jueves, 17 de octubre de 2013

Camino a la Fama Capitulo 38



Él quiere, ella quiere.

La llamada de Josh le había marcado un nuevo objetivo, aun todo el cabreo y la confusión seguían estando allí, pero Joseph estaba dispuesto a patear todos esos asuntos a un lado por el bien de su propia sanidad mental. El plan era simple, Demi sólo bajaría la guardia si jugaba su carta de niño bueno. 

No había que ser un genio, ella sentía atracción hacia su persona quizás casi tanto como él. Y aunque en un principio se le había resistido, sabía que ahora ella no tenía la misma resolución que antes. Josh estaba en lo cierto, si Joseph realmente se lo proponía podía obtener cualquier respuesta de ella. Sólo tendría que tener tacto y hacerle creer que el terreno que pisaba estaba firme, entonces como un cazador que acecha a su presa, él la tendría de pie sobre un trampa camuflada y ella ni lo notaria.

Guiado por el espectacular aroma de la comida de su padre, se decantó por ir a echar un vistazo rápido en la cocina. Podría pensar y actuar mejor con el estómago lleno. Pero al cruzar la puerta de vaivén, se encontró con una escena inesperada. 

Al parecer Demi había terminado de jugar con la bañera, pues se encontraba sentada sobre la isla de la cocina, viendo a su padre cortar algo cerca de la estufa. Ella tenía el cabello húmedo y así casi parecía negro, se le rizaba en la parte inferior creando bucles que se esparcían por su espalda. Ya no llevaba el vestido, en cambio lucía una blusa verde agua y unos jeans desgastados que muy posiblemente pertenecían a su hermana. Él bajó la vista hasta sus pies, notando que llevaba las perneras dobladas como tres veces sobre sí. Definitivamente esa ropa era de Rebecca.
—Prueba esto—Le dijo su padre, ignorando por completo su presencia en la puerta.

Demi se inclinó para tomar lo que le ofrecía y luego se lo llevó a la boca con un gesto de anticipación casi infantil. Ella se quedó en silencio, mientras saboreaba lo que fuera que la hizo hasta lamerse la punta de los dedos. No le sorprendía, Darius tenía un talento envidiable para la comida.

— ¿Qué te parece?—Preguntó viéndola de soslayo.
—Está delicioso—respondió Demi con una sonrisa que pocas veces le regalaba a él. Curioso detalle.

—Te dije que el sabor del vino es casi imperceptible.
—Tenía razón—Joseph reposó su peso en el vano de la puerta, observando a distancia.

Darius continuó moviéndose de aquí para allá, cortando algo, salando otra cosa, probando la temperatura de la estufa y manteniendo la conversación con Demi. Un hombre multifunción. Atributo que siempre le había agradado de su padre.

—Esta receta es la favorita de Joseph—Él se puso alerta al oír su nombre, sabía que el olor se le hacía familiar “Muslos de pollo al vino con peras”. Bien, definitivamente su padre se llevaba un premio al mejor anfitrión.

—Jamás pensé en mezclar peras y vino, pero el resultado me agrada—Darius soltó una leve carcajada y él tuvo que reprimirla para no delatarse. El comentario de Demi era el típico de una persona que jamás puso un pie en una cocina. Al menos no para cocinar— ¿Siempre estuvo interesado en la gastronomía?

—Siempre—respondió orgulloso de su trabajo. Era bueno, no había razón para negar ese hecho—Sabes, tengo tres hermanas y mi madre intentó enseñarles a todas ellas a cocinar. Hasta el día de hoy ninguna sabe hervir agua, pero el don de la cocina terminó por manifestarse en estas dos manos, gracioso ¿no?—Ella rió en acuerdo.

—Bastante, pero no es una sorpresa. —Bajó la vista a su regazo, ligeramente avergonzada—Yo no puedo ni hacer huevo duro.

—Eso se puede solucionar. —Repuso Darius con convicción—Tal vez no termines siendo chef profesional, pero con algunas clases lo del huevo duro será tu fuerte—Ambos soltaron carcajadas y Joseph sacudió la cabeza reconociendo el humor de su padre.
—Sin duda esto de la cocina ayuda a ganar puntos.

—Oh claro, las personas caen rendidas a tus pies cuando saben que puedes alimentarlos—La expresión de Darius se tornó algo ausente, Joseph no estaba seguro de poder adivinar la dirección de sus pensamientos. —Creo que lo que conquistó a mi esposa, fue mi suflé y no mi bonito rostro. Algo deprimente si lo piensas con detenimiento.

—Estoy segura que fue un poco de ambas—Él le obsequió una sonrisa aceptando el cumplido. — ¿Cómo se llamaba?— Joseph se puso tenso ante el rumbo que tomaba la conversación.
—Helen.
—Bonito nombre—Darius asintió ausentemente y repentinamente pareció encontrar su ánimo extraviado.

—Era la peor en la cocina, lo juro, nunca podía encontrar nada y siempre terminaba por abandonar la lucha y sucumbir a los alimentos pre cocidos. —Al terminar su divague la mirada de su padre pareció viajar lejos de allí, Joseph apartó la vista con renuencia.
— ¿Hace cuánto que…?—Ella no terminó la pregunta, pero era obvio qué quería saber.
—Dieciséis años—Se volvió para sonreírle con amabilidad—Es sorprendente como pasa el tiempo de rápido.
—Lo siento mucho. —Él sacudió la cabeza restándole importancia, pero Joseph podía notar como encorvaba los hombros y perdía algo de brillo al pensar en su madre.
Darius no le hablaba de ella, en parte porque Joseph nunca le había preguntado nada. Sabía cómo había muerto y recordaba perfectamente la vez que lo llevaron hasta su habitación privada en el hospital, para que ella le dirigiera sus últimas palabras. Curiosamente no podía recordar que le había dicho. Tenía diez años en aquel momento, cualquiera pensaría que la
escena debería estar fresca en su memoria. Pero no lo hacía. Helen era un nombre sin sentido para él. Desde su muerte lo único que podía precisar sobre su madre era una sutil fragancia, estaba convencido de que ella olía a eso. Melocotones. Luego no había nada más, ni risas, ni instantes, ni raspones, ni besos, ni regaños, ni abrazos. Nada.
— ¿Alguna vez pensó en volver a casarse?—Preguntó Demi, notando que quizás la conversación sobre Helen estaba deprimiendo a Darius.
—Él no te aceptaría—respondió una voz detrás de ellos—Eres demasiado pequeña—Añadió Joseph, entrando en la cocina con su actitud arrogante y su sonrisa de superioridad. Ella brincó de la isla e intencionadamente se dirigió hasta la estufa donde se encontraba su futuro maestro de cocina.
—Veo que tu apetito encontró el camino—Comentó Darius mirando sobre el hombro a su hijo. Joseph hizo un gesto que no respondía nada y se robó una manzana del centro de mesa para ponerse a jugar con ella.
— ¿Le has puesto canela?—inquirió acercándose sigilosamente hacia la siniestra de su padre.
—Le he puesto canela—replicó él con una voz tranquila y comprensiva. Demi sonrió sin poder evitarlo, le agradaba Darius parecía el tipo de padre que todo el mundo querría.
— ¿Cuánto? Recuerda que me gusta…
—Sí lo sé, dos partes de canela y una de harina—Estaba claro para ella que ese ritual se repetía siempre que cocinaba eso. —De trigo y tamizada dos veces—Agregó justo cuando Joseph se proponía hacer otra pregunta.
—Bien—Le dijo con indiferencia, como si quisiera hacerle creer que no había adivinado su duda.


—Qué tal si te quedas revolviendo esto, mientras yo voy a la despensa por un vino para acompañar la comida— Demi asintió encantada con la idea, en tanto que tomaba la cuchara de madera y movía la cebolla picada y los muslos de pollo para que se cocieran correctamente. La perspectiva de sentirse útil en ese lugar, comenzaba a mostrar su lado amable. 

Camino a la Fama Capitulo 37





— ¿Y bien?—Joseph se dejó caer en el sillón de cuero de su padre y sin importarle mucho el cuidado de sus muebles, subió los pies sobre el escritorio de roble.

El estudio se encontraba en penumbras y dudaba mucho que Darius fuese a fastidiarlo en ese momento. Mas sabiendo que no estaba de humor para oír quejas.

—He puesto a Martin a investigar—Eso no lo sorprendió mucho, sabía que Josh no iba estarse con vueltas tratando de encontrar amablemente al responsable. —Tendrá que rebuscar entre los mensajes, email y llamadas telefónicas que realizó la revista el día de ayer. Quien sea que les vendió las fotos tuvo que ponerse en contacto en algún momento y te aseguro que Martin sabrá localizarlo.
—Bien—murmuró satisfecho.

Sabía que su amigo encontraría al responsable, tenía plena confianza en sus capacidades de infiltrarse en cualquier cuenta o software, lo único que lamentaba era haberle pedido que le quitara el bloqueo al correo de Demi.

 Internamente dudaba que ella fuese tan estúpida, como para usar su correo electrónico y ponerse en contacto con la revista, pero podía ser posible y si ese había sido el caso, él podría haberlo evitado. Pero no lo hizo, porque cuando ella supo que la estaba bloqueando se había cabreado y Joseph había querido un nuevo comienzo, limpio.

 Quería que confiara en él y ahora debía vivir con las consecuencias de su estúpido deseo. Eso claro, si es que ella había sido la responsable.

Pero es que ¿había otra opción? Las personas que conocían su identidad en la conferencia eran todos conocidos de Demi. Y si volvía la mente al pasado, recordaba claramente que ella lo había besado. Aun estando enfadada por lo de Ann, ella lo había besado. 

¿Podía ser que solo estaba siendo paranoico? ¿O cabía la posibilidad de que ella se las hubiese jugado, como método de venganza? Ambas opciones tenían su peso y ambas opciones lo traían de las pestañas. Parte de él quería creer que ella no le haría algo así, mas sabiendo cuanto odiaba la comercialización de una imagen en pos de mayor fama. Él se valía de su talento, no caía en las tretas estúpidas de promocionarse a sí mismo para ganar adeptos. 

— ¿Cómo esta Demi?—Josh lo obligó a enfocarse en lo que realmente importaba.

No Demi y su estado de ánimo, no Demi y la posibilidad de que fuese una embustera. Tenía que pensar en su carrera y aparentemente en su imagen a partir de ese momento.

 La gente ya sabía quién era, adiós al anonimato. La gente sabía que tenía algo con su colega, adiós a la privacidad o a intentar descubrir que era ese “algo”. La gente ahora quería saber más de él y tenía un bonito grupo de reporteros en su culo, listos para llevar a cabo la tarea de investigación. Era atención que no necesitaba y que no quería.

—Disfrutando de las comodidades de la casa—respondió taciturno.
— ¿Descubrió la bañera del segundo piso?— Joseph soltó un leve gruñido de asentimiento.

Todo mundo parecía tener una debilidad por esa bañera, su padre la había mandado a hacer con unas medidas exorbitantemente exageradas. Y siempre que alguien lo visitaba, lo primero que él hacía era persuadir a esa persona de tomar una ducha, por supuesto sabiendo la reacción que tendría al toparse con su monumental bañera. El hombre estaba más orgulloso de su bañera que de él y su hermana juntos.

—Voy a retenerla aquí, hasta que sepamos quien fue—El silencio del otro lado de la línea, le dio a entender que Josh no compartía del todo su plan.

— ¿Piensas que ella lo hizo?—inquirió con un visible tono de duda.
—Si no fue ella, fue alguien que ella conoce.

—Maldición Joseph, no creo que sea así. Demi no parece esa clase de personas y…

—Dime algo—Lo interrumpió— ¿Qué tanto se beneficia ella de esto?—Josh soltó un suspiro de derrota.
—Bastante—respondió a regañadientes.
— ¿Qué tanto me beneficio yo de esto?
—No mucho, pero…
—No, escúchame. Si tan solo lo vieras objetivamente, ella está obteniendo la atención necesaria para que todos volteen sus ojos hacia nosotros. ¿Por qué? Es un truco publicitario, es obvio.

—No tienes que explicarme esto amigo, yo soy tu agente. Pero por un segundo piensa que tal vez ella no sabía nada del asunto.

—Tal vez. Pero también tal vez ella ayudo a orquestarlo todo y ahora tengo este curioso detalle adornando mi jardín delantero.
—La prensa también está en su casa.

—Sí—exclamó irónico—No dudo que quisiera dar su versión de los hechos, es necesaria le prensa allí también.

—Joseph, sé que todo en tu cabeza cierra con una lógica exacta. Pero tienes que darle el beneficio de la duda, estoy seguro que esta mañana no estabas siquiera pensando en el libro o en su trabajo. Estoy casi seguro que solo estabas al pendiente de ella. —Cierto, pero luego aparecieron los reporteros y las cosas no pudieron terminar peor.
¿Estaba justificándose? ¿Por qué se justificaba a sí mismo? No se iba a engañar diciéndose que no le gustara Demi, incluso en ese momento tenía

ganas de subir hasta esa bañera y hacerle tantas cosas que no eran adecuadas para el horario. Pero también estaba lo otro, la posibilidad de que ella lo hubiese apuñalado por la espalda. Porque era posible ¿cierto?
—No sé qué pensar—Suspiró, bajando los pies al suelo.

—Lo sé, pero analízalo un poco. Si Demi tuvo algo que ver ¿no piensas que tal vez en este momento se arrepienta? Digo, cuando entré en tu casa esta mañana, yo no vi a una mujer maquinando una forma de traicionarte. Vi a una mujer a la que realmente pareces gustarle…—Joseph se quedó mirando un punto pequeño en la alfombra, las palabras de Josh aún estaban haciendo eco en su mente.

—No digas idioteces—Lo acalló, finalmente encontrando su voz. ¿Qué demonios le pasaba?—Estas confundiendo atracción con gusto, apenas si le agrado.

Y le había costado mucho más trabajo de lo usual agradarle. De acuerdo su relación no había iniciado de la forma más convencional y Joseph cuando era obligado a algo, normalmente se mostraba reacio. Pero mientras el tiempo fue pasando, descubrió que en realidad ella sí le gustaba. Como persona, como amiga, como ser humano con el cual deseaba hablar y conocer.

 Tenía la leve impresión que a ella le tomó más trabajo verlo bajo una nueva luz. Y a decir verdad parecía que por cada paso que daban lejos de las sombras, retrocedían diez por mero capricho. Pero en algún punto arbitrario entre sus idas y venidas, ellos realmente habían encontrado un equilibrio. Tras las bromas y el sarcasmo, se llevaban indirectamente bien. No eran los mejores amigos, pero tampoco eran solo camaradas. ¿Qué demonios eran entonces?

—Bien, cabeza hueca. Yo soy el que confunde las cosas, pero por el bien de la casa de tu padre, abstente de andar señalando acusadoramente hasta que tengamos algo en concreto.
— ¿Y qué hago?

—Sé que algo vendrá a ti—Una nota de humor decoraba su timbre—No parecías necesitar mi ayuda antes y creo que muy en lo profundo, sabes cómo manejar a Demi.

— ¿Qué estás diciendo?—preguntó repentinamente interesado.
—Digo que se atrapan más moscas con miel que con vinagre— Joseph puso los ojos en blanco, tratando de pasar por alto ese comentario tan trivial. —Si ella sabe algo, tal vez te lo confíe—rió sin poder evitarlo.

— ¿Estas de juego? Si ella sabe algo te aseguro que la llevare a juicio por complicidad.

—A eso es a lo que me refiero—dijo él cansinamente—Con esa actitud no obtendrás nada, gánate su confianza. Bajo la superficie de mujer inteligente, profesional y mordaz, ella sigue siendo mujer. Tú sabes cómo hacerlo…

—Josh ¿Es mi impresión o acabas de decime que me porte mal?
—Yo solo digo que mientras Martin hace su investigación, tú podrías intentar encontrar respuestas por tu parte.

—Entiendo—Espetó, realmente comprendiendo hacia donde apuntaba su agente y no pudo negar que le gustaba la iniciativa de ese hombre. —Bien, llámame cuando sepas algo.
—Claro.

—Adiós.
—Joseph.
— ¿Si?
—Compórtate.

—No prometo nada.  

Camino a la Fama Capitulo 36



Y si la vida te da…

Su madre solía decirle que si la vida le daba limones, hiciera limonada. Pero ¿Si la vida te da rocas? ¿Acaso las exprimes y vez que sale o se las avientas al primer idiota cerca?
— ¿En serio, Demi?
—En serio, Joseph—Confirmó sin mover un musculo.

Él había dado la vuelta para abrirle la puerta, pero ella no tenía planes próximos de bajarse o seguirlo al interior de la casa. O sea ¡Vamos! Incluso ella tenía algo de respeto por su persona. 

Si cedía en esa cuestión ¿Qué vendría después? ¿Dejarse encadenar en el sótano? ¡No! Él la creía culpable, lo lógico sería negarle la palabra y mostrarse tan ofendida como se estaba sintiendo.
—Baja del auto.

—Lo hare cuando te hayas marchado—Él presionó la mandíbula, claramente perdiendo la paciencia.
—Baja.
—No.
—Ya.
—No—Pero esa última palabra casi termina por atorársele en la boca, cuando Joseph la tomó de un brazo y la jaló con la delicadeza de un gorila en celo. — ¡Hey!

—Te lo pedí bien—Ella se removió tratando de liberarse, no lo logró. La fuerza de ese hombre era algo con lo que no había contado, Joseph si quería podía cargarla con un brazo y conducir al mismo tiempo. Maldito imbécil.
— ¡Suéltame!

No recibió ninguna respuesta, por lo que a regañadientes lo siguió por el sendero de piedras hasta llegar a la entrada de una casa solariega que, literalmente, quitaba el aire. 

Era esos tipos chalets con techos de tejas rojas y paredes de maderas, la clase de casas en donde uno puede tirarse en cualquier esquina al amparo de las sombras y simplemente divagar. No le sorprendió en lo absoluto que Joseph fuese escritor. 

Creciendo en ese ambiente eres un escritor, bohemio, filósofo o ebrio afortunado. No había muchas más opciones. Aun así era la típica casa de un niño rico. Al mirar ese lugar, las primeras palabras que llegaban a su mente eran: lujoso y costoso.
— ¿Quieres soltarme? Puedo caminar sola.
—Apuesto que sí—respondió burlón, sin ni siquiera volverse.
—Estas siendo un idiota—Le advirtió en tanto que la puerta se abría ante ellos. Él le lanzó una mirada acalladora, algo que a Darius no se le paso por alto, por supuesto.
— ¿Pasa algo?

—Nada—La soltó apenas cruzaron el umbral, casi tumbando al hombre de barba que los había recibido con una sonrisa.

—Hola Demi—La saludó seguramente notando la irritable actitud de su hijo y decidiendo ignorarlo. ¿Quién podría culparlo?

—Señor Rhone ¿Me permitiría usar su teléfono?—Él le hizo un ademan invitándola a entrar, mientras ella veía como Joseph se perdía por uno de los pasillos hasta que finalmente salió de su campo visual.

—Aquí está el teléfono, pequeña. Y por favor llámame Darius—Demi sonrió sin poder evitarlo, después de todo se podía obtener algo de cordialidad de un Rhone.

Definitivamente Joseph no había heredado su mal humor de su padre, aunque difícilmente podría pensar que toda su animosidad viniera por parte de su madre.

 El hecho de que no supiese absolutamente nada de ella, como ¿Dónde estaba? ¿Cómo se llamaba? O si siquiera estaba viva, la hacía creer que quizás la mujer era culpable de algo. 

Aunque ¿Cómo afirmarlo? Joseph jamás le había hablado de ella. Reforzando la teoría de que quizás, sí había nacido de un repollo. Se llevó el auricular al rostro y marcó el número que más rápido acudió a su cerebro, el de Fiona por supuesto. El tono no sonó más de dos veces cuando una mano se apoderó del teléfono y le colgó la llamada a la fuerza.

— ¡Oye!—exclamó más que enrabiada por esa actitud tan infantil— ¿Qué demonios te crees?
— ¿Qué haces?

—Hago una llamada, tu padre me lo permitió.
—Pues yo no—Le respondió con esa sonrisita de superioridad que ya comenzaba a encender su ira.

Demi estaba dispuesta a comprender su enfado, estaba dispuesta a dejarlo que se enfriara un poco para luego poder hablar como seres civilizados. Pero Joseph, realmente se estaba esforzando por echar a pique su fuerza de voluntad. 

Era como si internamente, él quisiera fastidiarla por la simple razón de encontrarlo divertido o sugestivo ¿Quién sabe? Mas tratándose de la mente retorcida de ese hombre.
—Me voy a mi casa, me dejes o no hacer la llamada.

—Es una caminata de hora y media—Él tenía razón, Darius vivía fuera de la ciudad en su bonito chalet alejado de la ajetreada y escandalosa Londres. Si bien el paseo hasta allí se veía estupendamente bien, caminarlo no era ni remotamente tan atractivo como parecía. Y menos con ese vestido arrugado que llevaba o sus muy poco prácticos tacones.

—Entonces pídeme un taxi—Joseph apoyó una mano en la pared a sus espaldas, inclinándose sutilmente hacia ella. Demi se apretó un poco contra la mesa, casi sentándose sobre el teléfono.
—No.
—Joseph, pídeme un taxi—Insistió sin encontrarle sentido a esa charla, él bajó incluso más.

—No—Le susurró casi rozando su boca al hablar.

Demi inconscientemente se humedeció los labios y él siguió el movimiento con la mirada destellando deseo. Hacía falta un leve empujón

por parte de cualquiera de los dos y ellos se encontrarían como la noche anterior, descubriendo el sabor en la boca del otro. Pero Demi estaba molesta, no podía dejarse enmudecer por el magnetismo de su cuerpo. Aunque a nada estuvo de permitirse una recaída. Ahora era famosa, las recaídas estaban de moda.
Se apartó.

—El taxi—Le recordó, como si aquella conversación hubiese tenido parte ocho días atrás. ¿Por qué ocho y no diez? Bueno ella pertenecía al club que se preocupaba por la mantención de las curvas pronunciadas.

 De allí que religiosamente injería su dotación diaria de pastelillos con cobertura rosa.
—No te vas a ir a ninguna parte—Él bajó su brazo y dio un paso atrás.

— ¿Qué?—inquirió deteniéndose a analizar aquello— ¿Qué demonios estas diciendo?

—Estoy diciendo que de aquí no te vas—Le respondió, mostrándose exasperado. ¿Él estaba exasperado? ¿Cómo debería estar ella?
—Aguarda un segundo ¡Tú no puedes detenerme aquí!

—Puedo ¿Acaso no lo ves? Si te pones difícil, no tengo problemas en amarrarte. — ¡Oh por Dios! La teoría de que la encadenarían en el sótano, llenó su mente como un caudal de río desbordado.

— ¡Eso es secuestro!— ¿Acaso él no se daba cuenta de lo que decía?

—Más bien es retención en contra de tu voluntad— Demi abrió la boca, por un instante incapaz de decir algo que no llevara la frase “hijo de puta” como precursor.
— ¿¡En que mierda se diferencia!?

—En que suena más bonito como yo lo digo—Ah ok, si no la estuviese secuestrando incluso tal vez reiría por esa justificación.
—Joseph ¡Estas demente! Me voy a mi casa—Con toda la dignidad que podía tener en su vestido arrugado, emprendió el camino hacia la puerta principal.

No llegó a dar ni tres pasos, cuando sintió su mano cernirse alrededor de su muñeca para luego volverla de un solo tirón. Él posicionó su boca junto a su oído y la respiración de Demi se disparó automáticamente, reaccionando a su cercanía como si fuesen viejas conocidas.

—Si intentas salir por esa puerta…—susurró con una verdadera nota de amenaza en su voz—No respondo por mis actos. —Ella se apartó lo suficiente para verlo a los ojos. La mirada que le ofreció le dejo todo claro, él realmente no bromeaba. La iba a mantener allí le gustara o no.
—Joseph…—La silenció posando un dedo sobre su boca.

—Hasta que sepa quien fue, tú no te vas de aquí—Demi pasó saliva y sacudió la cabeza.
—Yo no lo hice—Le dijo tratando de reflejar la verdad en su voz.

Joseph la miró por un segundo, hasta que sus ojos azules como el hielo parecieron perder la dureza de momentos antes. Vaciló un instante bajando la vista a su boca y nuevamente la enfrentó. La nota de furia volvía a enmascarar sus rasgos, tragándose cualquier otra emoción de empatía.

—Espero que no—Y tras decir aquello se dio la vuelta, para luego tomar unas escaleras que ascendían por el lateral izquierdo de la casa.

Ella se mantuvo de pie en el recibidor sin saber cómo reaccionar. Finalmente Darius fue en su rescate, mostrándose completamente hospitalario. Demi iba a admitir que para ser un secuestro, el lugar estaba de muerte. 

Quizás y se dejaba secuestrar con más frecuencia.
Si bien intentó esconder la confusión que se desataba en su interior, una vez que se excusó para tomar una ducha y ponerse más cómoda —todo en aras de hacer que su anfitrión no se sintiera mal—no pudo engañarse por mucho tiempo más. No tenía idea cual sería su próximo movimiento. Por un lado quería entender o buscar una maldita explicación, por el otro pensaba en Joseph y se quería golpear a si misma por andar de bobalicona con él. 

Sí era guapo, pero ella tenía más control que eso. No podía andar babeando cada superficie, cuando él decidía ponerse más cerca de lo que admitía la decencia. Y eso era tan frustrante. 

Joseph estaba molesto con ella y jugaba con la atracción que sentía por él, solo para hacerla sentir mal. Demi ya había descubierto su truco. Y lo odiaba por eso. Y diablos, también le gustaba tanto. ¡Malditas hormonas! No se puede vivir de este modo.
Descorrió las cortinas con furia, encontrándose con una piscina de tamaño olímpico del otro lado. Parte de su frustración, se aliviano frente a esa visión. Toda su vida había soñado con tener una bañera que hiciera masajes, y finalmente llegó a ella producto de un secuestro. Esto tenía su lado bueno después de todo. Quizás hasta podría hacer un clavado en esa cosa y no tocar su fondo.

—Oh pues, tendré que descubrirlo—Se dijo así misma mientras dejaba correr el agua y se permitía apreciar el vaho humedeciendo las paredes y llenando todo el aire con su espesa cualidad de luces y sombras. Faltaban las burbujas y ella comenzaría a fingir el síndrome de Estocolmo.

Notó que una brisa se colaba por una pequeña ventana, echando a perder su ambiente climatizado. Fue hasta ella y se impulsó sobre las puntas de sus pies para cerrarla, entonces escuchó un sonido a sus espaldas.

—Tu trasero no pasaría por ahí, así que ni lo intentes—Ella dio un respingo y se volvió completamente estupefacta. ¿Qué había dicho de su trasero?
— ¿Qué demonios haces aquí?
—Te echo un ojo—Vaya ¿Estaba lloviendo honestidad y no le habían avisado?

—Te puedes ir, pienso darme una ducha—Joseph observó la bañera y luego a ella.

—Al menos que el concepto de ducha haya cambiado últimamente, pienso que el tuyo necesita una redefinición.

—Oh bien, la vi y no pude resistirme. Demándame—Él sonrió. Fue rápido, involuntario y totalmente encantador.

—Tal vez lo haga—Y con eso echó los resquicios de esa cautivadora sonrisa al retrete.

—Bien, mientras analizas los pros y contras sobre esa decisión…—Avanzó para tomarlo de un brazo y empujarlo hacia la puerta—Yo voy a disfrutar de esa bañera. Si no te molesta, algunos de nosotros tenemos mejores cosas que hacer que andar de ogros por la casa.
—No te pongas demasiado cómoda—Ella se detuvo en seco.
.
— ¿Qué quieres decir?— ¿Qué podían significar esas enigmáticas palabras? ¿Había descubierto quien había vendido la foto? ¿Ya estaría exonerada? ¿Podría tomar su baño antes de que la corriera?
Las dudas quedaron flotando junto al vapor del agua caliente, Joseph terminó de llevarse a sí mismo hacia la salida y con un certero golpe de puerta, la dejó sola para que tomara su baño.

 Demi quiso salir para seguir increpándolo, pero en vez de eso se dio la vuelta, se quitó su vestido y se hundió en el agua con la temperatura justa.

Al carajo los hombres, ella tenía esa cosa masajeándole en partes que ningún hombre sabría apreciar. ¿Quién necesitaba a Joseph teniendo esa bañera?