Joe era consciente de que había muchas mujeres que estarían
encantadas de casarse con él porque a cambio tendrían hijos, riquezas y el
prestigio de tener una maravillosa posición social.
En aquella ecuación no había lugar para el amor y así debía ser.
En su mundo, el matrimonio estaba regido por el pragmatismo, los
contactos familiares y, sobre todo, la idea de tener un heredero.
De momento, su padre respetaba profundamente su deseo de
permanecer soltero, pero Joe era consciente de que era el siguiente en la línea
de sucesión y de que, tarde o temprano, él también tendría que casarse y dar un
heredero al reino.
Para él, el hecho de no poseer ni un solo átomo de romanticismo
en su cuerpo era una gran satisfacción, pues le había permitido mantener su
temperamento apasionado a raya.
Era un hombre que siempre se enfrentaba a la verdad por muy
difícil que fuera, jamás cometía estúpidos errores y era consciente de la
familia en la que había nacido y de las responsabilidades que aquello
entrañaba, así que sería mucho más inteligente por su parte aceptar la
necesidad de encontrar esposa en lugar de perder el tiempo admirando a una
guapísima pero completamente inaceptable mujer occidental que no era nada más
que una doncella...
No sabes lo que dices -le dijo Jeanie Murray a Demi sentándose
en el desgastado banco de madera y encendiéndose un cigarrillo a pesar de que
estaba prohibido fumar en el castillo-. Tu padre jamás te dejará ir a la universidad.
Demi siguió limpiando una delicada salsera de porcelana de
Sevres.
Yo creo que ahora que se ha casado con Mabel lo tengo más fácil.
Desde luego, a pesar de todos los rezos y las plegarias, no dudó
en cortejar a otra mujer muy poco después de que tu madre muriera. La gente
dice que le gusta que le tengan bien atendida la casa -rió la pelirroja-.
Menudo doble rasero. ¡El puede hacer lo que quiera, pero a ti no te va a
consentir que te vayas de casa porque trabajas y llevas tu sueldo y todos por aquí
sabemos lo avaro que es Angus Ross!
Demi tuvo que hacer un gran esfuerzo para no hacer una mueca de
disgusto al enterarse de de que la austeridad de su padre era de dominio
público.
Las francas opiniones de Jeanie y su poco tacto eran causa
habitual de fricción con otros miembros del servicio, pero Demi se lo perdonaba
porque sabía que en el fondo tenía buen corazón.
-Jeanie...
Sabes que tengo razón. Me he enterado de un par de cosas de tu
casa y la verdad es que me parece terrible. Yo nunca hablo de mi vida familiar -objetó Demi Jeanie puso los
ojos en blanco.
Me apuesto el cuello a que tú cocinas y limpias la casa, y así
es imposible que Mabel quiera que te vayas. Demi, tienes veintidós años y ya es
hora de que comprendas que la única manera de librarte de todo eso y de tener
una vida propia es que salgas corriendo de aquí a toda velocidad.
Ya lo veremos -contestó Demi.
Demi era consciente de que necesitaría mucho dinero para poder
independizarse, y huir de casa de su padre le parecía una cobardía. Además,
hacerlo sólo la llevaría a la pobreza más terrible y ella quería alquilar una
casa decente y tener un buen futuro.
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