lunes, 25 de marzo de 2013

Química Perfecta Capitulo 29




Demi
       
No es que me avergüence de la discapacidad de mi hermana, pero no quiero que Joe la juzgue, porque si se ríe de ella, no podré soportarlo. Me doy la vuelta.
    - No se te da muy bien obedecer órdenes, ¿verdad?

    Me sonríe como diciendo «soy un pandillero, ¿qué esperabas?».
    - Tengo que ir a echarle un vistazo a mi hermana. ¿Te importa?
    - No. Así podré conocerla. Confía en mí.

    Debería sacarlo de casa a patadas, con sus tatuajes y todo. Debería, pero no lo hago. Sin decir nada más, lo llevo a nuestra oscura biblioteca revestida de madera. Shelley está sentada en su silla de ruedas, con la cabeza torpemente inclinada hacia un lado mientras ve la televisión.

    Cuando se da cuenta de que tiene compañía, aparta la mirada del televisor y nos observa, primero a mí y después a Joe.

    - Este es Joe -le explico, y apago la tele-. Un amigo del instituto.
    Shelley mira a Joe con una sonrisa torcida y golpea su teclado especial con los nudillos.
    - Hola -dice una voz femenina y computarizada. Golpea otro botón-. Me llamo Shelley -continúa el ordenador.

   Joe se arrodilla junto a mi hermana. Ese simple gesto de respeto despierta una extraña sensación en mí. Colin siempre ha ignorado a mi hermana, la trata como si, además de discapacitada física y mental, también fuera ciega y sorda.
    - ¿Qué tal? -dice Joe, cogiendo la rígida mano de Shelley y estrechándola-. Qué ordenador más guay.

    - Es un mecanismo de comunicación especial o PCD -le explico-. Le ayuda a comunicarse con los demás.

    - Juego - dice la voz del ordenador. Joe se coloca junto a Shelley. Contengo la respiración mientras observo sus manos, asegurándome de que no estén al alcance de su espesa mata de pelo.

    - ¿Esto tienes juegos? -pregunta.
    - Sí -respondo por ella-. Es una fanática de las damas. Shelley, enséñale cómo funciona.

    Mientras Shelley presiona despacio la pantalla con los nudillos, Joe lo observa todo visiblemente fascinado. Cuando aparecen las damas en la pantalla, Shelley empuja la mano de Joe.

    - Tú primera -dice él.
    Ella niega con la cabeza.
    - Quiere que empieces tú -le digo.
    - Guay -dice él, dándole un golpecito a la pantalla.
    Les observo. Ver jugar tranquilamente a este tipo duro con mi hermana mayor me hace sentir muy bien.

    - ¿Te importa si voy a prepararle algo de comer? -le pregunto. Necesito salir de la habitación.

    - No, adelante -repone Joe sin apartar la vista de la pantalla.
    - No tienes que dejarte ganar -le advierto antes de marcharme-. Se le dan muy bien las damas.

    - Eh, gracias por el voto de confianza, pero estoy intentando ganar -responde Joe.
    Sonríe con sinceridad. No intenta representar el papel de chico duro y arrogante. Me hace desear con más fuerza escapar de allí. Poco después, cuando entro en la biblioteca con la comida de Shelley, Joe dice: - Me ha destrozado.

    - Ya te dije que era buena. Pero se acabaron los juegos por hoy -le digo a Shelley. Acto seguido, me vuelvo hacia Joe y añado-: Espero que no te importe que le dé de comer.

    - Desde luego que no.
    Joe toma asiento en el sillón de piel favorito de mi padre mientras yo coloco la bandeja delante de Shelley y le doy de comer su compota de manzana. Es un desastre, como siempre. Ladeo la cabeza y veo a Joe que está observándome mientras le enjugo a mi hermana la comisura de los labios con una toallita.

    - Shelley, tendrías que haberle dejado ganar. Ya sabes, por educación. -Mi hermana responde negando con la cabeza. La compota le resbala por la barbilla-. De modo que así están las cosas, ¿eh? -le recrimino, esperando que la escena no asquee a Joe. Tal vez le estoy poniendo a prueba para averiguar sí puede soportar un rato de mi vida en casa. Si lo hace, aprobará-. Espera a que se vaya Joe. Ya te enseñaré yo quién es la campeona de las damas.

    Mi hermana me regala una de sus sonrisas dulces y ladeadas.
    Es como si expresara mil palabras con ese gesto. Durante un momento, me olvido de que él me observa. Es tan extraño tenerlo aquí, dentro de mi vida, en mi casa. No pertenece a este lugar y, sin embargo, no parece importarle estar aquí.

    - ¿Por qué estabas de tan mala leche en clase de química? -me pregunta.
    Porque van a llevarse lejos a mi hermana y ayer me pillaron con las tetas al aire mientras Colín tenía los pantalones bajados delante de mí.
    - Estoy segura de que has oído los espantosos rumores.
    - No, no he oído nada. Quizás estés obsesionada.

    Quizás. Shane nos vio, y tiene la lengua muy larga. Cada vez que alguien me miraba hoy, me daba la impresión de que lo sabía. Miro a Alex y le digo:
    - A veces desearía poder retroceder en el tiempo.

    - Sí, yo desearía poder retroceder unos cuantos años -responde muy serio-. O hacer que los días pasaran muy deprisa.

    -Por desgracia, la vida real no funciona con mando a distancia -me lamento. Cuando Shelley termina de comer, la siento delante de la televisión y me llevo a Joe a la cocina-. Mi vida no es tan perfecta, después de todo, ¿verdad? -le pregunto mientras saco unos refrescos del frigorífico.
    Joe me mira con curiosidad.

    - ¿Qué? -le espeto. -Supongo que todos tenemos problemas. A mí me persiguen más demonios de los que salen en una película de terror -dice, encogiéndose de hombros.
    ¿Demonios? Nada parece perturbar a Joe. Nunca se queja de su vida.
    - ¿Cuáles son tus demonios? -insisto.

    - Si te cuento cuáles son mis demonios, saldrías corriendo de aquí.
    - Creo que te sorprendería más saber qué me hace correr a mí, Joe.
    Las campanadas del reloj de pared resuenan por toda la casa. Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.

    - Tengo que irme - anuncia Joe-. Mañana podemos quedar en mi casa, después del instituto, para estudiar.

    - ¿En tu casa? ¿En la zona sur?
    - Puedo enseñarte un pedacito de mi vida. ¿Te atreves? -me reta.
    - Claro -aseguro, tragando saliva. Que empiece el juego.

    Cuando le acompaño a la puerta, oigo que alguien está aparcando el coche en la entrada de mi casa. Si es mi madre, me la cargo. Da igual que hayamos tenido un encuentro de lo más inocente, se pondrá hecha una furia.

    Miro a través de las ventanas de la puerta principal y reconozco el deportivo rojo de Darlene. - Oh, no. Mis amigas están aquí.

    - Que no cunda el pánico -dice-. Abre la puerta. No puedes fingir que no estoy aquí. Mi moto está aparcada en la entrada.

    Tiene razón. No puedo ocultar su presencia. Abro la puerta y salgo al exterior. Joe está justo detrás de mí cuando me encuentro con Darlene, Morgan y Sierra en la acera.

    - ¡Hola, chicas! -exclamo. Tal vez si actúo con normalidad no le darán tanta importancia al hecho de que Joe esté en mi casa. Le doy un codazo a mi compañero de laboratorio-. Estábamos hablando de nuestro proyecto de química. ¿Verdad, Joe?
    - Así es.

    Sierra arquea las cejas. Cuando Morgan ve salir de mi casa a Joe, me da la sensación de que está a punto de sacar el móvil, sin duda para poner al corriente a la otra M.

    -¿Deberíamos irnos y dejaros a solas? -sugiere Darlene. -No seas ridícula -me apresuro a añadir. Joe monta en la moto. La camiseta que lleva marca una espalda perfectamente musculada y los pantalones un perfectamente musculado...

    - Nos vemos mañana -dice, señalándome con el dedo tras ponerse el casco. Mañana. En su casa. Asiento con la cabeza.
    Después de que Joe se haya ido, Sierra interviene:
    - ¿De qué iba todo esto?

    - Química -murmuro.
    Morgan se ha quedado boquiabierta.
    - ¿Estabais haciéndolo? -insiste Darlene-. Porque hace diez años que somos amigas y puedo contar con los dedos de la mano las veces que me has invitado a entrar en tu casa.
    - Es mi compañero de química,
    - Es un pandillero, Demz. No lo olvides nunca -dice Darlene. Sierra niega con la cabeza y añade:

    - ¿Estás colada por otro tío que no es tu novio? Colin le ha comentado a Doug que últimamente te comportas de un modo muy extraño. Somos tus amigas, así que hemos venido aquí para hacerte entrar en razón.
    Me siento en el primer escalón y las oigo parlotear sobre la reputación, los novios y la lealtad durante media hora. Tienen razón.

    - Prométeme que no sucede nada entre Joe y tú -exige Sierra cuando Morgan y Darlene se marchan en coche y nos quedamos solas.
    - No sucede nada entre Joe y yo -le aseguro-. Te lo prometo.

Química Perfecta Capitulo 28



Joe
      
Es lunes e intento no darle demasiada importancia a las ganas que tengo de que llegue la clase de química. Obviamente no es por la señora P., sino por Demi, quien, por cierto, llega tarde a clase.
    - Eh -la saludo.
    - Eh -responde ella.

    Ni rastro de una sonrisa, ni brillo en sus ojos. Definitivamente, hay algo que la está atormentando.
    - De acuerdo, chicos -dice la señora P-. Sacad los lápices. Veamos cuánto habéis estudiado.

    Mientras maldigo a la señora P. en silencio por no haber organizado un día de laboratorio con experimentos en el que Demi y yo podamos hablar, miro a mi compañera. Parece completamente despistada. Para protegerla, aunque no tenga derecho alguno, levanto la mano.
    - Miedo me dan sus preguntas, Joe -suelta la señora P.
    - Es una preguntita de nada.
    - Adelante. Que sea rápida.

    - Es un examen con apuntes, ¿verdad?
    La profesora me observa por encima de sus gafas.
    - No, Joe, no es un examen con apuntes. Y si no ha estudiado, va a llevarse un gigantesco suspenso. ¿Lo ha entendido?

    Como única respuesta, dejo caer los libros al suelo con un ruido sordo.
    Después de que la señora P. reparta el examen, leo la primera pregunta. «La densidad del Al (aluminio) es de 2.7 gramos por milímetro. ¿Qué volumen ocuparán 10.5 gramos de Al (aluminio)?»

    Tras resolver el problema, echo un vistazo a Demi. Está mirando la hoja del examen, pero con la mirada perdida.
    Al darse cuenta de que la estoy mirando, murmura:
    - ¿Qué?

    - Nada.
    La señora P. nos lanza una mirada. Respiro profundamente para tranquilizarme y vuelvo a concentrarme en el examen. ¿Por qué tiene que actuar de ese modo? ¿Por qué se vuelve tan fría conmigo sin previo aviso? ¿Qué le pasa?

    Por el rabillo del ojo, veo que mi compañera de laboratorio coge el pase que cuelga de la puerta del aula para ir al cuarto de baño. El problema es que el pase para el baño no te ayuda a escapar de la realidad. Todavía estará ahí cuando salgas. Créeme, yo ya lo he intentado. Los problemas son como la basura, no desaparece por mucho que la escondas en un cubo.

    Cuando regresa a clase, Demi agacha la cabeza sobre la mesa de laboratorio y empieza a escribir las respuestas. Una sola mirada es suficiente para saber que no está concentrada en el examen y que está haciendo una chapuza. Y cuando la señora P. pide que entreguemos los exámenes, mi compañera de laboratorio tiene una mirada vacía en el rostro.

    - Si te hace sentir mejor -digo en voz baja para que solo Demi pueda oírme-, me catearon gimnasia en el último año antes del instituto por ponerle un cigarrillo en la boca a un maniquí.

    - Me alegro -suelta sin levantar la mirada.
    La música empieza a sonar en el altavoz, señalando el final de la clase. Observo el cabello dorado de Demi balanceándose menos que de costumbre mientras sale de clase, sorprendentemente sin que la acompañe su novio. Me pregunto si cree que todo va a caerle del cielo, incluidas las buenas notas.

    Yo tengo que trabajar para conseguirlo todo. Nunca me han regalado nada.
    - Hola, Joe.

    Es Carmen. Está esperándome frente a la taquilla. Bueno, puede que algunas cosas sí me caigan del cielo.
    - ¿Qué pasa?
    Mi ex novia se acerca, dejando ver el profundo escote en forma de pico de su camiseta.
    - Nos hemos juntado unos cuantos para ir a la playa después de clase. ¿Quieres venir?

    - Tengo que trabajar –replico-. Quizás me apunte más tarde.
    Pienso en lo que ocurrió hace dos fines de semana, cuando fui a casa de Demi y tuve que asistir al espectáculo de su madre hablando con aires de superioridad. Fue todo un choque de realidad.

    Emborracharme para olvidar mi dañado ego fue una idea estúpida. Quería estar con Demi, pasar el rato con ella no solo para estudiar sino también para averiguar qué se escondía bajo su rubia cabellera. Mi compañera de laboratorio me dejó colgado.
    Carmen no. El recuerdo es algo vago, pero puedo ver a Carmen en el lago, rodeándome con sus brazos. Y sentada sobre mí junto al fuego mientras fumábamos algo más fuerte que un Marlboro. En mi estado embriagado, fumado y con el orgullo herido, habría dejado que cualquier chica me consolase.

    Carmen estaba allí, deseándolo, y le debo una disculpa porque, aunque fue ella quien me provocó, yo no debería haber mordido el anzuelo. Tendré que aclarar las cosas con ella y explicarle por qué me comporté como un gilipollas.

    Después de clase, veo que hay una multitud agolpada alrededor de mi moto. Mierda, si le pasa algo a Julio juro que voy a partirle la cara a alguien. No tengo que abrirme paso, porque cuando me acerco se abre un hueco por el que puedo pasar.

    Todos me miran mientras contemplo el acto de vandalismo que ha sufrido mi moto. Están esperando que entre en cólera. Después de todo, ¿quién se atrevería a pegar un timbre de triciclo rosa al manillar y enrollar una serpentina de color chillón en las empuñaduras? Alguien va a tener que atenerse a las consecuencias.
    Como Demi, por ejemplo. Echo un vistazo a mi alrededor, pero no la veo cerca.
    - No he sido yo -se apresura a decir Lucky.

    Todos murmuran que tampoco han sido ellos.
    Tras lo cual, se ponen a cuchichear acerca de quién puede haber sido.
    - Colin Adams, Greg Hanson...

    Pero yo no estoy escuchando porque sé perfectamente quién es la culpable. Mi compañera de laboratorio, la misma que hoy no me ha hecho ni caso.
    Arranco la serpentina y luego desenrosco el timbre de plástico rosa. Rosa. Me pregunto si es de alguna de sus bicis.

    - Apartaos de mi camino -increpo a la multitud.
    Todos se apresuran a dispersarse, creyendo que estoy muy cabreado y que lo mejor es estar lejos de allí cuando estalle. A veces, representar el papel del tipo duro tiene sus ventajas. ¿La verdad? Utilizaré el timbre rosa y la serpentina como excusa para volver a hablar con Demi.

    Después de que todos se hayan marchado, camino por el lateral del campo de fútbol. El equipo de animadoras está practicando, como de costumbre.
    - ¿Buscas a alguien?

    Cuando me vuelvo, me encuentro con Darlene Boehm, una de las amigas de Demi.
    - ¿Está Demi por aquí? -pregunto.
    - No.
    - ¿Sabes dónde está?
    ¿Joe Jonas interesado en saber dónde está Demi Lovato? Espero que me responda que no es asunto mío. O que la deje en paz. Pero en lugar de eso, su amiga me contesta:

    - Se ha ido a casa.
    Murmuro un «gracias» y regreso junto a Julio mientras marco el teléfono de mi primo.
    - Taller de Enrique.
    - Soy Joe. Llegaré tarde a trabajar.
    - ¿Han vuelto a castigarte?
    - No, no es nada de eso.

    - Bueno, cuando vengas ponte con el Lexus de Chuy. Le dije que podría pasar a recogerlo a las siete y ya sabes cómo se pone cuando no cumples con una promesa.
    - No te preocupes -respondo mientras pienso en el puesto que ocupa Chuy en la pandilla.

    Es el típico tío al que nunca querrías ver enfadado. El tipo de chico que nace sin el chip de la empatía en el cerebro. Si alguien no es legal, Chuy se encarga de que vuelva a serlo o de que no acabe convirtiéndose en un soplón. Y recurre a cualquier método para conseguirlo por mucho que la persona en cuestión niegue por su vida-. Allí estaré.

    Diez minutos más tarde, llamo a la puerta de los Lovato con el timbre rosa y la serpentina en la mano, intentando adoptar una postura de tipo duro.
    Cuando Demi abre la puerta con una camiseta holgada y unos pantalones cortos, me derrumbo.

    Jo , ¿qué estás haciendo aquí? -me pregunta con los ojos azules abiertos de par en par.

    Le entrego el timbre y la serpentina.
    - No puedo creer que hayas venido hasta aquí solo por una broma -dice, y me arranca sus cosas de las manos.

    - Hemos de hablar de otras cosas aparte de eso.
    Ella traga saliva. Está nerviosa.

    - No me siento muy bien, ¿vale? Hablemos en el instituto -me ruega, intentando cerrar la puerta.
    Mierda, no puedo creer que vaya a hacer esto, como los acosadores de las películas.
    Abro la puerta de un empujón. ¡Qué coño!
    Joe, no.

    - Déjame entrar. Solo será un minuto. Por favor.
    Demi niega con la cabeza y sus angelicales rizos se balancean de un lado a otro.
    - A mis padres no les gusta que invite a gente a mi casa.
    - ¿Están aquí?

    -No -deja escapar un suspiro y abre la puerta con indecisión.
    Me cuelo dentro. La casa es incluso más grande que lo que parece desde el exterior. Las paredes están pintadas de un blanco impoluto, como las de un hospital. Apuesto a que el polvo no se atreve ni a rozar el suelo ni las encimeras.

    El recibidor de dos plantas tiene una escalera que podría rivalizar con la que vi en
    Sonrisas y lágrimas, una película que nos obligaron a ver en la escuela. El suelo brilla como el oro.

    Demi tenía razón, no pinto nada aquí. No me importa. Aunque no pertenezca a este lugar, ella está aquí, donde quiero que esté.

    - Bueno, ¿de qué querías hablar? -me pregunta.
    Ojalá sus largas y esbeltas piernas no destacaran tanto con esos pantalones cortos. Son una distracción demasiado tentadora. Aparto la mirada e intento controlarme con todas mis fuerzas. ¿Y qué si tiene unas piernas sexys? ¿Qué más da que tenga los ojos claros como bolas de cristal?
    ¿Qué pasa si puede aguantar perfectamente una broma y devolverla aún con más arte?

    ¿A quién pretendo engañar? No tengo excusa para estar aquí excepto el deseo de estar a su lado. A la mierda la apuesta.
    Quiero descubrir cómo puedo hacerle reír. Quiero saber cómo hacerle llorar. Quiero saber lo que se siente si me mira como si fuera su caballero de la brillante armadura.

    - ¡Demz! -resuena una voz distante, rompiendo el silencio.
    - Espera aquí -me ordena Demi antes de salir corriendo por el pasillo-. Enseguida vuelvo.

    No estoy dispuesto a quedarme en el vestíbulo como un gilipollas. La sigo, sabiendo que estoy a punto de entrar en su mundo privado.

Química Perfecta Capitulo 27




Demi
   

Llegué tarde al partido de fútbol. Después de que Joe se marchara, me quedé en ropa interior y salté a la piscina para coger las llaves. Gracias a Joe, descendí de categoría. Darlene, la co-capitana del equipo de animadoras ya es oficialmente la capitana. Tardé media hora en secarme el pelo y volverme a poner el maquillaje en el vestuario de las chicas. A la señora Small le decepcionó mucho que llegara tarde al partido.

    Me dijo que debería sentirme agradecida de que me bajaran de categoría porque podían haberme expulsado del equipo.

    Después del partido, me tumbo en el sofá junto a mi hermana. El pelo me huele todavía a cloro, pero estoy demasiado cansada como para preocuparme por eso. Mientras veo un reality show en la tele después de cenar, notó que los ojos se me empiezan a cerrar.

    Demz, despierta. Colin está aquí -me dice mi madre, zarandeándome.
    Levanta la cabeza y veo a Colin, de pie frente a mí. Me ofrece la mano y pregunta:
    -¿Estás lista?

    Vaya. Me he olvidado de la fiesta de Shane pese a que hace meses que está planeada. No me apetece nada ir.
    - No vayamos y quedémonos en casa.

    - ¿Estás de broma? Todos esperan que vayamos. No puedes perderte la mayor juerga del año  -dice mirándome los pantalones de chándal y la camiseta con el lema HAZTE UN CHEQUEO. La conseguí el año pasado cuando hice la caminata contra el cáncer de mama-. Te esperaré mientras te vistes. Date prisa. ¿Por qué no te pones ese mini vestido negro que tanto me gusta?

    Me arrastro hasta el armario para cambiarme. En una esquina, junto a la camiseta sin mangas de DKNY, está la bandana de Joe. La lavé anoche, pero cierro los ojos y me la llevo a la nariz para comprobar que su fragancia persiste en la tela. Lo único que acabo distinguiendo es el olor del detergente. Qué decepción. Ahora mismo no estoy preparada para analizar mis sentimientos, especialmente porque Colin está esperándome abajo.

    Tardo bastante en ponerme el mini vestido negro, arreglarme el pelo y maquillarme. Espero que Colin no esté cabreado por haber esperado tanto. Tengo que estar perfecta o mi madre no tardará ni un instante en criticar mi aspecto delante de él.

    Cuando vuelvo a bajar, Colín está sentado al borde del sofá, ignorando completamente a Shelley. Creo que se pone nervioso cuando está cerca de ella.
    «La inspectora» que tengo por madre se acerca a mí y me toca el pelo.
    - ¿Te has puesto acondicionador?

    ¿Antes o después de meterme en la piscina para recuperar las llaves?
    - Mamá, por favor -le imploro, apartándole la mano.
    - Estás increíble -señala Colin, acercándose a mí.
    Afortunadamente, mi madre se retira. Es obvio que le agrada y le tranquiliza la aprobación de Colin aunque no tenga el pelo perfecto.

    En el trayecto hasta la casa de Shane, observo al que ha sido mi novio durante los dos últimos años. La primera vez que nos besamos fue jugando a la botella en casa de Shane, en el segundo curso de instituto. Lo hicimos delante de todo el mundo. Colin me cogió entre sus brazos y nos besamos durante cinco minutos. Sí, los espectadores lo cronometraron. Desde entonces hemos sido pareja.

    - ¿Por qué me miras de ese modo? -pregunta, girando la cabeza.
    - Estaba recordando la primera vez que nos besamos.
    - Fue en casa de Shane. Sí, menudo espectáculo, ¿eh? Incluso los de último curso se quedaron boquiabiertos.

    - Ahora somos nosotros los que estamos en último curso.
    - Y todavía somos la Pareja Dorada, guapa -dice, doblando para encarar el camino de entrada de Shane-. ¡Que empiece la fiesta! ¡Ya ha llegado la Pareja Dorada, -grita Colin cuando entramos en la casa.

    Él se va con los chicos mientras yo voy a buscar a Sierra. La encuentro en el salón. Mi mejor amiga me da un abrazo y después me hace señas para que tome asiento en el sofá, a su lado. Hay un grupo de chicas del equipo de animadoras, entre ellas, Darlene.

    - Ahora que Brit está aquí -dice Sierra-, podemos empezar a jugar.
    - ¿A quién te gustaría besar? -pregunta Madison.
    - Empecemos por algo sencillo. ¿Dogo o caniche? -sugiere
    Sierra, recostándose en el sofá.

    - ¿Los comparáis con perros? -digo, soltando una carcajada.
    - Sí.
    - Vale. -Los caniches son monos y mimosos, pero los dogos son más masculinos y tienen una mirada que impone. Aunque me gusta lo mono y mimoso, un caniche no puede con un dogo-. Dogo.

    - ¡Puaj! Caniche sin dudarlo. Los dogos tienen ese hocico hacia fuera y siempre están babeando. No apetece nada besarlos.
    - Y no lo haremos, idiota -dice Sierra.
    - Yo tengo una pregunta -digo-, ¿El entrenador Garrison o el señor Harris, el profesor de matemáticas?

    - ¡Garrison! -exclaman todas al unísono.
    - Está tan bueno -añade Megan.
    - Siento aguaros la fiesta, pero he oído que es gay -confiesa
    Sierra entre risitas.
    - Qué va -dice Megan-. ¿Estás segura? Bueno, aunque lo fuera, no elegiría a Harris antes que a él.

    - Yo tengo otra -interviene Darlene-. ¿Colin Adams o Joe Jonas?
    Todas desvían la mirada hacia mí. Entonces, Sierra me da un codazo, como indicándome que no estamos solas. Debe de ser Colin. ¿Por qué me la ha jugado así Darlene?

    Todas están mirando ahora a Colin, quien está de pie detrás de mí.
    - Ups. Lo siento -dice Darlene, disculpándose por haberse ido de la lengua.
    - Todos saben que Demi elegiría a Colin -interviene Sierra mientras se mete una galleta salada en la boca.

    - Darlene, ¿por qué has hecho eso? -pregunta Megan con desdén.
    - ¿El qué? Solo es un juego, Megan.

    - Sí, pero nosotras estamos jugando a un juego muy diferente del tuyo.
    - ¿Qué se supone que significa eso? Solo porque no tengas novio...

    Colin se aleja, dirigiéndose hacia el patio. Después de fulminar a Darlene con la mirada y agradeciendo en silencio a Megan por regañarla, sigo a Colin al exterior.
    Lo encuentro sentado en una de las tumbonas junto a la piscina.

    - ¿Por qué cono has tenido que dudar cuando Darlene te ha hecho la pregunta? –vocifera-. Me has puesto en ridículo bueno, ahora mismo no estoy muy contenta con Darlene.

    Colin suelta una cota carcajada.
    - ¿No lo entiendes? No es culpa de Darlene.
    - ¿Crees que es culpa mía? Como si fuera yo quien pidió ser compañera de Joe.
     - No te quejaste demasiado -dice, poniéndose en pie.
    - ¿Estás buscando bronca, Colin?

    - Puede que sí. Ni siquiera sabes comportarte como una novia.
    - ¿Cómo puedes decir eso? ¿Quién te llevó al hospital cuando te torciste la muñeca? ¿Quién sale corriendo al campo y te da un beso después del primer touchdown?

    ¿Quién fue a visitarte todos los días cuando cogiste la varita el año pasado?
    -Recibí clases de conducción en contra de mi voluntad. Me quedé dormida en los brazos de Joe borracha, pero no sabía lo que estaba haciendo. No ha ocurrido nada con Joe soy inocente, aunque mis pensamientos no lo sean.

    - Eso fue el año pasado -dice Colin, cogiéndome de la mano y tirando de mí para volver a entrar en la casa-. Quiero que me demuestres lo mucho que te importo. Ahora.

    Entramos en la habitación de Shane y Colin me obliga a tumbarme en la cama con él.
    Lo aparto cuando me acaricia el cuello con la punta de la nariz.
    - Deja de comportarte como si estuviera forzándote, Brit -masculla Colin. La cama cruje con nuestro peso-. Desde que empezó el instituto has estado actuando como una puñetera mojigata.

    - No quiero que nuestra relación se base en el sexo. Me da la sensación de que ya nunca hablamos -digo, incorporándome sobre la cama.
    - Pues hablemos -dice mientras su mano se pasea por mi pecho.
    - Tú primero. Di algo y después hablaré yo.

    - Esta es la cosa más estúpida que he oído nunca. No tengo nada que decir, Demz. Si tú tienes algo en mente, suéltalo.

    Respiro profundamente, castigándome a mí misma por sentirme más a gusto con Joe que en aquella cama con Colin. No puedo permitir que termine nuestra relación. Mi madre se pondría histérica, mis amigas fliparían... el mundo se acabaría...

    Colín tira de mí para que me tumbe a su lado. No puedo romper con él solo porque me dé miedo tener relaciones sexuales. Después de todo, él también es virgen. Y me ha esperado para que los dos podamos compartir ese momento. La mayoría de nuestros amigos ya lo han hecho. Tal vez eso es lo que hace que me sienta como una estúpida y mi interés por Joe se haya convertido en la excusa perfecta para evitar acostarme con Colín.

    Los brazos de Colin me rodean la cintura. Llevamos juntos dos años, ¿por qué echarlo todo a perder por una estúpida atracción hacia alguien al que ni siquiera debería dirigir la palabra?

    Cuando sus labios están a escasos centímetros de los míos, reparo en algo que me deja helada. Una fotografía sobre el vestidor de Shane, Colin y él en la playa, este verano.

    Hay dos chicas con ellos, y Colín rodea cariñosamente con los brazos a una bonita morena con el pelo corto y enmarañado. Sonríen de oreja a oreja, como si tuvieran un secreto que están a punto de compartir.

    - ¿Qué es eso? -le pregunto, señalando la fotografía e intentando que no se me refleje la inquietud en la voz. - Un par de chicas que conocimos en la playa -dice, recostándose de nuevo mientras yo sigo mirando la foto. - ¿Cómo se llama la chica a la que rodeas con el brazo?

    - No lo sé. Creo que se llamaba Mía o algo así.
    - Parecéis una pareja -señalo.

    - Eso es ridículo. Ven aquí -me ordena. Entonces se yergue y me impide seguir observando la fotografía.- Tú eres la única a la que deseo ahora, Demz . -¿Qué quiere decir con ahora? ¿Se refiere a que este verano ha deseado a Mía pero que ahora me desea a mí? ¿Estoy analizando demasiado sus palabras? Antes de que me dé cuenta, me ha bajado el vestido y me ha subido el sujetador hasta la barbilla. Intento concentrarme y convencerme de que mis dudas son solo el producto de los nervios.
    - ¿Has echado el pestillo de la puerta? -le pregunto, Intentado alejar la inquietud de mi mente.

    - Si -responde él, totalmente absorto en mis pechos. Consciente de que tengo que poner de mi parte pero haciendo un gran esfuerzo por motivarme, lo toco por encima de los pantalones.

    Colín se incorpora, me aparta la mano y se baja la cremallera.
    Cuando se baja los pantalones hasta las rodillas, me dice:
    - Vamos, Demz . Probemos algo nuevo.-No me siento bien, todo parece demasiado preparado. Me acerco un poco, aunque tengo la mente en otro sitio.
    La puerta se abre con un chirrido y la cabeza de Shane asoma por el resquicio. De inmediato, una sonrisa enorme se le dibuja en la cara.

    - ¡Coño! ¿Dónde hay una cámara de móvil cuando la necesitas?
    - ¡Pensaba que habías cerrado la puerta! -le grito a Colin enfadada mientras me apresuro a ponerme el sujetador y a bajarme el vestido-. Me has mentido. -Colín coge la manta y se tapa.

    - Joder, Shane, déjanos un poco de intimidad, ¿quieres? Demz, deja de comportarte como una histérica.

    - Por si no te has dado cuenta, esta es mi habitación -dice Shane, y apoyándose en el marco de la puerta, enarca una de sus cejas y añade-:  Demz , dime la verdad. ¿Son naturales?

    - Shane, eres un cerdo -le espeto, apartándome de Colin.
    Mi novio intenta cogerme cuando bajo de la cama de un salto.
    - Vuelve aquí, Demz. Siento no haber echado el cerrojo. Me he dejado llevar por el momento.

    El problema es que el hecho de que la puerta estuviera abierta no es la única razón por la que estoy enfadada. Me ha llamado «histérica» sin pensárselo dos veces. Y no ha regañado a Shane por su comentario. Miro a mi novio y le digo:

    - ¿Ah, sí? Bueno, pues ahora soy yo quien se deja llevar por el momento y se larga de aquí.

    A la una y media de la mañana estoy en mi habitación, mirando el móvil. Colin me ha llamado treinta y seis veces. Y ha dejado diez mensajes. Desde que Sierra me ha acompañado a casa, he intentado ignorarle. En parte porque tengo que dejar que se me pase el enfado. Me atormenta la idea de que Shane me haya visto medio desnuda. Mientras buscaba a Sierra para pedirle que me trajera a casa, pude escuchar al menos a cinco personas que susurraban sobre la escena que había tenido lugar en 1a habitación de Shane.

    No quiero perder los papeles como le ocurre a mi madre, y ¿así me ocurre con Shane y Colin en la habitación.
    Pero es la trigésimo novena llamada de Colin, y mis pulsaciones ya han recuperado su ritmo habitual.

    Finalmente, respondo al teléfono.
    - Deja de llamarme -le suelto.

    - Dejaré de hacerlo cuando oigas lo que tengo que decirte -anuncia Colin al otro lado de la línea con un tono de voz lleno de decepción.
    - Pues habla. Te escucho.

    Le oigo aspirar profundamente.
    - Lo siento, Demz. Siento no haber echado el cerrojo de la puerta. Siento haber querido tener relaciones sexuales. Siento que uno de mis amigos se lo tome a broma cuando no tiene ninguna gracia. Siento no poder soportar veros a Fuentes y a ti en clase de Peterson. Siento haber cambiado este verano.

    No sé qué decirle. Colin ha cambiado, pero ¿también lo he hecho yo? ¿O soy la misma persona que se despidió de él antes de que se marchara de vacaciones? No lo sé. Solo tengo una cosa clara.

    - Colin, no quiero que nos peleemos más.
    - Yo tampoco. ¿Puedes olvidar lo que ha pasado esta noche? Te prometo que te recompensaré. ¿Recuerdas nuestro último aniversario, cuando mi tío nos llevó en su avioneta a Michigan para pasar el día?

    Acabamos en un balneario. Cuando fuimos a cenar al restaurante por la noche, había un gigantesco ramo de rosas rojas en nuestra mesa, junto a una caja de color turquesa.
    Dentro había un brazalete de oro blanco de Tiffany's.
    - Sí, lo recuerdo.

    - Voy a comprarte los pendientes que hacen juego con el brazalete, Demz.
    No tengo valor para decirle que lo que quiero no son unos pendientes. Me encanta el brazalete y siempre lo llevo puesto. Pero lo que me dejó boquiabierta aquel día no fue el regalo, sino el hecho de que Colín fuera más allá de lo planeado solo para hacer que todo fuera súper especial. Eso es lo que recuerdo cuando veo el brazalete. No el regalo, sino su significado. He visto muy poco de ese Colin desde que empezó el instituto.

    Los caros pendientes serían un símbolo de la disculpa de Colin y siempre me recordarían aquella noche. También servirían para sentirme culpable por no corresponderle con... mí virginidad. Puede que no sea consciente de ello, pero el hecho de que la idea me ronde por la cabeza es una señal. No quiero sentirme presionada.

    - Colin, no quiero los pendientes.
    - Entonces, ¿qué quieres? Dímelo.
    Tardo un rato en contestar. Hace seis meses podría haber redactado un ensayo de cien páginas sobre lo que quería.

    Desde que empezó el instituto, todo ha cambiado.
    - Ahora mismo no sé lo que quiero. -Me duele tener que decir algo así, pero es lo que siento.
    -Bueno, ¿me darás una pista cuando lo sepas?
    Claro, si es que llego a descubrirlo.