domingo, 14 de octubre de 2012

DURMIENDO CON SU RIVAL Jemi



Demi Lovato no tenía ganas de fiesta, pero le dio un sorbo a su vaso de Chardonnay, rezando para que el vino no le sentara mal al estómago. Luego se abrió paso a través de la multitud que ha­bía asistido a la gala benéfica luciendo una sonrisa que quería decir: «Todo está bajo control».

Sabía que era importante dejarse ver y mante­ner la cabeza bien alta, sobre todo en aquellos mo­mentos. Demi era la vicepresidenta de marketing y relaciones públicas de Helados Lovato, un im­perio familiar de helados italianos. Una empresa que estaba siendo acosada por los medios de co­municación.
Y Demi se sentía en parte responsable por ello.

Avanzó entre la multitud, saludando a los ros­tros conocidos con una inclinación de cabeza. Ha­bía ido allí para dejar testimonio de su presencia, pero pensaba que sería mejor evitar las conversa­ciones largas. Sólo se veía capaz de saludar educa­damente. Y con aquella idea en mente, se limitaría a probar la comida, beber un sorbo de vino y espe­rar a que transcurriera el tiempo suficiente como para poder despedirse y hacer una salida digna.
-¿Demi?
Ella se detuvo cuando reconoció a Morgan Chancellor, una socia de la empresa que revoloteaba por la escena social como una mariposa, posán­dose de invitado en invitado.
Morgan batió las pestañas antes de inclinarse sobre ella

- ¿A que no sabes quién ha preguntado por ti? Demi sospechaba que habría mucha gente ha­blando de ella, comentando el fracaso que había cosechado el mes anterior durante el acto publici­tario que había preparado para el día de San Va­lentín, y que había terminado en desastre. Un amigo de Demi que se había pasado por el acto in­vitado por ella había sufrido un grave ataque de anafilaxis debido a la pimienta que alguien había echado en el nuevo sabor de helado que aquel día presentaba Baronesa.
Demi había sentido entonces deseos de matar a alguien, al menos inconscientemente. Y todavía no había superado la culpa y la vergüenza que sen­tía por aquello.
-Bueno, ¿y quién ha preguntado por mí? -pre­guntó girándose hacia Morgan y obligándose a sí misma a sonreír.

Joseph Jonas.
-¿Está aquí? —preguntó mientras, su sonrisa se desvanecía de golpe.
-Sí. Me ha pedido que te busque.
-¿De veras?

Demi miró a su alrededor. La flor y nata de la sociedad de Boston campeaba a sus anchas, pero, en algún lugar, escondido entre los esmóquines negros y los trajes de diseño, estaba su nuevo ri­val.
Con gesto nervioso, Demi se llevó la mano al co­llar de diamantes y perlas que llevaba al cuello, y deseó no habérselo puesto. La reputación de Joe la golpeó como un mazazo. El chico de oro. El príncipe, el mago del mundo de las relaciones pú­blicas.

La familia de Demi esperaba que trabajara con él, que siguiera sus consejos. ¿Por qué no le deja­rían a ella reparar por sí misma el daño con los medios de comunicación? ¿Por qué la obligaban a trabajar con Joseph Jonas?
Él le había dejado bastantes mensajes en la ofi­cina, insistiendo en que contestara sus llamadas. Así que por fin Demi había reunido el coraje sufi­ciente para hacerlo. Pero su conversación profe­sional se había ido calentando, y ella había termi­nado por mandarlo al diablo.
Y ahora él estaba allí.

-¿Te importaría decirme dónde se encuentra? —le pidió a Morgan.
-Claro -dijo la pelirroja mirando por encima de su hombro antes de fruncir el ceño-. Hace un momento estaba allí detrás, con ese grupo de se­ñores, pero ya no lo veo.
Demi se encogió de hombros con la esperanza de parecer tranquila, una sensación muy diferente al tumulto que sentía en su interior.

-Seguro que me buscará más tarde -aseguró ella.
Demi no pudo evitar preguntarse si Joe no ha­bría acudido a la fiesta sólo para intimidarla. Ya que no había aparecido en ningún momento para presentarse, seguramente continuaría espiándola desde lejos, provocándole un agravamiento de su úlcera, una dolencia producto de los nervios que Demi le mantenía oculta a su familia.
-Sí me perdonas, Morgan, voy a echarle un vis­tazo al buffet.
-Adelante. Si veo a Joe, te lo haré saber. -Gracias.

Demi se dirigió a la inmensa mesa en la que es­taba servido el buffet, tratando de convencerse a sí misma de que se sentía lo suficientemente segura como para comer en público. No iba a permitir de ninguna manera que Joe la intimidase, aunque sintiera deseos de salir corriendo por la puerta.

Haciendo equilibrios con su plato de comida y un vaso de vino lleno hasta arriba, Demi se diri­gió hacia uno de los ventanales que iban desde el suelo hasta el techo, colocó la bebida en una de las cercanas mesitas auxiliares y se giró para contemplar la vista. La lluvia caía y las luces de la ciudad brillaban como estrellas centelleantes que lanzaran chispas sobre la brisa del mes de marzo.

Demi se levantó con el plato en la mano, admi­rando el paisaje mojado, y entonces escuchó una voz masculina llamándola por su nombre.
Aquella voz grave, como de vodka con hielo, le atravesó la espina dorsal y consiguió acelerarle los latidos del corazón. Demi reconoció al instante el tono de Joe Jonas.

DURMIENDO CON SU RIVAL Jeimo


Joseph Jonas: Su naturaleza fuerte y apasio­nada choca contra la parte estoica de su herencia cherokee. Y, sin embargo, con su aspecto moreno y atractivo y su sonrisa seductora es el niño mi­mado de los medios de comunicación.


Demi Lovato: Combina un temperamento ar­diente con la frialdad que muestra ante quienes considera rivales en el trabajo, incluido Joseph Jonas. Con su maletín y su traje de chaqueta, es la auténtica princesa de hielo.

sábado, 13 de octubre de 2012

Caperucita y El Lobo Capitulo 1 Jemi



—Lobo. — La abuela se apoyó en la mesa, su hígado ocasionó que se apoyara en Demi—. ¿Me oyes, Caperucita Roja? El hombre es una bestia.
—Ya lo he oído, Abuela. —Demi miró por encima del hombro al del traje de Armani que caminaba hacia las puertas de La clínica del asilo de ancianos—. Él es un lobo. Lo sé.
La palabra heló a través de su cerebro. A Demi no le gustaban los lobos o perros o cualquier cosa de cuatro patas y peludas. Expulsó las imágenes de sus pesadillas con pieles y colmillos de su mente, no era difícil cuando su cerebro tenía mejores cosas para entretenerse.

El pelo sal y pimienta que se encrespaba sobre el cuello hizo a Demi adivinar que el lobo de la Abuela-era-un-italiano de cuarenta y cinco, tal vez cincuenta. Sin ningún anillo o líneas de bronceado en los dedos, y el pelo oscuro sobre su piel sin ser besado por el sol, un contraste agradable con la blancura de los puños de la camisa.

Su suave piel tensa, en sus manos acentuaba su edad de cuarenta y cinco, tal vez cuarenta y dos. La chaqueta costosa a juego ocultaba los detalles de su trasero, aunque ella no lo estaba comprobando, era sólo estrictamente un diagnóstico. Aunque si lo comprobaba por fuera, estaría intrigada por la forma en que el corte de sus pantalones tenía una línea muy fina hasta el brillo gris de sus zapatos.
Extendió una mano para presionar la puerta hacia fuera, miró hacia atrás como si sintiera que lo estuvieran observando.

—Quien es. —Su reacción fue puramente química, el instinto, no necesitaba más de la función cerebral. El calor le llegó, quemando sus mejillas, mojando sus bragas.
El hombre podría tener un poco más que treinta y cinco años, sus ojos azules se encontraron con los de ella como si hubiera sabido exactamente dónde buscar antes de que él se hubiera volteado. Se detuvo brevemente, apoyando su mano en la puerta, y la miró fijamente.

Su reflejo lo molestó por lo que rompió el contacto visual. Ella no lo hizo. Hubo algo en la forma que la miró, como rentándolo a que su timidez la ahuyentara. La timidez no era cosa de Demi. Levantó la barbilla, sintiendo su expresión a su vez dura, y segura.
Las ventanas de su nariz se movieron, ajustándose para que su forma pareciera más delicada. Su cara era todos ángulos afilados y líneas duras, una mandíbula cuadrada y una barbilla suavemente redonda a la altura de su nariz. Sus cejas eran negras, gruesas, al igual que sus pestañas, y fijaron el contraste con esos ojos de color azul pálido.

Estaba bien afeitado, aunque probablemente se vería igual de bien con un rastro de barba. Desde esta perspectiva su pelo parecía más plateado que moteado, con ondas de espesor que rodeaban su frente con un ceño fruncido, y la frente arrugada.
Justo cuando pensaba que podría haber empujado su audaz mirada por un segundo muy largo, su frente se suavizo y en una débil sonrisa torcida, se formaron sus hoyuelos en la mejilla derecha.

Grandioso. Oh Dios su boca era demasiado perfecta. Si fuera un lobo, dejaría que me devorara. Demi se puso rígida, preocupándose si sus pensamientos pudieran mostrarse en su rostro. Se dio la vuelta, poniendo fin a la carga sexual del concurso de miradas. La parte posterior de su cuello hormigueó, como si hubiera diminutos dedos ondeando sobre sus hombros y espalda.

Todavía estaba mirándola, ella lo sabía, pero ya había tenido suficiente. No tenía ningún sentido jugar con la idea de algo que ella no tenía el tiempo para terminar. Sólo había tantas horas en un día y ya había perdido más segundos de lo que podía disponer en un hombre-lobo sexy con pelo grandioso.
Cada minuto se debió a una visita de media hora con su Abuela. Después de regreso a la tienda. Y su libido descuidado no robaría un segundo de ella.
Demi supo el momento en que se fue, el cosquilleo de su mirada cálida desapareció de su piel. Bueno. ¿Qué quería un hombre como ese con su abuelita? —Así que ¿Por qué él es un lobo?

Odiaba gastar su tiempo juntas discutiendo sobre él, pero la Abuela estaba allí, ya estaba envejeciendo y no se necesitaba mucho para confundirla, para tomar ventaja. Demi no dejaría que eso sucediera, no importaba lo atractivo que el tipo fuera.
—Porque él está detrás de la cabaña, por supuesto. —La abuela le dio un pequeño codazo al plato para acercárselo más a Demi. Ella la había estado alimentando con sándwiches de mantequilla de maní desde que tenía siete años. Ahora ella se aseguró que el personal del asilo tuviera uno listo en momento que Demi entraba por la puerta.

No importaba que ella no tuviera hambre y que la cosa tuviera millones de calorías. Mi abuelita me dijo que comiera, y comí. Un viejo hábito de obediencia de la infancia. Maizie recogió medio triángulo y le dio un mordisco. Además, los sándwiches de mantequilla de maní siempre habían sido su comida favorita.
—Nadie quiere la casa, Abuela. —La cabaña de dos dormitorios estaba sólo a una tormenta de ser un montón de escombros, cuando era una niña. Y no había mejorado en nada desde que ambas se habían mudado de ahí.

—Bah, no por supuesto. Es la tierra. Él quiere que destruir la tierra. Va a derribar todos mis árboles y construir uno de sus centros comerciales. ¿Me oyes?
—Uh, seguro, Abuela. Te oigo. El lobo feroz está detrás de la tierra. — Demi se atragantó con el nudo de emoción en su garganta y desplazó su atención a la cesta de mimbre que había en la mesa junto a ella, pretendiendo examinar su contenido. Ella no quería que la abuela viera las lágrimas en sus ojos. La casa estaba en medio de la nada. Nadie querría construir un centro comercial allí.

Ya sea que los días fueran buenos o malos, esté seguía siendo uno de los mejores días para la abuelita. Ella los llamaba "hechizos", los describía a Demi como días en que el mundo era un lugar totalmente diferente donde las cosas cotidianas se torcían en su cabeza y los recuerdos, reales o imaginarios, se mezclaban con la realidad del día presente. La peor parte era cuando los hechizos pasaban y la Abuela recordaba… todo.
—Te he traído algunas de mis galletas de chocolate, — dijo Demi, con la esperanza de sacar a la abuela de su mundo de fantasía—. Las que se mezclan con chocolate blanco y almendras. ¿Aún sobornas a las enfermeras con Ron por un tiempo extra en la terraza de atrás?
La cara de la Abuela se arrugó, sus ojos brillantes eran más amplios, confusos. Ella asintió. ¿Sabía que estaba encerrado uno de sus hechizos en ese momento?
Maizie no quería pensar en ello. Le debía a esa mujer, todo. Hacer que se sintiera lo más cómoda posible era lo menos que podía hacer.

—He traído algunos de esos trocitos de azúcar canela, a Clare, a la de recepción le gustan. Y dos cajas de las galletas de jengibre para que tengas algo que ofrecer a tus huéspedes de la habitación. —Demi se ocupó de descargar todo lo que había traído de la panadería de Pittsburgh en la mesa.

—Me dijo que vendiera la tierra. Recuerdo... —La voz de la abuelita se tambaleó—. Me dijo que yo era egoísta por no hacerlo. Que necesitabas el dinero.
Demi rompió su atención en la abuelita. — ¿Quién dijo eso?
—Yo... yo no estoy segura. ¿Patrick? Creo que fue mi Patrick.
—No, abuela. No fue papá. Patrick Lovato ha estado muerto durante veintiún años.
Murió en un accidente de coche cuando tenía siete años. Tanto él como mamá.
Te acuerdas, ¿No?

La abuela parpadeó, la piel de los párpados cayeron haciendo su expresión confusa dolorosamente adorable.
—Está bien, abuela. También a veces olvido las cosas. —Demi se deslizó más cerca y alisó los mechones de pelo blanco enmarcados en la cara de su Abuela hacia el moño pequeño y limpio en la parte superior de su cabeza. Le enderezó los bordes de su chaqueta y sujetó el botón de la perla superior.

Todo sobre su Abuela parecía tan frágil, tan diferente de la mujer que la había cuidado, levantado, y que estaba al pendiente de todo. La abuela debería haber tenido los últimos veintiún años para concentrarse en ella. La había criado como su hija. Ella había puesto sus propias necesidades a un lado y criado a Demi de todos modos. En el momento en que Demi podía valerse por sí misma, la edad había comenzado a jugar con la mente de la abuelita. No era justo.

Caperucita Y El Lobo Jemi



Sinopsis

¿Quién dijo que ser comida por el lobo feroz es algo malo?

Demetria Lovato lucha por mantener la panadería y obtener ganancias, o su propietario la desalojará, y su querida abuela está en un asilo de ancianos. Luchar con la decisión de vender la casa de su abuela es bastante difícil. Lo último que necesita es que las pesadillas de su infancia del gran lobo malo, se conviertan que ahora en fantasías reales en su vida adulta. El interés repentino de él sexy empresario Joseph Jonas sólo empeora las cosas.
¿Es la respuesta a sus problemas, o simplemente un caballero-lobo en Armani?

Desde que mataron a su esposa hace 21 años, la vida de Joseph, se ha centrado en dos cosas: En la protección de la manada y en evitar a la hija mayor de los asesinos de su esposa. Cuando se hace evidente que no puede hacer una sin comprometer a la otra, Joseph se encuentra jugando al "Lobo Feroz" y Demi Lovato a "Caperucita Roja", un papel que él disfruta mucho más de lo esperado.

El ataque de un lobo malo de verdad lo cambia todo para Demi. Joseph no puede negar la atracción que siente en sus instintos y su corazón. De repente, él se encuentra tomando un papel que nunca pensó que él querría, como su protector y amigo. Hasta que la verdad sobre su conexión con su pasado de pesadilla sale a la luz.

The Duff Capitulo 65 Jemi Final


— Si — balbuceé, sonriendo un poco. Realmente no me sentía tan avergonzada. Habría corrido o cojeado fuera del bar, pero con Joseph me sentía bien. Como si pudiéramos reírnos juntos de ello. Pero la sonrisa se borró y su cara se volvió seria. Me miró un largo momento y su silencio me estaba por hacer subir por las paredes cuando finalmente abrió su boca. — Demi, yo — ¡Demi! ¡Oh por Dios! Miley se materializó a mi lado, sus mejillas estaban rojas por la emoción y el baile. Detrás de ella, la banda había comenzado a tocar o a intentar tocar una versión emo de una canción de Johnny Cash. 

Era deprimente, pero Miley logró hablar a través del ruido. — ¡Oh Demi, finalmente te encuentro! ¿Viste? ¡Harrison y yo estábamos bailando juntos! Creo que tal vez me pida ir juntos al baile. ¿No sería genial? — Bien por ti, Miley. — ¡Tengo que ir a decírselo a Angela! — Entonces vio a Joseph. Una sonrisa sabedora se extendió a través de su rostro mientras decía — Os veo después — Y con un rápido movimiento de su rubio pelo, se había ido. Joseph la vio desaparecer entre la muchedumbre con una expresión asombrada. — Sabe que Harrison prefiere a los hombres, ¿cierto? —Dejemos que tenga esperanza — dije, sonriendo a mi misma. Volvió su atención hacia mí. — Si. La esperanza es buena. Demi, yo, sonrió con maldad. — Sabía que cederías tarde o temprano — Puso su mano en mi rodilla y la movió suavemente por mi muslo — Finalmente vas a admitir que me amas, ¿cierto? Quite con fuerza su mano — Primero — comencé — No te amo. 

Amo a mi familia y tal vez a Selena y Miley, pero el amor romántico lleva años y años en aparecer. Entonces no te amo. Pero admitiré que he pensado mucho en ti últimamente y definitivamente tengo sentimientos por ti… Otros sentimientos además de odio mayormente. Y tal vez es posible que en el futuro pueda amarte — Vacilé, un poco asustada por las palabras que había pronunciado. — Pero todavía quiero matarte la mayor parte del tiempo. La mueca de Joseph se convirtió en una sonrisa genuina. — Dios, te extrañé — Se inclinó para besarme, pero levanté mi mano para detenerlo. — ¿Cuál es el problema?—preguntó. — No vas a meterte en mis pantalones esta noche, idiota — dije, recordando a Vikki y el susto por el que había pasado.

 No me iba a convertirme de repente en una monja o algo, pero luego de darme cuenta de la facilidad con la que podíamos haber cambiado roles, sabía que algunas cosas tendrían que cambiar. — Si vamos a hacer esto, lo vamos a hacer bien. Vamos a tener una relación sin prisa, como una pareja normal de secundaria. Se acercó y tocó la pequeña D que descansaba en medio de su cuello, girando el colgante que mamá me había dado entre su pulgar y su dedo índice, casi distraídamente. — Pero ninguno de los dos somos normal. — Eso es verdad — reconocí — Pero esa parte de nosotros va a ser normal. Mira, no digo que no podamos llegar hasta ese punto. Simplemente vamos a… llevarlo un poco más despacio. Joseph lo pensó un momento antes de dejar que apareciera esa sonrisa torcida en su rostro otra vez.

 — De acuerdo — dijo, inclinándose un poco hacia delante para mirarme a los ojos — Está bien. Hay otras cosas que podemos hacer — Sus dedos soltaron mi collar y se movieron por mi clavícula, deslizándose por mi brazo y enviando un temblor por mi espalda. — Creo que tengo un trabajo que terminar. Fuimos interrumpidos la última vez, en tu habitación, pero puedo mostrártelo otra vez. Ansío mostrártelo otra vez. Respire profundamente, tratando de ignorar esa afirmación y la explosión de emoción que me dio — Vamos a tener una cita — Continué, aclarando mi garganta — Una cita agradable. Y nunca más vas a llamarme Duffy de nuevo. La sonrisa satisfecha de Joseph desapareció y mordió su labio Demi — dijo despacio. Apenas podía escucharlo sobre la música. — Lo siento. No sabía cuanto te lastimaba. Nunca debería haberte llamado la Duff en primer lugar. No te conocía entonces. Yo no... Sacudí mi cabeza. 

— No te molestes en inventar excusas — dije — No gastes tu tiempo, porque la verdad es que, yo soy la Duff. Pero también lo es el resto del mundo. Todos somos malditos Duffs — Yo no soy el Duff — dijo Joseph con confianza. — Eso es porque no tienes amigos. — Oh. Cierto. — Y — continué — Probablemente sea una perra la mayoría del tiempo. Te garantizo que encontraré una razón para gritarte casi todos los días y que no te sorprenda si algunos tragos son tirados sobre ti de vez en cuando. Así soy yo y vas a tener que vivir con ello. Porque no voy a cambiar por ti ni por nadie. Y… Joseph se bajó de su taburete y apretó sus labios sobre los míos antes de que las palabras pudiesen salir. Mi corazón golpeaba mientras cada pensamiento vaciaba mi mente. 

Uno de sus brazos cercó mi cintura, atrayéndome tan cerca como fuese posible y su mano libre se ahuecó en mi rostro, su pulgar acariciando mi pómulo. Me besó tan apasionadamente que pensé que íbamos a incendiarnos. No fue hasta que se alejó, ambos necesitando aire, que pude pensar en orden otra vez. — ¡Tú, idiota! — grité, empujándolo lejos de mí. — ¿Besarme para hacerme callar? Dios, eres tan detestable. Podría simplemente tirarte algo ahora mismo. Joseph saltó encima de su taburete con una gran sonrisa, y de repente lo recordé diciéndome que era sexy cuando me enojaba con él. Vaya a saber. 

— Discúlpame, Roberto — llamó al camarero— Demi quiere una Coca de Cereza. A pesar de mis mejores esfuerzos, sonreí. Él no era perfecto, ni siquiera estaba remotamente cerca, si importara, pero tampoco lo era yo. Ambos estábamos bastante jodidos. Pero, de alguna manera, eso hacía todo más emocionante. Sí, era enfermo y retorcido, pero eso es la realidad, ¿cierto? Escapar es imposible, ¿Entonces por qué no aceptarlo? Joseph cogió mi mano y entrelazó sus dedos con los míos. —Estas muy guapa esta noche, Demi Te Amo yo También Te Amo Joseph.

FIN 

viernes, 12 de octubre de 2012

The Duff Capitulo 64 Jemi



Rodé mis ojos sin querer. Simplemente era automático. — Jesús, Logan — dije. — Eso suena como una línea sacada de una mala película. Logan se encogió de hombros. — Tal vez, pero lo digo en serio, Demi. Si sientes eso por él, deberías ir allí. — ¿Pero que pasa con…? — No te preocupes por mi — dijo — Si quieres a Joseph, es él con quien tendrías que estar ahora. Salir conmigo no hará que tus sentimientos por él desaparezcan… Debería saberlo. Definitivamente no te preocupes por mí. La verdad es que, estoy en la misma situación que tu. Solo que no quería admitirlo. 


— ¿Cómo? Ahora era Logan el que miraba su bebida, ajustando nerviosamente sus lentes — No superé lo de Nina. — ¿Nina? ¿Tu ex? El asintió — Rompimos hace más de un mes, pero todavía pienso mucho en ella. Realmente me gustas, entonces pensé que si salíamos, tal vez me olvidaría de ella. Por un tiempo lo hice, pero… — Bueno, entonces deberías llamarla — dije — En vez de simplemente quedarte sentado lamentándote, deberías llamar a Nina y decirle como te sientes. Esta noche. Alzó sus ojos de nuevo para encontrarse con los míos. — ¿No estás enojada? ¿No te sientes usada? — Eso me haría una gran hipócrita ya que en cierto modo yo también te estaba usando. 

—A pesar de que no quise lo; me levante de la mesa y me detuve hasta equilibrarme en las plataformas de mis zapatos. — Y para que quede claro, si Nina no te acepta de nuevo, es una idiota. Creo que probablemente eres el chico más dulce y amable que conocí en mi vida, y tuve un flechazo masivo por ti por años. Seriamente deseo que fueras el indicado para mí. — Gracias — dijo Logan — Y si Joseph rompe tu corazón, prometo… Bueno, diría patear su trasero, pero ambos sabemos que eso es físicamente imposible — Frunció el ceño hacia sus huesudos brazos — Así que le escribiré una carta desagradable. — Está bien — resoplé. Me incliné sobre la mesa y lo besé en la mejilla. — Gracias. 

Me sonrió, lo recordaría el resto de mi vida, y dijo — Te estás entreteniendo. Apúrate y ve. — Está bien. De acuerdo. Nos vemos en clase, Logan. — Adiós, Demi. Respire profundamente para calmar mis nervios mientras miraba a Joseph de nuevo. Luego, con una débil sonrisa, comencé a abrirme paso a través del atestado bar. La música tecno se hacía detenido, y todos en la pista estaban esperando a que la banda saliera al escenario. Tuve que zigzaguear a través de los cuerpos inmóviles, ninguno de ellos fue lo suficientemente considerado como para moverse a un lado ni siquiera por un milisegundo.

Vi a Selena entre el gentío; su cabello rubio se veía sobre todos excepto sobre el chico a su lado, el jugador de baloncesto que había estado observando durante semanas y supe que no le gustaría mi decisión. En su cabeza, era culpa de Joseph que la hubiera abandonado. Estaría disgustada conmigo. Tal vez incluso se enfadaría.

 Pensaría que la estoy dejando atrás de nuevo. Simplemente tendría que probarle que estaba equivocada. Probarle que Logan, a quien ella adoraba, no era adecuado para mí. Cuando estaba a aproximadamente a unos pasos de la barra, un sonido llenó los altavoces, pero no era la música emo que estaba esperando. En su lugar, un alarido asaltó mis oídos y me asustó como la mierda.

Estaba tan sobresaltada que salté, que no habría sido tan grave con otros zapatos. Mi pie aterrizó a un lado de mi plataforma, haciendo que me cayera. Antes de que pudiera recuperarme, mi tobillo dio paso en falso y me caí golpeando con mi cara el suelo de madera. ¡Maldita sea! No pude evitar gemir mientras me dolía el tobillo doblado. 

— ¡Mierda! – Gruñí - ¡Ay, ay, ay! Dios, odio estos malditos zapatos.— ¿Entonces por qué los usas? Mi piel hormigueaba mientras dos manos me levantaban por los codos y me ponían de pie. Dándose cuenta de que no podía mantenerme de pie, Joseph pasó su brazo por mi cintura y me llevó hasta un taburete del bar. — ¿Estás bien? — preguntó, ayudándome a sentarme. Podía decir por su sonrisa que estaba luchando por contener la risa.