Tres consejos para la cita
perfecta.
—¿Qué tal luzco?—Demi se volvió en dirección a Fiona,
quien la observó críticamente desde el sofá.
—Nada mal—respondió con un leve
asentimiento—¿Cuándo debes colocarte la venda?—Ella frunció el ceño de manera
interrogante.
—¿Qué venda?—No recordaba ningún
accidente, pero tal vez Fiona veía algo en ella que valía la pena ser cubierto.
Pensaba que su falda celeste
cubría lo suficiente de sus piernas y que su camiseta si bien enseñaba algo de
escote, parecía bastante recatada y correcta para una primera cita.
—Bueno ya sabes—dijo su amiga
poniéndose de pie y haciéndole una seña para que se diera vuelta.
Demi obedeció a tiempo que sentía las manos de Fiona tomando los
mechones de su cabello, para darle un acabado ligeramente decente a sus bucles.
Ese día no lo había planchado, Joseph
en más de una ocasión le había mencionado que le agradaba su cabello al natural,
por lo que estaba dispuesta a lucir sus rulos con orgullo. Al menos esa vez, no
prometería nada de las próximas veces. El asunto con su cabello era algo que
tomaría años de terapia, para poder aceptarlo tal y como es. Pero era un buen
primer paso.
—¿Qué sé?—inquirió aplacando una
mueca, cuando Fiona “accidentalmente” le volvió el rostro hacia adelante.
—Una cita a ciegas—informó como
si con eso dejara todo claro.
—No te entiendo. —Fiona bufó.
—Si serás tonta, es una cita a
ciegas lo que significa que uno de ustedes dos no debería ver al otro. Joseph conducirá así que supuse que tú
serias la de la venda. —Su amiga finalmente liberó su cabello y Demi tuvo que volverse para mirarla
con el mayor de los desconciertos. No podía estar hablando en serio. Pero un
vistazo a su rostro lo confirmó, ella realmente creía que así funcionaban las
citas a ciegas.
Un recuerdo muy fugaz golpeó su
mente y fue entonces que no pudo aguantarlo un segundo más, rompió en una
profunda y llorosa carcajada ante el serio semblante de su amiga. Fiona se
cruzó de brazos bastante molesta y esperó hasta que a ella se le pasara la
pataleta, pero por más que lo intentaba la risa volvía a burbujear en su
interior hasta liberarse por sus labios intensamente. Entonces su amiga le dio
un golpe en la cabeza y todo en ella se silencio abruptamente.
—Eso ha sido grosero—Se quejó
arreglándose nuevamente el peinado—Sabes que no es fácil trabajar con esto.
—Pues no te rías de mi, mocosa. —Demi se mordió el labio para
contenerse. —Tú me hiciste ir así a una cita a ciegas.
—Es que…—Las lágrimas de risa
humedecían sus pestañas, esto iba a ser más duro de lo que pensaba—Aquella vez
que te mande con una venda en los ojos, era porque sabía que tú no querías
salir con Fred y los dos nos habíamos devanado los sesos pensando una manera.
Entonces se me ocurrió que si te decía que era una cita a ciegas y que debías
llegar al restaurante, y colocarte una venda en los ojos tú le darías tiempo
suficiente para que él hiciera lo suyo—Se silenció al ver las chispas que
saltaban de sus ojos verdes. —Lo que si me preguntas, funcionó de las mil
maravillas.
—¿O sea que me hiciste sentar
como una idiota con los ojos vendados, sólo porque él es un idiota inseguro?—Demi sonrió asintiendo con cuidado.
—Es el idiota inseguro que amas
¿no? ¿Cuál es el problema?
—¡El problema es que voy a
patearte en cualquier momento y tal vez termines necesitando un lazarillo que
te lleve a tu cita!
—Eres demasiado agresiva, amiga,
yo intentaba hacerte feliz—Fiona la miró con ojos en rendija, esa era su señal
para “corre o esto terminara mal”
Afortunadamente golpearon la
puerta y Demi salió disparada a abrir,
olvidándose momentáneamente del artículo que había leído el día anterior, en
donde se aconsejaba tener al hombre esperando en el umbral algunos segundos, de
ese modo una no se mostraba tan desesperada por verlo. Era una ley universal
para las mujeres, en donde se estipulaba claramente que: “Jamás debes contestar
la puerta, al primer timbrazo” conocimiento de secundaria, según remarcaba la
escritora.
Ella estaba segura que debía
seguir esas palabras, pues una columnista de una prestigiosa revista femenina
no hablaría porque si. Seguramente estaría más que calificada para afrontar una
cita, al menos más que ella. Pero en ese instante, tuvo que desecharlo todo
pues el instinto de supervivencia apremiaba. Y Fiona no se veía muy dispuesta a
perdonarle la pequeña broma.
—Hola Demi, hola Fiona—Ella lo jaló del
brazo y cerró la puerta encaminándose apresuradamente por el pasillo—Adiós
Fiona. —susurró Joseph quizás
algo confundido por las corridas.
—No preguntes—Lo silenció Demi y él asintió, caminando detrás
de ella como era su costumbre. Una miradita a su atuendo, le dijo que esa
costumbre se estaba volviendo una de sus favoritas.
…………………………………………………………………………………………
Una vez que sortearon a los
reporteros y hallaron el deportivo de Joseph,
estacionado a dos tortuosas calles de distancia, Demi se sintió tranquila de poder
arrebujarse en su interior.
Él colocó esa música suave de pianos y violines,
haciéndola comprender lo poco que sabía de Joseph. No tenía idea cuales eran sus gustos musicales o el por
qué de escuchar clásicos mientras conducía, tampoco sabía nada de su vida antes
de ser escritor o para el caso si había hecho algo mas en sus veintiséis años.
Él llevaba cuatro años en el negocio, pero ¿Y antes? Eran preguntas que estaba
dispuesta a descubrir ese día, la cita había
comenzado temprano por lo que ella descartaba una cena romántica a la luz de
las velas. A menos que él estuviese pensando en llevarla en su jet privado a
alguna isla tropical, donde fuese de noche o mejor aun, a una función de opera
como en Mujer Bonita. Ella no conocía la opera, sería un detalle por demás
encantador y podría poner en practica eso de las reacciones. O la amas y te
emocionas, o la odias y jamás te llega al corazón.
Pero apresuraba conclusiones,
quizás él ni tenía un jet privado. ¿Para qué lo querría? No es una estrella de
rock.
—¿Tienes un jet privado?—Se
volvió para mirarla un instante, tal vez cerciorándose de que ella había
soltado esa pregunta tan poco común.
—¿Un jet privado?—Asintió
esperando a que respondiera—¿Para qué querría un jet privado?
—No lo sé ¿Qué ustedes los ricos
no tienen lujos innecesarios?
—Creo que estas pensando en un
escalafón más alto del mío. Eso de los jet privados, se reserva para los
empresarios ¿no?—Volvió a mirarla en un intento de confirmar su punto—Ya sabes,
los magnates de los negocios que siempre tienen un jet privado, para sacar a su
chica de turno a una sorprendente cita romántica…—Él se silenció abruptamente,
como si una idea acabara de tocar su puerta neuronal—No estarás pensando que te
montare en un avión, para llevarte a la opera o algo así ¿verdad?—Demi se sonrojó sin negar o afirmar
nada, Joseph sacudió la cabeza
sonriendo—Tranquila, no es tu culpa…al parecer Julia Roberts y su cuento de
hadas, alteró el cerebro de varias generaciones.
—Oh no seas idiota, sólo me estoy
preguntando a dónde vamos. No es como si al finalizar esto, me recompensaras con
tres mil dolores. —Él la miró de soslayo, sonriendo socarronamente.
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