viernes, 30 de noviembre de 2012

Amor Desesperado Capitulo 28






— ¡Comida! ¡Agua! —gritó—. ¡Baño!
—Aún no estoy listo para liberarte —sonrió él malicioso, atrayéndola hacia sí.
—Entonces me moriré de sed por tu culpa y no volverán a nombrarte Soltero del Año.
—Así no conseguirás nada —dijo, moviendo la cabeza y jugueteando con un mechón de su pelo. Ella hizo un mohín sensual y bajó los párpados.
—Quizás así lo consiga —dijo, dándole un pellizco.
Él dio un brinco y puso mala cara.
Aprovechándose del momento, Miley saltó de la cama y corrió hacia el baño.
La puerta se cerró de golpe justo cuando llegaba. Miley vio la enorme mano de Nick en la puerta y sintió como rodeaba su cintura con la otra. Suspiró y sollozó teatralmente.
—Necesito vestirme. Necesito…
—No, de eso nada.

—Quiero comida —protestó, apoyándose contra la puerta.
—Menuda mujer más exigente —Nick la miró de arriba abajo y asintió—. De acuerdo. Llena el Jacuzzi. Te traeré comida y bebida —la besó en la frente—. Me gusta verte en mi cama.
—Ya, o sea que si me pudieras meter en la lavadora ¿sería casi tan buena como un edredón?
—Casi —sonrió Nick y comenzó a bajar—. El jacuzzi se parece bastante a una lavadora.
Miley dejó escapar un quejido y volvió al dormitorio. El hombre la sacaba de quicio. Un segundo la tenía hechizada y al siguiente tenía ganas de darle un buen azote en el trasero.
Bebió un vaso de agua con ansia, se miró en el espejo y se tragó un aullido.
—Santo cielo —murmuró, pasándose los dedos por el pelo alborotado. Tenía los ojos inyectados en sangre, los labios hinchados por sus besos, la piel irritada por su barba. Cerró los ojos, deseando que su imagen desapareciera. Volvió a abrirlos, nada había cambiado.

—Parezco una fulana —dijo y, en voz baja, añadió—. O una mujer resacosa de amor.
La palabra «amor» resonó en su interior como el timbre de un despertador.
—No amo a Nick —dijo, y se apartó del espejo, que reflejaba lo contrario.
Se lavó la cara y abrió los grifos de la bañera a toda potencia, para ahogar la cantinela infantil que resonaba en su cabeza «Embustera, embustera, el diablo se la lleva».
Había un millón de razones para no amar a Nick. Decidió recordárselas mientras la bañera se llenaba. «Uno: él no la quería. Dos: su personalidad era tan fuerte que la sepultaría. Tres: no la quería. Cuatro: no era la persona adecuada para él. Cinco: no la quería…»

Siguió con la lista y se metió en la bañera. Iba por el número veinte cuando Nick apareció con una bandeja de pastas, fruta y zumo de naranja.
—Una sirena en mi bañera —dijo Nick, dejando la bandeja—. Algunos tipos nacemos con estrella.
Su corazón se derritió, junto con las veinte razones por las que no debía amarlo. Miley sabía la pinta que tenía. Sonrió amablemente.
—No llevas puestas las lentillas, ¿verdad?
Él emitió un sonido sexual, mezcla de risa y rugido, apoyó la mano en su cabeza y la empujó bajo el agua.
Miley sacó la cabeza farfullando indignada, se apartó el pelo empapado de la cara y lo miró con furia.
—Realmente sabes cómo estropear un buen momento.
—Déjame que intente arreglarlo —dijo él, llevando los vasos de zumo a la bañera y sentándose junto a ella.
Miley aceptó el vaso, bebió varios sorbos e inhaló profundamente cuando la rodeó con su brazo.
—Está muy bueno —concedió—. Muy bueno.
Él acerco una pasta a sus labios. Miley dudó.
—Venga —urgió él—. No quiero que te desmayes de hambre. Tengo otros planes para ti.

Ella sintió un escalofrío de expectación. Incapaz de apartar la mirada, lo observó mientras mordisqueaba la pasta. Él le acercó el vaso a los labios. Con cada bocado, con cada sorbo, con cada latido, notaba que se sumergía más y más en él.
—No seas demasiado agradable conmigo, Nick —advirtió—. Podría acostumbrarme.
—No estaría tan mal ¿no? —acercó la boca y mordisqueó sus labios—. Me gusta tenerte por aquí. Haces que mi casa sonría.

—Preferiría hacerte sonreír a ti —tragó saliva, se le había escapado la verdad con tanta facilidad como el agua salía del grifo.
—Ya lo haces —dijo él, levantándole la barbilla para que lo mirara a los ojos—. Me hacías sonreír cuando eras una niña con las rodillas despellejadas y el flequillo lleno de trasquilones.
—Sigo siendo una nulidad chasqueando los dedos —replicó ella, intentando librarse de la opresión que sentía en el pecho.
—Deberías quedarte más de treinta días —dijo él—. Dame un poco de tiempo y te enseñaré.
— ¿Cómo lo harías?
—Sistema de recompensas. Tú chasqueas los dedos —dijo con voz grave, deslizó un dedo por su pecho— y yo iré corriendo.
«Deja de hacer que te quiera», pensó ella, notando que todas sus defensas y excusas se le escapaban sin que pudiera evitarlo.
—Más te valdría tener cuidado con lo que ofreces. Chasquear los dedos y tener un Comando Guerrero a mi servicio es sumamente tentador.
Nick le quitó el vaso, lo depositó en la bandeja y volvió a su lado. Tomó una de sus manos y comenzó a chupar un dedo.

— ¿Qué haces? —preguntó ella tras emitir un leve gemido.
—Tentar a una sirena —contestó él—. ¿Funciona?
—Demasiado bien —contestó ella. Él no tenía ni idea de cómo de bien.
—Practica —ordenó Nick.
— ¿Practica? —Miley parpadeó confusa.
—Chasquea los dedos. Iré corriendo.
Miley lo intentó sin ningún entusiasmo. Nick la besó y ella se dejó llevar. Se dejó llevar por el amor. Por mucho que luchara, amaba a Nick. Lo amaba por sus virtudes y por sus defectos. La fuerza y profundidad del amor que sentía la asustaban.

Amor Desesperado Capitulo 27





A continuación la besó, borrando todo pensamiento que no fuera él. Sus manos y su boca eran como un fuego abrasador, que destruía todo su dolor. En sus brazos, el mundo exterior desaparecía. Nick lamió sus lágrimas, llevándose así toda la soledad de sus sentimientos.
Ella deseaba ser la mujer que encendiera su pasión, que le hiciera perder parte de su preciado control. Quería ser la mujer en la que él confiara, la mujer que él buscara para celebrar sus éxitos o llorar sus derrotas. Temía que la poseyera y al mismo tiempo lo deseaba.

—Quiero hacerte el amor. Ahora —dijo él—. No ha habido un segundo en toda la noche en el que no deseara sacarte de casa de Anna para estar a solas contigo.
Respiraba agitado, y al rozarse contra él notó su excitación. Su deseo era como gasolina, y ella ya estaba en llamas. Sin hablar, lo besó con la boca abierta y comenzó a tirar de su camisa y de sus pantalones.
Él le desabrochó el vestido, bajándoselo junto con las medias. Un segundo después el sujetador se unía al resto de la ropa. Nick la apretó contra sí.
—Arriba —murmuró, arrastrando la boca hacia sus senos. Soltó una maldición —¿Cómo es posible que sea demasiado rápido y al mismo tiempo no lo suficientemente rápido?
Si las cuerdas vocales de ella hubieran funcionado, le habría dicho «Igual que tú eres demasiado para mí, y aún así quiero más.»

Subieron las escaleras juntos, besándose y acariciándose escalón a escalón. Él sabía exactamente dónde tocarla, exactamente cómo besarla. Miley ardía. Una vez en el oscuro dormitorio, la besó de forma tan posesiva y sexual que la hizo gemir.
—Tengo que tranquilizarme —masculló Nick.
—No —protestó ella.
—Sí —insistió él, respirando con dificultad. La arrastró con él hacia el equipo de música, pulsó el interruptor y una suave música de jazz inundó la habitación.
La atrajo junto a sí, la besó y comenzó a moverse.
—¿Qué haces? —gimió Miley, todo su cuerpo pedía más a gritos.
—Estamos bailando —dijo él.
—Estamos desnudos.
—Ya lo sé.

Acercó el torso a su pecho, estimulando sus pezones. Seductor, frotó su sexo entre sus piernas, haciendo que se sintiera húmeda e hinchada. Miley inhaló su aroma.
Deseaba ahogarse en las sensaciones que él evocaba. Todo en él la atraía, jugueteaba con sus sentidos. Estaba deliciosamente cerca, pero no lo suficiente. Con el corazón a mil por hora, levantó la boca hacia él.
A Nick, el contacto de su lengua, unido a su movimiento, íntimo y rítmico, le pareció tan erótico que se quedó sin aire.

—Eres maravillosa —le dijo, deslizando las manos hasta su trasero.
—Oh, Nick —murmuró—. Te quiero… —se interrumpió cuando volvió a besarla.
— ¿Cómo me quieres, Miley? —preguntó con voz sedosa y sensual.
En otro momento, su deseo la habría hecho sonrojarse, pero su cuerpo ardía de pasión.
—Te quiero… —tragó saliva—… dentro de mí.
Los ojos de él brillaron como ascuas cuando la apoyó contra la pared. La levantó y ella, instintivamente, le rodeó la cintura con las piernas.

Centímetro a centímetro, se deslizó dentro de ella.
Miley gimió, contrayéndose alrededor de él. Su posesión era tan intensa que le costaba mantener los ojos abiertos y no quería perderse un segundo de verlo o sentirlo.
Él respiró profundamente y comenzó moverse.
—Eres maravillosa, perfecta. No me canso de ti.

Con un ritmo devastador, la llenó por completo, y Miley deseó que sus palabras fueran ciertas. Durante mucho más que una sola noche.
Nick no la dejó salir de la cama hasta el mediodía siguiente. Por enésima vez, su mano le rodeó la cintura cuando intentaba escaparse de la cama.
Lánguida tras una intensa noche de amor, Miley se dejó caer en la cama riendo. 

Amor Desesperado Capitulo 26





Para cuando regresaron a casa, cargados de regalos, Miley se sentía entumecida. Quería perder de vista los malditos regalos. Representaban deseos buenos y sinceros, y ella se sentía cualquier cosa menos sincera.
—Necesito una ducha —dijo, dirigiéndose hacia las escaleras.
—Espera un minuto —Nick la rodeó la muñeca con la mano—. ¿Estás bien?
—Simplemente cansada —dijo, sin darse la vuelta.
—No suenas bien —Nick tiró de ella.

—Estoy bien —insistió Miley, deseando poder sonar más convincente.
—No lo pareces —objetó Nick, volviéndola hacia él.
—Creí que habías dicho que estaba preciosa —dijo ella, forzando una sonrisa.
—No hablo de tu belleza, y tú lo sabes —dijo Nick.
Miley se sentía como un junco, a punto de quebrarse de un soplido.
—Sería mejor que no usaras tus súper-poderes de Comando Guerrero en este momento. La cosa podría ponerse liosa, y no te gustan los líos—. Maldita sea —dijo, mirando el montón de regalos de reojo.
—¿Qué ocurre? —exigió Nick.
—Los regalos. Habrá que devolverlos.
—Yo me ocuparé de eso,

—No deberíamos haberlos abierto —dijo, con los ojos llenos de lágrimas—. Todo el mundo se alegraba de nuestra felicidad, y yo me sentí como un fraude.
—Miley, tú no eres ningún fraude. Eres la mujer más real que he conocido en mi vida.
—Pero a esa gente les importas, Nick. Me siento deshonesta —murmuró.
—Shh —la abrazó, intentando consolarla—. Anna nos pilló por sorpresa. Por eso te ha afectado tanto.

—A veces, cuando simulo estar loca por ti, no me siento como si simulara —confesó, tragando saliva—. Creo que te quiero más de lo que debería.
—Ya. Lo sé —los ojos de Nick brillaban de emoción, su voz sonó ronca—. Yo también te quiero más de lo que debería. 

Amor Desesperado Capitulo 25





Miley y Nick levantaron los ojos y vieron que, efectivamente, estaban bajo el muérdago navideño que exigía un beso. Miley sintió que se sumergía en un mundo irreal. No podía estar allí, en su fiesta de compromiso, cuando no estaba comprometida de verdad. Toda esa gente no podía estar esperando que Nick la besara. En cualquier momento, alguien chasquearía los dedos y todo desaparecería.

—Lo siento —farfulló Nick, tomándola en sus brazos.
Nick la miró a los ojos y ella vio su mirada de determinación. Él inclinó la cabeza y comenzó a besarla. Miley comprendió que se enfrentaba a la mayor actuación de su vida. Se preguntó si conseguiría soportarlo.

Nick se demoró en sus labios, como si quisiera ofrecerle consuelo y apoyo. Cuando apartó la cabeza, entrelazó los dedos con los suyos y apretó con firmeza.
—Anna, ¿cómo has conseguido mantenerlo en secreto? —preguntó Nick.
—Hice que todo el mundo jurara silencio —explicó, claramente orgullosa de su éxito. Empujó a Nick y a Miley hacia el centro de la sala, profusamente decorada con adornos navideños—. La mayoría de los invitados son del barrio, pero también hay algunas personas de tu oficina —dijo, señalando hacia Helen y su acompañante, y a Bob y Karen, que se acercaban.

—¡Enhorabuena otra vez! —dijo Helen, abrazándolos cariñosamente.
—Seguimos especulando sobre la fecha —pinchó Karen, la mujer del jefe de Nick.
—Ni siquiera vamos a pensar en fechas hasta después de navidades —dijo Miley, totalmente rígida—. Simplemente somos muy felices por haber vuelto a encontrarnos —añadió, comprendiendo que lo decía de todo corazón.
—Es verdad. No tenemos prisa —corroboró Nick, rodeando su cintura con el brazo y atrayéndola hacia sí.

Miley lo miró a los ojos y se sintió tan unida a él que se tranquilizó. Durante la hora siguiente Nick no se apartó de ella un instante, agarrándola de la mano o rodeando su cintura con un brazo. Miley intentaba recordarse a sí misma que todo era teatro, pero su cuerpo y su corazón ansiaban creer que era algo más. Simular que Nick y ella estaba verdaderamente enamorados e iban a compartir sus vidas para siempre, cada vez le parecía más real y menos teatro.

El champán y los brindis fluían libremente, mientras la asaltaban mil preguntas. ¿Cómo sería si Nick y ella estuvieran realmente comprometidos? ¿Cómo se sentiría si él la amara con todo su corazón? ¿Y si ella lo amaba de verdad?
La euforia recorrió sus venas, haciendo que fuera mucho más fácil continuar con el juego. Miley decidió no luchar. Cuando Anna apareció con un montón de regalos, Nick y ella se separaron un momento para dejarle pasó. Miley oyó a unos invitados cuchicheando al otro lado del árbol de Navidad.

—No se parece nada a las mujeres con las que suele salir —dijo una mujer—. Siempre pensé que Nick se casaría con una abogada. Así su mujer podría seguir sus casos.
Miley  frunció el ceño.
—Yo siempre creí que haría falta una auténtica lumbrera para cazarlo —dijo otra—. ¿Sabías que ella no ha empezado la universidad hasta este año?
— ¿En serio? —preguntó la primera—. No es en absoluto el tipo de mujer que suele gustarle.
—Quizá por eso se enamoró de ella —repuso la otra—. Es distinta.
—Me pregunto si durará.
¡No durará! quiso gritar Miley, aunque se le rompía el corazón al pensarlo. Todo se acabaría en menos de diez días. Nick volvería a ser el Soltero del Año. Miley lucharía para licenciarse y cada uno se iría por su lado.
La realidad se le clavó como un cuchillo. Todo era una farsa, pensó desesperada. Tenían que salir de allí.
—Hora de abrir los regalos —dijo Anna, y Miley rezó por poder disimular su tristeza.

Amor Desesperado Capitulo 24





—¿Hace falta que hable con tu padre o tu madre?
—¡No! —Miley se volvió hacia él, sobresaltada—. No. Ni con mi padre, ni con mi madre —dijo con expresión abatida—. Espero que nunca se enteren de esto.
—¿Es tan difícil simular que eres mi prometida? —preguntó él acariciándole la mejilla.
—No —contestó Miley rápidamente—. Al menos no con la gente que no conozco. Pero quiero ser honesta, especialmente con gente como Lissa Roberts y mi madre y…
—¿Lissa Roberts? —preguntó Nick.

—Sí. Hoy la llevé de compras y al cine, me hizo muchas preguntas sobre nosotros.
—¿La convenciste para que saliera? —preguntó asombrado—. Su madre dice que se niega a salir de casa excepto para ir al médico. ¿Qué has hecho? ¿Embrujarla?
—Creo que elegí el momento adecuado. Lissa empezaba a aburrirse.
—Ya estás otra vez minimizando las cosas.
—¿Minimizando? —Miley arrugó el entrecejo, como si no comprendiera.
—Siempre lo haces —dijo Nick—. Le quitas importancia al efecto que tienes sobre la gente.
—No lo hago.
—Sí lo haces.
—No. Yo…
—¿De verdad quieres discutir con un hombre que se gana la vida discutiendo? —preguntó Nick, tapándole la boca con la mano.
Miley lo miró furiosa y le mordió un dedo. Nick rió con sorpresa y la estrechó entre sus brazos.
—Dios me ayude ¡esta mujer muerde!
—Te lo mereces —barbotó ella.
—Volviendo al tema original —dijo Nick—. No te das cuenta del efecto que tienes sobre la gente. Ten cuidado de no involucrarte emocionalmente con mis clientes.
—Eso es como pedirme que no respire. No puedo imaginarme no involucrarme con alguien que se siente tan herido como Lissa —dijo con pasión y sonrió—. Menos mal que no soy abogada ¿no?
—Sí —murmuró él, pero notó que seguía incómoda por algo—. ¿Qué te preguntó Lissa? —insistió. Miley gruñó y se apartó de él.
—Preguntó por ti y por tu atracción por mí. Después mencionó… —movió la cabeza, poniéndose pálida—. Bebés.
—¿Bebés? —Nick respiró con dificultad y se aclaró la garganta, intentando controlar el tono de su voz.

—Eso mismo dije yo —comentó ella—. Después de tirarme medio helado por encima. Pude soportar lo del anillo, pero hablar de niños es un poco demasiado.
—¿Qué le dijiste? —preguntó él, hirviendo de curiosidad.
—Como no hemos hablado de niños —dijo irónica—, me inventé la respuesta. Le conté que tú querías que acabara la carrera porque es muy importante para mí, y eso hace que sea importante para ti.
—No es ninguna mentira —reflexionó Nick.
—A veces resulta difícil estar comprometida contigo sin estarlo de verdad —suspiró ella.
—Es extraño, pero sé exactamente lo que quieres decir. Tú y yo seríamos mucho más felices si no tuviéramos que estar pendientes del resto del mundo.

—Pero nos comprometimos precisamente por el resto del mundo —le recordó Miley.
—Sí —asintió Nick, pero no podía quitarse de la cabeza la imagen de Miley llevando en su vientre a un hijo suyo. La miró a los ojos y vio cómo serían los ojos del bebé. El corazón le dio un vuelco. Esperó que lo asaltara una sensación de pánico, de rechazo a la idea de tener niños. Esperó, pero la sensación de calidez persistió. Notó un zumbido de añoranza en su interior.
Eso, sí que lo puso nervioso.

La noche siguiente, Nick y Miley se vistieron para asistir a una fiesta de Navidad en casa de Anna Vincent. Como si ambos fueran conscientes de que se les acababa el tiempo, habían pasado todo el día en casa, escondiéndose del exterior y disfrutando de su intimidad. Charlaron y bromearon, y minuto a minuto Miley se sentía más vulnerable a las atenciones de Nick.

Nick la esperaba al final de la escalera. La recorrió apreciativamente con los ojos.
—Estás preciosa, pero se nota que no quieres ir.
—Se suponía que no te ibas a dar cuenta —consiguió bromear Miley, nerviosa.
—¿De que estás preciosa? —preguntó él intrigado.
—No —Miley puso los ojos en blanco—. De que no me apetece ir. Se suponía que mi belleza iba a apabullarte de tal modo que no te fijarías en nada más. Pero nooooo, claro, el señor tenía que utilizar sus súper-poderes de Comando Guerrero y adivinarme el pensamiento.

—Súper-poderes —rió él secamente—. Más bien años de experiencia tomando declaraciones y aprendiendo a leer un rostro. No hace falta que vayamos —dijo.
La intensa pasión de su mirada hizo que se sintiera mareada y respiró cuidadosamente.
—Sí tenemos que ir, o Anna Vincent te repudiará como vecino. Hoy ha llamado tres veces para asegurarse de que vamos.

—No nos quedaremos mucho tiempo —rezongó Nick, acariciándole la barbilla.
La promesa que encerraba su voz recorrió el cuerpo de Miley como un latigazo. Sería demasiado fácil acostumbrarse a estar con él, a sentir que le pertenecía. Aprendería rápidamente a esperar sus continuas atenciones.
Sería un gran error, pensó, agarrándose a su brazo para ir a casa de Anna. La entrada estaba llena de coches y la casa iluminada con luces navideñas.
—Parece que Anna tiene la casa a tope —dijo Miley. Nick pulsó el timbre.
—Así será más fácil escaparnos temprano —dijo Nick, besándola el cuello.
Anna abrió la puerta y sonrió alegremente. Se volvió con presteza.
—Son Nick y Miley —les gritó a los invitados.
—¡Sorpresa! —gritaron multitud de voces.

Inmediatamente siguió un coro de felicitaciones y enhorabuenas.
Miley tardó unos instantes en comprender la situación. Se le cayó el alma a los pies.
—Ay mamamía —musitó, juntando las palabras—. Una fiesta sorpresa por nuestro compromiso.
—Besa a la novia, Nick. Estáis bajo el muérdago —dijo Anna—. Después podemos empezar con los brindis y los regalos.