—No, claro que no entiendo. Y no
lo voy a entender, al menos que
me lo expliques—Demi se puso de pie, necesitando
poner distancias. Desafortunadamente Joseph
la imitó, colocándose detrás de ella. —Dime…—Ella negó efusivamente, él la tomó
por la cintura imposibilitándole escapar de aquel interrogatorio. —¡Dime, Demi!
—¡No!—Se volvió para enfrentar
sus ojos—Esto no va a pasar, no vas a seguir confundiéndome. Márchate. —Le dijo
con mas convicción de la que jamás se hubiese creído capaz, él asintió dando un
paso hacia atrás parecía tan o mas confundido que ella. Y ese hecho la hizo
titubear, aun así no volvió a abrir la boca. Ya había dicho lo que tenia que
decir.
Joseph sacudió la cabeza y tomándola
desprevenida, le extendió una mano que ella aceptó por simple inercia. ¿Se
estaba despidiendo? ¿Con un apretón de manos? Demi no lograba encausar pensamiento
alguno, aun así se permitió disfrutar del contacto unos segundos hasta que Joseph habló.
—Joseph Rhone, mucho gusto. —Ella lo miró y luego a sus manos
entrelazadas, sin entender absolutamente nada.
—Soy escritor, tengo veintiséis
años, un padre, una hermana, soy huérfano de madre…—hizo una leve mueca al
decir aquello—Y mis pasatiempos son leer, mirar películas estando en la cama,
correr y coleccionar vinos. A veces se me va la lengua diciendo tonterías, pero
es que olvido que en el mundo real las cosas no siempre se solucionan al final.
Es tonto de admitir, pero creo que me dejo llevar por la ficción. Y pienso que
tras unos capítulos de agonía, todo será perdonado. Lo malo es que me doy
cuenta tarde, pero si lo miras en perspectiva. Al menos me doy cuenta…
—¿A qué viene todo esto?—preguntó
con la voz casi audible. Joseph
sonrió con aspereza.
—Sé porque te marchaste, Demi. No te culpo, yo también me
patearía si pudiera hacerlo. Pero quiero enmendarlo.
—¿Enmendarlo?
—Desde que te conocí solo quise
sacarte de mi camino, te veía como un obstáculo… como algo que debía dejar
atrás. —Ella frunció el ceño, admitiendo para sí que no le gustaba oírlo decir
aquello. —Tú también
querías lo mismo conmigo—Se
justificó y Demi tuvo que asentir muy a su pesar.
—Y somos buenos los dos, somos buenos compitiendo. Pero no quiero seguir
compitiendo contigo…
Demi sintió su mano cerrándose
alrededor de sus dedos y no halló fuerza para apartarlo. Aunque la guerrera lo
habría hecho.
—Me gustas, Demi. —Ella alzó ambas cejas hasta el
nacimiento de su cabello, esperando de todo menos esa confesión—Y pienso que yo
no te gusto lo suficiente. —Fue a responder, pero Joseph se le adelantó. —Lo hicimos todo a los tropezones, a los
golpes. —Sonrió, tal vez recordando alguna anécdota mutua—Y fue divertido, pero
te permití pensar que es todo lo que tengo para ofrecer. No es así.
— Joseph…
—Espera, escúchame. —Le cubrió
los labios con su pulgar, adelantándose tanto como su resistencia se lo
permitió—No quiero que me perdones por lo que te dije antes.
—¿Qué…?—inquirió, aunque la
palabra retumbo contra su dedo perdiendo casi toda su entonación.
—Empecemos devuelta, déjame
mostrarte que puedo ser algo más que un hijo de puta. Y si todavía sigues
pensando que no valgo la pena, entonces no te molestare más. No habrá ninguna
clase de resentimientos, terminaremos el libro y cada cual seguirá su
camino—Finalmente apartó la barrera que cubría su boca.
—¿Por qué?
—Porque…—realmente lo había
jodido, no tenia idea de por qué. —¡Dios! Eres tan perturbadora ¿Por qué
siempre necesitas una razón?
—No lo sé—respondió
escuetamente—Tal vez solo estoy recopilando información, para dárselo a las
revistas. — Joseph la miró con
los ojos en rendijas.
—De acuerdo, me equivoque.
—Admitió bastante frustrado. Hasta ese instante pensaba que su plan iba viento
en popa, pero claro que Demi le disparó al aire para bajarlo
de un hondazo. —Hice mal en acusarte de esa forma y lo lamento.
—¿Sólo eso?
—¿Qué mas quieres? No puedo
volver el tiempo atrás, pero le estoy plantando cara al asunto. A diferencia de
algunos, que solo huyen en la oscuridad.
—Bien…—Él enarcó una ceja,
incapaz de descifrar algo de su expresión. —Digamos que ambos cometimos
errores…—Joseph comenzó a
sonreír—Aunque los tuyos fueron mas grandes que los míos—La sonrisa vacilo,
hasta regresarse cabizbaja. —¿Cuál es tu propuesta?
Entonces la sonrisa se desplegó
sin que nadie pudiera detenerla.
—Una cita—Demi lo escrutó con detenimiento. Tal
vez creyéndolo efectivamente loco, quizás lo estaba pero en realidad Joseph no iba a ponerse a buscar la
procedencia de sus actos. Había ido allí con una intención, si lograba
concretar esa parte, luego pensaría en el resto. Primero lo primero.
—¿Una cita?—Él asintió—¿Cómo a
donde?
—Seria una cita a ciegas—Ella se
golpeó el labio con el índice pensándose su respuesta detenidamente, tras unos
eternos minutos lo miró con el rostro serio y terminó por tenderle la mano.
—Una cita entonces—Joseph volvió a presionar su pequeña
mano, pero en esa ocasión para cerrar el trato. Y aprovechando la ventaja, la
jaló en su dirección, hasta que su cuerpo quedo completamente pegado al suyo.
Le encantaba tenerla de ese modo y aunque eso no formaba parte del plan aun, no
veía nada de malo en darse una pequeña libertad.
—No te arrepentirás—Le susurró al
oído, inhalando su perfume en el proceso. Ella se apartó lo suficiente, para
mirarlo con una ceja enarcada escépticamente.
—Eso lo veremos—replicó tan
desafiante como el primer día en que se vieron. Sólo que en esa ocasión había
un brillo de anhelo en su mirada y Joseph
supo que debía marcharse, antes de que su plan de echarle freno a esa carrera
se le fuera irremediablemente al carajo.
—Me voy. —Le gustó ver el pequeño
gesto de decepción que dibujaron sus labios.
Tal vez le gustaba más de lo que
incluso ella supiera. Pero por más que le gustaría permanecer allí y
averiguarlo, tenía una cita que planear. Se apartó arrastrando su orgullo hasta
la cocina. Demi lo siguió deteniéndose en el quicio divisorio.
—¿Y cuando es la cita?—Joseph se volvió sobre su hombro,
pensando la respuesta.
—Te llamo esta noche con los
detalles. —Ella asintió en tanto que él se disponía a abrir la ventana.
—Oye, Joseph…—La miró nuevamente—¿Por dónde subiste?
—Por la escalera de
emergencia—Apuntó a la susodicha que se extendía por fuera de su ventana.
—¿Tengo escaleras de
emergencia?—inquirió con su rostro sumido en confusión y una media sonrisa
juguetona, él tuvo que hacer uso de toda su fuerza mental para no regresar y
comerle la boca allí mismo.
—Me tranquiliza saber que saldrás
ilesa de tu edificio en caso de una emergencia. —Ella soltó una carcajada.
—Ah ok, Spiderman ten cuidado—Joseph sacó medio cuerpo hacia fuera,
buscando hacer pie del otro lado de la ventana. Al salir por completo notó que
ella se apoyaba en el alfeizar para mirarlo. —Adiós—Lo saludó con una nota de
humor en su voz, Joseph se
detuvo en uno de los escalones pensando que simplemente no podía dejar pasar
esa oportunidad. Alzó la mirada, buscando atrapar su atención.
—Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez
ángel resplandeciente!—Exclamó, a sabiendas que ella reconocería sus palabras.
—Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado
mensajero celeste ante los ojos extáticos y maravillados de los mortales, que
se inclinan hacia atrás para verle, cuando él cabalga sobre las tardas
perezosas nubes y navega en el seno del aire. Demi soltó una musical carcajada y
repentinamente su rostro se enserió, colocándole la misma determinación a sus
ojos color del chocolate.
—¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres
tú Romeo? Niega a tu padre y rehúsa tu nombre; o, si no quieres, júrame tan
sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto. —Él bajó la vista un
instante mirando al piso, para hacer la parte de su soliloquio.
—¿Continuaré oyéndola, o le hablo
ahora?
—¡Sólo tu nombre es mi enemigo!
¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es ni mano,
ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre. ¡Oh,
sea otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el
mismo grato perfume con cualquiera otra denominación! De igual modo Romeo, aunque
Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que
atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y a cambio de ese nombre, que no forma
parte de ti, tómame a mi toda entera!
—Te tomo la palabra. Llámame sólo
“amor mío” y seré nuevamente bautizado. ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!
—Le guiñó un ojo, retándola a darle un cierre a ese juego. Demi se humedeció los labios con la
punta de la lengua, antes de decir:
—Por ahora, sólo serás… Joseph—Entonces simplemente cerró la
ventana.