No la había visto nunca -comentó.
A Demi Ross no le gusta llamar la atención -contestó Fraser.
Pero supongo que estará acostumbrada a llamarla, teniendo en
cuenta lo bella que es -comentó Joe.
No creo porque, por lo visto, su padre es un tipo muy religioso
con fama de ser muy rígido en casa -le explicó haciendo una mueca de disgusto.
Al darse cuenta de que la estaba mirando fijamente, Joe apartó
la mirada justo en el momento del que el vehículo iniciaba la marcha de nuevo.
Lo que el encargado del castillo le acababa de comentar lo había
sorprendido y Joe se preguntó dónde terminaba la devoción religiosa y empezaba
el fanatismo.
La vida de Strathcraig giraba en torno a las actividades de la
iglesia y las gentes que allí vivían tenían un código de valores diferente al
que reinaba en el ambiente más liberal de la alta sociedad.
Por allí, la gente era muy conservadora, lo que sorprendía a los
que llegaban de fuera, y Joe suponía que aquello se debía a que aquel lugar
había quedado aislado del mundo durante mucho tiempo.
Se encontraba muy a gusto allí, mucho más a gusto que inmerso en
una cultura más laxa, ya que en Dhemen, el reino de Oriente Medio donde había
nacido, la disciplina también era estricta y él estaba acostumbrado y le
gustaba.
Allí, era muy fácil diferenciar el bien del mal, y el bien común
siempre estaba por encima del bien individual. Poca gente se atrevía a saltarse
aquellas normas tan claras, y los que lo hacían tenían que sufrir el rechazo
social.
De igual manera, Joe aceptaba las limitaciones que el destino le
había impuesto y sabía que cada vez que se acostaba con una mujer no conseguía
más que sustituir durante unas horas a la mujer a la que realmente amaba, una
mujer con la que jamás podría estar.A sus treinta y dos años así era su vida aunque no le gustara.
Su familia se esforzaba en presentarles a mujeres para ver si alguna le gustaba y decidía casarse. A lo mejor, eso era exactamente lo que tenía que hacer, escoger a una de las candidatas y dar el paso.
Joe era consciente de que había muchas mujeres que estarían encantadas de casarse con él porque a cambio tendrían hijos, riquezas y el prestigio de tener una maravillosa posición social.
En aquella ecuación no había lugar para el amor y así debía ser.
En su mundo, el matrimonio estaba regido por el pragmatismo,los contactos familiares y, sobre todo, la idea de tener un heredero.
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