Demi
Cinco meses después
La fragancia de
agosto en Colorado definitivamente es distinta a la de Illinois. Me sacudo el
pelo. Con mi nuevo corte, no tengo que molestarme en alisar el cabello
encrespado mientras intento desempaquetar las maletas en la habitación de la
residencia universitaria.
Mi compañera de
cuarto, Lexie, es de Arkansas. Parece un hada, pequeña y dulce. Podría pasar
por una da las descendientes de Campanilla. Juraría que nunca le he visto poner
mala cara. Sierra, que está en la Universidad de Illinois, no ha tenido tanta
suerte con su compañera de cuarto, Dará.
La chica ha dividido el armario y la
habitación en cuatro partes separadas y se levanta a las 5:30 todos los días
(fines de semana incluidos) para trabajar en la habitación. Sierra está de los
nervios, pero como pasa la mayor parte de tiempo en el cuarto de Doug, va
capeando el temporal.
— ¿Estás segura de
que no quieres venir con nosotras? —me pregunta Lexie con su enérgico acento de
campo. En el parque del campus se celebra una especie de fiesta de bienvenida
para los estudiantes de primero.
—Tengo que deshacer
el equipaje, y luego quiero ir a visitar a mi hermana. Le prometí hacerlo en
cuanto acabara con las maletas.
—Vale —dice Lexie
mientras se prueba distintas combinaciones de ropa para conseguir el «aspecto
perfecto» para esta noche. Guando da con un conjunto, se arregla el pelo y
empieza a maquillarse. Me recuerda a mi antigua yo, aquella que intentaba
desesperadamente cumplir con las expectativas de todos.
Cuando Lexie se
marcha media hora más tarde, me siento en la cama y saco el móvil. Lo abro y
miro la foto de Joe Detesto sentir aquella necesidad. He intentado muchas veces
borrar las fotos, borrar el pasado. Pero no puedo.
Meto la mano en el
cajón del escritorio y saco la bandana de Joe, recién lavada y plegada en un
pequeño cuadrado. Acaricio la suave tela, recordando el momento en que Joe me
la regaló. Para mí, no representa a los Latino Blood, sino a Joe.
Suena el teléfono y regreso al presente. Es
alguien de Sunny Acres. Cuando contesto, una voz de mujer dice:
— ¿Podría hablar
con Demi Lovato?
—Yo misma.
—Soy Georgia
Jackson, de Sunny Acres. Todo va bien con Shelley, pero le gustaría saber si estará
aquí antes o después de la cena.
Miro el reloj. Son
las cuatro y media.
—Dígale que estaré
allí en quince minutos. Ahora mismo salgo.
Después de colgar,
dejo la bandana en el cajón del escritorio y guardo el teléfono en el bolsillo.
Cojo el autobús
hasta la otra punta de la ciudad. Antes de darme cuenta estoy avanzando por la
sala de Sunny Acres donde, según la recepcionista, encontraría a mi hermana.
Primero diviso a
Georgia Jackson. Ha sido el vínculo entre Shelley y yo cuando llamo para
preguntar por ella cada pocos días. Me recibe con un caluroso abrazo.
— ¿Dónde está
Shelley? —le pregunto, recorriendo la habitación con la mirada.
—Jugando a las
damas, como de costumbre —responde Georgia, señalando un rincón. Aunque Shelley
está de espaldas, reconozco la parte posterior de su cabeza y la silla de
ruedas.
Está gritando,
señal de que va ganando.
Cuando me acerco,
reconozco a la persona que está jugando con ella. El cabello negro tendría que
haberme dado una pista de que mi vida está a punto de dar un giro sorprendente,
aunque no había podido verlo bien hasta ahora. Me quedo paralizada.
No puede ser. Mi
imaginación debe de estar jugándome una mala pasada.
Sin embargo, cuando
se da la vuelta y me atraviesa con aquellos ojos negros que tan bien conozco,
la realidad me golpea como un martillo.
Joe está aquí. A diez pasos de mí. Ay, madre, todo lo que
siento por él me invade de nuevo con la fuerza de un maremoto. No sé qué decir,
qué hacer. Me vuelvo hacia Georgia, preguntándome si ella sabía que Joe estaba
aquí. Por su expresión esperanzada comprendo que sí.
—Ha venido Demi —oigo
que le dice Joe a mi hermana antes de ponerse de pie y dar la vuelta a la silla
de ruedas, cuidadosamente, para que Shelley pueda verme.
Me acerco a mi
hermana como un robot y la abrazo. Cuando la suelto, Joe se planta ante mí.
Lleva unos pantalones de algodón de color caqui y una camisa azul de cuadros.
No puedo dejar de mirarle. El estómago empieza a darme vueltas y me siento mareada.
El mundo se desvanece a nuestro alrededor. En aquel instante solo existe él.
Finalmente, consigo
recuperar la voz.
— ¿ Joe...? ¿Qué
estás haciendo aquí? —pregunto con un nudo en la garganta.
Él se encoge de
hombros.
—Le prometí a Shelley
la revancha, ¿verdad?
Estamos cara a cara
y alguna fuerza invisible no me permite apartar la mirada de él.
— ¿Has venido hasta
Colorado solo para jugar a las damas con mi hermana?
—Bueno, no es la
única razón. Voy a la universidad de Colorado. Tras salir de los Latino Blood,
la señora P. y el director Aguirre me ayudaron a graduarme. Vendí a Julio.
Estoy trabajando en la asociación de estudiantes y ya tengo un crédito.
¿ Joe? ¿En la
universidad? Su camisa, perfectamente abotonada en los puños, esconde la
mayoría de los tatuajes de los Latino Blood.
— ¿Dejaste la
banda? Pensaba que era demasiado peligroso, Joe. Dijiste que la gente que lo
intentaba acababa muerta.
—Me fue de un pelo.
Si no hubiese sido por Gary Frankel, seguramente no lo habría conseguido...
— ¿Gary Frankel? —
¿El tipo más agradable del instituto? Estudio detenidamente su rostro y
descubro una nueva cicatriz sobre el ojo y otras con muy mala pinta en la oreja
y el cuello—. ¡Oh, Dios mío! ¿Qué te hicieron?
Él me coge de la
mano y la coloca sobre su pecho. Su mirada es tan intensa y oscura como la
primera vez que reparé en él, el primer día del último curso del instituto, en
el aparcamiento.
—Tardé mucho tiempo
en comprender que debía poner las cosas en su sitio. Enfrentarme a mis propias
decisiones. A la banda. Me golpearon y me marcaron como a un ternero; pensé que
no iba a salir de aquella. Pero todo eso no fue nada comparado con el hecho de
perderte. Si pudiera tragarme cada palabra que te dije en el hospital, lo
haría. Pensé que si te apartaba de mí, evitaría que acabaras como mi padre o
Paco. —Levanta la mirada y me atraviesa con sus ojos—. Nunca volveré a
apartarte de mi lado, Demi. Nunca. Te lo prometo.
¿Le golpearon? ¿Le
marcaron? Siento nauseas y las lágrimas empiezan a agolparse en mis ojos.
—Shh —dice él,
rodeándome con los brazos y frotándome la espalda con la palma de las manos—.
No te preocupes. Estoy bien —canturrea una y otra vez con la voz ahogada.
Me siento bien.
Podría quedarme entre sus brazos toda la vida.
Joe apoya su frente en la mía.
—Tienes que saber
algo. Acepté la apuesta porque en el fondo sabía que si me involucraba
emocionalmente estaría acabado. Y estuvo a punto de ocurrir. Has sido la única
chica que ha conseguido que lo arriesgue todo por un futuro que merecía la pena
—confiesa, enderezándose y dando un paso atrás—. Lo siento. Demi, dime lo que
quieres y te lo daré. Si crees que serás más feliz sin mí, solo tienes que
decírmelo. Pero si todavía me quieres, haré todo lo que esté en mi mano para
que esto... —dice, señalándose la ropa—. ¿Cómo puedo demostrarte que he
cambiado?
—Yo también he
cambiado —le aseguro—. Ya no soy la niña que era antes, y lo siento, pero esa
ropa... no te pega nada.
—Es lo que te gusta.
—Te equivocas, Joe.
Yo te quiero a ti, no una imagen idealizada. Definitivamente, prefiero los
vaqueros y la camiseta, es lo que te hace ser tú mismo.
Joe baja la mirada para observar su atuendo y suelta una
carcajada.
—Tienes razón
—admite, mirándome de nuevo—. Una vez dijiste que me querías. ¿Sigues sintiendo
lo mismo?
Mi hermana observa
toda la escena. Sonríe abiertamente, dándome la fuerza que necesito para
decirle la verdad.
—Nunca he dejado de
quererte. Ni siquiera cuando intenté olvidarte desesperadamente. No lo
conseguí.
Deja escapar un
lento y profundo suspiro y, más aliviado, se frota la frente. Tiene los ojos
vidriosos por la emoción. Cuando noto que mis ojos se empiezan a humedecer, lo
agarro por la camisa.
—No quiero discutir
todo el tiempo, Joe. Salir contigo debería ser divertido. El amor debe ser
divertido. —Tiro de él. Quiero sentir sus labios contra los míos—. ¿Podremos
conseguirlo?
Nuestros labios se
rozan ligeramente y entonces se aparta de mí...
Oh, dios mío.
Se arrodilla, me
sujeta las manos entre las suyas y el corazón empieza a latirme con fuerza.
— Demi Lovato, te
demostraré que soy el chico que estabas convencida que era hace diez meses. Me
esforzaré por llegar a ser la persona que quiero ser. Tengo planeado pedirte
que te cases conmigo dentro de cuatro años, el día que nos graduemos. —Ladea la
cabeza y su voz adopta un tono más juguetón—. Y te garantizo una vida llena de
diversión. Sé que no podremos evitar alguna que otra pelea porque eres una
persona muy apasionada... pero estoy deseando que ocurra porque después vendrán
las increíbles reconciliaciones. Tal vez algún día podamos regresar a Fairfield
y convertirlo en el lugar que mi padre siempre deseó. Tú, yo y Shelley. Y
cualquier otro miembro de la familia Lovato o Jonas que quiera formar parte de
nuestras vidas. Seremos una extravagante familia mexicano-americana. ¿Qué me
dices? Brittany, mi alma te pertenece.
No puedo evitar
sonreír mientras me enjugo una solitaria lágrima que desciende por mi mejilla.
¿Cómo no voy a estar locamente enamorada de este chico? El tiempo que hemos
pasado separados no lo ha cambiado en absoluto. No puedo negarle otra
oportunidad. Sería como engañarme a mí misma.
Ha llegado el
momento de arriesgarse, de confiar una vez más.
—Shelley, ¿crees
que tu hermana volverá a aceptarme? —le pregunta Joe con el pelo peligrosamente
cerca de los dedos de mi hermana. Sin embargo, Shelley no tira de él... sino
que le da unos suaves golpecitos en la cabeza. Las lágrimas empiezan a inundar
mis mejillas rápidamente.
— ¡Sí! —grita
Shelley con una sonrisa de oreja a oreja. Parece más feliz y alegre de lo que
ha estado en mucho tiempo. Tengo a mi lado a las dos personas que más quiero en
el mundo, ¿qué más puedo pedir?
— ¿Qué carrera has
elegido? —le pregunto a Joe.
Me mira con su
irresistible sonrisa y responde: —Química. ¿Y tú?
—Química —le digo,
rodeándole el cuello con los brazos—. Bésame para que podamos averiguar si
todavía existe química entre nosotros. Porque mi corazón, mi alma y todo lo
demás ya es tuyo.
Finalmente, sus
labios rozan los míos, con mayor intensidad de la que puedo recordar.
Vaya. Parece que,
después de todo, el mundo no se ha acabado. He podido retroceder en el tiempo,
incluso sin pedirlo.