domingo, 9 de junio de 2013

Mi Adorable Rebelde capitulo 7




Joseph me miró.
Demi, estás obstruyendo el paso dijo.
Deslizó una mano por mi cintura y me sacó con suavidad del camino.
Sentí un extraño aleteo en el estómago. De repente, me sentí consiente de lo delgado que era el encaje de mi vestido. Luego pasó Juliet Miller y Bruce me soltó.
Se puso una aceituna negra en cada dedo y sonrió con aire travieso.
¿Te divertiste en la cena con tus padres?

Sí, claro respondí, sin dejar de sentir la calidez de su mano en mi cintura. Luego fruncí el ceño.
¿Cómo te enteraste de eso?
Te vi. Estaba comiendo con los chicos del colegio.

Sentí que me contraía. De modo que Joseph había visto a la hija del director y su familia cercana compartiendo saludablemente el pan en una noche de viernes. Estoy segura que debe pensar que soy un clavo más grande de lo que supuso al verme por primera vez.

 Como si lo viera: Joseph y su mesa lleno de amigos señalando y haciendo muecas ante el espectáculo de mi familia y yo.

¿Pero cómo se había hecho de amigos tan rápido? ¿Estaba en el Colegio Knox desde hacía un día exacto y ya cenaba con chicos de la escuela?
Crucé los brazos.

Hablas como si nunca hubieras comido con tus padres.
Joseph comenzó a masticar las aceitunas que tenía entre los dedos.
No en… un restaurante… en una noche de fin de semana. Sus ojos verdes bailotearon. Me habría dado miedo que todos me miraran pensando qué clase de fracasado cenaba con sus padres en lugar de hacerlo con sus amigos.
¡De modo que se estaba burlando de mí!

No tengo por qué escuchar esto declaré, y pasé a su lado justo en el momento que él empezaba a atacar el plato de pollo frito.

Me dirigí al rincón de la cocina donde Katie charlaba con Alex Case y Marty Richards, dos chicos del colegio populares y apuestos, pero totalmente hiperactivos. Cada vez que los veo pienso en semillas de limón, porque, cuando tenían doce años Marty le metió una en la nariz a Alex hubo que sacársela cirugía mediante.

¿Qué le dijo el médico al muchacho que se quejaba de que nadie le prestaba atención? le estaba diciendo Alex a Katie.
Katie sonrió con indulgencia.
¿qué?
¡El siguiente! gritó Alex y Marty se echó a reír
Yo suspiré.
Me voy le dije a Katie Puedes quedarte, si quieres.
¿Qué pasa? ¿El chico nuevo te dijo algo?
No. Solo quiero irme.
Marty me dirigió una mirada de conocedor.

Estás cansada, ¿eh? Supongo que o eres muy trasnochadora.
Lo mire con ojos relampagueantes. Marty en el fondo es inofensivo, pero no hay duda de que adhiere a esto: Demi -es-la-hija-del-director-por-lo-tranto-debe-ser-una-muy-buena-chica-en-la-escuela. Hago lo posible por ignorarlo.
Katie también lo ignoró.

Bueno me voy contigo dijo un poco confundida ¿Por qué no te quedas a dormir en mi casa? De todos modos mañana tenemos que estudiar juntas.
Estábamos saliendo de la cocina cuando nos encontramos con el señor y la señora Weller que entraba en ese momento. Tenían una expresión aturdida y horrorizada en la cara. Me pregunté que se había hecho de sus planes de pasar la noche en Grand Rapids.
Por suerte, no creo que el señor Weller haya reparado en mí. Miraba a Joseph, que mordisqueaba el último muslo de pollo.

Hijo dijo el señor Weller ese pollo era para nuestra cena del domingo.
Por supuesto, la llegada de los Weller provocó un éxodo masivo, y yo me encontré aplastada contra la pared a causa de la estampida. Swiss Kriss estaba justo frente a mí y se detuvo de repente, mirando por encima de mi hombro. Seguí la dirección de su mirada.

Joseph nos sonreía, con sus ojos verdes bailoteando alegremente. Hizo un ceremonioso gesto de saludo con el muslo de pollo y en el acto, mientras la multitud me llevaba hacia la puerta, sentí u inesperado hormigueo en la columna. Ese gesto, ¿estaría dirigido a mí por casualidad?

Seguro que ustedes conocen a algún profesor o a un miembro del cuerpo docente que está siempre malhumorado, que habla en tono monocorde y que nunca tiene contacto visual con los alumnos. Bueno, quizás no conozcan a ninguno, pero hay un término técnico para ese comportamiento: consunción psicológica. Cuando ciertas personas pasan cuarenta o más horas siendo objeto de burlas y mentiras por parte de los adolescentes, se vuelven grandes candidatas a contraerla.

Lo cual me lleva a hablar de Doc Ellis. Doc Ellis es probablemente el peor caso de consunción psicológica de la historia, cosa que no resulta sorprendente si se tiene en cuenta que no sólo enseñaba geometría hace veinte años, cuando mamá cursaba la materia, sino veinte años antes, cuando papá estaba en el secundario. Eso debería darles una idea de la edad de Doc Ellis.

 Sus trajes también parecen haber resistido varias generaciones. Ya saben a qué me refiero: manchados, arrugados, con los puños raídos, solapas anchas. Está bien, está bien, sé que no debería juzgarlo por su falta de elegancia y, de hecho, no tengo porque hacerlo… Puedo juzgarlo por su personalidad, que, para decirlo corto, es insoportable.

No sólo tiene la susodicha consunción psicológica derivada de haber enseñado demasiado tiempo en el secundario demasiadas décadas sino que, nunca deseó ser docente a ese nivel.

 El quería ser profesor universitario, pero su tesis doctoral fue rechazada al menos de acuerdo con la leyenda lo cual dio pie a que todo el mundo lo llamara Doc, por doctor, con un dejo de ligero sarcasmo. Su venganza consiste en ser lo más irritante posible y en presentar exámenes dificilísimos.

El primer examen difícil estaba programado para la segunda semana del curso lectivo. Al comenzar la hora, Doc distribuyó las pruebas y con su voz cansada y cáustica anunció que podíamos empezar a desaprobar. Luego se apoderó de sus cigarrillos y salio al vestíbulo a fumar (ya les dije que sufre de consunción psicológica).

A través del aula, intercambié miradas esperanzadas con Katie. Las dos somos un desastre en matemática, de modo que habíamos pasado el fin de semana estudiando para esa prueba. Al menos nos pareció que era todo el fin de semana, aunque probablemente hayan sido tres o cuatro horas. De todos modos, habíamos estudiado tanto que, por una vez, no me sentía condenada al fracaso.

Resolví los tres primeros problemas bastante rápido, me encontré cometiendo un error en el cuarto y lo corregí. Estaba tan concentrada, que sólo al rato me di cuenta de que todos se reían por lo bajo y se agitaban en sus asientos. Desorientada, levanté la vista y vi a Joseph Conner revolviendo los papeles del atril de Doc Ellis.
Fruncí el ceño y miré en dirección a Katie, pero ella parecía tan confundida como yo.

Joseph encontró lo que buscaba y se aclaró la garganta. Se estiró el cuello de su camiseta de rugby hasta extenderlo de modo que pareciera el de las camisas pasadas de moda de Doc.

Ya pueden comenzar a copiarse dijo con la voz ronca de Doc Ellis, en tono de ustedes-son-mi-perdición. Y luego leyó las respuestas de la prueba.


Oí el instantáneo deslizar de los lápices sobre el papel, pero estaba demasiado sorprendida como para moverme. No era que nunca me hubiese encontrado con alguien que se copiaba, eso es prácticamente un arte en el Colegio Knox , pero aquello resultaba tan… desfachatado. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 6



Supongo que eso significa que será una fiesta entretenida comentó Katie.
Espero que el ruido no llegue hasta mis padres dije en tono de broma Podrían preguntarse qué es lo que pasa y darse una vuelta para investigar.

Nos acercamos a la severa casa de ladrillos de los Weller, que casi literalmente palpitaba de música y conversaciones a gritos. Bobby Weller estaba parado en el porche delantero, fumando un cigarrillo. 

Bobby no se maneja muy bien con la presión que implica ser hijo de un miembro del cuerpo docente del colegio. Fuma y bebe y se rodea de malas compañías. Sin embargo, mal que me pese, me cae bien. 

Supongo que lo mismo ocurre con los profesores, porque no dejan de aprobarlo aunque jamás presente un trabajo. La escuela entera mantiene una amable conspiración para que no se entere el señor Weller, una de esas personas penosamente ingenuas que, con toda probabilidad, tampoco lo habría creído.
Hola, Bobby saludé.
Hola, Demi Me dedico una de esas sonrisas suyas vagas y aletargadas. Hola, Katie. Entren.
Nos abrimos paso hacia la cocina a través de la multitud. Había cifras astronómicas de botellas vacías esparcidas por todas las superficies del cuarto.

Lo único que quedaba para beber era un ponche de color rojo brillante en un bol de vidrio muy sucio y cubierto de huellas digitales. Katie y yo nos servimos dos copas con un cucharón. Lo probé.
¿refresco?
Katie bebió un sorbo y asintió.
Claro que, conociendo a Bobby contiene algo más que refresco.
Volví a probarlo.
Probablemente tengas razón, pero es tan dulce que no puedo adivinar de qué se trata.
Katie vio a un conocido en un rincón de la cocina y se dirigió hacia allí para saludarlo. Yo estaba agregando un poco de jugo de fruta en mi copa, cuando una voz a mi espalda dijo:

Eso no parece un suéter verde.
Me di vuelta. Joseph Conner había acercado una silla a la heladera y, sentado frente a la puerta abierta, inspeccionaba su contenido. Me aparte el flequillo de la frente con una sensación de aturdimiento.
Decidí no ponérmelo repuse con voz fría.

Es evidente. Joseph abrió un frasco de aceitunas negras y me lo ofreció. Sacudí la cabeza.
¿Volviste a llamar a Katie para decirle que habías cambiado de idea con respecto al suéter? ¿Por qué las chicas tendrán que hacer eso? ¿Y vas a tirar la blusa rayas de la que hablaba Katie? Me miró de cerca. A propósito no veo la forma de tu corpiño con ese vestido. ¿O es que no lo llevas puesto?

Antes de que pudiera pensar una respuesta cortante, Swiss Kriss entró en la cocina y dedicó a Joseph una dulce y brillante sonrisa. Joseph le ofreció el tarro de aceitunas.

Debo explicar que Swiss Kriss es la chica más bonita y popular del colegio. Su nombre, por supuesto, no es Swiss Kriss. En realidad es Krista Snowden, pero años atrás tenía un novio que tomaba mucha cocoa caliente y empezó a llamarla así por una marca de cocoa en cuya caja aparecía una chica vestida a la suiza: Swiss Miss. El nombre le quedó. Ahora, al comienzo de año, cuando los profesores pasan lista y preguntan por Krista Snowden, ella dice: Me gustaría que me llamen Swiss Kriss, por favor

Siempre lleva trenzado su largo pelo rubio y, por supuesto, en Halloween, la fiesta de las brujas, se disfraza de Swiss Miss, con pantalones de cuero y todo, como los que usan allá. Incluso cuando no es Halloween, tiende a vestirse como Swiss Miss: cuellos a lo Peter Pan, tiradores, faldas cortas plisadas y, a veces, medias que le llegan a la rodilla. Ah, ocasionalmente se pone vaqueros y una especie de camisa plisada de franela para lograr una apariencia más austera, pero nunca se aleja del estilo montañoso.

No hace falta decir que Swiss Kriss es casi la chica más linda del mundo: rasgos menudos y regulares, nariz pequeña, ojos azul oscuro, labios rojos, piel delicada, estatura no muy alta… se la imaginan, ¿no?
Y es muy aplomada. Tiene que serlo, si quiere tener éxito en ese asunto de Swiss Kriss.

Ahora le dedicó a Joseph otra sonrisa radiante, mostrando las perlitas de sus dientes de bebe.
Gracias, estoy tratando de dejarlas.
Te comprendo contestó Joseph Tuve un terrible problema hace unos años. Pero ahora solo como aceitunas en las fiestas.

Swiss Kriss se echó a reír mientras se alejaba ondeando la falda de su traje tirolés.

Sentí una puntada de celos, ¿Pero por qué iba a estar celosa de Swiss Kriss y Joseph? Supongo que Swiss Kriss es de esas personas que hacen brotar los celos que llevo dentro. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 5




La idea básica es que compartimos una línea telefónica con la casa de enfrente. No estoy segura de cómo funciona desde el punto de vista técnico; todo lo que sé es que, a veces, cuando uno levantaba el tubo, en vez del tono habitual se oía al señor Jameson hablando con voz monótona sobre su úlcera con algún amigo, y entonces uno tenía que colgar y esperar que terminara. 

Y a veces, cuando era el señor Jameson quien levantaba el tubo, me oía a mí que parloteaba con Katie, diciendo: Está bien, le dije, está bien…, instante por el cual el señor Jameson irrumpía para decir: Por favor, chicas, ¿no podrían dejar sus chismes para otro momento? Tengo que hacer una llamada urgente.

Ahora bien, ¿Cuántas llamadas urgentes tenía que hacer en su vida? Seguro que no todas las veces que él decía, puedo garantizarlo. Nadie…
El teléfono me arrancó de mi ensueño.
¿Hola?
¿ Demi? era Katie. Hace media hora que llamo y la línea me da siempre ocupada.
Creo que nuestros vecinos están usando la línea conjunta contesté.
Oh, caramba dijo Katie Pensé que cuando los Jameson se mudaran terminaríamos con ese asunto.

Bueno, papá dice que, supuestamente, la compañía telefónica debe avisarnos si los nuevos vecinos quieren cancelas la línea conjunta expliqué. Hasta ahora no hemos tenido noticias.

Katie suspiró. Creo que se irrita más que yo con esto de la línea conjunta.
En fin, ¿qué vas a ponerte esta noche?
No lo sé dije. Tal vez el suéter verde.
Oh, te queda estupendo.
Dices lo mismo de todo lo que me pongo.

No es cierto protestó Katie, indignada. No lo digo de esa camisa con rayas horizontales. La que deja que se te vea con toda claridad el bretel del corpiño.
Oh, cómo me gustaría ver eso se oyó la voz de un tipo desconocido en la línea.
Tanto Katie como yo quedamos atónitas y en silencio durante un instante. Después, en voz muy baja, Katie dijo:

¿Demi?
Estoy aquí contesté en un susurro.
No va a servir de nada que hablen murmurando dijo la voz Quiero decir no es como si estuvieran susurrando al oído de la otra. Cualquier cosa que digan seguirá viajando por la misma línea telefónica.
Me puse más derecha, aunque estaba sola en la cocina.

Señor comencé con mi voz más digna. Esta es una conversación privada.
Podían haberme engañado contestó el tipo. Su voz me resultaba vagamente familiar, pero no pude ubicarla con exactitud. Todo lo que hice fue levantar el tubo y allí estaban ustedes. Eso no suena muy….
Señor, por favor, cuelgue dije con firmeza.
Vamos, todavía no me enteré de lo que se va a poner Katie se quejó él.
Suspiré exasperada.
Katie dije en voz alta , te llamo más tarde.
Esta bien dijo ella, y colgamos.
Volví a la ventana y miré con rencor hacia la casa de enfrente. Adiós a la esperanza de que los nuevos vecinos tuvieran un hijo simpático. Que detestable era ese individuo.

Cierto movimiento llamó mi atención. Una figura había aparecido en una de las ventanas de la antigua casa de los Jameson, con algo blanco en la mano. A pesar de mis esfuerzos no logre descubrir que era. Me di vuelta con rapidez y revolví uno de los cajones de la cocina hasta encontrar los prismáticos que usa mamá para observar los pájaros.

Cuando Volví a la ventana la figura seguía allí. Levanté los prismáticos hasta mis ojos, y luego las manos me empezaron a temblar con tanta violencia que casi los dejé caer.

El objeto blanco era un letrero hecho a mano que decía HOLA, Demi. La figura que lo sostenía y agitaba alegremente era Joseph Conner.
Muy bien, de modo que Joseph Conner, el tipo que de la manera más ruda y ofensiva me había caratulado como la aburrida e insignificante hija del director en el mismo instante en que puso el pie en el Colegio Knox, vivía enfrente. 

Y compartía una línea telefónica con mi familia. Pero yo no iba a permitir que esos factores arruinaran el resto de mi último año… Ni tampoco que me arruinaran esa noche en especial. Me las arreglé para borrar a Joseph de mi mente durante la cena con mi familia. Y cuando llegamos a casa después de cenar, empecé a prepararme para la fiesta de Bobby Weller. Me puse un vestido corto de encaje negro que Katie me había traído desde San Francisco. 

Por lo general, no uso vestidos, me limito a vaqueros y suéteres, pero ese vestido me gustaba y la fiesta me ofrecía una buena excusa para usarlo. Además estaba tratando de cambiar mi imagen, ¿entienden?
Por supuesto me recordé a mí misma no resultaba tan patética como para necesitar cambiar mi imagen con desesperación. Porque no es que nunca haya tenido una cita. Mi historia romántica no será lo que se dice impactante, pero algo de experiencia tengo.

 De hecho tuve mi primera a los doce años y fue con quédense sentados un marinero de diecinueve que nos estaba pintando la casa para ganarse unos dólares durante su permanencia en tierra, o como sea que lo llamen a eso. En realidad, no es tan excitante como parece porque mis padres no sabían que era una cita o no me habrían dejado ir, y yo no sabía que era una cita, o no habría ido. Tanto mis padres como yo pensábamos que el marinero su nombre era Jerry me llevaba al cine por la tarde con su hermanita menor. (En fin, sólo me llevaba a ver una película que su hermanita ya había visto).

De todos modos, Jerry parecía muy seguro de que era una cita porque, no bien llegamos al cine, me llevo a la última fila y me pasó el brazo por los hombros. Dijo:
Me gustas, de veras Demi.

Tú también me gustas de veras conteste yo, porque aquello era lo que, al parecer, había que decir por cortesía. Después, incluso antes de que empezara la película, me dio un enorme y húmedo beso. Yo quedé muy sorprendida. Creo que Jerry se dio cuenta de que había ido muy lejos y no volvió a besarme, aunque si llamó esa noche a las once y dijo:
¿Qué pensaste de mi beso?
Yo dije:
No demasiado Y él nunca más volvió a llamar.
De bodoque, básicamente, los cuatro años siguientes los dediqué a estar enamorada de Ben Crimson. Ben es el hermano mayor de Katie. Tiene tan buena apariencia y el tan popular como ella, y me gustó casi desde el momento que nos conocimos en la escuela primaria. Durante los dos primeros años del secundario trate en lo posible de que no se notara; me imaginaba que no había manera que me correspondiese, y era probable que Katie se pusiera incómodamente protectora conmigo.

Luego pasó algo increíble. Ben me invitó al baile de promoción de mi segundo año. Fue algo así como el día más grande de mi vida, dicho desde un punto de vista romántico. Ben me dio un beso de buenas noches y me dijo que hacía mucho que le gustaba, pero que se sentía raro por ser yo una de las amigas de Katie. Bueno, ¡haberlo sabido antes! En fin, Ben terminó su año dos semanas más tarde y lo mandaron a Notre Dame para un verano de entrenamiento de fútbol antes de que empezara el nuevo año escolar. Cuando lo vi, para Navidad, estaba saliendo con la mitad de las chicas animadoras del equipo y ya era demasiado maduro para una chica de colegio secundario como yo.

Después de Ben, prácticamente estuve libre de enamoramientos. Fui al baile de fin de curso con un chico llamado Jon Stillerman, cuyo padre es el profesor de química. Pasamos un buen rato en el baile e incluso salimos algunas veces después de eso, pero de alguna manera se percibía que allí no había chispas. Además. Es un poco demasiado que la hija del director saliera con el hijo del profesor de química.

Terminé de vestirme para la fiesta de Bobby y fui a la cocina. Katie ya estaba allí, hablando con mis padres. Llevaba unos vaqueros y una camisa de terciopelo rojo. Su hermoso pelo sedoso de color trigo brillaba bajo la luz.
Oh, te pusiste el vestido que te regale dijo complacida.
Me apreté los codos, súbitamente cohibida.
¿Estoy demasiado elegante y ridícula?
Estás estupenda querida me aseguró mamá.
De veras estás espléndida coincidió Katie. Salgamos.
¿A dónde van? preguntó papá.
A una fiesta… en casa de los Johnson dije eligiendo un nombre al azar. Si papá llegaba a enterarse de que íbamos a casa de los weller, podía ponerse nervioso, pues sabía que el señor y la señora Weller se encontraban en Grand Rapids.
¿Van a una fiesta a las diez de la noche? Preguntó. Esa es otra cosa que no entiende de los adolescentes… nuestra manera de ser prácticamente noctámbulos.

Por último, salimos y comenzamos a recorrer las pocas cuadras que nos separaba de la casa de los Weller. Casi no habíamos llegado a la mitad del trayecto cuando empezamos a oír la música. 

lunes, 3 de junio de 2013

Mi Adorable Rebelde Capitulo 4



Después vienen mis hermanas mellizas, Anne y Liz, de nueve años de edad y que, por suerte no son idénticas. Lo último que necesitan es que las vistan con ropa igual. Liz es tierna y rubia, como mamá, y muy tímida. Anne tiene el pelo oscuro, es pecosa y usa trenzas, y es probable que haya nacido hablando. 

A veces, cuando estoy lejos de ellas, trato de recordar la voz de Liz y no puedo hacerlo. Y no porque hable poco. Creo que es porque Anne habla demasiado.

Luego está mi hermana de once meses, Debbie. La idea era que fuese un varón, pero salió tan linda que, basta mirarla para que no haya dudas de que es una nena. Es un montón de rulos rubios con enormes ojos azules y dulce piel de bebe. Cierta vez, un ejecutivo de publicidad la vio en el supermercado y arregló con mis padres para que la llevaran a una prueba de avisos de

comida para bebes. Por desgracia, antes de la prueba, mamá vio un fragmento de un programa llamado sesenta minutos, en el cual mostraban cómo trataban a los chicos en los avisos, y canceló el trato. En fin, que así es de hermosa Debbie, Además, es muy dulce y simpática y todos estamos locos por ella.

También mamá es muy atractiva. Si la ven en el parque empujando el cochecito de Debbie, probablemente pensarán que tiene veintisiete años en lugar de treinta y siete, y Debbie es su primer bebé. Es alta y esbelta, con un pelo rubio y ondulado que le llega al mentón, y unos hermosos ojos azules, de ese color que casi llega a ser azul marino.

 Además, tiene los pómulos salientes y una gran sonrisa. Al verla, se puede entender porque papá, que es veinte años mayor, decidió fugarse dos días después que ella terminó el colegio, arriesgándose a perder su puesto de profesor y causando un gran escándalo.

Es un poco más difícil entender a primera vista, quiero decir porqué mamá se escapó con mi padre. Como ya dije, él tiene veinte años más y su aspecto es el de un director de colegio segundario: mandíbula cuadrada, pelo oscuro con canas en las sienes, anteojos anticuados montados sobre armazón de carey, postura correctísima, nunca un pelo fuera de lugar.

 En realidad me alegra que sea tan meticuloso. Me dolería verlo atravesar el patio con la bocamanga del pantalón enredada en sus calcetines o algo por estilo.

Pero eso son solo las apariencias. Si conocieran de veras a mis padres, entenderían porque se sintieron mutuamente atraídos: no hay dos personas más ingenuas y menos frívolas que ellos. Por ejemplo, papá, que se pasa cuarenta horas semanales en compañía de adolescentes, y mamá, que se dedicaba a ilustrar libros para chicos, no han entendido aun el concepto de lo que es popular y lo que no lo es.

Un caso: todos los años papá invita a los diez mejores alumnos a un asado. Ahora bien no hace falta decir que, cualquier persona popular que se encuentre entre los diez mejores, rápidamente encontrará una excusa para no venir. 

Pero la gente impopular los locos de las matemáticas, los monstruos de ciencias, los chicos de camisas almidonadas, las chicas de blusa y anteojos de vidrio grueso ¡vienen todos! ¡Le traen flores a mamá! Y se quedan y se quedan, charlando con mis padres hasta que prácticamente tenemos que echarlos. Y luego, mientras mis padres están ordenando todo, no hay vez que uno no diga: ¡Qué lindo grupo de adolescentes!. Y el otro le contesta: Oh, ¿tú también lo pensaste? No sé cómo pueden ser tan inteligentes.

¿Se dan cuenta? ¡Son tan inteligentes! Como si ser tan inteligentes no fuera la causa de quedar automáticamente afuera del círculo de la popularidad. Por ejemplo, el años pasado un chico se pasó una hora cuarenta y cinco minutos hablándole a mamá del castillo que había construido con fósforos. Y ella se preguntó cómo es que un chico tan brillante no encabeza la lista de todas las muchachas de un colegio secundario…

Sentada en la ventana, suspiré y sacudí la cabeza. ¿Qué podía hacer? Eran mi familia y yo los quería. Me resultaba difícil no aparecer en público con ellos. Además, me dije, yo tenía algo de vida social. De hecho estaba esperando la llamada de Katie para hablar sobre lo que nos pondríamos para ir a la fiesta de Bobby Weller.

Miré mi reloj. Hacía veinte minutos que Katie tendría que haber llamado, al llegar a su casa después del ensayo de las chicas animadoras de los partidos de fútbol.

Un movimiento en la calle llamó mi atención. Alguien había pasado junto a la ventana de la casa de los Jameson, cosa bastante extraña porque los Jameson hace dos meses que se mudaron.

¡Mamá! grité.
¿Qué pasa querida? respondió la voz de mi madre desde la escalera.
¿Alguien se mudó a la casa de los Jameson?

contestó ella con impaciencia. Odia mantener conversaciones a los gritos. El camión de mudanza estuvo aquí ayer.

Observé la casa de enfrente, intrigada por saber quién viviría allí. Tal vez tuvieran alguien de mi edad… Alguien simpático, me ilusione. De repente se me ocurrió que, cualquiera fuese el nuevo vecino, probablemente iba a molestar con el teléfono, ya que tenemos una línea conjunta.


Seguro que tengo que explicar lo que es una línea conjunta porque la mayor parte de la gente de menos de cincuenta años jamás oyó habla de eso. Pero papá cree que tener una línea conjunta es una excelente manera de ahorrar dinero en las facturas de teléfono. Si por mi fuera, ahorraría dinero de otra forma, comprando manteca de una marca desconocida, por ejemplo, pero hasta dónde puedo recordar, siempre hemos tenido una línea conjunta, de modo que ya me acostumbré.