BAJO de
inmediato -dijo Miley a través del teléfono interno.
Acto seguido
recogió el bolso de noche, las llaves y bajó en el ascensor al vestíbulo donde
la esperaba su hermano.
Cameron tenía
veintinueve años, dos años mayor que ella. Los hermanos eran muy parecidos:
ambos de cabello rubio, tez blanca y ojos azules. Él, más alto que Miley, que
era más bien menuda.
-Vaya -Cameron
la miró con admiración.
Ella le dirigió
una sonrisa afectuosa.
-Amor
fraternal, ¿eh?
El vestido en
tono rosa moldeaba su esbelta figura, los finos tirantes enseñaban una piel
satinada y el fruncido en diagonal de la falda insinuaba unas hermosas piernas
torneadas. Una bufanda de gasa del mismo color y unas discretas joyas
completaban el conjunto.
Miley lo tomó
del brazo.
-Vamos a
comernos el mundo.
La fiesta
benéfica de esa noche era un prestigioso evento cuyos invitados formaban parte
de la alta sociedad de Sidney. La fiesta se celebraba en la sala de baile de un
famoso hotel de la ciudad y era una de las múltiples veladas anuales a las que
asistían Miley y su hermano en representación del padre. Hacía ya dos años que
un infarto le había obligado a retirarse prematuramente de sus actividades
profesionales y de la vida social.
Cuando
llegaron, los invitados ya se encontraban en el vestíbulo central y ella
dirigió una experta sonrisa a los conocidos, deteniéndose para saludar a un
amigo mientras elegía un vaso de agua con hielo de una bandeja que le ofrecía
un camarero.
Cumplir con los
detalles sociales era algo que ella hacía muy bien gracias a su educación en
colegios privados. Un año en Francia había añadido finura, elegancia y
brillantez a su preparación para la vida en sociedad. Los Preston-Villers
formaban parte del grupo de élite y el padre se sentía muy orgulloso de su
posición.
Mientras que a
temprana edad Miley había sido preparado para ingresar en la vasta empresa Cyrus,
Miley decidió dedicarse a la gemología y al diseño de joyas tras haber obtenido
el título necesario y haber practicado con un renombrado joyero. En la
actualidad empezaba a ganarse una buena reputación profesional por su esmerado
trabajo.
La sala de
baile estaba acondicionada para acomodar a mil invitados y se rumoreaba que
había habido una lista de espera para las cancelaciones de última hora.
-Hay algo que
quiero hablar contigo. Miley miró a
Cameron, examinó su expresión y evitó fruncir el ceño al notar una cierta rigidez
en su mirada.
-¿Ahora?
-preguntó despreocupadamente.
-Más tarde.
No podía ser
nada serio, de lo contrario lo habría mencionado durante el trayecto a la
fiesta.
-Querida, ¿cómo
estás?
La suave voz
femenina iba unida a una cálida sonrisa cuando se volvió a saludar a la modelo
alta y esbelta que la miraba afectuosamente.
-Taylor
-exclamó con una mirada luminosa.
Habían asistido
al mismo colegio, compartido muchas cosas y eran buenas amigas-. Estoy bien, ¿y
tú?
-Mañana vuelo a
Roma, luego a Milán y más tarde a París.
Miley dejó
escapar una risita divertida.
-Una vida dura,
¿en?
Taylor sonrió.
-Pero
interesante -aseguró-. Tengo una cita con un conde italiano en Roma. Un
heredero adinerado y además divino.
Los
maravillosos ojos verdes chispearon divertidos y Miley rió moviendo la cabeza
de un lado a otro.
-Eres perversa.
-Esta vez va en
serio. Me va a presentar a sus padres.
-Diviértete.
-Lo haré, pero
en Italia -declaró mientras besaba cariñosamente la mejilla de Miley.
-Cuídate.
-Siempre lo
hago.
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