sábado, 1 de septiembre de 2012

The Duff Jemi



Sinopsis:

Demi, de 17 años es cínica y leal, y no cree que ella es la más bonita de sus amigas por mucho. Ella también es muy inteligente como para caer en los encantos del mujeriego y más guapo chico de la escuela, Joseph Jonas. De hecho, Demi lo odia. Y cuando él le da el apodo de “Duffy,” ella le lanza su soda en la cara.

Pero las cosas no están muy bien en casa por los momentos. Desesperada por una distracción, Demi termina besando a Joseph. Y le gusta.

En un intento por escapar se lanza a una relación de enemigos-con-beneficios con Demi. Hasta que todo se pone feo. Resulta que Joseph no es tan malo escuchando, y su vida está igual de arruinada, también. De repente, Demi se da cuenta que se está enamorando del chico al que creía odiar más que a nadie.

jueves, 30 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 22



Joe tomó el rostro de Demi entre sus manos.
— ¿Estás segura? Si no, dilo ahora, porque no sé si podré detenerme si cambias de opinión luego.
Demi reconoció el intenso deseo que revelaba su mirada.
—Más vale que no pares, vaquero. Eres tú el que ha hecho que me sienta así, de manera que será mejor que hagas algo al respecto.
Joe sonrió.
—Siempre apago los fuegos que enciendo.
Sus labios reclamaron los de ella en el beso más tierno y conmovedor que Demi había experimentado. Cuando sus lenguas se encontraron, cada célula de su cuerpo despidió chispas de placer. Disfrutó del sabor de Joe, se deleitó con las caricias de sus labios. Una seductora y provocativa excitación la recorrió.
Joe deslizó las manos desde su rostro hasta sus pechos. Cuando le acarició los pezones con los pulgares, Demi sintió que iba a arder.
— ¿Te gusta? —Susurró él junto a su oído—. ¿O quieres que pare?
—Por favor…

Demi apartó las manos.
— ¿Quieres que pare?
— ¡No! Si pararas ahora… no sé si sobreviviría.
Mirándola a los ojos, Joe le quitó lentamente la camiseta y la tiró a la silla. Sonrió y deslizó los dedos por el borde superior del sujetador, pero cuando se lo soltó y deslizó las tiras hacia abajo por sus hombros, la sonrisa se esfumó de su rostro y contuvo el aliento.
Se inclinó para besar cada pecho.
—Eres perfecta. Tan suave. Tan dulce.
Arrojó el sujetador sobre la camiseta y tomó las manos de Demi para guiarlas hacia los botones de su camisa.

—Tu turno, cariño.
Demi los desabrochó rápidamente. Anhelaba volver a sentirlo como aquella primera noche en el porche. Al apoyar las manos sobre su musculoso pecho, el crujiente pelo que lo cubría le cosquilleó en las manos. La sensación provocó destellos de excitación a lo largo de todo su cuerpo.

Cuando Joe le apartó las manos para estrecharla contra sí, la sensación de piel contra piel, el roce de sus pezones contra él le hicieron gemir. Convencida de que su deseo había alcanzado la culminación, dejó escapar un gritito ahogado cuando Joe apoyó ambas manos en su trasero y la alzó hacia sí. La evidencia de su dura excitación presionada contra su bajo vientre hizo que la sangre fluyera ardiente por sus venas.
—Joe…
La pasión de su voz excitó a Joe como pocas cosas lo habían hecho en su vida.
—Cuando dices mi nombre así me vuelves loco.
La besó, dejándole saborear su necesidad, la profundidad de unos sentimientos que ya no quería ocultar. De algún modo, encontró la fuerza para apartarla de sí y quitarse rápidamente la camisa. Luego se inclinó y le quitó las botas. Cuando la tomó en brazos tuvo que apretar los dientes para mantener el escaso control que le quedaba.
Cuando la dejó sobre la cama, comprendió que estaba más excitado de lo que nunca había estado en su vida.
—Querida, no voy a poder aguantar mucho más esto. Necesito sentirte entera y desnuda contra mí.
Mientras deslizaba hacia abajo los vaqueros y las braguitas de Demi por sus piernas, ella gimió su nombre. Nunca le había afectado tanto la excitación de una mujer. Pero lo cierto era que tampoco creía haber excitado nunca tanto a una mujer.

Una sonrisa satisfecha curvó las comisuras de sus labios. La respuesta de Demi a sus más mínimas caricias y la pasión que veía en sus ojos no eran algo que se pudiera simular. No necesitaba cualquier hombre. Lo necesitaba a él.

Aquel pensamiento envió una oleada de calor entre sus piernas. Tuvo que apretar los dientes para contenerse y, levantándose rápidamente, se quitó los vaqueros y los calzoncillos.
El primer impulso de Demi fue de cubrirse, pero la pasión que oscureció los ojos de Joe cuando la miró le hicieron sentirse bella y especial por primera vez en su vida.
Cuando lo vio ante sí completamente desnudo se quedó sin aliento. Joe era la muestra perfecta de un hombre en su plenitud. Sus hombros anchos y musculosos se estrechaban hasta un estómago plano y unas estrechas caderas. Cuando deslizó la mirada más abajo, su pulso se desbocó al ver su poderosa erección. Cuando alzó los ojos hacia él vio que la estaba mirando como si fuera la mujer más deseable del mundo.
En breves momentos pertenecería a Joe en todo el sentido de la palabra. Y él sería su hombre. Al menos por una noche.
Joe dejó bajo la almohada el pequeño envoltorio que había sacado del bolsillo de sus pantalones y se tumbó junto a ella. Cuando la atrajo hacia sí, cerró los ojos.

Nunca había querido satisfacer a una mujer tanto como a Demi, pero su cuerpo palpitaba de anticipación, y la tensión que latía entre ellos había transformado su sangre en un torrente de necesidad.
Demi deslizó sus curiosas manos por la espalda de Joe y éste sintió que sus pulmones dejaban de funcionar.
—Me encanta sentir tus manos sobre mi cuerpo, querida… —cuando Demi llevó los dedos hasta la curva de sus nalgas, un estrangulado y ronco sonido surgió de la garganta de Joe—… pero si sigues así, esto va a acabar muy pronto.

Sin saber cuánto tiempo más iba a soportar la tortura de tenerla abrazada sin dar el paso final, deslizó una mano entres sus cuerpos y apoyó la palma entre los muslos de Demi.
Sentir que ya estaba preparada para él y escuchar su sorprendido gemido avivaron aún más el fuego. Cuando se arqueó contra él, supo que no iba a poder aguantar mucho más.
—Tranquila, querida.
Sacó el envoltorio de debajo de la cama, se ocupó de su protección y luego separó las rodillas de Demi. Tomó sus manos y las sujetó a ambos lados de su cabeza.
— ¿Qué necesitas, Demi?
—A ti…
Parecía un poco indecisa.
— ¿Estás segura?
— ¡Sí!
Ante su apasionada admisión, Joe la reclamó suya de un solo movimiento. Pero su júbilo se transformó en consternación al sentir una inesperada resistencia y ver el destello de dolor que ensombreció la mirada de Demi.
Se quedó paralizado.
— ¿Qué diablos…?
Ella se mordió el labio y Joe sintió que su cuerpo trataba de resistirse involuntariamente a ser invadido. Ni siquiera se le había ocurrido pensar en la posibilidad de que fuera virgen. A fin de cuentas, Demi tenía ya veintiséis años.
— ¿Por qué no me has dicho que nunca habías estado con un hombre? —preguntó, preocupado por el temor de haberle hecho daño.
— ¿Qué te había hecho pensar lo contrario? —la voz de Demi fue apenas un susurro.
Joe vio que una lágrima se deslizaba por su mejilla. Se sintió como un completo asno. Encima de haberle hecho daño, sólo se le ocurría quejarse.
Manteniendo la parte baja del cuerpo quieta, abrazó a Demi y secó la lágrima con sus labios. Ella acababa de darle algo muy especial, y lo último que deseaba era que se arrepintiera de haberlo hecho.
—Lo siento, Demi. No merecías esto… —enterrado en ella como estaba, su cuerpo lo instaba a terminar. Pero él sabía que Demi necesitaba tiempo para adaptarse. Respiró profundamente para tratar de controlarse—. Si me lo hubieras dicho, habría tenido más cuidado.
—Estoy bien, Joe. De verdad.

Cuando estaba alcanzando el límite de su resistencia, Joe vio que los ojos de Demi se suavizaban y supo que el dolor estaba dando paso al deseo insatisfecho.
—Ahora voy a amarte, querida.
Se movió lentamente, atento al menor indicio de incomodidad por parte de Demi. Nunca había estado con una virgen. ¿Cuánto tiempo duraba el dolor? ¿Qué podía hacer para aliviarlo?
Pero cuando ella apoyó las manos en sus nalgas y lo atrajo hacia sí, el control de Joe se esfumó por completo. Se entregó a ella como ella se estaba entregando a él, y cuando sintió que empezaba a ponerse rígida, aceleró sus movimientos.

Cuando Demi gritó su nombre y se sintió envuelto en su placer, experimentó una satisfacción totalmente nueva para él. Solo entonces cedió a la fuerza de la necesidad que latía en su interior y, con un empuje final, fue poseído por el triunfo de su explosión.
—Ha sido increíble —murmuró Demi varios minutos después.
—Desde luego —Joe la estrechó contra su costado y apoyó una mano en su cadera—. ¿Estás bien?
—Estoy muy bien.

—Ojalá me lo hubieras dicho. Podría haberte hecho daño.
—Pero no me lo has hecho Demi le mordisqueó juguetonamente el hombro—. Además, ha sido mi elección.
Sus palabras fueron como una caricia para Joe. Demi había querido que fuera el primer hombre en su vida, y un repentino fuego en su interior le hizo comprender que él quería ser el último. La idea de que otro hombre tocara a Demi intensificó la llamarada de su cuerpo, impulsándolo a volver a hacerla suya para dejar de nuevo en ella su marca.

Cuando Demi deslizó una mano desde su pecho hasta su costado, abandonó toda especulación. Analizaría sus emociones más tarde. En aquellos momentos, la cautelosa exploración de la mano de Demi lo estaba volviendo loco.
—No seas tímida —dijo, animándola—. Te prometo que no voy a romperme.
Cuando ella lo tomó completamente en su mano y empezó a moverla delicadamente de arriba abajo, Joe gimió como si estuvieran torturándolo.
La mano de Demi se detuvo al instante.
— He hecho algo mal?
— ¡No! —Exclamó Joe, y se volvió paro sujetarla contra el colchón—. Lo estás haciendo muy bien. Demasiado bien.
Ella lo miró a los ojos, expresándole su necesidad, rogándole que acabara con aquella dulce tortura.
Su gemido de placer cuando Joe la hizo suya impulsó a este a darle todo lo que tenía. Y cuando sus cuerpos se fundieron para celebrar el gozo de su mutua liberación, ella se entregó a él en cuerpo y alma.

Errores Del Ayer Cap 21



— ¿Has terminado por hoy con Satin, Demi? —preguntó.
—Sí —ella logró contener la risa. Era un consuelo saber que no era la única que estaba sufriendo a causa de un calor que no tenía nada que ver con la temperatura exterior.
—Necesito que me ayudes a trasladar uno de los rebaños pequeños al Cañón del Diablo —dijo Joe mientras se ponía el sombrero.
—El hombre del tiempo ha advertido de la posibilidad de alguna inestabilidad atmosférica —advirtió Whiskers—. Si la cosa empieza a ponerse fea, buscad un lugar en el que refugiaros, ¿de acuerdo?
Demi recogió el pelo en el interior de su sombrero y siguió a Joe.
—No te preocupes. Si es necesario, lo haremos —prometió.
Cuando la pareja se hubo alejado lo suficiente, Whiskers rio animadamente.
—Con eso cuento, pequeña.
Demi se alejó con pesar del cañón. Le había parecido uno de los lugares más bonitos del rancho de Joe. El contraste de la hierba verde y exuberante con los estratos de tierra multicolor de las paredes del cañón la habían dejado maravillada.
—Es difícil llegar aquí —comentó cuando salieron del estrecho desfiladero —, pero es un lugar realmente precioso. Es casi como un oasis en medio del desierto.
Joe rio.
— ¿Un trozo de cielo en medio del infierno?
—Eso lo resume más o menos —asintió Demi, sonriendo.
Joe miró un momento a lo lejos antes de volver a hablar.
—Ya no tendrás que volver a preguntar a Brad en qué parte del rancho vas a trabajar.
— ¿Por qué?
Joe detuvo su caballo y esperó a que ella hiciera lo mismo.
—Porque de ahora en adelante vas a trabajar conmigo.
—Soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma.
—Esto no es negociable —dijo Joe con firmeza. —Alargó una mano para tomarla del brazo—. Ayer, alguien en el rancho trató de hacerte daño. El único modo de impedir que vuelva a suceder es manteniéndote junto a mí.

La sensación de la mano de Joe en su brazo, la mirada protectora de sus oscuros ojos marrones, hicieron que el estómago de Demi se encogiera.
—De acuerdo —dijo, sencillamente. Cuando el sonido de un trueno retumbó en la distancia, señaló hacia el horizonte—. Puede que por fin nos de un respiro el calor.
Joe la soltó y observó el cúmulo de nubes oscuras que se estaban amontonando en el suroeste. Maldijo entre dientes. Aún a varios kilómetros de ellos, el centro de la tormenta iba adquiriendo fuerza según avanzaba por la pradera. El viento arreciaba mientras las quebradas líneas de los rayos iluminaban amenazadoramente el horizonte. Empezó a llover.

Evaluó rápidamente la situación. Estaban demasiado lejos del cañón como para refugiarse en él y, a menos que la tormenta cambiara rápidamente de dirección, se iban a topar de lleno con ella.
—Esperaremos a que pase en la vieja cabaña del Circle S —dijo, tomando una rápida decisión. Protegida en tres de sus caras por las laderas de las montañas, la maciza cabaña se hallaba a sólo medio kilómetro de allí y era el mejor refugio que podían encontrar en aquellas circunstancias—. Sígueme.
Hizo girar su caballo y lo puso al galope. Demi lo siguió de inmediato. En cuanto llegaron a su destino y ataron a los caballos en el cobertizo, Joe tomó las alforjas y empujó a Demi hacia la cabaña justo cuando empezaba a granizar.

Una vez dentro, le hizo tumbarse rápidamente en el suelo y la cubrió con su cuerpo para protegerla. El viento en el exterior se convirtió en un rugido ensordecedor.
—Es un tornado —dijo junto a su oído—. Estate quieta.
Demi aferró con ambas manos la pechera de la camisa de Joe, cuyos músculos se tensaron de inmediato. La deseaba con cada fibra de su cuerpo. Quería…
Y entonces, tan rápido como había llegado, la tormenta pasó.
Demi movió las piernas y Joe necesitó unos segundos para comprender que trataba de levantarse.
—Tranquila, cariño —se levantó y tiró de ella—. Ya ha terminado.
—Gracias a Dios —dijo Demi con voz temblorosa.
Joe miró su rostro arrebolado y sintió un destello de ardiente deseo. Tenerla debajo había sido una mezcla de cielo e infierno. Lo que más deseaba en aquellos momentos era desnudarla y dar el último paso hacia el final de la tormenta.

Para controlarse, se obligó a mirar a su alrededor.
—Hace tiempo que no venía por aquí, pero parece que está bastante limpia.
—He visto lugares peores —dijo Demi.
Joe fue hasta la puerta y se asomó al exterior. El tornado había pasado, pero los rayos aún iluminaban de cuando en cuando el cielo y la lluvia no mostraba señales de ir a remitir.
Probablemente necesitaba que le examinaran la cabeza, pero no lamentaba en lo más mínimo verse atrapado en aquel lugar. Había alcanzado su límite, y era suficientemente hombre como para reconocerlo. Mordiéndose el interior del labio para no sonreír, trató de buscar el modo más adecuado de poner al tanto a Demi de algo de lo que probablemente no querría saber nada. Finalmente decidió que lo mejor era ser directo.
—Vamos a tener que pasar la noche aquí, querida.
—Supongo que estás de guasa, ¿no?
—Me temo que no. Aunque ahora mismo dejaran de caer rayos, la riada nos impediría volver. Esta clase de lluvia es capaz de transformar la quebrada en un torrente indomable.
Demi no dudó de la palabra de Joe. Sabía que una quebrada seca como un hueso podía transformarse en un instante en un río de corriente rápida. Miró a su alrededor y gimió. Solo había una cama.
Se volvió hacia Joe.
— ¿Estás seguro de que no hay forma de salir de aquí?
—Ninguna —contestó él, y a continuación hizo una rápida llamada a Whiskers para hacerle saber que se encontraban bien. Luego se encaminó hacia la puerta—. Voy a atender a los caballos.
Incapaz de decir nada, Demi se limitó a mirar cómo salía.
Joe regresó unos minutos después y encontró a Demi leyendo las etiquetas de algunas latas. Fue hasta la cama y se sentó en ella.
—Aún nos quedan algunos sándwiches del almuerzo.
—Sí, pero he pensado que sería agradable acompañarlos con algo más —dijo Demi—. ¿Crees que al dueño le importará?
—No —Joe se quitó las botas y se estiró en el catre—. De hecho, le alegrará que haya cierta variedad en su próxima comida.

Demi arqueó una ceja.
—Creía que habías dicho que esta cabaña pertenecía al Circle S.
—Así solía ser —Joe empujó el sombrero sobre sus ojos y colocó las manos tras su cabeza—. Hace unos treinta años, mi padre compró el Cicle S al padre de Jed —vio que Demi miraba una lata con gesto escéptico—. Eso debería estar en perfecto estado. Los muchachos usan la cabaña como campamento base durante la época de caza.
Por debajo del ala de su sombrero, Joe vio que Demi asentía y luego se volvía hacia la mesa. Se le cayó el abrelatas. Estaba tan nerviosa como él. Ambos sabían que ya no había obstáculos… ni viejos entrometidos y charlatanes, ni niños jugueteando alrededor, ni ojos siniestros observándolos. Esa noche, nada impediría que exploraran la química que había entre ellos.
Cuando Demi dejó la lata en la mesa, él se quitó el sombrero, se levantó de la cama, se acercó a ella de dos zancadas y la tomó entre sus brazos.
—Joe…
—Calla, querida —Joe deslizó las manos por su rígida espalda y la besó en la sien—. Te deseo. Lo sabes. Pero no voy a saltar sobre ti simplemente porque estemos a solas. Nunca he tomado nada que una mujer no quisiera darme voluntariamente, y no voy a empezar a hacerlo ahora. Cuando hagamos el amor, será porque tú lo desees tanto como yo.

Demi se apartó un poco para mirarlo a los ojos. Cuando era más joven se convenció a sí misma de que deseaba a Dan. Pero sus escasos y torpes intentos de hacer el amor acabaron por avergonzarlos a ambos. En aquellos momentos comprendió que lo que había sentido por Dan había sido el amor puro e inocente de una adolescente. Sin embargo, sus sentimientos por Joe eran los de una mujer.
Nunca había experimentado la necesidad de una mujer, la pasión de una mujer por un hombre. No hasta que Joe la había abrazado y besado.
Y en aquel momento también comprendió que nunca volvería a experimentarlo con otro hombre. Solo con Joe.
Trató de pensar en las complicaciones que podía traerle aquello, pero las apartó enseguida de su mente. La decisión había sido tomada en el momento en que Joe la había estrechado entre sus brazos.
La madre naturaleza los había empujado a aquella pequeña y desolada cabaña para que estuvieran juntos.
—Te deseo —susurró.

Errores Del Ayer Cap 20



Joe contempló la cincha que había dejado en su escritorio. En condiciones normales, cuando un caballo se encabritaba el jinete podía al menos tratar de sujetarse a la silla. Pero en aquel caso, aquella pequeña seguridad había sido eliminada. Si Satin hubiera reaccionado de otro modo…
Respiró profundamente. Quien quiera que hubiera cortado la cincha había anticipado una reacción violenta por parte del caballo la primera vez que fuera montado. Un caballo como aquel podía matar a una persona de una sola coz.
— ¿Joe? —Demi se asomó a la puerta del despacho—. Whiskers me ha dicho que querías verme.
—Tenemos que hablar.

—De acuerdo —Demi ocupó la silla que había frente a él—. ¿Hay algún problema?
—Voy a extenderte un cheque por la cantidad estipulada en tu contrato más el salario por los días que has trabajado en el rancho —Joe hizo una pausa. Aunque su corazón no estuviera conforme, su mente había decidido que aquella era la mejor decisión que podía tomar—. Quiero que te vayas del Rocking M mañana a primera hora.
— ¿A qué viene esto, Joe?
Él sacó un cheque de un cajón de su escritorio y lo rellenó. Luego lo empujó hacia ella.
—Ambos sabemos que lo que ha pasado con Satin esta tarde no ha sido un accidente. Alguien tenía intención de hacerte daño.
—Sí, pero…
—No pienso permitir que vuelva a suceder nada parecido.
Demi vio el auto reproche en la mirada de Joe, el arrepentimiento. Su corazón latió más deprisa al ver que estaba dispuesto a poner en peligro el programa de adiestramiento de Satin y su propósito de convertirlo en un campeón con tal de protegerla.
—Gracias —tomó el cheque y lo rompió en pedacitos—. Pero aún no he terminado mi trabajo, y no vas a librarte de mí hasta que lo haga. No pienso irme hasta que acabe.
Joe sacó otro cheque.

—Te estoy liberando de tu contrato con toda la paga.
—Eso ya lo he entendido —Demi se reclinó contra el respaldo del asiento—. Aprecio tu ofrecimiento en lo que vale, pero no me queda más remedio que rechazarlo.
— ¡Ni hablar! —Joe se puso en pie—. ¿No comprendes? Corres peligro quedándote aquí. No puedo garantizar tu seguridad.
—No te pido que lo hagas. Lo único que quiero es tu confianza, Joe.
—Ya la tienes, querida.
A pesar de que externamente parecía calmada, por dentro Demi era un manojo de nervios. Poco antes le habría parecido bien irse del Rocking M, pero la idea de dejar a joe en aquellos momentos no le gustaba nada. Tenía serios problemas, y no pensaba abandonarlo. Además, el asunto se había convertido en algo personal cuando el culpable había roto la cincha de la silla.

—Lo que ha pasado hoy ha sido en parte culpa mía —admitió—. Debería haber comprobado todos los correajes antes de ensillar a Satin.
—No había ningún motivo para que lo hicieras —Joe rodeó el escritorio y se detuvo ante ella—. La silla y la cincha eran nuevas.
Demi se levantó.
—Sí, pero si hubiera tomado las precauciones debidas, lo habría visto.
Demi la tomó por los hombros.

—Eso no cambia el hecho de que alguien pretendía hacerte daño.
—Pues quien sea se habrá llevado una gran decepción —Demi tomó las manos de Joe de sus hombros y colocó en una de ellas el cheque roto—. Nunca he huido de nada en mi vida, y no pienso empezar ahora. Voy a terminar de entrenar a Satin para que se convierta en un gran campeón.
Joe pasó una mano tras su cintura y la besó. Ella abrió la boca para que pudiera penetrarla con su lengua y el dejó escapar un irregular suspiro.

Demi estaba dispuesta a poner en peligro su propia seguridad para ayudarlo. Nunca había conocido a una mujer tan sacrificada. Nicole no lo había sido. El interés de su ex esposa por él no había ido más allá de su cuenta en el banco y cómo dilapidarla. Pero Demi no era como Nicole. El dinero no era importante para ella.
Relajó el puño en el que sostenía el cheque roto y los trozos cayeron al suelo. Apoyó una mano sobre uno de los pechos de Demi y le acarició el pezón con el pulgar. Recompensado por su gemido de placer, se estremeció ante la fuerza de la necesidad que recorrió su cuerpo como una ola.
Cómo la deseaba… Y no solo físicamente. Lo asustaba reconocerlo, pero ya no podía negarlo más. Quería poseer su cuerpo y su alma.
— ¿Le sucede algo malo al corazón de Demi, papá? —preguntó Ryan a la vez que tiraba de la manga de la camisa de su padre.
El niño y los cachorros habían entrado inadvertidamente en el despacho y observaban a los adultos con curiosidad.
Cuando Demi fue a apartarse, Joe la retuvo a su lado.
—Su corazón estaba latiendo demasiado deprisa —dijo, y apartó la mano de su pecho—. Sólo quería comprobar si se encontraba bien.
Demi enterró el rostro en su hombro, intensamente ruborizada. ¿No se le podía haber ocurrido una excusa mejor?

—Seguro que aún está asustada por el susto que le ha dado Black Satin —dijo Ryan solemnemente.
—Creo que tienes razón —asintió Joe—. ¿Sabes si le han sobrado algunas galletas a Whiskers?
—Me ha pedido que viniera a deciros que tiene preparado un tentempié para nosotros —Ryan miró a Demi, claramente desconcertado—. Tienes la cara muy roja. ¿Aún te duele el corazón?
Demi asintió a la vez que rogaba para que se la tragara la tierra.
Cuando Ryan le palmeó un brazo para manifestarle su simpatía, Joe tuvo que aclararse la garganta para reprimir la risa.
— ¿Quieres ir a decirle a Whiskers que vamos enseguida?
—De acuerdo, papá —Ryan corrió hacia la puerta, pero se volvió antes de salir—. Te sentirás mejor después de tomar un vaso de leche y unas galletas, Demi.
—Creo que voy a pasar del tentempié —dijo ella cuando recuperó la voz—. Lo mejor será que me vaya a la cama.
Ryan asintió y se puso a llamar a Whiskers a voces mientras corría por el pasillo seguido de los cachorros.
Demi no va a comer nada. No se siente muy bien y papá le ha puesto una mano en el corazón para ver qué tal está. ¿Pueden comerse sus galletas mis perritos?
La risa de Whiskers llegó alta y clara hasta el despacho.
— ¿Sigue alterado tu corazón? —preguntó Joe, con una traviesa sonrisa en los labios.
Demi volvió a ruborizarse.
—No, ha dejado de latir por completo.

Sin decir nada más, se encaminó hacia la puerta. Cualquier cosa que dijera empeoraría las cosas. Y, por primera vez en su vida, optó por el camino del cobarde.
Demi evitó la brillante mirada de Whiskers al entrar en la cocina y fue directamente a la nevera por algo de beber. No tenía intención de hacer ningún comentario sobre el embarazoso incidente de la noche anterior. Y si el viejo cocinero sabía lo que le convenía, tampoco diría nada al respecto.
— ¿Has visto a Brad? —preguntó.
—Joe lo ha mandado a la ciudad —Whiskers la observó mientras se servía un vaso de zumo de naranja y movió la cabeza—. ¿Eso es todo lo que piensas desayunar?
Demi se dejó caer en una silla.
—Hace demasiado calor como para comer.
—Eso no puedo discutírtelo —el cocinero bajó la voz y añadió —: No le diría esto a cualquiera, pero en días como estos es cuando más me alegro de haber envejecido y de haber tenido que ocuparme de la cocina y de la casa. Quedarme aquí disfrutando del aire acondicionado mientras los jóvenes salen a atrapar el ganado no me molesta en lo más mínimo.
Divertida, Demi preguntó.

— ¿Aunque tengas que compartir la casa con tres perros?
—Esos bichos están fuera, donde les corresponde —dijo Whiskers con firmeza—. Y ahí van a seguir. No van a volver a destrozarme más botas. Cuando he encontrado las últimas que me había comprado solo les quedaban las suelas.
Demi rio. Había visto los restos de las botas a las que se refería, y tenía razón. Terminó su zumo y preguntó:
— ¿Ha dejado Brad algún mensaje para mí antes de irse?
—No. Joe ha dicho que hoy trabajarías con él después de tu sesión con Black Satin.
— ¿Sabes dónde está?
—Ha llevado a Ryan a ver el nuevo ternero, pero no creo que tarden, porque ya llevan un buen rato fuera —Whiskers fue cojeando a la despensa—. Me ha dicho que prepare unos sándwiches porque no vais a volver a comer.
Antes de que Demi pudiera preguntar si Joe había mencionado dónde iban a trabajar, este y Ryan entraron en la cocina.
—Papá me ha regalado un ternero —dijo el niño al pasar corriendo junto a ella en dirección a las escaleras. De pronto se detuvo y se volvió—. ¿Qué tal está hoy tu corazón?
Demi asintió, ruborizada.
—Estoy mucho mejor, Ryan. Gracias por preguntar.
—Bien —Ryan empezó a subir las escaleras—. Tengo que ir por mis guantes. Voy a ayudar a Brad con mi ternero cuando vuelva.

Joe había visto cómo se ruborizaba Demi. Su pelo caía sobre sus hombros como una cascada dorada. La miró de arriba abajo y sintió que le costaba respirar Con la luz del sol a sus espaldas, su fina camiseta bien podría haber sido transparente. El tono amarillo pálido iba muy bien con el moreno de su piel, pero hacía poco por ocultar el contorno de su cuerpo, la plenitud de sus pechos…

— ¿Te encuentras bien, Joe? —preguntó ella, y se acercó a él—. Te has puesto un poco colorado.
Whiskers salió en ese momento de la despensa y se fijó en las mejillas enrojecidas de Joe.
—Se recuperará. He visto ese fenómeno antes cuando un hombre tiene demasiado calor —riendo, entregó a Joe un par de alforjas. Luego sonrió a Demi—. Échale un poco de agua fría encima. Se recuperará enseguida.
Joe miró al cocinero con cara de pocos amigos mientras tomaba las alforjas y uno de los teléfonos móviles que había comprado desde el accidente de Jim.

sábado, 25 de agosto de 2012

Amor Desesperado



Argumento:

Cuando Nick Nolan la defendió de su hermano, Miley supo que estaba destinado a ser su auténtico héroe, el hombre que siempre amaría. Pero pasaron los años y Nick, caballero de brillante armadura, quedó como un recuerdo de infancia.
Y de pronto, le pidió que simulara ser su prometida durante un mes. Miley descubrió que eso no era suficiente. Quería derretir sus defensas, llegar hasta el hombre pasional que había tras su frío afecto…y convertir su compromiso temporal en un matrimonio para toda la vida.

Errores Del Ayer Cap 19



Demi tomó impulso, montó al caballo y palmeó su cuello sin dejar de hablarle. En lugar de ponerse tenso, Satin parecía interesado en lo que le decía. Golpeándolo suavemente con los talones, lo puso al paso y luego al trote. Confiada ante la reacción del caballo, alabó su buen comportamiento para estimularlo.

De pronto, totalmente concentrada en su tarea, supo que algo iba mal. La silla empezó a deslizarse hacia un costado, haciendo perder al caballo las sensaciones de la presión de sus piernas. Todo sucedió en un instante. Demi y la silla acabaron en tierra mientras, asustado, Black Satin se encabritaba y pateaba el aire con los cascos delanteros.
Mientras se ponía en pie, Demi vio que Joe estaba a punto de saltar la valla.
—Limítate a mantener a Ryan alejado de la valla —dijo en tono imperativo mientras se acercaba al asustado semental—. Deja que trate de calmar a Satin.

Una combinación de adrenalina y miedo recorrió el cuerpo de Joe mientras agarraba con todas sus fuerzas la parte alta de la valla. Si el caballo trataba de cargar contra Demi, ¿podría sacarla a tiempo de allí?
Asombrado, vio que Satin dejaba sus agitados movimientos y movía la cabeza de un lado a otro mientras escuchaba el murmullo de la voz de Demi. Cuando lo tomó por la brida, se tensó un momento, pero enseguida se relajó, como si entendiera lo que le estaba diciendo.

—Ve por otra silla, Joe —dijo Demi mientras acariciaba el cuello del caballo.
—No —el corazón de Joe aún latía con fuerza contra sus costillas, y no creía que pudiera sobrevivir a otro episodio como aquel—. Espera hasta mañana, cuando esté más calmado.
—Tiene que comprender enseguida que no hay nada que temer. Ve por la silla.
Contra su voluntad, Joe hizo lo que le pedía.
—No tienes por qué hacer esto —dijo mientras se la entregaba.
—Sí tengo que hacerlo —sus manos se tocaron y se miraron unos segundos—. No va a pasarme nada. Te lo prometo.
Joe no creía haber hecho nunca nada tan difícil como permanecer al margen mientras Demi volvía a pasar por el mismo proceso con el caballo. Contuvo el aliento cuando este irguió las orejas y giró los ojos mientras Demi lo montaba. Pero una vez que Satin comprendió que no iba a suceder nada más, se relajó.

Para cuando Demi devolvió al semental a su casilla en el establo, Joe se sentía agotado. Nunca había experimentado tanto miedo como cuando la había visto caer. Y nunca se había sentido tan impotente. Si Demi no hubiera podido levantarse rápidamente, sabía que no habría podido llegar a tiempo de sacarla de debajo de los cascos del caballo.

Cuando Demi volvió al corral, la recibió con los brazos abiertos y ella se refugió en ellos de inmediato. El incidente la había alterado más de lo que habría querido reconocer. Su pequeño cuerpo temblaba, y se aferró a él como si las piernas no la sostuvieran.
Joe la estrechó con fuerza entre sus brazos.

—Me has dado un susto de muerte. ¿Qué ha pasado?
Antes de que ella pudiera responder, Ryan corrió hasta ellos.
— ¿Estás bien? —preguntó, preocupado.
Demi acarició la mejilla del niño.
—Estoy perfectamente, cariño.
Joe pasó un brazo por sus hombros y tomó a Ryan en el otro. Permanecieron en silencio unos momentos, abrazados.
—Vamos a ver esa silla —dijo Joe finalmente, y dejó al niño en el suelo.
—Se ha roto la cincha —explicó Demi.
Entraron al corral, donde la silla aún yacía en el polvoriento suelo. Joe la colocó sobre lo alto de la valla y examinó la cincha.
—No se ha roto sola —miró a su alrededor al notar una vez más que alguien los observaba. Casi pudo oler el odio—. La han cortado.

Errores Del Ayer Cap 18



Joe se encaminaba hacia la casa cuando Jed lo llamó desde la puerta del establo.

—Joe, creo que será mejor que vengas a echar un vistazo a esto.
Hizo una seña para que se acercara y cuando entraron en el establo le enseñó un trozo de papel sujeto a una de las sillas en el cuarto de los aperos.
—Lo he encontrado cuando he venido por unas bridas. He pensado que era mejor dejarlo en el mismo sitio hasta que lo vieras.
Joe miró la nota que se hallaba en el centro del asiento de cuero. Las palabras habían sido formadas con letras recortadas de alguna revista.
Es hora de que pagues por lo que has hecho —leyó Joe en voz alta. Luego fue hasta el teléfono que había junto a la puerta—. Antes de tocar nada, quiero que comprueben las huellas que hay en la silla y en la nota.
Una hora después, Joe y sus hombres observaban a Troy Bartlow, el sheriff del condado, mientras esparcía un polvillo blanco sobre la silla.

—Aquí hay unas buenas huellas —dijo cuando las imágenes se hicieron más visibles. Sacó una cámara de su bolsillo, tomó unas fotos y luego cubrió cada huella con una cinta adhesiva transparente. Después de imprimirlas en un papel especial, el sheriff se volvió hacia Joe—. Las pasaremos por el ordenador para ver qué sacamos. Si quien lo ha hecho tiene antecedentes de cualquier clase, averiguaremos quién es. ¿Sabes si han tomado las huellas de algunos de tus hombres antes?

—Tomaron las mías cuando estaba en el ejército —dijo Jed.
Cuando Brad y Tom negaron con la cabeza, el sheriff Bartlow sacó una almohadilla de tinta y unos cartones de su cartera.
—Será mejor que os las tomemos para eliminar cualquier posible confusión —hizo una pausa para mirar a Joe—. ¿Alguien más tiene acceso al cuarto de los aperos?
—La señorita Lovato entra a menudo debido a su trabajo —dijo Jed.
—En ese caso, será mejor que también tome sus huellas.
Demi llamó a la casa. Aquello no le gustaba, pero Jed tenía razón. Recordaba haber visto a Demi en el cuarto de los aperos poco antes de que apareciera la nota.
Demi llegó unos minutos después, justo cuando el sheriff acababa de tomar las huellas a Brad y a Tom.
—Puedo decirle ahora mismo que encontrará mis huellas por toda la silla —dijo en cuanto le explicaron lo que sucedía—. Es la que he usado para montar estos días.

Joe estaba a punto de salir para comprobar el estado de los pastos de la zona norte del rancho cuando el sheriff llamó para comunicarle que no había ninguna huella en la nota. Pero las de Demi aparecían por toda la silla, como ella misma había predicho.

Aquello no era ninguna evidencia conclusiva, razonó Joe mientras ponía su caballo al trote. No quería creer que fuera Demi la que estaba pasando información a los ladrones de ganado. Pero el número de sospechosos empezaba a reducirse. Joe confiaba en Whiskers implícitamente. Jim era incapaz de moverse sin sus muletas, de manera que quedaba descartado. Eso solo dejaba a Jed, Tom y Brad. Joe los conocía hacía años y los consideraba empleados muy valiosos. No le hacía ninguna gracia pensar que alguno de ellos pudiera estar implicado con los cuatreros.

Cuando Demi pasó la mano por el lomo de Black Satin, el magnífico animal se estremeció de placer. No pensaba trabajar con él aquella tarde, pero la temperatura había bajado varios grados y aún quedaban varias horas de luz. Además, cuanto antes terminara de adiestrar al semental, antes podría dejar el Rocking M y distanciarse de su dueño. Y por mucho que anhelara sus caricias, no pensaba ceder a la atracción que había entre ellos. Tenía planes que no incluían implicarse en una relación con un tipo duro como Joe Jonas.
Era un buen hombre. La clase de hombre que siempre había esperado encontrar. Honrado y directo. Trabajaba duro para alcanzar las metas que se proponía, y no le gustaba andarse con zarandajas. Si quería algo, iba por ello.

Pero, seis años atrás, Demi había prometido no permitir jamás que nada se interpusiera entre ella y un hogar propio. Y una relación con el dueño del Rocking M se habría interpuesto en sus planes. Además, estaba segura de que Joe aún no creía por completo en su inocencia, y no tenía intención de ofrecerle una relación a largo plazo. Y ella no se conformaría con menos.
—Te hemos echado de menos durante la cena.
Demi alzó la mirada. Joe y Ryan estaban junto a la valla.
—No tenía hambre.
— ¿Cuándo vas a montar a Black Satin? —preguntó el niño, ilusionado.
Demi miró a Ryan y luego a su padre. Habían llegado a significar tanto para ella… Nada le habría gustado más que formar parte de su pequeña familia. Pero cuanto más tardara en irse de allí, más parte de su corazón se quedaría en el rancho cuando se fuera.
Tomó una decisión inmediata.
—Ahora mismo.
—Un momento —protestó Joe. Cuando Demi fue a salir del corral para dirigirse al cuarto de los aperos, se interpuso en su camino—. ¿Por qué no esperas a…?
—Satin está listo y yo también —ella trató de rodearlo—. No hay motivo para retrasarlo más.
A Joe no le gustaba la idea de que Demi montara el semental. Satin seguía sin aceptar a nadie cerca que no fuera ella. Para él, eso era indicio de una posible reacción imprevisible con la que no quería jugar.
—Hay tiempo de sobra —dijo, sujetándola por un brazo—. No hay motivo para precipitarse.
Demi lo miró un momento antes de dar un suave tirón para librarse de su mano.

—Yo soy la adiestradora, ¿recuerdas? Yo he organizado el programa, he controlado los progresos de Satin y soy yo la que decide cuándo está mentalmente preparado para algo nuevo —apoyó un dedo contra el pecho de Joe—. Y ahora, apártate y deja que haga mi trabajo.
Con el ceño fruncido, Joe la observó mientras desaparecía en el establo para tomar una silla del cuarto de los aperos. Enseguida volvió al corral. Para él era evidente que estaba disgustada por algo más que por su intento de interferir en el adiestramiento de Satin. Había visto una tristeza en su mirada que antes no estaba allí, y también había notado que las manos le temblaban.
Demi palmeó al caballo y luego empezó a hablarle en el tono ininteligible que Joe había llegado a reconocer como su forma de tranquilizar al animal.

Permanecer al margen mientras ensillaba a Satin fue una de las cosas más duras que había hecho en su vida. Sabía que el caballo podía estallar en cualquier momento. Pero vio con alivio que Demi concluía la tarea y lo llevaba al centro del corral sin ningún incidente.
Contuvo el aliento cuando Demi introdujo un pie en el estribo. El apoyó automáticamente un pie en el primer tablón de la valla, dispuesto a saltar al interior en cuanto el caballo diera el más mínimo indicio de no querer ser montado.