miércoles, 26 de junio de 2013

Marido De Papel Capitulo 7




¡Dios en el cielo! —Le daban ganas de tirar el documento al suelo y pisotearlo. Su cara había pasado del blanco al rojo en un momento—. Es una elección endiablada. ¡Tengo que casarme contigo o terminaré con un stock de coches de carreras al lado de mi granero donde tengo mi caballo y mis yeguas! Moverlo todo costaría medio millón de dólares!
—Si me dejar hablar… —dijo en voz más alta—. Joe, creo que hay una forma impugnar el testamento.

—¡Oh, claro, podemos decir que estaba loco! —sus ojos negros echaban chispas.
Ella enrojeció. Sus palabras fueron insultantes. Lo amaba pero, ni siquiera a él, le iba a permitir que la tratara así. Se puso de pie y fulminándolo con la mirada, dijo:

—¡A mi padre debía gustarle la idea de que me casara contigo! —gritó—. ¿Qué te hace pensar que eres un trofeo, Joe? Eres bastante mayor que yo, en primer lugar y, en segundo, ninguna mujer sensata querría casarse con un hombre que sigue enamorado de su ex esposa.

Él apenas podía respirar. Su rabia era tan intensa que Demi sintió que le temblaban las rodillas a pesar de la valentía de sus palabras.
Sus ojos negros la miraron con desprecio.

—Me gusta mirar tu cuerpo, pero un par de besos y unas caricias, a mi modo de ver, o justifican la propuesta de matrimonio.
—Tampoco en el mío —dijo con el orgullo bastante maltrecho—. ¿Por qué no te vas a tu casa?

Con los puños apretados, pensó que era increíble lo había leído en ese testamento. Iba más allá de todo lo normal el que el padre de Demi y el que él consideraba su amigo, les hubiera apuñalado por la espalda de esta manera.

—Debía estar perturbado, —dijo él como un disco rallado—. No entiendo porqué no ha confiado en ti. ¡No había ninguna necesidad de que especificara el matrimonio para que heredaras lo que es legalmente tuyo!
Ella alzó el mentón.

—No sé por que pensaba así —le recordó ella—. Está muerto —sus palabras eran duras y destilaban veneno. Estaba aún en medio del dolor por el fallecimiento de su padre.
Joe no había considerado que la estaba hiriendo, pensó, o tal vez, simplemente le daba igual. Estaba demasiado enfadado para pensar con claridad.
Él resopló.
—Es poco tramposo —acusó—. Has estado enamorada de mí desde hace mucho tiempo, y lo he tolerado. Era divertido para mí. Pero esto no es divertido. Esto es bajo y rastrero. Pensaría mejor de ti admites que tú le diste la idea a tu padre.

—Me importa un carajo lo que pienses de mí —dijo ella con un nudo en la garganta. Su orgullo estaba por los suelos y estaba luchando contra sus rabiosas lágrimas—. Cuando hayas tenido tiempo de superar la crisis, me gustaría que vieras a mi abogado. Entre los dos, estoy segura de que encontraréis alguna forma de arreglar esto. ¡Porque no me casaré contigo aunque vengas con una suscripción a mi revista favorita y un nuevo Ferrari! Si estuve enamorada de ti antes, ahora ya es historia.

Inspiró por la nariz.
—Entonces lo de esta mañana en el campo ¿Qué fue? —le reprendió.
—Lujuria —le escupió ella.

Él recogió su sombrero, mirándola con frío desprecio.
—Veré lo que puedo hacer acerca del testamento. Puedes ponerte en contacto con tu madre —añadió puntualizando—. Ella es rica. Estoy segura de que no te dejará morirte de hambre.
Con los brazos cruzados sobre su pecho, dijo:

—No le voy a pedir a mi madre ni lo largo de una uña, aunque me estuviera muriendo, y lo sabes.

—Estas son circunstancias desesperadas —dijo él, un poco más calmado ahora.
—Mis circunstancias ya no son de tu incumbencia —dijo con una voz demasiado calmada como para fiarse—. Adiós, Joe.

Él se caló de golpe el sombrero hasta los ojos y se dirigió a la puerta, pero cuando llegó hasta ella, se giro y la miró por encima del hombro. Estaba pálida y tenía los ojos brillantes. Sabía que estaba de luto por su padre. También debe de tener miedo, ya que su herencia estaba condicionada a una petición imposible. Si no se casaba con ella, iba a perderlo todo, hasta su casa. Él hizo una dolorosa mueca.

—Adiós, —repitió con firmeza. Sus ojos tenían una mirada azul tan profunda y oscura que le dio miedo. Lo miraba como si le odiara.
É hizo una corta inspiración.

—Mira, ya veremos como podemos hacerlo.
—Tengo veintidós años, —dijo con orgullo—. Es hora de que empiece a cuidar de mí misma. Si pierdo el rancho, voy a pedir un préstamo y volver a la universidad. De todas formas, ya he terminado la educación primaria.

No había pensado que podría desaparecer. De repente, su vida se puso más patas arriba que antes. Betty venía de camino a la ciudad, el padre de Demi trataba de obligarlo a un matrimonio que no desea y ahora Demi se iba. Se sentía abandonado.
Soltó un juramento que no le había oído decir antes.

—Entonces, vete de una maldita vez, —dijo furioso—. Será un placer no tener que rescatarte de media docena de desastres por día.

Él cerró de un portazo y ella se hundió en una silla, sintiendo de pronto la cálida humedad de las lágrimas que había estado reteniendo orgullosamente para que él no las viera. Por lo menos ahora sabía lo que pensaba de ella y tendría que aprender a vivir con ello.

El resto del día fue una pesadilla. Al final, se sentía enferma por todos recuerdos que había en la casa. El dolor y la humillación le hicieron coger el teléfono. Llamó a Joel, el más antiguo de sus dos trabajadores temporales en el rancho.

—Me marcho un par de días, —le dijo—. Me gustaría que Ernie y tú cuidarais el ganado para mí. ¿De acuerdo?
—Claro, jefa. ¿A dónde va?
—Estaré incomunicada.
Ella colgó.

Sólo le llevó unos minutos hacer una reserva en un modesto hotel en el centro de Houston y hacer una pequeña maleta con suficiente ropa para el fin de semana. En pocos minutos estaba montada en su coche y se puso en camino, después de haber cerrado la casa. Joel tenía una llave, por si necesitaba entrar.

Pasó el fin de semana viendo películas por cable y experimentando con nuevos peinados. Vagando alrededor de las tiendas arriba y debajo de la ciudad, aunque no compró nada. Ahora tenía que ahorrar, hasta que solicitara y obtuviera una beca en la universidad. En un impulso llamó a un par de colegios de la zona y pidió que le enviaran los catálogos a su domicilio en Jacobsville.

El fin de semana había sido una extravagancia, pero tenía que huir. Se sentía como una turista, ya que visitó todos los puntos de interés, incluyendo el famoso monumento de San Jacinto y el canal de buques que entraban y salían en la ciudad portuaria. 

Al día siguiente, una fuerte lluvia que produjo inundaciones, la obligaba a permanecer un día más en la ciudad o a usar su Bronco como una barcaza, ya que las calles cercanas al hotel estaban demasiado inundadas para que se pudiera conducir con seguridad.

Hasta la tarde del lunes, no pudo empezar su largo viaje hacia rancho. Y lo primero que notó conforme se acercaba a la casa fue la gran cantidad de vehículos de la policía.
Conmocionada, ella se detuvo y paró el coche.

—¿Qué ha pasado? ¿Alguien ha destrozado mi casa? —preguntó al primer policía al que se acercó, un oficial de la oficina del sheriff del Condado.
Él arqueó las cejas.

—¿Vive usted aquí? —preguntó.
—Sí. Soy Demi Lovato.

Él riéndose entre dientes, le dijo a los otros tres hombres, uno de los cuales era un policía de la ciudad de Jacobsville.

—¡Aquí está! Ella no ha hecho nada malo.
Llegaron hasta ellos, con un Joel de aspecto desesperado a su lado.
—¡Oh, señorita Lovato, gracias a Dios —dijo Joel, estrujándose las manos. Su pelo se había vuelto blanco de repente y la miraba con los ojos vacíos.
—¿Qué es lo que pasa? —pregunta.

—¡Pensaron que yo la había matado y había escondido el cuerpo! —explicó Joel, mirando nerviosamente a los oficiales de la ley.
Demi, abrió los ojos como platos y preguntó:
—¿Por qué?

—El Sr. Jonas se ha marchado y nadie lo ha encontrado todavía —dijo Joel frenéticamente—. Le dije que usted se había ido, pero que no sabía dónde, y él explotó y empezó a insultarme porque no le decía lo que no sabía. Cuando vino hoy otra vez, llamó a la policía. Estoy tan contento de verla señorita Lovato. ¡Tenía miedo de que me llevaran a la cárcel!

—Siento que hayas tenido que pasar por todo esto, Joel, —dijo cada vez más incomoda—. Debería haberte dicho que iba a Houston, pero no se me ocurrió que el Sr. Jonas quisiera saber a dónde iba —añadió amargamente.

El oficial hizo una mueca avergonzado.
—Sí, él dijo que habían discutido y temía que podrían haber hecho alguna cosa locura…
Ella lo miró tan furiosa que se interrumpió.

—¡Si eso no es una presunción, no sé qué es! ¿Creen que estoy tan desesperada como para pensar en suicidarme por alguien tan arrogante, egoísta e insoportable como el Sr. Jonas! ¿Me ven tan desesperada?

Él carraspeó.
—¡Oh, no, señora, no me lo parece!

Mientras él se defendía, Joe entró por un lado de la casa para ver que había pasado con la desaparición y se detuvo cuando vio a Demi.

Marido De Papel Capitulo 6




Se preparó un almuerzo ligero y un café y volvió a pensar en la valla derribada. Pero otro desastre era demasiado. Era propensa a los desastres cuando Joe estaba cerca de ella, y parecía provocarlos rápidamente, incluso cuando no estaba.

 La había rescatado de un toro, cuando se le engancharon los pies en la cerca del corral, otra vez de una vez una serpiente de cascabel y dos veces de las balas de heno que se habían caído. Debería estar preguntándose si habría alguna manera de deshacerse de ella de una vez por todas.

Fue muy amable por su parte, no haber comentado todo esto cuando la había rescatado de la valla. Seguramente se había sentido tentado a hacerlo.

Tentado. Volvió a ruborizarse al recordar, una vez más, la intimidad que habían compartido. En los siete años que hacía que se conocían, nunca la había tocado hasta hoy. Se preguntaba por qué lo había hecho.

El sonido de un coche, llegando por el camino rural, entró a través de la cocina y la puerta de calle, al la vez que vio de refilón el lujoso coche negro de Joe en la entrada. Él no era un al que le gustara llamar la atención y tampoco se rodeaba de cosas lujosas, lo que hacía que su coche fuera una excepción. 

Siempre le habían fascinado los coches grandes de color negro y parecía que no había cambiado en eso, ya que cada dos años lo cambiaba por otro negro.
—¿No te cansas del color? —le había preguntado ella una vez.

—¿Por qué? —le había respondido, lacónicamente—. El negro va con todo.

Llegó hasta el porche, y la expresión de su cara era una que no había visto antes. Estaba como siempre, impecablemente vestido y bien afeitado, arrebatadoramente guapo, pero había algo diferente. Después de su breve interludio en el pasto, el ambiente entre ellos estaba un poco tenso.

Tenía las manos metidas en los bolsillos, mientras admiraba su cuerpo con su mirada agitada.
—¿Te lo has puesto en mi honor? —le preguntó.
Ella se sonrojó ya que, por lo general, siempre vestía vaqueros y camisas de manga corta o camisetas sin mangas. Ella casi nunca usaba vestidos en el rancho, ni tampoco se dejaba el pelo suelto alrededor de sus hombros. Normalmente llevaba una trenza.
Ella se encogió de hombros decepcionada.

—Sí, supongo que sí —dijo, mirándolo con una triste sonrisa en los ojos—. Lo siento.
Se sacudió la cabeza.

—No hay necesidad de pedir disculpas. Ninguna en absoluto. De hecho, lo que ha pasado esta tarde me han hecho pensar en algunas cosas que quiero hablar contigo.
Su corazón saltó dentro de su pecho. ¿Le iba a hacer una proposición? ¡Oh, Dios mío!, ¡si lo hacía nunca tendría que conocer la tonta cláusula del testamento de su padre!


Fue hacía la cocina y colocó una ensalada y un plato de fiambres en el centro de la mesa, en la que ya había puesto dos cubiertos. Sirvió café en dos tazas café y, dándole una a él, se sentó. No tenía que preguntarle como le gustaba el café, porque ya sabía que le gustaba sólo y así de lo dio. Era otra de las muchas cosas que tenían en común.

— ¿Qué querías preguntarme, Joe? —dijo ella, después de que se hubieran comido y tomado dos tazas de café. Tenía los nervios de punta por la intriga y la anticipación.

—Oh. Eso —se inclinó hacía su taza de café, medio vacía, que tenía en la mano—. Me preguntaba si estarías dispuesta a echarme una mano con en asunto de mi ex—esposa.
Todas sus esperanzas se derrumbaron.

— ¿Qué tipo de ayuda? —preguntó, tratando de parecer indiferente.
—Quiero que aparentes ser mi novia, —dijo con franqueza, mirándola—. Si pensamos en lo que pasó esta mañana, no debería ser demasiado difícil fingir miraditas y arrumacos, ya que parece que podemos mantener nuestras manos quietas. ¿Qué te parece? —preguntó con una sonrisa burlona.

Ahora lo entendía todo, su extraño comportamiento, sus observaciones, su experimento en el campo, en resumen: su curiosa actuación. Su querida ex—esposa venía a la ciudad y él no quería que todos supieran lo que le dolía su pérdida. Así que quería que Demi fingiera que era su nuevo amor. No quería una nueva esposa, quería una actriz.
Ella miraba a su café.

—Supongo que no quieres volver a casarte, ¿verdad? —pregunta con disimulo.
Él desvió la vista a la derecha.

—No, no, —dijo sin rodeos—. Con una vez fue suficiente.
Ella gimió. Su padre la había colocado en una posición intolerable. De alguna manera, debía haber sospechado que se le acababa el tiempo, ya que, en caso contrario, ¿por qué había llegado a tales extremos en su testamento para asegurarse de que su hija estaba protegida después de su muerte?

—Has estado actuando de manera extraña desde que murió tu padre, —dijo de repente, entornando sus ojos—. ¿Hay algo que no me hayas dicho?
Ella se encogió de hombros.
— ¿Hay alguna deuda pendiente o algo así?
—Bueno…
—Porque si ese es el caso, puedo ayudarte con el problema, —continuó, sin arrepentimiento—. Tú me ayudas mientras Betty esté aquí, y voy te ayudo a pagar las deudas que haya. Puedes mirarlo como si fuera un trato.
Ella quería revolcarse en el suelo y gritar. Nada estaba saliendo como quería. Ella le miró con angustia.
— ¡Oh, Joe! —ella gimió.
Él frunció el ceño.

—Vamos. No puede ser tan malo. Dímelo.
Ella tomó aliento y fue hacía él.
—Hay una manera más sencilla… Creo que tienes que leer el testamento de papá. Voy a buscarlo.

Entró en el salón y cogió del cajón de la mesa el testamento de su padre. Volvió a la cocina y se lo entregó a un desconcertado Joe, mirando como él abría, con sus elegantes manos, la carpeta que contenía el documento.

—Y antes de que empieces a jurar, y debes saber que yo no tenía la menor idea acerca de la cláusula, —añadió entre dientes—. Para mí fue gran shock, al igual que lo será para tí.
— ¿La cláusula? —Murmuró mientras miraba más despacio el testamento—. ¿Qué cláusula…? ¡Oh, Dios mío!

—Ahora, Joe… —comenzó, intentando con mucho esfuerzo calmar la furia que veía en su cara.

Mi Adorable Rebelde capitulo 23




Se me ocurre que podríamos poner montañas de cartulina en las paredes— continuó Swiss Kriss —. Y tal vez una enorme montaña de cartón piedra en el medio del gimnasio, como para tener que escalarla para pasar de un extremo a otro del salón.

Tuve una breve visión del juicio que podrían hacerle al colegio como resultado de vente chicos tratando de escalar un montículo de cartón piedra y cayéndose.
—Tal vez se pudiera instalar un declive en el piso del gimnasio— sugerí.

— ¡Caramba, es una Buena idea! — Reconoció Swiss Kriss—. ¿Cómo lo podemos hacer?
Sonreí.
— Bueno, en realidad no creo que sea posible, a menos que haya un terremoto. Era una broma.

— Oh. — Swiss Kriss estaba decepcionada — De todos modos, voy a llamar al encargado para preguntarle. Nunca se sabe— Sonaba un poco más optimista — Bueno, gracias Cynthia.
— Demi — la corregí.

— ¿Qué?
— Mi nombre es Demi — dije vacilante —. ¿Recuerdas? Tú me llamaste.
—Oh, por supuesto— dijo Swiss Kriss muy tranquila— Cynthia es la siguiente persona en mi lista. Lo siento. Y ahora, ¡Adiós!

Colgué y espere un minuto mientras observaba el teléfono. Estaba casi convencida de que Swiss Kriss perdería su puesto en la lista otra vez, para volver a llamar y decir: Hola, habla Swiss Kriss, ¿Te gustaría trabajar en la comisión del Baile de Otoño?.

Pero el teléfono no sonó, de modo que subí a hacer mi tarea de matemática con una sensación de alegría (¿Y cada cuanto tiempo le ocurre eso a alguien que debe hacer una tarea de matemática?).

Yo, la llamada embajadora de los estudiantes, iba a estar en la comisión del Baile de Otoño. Nadie me lo había pedido antes. Me sentí como una actriz principiante al ser descubierta por un productor de Hollywood. O quizá como una solitaria extraterrestre al descubrir signos de vida en otro planeta… Como si todo un mundo nuevo se estuviera abriendo ante mí.

Al día siguiente, Katie me llamó después de clase y dijo:
No vas a creerlo. ¡Pasó la cosa más excitante de la Tierra!
No pude decir nada por un instante, tanta era mi decepción. Sucede la cosa más excitante de la Tierra y yo estoy en lo del dentista.

A veces me preocupa que la esencia de mi vida entera pueda resumirse en ese tipo de frase. ¡Como cuando una vez leí en el diario lo de esa chica que se salvó de morir en un accidente de avión porque se había quedado en su casa, enrulándose el pelo! Quiero decir, sin duda ella y su familia deben haberse sentido muy contentos porque perdió el vuelo, pero, sinceramente, ¿no se imaginan que clase de persona era?

¿ Demi? dijo Katie ¿Estás ahí?
Si respondí, todavía descompuesta por un sentimiento de derrota . ¿Qué pasó?

¿No lo sabes? dijo Katie ¿De veras no lo sabes?
Si supiera, ¿estaría preguntándote que pasó? repuse irritada.
Está bien dijo Katie alegremente, entusiasmada con su historia Hoy estábamos todos en clase de literatura, y no vas a creer lo que nos hizo hacer la señora McCracken.

¿Qué? dije, ya un poco cansada.
Nos hizo cantar esa ridícula tonada inglesa del siglo trece dijo Katie con deleite Es decir, teníamos que seguir a un tipo que cantaba en un disco, pero tuvimos que hacerlo de a uno.
¡Oh caramba! me compadecí.

Fue horrible siguió Katie Llamó a una chica y, mientras ella cantaba con un hilito de voz, todos los demás nos mirábamos y esperábamos que la tierra se abriera y se tragara a la señora McCracken.

Es espantoso, Katie asentí, un poco impaciente ¿Pero no vas a decirme lo que pasó?

Estoy llegando me aseguró Katie Cuando la chica iba por la mitad de la canción dos detectives de la sección de estupefacientes, vestidos de civil, entraron como una tromba y se apoderaron del macetero que la señora McCraken tiene en la ventana.

¿Qué? dije boquiabierta.
Por supuesto, en ese momento no sabía que eran policías vestidos de civil continuó Katie vivazmente . Pensé que eran hombres de negocios o algo por el estilo. Pero entonces Joseph dijo…

Mira la interrumpí por favor no me menciones a ese tipo, por favor te lo pido. ¿Te gustaría que hable de Marea…?

Está bien concluyó Katie a toda velocidad En fin no vas a creerlo, pero ¡los detectives confiscaron el macetero porque dijeron que la señora McCraken cultivaba marihuana allí dentro!

Caramba, jamás volveré a pedir turno con el dentista durante las horas de clase.
¿Era cierto? pregunté por fin ¿De veras cultivaba droga?
Traté de recordar si alguna vez había visto a la señora McCracken regar el macetero o algo por el estilo. Quizás me llamaran como testigo.

Bueno, supongo que sí, porque se fueron con el macetero dijo Katie.
¿Dónde está la señora McCracken ahora? pregunté ¿La arrestaron o qué?
No dijo Katie, pesarosa Si bien todos pensaron que iban a hacerlo. Cuando la hicieron salir del aula, ella clamaba que era inocente.
Oí la voz de mamá que me llamaba para ir a cenar.

Tengo que cortar. Estamos por comer y quiero hablarle a papá de esto.

Esta bien, pero luego llámame y cuéntame todo lo que diga tu papá acerca de la señora McCracken pidió Katie Y si el teléfono te da ocupado, será mi madre hablando con mi abuela sobre absolutamente nada, de modo que llama a la operadora para pedir una interrupción de urgencia. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 22




¿Por qué no escuchar un minuto?.Volví a poner el tubo junto a mi oído.
— Bueno — estaba diciendo Joseph —. ¿Vas a ir al baile de otoño?
Mi corazón empezó a latir enloquecido.

¿Estaba por oír cómo invitaba a salir a una chica?
— Craso error — contesto Marty Richards, con tanto énfasis que casi me echo a reír--.Odio los bailes No vas a decirme que tu si iras.

— No lo sé — dijo Joseph antes de reírse —. Casi seguro que no. La chica a quien me gustaría invitar jamás aceptaría.
— En fin, esa noche iremos a jugar al bowling o algo por estilo — comentó Marty, la propia esencia del consuelo.

— Esta bien — dijo Joseph —. Escucha ¿quieres venir a ver conmigo Las chicas de la playa por cable?

— Oh sí, no bien — comenzó Marty, pero yo ya no escuchaba. Colgué con suavidad.
La chica a quien me gustaría invitar jamás aceptaría, me repetí mientras me sentaba en un banco frente a la mesada de la cocina. Sentí que se me aceleraba el pulso. ¿Estaría hablando de mí? 

Lo recordé inclinándose hacia mi durante la clase de literatura, y también recordé ese extraño aleteo que a veces veía en sus ojos cuando me hablaba. Luego pensé en su mano cálida en mi cintura, en la fiesta de Bobby, e imagine la sensación que me causaría esa mano si nos estuviéramos dirigiendo a la pista de baile…

Luego recordé algo más; su comparación con la insignificante hija del director de su colegio anterior.
Baje del banco de un salto y salí de la cocina.

Era una completa locura pensar en bailar con Joseph Conner.
A pesar de mi decisión, seguía pensando en la conversación entre Joseph y Marty cuando sonó el teléfono, después de la cena.
—Hola, ¿ Demi? Habla Swiss Kriss.

Pensé que Katie me estaba haciendo una broma, y no les cuento lo cerca que estuve de cometer una estupidez irreparable, como la de emitir un largo grito alpino (¡Yodelayeehoo!), cosa que habría significado el fin de mi vida social, por pobre que sea.

Por suerte dude, en la esperanza de que fuera de veras Swiss Kriss. Supongo que eso me hace muy mezquina porque, por lo que sé de ella, no es muy buena persona. Katie me contó que cierta vez la pusieron como compañera de Swiss Kriss en un viaje de reconocimiento — 

ahora que lo pienso era para la clase de alemán y fueron a Frankenmuth, que es esa mísera trampa para turistas en el sur de Michigan especializada en queso suizo, en sauerbraten (carne de vaca macerada en vinagre), y en chocolate Lindt

En fin, parece que Katie y Swiss Kriss se sentaron juntas en el viaje de isla durante una hora y media, y Swiss Kriss le hizo muchas preguntas acerca de su vida, y Katie se sintió contenta y halagada e iba pensando: Bueno, Swiss Kriss es de veras encantadora. Luego, al subir de nuevo al ómnibus para el regreso, Swiss Kriss se sentó al lado de Katie y le dijo: ¡Hola! Soy Kriss ¿Cómo te llamas?.
Ahí pueden ver qué capacidad tiene la chica para escuchar y para sentir un interés autentico.

Pero no puede negarse que Swiss Kriss es en verdad hermosa y extremadamente popular, y si había decidido buscar mi número telefónico y marcarlo, vamos, eso me halagaba.
— Hola, Swiss Kriss — dije
—Hola Demi — contesto ella.

Debo decir algo a su favor, con toda seguridad, nunca dejara de observar las reglas de la conversación, siempre va a decir por favor y gracias, y mencionará el nombre de su interlocutor tan a menudo como sea posible.

—Te llamo —continuo Swiss Kriss— porque alguien me dio tu nombre y sugirió que podrías estar interesada en trabajar en la comisión del Baile de Otoño.

—Me encantaría — dije al instante, lo cual, por supuesto, era una mentira. Porque ¿a qué persona cuerda le encantaría trabajar en la comisión del Baile de Otoño? Con todo, no pude menos que sentirme halagada. Después de todo, Swiss Kriss no llamaría a cualquiera. Tal vez mi imagen estuviera mejorando.

— Estupendo — dijo Swiss Kriss son su voz suave —. La comisión del Baile de Otoño se reúne todos los martes y viernes después de clase. ¿Quieres hacerme alguna pregunta?

— Bueno, solo una — conteste — ¿Quien te dijo mi nombre?
— Oh, alguien — dijo Swiss Kriss en tono vago
— ¿Quien?
— Alguien — repitió Swiss Kriss, ya molesta
Es imposible calcular el tiempo que habríamos podido seguir repitiendo esas dos palabras (¿Quién?. Alguien), pero al final me di cuenta de que Swiss Kriss no estaba protegiendo el anonimato de nadie, en realidad, no recordaba quien había sido. 

Estoy segura de que, cualquiera hubiera sido la conversación que tuvo lugar sobre mí, se había borrado de su mente al instante de haber terminado.
Supongo que debería sentirme afortunada de que haya recordado anotar mi nombre.
— En fin — dijo Swiss Kriss —, pensé que deberíamos tener una temática alpina.
Contuve una risita.

— Suena muy bien— dije con prudencia.