entonces… ella había cambiado.
—Me acuerdo —dijo Nick entonces, mirando alrededor—. ¿Y sabes de qué más me acuerdo?
— ¿De qué?

—De esto —respondió él, tirando de su brazo.
Ocurrió tan rápidamente que Miley apenas tuvo tiempo de reaccionar. Nick la tomó entre sus brazos, el único sitio en el mundo en el que quería estar. El instinto le decía que se apartase, pero cuando buscó sus labios fue como si sólo llevaran un día separados.
Miley sabía que aquello estaba mal en todos los sentidos; para empezar porque él podría estar casado. Pero el familiar sabor de sus labios, el aroma de su piel… después de experimentar eso, Miley no podía, ni quería, hacer nada para detenerlo

Había sido más fácil de lo que esperaba, pensaba Nick mientras Miley se derretía entre sus brazos. Era tan dulce, tan excitante, tan sexy como antes. Enredando los dedos en sus rizos oscuros mordisqueó su labio inferior, preguntándose si eso seguiría gustándole… y la respuesta fue un suave gemido de placer.
Y él pensando que seducirla iba a ser una tarea difícil. Aunque hubiera sido lo más lógico. Al fin y al cabo, después de jurarle amor eterno, Miley lo había dejado plantado sin una explicación.
Como si hubiera leído sus pensamientos, ella se puso tensa de repente. Y para no presionarla, Nick no dijo nada cuando dio un paso atrás.

Lo miraba con sus ojos del color del mar embravecido; un gris profundo, turbulento. Tenía las mejillas rojas y podía ver su pulso latiendo en la garganta. Y, si era sincero consigo mismo, él mismo estaba sin aliento. A pesar de todo lo que había pasado, de cómo lo había utilizado, seguía excitándolo.
Y por eso utilizarla a ella sería más satisfactorio.
— ¿Por qué has hecho eso? —le preguntó, con voz temblorosa.
—Llevo diez años queriendo hacerlo.
Miley dio otro paso atrás, llevándose un dedo a los labios como si el beso la hubiera quemado.
—Podría llamar a los guardias de seguridad y hacer que te detuvieran por atacarme.
Nick sonrió porque sabía que nunca haría eso. Podía ser egoísta, caprichosa y manipuladora, pero no era vengativa. Al menos, no lo era antes.

—Pero no lo harás porque eso sería mentira. Tú lo deseabas tanto como yo.
Podía ver por su reacción que estaba en lo cierto, pero también sabía que no iba a quedarse callada.
—No sé qué clase de mujer crees que soy, pero no suelo relacionarme con… con hombres de los que no sé nada. Podrías estar casado.
¿Era por eso por lo que parecía tan escandalizado?
Nick se cruzó de brazos.
—Veo que no te has enterado, pero acabo de pasar por el divorcio más desagradable de la historia.
Esa información pareció pillarla por sorpresa.
—No, no lo sabía. Lo siento.

Lo curioso era que parecía sentirlo de verdad. Y él pensando que sólo se preocupaba por sí misma… pero no, no creía ni por un momento que hubiera cambiado en esos diez años. Y no dudaba que, tarde o temprano, la auténtica Miley haría su entrada. Pero cuando lo hiciera, él estaría preparado.
—Supongo que eso es lo que pasa cuando uno se casa con alguien de quien no está enamorado. Así que tú tenías razón.

jueves, 6 de diciembre de 2012

El Amante De La Princesa Capitulo 1





Como miembro de la familia real de Morgan Isle, había días en los que la princesa Miley Renee Agustus Cyrus se sentía atenazada por su título.
Y aquél era uno de esos días.
El rey Phillip estaba detrás de su escritorio, en el estudio de palacio, trabajando. El parecido con su padre era increíble, pensó. El mismo pelo negro, los mismos ojos grises, la misma estatura y constitución atlética. Y la misma terquedad.
Miley, por otro lado, había heredado el temperamento explosivo del difunto rey Frederick, de modo que respiró profundamente e intentó calmarse porque había aprendido que enfadarse no servía de nada.
—Cuando dijiste que estaría involucrada en el proyecto del hotel no sabía que mis actividades incluirían hacer de niñera.
—Nadie conoce esta isla tan bien como tú, Miley. Y si el arquitecto va a diseñar un edificio acorde a las características de nuestro país, antes tendrá que visitarlo.
Ella había querido, había esperado, que por primera vez en la vida su familia dejase a un lado sus arcaicas tradiciones para darle alguna ocupación más interesante que organizar fiestas, acudir a cenas benéficas y hacer de embajadora de buena voluntad.

Phillip y su hermanastro, el príncipe Ethan, le habían asegurado que si seguía el programa real sin quejarse al final lograría un puesto en la cadena de hoteles que la familia había comprado recientemente. Pero, a juzgar por la tarea que acababan de asignarle, no podía dejar de pensar que le había tocado la peor parte.
Claro que si se negaba estaba segura de que Phillip la dejaría fuera del proyecto. Porque lo que él quería era verla casada y con hijos.
Con el reciente nacimiento de su hijo, Frederick, y el embarazo de la esposa de Ethan, Lizzy, de repente todo el mundo la miraba como diciendo: «muy bien, ahora te toca a ti».
Pero ella no estaba preparada. Y seguramente no lo estaría nunca.
—Muy bien —le dijo, con una sonrisa—. Lo haré. Aunque no me gusta nada la idea de pasar dos semanas con un extraño.
Phillip se relajó en su sillón, satisfecho después de haber conseguido lo que quería.
—Pues entonces te alegrará saber que no lo es.
— ¿No es qué?
—Un extraño.
—Yo no conozco a ningún arquitecto americano.
—Porque cuando le conociste todavía no era arquitecto. Éramos compañeros de universidad y vino a Morgan Isle a pasar unas vacaciones conmigo hace años.
A Miley se le encogió el corazón. No podía referirse a…
—Y creo recordar que os llevabais de maravilla.
Si se refería al hombre al que ella sospechaba que se refería, «de maravilla» no podía ni empezar a describir las dos semanas que habían pasado juntos. Pero Phillip no estaba enterado. Sólo su madre, que sin saberlo Miley había escuchado una conversación telefónica, supo hasta dónde había llegado su amistad con Nick.
Su hermanastro, Ethan, entró en el estudio en ese momento. Tras él iba un hombre cuyo rostro, a pesar de los diez años que habían pasado, seguía grabado en su corazón. En realidad no había cambiado mucho. Seguía llevando el pelo castaño claro muy corto y sus ojos azules seguían siendo penetrantes, casi hipnotizadores. Unos ojos en los que una vez ella había imaginado mirándose para siempre.
Nicholas Rutledge, el único hombre al que había amado en toda su vida.

Phillip se levantó del sillón para saludar a su amigo con un entusiasta:
— ¡Bienvenido a Morgan Isle, Miley!
Él dio un paso adelante, una sonrisa iluminando sus atractivas facciones. Iba vestido como sus hermanos, con un caro traje de chaqueta y zapatos italianos. Y estaba tan cerca que podría tocarlo con sólo alargar la mano, pero Nick no parecía haberse fijado en ella. ¿La habría olvidado?
Se le encogió el corazón al pensar que pudiera haberla olvidado. Pero era absurdo. Como si le importara después de tanto tiempo… pero no, Nicholas Rutledge no era nada para ella.
Nick estrechó la mano del rey.
—Cuánto tiempo sin vernos. ¿Cómo estás?
—Ocupado —contestó Phillip—. Ahora soy padre de familia.
—Eso he oído. Y estoy deseando conocer a tu mujer y a tu hijo.
—Supongo que recordarás a mi hermana —dijo Phillip entonces—. La princesa Miley.
Ella intentó disimular. Iba a hablar con Nick por primera vez en diez años. Diez años en los que no había pasado un solo día que no se acordarse de él.
Nick esbozó una sonrisa amable, cortes. Una sonrisa de cortesía.
—Me alegro de volver a verla, alteza.
¿Eso era todo? ¿Se alegraba de volver a verla?
Miley tuvo que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas.
—Hola, Nick —su voz sonaba sorprendentemente tranquila considerando que estaba temblando por dentro.
—Tengo entendido que tú serás mi guía durante mi estancia aquí —dijo él.
Pero, por su tono, era imposible saber qué le parecía eso. ¿La habría olvidado? ¿Habría olvidado aquellas dos maravillosas semanas?
—Eso parece. Pero acaban de informarme, así que aún no he podido organizar un itinerario. Espero que no te importe que la visita empiece mañana.
—No, claro que no.

No se mostraba antipático ni desagradable, sólo… indiferente.
¿Pero cómo había esperado que reaccionase? ¿Creía que iba a tomarla entre sus brazos para declararle amor eterno? No sabía nada de él, de su vida… incluso podría estar casado y tener hijos.
—Miley, ¿te importaría acompañar a Nick a su suite?
—Claro que no —contestó ella—. ¿La suite azul?
—Sí, ésa. Y tómate tu tiempo —sonrió Phillip—. Ah, por cierto, me gustaría ver el itinerario cuando lo tengas terminado.
—Por supuesto. Te lo enviaré por fax esta tarde.
— ¿Por qué no lo traes a la cena esta noche?
Miley no sabía que iban a cenar juntos. Normalmente, ella cenaba en su propia residencia en el recinto de palacio…
— ¿Es una invitación? —le preguntó, sonriendo dulcemente porque sabía que Phillip no invitaba, ordenaba.
—He pensado que deberíamos estar todos para darle la bienvenida a nuestro invitado —sonrió su hermano. Lo había dicho como una sugerencia pero, en realidad, lo que quería decir era que debía estar allí.
— ¿A la hora habitual?
—A la hora habitual.
—Muy bien, nos vemos luego —Miley se volvió hacia Nick—. Sígueme, por favor, te acompañaré a tu suite.
—Después de ti.
Ella no era una persona tímida. Ni siquiera en lo que se refería a su apariencia física porque había sido bendecida con buenos genes y, a los treinta años, seguía siendo alta y esbelta. Nada había empezado a descolgarse todavía.
Pero, por alguna razón, saber que Nick estaba detrás de ella la hacía sentir incómoda. Claro que si había aprendido algo durante esos años ejerciendo de… algo así como embajadora de buena voluntad era el arte de la conversación.
— ¿Qué tal el viaje? —le preguntó, mientras lo llevaba al segundo piso, donde estaban las estancias para invitados.
—Agotador —contestó él—. Se me había olvidado lo largo que era el viaje entre Estados Unidos y Morgan Isle.

Nick iba un paso detrás de ella, algo que podría ser apropiado, pero le resultaba molesto porque quería verle la cara. Una cara que no había olvidado en diez años. Aunque probablemente sería mejor no recordar lo que hubo entre los dos.

Resultaba increíble que no estuviera enfadado por cómo habían terminado las cosas entre ellos. Claro que en cuanto estuvieran solos, Nick podría decirle lo que pensaba. Y sería lo más lógico. Fue ella quien había dado por rota la relación sin darle explicación alguna. Ella quien se negó a devolver las llamadas y le devolvía las cartas sin abrirlas.
¿Pero qué otra cosa podía hacer? La decisión le había sido arrebatada de las manos.
—El palacio no ha cambiado nada desde la última vez que estuve aquí —comentó Nick.
—Por aquí las cosas no cambian mucho.
—Ya veo —murmuró él. Y algo en su tono hizo que sintiera escalofríos—. Tú sigues siendo tan bella como hace diez años.

El Amante De La Princesa Niley





Argumento:
Pretendía vengarse de la realeza.

El famoso arquitecto Nick Rutledge no había vuelto a Morgan Isle sólo para construir un hotel de lujo. Había regresado para vengarse de la princesa Miley, la caprichosa joven que había jugado con su corazón de plebeyo diez años antes.

Su objetivo era seducirla, fría y cruelmente, y luego marcharse sin mirar atrás. Pero al encontrarse con la mujer elegante y sensual en que Miley se había convertido, y al sentir la profunda atracción que seguía habiendo entre ellos, se preguntó si sería capaz de irse…

De Secretaria A Esposa Capitulo 1





Bueno, bueno, bueno... ¡mira quién está aquí! Al oír aquella melosa y cautivadora voz, Demi Lovato se quedó mirando muy impresionada al hombre que la estaba observando desde el otro lado de la sala. No había sido capaz de olvidar la manera en la que los preciosos ojos azules de él la habían deslumbrado, pero lo que no recordaba era que éstos tuvieran la capacidad de derretirla por completo con sólo una mirada. Soltó el picaporte de la puerta y supo que la sorpresa que reflejaba la cara de él seguramente sería igual a la que reflejaba la suya... aunque no podía saberlo con certeza ya que apenas podía sentir los músculos de la cara.
—Joe... —dijo.
Pero no supo qué más decir y se quedó mirándolo fijamente.
—Por lo menos recuerdas mi nombre.
Ella se preguntó si realmente él había pensado que podía olvidarlo.
—Me ha enviado la agencia —aclaró. Hizo una pausa ya que no sabía cómo explicar su presencia—. Aparentemente necesitas... necesitas una asistente personal durante los próximos días —añadió, encogiéndose de hombros.
Joe esbozó una dura expresión y ella se fijó en la perfecta simetría de la cara de aquel atractivo hombre.

— ¡Dio! ¡Sé perfectamente lo que necesito! ¡Entra y cierra la puerta tras de ti!
Demi obedeció, incapaz de ignorar aquella severa orden aunque hubiera querido. Compartir el mismo espacio físico que aquel hombre era como sentirse guiada por una poderosa corriente que no podía controlar. Durante un momento, la sensación de vulnerabilidad que sintió fue demasiado real como para luchar contra ella.

No había sabido que él trabajaba en Londres. Pero, en realidad, lo que sabía acerca de aquel irritante espécimen de masculinidad probablemente podía resumirlo en una sola frase. En las increíbles pocas horas que habían pasado juntos en Milán hacía tres meses, horas durante las cuales no habían estado precisamente hablando de sus biografías personales, sino que habían estado descubriendo otras cosas más interesantes y entretenidas el uno del otro, no había obtenido mucha información sobre su vida.
Joe se quedó mirándola fijamente.
—Siéntate.

Aquella autoritaria orden resonó en la tensa atmósfera como un disparo de bala. Tragando saliva con fuerza, Demi separó la silla que había al otro lado del escritorio al que estaba sentado él. Le alivió mucho poder sentarse ya que sentía que las piernas le iban a fallar de un momento a otro.

El enorme ventanal que había detrás de su interrogador tenía unas impresionantes vistas que incluían el Big Ben y el Ojo de Londres. Pero aquellos imponentes monumentos no la distrajeron. No podían hacerlo ya que estaban en competición directa con el perfectamente esculpido semblante que tenía delante.
Sintió como se le aceleraba el corazón al recordar que el increíble cuerpo de Joe estaba igual de bien esculpido que su cara. Pero pensó que había tenido que pagar un gran e inesperado precio por haber disfrutado de la posibilidad de descubrir aquello. Le dio un vuelco el estómago.

— ¿Por qué te marchaste sin despedirte de mí en Milán? —exigió saber él—. ¿Normalmente tratas así a tus amantes? ¿Los dejas por las mañanas sin tener la educación de, por lo menos, esperar a que se despierten? ¿Disfrutas al actuar de esa manera?
Estupefacta, Demi se quedó mirándolo. Sintió como se ruborizaba debido a la indignación y a la impresión que le causó aquello. Pero encontró fuerzas para enfrentarse a Joe.
— ¿Perdona?
—Por lo que recuerdo, la última vez que nos vimos oías perfectamente —comentó él con un desdén destinado a hacer daño.

—Simplemente me ha impresionado que pienses que actúo de esa manera normalmente. ¡Permíteme asegurarte que estás muy equivocado!
—Lo que importa es que me lo hiciste a mí, Demetria... Por alguna razón, esperé más de ti..., pero me decepcionaste.

Demi se sintió invadida por un poderoso sentimiento de arrepentimiento. Se preguntó a sí misma si actuaría de diferente manera si pudiera volver atrás en el tiempo y supo que tal vez sí que lo haría. Pero tuvo que reconocer que analizar las cosas en retrospectiva era muy fácil.

De Secretaria A Esposa



          Argumento

 Iba a darle un heredero… a su jefe. La última vez que Joseph Jonas vio  Demetria Lovato, ésta estaba desnuda en sus brazos con partes de su exquisito cuerpo arropadas por sábanas de seda. Pero en aquel momento ella, que había huido de su lado tras pasar aquella apasionada noche junto a él, está en su despacho… como su nueva secretaria.

 Y no sólo eso… ¡está embarazada!  Aunque no confía en Demi, Joe se siente muy contento ante la idea de convertirse en padre por fin. Por lo que sólo hay una solución… ¡se casará con su secretaria!