Joe contempló la cincha que había dejado en su escritorio. En
condiciones normales, cuando un caballo se encabritaba el jinete podía al menos
tratar de sujetarse a la silla. Pero en aquel caso, aquella pequeña seguridad había
sido eliminada. Si Satin hubiera reaccionado de otro modo…
Respiró profundamente. Quien quiera que hubiera cortado la
cincha había anticipado una reacción violenta por parte del caballo la primera
vez que fuera montado. Un caballo como aquel podía matar a una persona de una
sola coz.
— ¿Joe? —Demi se asomó a la puerta del despacho—. Whiskers me ha
dicho que querías verme.
—Tenemos que hablar.
—De acuerdo —Demi ocupó la silla que había frente a él—. ¿Hay
algún problema?
—Voy a extenderte un cheque por la cantidad estipulada en tu
contrato más el salario por los días que has trabajado en el rancho —Joe hizo
una pausa. Aunque su corazón no estuviera conforme, su mente había decidido que
aquella era la mejor decisión que podía tomar—. Quiero que te vayas del Rocking
M mañana a primera hora.
— ¿A qué viene esto, Joe?
Él sacó un cheque de un cajón de su escritorio y lo rellenó.
Luego lo empujó hacia ella.
—Ambos sabemos que lo que ha pasado con Satin esta tarde no ha
sido un accidente. Alguien tenía intención de hacerte daño.
—Sí, pero…
—No pienso permitir que vuelva a suceder nada parecido.
Demi vio el auto reproche en la mirada de Joe, el
arrepentimiento. Su corazón latió más deprisa al ver que estaba dispuesto a
poner en peligro el programa de adiestramiento de Satin y su propósito de
convertirlo en un campeón con tal de protegerla.
—Gracias —tomó el cheque y lo rompió en pedacitos—. Pero aún no
he terminado mi trabajo, y no vas a librarte de mí hasta que lo haga. No pienso
irme hasta que acabe.
Joe sacó otro cheque.
—Te estoy liberando de tu contrato con toda la paga.
—Eso ya lo he entendido —Demi se reclinó contra el respaldo del
asiento—. Aprecio tu ofrecimiento en lo que vale, pero no me queda más remedio
que rechazarlo.
— ¡Ni hablar! —Joe se puso en pie—. ¿No comprendes? Corres
peligro quedándote aquí. No puedo garantizar tu seguridad.
—No te pido que lo hagas. Lo único que quiero es tu confianza, Joe.
—Ya la tienes, querida.
A pesar de que externamente parecía calmada, por dentro Demi era
un manojo de nervios. Poco antes le habría parecido bien irse del Rocking M,
pero la idea de dejar a joe en aquellos momentos no le gustaba nada. Tenía
serios problemas, y no pensaba abandonarlo. Además, el asunto se había
convertido en algo personal cuando el culpable había roto la cincha de la
silla.
—Lo que ha pasado hoy ha sido en parte culpa mía —admitió—.
Debería haber comprobado todos los correajes antes de ensillar a Satin.
—No había ningún motivo para que lo hicieras —Joe rodeó el
escritorio y se detuvo ante ella—. La silla y la cincha eran nuevas.
Demi se levantó.
—Sí, pero si hubiera tomado las precauciones debidas, lo habría
visto.
Demi la tomó por los hombros.
—Eso no cambia el hecho de que alguien pretendía hacerte daño.
—Pues quien sea se habrá llevado una gran decepción —Demi tomó
las manos de Joe de sus hombros y colocó en una de ellas el cheque roto—. Nunca
he huido de nada en mi vida, y no pienso empezar ahora. Voy a terminar de
entrenar a Satin para que se convierta en un gran campeón.
Joe pasó una mano tras su cintura y la besó. Ella abrió la boca
para que pudiera penetrarla con su lengua y el dejó escapar un irregular
suspiro.
Demi estaba dispuesta a poner en peligro su propia seguridad
para ayudarlo. Nunca había conocido a una mujer tan sacrificada. Nicole no lo
había sido. El interés de su ex esposa por él no había ido más allá de su
cuenta en el banco y cómo dilapidarla. Pero Demi no era como Nicole. El dinero
no era importante para ella.
Relajó el puño en el que sostenía el cheque roto y los trozos cayeron
al suelo. Apoyó una mano sobre uno de los pechos de Demi y le acarició el pezón
con el pulgar. Recompensado por su gemido de placer, se estremeció ante la
fuerza de la necesidad que recorrió su cuerpo como una ola.
Cómo la deseaba… Y no solo físicamente. Lo asustaba reconocerlo,
pero ya no podía negarlo más. Quería poseer su cuerpo y su alma.
— ¿Le sucede algo malo al corazón de Demi, papá? —preguntó Ryan
a la vez que tiraba de la manga de la camisa de su padre.
El niño y los cachorros habían entrado inadvertidamente en el
despacho y observaban a los adultos con curiosidad.
Cuando Demi fue a apartarse, Joe la retuvo a su lado.
—Su corazón estaba latiendo demasiado deprisa —dijo, y apartó la
mano de su pecho—. Sólo quería comprobar si se encontraba bien.
Demi enterró el rostro en su hombro, intensamente ruborizada.
¿No se le podía haber ocurrido una excusa mejor?
—Seguro que aún está asustada por el susto que le ha dado Black
Satin —dijo Ryan solemnemente.
—Creo que tienes razón —asintió Joe—. ¿Sabes si le han sobrado
algunas galletas a Whiskers?
—Me ha pedido que viniera a deciros que tiene preparado un
tentempié para nosotros —Ryan miró a Demi, claramente desconcertado—. Tienes la
cara muy roja. ¿Aún te duele el corazón?
Demi asintió a la vez que rogaba para que se la tragara la
tierra.
Cuando Ryan le palmeó un brazo para manifestarle su simpatía, Joe
tuvo que aclararse la garganta para reprimir la risa.
— ¿Quieres ir a decirle a Whiskers que vamos enseguida?
—De acuerdo, papá —Ryan corrió hacia la puerta, pero se volvió
antes de salir—. Te sentirás mejor después de tomar un vaso de leche y unas
galletas, Demi.
—Creo que voy a pasar del tentempié —dijo ella cuando recuperó
la voz—. Lo mejor será que me vaya a la cama.
Ryan asintió y se puso a llamar a Whiskers a voces mientras
corría por el pasillo seguido de los cachorros.
Demi no va a comer nada. No se siente muy bien y papá le ha
puesto una mano en el corazón para ver qué tal está. ¿Pueden comerse sus
galletas mis perritos?
La risa de Whiskers llegó alta y clara hasta el despacho.
— ¿Sigue alterado tu corazón? —preguntó Joe, con una traviesa
sonrisa en los labios.
Demi volvió a ruborizarse.
—No, ha dejado de latir por completo.
Sin decir nada más, se encaminó hacia la puerta. Cualquier cosa
que dijera empeoraría las cosas. Y, por primera vez en su vida, optó por el
camino del cobarde.
Demi evitó la brillante mirada de Whiskers al entrar en la
cocina y fue directamente a la nevera por algo de beber. No tenía intención de
hacer ningún comentario sobre el embarazoso incidente de la noche anterior. Y
si el viejo cocinero sabía lo que le convenía, tampoco diría nada al respecto.
— ¿Has visto a Brad? —preguntó.
—Joe lo ha mandado a la ciudad —Whiskers la observó mientras se
servía un vaso de zumo de naranja y movió la cabeza—. ¿Eso es todo lo que
piensas desayunar?
Demi se dejó caer en una silla.
—Hace demasiado calor como para comer.
—Eso no puedo discutírtelo —el cocinero bajó la voz y añadió —:
No le diría esto a cualquiera, pero en días como estos es cuando más me alegro
de haber envejecido y de haber tenido que ocuparme de la cocina y de la casa.
Quedarme aquí disfrutando del aire acondicionado mientras los jóvenes salen a
atrapar el ganado no me molesta en lo más mínimo.
Divertida, Demi preguntó.
— ¿Aunque tengas que compartir la casa con tres perros?
—Esos bichos están fuera, donde les corresponde —dijo Whiskers
con firmeza—. Y ahí van a seguir. No van a volver a destrozarme más botas.
Cuando he encontrado las últimas que me había comprado solo les quedaban las
suelas.
Demi rio. Había visto los restos de las botas a las que se
refería, y tenía razón. Terminó su zumo y preguntó:
— ¿Ha dejado Brad algún mensaje para mí antes de irse?
—No. Joe ha dicho que hoy trabajarías con él después de tu
sesión con Black Satin.
— ¿Sabes dónde está?
—Ha llevado a Ryan a ver el nuevo ternero, pero no creo que
tarden, porque ya llevan un buen rato fuera —Whiskers fue cojeando a la
despensa—. Me ha dicho que prepare unos sándwiches porque no vais a volver a
comer.
Antes de que Demi pudiera preguntar si Joe había mencionado
dónde iban a trabajar, este y Ryan entraron en la cocina.
—Papá me ha regalado un ternero —dijo el niño al pasar corriendo
junto a ella en dirección a las escaleras. De pronto se detuvo y se volvió—.
¿Qué tal está hoy tu corazón?
Demi asintió, ruborizada.
—Estoy mucho mejor, Ryan. Gracias por preguntar.
—Bien —Ryan empezó a subir las escaleras—. Tengo que ir por mis
guantes. Voy a ayudar a Brad con mi ternero cuando vuelva.
Joe había visto cómo se ruborizaba Demi. Su pelo caía sobre sus
hombros como una cascada dorada. La miró de arriba abajo y sintió que le
costaba respirar Con la luz del sol a sus espaldas, su fina camiseta bien
podría haber sido transparente. El tono amarillo pálido iba muy bien con el
moreno de su piel, pero hacía poco por ocultar el contorno de su cuerpo, la
plenitud de sus pechos…
— ¿Te encuentras bien, Joe? —preguntó ella, y se acercó a él—.
Te has puesto un poco colorado.
Whiskers salió en ese momento de la despensa y se fijó en las
mejillas enrojecidas de Joe.
—Se recuperará. He visto ese fenómeno antes cuando un hombre
tiene demasiado calor —riendo, entregó a Joe un par de alforjas. Luego sonrió a
Demi—. Échale un poco de agua fría encima. Se recuperará enseguida.
Joe miró al cocinero con cara de pocos amigos mientras tomaba
las alforjas y uno de los teléfonos móviles que había comprado desde el
accidente de Jim.