—¿Qué te dijo cuando le preguntaste por la carta? Demi se encogió de hombros.
—No pregunté. Sólo me fui.
Cherri espolvoreó otro poco de harina dentro de la mezcla.
—Por supuesto que no. ¿Por que darle al Señor
Alto-oscuro-y-maravilloso la oportunidad de explicar las cosas? Digo, él
básicamente es perfecto. Apuesto, inteligente, rico, romántico. Apuesto...
—Dijiste apuesto dos veces.
Cherri la miró.
—Sip. Lo sé. Demi rodó los ojos
—Nadie es perfecto.
—Él hace una buena imitación de serlo.
El olor de licor llegó a la nariz de Demi.
—Demasiado anís —dijo señalando la mezcla.
—Ni siquiera lo has probado.
—Confía en mí. —Aún no le había contado a Cherri sobre los otros
atributos del Sr. Maravilla, como su habilidad de convertir a mujeres en lobas
locas por sexo que podían oler anís y ropa interior húmeda como a cien
yardas... entre otras cosas.
De acuerdo, él no fue el que la convirtió, pero aun así, no quería
escuchar a Cherri con más excusas a favor del hombre. Eventualmente le diría.
Probablemente.
—Es sólo que no puedo creer que siempre estuve en lo cierto. Dejé
que mis hormonas se metieran en mi cerebro. Demonios. —Batió con una espátula
de plástico en el recipiente de mantequilla glaseada que sostenía, sacando ahí
su frustración—. Y la pobre Abue. ¿Cómo le voy a decir esto?
—Realmente le agrada, ¿huh? —Cherri metió un dedo en la mezcla de
galleta y dio un salto inconscientemente ante el sabor al probarla.
—Adora a Joseph. Le destruirá cuando sepa que sólo estaba siendo amable para conseguir
su tierra.
—Me sorprende lo bien que lo estás tomando. —Cherri añadió más
harina y azúcar a la mezcla—. Digo, si pensara que el amor de mi vida sólo me
estaba usando para cerrar un trato, lloraría hasta que se me salieran los ojos.
Demi no mencionó que había
llorado todo el camino desde la casa de
Joseph hasta la de ella, y más de
la mitad del recorrido desde la cabaña. Sintió como si fuera un pedazo de su
corazón por el que había conspirado para robar esos papeles, no sólo la tierra
de su abuela. Excepto que la abuela aún tenía su tierra, Demi no podía decir lo mismo de
su corazón.
Ya no lloraría más.
—Lo que no puedo entender es este otro sujeto… Cadwick. Me hizo
una propuesta de que le llamase si la abuela decidía vender. Luego lo vi anoche
con la abuela. Se veían serios. Pero no sé si está trabajando para Joseph o si es la competencia.
—¿Crees que sea Cadwick quien estaba engañando a tu abuela
haciéndole creer que era tu padre? —Cherri introdujo una cuchara limpia en la
mezcla. La probó. Y una sonrisa apareció en sus labios.
—Creo. Cuando le dije a Joseph
que la abuela pensaba que papá le decía que vendiera,
lució genuinamente sorprendido. Demi se paró y puso una espátula llena de glaseado sobre el papel para
pastel en la mesa de preparación.
—Probablemente estaba sorprendido —Cherri dijo detrás de ella—. Me
he encontrado con Joseph, Demi. No encendió ninguna de mis alarmas para idiotas.
Solo pregúntale de la carta y ve qué te dice.
Demi negó con la cabeza,
esparciendo el glaseado como pintura sobre la tela blanca.
—¿Que podría decir? Usó sus contactos para robarse la tierra de la
abuela.
¿Importa si al final lo hizo o no?
—Eso depende de ti.
Demi la miró sobre su hombro.
—¿Si pienso que lo hubiera hecho por si las cosas entre nosotros
no funcionaban?
—Respecto a si estás tan asustada de tus sentimientos por él, que
serías capaz de usar cualquier excusa para huir de ellos.
Demi volvió a su pastel con un
exasperado suspiro.
—No comiences con esa mierda otra vez. No tengo ninguna herida
emocional profunda dejada por la muerte de mis padres que afecta mis
relaciones.
—Te refieres a las heridas de las que estas consciente. —Cherri se
acercó y apoyó una cadera contra la meza de preparación de Demi, aun lamiendo lo último de la
mezcla de la cuchara—. La mayoría de los locos, no saben que están locos.
—No estoy loca.
—Que tú sepas.
Demi le dio una mirada.
—Cherri…
—De acuerdo, de acuerdo, no estás loca. —Esperó un segundo—. Pero
sí tienes problemas.
Demi gruñó y rodó los ojos. Dios,
odiaba cuando Cherri jugaba a la psicóloga.
Realmente creía que el único curso de psicología que había tomado
en la Universidad la calificaba para diagnosticar todo de pasiva-agresiva a transferencia
emocional. Demi tomó la espátula y volvió al glaseado.
Cherri se dio cuenta de los sutiles signos de que Demi la había sacado de sus pensamientos
y ya no la escuchaba.
—Sólo escucha. ¿Qué es lo que siempre dices que recuerdas de tus
padres justo antes del accidente?
Demi realmente no quería hacer
esto. Era una molesta, casi interesante distracción, pero al final tendría que
ver que iba a hacer con Joseph.
—No lo sé, Cherri. Dejemos el tema, ¿bien?
—No, espera. Cada vez que hablas del accidente recuerdas lo
felices que eran. Y repentinamente todo acabó. Tu padre se distrajo mucho por
su felicidad. Y ahora evitas ser feliz para que no te pase lo mismo.
—Ellos sólo estaban riendo, Cherri. Bromeando. Mi papá volteó a
ver a mamá un segundo. Así es como ocurren los accidentes. El conductor quita
la vista del camino, se distrae, por cualquier razón.
—Exactamente.
—Así que si hubiese sido su taza de café, que cayó sobre su celular,
el cual estaba sonando, según tú, ¿yo evitaría tener algún tipo de relación con
personas que tengan café en el auto o hablen mientras conducen?
—Tal vez.
Demi no pudo evitar reír.
—Eso es una locura, Cherri. No renuncies al trabajo, ¿de acuerdo?
—Hablo en serio. —Cherri movió sus lentes con los nudillos—. De
acuerdo, bien. Tal vez sería simplificarlo demasiado. Pero tienes que admitir
que hay un patrón ahí.
—¿Oh sí? Demi cubrió el último centímetro de pastel de chocolate con glaseado y
luego tomó la manga pastelera.
—Desde que te conozco, nada se mete en tu camino. Nada te distrae…
especialmente los hombres, pero la mayoría de veces sólo es algo
físico. Tú sabes, algo para bajar el deseo sexual.
—Haces que parezca toda una dama.
Cherri ignoro su comentario, empujando la red para el cabello de
su frente.
—Cada cierto tiempo alguien con algo más en la cabeza aparece. Te
hace reír, te hace un poquito más feliz y entonces… BAM. Los botas. Creas una tonta
excusa sobre estar demasiado ocupada con la tienda y tu abuela y que no quieres
distraerte…
—De acuerdo, primero: estoy ocupada. Y segundo: nada de esto tiene
que ver con que Joseph se quiera robar la tierra de mi abuela.
—Yu-huh. Nombra un tipo que alguna vez te haya afectado como lo
hace Joseph Jonas. Uno que te haya hecho sonreír al sólo pensar en él, que tenga
más en
común contigo, que te haya hecho sentir al menos la mitad de lo
que sientes cuando estas con él.
Demi no dijo palabra. No podía.
Nunca había habido alguien como Joseph en su vida. Cherri tenía razón. Pero Demi seguía concentrada en
decorar el pastel.
—Enfréntalo chica, estas huyendo y no funcionara esta vez.
Demi golpeó la bolsa sobre la
mesa de preparación, el glaseado azul salió en forma de arco hasta caer el
suelo.
—La carta estaba ahí, Cherri. En su escritorio. No hay nada
ambiguo sobre eso. En algún momento había planeado cómo robar la propiedad.
—Pero no sé porque... tal vez... tal vez sólo trataba de ayudar.
—¿Ayudar? ¿Cómo? ¿Al tratar de tomar la única cosa que le gusta
tanto como yo? Demi dijo con voz tensa y fuerte saliéndole del pecho. La
tensión se acumulaba en su estomago, su corazón latía rápido y más rápido,
gritando como enloquecido.
Tragó saliva, comprimiendo los primeros movimientos de su lobo.
Cuando habló de nuevo, su voz era controlada y calmada.
—Bien. ¿Piensas que estoy sacando conclusiones? ¿Piensas que estoy
tratando de evitar a algún... tipo? Demi
puso sus manos en su espalda, para quitarse el
delantal. Se lo sacó por la cabeza y arruinó la masa.
—Le pediré una explicación. ¿Feliz? Y cuando resulte que no tiene
ninguna excusa válida, voy a estar de vuelta con una gran frase de “TE LO
DIJE.”
—¿Y si tiene una buena escusa?
La mandíbula de Demi se puso rígida. Apretó sus labios en una línea dura, respirando por
la nariz. No quería pensar en esa posibilidad. Estaba demasiado cerca de Joseph, muy cerca de caer de cabeza
y hasta el fondo. Si él le diera la más mínima razón para estar juntos... que
sería la dueña de su corazón por completo. No tendría ningún control, ninguna posibilidad
de protegerse a sí misma si le pasaba todo eso.
Ella sacudió la cabeza y se volvió hacia la puerta.
—Ya vuelvo.