viernes, 10 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 7



— ¿Se puede saber qué haces en el suelo? —bramó Joe mientras se agachaba junto a ella.
La luz de la luna a través de la ventana iluminó la figura de Demi y la delgada línea de sangre que corría por un lado de su rostro. El corazón de Flint se detuvo un instante. No sabía cuál era el alcance de sus heridas, pero la tomó entre sus brazos.
—Te lo advierto, Jonas… —Demi respiró profundamente—… si esto sigue así, voy a exigir un pago por peligrosidad laboral además de mis honorarios habituales.
— ¿Has visto u oído a alguien? —preguntó él, estrechándola contra su pecho desnudo.
—No.
Un incontenible cosquilleo de placer recorrió el cuerpo de Joe al sentir el cálido aliento de Demi sobre su piel. Parecía hecha para sus manos… Se aclaró la garganta y trató de hablar con naturalidad.
—Entonces, ¿por qué has gritado?

—Tiendo a hacerlo cuando alguien me dispara.
— ¿Cuando alguien te dispara? —repitió Joe, perplejo. De pronto, rompió a reír—. Eso no eran disparos. Era el tubo de escape de la furgoneta de Whiskers —recordó la sangre y dejó de reír al instante—. ¿Dónde te has herido?
—En la mano. He golpeado algo cuando he girado en la cama.
Joe tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en las palabras de Demi.
Era una sensación maravillosa sostener su pequeño cuerpo, apenas cubierto de ropa, y la intensidad de su reacción hacia ella lo tenía anonadado. Estaba abrumadora, completa e innegablemente excitado. Y su reacción había sido casi instantánea.
Distraído por sus pensamientos, necesitó unos momentos para darse cuenta de que Demi lo estaba empujando. Se puso en pie y tiró de ella.
—Veamos tu mano.

Salió al pasillo con ella, encendió la luz y reprimió un gruñido cuando sus ojos se adaptaron. Allí estaba, más duro que el peñón de Gibraltar, mirando a la mujer semidesnuda responsable de su estado. Habría tenido que estar ciego para ignorar las posibilidades de la situación.
Maldijo entre dientes y trató de ignorar el contorno de los pechos de Demi contra su camiseta. Esta apenas cubría sus braguitas y mostraba la suficiente cantidad de piernas como para hacer que la tensión arterial le subiera cincuenta puntos.

Haciendo un esfuerzo supremo, se apartó de ella.
—Espera aquí —dijo, con más aspereza de la que pretendía.
Demi observó a Joe mientras se alejaba por el pasillo hacia su habitación. Cuando había encendido la luz, había necesitado hacer acopio de todas sus fuerzas para no quedarse mirando su pecho, perfectamente esculpido, y su estómago, duro como una tabla de lavar. Una fina capa de pelo marrón oscuro cubría músculos trabajados a lo largo de muchos años y, por el moreno de su piel, era evidente que solía trabajar sin camisa.
Tragó saliva al recordar la oscura línea de pelo que se iba cerrando desde debajo de su ombligo hasta la cintura de sus gastados vaqueros.
Estaba a punto de tener que abanicarse con la mano cuando Joe regresó al pasillo y avanzó hacia ella mientras se metía la camisa por los pantalones.
—Ponte esto —dijo en tono imperativo a la vez que le entregaba una bata.
La tela se enganchó en una larga astilla que sobresalía de la palma de la mano de Demi, que no pudo evitar contraerse.
—Lo siento —murmuró él—. Vamos a ver tu mano.
— ¿Y Ryan? —preguntó Demi.

Joe la tomó por el codo y la condujo hacia las escaleras.
—Su cuarto está al otro lado de la casa. Había ido a ver cómo estaba cuando te he oído gritar. Suele estar tan activo durante el día que haría falta un cañón para despertarlo de noche.
En el despacho, Demi se sentó ante el escritorio y extendió la mano para que Flint la inspeccionara.
—Es sólo una astilla —dijo.
Joe soltó un silbido.
—Pues parece un tronco —dijo, y sacó el botiquín de primeros auxilios del escritorio—. ¿Te han puesto recientemente la inyección del tétanos?
—Por mi trabajo, me conviene llevar al día todas mis vacunaciones —contestó Demi mientras Joe trataba de sacarle la astilla—. ¡Uf! ¿Qué pretendes, Jonas? ¿Buscar petróleo?
Joe le limpió la herida con agua oxigenada, le puso un antiséptico y luego le vendó la mano con una gasa.
—Creo que lo he sacado todo, pero la herida te molestará unos días.

Demi alzó la mirada al ver que Joe no le soltaba la mano. Sus ojos se encontraron y la carga de excitación que había entre ellos la dejó sin aliento. Cuando él tomó una gasa para quitarle la sangre del rostro, se preguntó si volvería a respirar alguna vez. Más afectada de lo que le habría gustado por la sensación de la mano de Joe sosteniendo la suya y la delicadeza con que le estaba limpiando la sangre, tiró de la suya para liberarla.
— ¿Por qué tengo la impresión de que no te habría extrañado que alguien nos hubiera disparado? —Preguntó, decidida a obtener una explicación—. Más vale que me digas qué está pasando. Tengo derecho a saberlo.
—No es asunto tuyo.
Demi señaló la puerta con el pulgar de su mano derecha.
—Lo que ha pasado arriba ha hecho que sea asunto mío. Me has preguntado si había visto a alguien. Si voy a tener que dedicarme a mirar por encima del hombro mientras estoy aquí, me gustaría saber por qué.
Joe ocupó su asiento tras el escritorio y se pasó una mano por el rostro. Si él hubiera estado en la situación de Demi, también habría pedido una explicación. Pero su calmada actitud lo inquietaba, y la suspicacia empezó a nublarle la mente. ¿Existía la posibilidad de que ya estuviera al tanto de la situación? ¿Estaría implicada de algún modo en el robo del ganado? ¿Por qué no se había puesto histérica si creía que alguien había disparado contra ella? Nicole se habría puesto histérica. Pero lo cierto era que su ex mujer podía poner el grito en el cielo por la menor tontería.

—Hemos tenido algunos problemas con unos cuatreros —contestó, atento a su reacción.
—Los ranchos del tamaño del Rocking M siempre serán objetivos de los ladrones de ganado —dijo Demi—. Pero, normalmente, los cuatreros nunca se acercan a la zona habitada del rancho. Además, una cosa es robar ganado y otra merodear en torno a una casa. Y eso es exactamente lo que tú creías que había pasado.
—Hace solo un par de días que las cosas han empezado a ponerse feas —Joe buscó algún indicio de que Demi pudiera estar al tanto de la situación. Al no encontrar ninguno, siguió hablando—. La noche pasada castraron un toro de veinticinco mil dólares.

Demi se echó hacia delante en el asiento con los ojos abiertos como platos.
— ¿Por qué no estaba cerca de la casa un animal tan valioso?
—Lo estaba. De algún modo logró atravesar dos verjas cerradas y recorrer un pasto de seiscientos acres.
—Evidentemente, tuvo ayuda. ¿Han tenido problemas similares otros rancheros de la zona?
—Todavía no.
—Esto es algo más que un simple caso de robo de ganado —dijo Demi—. Parece que alguien busca venganza.
—Tal vez, pero no se me ocurre quién ni por qué puede estar haciéndolo —Joe no estaba acostumbrado a hablar con una mujer sobre los problemas del rancho. Nicole nunca se interesó por ellos. Lo único que le preocupaba era que el dinero siguiera fluyendo.
— ¿Te has puesto en contacto con los inspectores estatales de marcas? —Preguntó Demi—. Ellos deberían estar al tanto de quién lleva el ganado a los corrales.

Joe pensó que Demi sabía lo suficiente sobre la industria del ganado como para estar implicada en el asunto, pero eso le sucedía a mucha gente. O era una magnífica actriz, o no tenía nada que ver con el asunto. De un modo u otro, se enteraría cuando el investigador que había contratado le entregara el informe sobre su pasado.
—Claro que lo he notificado a las autoridades —contestó—. Pero el único ganado con la marca del Rocking M que ha llegado a los corrales es el que he enviado yo.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Unas Locas Vacaciones Cap 13




Miley estaba soñando. Le daba la sensación de que su cuer­po desnudo y saciado flotaba a la deriva. Se desperezó, sonriendo, y la voz de Nick la despertó del todo.
-No forcejees, cariño, o te me caerás -le dijo él, sonriendo. Abrió los 'ojos y vio que Nick la llevaba en brazos hasta el cuarto de baño, donde la esperaba una bañera llena de agua ca­liente y espumosa.
. -¿No quieres tomar un baño?

-Sí -repuso ella con voz somnolienta-. Tenía planeado despertarme antes de meterme en el agua, pero mi almohada em­pezó a moverse...       .
Nick se echó a reír, advirtiendo de pronto que se había reí­do más en los dos últimos días que en los diez años anteriores.

Miró el cuerpo desnudo de Miley, que se apretaba contra su pe­cho. Era vulnerable con él, pensó. Sin embargo, estaba seguro de que se parecía mucho a él en su carácter decidido e Independiente.
-Despierta o te ahogarás.
-Pensé que ya me había ahogado y había ido al cielo -replico Miley con una sonrisa.
 No estaba en absoluto sorprendida de estar con él. Le parecía que había estado soñando con él toda la noche.
-Tenemos que casamos -dijo él.
-Así que vas a hacer de mí una mujer honrada, ¿eh?
-Tú ya eres una mujer honrada. La primera que he cono­cido. Sujétate.

 La dejó caer suavemente en el agua y luego se metió él también en la bañera. Se enjabonaron el uno al otro perezosamente, disfrutando de las diferentes texturas de sus cuerpos, explorán­dolos abiertamente.
     -Me siento como un niño jugando a los médicos -le dijo él, mirándola maliciosamente.
-Supongo que para ti ya no es ninguna novedad –replicó  Miley, acariciándole el pecho-, pero yo nunca he tocado así a ningún hombre. Me resulta algo totalmente nuevo.
Nick le llevó las manos hacia abajo, pero al ver su sonrojo y la expresión de pánico con que le miraba, se detuvo.

-Vale -dijo-. Todavía sigues siendo vergonzosa conmi­go. No insistiré.
-Las solteronas tenemos muchos complejos.
-Nos desharemos de los tuyos antes de que acabe esta se­mana -prometió él-. ¿Quieres más jabón?
Le dejó que le enjabonara la espalda. Había algo que le daba vueltas en la cabeza. Le miró con aire preocupado mientras la  aclaraba.
-¿Qué pasa? -preguntó Nick.
-Es algo que dijiste anoche. Sobre... sobre tomar precauciones. .
-Pierde cuidado. Me pasaré por una farmacia. Y, cuando volvamos a Estados Unidos, si prefieres no tomar la píldora, hay una intervención quirúrgica de poca importancia que se hace a los hombres.
La mirada de horror que le lanzó Miley le hizo detenerse a mitad de la frase.
. -No quieres tener hijos nunca, ¿verdad? -le dijo ella.
-¡Maldita sea! -,-exclamó Nick.
¿Por qué habría sacado el tema? Vio que Miley salía de la bañera Y empezaba a secarse con una toalla.
-Ni siquiera nos hemos  casado todavía, y ya estás suspi­rando por tener una familia -añadió él malhumoradamente
¿Para qué demonios queremos niños? Son un vínculo permanen­te. Una atadura.
-¿Y no lo es también el matrimonio? –preguntó Miley sombríamente. 
-Desde luego -repuso Nick, cogiendo una toalla-, pero no como los hijos.
-Contéstame -insistió ella-. No quieres tenerlos nunca, ¿verdad?
-No -respondió Nick, maldiciendo los recuerdos que le traía aquella discusión-. Nunca.
Miley volvió a entrar en el dormitorio. No le conocía en absoluto. Lo primero que iba a hacer era volver a su habitación y
Olvidarse de él. ¿Cómo iba a vivir toda la vida sin hijos? ¿Qué clase de hombre era aquél?
Las lágrimas le nublaron la vista. Se sentó en el borde de la cama, sintiéndose vacía y sola. Siempre había soñado con tener hijos. Desde los dieciocho años se había sentido fascinada por las tiendas de artículos para niños, había acariciado las ropitas de ganchillo, imaginando que tenía a su hijo en brazos. Las lá­grimas rodaron por sus mejillas.

Nick las vio y algo doloroso estalló en su interior. Le esta­ba haciendo reproches, pensó agriamente. Soltó una maldición y, tirando la toalla a un lado, se acercó a la cama.
Cogió a Miley por las muñecas y la obligó a tumbarse.
-¡Nick! -exclamó ella.
Pero Nick le tapó la boca con la suya, aunque sin la violencia que ella esperaba. Sus labios jugaron con los suyos tan suavemente que apenas los sintió.' Luego le quitó la toalla.
-Levanta las piernas -le dijo.
La ayudó a colocarse, de modo que sus rodillas estuvieron contra las suyas, su pecho contra su pecho, sus caderas contra sus caderas.
Miley le miraba como hechizada por la expresión que veía en sus ojos.
-Abre la boca y bésame como te enseñé anoche -añadió
él, cogiéndomela cara entre las manos.

Miley le obedeció, disfrutando de la intimidadle aquel largo beso. Sintió las manos de Nick en sus muslos y abrió la boca porque le parecía que le faltaba el aire, pero él aprovechó para hacer el beso aún más profundo. Y aquel contacto la debilitaba, le robaba la voluntad. Se estremeció cuando Nick exploró su cuerpo, intensificando el ansia que sentía.
-Ahora, es cuando de verdad estamos haciendo el amor por primera vez -dijo Nick, moviéndose muy despacio.

Miley al principio no le entendió. Y entonces todo empezó a tener sentido. Él era tan cariñoso, tan exquisitamente delicado, que con cada movimiento despertaba una nueva sensación de placer en Miley. Ella se aferró a el, queriendo devolverle toda la satisfacción que le estaba dando. Cuando el clímax se fue acercando, se preguntó si sobreviviría
-¿Nick? -gimió.  -Lieveling -murmuró él con voz ronca-. Mijn lieveling, mijnvrouw.
Siguió susurrándole cosas en holandés, palabras que ella no entendía, pero que le resultaron tremendamente cariñosas. Le besó en las mejillas, en la boca, en la barbilla. .
-Sí  dijo Nick; levantando un instante la cabeza-. Sí, así.
Cerró los  ojos y dejó que le  besara, disfrutando" al notar la suavidad de su-boca en los párpados, la nariz los labios.
“Volvió a abrir: los ojos y leyó en los de Miley la intensidad del deseo que la dominaba.

-Sí -musitó él-. Ahora va a ser. Ahora... Su tono de voz no cambió, pero sí su respiración. Se quedó mirando a Miley y empezó a moverse más despacio, más profundamente, de manera que, aunque la ternura permanecía, la urgencia iba aumentando más y más. '

A Miley le estaba sucediendo algo que no acababa de entender. Una ardiente marea le atravesaba la piel como un millar de agujas diminutas. La tensión era ya insoportable. Lo mismo que el placer que la embargaba.  '
-Creo... que... -consiguió decir, aferrada a la  espalda de Nick.
 --Shhh -dijo él-. Sí, siéntelo. No 'es nada de lo que haya  que 'asustarse, lieveling. No, no apartes la cara, déjame verte...

Miley  sintió suaves explosiones en su interior y, por un instante, su corazón pareció dejar de latir. Y entonces se echó a llorar porque todo había sido tan hermoso, tan breve_...
Notó cómo el cuerpo de Nick se ponía rígido, le oyó pronunciar  su nombre..;,      '
Ninguno de los dos se movió durante un buen rato. Miley estaba sorprendida de lo que había ocurrido. Nick había dicho que-no volverían a hacer el amor hasta que no estuviesen casados, ¿entonces por qué había hecho aquello? ¿Y por qué de aquel, modo? Tan delicadamente, con tanta ternura...

. Le acarició la espalda y Nick levantó la cabeza y se la quedó mirando.
-En mi vida había hecho el amor con tanta ternura –dijo el acariciándole la cara-. No sabía que los hombres y las mujeres eran capaces de algo así. ¿Te he hecho daño? -añadió, borrándole con el dedo la huella de las lágrimas.
-No. Ha sido todo tan... hermoso.
-Sí. Para mí también.
Se separó de ella con todo cuidado. Al cabo de un minuto, volvió al baño y le dijo:
-Será mejor que nos- vistamos.
Miley se levantó de la cama, todavía un tanto temblorosa y desconcertada por el extraño comportamiento de Nick. Él había querido consolada, de eso estaba segura. Pero el consuelo se le había ido de las manos. Y su manera de hacer el amor...

Mientras se vestía, se preguntó si estaba haciendo bien casándose con un completo desconocido. Entonces Nick salió del cuarto de baño y la miró con una sonrisa en los labios. Se había peinado cuidadosamente y sólo llevaba puestos los pantalones. Al verle, Miley se dijo que se moría de ganas por llevar su anillo, con niños o sin ellos.

Unas Locas Vacaciones Cap 11



La habitación de Nick no era como la de Miley. Desde ella se veía la bahía, y su elegancia era muy superior. Mientras él cerraba la puerta con llave, Miley 'salió al balcón y se quedó mirando un barco iluminado que había en el puerto. Se sentía como un viajero que está a punto de descubrir algo nuevo.
-Es bonito ese barco, ¿verdad? --dijo Nick.
-:-Sí. No sé mucho de barcos, pero me gusta contemplarlos. -Yo solía navegar.
Ella se volvió a mirar al desconocido que en menos de veinticuatro horas, iba a convertirse en su marido.

-Me fui a vivir a Chicago hace unos ocho años -continuó él-. Tengo un apartamento junto al Iago, y tuve un velero. Has­ta que una noche me emborraché y se volcó. Lo dejé hundirse.
Miley le miró con inquietud y él le devolvió la mirada sin parpadear.
-No soy un alcohólico -le explicó-. Seguramente te he' parecido que sí al oír estas veladas alusiones del pasado. No sue­lo beber a menudo, pero hay veces en que estoy de pésimo hu­mor. Pero contigo no volveré a beber. Nunca más.

Daba la impresión de que estaba dispuesto a comprometerse a cualquier cosa, y Miley sintió que algo suave y cálido flore­cía en su interior. Se acercó a él y le miró con expresión confiada.
-Yo también quiero comprometerme a algo -le dijo-. Vi­viré donde tú quieras.
-A mí no me importa adaptarme.
-La segunda es que no soy un superhombre. Inevitablemente llega un momento en que pierdo por completo el dominio' de mí. Por fortuna puedo llevarte hasta ese punto antes de llegar yo.
-Todo eso suena muy misterioso.

-Por la mañana ya no te parecerá así -replicó él, recorrién­dola con la mirada-. Vida mía -añadió; cogiéndola en brazos.
La llevó hasta la cama y la posó en ella con mucha delica­deza. Miley supuso que empezaría a desabrocharse la camisa o a quitarle la ropa a ella, y se quedó inmóvil, sintiéndose un poco asustada.
Pero Nick  se sentó a su lado y se echó a reír al ver su expresión.
-¿Qué esperas? ¿Que te desnude y te haga mía sin más preámbulos?.
-Lo siento.
-Piensa en cómo resultó en la playa, cuando te tumbé en la arena y te besé. Y tú gemiste y me suplicaste.
Miley recordó con toda claridad las sensaciones que Nick había despertado en ella.     .
-Así es como va a ser ahora -continuó él, acercando la cara a la suya-. Excepto que esta vez no te voy a dejar marchar, Nick le abrió la boca con la suya con experta naturalidad! mientras le acariciaba la espalda muy despacio. Miley sintió que todas sus inhibiciones se esfumaban.

Segundos después empezó a -quitarle el vestido, siguiendo con los labios el movimiento de la tela. Pero ella no pudo protestar. El fuego la abrasaba de nuevo, y lanzó un gemido cuando Nick le mordisqueó suavemente los pechos. La boca de Nick siguió avanzando por su piel una vez que el vestido y las! diminutas braguitas que llevaba cayeron al suelo. Sintió el roce de sus labios en los muslos y todo su cuerpo se estremeció. Increíble, pensó, envuelta en la espesa niebla del deseo, increíble que la gente pueda sobrevivir a tanto placer!

Ya ni siquiera-se daba cuenta de lo que hacía Nick, era toda ella sensación, toda ansia. Tenía los ojos cerrados. Mientras Nick le iba besando las caderas, el vientre. Al mismo tiempo
Él se iba quitando la ropa, haciéndolo de tal manera que parecía formar parte de la seducción. Por fin se tumbó junto a ella y Miley sintió su piel desnuda.
Abrió los ojos  y le miró, dándose cuenta entonces de lo que estaba haciendo. Pero ya era demasiado tarde; no pudo, apartar los ojos. Era un cuerpo .maravilloso, todo bronceado, sin la me­nor franja de piel blanca, como si toda la vida hubiera tomado el sol desnudo.

Mientras tanto la acariciaba de un modo aún más íntimo. A los pocos segundos, los dos temblaban y gemían a la vez. Nick la hizo incorporarse y apoyarse en la cabecera de la cama. Luego la hizo sentarse encima de él. Miley lanzó una exclama­ción al sentir el contacto y se aferró a sus hombros.

-Hazlo --dijo él con voz ronca-. Así podrás dominar más
Miley iba a protestar, pero comprendió que aquello empeza­ba a hacerse insoportable para él. Así que se tragó el miedo, cerró los ojos y empezó a moverse. Contuvo el aliento y, mordiéndome los labios, volvió a intentarlo.
Ayúdame Nick -suplicó, guiándole las manos hasta sus caderas-. ¡Por favor... oh!
-Duele, ¿verdad? -murmuró él-. Perdona, perdona...
Su cuerpo estaba luchando contra su mente. El deseo esta­llaba en su interior. Empezó a temblar.
    -¡Miley...! -exclamó.

. Ella abrió los ojos y la expresión que vio en su cara le hizo olvidar el dolor. Se le quedó mirando, como hechizada. A Nick  le cambió la cara, su respiración se hizo más agitada y el ritmo de sus movimientos se intensificó. Se arqueó con expresión crispada, se quedó inmóvil un instante y por último  se estremeció.
Luego abrió los ojos y se la quedó mirando mientras le acariciaba suavemente las caderas.
-Creí que te estabas muriendo -susurró ella.
-Así es como me sentía -replicó Nick con voz temblorosa-. Tenías los ojos fijos en mí. ¿Te he asustado? ,-Sí -confesó ella.
-,-¿Ha estado mal?
-Sí. Hasta que te miré.
Nick la estrechó contra sí y le hizo apoyar la cabeza en su pecho sudoroso.        .
-Yo creo que eso ha sido lo que me hizo perder el dominio de mí mismo -murmuró-. Te vi mirándome fijamente y perdí la cabeza. Parecía que te estaban torturando.
-Es que es un placer demasiado intenso. Cuando haya descansado un momento verás lo que te pasa a ti.
-¿Tú crees?
-Claro. Lo único que necesitas son unos pocos segundos más. Ahora sí podré dártelos, porque la segunda vez un hombre siempre tarda más tiempo.
-Ahora eres mi amante -dijo ella.
-Sí -repuso él, apretándola aún más contra sí.
De pronto ocurrió algo que Miley, a pesar de su inexperiencia, comprendió inmediatamente.

-Sí, ya sabes lo que va a ocurrir, ¿verdad? dijo Nick, sonriendo.
La hizo tumbarse en la cama y se echó sobre ella.
-Ahora observa lo que voy a hacerte"-añadió-. ¡Mira!
Miley le miró con los ojos muy abiertos. Pero la sensación le resultó inesperada y lanzó un grito, irguiéndose hacia Nick, como si reconociera en él a su dueño.

-Shhh -susurró él-. Sí, ahora voy a hacerte experimen­tar lo que yo senti antes. i 1, am, SI, SI....

Ella se estremeció. Se agitó, 'se retorció y trató de zafarse de él; lloró, suplicó, gimió y finalmente echó la-cabeza hacia atrás y lanzó un profundo suspiro. Luego todo fue languidez, blandu­ra, somnolencia. Cuando volvió a abrir los ojos estaba exhausta. Nick esta­ba sentado a su lado y le secaba el sudor con una toalla.
-¿Siempre es así para los hombres? -preguntó ella.
-No. Para mí no ha sido así con nadie. La segunda vez ha sido todavía más intensa
-Gracias --dijo ella con lágrimas en los ojos.
-Por favor, no me des las gracias  replicó Nick, inclinándose a besarla.
    Posó la toalla en la cama y estrechó a Miley entre sus bra­zos. A ella le encantó sentir su piel tibia contra la suya.
    -Has gritado -le dijo Nick al oído-. Tuve que taparte la boca con la mía para que no te oyera nadie.
-Ni en sueños se me ocurrió nunca que" esto fuese así.
-Me alegro de que haya sido conmigo. Gracias por es­perarme.
-Yo también me alegro de haber esperado.

-No he utilizado nada -le dijo él-. ¿Quieres ir mañana al médico o prefieres que yo me ocupe de ello hasta que volva­mos a Estados Unidos? Me puedo encargar de una esposa, pero no de una criatura. Al menos todavía no.
-Entonces, ¿podrías...? Prefiero ir a mi médico.
-De acuerdo.
-¿Quieres tener hijos? -le preguntó ella.
-Quizás algún día.
-¿Te parece demasiado pronto?
-Acostumbrarme a una esposa es suficiente por ahora. Tie­nes un cuerpo precioso -añadió, recorriéndola con los ojos.
-y tú también. Será mejor que durmamos un poco dijo Nick, cogien­do la toalla e incorporándose Y quiero decir dormir. No estoy preparado para nada más hasta mañana. A no ser que... hay otras maneras si realmente “te apetece...

Ella se ruborizó y cambió -de tema.
-¿En dónde nos vamos a casar?
-En una capilla que hay calle. Abajo -contestó él, sonriendo:-. Abren a las diez de la mañana. Estaremos esperando en la puerta.
. -¿Estás arrepentido? -le preguntó ella.
Nick negó con la cabeza.
-¿Y tú?
-No.
Él se echó a reír y entró en el baño. Minutos después, Miley estaba acurrucada entre sus brazos;,      "
-Puedes poner te una de mis camisetas si quieres -le dijo Nick.
-Prefiero dormir así, no quiero molestarte.
-Yo también lo prefiero-dijo él, estrechándola contra sí-. Puede que me muera de un ataque al corazón por dejarme llevar una tercera vez, pero lo prefiero así buenas noches, lieveling.
-'-Buenas noches, Nick.


Unas Locas Vacaciones Cap 10


Mañana tendremos tal ansiedad que no habrá nada que pueda apartamos al uno del otro. Yo no he sentido nada tan in­tenso desde que tenía quince años. Y estoy completamente se­guro de que tú es la primera vez que experimentas algo así. -Sí, ya lo sé, pero somos dos desconocidos -protestó ella,
Tratando de pensar sensatamente.
-Pero no vamos a seguir siendo desconocidos durante mu­cho tiempo. ¡Dios mío, te deseo! Si no quieres casarte conmigo, me iré de este maldito hotel y cogeré el primer avión que salga de Veracruz, porque no puedo soportar estar a tu lado y no te­nerte. Y no te tendré si no nos casamos.     
-Pero...

-¿Tan poco atrayente te parezco? -exclamó él-. ¡Pues ha habido mujeres que me lo han pedido a mí! No soy feo, me gustan los animales y pago las facturas a su debido tiempo: Tengo una salud bastante buena. Tengo amigos... ¿por qué demonios . No quieres casarte conmigo?'

-Pero es que se .trata únicamente de deseo -empezó a decir Miley.     '
 -Deja de intentar ser lógica. Yo no puedo seda cuando siento un ansia como ésta. Y tú me deseas. ¡Por favor, no me martirices!-¿Nos... Nos divorciaríamos si... después nosotros... si tú...?  -balbuceó ella.   
 
-Me estoy haciendo viejo -la interrumpió Nick-. Viajo mucho, a eso es  a algo a lo que tendrás que acostumbrarte. Has­ta ahora no he tenido a nadie a quien llamar mío. Me gusta estar contigo. Y creo que en la cama nos va ir de maravilla. Eso es mucho más de lo que consigue mucha gente. Por lo menos ya no somos niños que creen en cuentos de hadas. Prefiero una mu­jer que no me aburra, que un capricho pasajero'
-¿y si luego te enamoras de otra?
-Nunca. Me volveré a enamorar, pero si tú lo haces, te de­jaré marchar.      , .
La cogió las manos entre las suyas e insistió: -¿Sí o no? No quiero preguntártelo más veces.
-Sí -repuso ella sin titubear., Demi se desmayaría. Nadie iba a poder creer que hubiera encontrado un hombre como aquél que la quisiera.
Él se inclinó y la besó con ternura. .
-Mi nombre completo es Nichola van Meer. Nací en los Países Bajos en un sitio llamado Utrecht. Viví allí hasta que me alisté en el ejército. De lo demás ya sabes un poco.
Algún día te lo contaré todo. Cuando llegue el momento.
-Eso no augura nada bueno.

Es algo que no tiene nada que ver con nosotros ahora re­plicó Nick-. ¿Quieres seguir siendo virgen hasta mañana por la mañana?        '.
Por supuesto, pensó ella. Estuvo a punto de decido, pero no pudo.
-Te deseo tanto --dijo con voz temblorosa.
-No más que yo a ti.

Cuando llegaron al vestíbulo del hotel, Nick la cogió la cara entre las manos y mirándola fijamente le dijo Me educaron como católico, y; en mi religión lo que voy a hacer contigo es un pecado. Probablemente en tu religión tam­bién lo es. Pero, a los ojos de Dios, te tomo por esposa para toda la vida, aquí y ahora. Y mañana, ante los ojos de los hombres, legalizaremos nuestra situación.

-y yo te tomo a ti por esposo, en lo bueno y en lo malo, hasta que la muerte nos separe -murmuró ella con los ojos lle­nos de lágrimas.
-En holandés, mujer casada se dice Mevrouw -dijo Nick,  besándola suavemente.
-.Mevrouw -repitió ella,
-y cariño -añadió él, sonriendo, es lieveling.  -Lieveling -volvió a repetir Miley.
-Vamos arriba --dijo Nick-. Te voy a enseñar unas cuantas palabras más. Pero no podrás repetidas en público.
Se echó a reír al ver su expresión.


-Sí, pero tu trabajo está en Chicago; supongo, o, si no, no vivirías allí.
-Mi trabajo es internacional -repuso Nick, frunciendo el ceño-. No trabajo en Chicago. Vivo allí porque tengo amigos allí.
-¿Amigos o amigas?
Él sonrió y la atrajo hacia sí.
-Tú vas a ser la primera mujer con la que estoy este año murmuró con una sonrisa burlona-. ¿Contesta eso a tu pregunta?
-¿No... No necesitas...? -preguntó ella, mirándole con perplejidad, sin acertar a encontrar una manera delicada de decirlo. .
-Creí que había superado eso totalmente hasta que apareciste tú -admitió Nick-. Ya ni me acuerdo de la última vez que sentía algo así por una mujer.
-¿Estás seguro de que quieres casarte conmigo?'
-No te preocupes -repuso él, besándola en la frente-.
Quiero casarme contigo, y mañana por la mañana seguiré queriendo hacerla. No era ninguna mentira para llevarte a la cama.
Miley casi había creído que había sido así. Bajó los ojos y no Contestó.
-¿Qué te pasa? -le preguntó él. -Que tengo miedo.
-Sí, ya me lo imagino. La primera vez también a mí me re­sultó difícil. Estaba nerviosismo.

-No te imagino estando nervioso.
-Eso ya pasó, aunque nunca lo he olvidado. Iré despacio -Se inclinó y la besó en los labios con mucha suavidad-. Quie­ro que recuerdes dos cosas. La primera es que en esto no hay reglas establecidas, todo depende de lo que les apetezca a las per­sonas involucradas. ¿Intentarás recordarlo?
-Sí -respondió ella tragando saliva

Unas Locas Vacaciones Cap 9



Mientras cenaban, hablaron de temas generales. Él parecía estar muy informado sobre conflictos internacionales, por lo que Miley imaginó que debía leer muchas publicaciones militares. De aquello pasaron al tipo de armas que se utilizaban, y él parecía entender mucho de aquello también.
-Al marido de mi mejor amiga le gusta  leer cosas sobre armas -comentó Miley-. Tiene un montón de libros sobre cosas tan curiosas como... oh, como es, ese fusil pequeño de nueve milímetros... .

-El «Uzi». Puede disparar treinta veces seguidas, y lo mismo disparo tras disparo que a ráfagas. Es un arma tremenda.
-Yo sé disparar una escopeta corriente -dijo ella, sonriendo-,-.. Hasta ahí llega mi conocimiento de las armas. -Yo sé más de cuchillos que de armas de fuego, aunque he usado las dos.
Sacó del bolsillo una navaja enorme y la puso encima de la mesa.
Miley se le quedó mirando, maravillada. Estaba hecha de metal plateado y tenía un mango de hueso tallado. Cuando Nick sacó la cuchilla, vio que tenía una forma muy rara, muy siniestra.
-No es una navaja, ¿verdad?
Nick negó con la cabeza.
-No, aunque en las aduanas siempre pasa por serio.
-¿Dónde encontraste algo tan peculiar?
-La hice yo -respondió Nick, volviendo a guardársela en el bolsillo.
-¿La hiciste tú?
-Pues claro que sí -dijo él, sonriendo al ver su cara de perplejidad-. ¿De dónde crees que salen las navajas? Alguien tiene que hacerlas.
d -Desde luego, pero no creí que... Tiene un aspecto verdaderamente impresionante, no la llevo de adorno. ¿Quieres algo de postre? -,No, gracias. No me gustan mucho las cosas dulces, gracias a Dios.

-A mí tampoco. Vamos a dar un paseo por la playa. -¡Estupendo!
Esperó hasta que él pagó la cuenta y luego le siguió hasta la salida. La noche era tibia. Miley se quitó las sandalias y se puso a bailar juguetonamente por donde rompían las olas. Nick la observó, sonriendo.
-¿Qué edad dijiste que tenías? -le preguntó cuando volvió junto a él con las sandalias en la mano.
-Unos diez años -repuso ella, echándose a reír.
-Haces que me sienta raro -le dijo Nick, acariciándola la mejilla y los labios.
Había más gente en la playa, pero nadie lo bastante cerca como para ser algo más que una sombra oscura.
-¿Cuántos años tienes tú? -le preguntó Miley.
-Treinta y seis.
Le quitó las sandalias y las dejó caer en la arena.
-Me excitas -continuó, atrayéndola hacia sí-. ¿Sabes cómo reacciona el cuerpo de un hombre cuando éste se excita?
. Le cogió la cara entre las manos y le besó la frente. Miley contuvo el aliento al notar el roce de sus labios, sentía un calor sofocante. Nick la cogió por las caderas y la estrechó contra sí. Miley empezó a respirar entrecortadamente. Estaba aprendiendo cosas fascinantes sobre las sutiles diferencias que estaba causando en su cuerpo.
-¿No protestas? -añadió Nick.
-Tengo... curiosidad -murmuró ella-. Como ya has visto, sé muy poco de estas cosas.    .
-No te doy miedo.
-No, ahora no.
¿Ni siquiera ahora? -preguntó él, apretándola más contra sí.
Miley notó que la flaqueaban las piernas. Una nueva sensación le recorría todo el cuerpo, llenándola de un placer desconocido. Se aferró a la chaqueta de Nick porque no confiaba en que las piernas la siguieran sosteniendo durante mucho tiempo.
-Quiero estar a solas contigo -murmuró él-. Y, de momento, esto es lo más peligroso que puedo hacer.
-Me deseas -susurró Miley, dándose cuenta de ello con una extraña sensación de triunfo.
-Sí -repuso él, acariciándole los pechos, que estaban desnudos bajo el vestido.
Se puso tensa al notar el roce de los pulgares. Su reacción física fue inmediata.
_Tú también me deseas, ¿verdad?
Miley se movió un poco y dejó escapar un gemido. Él apretó la cara contra su mejilla.
Gracias a Dios que no tenemos público -murmuró con voz ronca-. Quédate muy quieta, Miley.
Le empezó a bajar la tela del vestido. Ella sintió cómo la fresca brisa nocturna acariciaba la piel de los pechos cuando Nick deslizó la tela hasta la cintura.
Ella volvió a gemir, y su gemido fue como un narcótico para Nick, que sabía instintivamente que Miley no había permitido nunca que ningún hombre llegara tan lejos.
-Ojalá pudiera verte los ojos.
Él observó su cara en la oscuridad.
-Tienes una piel suave como la seda añadió, acariciándola la cara y el cuello. Levanta los brazos y deja que tenga tus senos entre mis manos.
Miley se puso de puntillas y hundió las manos en el' espeso pelo de Nick. Él empezó a acariciarle los duros pezones.

-Quiero besarte -murmuró Nick-. Todo esto es algo  natural, así que no te asustes si notas mis dientes, ¿de acuerdo? -Gente -gimió ella.
-Sólo es una pareja de gente mayor, y están lejos -replicó
Miley-. Ahora acaban de entrar al hotel. ¡Oh, Miley, de .todos mis juegos eróticos con las mujeres, éste es el más excitante!  Miley arqueó el cuerpo contra él, ciega y sorda a todo lo que no fuese lo que estaba sintiendo en aquel momento. «Mañana, pensó, mañana me preocuparé por todo esto».
-Quieres mi boca, ¿verdad que sí, cariño? -le preguntó él, y, casi con reverencia, empezó a besarle el  cuello--. Te voy a de­vorar -añadió, y entonces ella sintió sus dientes en la piel y se quejó.
-¡Nichola!

-No es nada -:-susurró él-. No quisiera hacerte daño por nada del mundo. Relájate, cariño, tranquila. Sí, así, Miley. Túm­bate para que pueda echarme sobre ti... Ella se alegró de tener algo donde apoyarse, ya que el mundo giraba sin cesar a su alrededor. Se aferró a él, devolviéndole los besos con una pasión ingenua, pero ardiente. Nick. Se echó a reír. Miley ya era suya.
-Nichola -dijo ella con voz temblorosa.
-¿Qué quieres? -preguntó Nick, besándole los párpados. Ella le tiró de la camisa.
-¿Quieres sentirme?
-Sí -repuso ella, sonrojándose.
-Desabróchame los botones.
Nick pesaba bastante, pero a ella le encantaba su peso. Por encima de sus cabezas brillaban cientos de estrellas.
Acarició la piel desnuda de Nick con las manos temblán­dole de emoción. No había tocado nunca el cuerpo de un hombre.
-Aparta las manos -le dijo él, segundos después.
Miley obedeció y entonces Nick movió su cuerpo contra el suyo, asombrándola por el intenso deseo que aquel roce desper­taba en ella.
-¿Te gusta? -preguntó Nick.
-Nunca me imaginé... -empezó ella con voz temblorosa-.
Oh, te deseo -le confesó con un sollozo--. ¡Te deseo, te deseo!
-Yo también te deseo, pequeña -murmuró él, besándola suavemente-. Pero no puedo tratarte como a una conquista de una noche. Tengo mis principios.
Miley sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas. Él le lamió las lágrimas de las pestañas y entonces Dani se dio cuenta de que hacía ya un rato que no llevaba puestas las gafas.
-Mis... gafas -balbuceó.                           
     -Las tienes arriba de la cabeza -dijo él, cogiéndola de las muñecas y ayudándola a levantarse.
     -Oh, es usted otra persona, señorita Sto Clair -añadió, besándole los pezones.
-Yo... nosotros... deberíamos... -tartamudeó Miley. -No te preocupes, mañana por la mañana nos casaremos. -¿Casamos?
-Sí -dijo él con firmeza, dándole las gafas.
-Pero...

Unas Locas Vacaciones Cap 8



Miley  se alegró de haberse acercado a la tienda de ropa que había en la planta sótano del hotel. Se había comprado un vestido mexicano de color blanco, con escote fruncido y muchos volantes. Cuando se 10 puso, vio que le, daba un aire ligeramente misterioso, a la vez que hacía resaltar su pelo castaño y sus ojos grises. Tenía que reconocer que las gafas de montura metálica que llevaba no eran ninguna maravilla, para al menos hacían que sus ojos parecieran más grandes de lo que eran en realidad. Y lo cierto era que no estaba gorda, se dijo, sonriendo al mirarse al espejo. Era únicamente su parte superior, cosa que el vestido disimulaba bastante. Cogió el bolso y bajó al vestíbulo, en donde había quedado con Nick.

Él llevaba pantalones y camisa blanca y chaqueta azul. Estaba sentado en un sofá y, al ver aparecer a Miley, dejó el periódico que estaba leyendo y se' acercó a ella -Bueno dijo, cogiéndola del brazo--. ¿Qué te apetece?
¿Comida mejicana, china, italiana o una chuleta?
'-Me encantan las chuletas -repuso ella.
-Ya mi.
La guió hasta un lujoso restaurante que estaba al lado del hotel. Había camareros con chaquetas y guantes blancos por todas partes. Miley miró a Nick aprensivamente.
-¿Qué te pasa? -le dijo él mientras seguían al maître.
-Que es demasiado caro.
-¿Te importa fregar platos después? -preguntó Nick en tono burlón.
-Sí tú los secas, no –con esto ella, sonriendo.
-Eres una buena chica -dijo Nick, cogiéndola por la cintura y dándole un apretoncito.
-Soy justo la clase de chica contra la que tu madre te habría prevenido, así que ten cuidado. 
   .
-No. A mi madre le habrías gustado. Os parecéis mucho.
Miley sonrió tímidamente, advirtiendo las envidiosas miradas que les lanzaban. Nick era tan guapo, pensó. Musculoso, estilizado, y con la cara de una estatua griega. A un pintor le habría encantado tenerle como modelo.
El maître los llevó a una mesa que había junto a la ventana.
Nick observó que Miley tenía el ceño fruncido.

-¿En qué estás pensando con aire tan solemne? –le preguntó.
-En que harías las delicias de un pintor. Eres muy elegante.
-Señora, creo que. Es usted perjudicial para mi ego.
-Seguro que te miras al espejo de vez en cuando –replicó ella,-. Y ó al menos no puedo evitarlo.
-Sí, yo tengo el mismo problema -dijo Nick con los ojos clavados en ella.
 Miley se alegró de no haber cedido a la tentación de bajarse el escote del vestido hasta los hombros. Ya era bastante' difícil soportar aquella mirada penetrante tal y como estaba.
-¿Qué quieres comer? -le preguntó Nick después de leer el menú.
-Una chuleta con ensalada y café para beber.
Nick se la quedó mirando con una sonrisa en los labios Y luego pidió lo mismo para los dos.

-Sí -le dijo-, a mí también me gusta el café.
_Parece que has viajado mucho -comentó ella, desdoblando la servilleta.
-Bastante,.-repuso. Nick_. Y tú no has salido nunca de los Estados Unidos. .
-Hasta ahora no he salido de ningún sitio -replicó ella-.
No he hecho otra cosa que trabajar, Pensé en un cambio, pero no tuve valor.
-Hace falta valor para escapar de la rutina, dijo, Nick, encendiendo un cigarro-. Espero que no te moleste, pero lo voy a hacer de todos modos. Es un vicio que no tengo la intención de dejar.
-De algo hay que morir.

-Pues fumar es lo menos peligroso que hago.
-¿Y qué es lo que haces? -preguntó Miley, mirándole con curiosidad.  
Él se quedó callado un momento, como si estuviera pensando qué diría Miley si le contase la verdad. Seguro que se levantaría a toda prisa de la silla y desaparecería de su vida... Frunció el ceño. No le gustaba aquella idea.
-Estoy en el ejército -repuso por fin-. En cierto sentido.
 -Oh, ¿en activo? -continuó ella, pensando que debía andarse con pies de plomo ya que Nick parecía reacio a dar explicaciones.
-No. Por el momento, inactivo
-¿Es peligroso lo que haces?
-Sí.
-Tal vez eres un agente doble -aventuró ella. Un espía.
. -Soy demasiado alto. Se supone que los agentes deben medir menos que yo, para así poder esconderse entre la maleza.
Miley se le quedó mirando fijamente hasta que se dio cuenta de que estaba bromeando, entonces se echó a reír.
-Los ojos te brillan cuando te ríes -le dijo él con aire ausente-. ¿Siempre estás tan risueña?
-Casi siempre -contestó Miley, ajustándose las gafas, que amenazaban con deslizársele por la nariz-. También tengo mis días malos, como todo el mundo, pero intento dejados en casa.
-Podrías ponerte lentilla s -comentó Nick al ver los esfuerzos que hacía para que las gafas no se le deslizaran por la nariz.
-Soy demasiado nerviosa como para andar poniéndomelas y quitándomelas y luego limpiadas. Me he acostumbrado a las gafas.

-Pero deben estorbarte cuando besas a un hombre -murmuró él.
-¿Qué? -repitió Miley, un poco cohibida por su franqueza-. Te aseguro que mi vida no está repleta de hombres cariñosos.
-Supongo que podremos hacer algo por solucionar ese problema.
Miley contuvo la respiración al advertir la velada promesa que había en sus ojos.
-Qué cara de terror -dijo él con ironía-. No creí que fuese tan espantoso.
-No es eso -replicó ella, bajando los ojos.
-Miley, seducirte es algo que no entra en mis planes, pero, si ocurre algo, me casaré contigo. Te lo prometo, y yo no doy mi palabra a la ligera.
-Eso sería un precio muy alto por un error.
-¿Sí? Hace años que no pienso en el matrimonio. Me pregunto cómo sería tener a alguien con quien regresar.

Qué manera tan rara de expresado, pensó ella. Seguramente quería decir alguien con quien volver a casa. Pero entonces se acordó de que aquello eran sólo palabras, cosas que se dicen por decir. Nick sólo estaba divirtiéndose. Eran dos desconocidos y seguirían siéndolo. No podía permitir que su vida se complicara por una aventura de vacaciones. Porque no era más. Que eso. Una pequeña diversión. No debía olvidado.